antes se iba al cine, hoy se va a ver películas

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ANTES SE IBA AL CINE, HOY SE VA A VER PELÍCULAS
Arqtos A. Brarda, Dr. R. De Gregorio, V. Mesanich
Rosario, fue un centro cinematográfico de gran importancia en el país, ya que existieron en
la etapa de mayor esplendor más de 180 salas de cines. El negocio fue tomando auge a
medida que avanzaba el siglo XX. Este breve artículo no pretende realizar un racconto
exhaustivo de todas las salas que existieron y/o existen en la ciudad, sino simplemente
marcar las etapas más significativas de esta forma de recreación “Moderna”.
Entre fines del siglo XIX y 1914, surgieron una serie de salas que servían tanto para la
proyección de películas como para la actuación teatral. Así podemos recordar la presencia
del “Teatro Olimpo, inaugurado en 1871 en la calle Mitre 520, fue un espacio teatral donde
algunas veces se realizaban funciones de cine, dejó de funcionar en 1929. También
tempranamente, 1894, se construyó el “Teatro La Comedia”, Mitre 948 y un año más tarde
el “Teatro Nuevo Politeama”, de Mitre 748. Este último brindó en algunas ocasiones
espectáculos cinematográficos. Y para 1899, se inauguró una de las primeras salas que
operó estrictamente como cine conocida como el “Cinematógrafo Lumière”, en Rioja 1151.
Entre enero y marzo de 1902 en Córdoba y Laprida, se instaló el “Cinematógrafo
Americano de Flo Hermanos y Cía”, fue el primer cine al aire libre que tuvo la ciudad. Las
proyecciones se realizaban en la terraza de la cigarrería de los hermanos Fló y el público
las observaba desde la Plaza 25 de Mayo.
Poco tiempo después en 1904 abrió sus puertas el “Teatro Colón” en Corrientes 481 y dos
años mas tarde en 1906, el “Gran Café de la Bolsa” llamado sucesivamente “Cine Varieté
Rosario” y “San Martín”, que estaba ubicado en la calle San Martín 655.
Emprendedores como Mordechai David Glücksmann, más conocido en el ambiente como
Max Glücksman, (1875 -1946), propició no solo la distribución de material a exhibir sino la
distribución de equipos proyectores, filmadoras y la construcción de salas de exhibición.
Personaje mítico dentro del ambiente, amigos fieles con Carlos Gardel, había comenzado su
actividad exponiendo material producido por los hermanos Lumiere, conjuntamente con
Eugenio Py. Su negocio de discos y películas dio trabajo a más de mil empleados, en
sucursales como Rosario, Córdoba, Santa Fe, Montevideo y otras.
Testigo de aquel entonces fue el Cine “Theatre Palace”, ubicado en la calle Córdoba al
1384 .Se abrió el 24 julio de 1914 y de acuerdo a los comentarios periodísticos de la época
era un edificio muy lujoso, con una inmejorable distribución de plateas divididas en tres
cuerpos y a los costados de la sala dos hileras de palcos altos y bajos. Se distinguió como la
mejor sala cinematográfica de esos años. Los constructores fueron los señores Máspoli y
Cía. Dirigido por el Sr. Max Glucksmann, durante su larga trayectoria pasó luego a manos
de las empresas Exhibidora A.A.A. y United Cinema. En el año 1929 fue la primera sala
cinematográfica que comenzó a proyectar films de Largometrajes enteramente sonoros y
tuvo durante varios años la exclusividad de estrenar las cintas de Charles Chaplin, Shirley
Temple, Errol Flynn Tyrone Power y Fred Astaire.
Esta sala mantuvo la doble función de ofrecer exhibiciones cinematográficas y algunos
espectáculos teatrales. . Con setenta y cinco años de existencia fue uno de los cines más
tradicionales de Rosario. Cerró el 29 de junio de 1989.
Tan importante fue el desarrollo del espectáculo cinematográfico en Rosario, que surgió en
nuestra ciudad en los años 1930 una fábrica con mas de sesenta empleados, de máquinas y
butacas de cine denominada “Blesbrard SA.”, propiedad de Blesio y Brarda, que funcionó
hasta las década de años 1990. Esta empresa también abasteció con sus maquinarias a las
numerosas salas de cines que existieron en el interior del país.
Los distintos cines, no solamente se ubicaron en el área central, sino que cada barrio contó
con su local propio.
Es significativa la historia del cine “Sol de Mayo”, que fuera inaugurado como “Café Cine
Varieté” en septiembre de 1913, ubicado en el borde del área central. En la Avenida
Pellegrini 1417. Esta sala ofrecía un tipo de películas dirigidas al público masculino. Fue
un cine poco convencional donde se vivía un clima alegría y algunas veces con bromas que
solían finalizar con disputas verbales Había un bar en el interior de la sala y el público
estaba autorizado a fumar. Era propiedad de José Caminatta, quien fuera gerente zonal de
“Argentina Sono Film”, finalmente fue demolido y en su lugar se alza un edificio de
departamentos.
La asociación entre distribuidores y exhibidores vuelve a reiterarse en el caso del “Cine
Capitol”, en San Martín 944. Max Glucksman lo abre en 1927, disponiendo la sala de de
ochocientas butacas. Actualmente funciona en dicho espacio un templo evangélico. El
edificio fue una inversión inmobiliaria que agrupó también unidades de vivienda en las
plantas superiores. Su frente, dentro de líneas llamadas clásicas, intentaba perdurar en la
consideración estética del gran público, como algo sólido, con inclusión de revestimientos
de calidad.
Los primeros edificios para cine, estaban estructurados mediante planteos generalmente
simétricos. Sus fachadas jugaron el rol de erigirse en elementos simbólicos de la época
“Moderna”. El valor ornamental que ostentaban procedía del mejor “saber hacer” del
proyectista y de sus conocimientos de la tradición ornamental. Fueron considerados en
numerosos artículos y publicidades del diario “La Capital”, como verdaderos “palacios
del entretenimiento”.
El desarrollo del “séptimo arte”, evolucionó con rapidez, predominando la libertad de
creación, con complicados montajes escénicos, directores cada vez más especializados y
actores que se tiñen de atributos paradigmáticos, brillantes, rutilantes: nuevas estrellas del
firmamento del consumo. Adquiriendo este negocio cada vez mayor interés. Este proceso
fue acompañado por la construcción de nuevas salas más funcionales y con nuevos
vocabularios formales que las identifican al estilo “Hollywood”.
En abril de 1931, la empresa de Max Glucksmann “Exhibidora AAA” que agrupaba los
cines “Capitol y Palace”, abrió reformado el “Cine Imperial”, en Corrientes 425. Seguía la
tradición de otras salas anteriores instaladas en la misma zona, su propuesta estética era
novedosa (podía asociarse a la de los cines “Echesortu y Monumental”). Esta nueva sala
disponía de mil butacas, y se le incluyeron elementos de confort de alta tecnología, como
el aire acondicionado.
La industria cinematográfica daba cuenta en aquella época de que en las principales
ciudades norteamericanas, los rascacielos trepaban en altura rompiendo la línea de
horizonte. La música enloquecía a la gente, la moda femenina se aligeraba, se acortaron
faldas y melenas y todo parecía atravesar un espacio de ensueño y glamour. Las formas
decorativas empleadas en los cines del ámbito local tomaron algunas de estas ideas, por ello
se facetaron y geometrizaron los elementos decorativos, abandonando toda referencia
naturalista. Se sucedieron rectángulos y prismas en interminables zig zags que simulaban
calidoscopios cubistas y que popularmente se los conocía como la decoración Art Decó.
Estas realizaciones producto de importantes inversiones, que se sintetizaron con materiales
tales como bronce, mármol, maderas de especial procedencia.
El cine “Imperial”, lucía en su fachada estos motivos ornamentales característicos del
nuevo sistema decorativo, que aún hoy lucen preservados. Tendencia figurativa que si bien
se apoyaba en composiciones simétricas, la trasgredían mediante propuestas rectilíneas y
depuradas. Muchos de sus estilemas locales incluyen representaciones de la potencia
rosarina, enmarcada por los grandes silos de cereales, el movimiento febril del puerto, las
máquinas industriales, aviones por doquier y el dirigible como un novedoso medio de
transporte. Es decir la velocidad, el vértigo de lo perecedero, todo era nuevo y atrayente.
Poco tiempo después en la época de mayor apogeo del cine en la ciudad que se da entre los
años 40 y 60, todas las salas brindaban a los espectadores tres funciones y una cuarta si eran
cortas por unos pocos centavos, un noticiero que narraban realidades de otras latitudes,
programaciones continuadas. Para los años 50, funcionaban 49 salas en la ciudad, de las
cuales 20 se hallaban ubicadas en los barrios.
Los cambios más significativos en el diseño de las salas comenzaron a evidenciarse en
cines tales como el “Radar” y el “Gran Rex”.
El cine “Gran Rex”, ubicado en la calle San Martín 1129-43, fue proyectado por el
arquitecto porteño Alberto Prebisch y construido por la empresa rosarina Vanoli y Quaglia
en 1946 – 1948.
Este edificio fue pensado a partir de la ubicación de la sala en un lote entre medianeras,
disponiendo un amplio hall de dos niveles donde se ubicó las escaleras para acceder las 4
bandejas de plateas resueltas con hormigón armado. La techumbre fue resuelta mediante un
sistema de cabreadas de perfiles de hierro y cubierta de chapa que no se visualiza desde el
interior por la presencia de un importante cielorraso acústico escalonado, que va
disminuyendo en altura a medida que se aproxima a la pantalla de proyección. Lo mismo
sucede con la suave pendiente del piso que disminuye su altura hacia ese mismo sector para
permitir una perfecta visión.
La fachada fue organizada en tres partes, la de planta baja, vidriada, donde se ubicaron las
puertas de acceso separadas unas de otras por pilares y protegidas por un amplio alero que
actúa como marquesina para uso publicitario. Luego sobre éstas se desarrolló un gran vano
dividido en siete entrepaños, donde una línea de balcones y ventanas con arcos de medio
punto caracterizan el piso superior. El último piso se evidencia en la fachada como un
muro ciego con pequeñas aberturas que hacen presuponer que allí están alojadas las salas
de máquinas.
El “Cine Radar”, ubicado en Córdoba 1130, fue considerado un edificio con una de las
mejores salas de la ciudad, cuya inauguración data del 31 de julio de 1946. El proyecto
estuvo a cargo del arquitecto Jorge Borgato y asociados y la ejecución la realizó la Empresa
Constructora Candia S.R.L.
La sala con capacidad para 1.379 espectadores contaba con una apropiada pendiente que
permitía excelente visibilidad desde cualquier lugar, cielo raso y paredes de material
acústico, calefacción y aire acondicionado. El hall era espacioso, construido con piso de
mármol oscuro, allí se encontraban dos importantes escaleras que conducían a la planta
alta.
La fachada estaba compuesta por amplios ventanales y una gran marquesina, dando cuenta
de las nuevas ideas del gusto moderno, de grandes superficies vidriadas carente de
decoración.
Este cine estaba dirigido por la “Empresa United Cinema”. Su programación satisfizo
durante cuarenta y dos años los gustos cinematográficos del público rosarino, cerrando sus
puertas el 13 de octubre de 1988.
En la década del 80 muchas salas cerraron, fueron demolidas o se convirtieron en otro tipo
de negocios y muchas veces en playas de estacionamientos o canchas de padle.
A partir aproximadamente del año 2000, en la ciudad de Rosario, se empezó a visualizar un
nuevo fenómeno respecto a las tradicionales salas de cine, tanto en el área central como de
los barrios.
En el caso del “Cine Radar” o el “Cine Gran Rex” que se convirtieron en tienda la primera
o en un templo la segunda, o fueron divididas para dar paso a cuatro pequeñas salas como
el “Complejo Monumental”, a cargo de la empresa “Civilco S.R.L.”. También fueron
inaugurados en julio de 1997 los cines del “Shopping del Siglo”.
Ejemplo del último tipo lo podemos observar en complejo multisala “Village Cines”,
construido en 1998, el segundo conjunto más importante del país en exhibición de
películas. Conformado por 13 salas, locales comerciales, restaurantes, sala de bowling y
juegos para niños. Emprendimiento pensado ya no solo para los rosarinos sino para los
espectadores del gran Rosario y sus alrededores, de allí su ubicación cercana a la avenida
de circunvalación.
Poco tiempo después, esta modalidad se desarrolló también en los shoppings “Alto
Rosario” y “el Portal”, los que sumaron nuevas salas de exhibición cinematográfica.
En este tipo espacios para el entretenimiento, la arquitectura ya no tiene un rol significativo
como en el pasado. Es el tiempo de los "no lugares" al decir de Marc Augé, escenarios
que se rinden fácilmente al marketing. Solo cambian levemente su packaging,
transformando las salas en lugares de consumo no solo de películas, sino también de
alimentos. Curiosamente la venta de estos últimos reditúan mucho más que la exhibición de
una buena película.
Los shoppings, frente a la ciudad real, construida en el tiempo, ofrecen un modelo de
ciudad de servicios miniaturizada, donde se da cabida al “nomadismo contemporáneo” y
donde da lo mismo si se esta asistiendo a una sala en la ciudad de Rosario o en Nueva
York.
Antaño se iba al cine, como una actividad lúdica que implicaba una salida muchas veces en
familia, para la cual se debía “vestir de domingo”, era todo un acontecimiento , un
espectáculo social que implicaba cambiarse especialmente y fundamentalmente ir
acompañado, un verdadero acontecimiento, hoy simplemente se va a ver películas…
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