CAPÍTULO III La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales “Múltiples signos nos indican que estamos participando de una profunda transformación de la política institucio-nalizada. Los cambios abarcan muy diversos fenómenos, de clasificación difícil; afectan por igual democracias viejas y nuevas, gobiernos de derechas y de izquierdas, regí-menes presidencialistas o parlamentaristas. Un primer paso consistiría pues en describir algunas de las transfor-maciones en curso, comenzando por la redefinición del significado mismo de la política” Norbert LECHNER, 1994 – 73 – José Antonio Rivas Leone – 74 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales Preliminares Si aceptamos que los procesos de socialización, incluyendo nuestras prácticas y universos políticos, en buena medida están influi-dos y se conforman por el papel crucial ejercido por nuestras principales instituciones políticas, y el hecho de que estas últimas hayan caído en una situación de crisis, declive y transformación, (es el caso de los partidos, clase política, parlamento, movimientos, etc., instituciones éstas que tradicionalmente cumplían con la función de representación y socialización), ello terminaría afectando directamente los actos y contextos dentro de los cuales los ciudadanos adquieren y conforman sus marcos y mapas políticos (preferencias, orientaciones e identidades). De manera que, si partimos de la premisa según la cual las funciones de socialización política han sido trastocadas, y si a esto se agregan los problemas y déficit presentes en el funcionamiento de nuestras principales instituciones, tendríamos entonces que admitir que ambos factores afectan negativamente en la formación y evolución de los universos políticos de los ciudadanos y por tanto en la practicas políticas65. Dentro de este proceso, destaca y preocupa la situación actual 65 Véase al respecto los comentarios de Jorge Benedicto, 1995. – 75 – José Antonio Rivas Leone de malestar e insatisfacción del ciudadano común con respecto a sus instituciones, desde el momento en que estas últimas en buena medida han dejado de transmitir seguridad y certidumbre, generándose una situación y malestar en el ambiente en el que el ciudadano se desenvuelve, lo que lo inclina a replantear sus juicios, esquemas y evaluaciones de la realidad que él percibe. Por otro lado, el ciudadano común influido está por múltiples aspectos de carácter medio–ambiental e institucional, sometido a un proceso de resocialización política que naturalmente redimensiona su cultura política y los llamados universos políticos que se expresan en las conductas y actitudes Observándose así la incorporación de nuevos roles y el desarrollo de nuevas pautas de orientación política caracterizados por el apoyo a nuevas figuras, movimientos y actores políticos, el descenso en los niveles de participación electoral y, en fin, el apoyo frente a los actores tradicionales (principalmente partidos) de liderazgos personalizados de corte antipartidista y neopopulista, que configuran ciertamente nuevas orientaciones de una forma de hacer política que prescinde de las instituciones y tiende a personalizarse66. Personalización que surge como residuo de un mundo premoderno, ahora bajo formas modernas, como una especie de religión y sacralidad en torno a figuras políticas. De igual forma, dentro de este proceso de transformación de la política (la forma de concebirla y practicarla) y de nuestra cultura política, se observa que los espacios y ámbitos de lo público y de lo privado se van reestructurando como consecuencia del malestar de la vida pública, del cuestionamiento creciente de la política que termina generando un abandono de la política y de la esfera pública por parte del ciudadano. Estamos presenciando fenómenos que nos inducen a aceptar una mutación de la política, que no debe ser interpretado como el fin de esta última, por el contrario, ésta se transforma y tiende a 66 Véase ampliamente José Antonio Rivas Leone, 2002a; 2002b. – 76 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales desarrollarse cada vez más en espacios más reducidos en donde el ciudadano abandona su condición de actor y deviene un ser pasivo y espectador. Estaríamos así en presencia de una suerte de privatización de la política, signada por la devaluación y desvalorización de lo público en beneficio de lo privado. Paralelo a esto, tenemos que en la crisis y transformación de la política se siguen gestando diversos procesos, destacando la cuestión de la innovación cultural y la calidad de la participación política. De acuerdo a Beck tendríamos que en el seno de nuestra cultura y en los procesos de participación observamos que se ha producido una destradicionalización67 de las formas y prácticas políticas. La política esta en ninguna y en todas partes a la vez. La reestructuración de los universos políticos En nuestro análisis, la formación y reestructuración de las prácticas y universos políticos, cobra especial importancia el papel que desarrollan en el seno de la sociedad y en el funcio-namiento del Estado, las diversas agencias y estructuras de tipo social y político principalmente. En tal sentido, el papel que cumple desde la familia, pasando por la escuela y nuestros partidos políticos68 es decisivo en lo que se refiere a la socialización política y por ende la conformación de nuestros mapas políticos. No olvidemos que nuestras prácticas y conductas son el resultado de la interrelación que se establece en el curso de la historia entre las agencias y las prácticas sociales y políticas. En la formación de nuestros patrones, hábitos y costumbres y su expresión en las prácticas de acción política, el Estado conforma nuestra principal agencia junto a los partidos políticos. Por consiguiente, es fun67 Cf. Giddens, 1997. pp. 128-133. 68 La situación actual demuestra en algunos países la debilidad de las organizaciones, revelando así que han perdido su capacidad de gravitación y mediación entre la sociedad y el Estado. – 77 – José Antonio Rivas Leone damental a la hora de abordar las trans-formaciones de nuestras prácticas, abordar antes que nada el papel de estas agencias. En tal sentido, los aportes de autores tales como Anthony Giddens e Ira Cohen en torno de la teoría de la estructuración, resultan pertinentes y explicativos a partir de la dualidad entre las estructuras y los procesos de acción, socialización y praxis. Si entendemos la praxis, de acuerdo a Ira Cohen y Giddens69, como sinónimo de la constitución de la vida social, es decir, la forma en que todos los aspectos, elementos y dimensiones de la vida social, desde las instancias de conducta en sí mismas hasta los tipos de colectividad más complejos y extensivos, se generan en el desempeño de la conducta y a través del mismo, las consecuencias ulteriores y las relaciones sociales que se establecen y mantienen en el proceso. Como se ve, adentrarse en el estudio de nuestras prácticas, a través de la teoría de la estructuración y producción de la sociedad, aparte de complejo, configura una cuestión multidimensional y heterogénea, dado el número de factores y variables intervinientes en el mismo. Por otra parte, si algo merece atención y constituye un aspecto fundamental para explicar la formación, estructuración y reestructuración de nuestras prácticas sociales y políticas, es precisamente, la cuestión referida a la habilidad y recursos que detente la agencia para el establecimiento y desarrollo de las diversas prácticas que integran nuestra vida social. Es decir, la capacidad que pueda detentar la agencia para producir variaciones históricas en sus propias formas de conducta, logrando al mismo tiempo adaptarse a los cambios e innovaciones70. Conviene insistir en el hecho de que los postulados desarrollados por la teoría de la estructuración, expuesta principalmente por Giddens, cobra especial importancia el papel que cumplen las instituciones sociales. Para este autor, estas últimas conforman “prácticas rutinizadas que son realizadas o reconocidas por la 69 Véase Ira Cohen, 1996. pp. 13-14. 70 Véase las consideraciones que establece Talcott Parsons sobre la capacidad autoadaptativa dentro de su concepción sistemática AGIL. Sobre este debate consúltese Georges Ritzer, 1994. Además Ira Cohen, 1996. – 78 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales mayoría de los miembros de una colectividad”71. Es decir, aquellas acciones reproducidas con cierto nivel de consistencia terminan conformando regularidades institucionalizadas. Más aún, agrega Giddens, “la reproducción de las prácticas institucionalizadas expresa la reconciliación de la acción y la estructura como base de la dualidad de la estructura”72. Por lo cual, si observamos algunas variaciones y mutaciones en la reproducción de nuestras prácticas sociales, políticas, religiosas, las mismas obedecen a una cierta ruptura y alteración entre la acción y la estructura como tal y son siempre resultado del proceso de ‘estructuración’ a través del tiempo. De esta manera, tomamos como premisa de nuestra indagación el hecho de que que nuestras actitudes y prácticas de tipo social y político no se reproducen por sí mismas, sino que dependen de la capacidad de inferencia, acción y actuación que alcanzar los agentes, organizaciones e instituciones en el curso y desarrollo de la historia. Siendo así, tendríamos que en su concepto de estructuración, Giddens plantea la idea de una dependencia mutua, de una relación interna entre la estructura y la acción humana. De modo tal que, en este marco, la producción y reproducción de la sociedad se considera como un logro notable de los actores sociales73. Por su parte, Ira Cohen observa como: “las prácticas e interacciones mediante las cuales se constituye la vida social se revelan en los continuos logros de seres humanos que conservan la capacidad de generar tales modos de conducta, y su disposición para activar esas capacidades en el momento oportuno dentro de la vida social”74. De forma tal que las prácticas sociales vienen a ser fórmulas y códigos que los individuos emplean en sus actividades diarias, para solventar según rutinas situaciones comunes y cotidianas en 71 Cohen, 1996. p. 43. 72 Cohen, 1996. p. 46. 73 Véase los comentarios y consideraciones expuestas por Colin Hay alrededor de la teoría de la estructuración, 1997. pp. 204-ss. Además Piotr Sztompka, 1995. pp. 222-223. – 79 – José Antonio Rivas Leone nuestras vidas e interrelaciones. Asimismo, en la reproducción de nuestras prácticas institucionalizadas los individuos contamos con una diversidad de reglas que se han ido estableciendo a lo largo de la historia y la tradición en el seno de nuestra conciencia. Es importante también destacar dentro del debate sobre la estructuración y reestructuración de nuestras prácticas dentro de la perspectiva de la teoría de la estructuración y la producción de la sociedad, la centralidad de los actores (agentes) colectivos (instituciones) e individuales (ciudadanos). Dentro de los indicadores que revelan la transformación de la política y la propia cultura política está lo concerniente al fenómeno de reestructuración de los universos políticos de los ciudadanos. Es decir, intentamos describir y analizar el entramado institucional y los diversos mecanismos y procesos a través de los cuales los individuos (ciudadanos) van configurando sus universos y preferencias políticas en las cuales registramos importantes e innovadores cambios. Tal vez este fenómeno de reestructuración de los universos políticos sea una consecuencia directa del desarrollo por un lado, de un proceso de destradicionalización de las prácticas políticas, acompañado de la transformación de la política, por otro. Igualmente, se observa la institucionalización y establecimiento de una “nueva política”, que se expresa bajo la forma de subpolítica (U. Beck) de acuerdo a los presupuestos de la modernidad reflexiva. Es decir, tendríamos que el desarrollo de la llamada subpolítica revela el declive y agotamiento de modos y formas tradicionales, al tiempo que indica la entrada y advenimiento de lo que Giddens llama la sociedad y orden postradicional. Ello supone el surgimiento o constitución de nuevos órdenes, hábitos, concep-ciones y nociones acerca de la política, el ciudadano, la sociedad. El paso de un orden a otro, implica asimismo que la tradición 74 Cf. Cohen, 1996. pp. 53-54. – 80 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales como síntesis y concreción del pasado, si bien es cierto queda atrás, no es menos cierto que sigue teniendo una poderosa influencia alrededor del presente. Por lo cual estaríamos de acuerdo con Giddens en aceptar que cuando hablamos de sociedad postra-dicional estamos partiendo del hecho de que la política ya no necesariamente obedece y se desenvuelve a partir de las tradiciones, sino que se han ido incorporando en esta etapa nuevos actores, valores y hábitos75. Así, dentro de los cambios que estamos registrando en nuestra cultura y procesos políticos, aparte de los efectos comportamentales, se genera el advenimiento de la sociedad postradicional, postmoderna o del riesgo, agregándose el proceso de globali-zación, el cual permea y socava muchos de los contenidos y tradiciones. De modo tal que, en el desarrollo de esta nueva moder-nidad o etapa se observa un reordenamiento de la política en toda su dimensión, lo que concierne a nuestra cultura política, universos políticos y prácticas de acción política. Estas no desaparecen como afirman algunos, sino que se han transformado. De acuerdo con Luis Madueño76, una de las características de las sociedades modernas, viene dada por la división patológica de la política entre una política tradicional, cuyo ejercicio se concentra en la forma partido, y el advenimiento de nuevas formas de hacer política, que se expresa en la acción de los nuevos movimientos, caudillos, o en los outsiders, fomentando lo que se ha convenido en llamar antipolítica. Por ejemplo, una de las grandes dificultades de nuestras democracias radica en el hecho de que a los puestos de dirigentes lleguen los mejores, pues el valor de la democracia representativa se basaba en la garantía y posibilidad de seleccionar los mejores dirigentes. En las circunstancias que vivimos hoy en día en América Latina encontramos una tendencia marcada hacia una democracia diri75 Sobre este debate encontramos pertinentes planteamientos en Anthony Giddens, 1997, específicamente pp. 83-85. 76 Véase Luis Madueño, 1997. pp. 34-35. Además, Luis Madueño, 1999. – 81 – José Antonio Rivas Leone gente refrendaria y plesbicitaria, en la que los líderes carismáticos proponen metas e ideas mesiánicas que son vendidas a la masa desarraigada y desmoralizada. Esta división patológica y radicalizada entre la política tradicional y las nuevas formas, no viene dada únicamente por la presencia implícita de instituciones en la primera, y la ausencia de las mismas en la segunda, cuando se produce una excesiva personalización de la política y del poder, sino por el discurso que identifique a las nuevas formas de hacer política (neopopu-listas), en las que el líder se presenta como el líder salvador o mesías. En la perspectiva de los cambios que se registran en esta suerte de personalización de la política, se observa una práctica política encauzada a partir de una matriz de corte religioso, fanático y fundamentalista, responsabilizando a los actores tradicionales (partido + clase política) de la situaciones de crisis política, social y económica presentes en nuestros contextos políticos77. En este sentido, los cambios que acusamos en la cultura política se reflejan en la reestructuración de nuestros universos y prácticas políticas, siendo en buena medida producto de los cambios ace-lerados en el sistema económico, político y social que se encuentran inmersos en la idea de modernidad y del propio advenimiento de la sociedad postradicional, aquella que reproduce nuevas desigualdades e incertidumbre, modificando las bases sociales y culturales que otrora dominaban el escenario socio-político. Desde el momento en que las instituciones y los actores princi- 77 Los casos más ilustrativos de la división patológica de la política y del funda-mentalismo, presentes en las nuevas formas de hacer política de tipo neopo-pulista las observamos en los discursos y prácticas políticas de Carlos Saul Menem en la Argentina; anteriormente Abdala Bucaram en Ecuador y Jorge Serrano en Guatemala y, recientemente el líder ex-golpista Tcnel. Hugo Chávez Frías en Venezuela. Sobre este debate véanse: Felipe Burbano de Lara 1998; José Nun 1998; René Antonio Mayorga 1997; Marcos Novaro 1998; Luis Madueño 1997; Alfredo Ramos Jiménez 1999a; José Antonio Rivas 1997; 1999a 1999b y 2002a; 2002b. – 82 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales pales de la democracia ya no son capaces de transmitir seguridad y fiabilidad en sus ciudadanos, y por ende dejan de introducir los cambios que la sociedad y la ciudadanía demandan (dejando así de ser agencias en el sentido propuesto por Giddens), se producen las condiciones favorables para el desarrollo de nuevas bases y estrategias para la política. Para explicar estos fenómenos, aparte de apoyarnos en los trabajos y presupuestos de la teoría social y política de manera general, es necesario y pertinente abordar los procesos señalados partiendo de los aportes dados por el neoinstitucionalismo y parti-cularmente la propuesta de James March y Johan Olsen entorno de la transformación de las instituciones78. Según estos autores, desde el momento en que las instituciones políticas dejan de aportar elementos de orden y organización, se producen unos cuantos cambios importantes que influyen decisivamente en las prácticas políticas, modos de pensar y actuar. La reestructuración de nuestras prácticas ocurre y se desarrolla en un estado de inseguridad tal, que lleva al ciudadano a reorganizar poieticamente su vida, la que se manifiesta con claridad en la reproducción política de nuevas identidades, como de nuevos movimientos, nuevos caudillos y nuevas formas de organización de los intereses79. De tal modo, que es a partir de esta forma de reproducción poiética que el individuo busca los significados y la simplificación del universo político. El más ilustrativo ejemplo de la reorganización y reproducción de nuevos órdenes, contenidos, etc., se observa claramente en los nuevos contextos políticos latinoamericanos que se formaron en la última década y, particularmente, en los procesos gestados en países tales como Perú, Bolivia, Argentina, Ecuador y Venezuela. Trátese de sociedades que han experimentado un deterioro creciente de nuestras principales instituciones y organizaciones fun78 Cf. March y Olsen, 1997. pp. 110-129. Además véase Rivas Leone 2002, pp. 87-100. 79 Véase Luis Madueño, 1997. – 83 – José Antonio Rivas Leone damentales para el funcionamiento de la democracia, cuestión que se vincula con el advenimiento de fuertes crisis económicas, que en su conjunto han permeado y catalizado las condiciones para el resurgimiento de formas y prácticas de hacer política de corte neopopulista, plesbicitarios y hasta heroicos80. Ello constituye un indicador y síntoma de transformación de nuestras tradi-cionales actitudes, valores y orientaciones (universos políticos) hacia la política como tal. Los cambios registrados en nuestros países en la década final del siglo XX, se expresa en la correlación establecida entre los procesos de crisis económica e institucional, el devenir histórico y los cambios significativos observados en los universos y prácticas po-líticas. De tal forma que, “desde la representación estamental en la Edad Media hasta la representación política partidista, las inter-pretaciones del mundo político han cambiado sustancialmente”81. Es más, acogiendo la propuesta del autor, tenemos que concluir en que “la serie de transformaciones económicas, políticas y sociales que se vienen sucediendo en América Latina han puesto en crisis los símbolos y el propio significado de la política”82 en los años recientes. Si esto es cierto, entonces estamos frente a la necesidad del diagnóstico de los procesos registrados, lo que equivale decir que es preciso rediseñar nuestro aparato críticoteórico, a fin de profundizar nuestras apreciaciones sobre los cambios y transformaciones que involucran a nuestras nacientes y viejas democracias. En esta época de signos postradicionales, la confusión, incertidumbre y crisis que rodea al funcionamiento de las instituciones genera directamente cambios en las percepciones y las formas 80 Véanse los casos de Menem en Argentina; Fujimori en el Perú; Chávez en Ve-nezuela entre los más llamativos e ilustrativos de la región latinoamericana. Sobre el caso venezolano véase José Antonio Rivas Leone, 2000b “La vulnerabi-lidad de la democracia y el rediseño institucional en Venezuela” pp. 718-742. 81 Madueño, 1997. p. 48. – 84 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales cognitivas a través de las cuales los ciudadanos se involucran, conciben y hacen política. De allí, el énfasis que debe colocársele a la necesidad de profundizar en el análisis de la cuestión de las instituciones (funcionamiento), para explicar los cambios que orientarán nuestras prácticas políticas. Sí asumimos el planteamiento de la modernidad reflexiva diremos que la política tiende a transformarse instalándose en ámbitos y agencias que rebasan los marcos tradicionales e institu-cionales conocidas. Señala Beck que, “la gente espera encontrar la política en áreas prescritas para ella, y confía en que sea desarro-llada por los agentes debidamente autorizados: parlamentos, partidos políticos, sindicatos, etc”83. El problema viene dado allí donde (como señala el autor) se detienen las agujas del reloj, cuando la política rompe todo marco y se desarrolla en áreas no necesariamente prescritas y establecidas por la tradición84. Una explicación que nos puede dar luz para explicar estos procesos de ruptura y transformación en la manera de concebir y hacer política viene dada por el planteamiento institucional. Es decir, debemos asumir que los cambios se suceden y materia-lizan cuando las principales instituciones y sus agentes han perdido el control sobre los ciudadanos. Como consecuencia del proceso de destradicionalización de las prácticas políticas y universos políticos, notamos que se han producido cambios notables en las formas de aproximarnos y de participar en la política. Ello se expresa particularmente en el desarrollo de: 1. Un aumento constante y sostenido de la abstención electoral, es decir, un descenso en los niveles de participación, lo cual no es una variable constante de nuestra cultura política, se interpretándose bajo la forma de insatisfacción y cuestio-namiento de la política tradicional85. 2. Asimismo, al margen del crecimiento de la abstención elec83 Beck, 1997. p. 33. Además Arjun Appadurai 2001. 84 Beck, 1997. pp. 33-34. – 85 – José Antonio Rivas Leone toral, observamos en los últimos procesos electorales el apoyo creciente a nuevos actores, líderes y organizaciones políticas que no encajan dentro de las tradicionales formas institucionalizadas de hacer política. 3. El retorno del populismo bajo la forma de neopopulismo86, este último expresado en el avance y triunfo de figuras como Hugo Chávez en Venezuela, Alberto Fujimori en el Perú, etc. Liderazgos estos caracterizados por el discurso y prácticas de tipo heroico, plebiscitario y al mismo tiempo de corte neoliberal en lo que se refiere a la política pública. 4. El declive de la política tradicional y la pérdida de su significa-do sociopolítico, es el resultado inevitable del proceso de modernización y del surgimiento de una nueva cultura política87. 5. La trivialización de la política marcada por una suerte de privatización de la política y un deterioro de la política y del espacio público, todo vinculado con el desarrollo de la política espectáculo o videopolítica, cuando los medios ocupan los espacios centrales de debate político88. Esta trivialización de la política, entre otros efectos, trae como consecuencia la presencia de una política cada vez más subjetiva, reducida y privatizada, vacía de contenido, situación ésta en la que el ciudadano deviene un simple individuo, que termina abandonando el espacio público, refugiámdose en la intimidad de lo privado (abandonando el carácter y papel activo que define al ciudadano) por un lado, acompañado de un cuestiona-miento de la política tradicional, por otro. 85 Véase Rivas Leone, 1997; 2000b; Ramos Jiménez, 1999b; Ampliamente Montilla, 2001. pp. 67-96. 86 Cf. Weyland, 1997; Rivas, 1999b; Burbano de Lara, 1998; Mayorga, 1995; Ramos Jiménez, 1997; Novaro 1998; 1996. 87 Me apoyo en los comentarios expuestos por Jorge Benedicto, 1995. Además véase el libro Sociología Política de la Cultura, Luis Madueño, 1999, sobre el análisis y dimensiones de la cultura política, particularmente una lectura desde la sociología política y la antropología interpretativa, en lo concerniente a la reflexividad (autodestrucción y reconstrucción) de la cultura política. – 86 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales Las nuevas bases de la política y sus implicaciones para la participación política Abordar lo referente a lo que se ha venido planteando como nuevas bases de la política, en tanto expresión del proceso de crisis y agotamiento institucional de nuestros actores y agencias, y su expresión directa en la transformación de la participación política, siempre constituye una tarea compleja debido a la multiplicidad de fenómenos y factores intervinientes89. A la hora de introducirnos en este fenómeno (con sus respectivas consecuencias e implicaciones) como realidad presente, tanto en la Venezuela de fin de siglo como en otros tantos países latino-americanos, debemos tomar muy en cuenta desde el rol tradicional desarrollado por el Estado, como la institución productora de bienestar y certidumbre, el papel cumplido por nuestros partidos y clase política, y hasta la constitución de una cultura política democrática, como variable determinante e influyente en los procesos de transformación que registramos. En las nuevas bases de la política, como fenómeno reciente que se ha producido principalmente en la política latinoamericana, destacan tres (3) importantes cambios y transformaciones que naturalmente afectan a los procesos de participación política y la propia cultura política, a saber: Los cambios institucionales Introducimos como planteamiento inicial para explicar el cambio en 88 Véanse las consideraciones de los politólogos Giovanni Sartori, 1992b. Además Oscar Landi, 1995; Elys Gilbrando Mora, 1998; Jesús Martín Barbero, 1998; Carina Perelli, 1995; Raúl Trejo Delabre, 1994. 89 Véanse los comentarios al respecto expuestos por Susana Aguilar, 1995. Además María Luz Moran 1997. – 87 – José Antonio Rivas Leone la política (bases y prácticas) y por ende el desarrollo de una nueva política (nuevos estilos, actores y agencias) el hecho de que todos estos fenómenos son producto y obedecen a una transfor-mación institucional, que se manifiesta en un déficit político-democrático y en el agotamiento de los actores tradicionales de nuestras democracias. En tal sentido, un cambio en las instituciones y agencias políticas necesariamente replantea los procesos de formación de las bases donde se asienta la política. Siendo así, tendríamos que desde el momento en que los partidos políticos, como principales agencias generadoras de certidumbre, estabilidad de la democracia y de canalización y participación ciudadana comenzando a distorsionar sus funciones, se producirán algunos cambios significativos en las percepciones y evaluaciones por parte del colectivo hacia dichas instituciones, generándose asimismo el apoyo a nuevas instituciones y agencias que intentan en algunos casos ocupar el espacio perdido por los partidos políticos. La premisa que explica los principales cambios en la base de los universos políticos, está planteada a partir del agotamiento de nues-tras instituciones, es decir, cuando éstas no dan repuesta a las deman-das y no generan los cambios esperados por los diversos sectores. Esto produce una constante sociopolítica que se manifiesta en el de-clive de los partidos como principales agencias en el sentido de Giddens90. Es decir, la no introducción y adopción de cambios los condena como agencias y el consecuente divorcio entre el colectivo y los agentes políticos produce un sinnúmero de transformaciones, siendo una de ellas el surgimiento de nuevos clivajes, valores y, en general, una nueva cultura política que no necesariamente es más democrática que la anterior. Algunos autores al respecto señalan con relación al caso venezolano que el agotamiento de la democracia debe ser abor-dado a partir del agotamiento y crisis de un modelo 90 Ira Cohen, 1996. Además, Madueño, 1999. – 88 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales tradicional de hacer política dominante que genera implícitamente cambios. Profundizar en el estudio de las nuevas bases sociales de la política y del desarrollo de una nueva política implica necesariamente partir de la relación entre las estructuras sociales y el sistema político como tal. En este sentido, hablar de las nuevas bases de la política, implica que profundicemos en el surgimiento de una nueva política, expresa en la transformación sustancial de la participación política. Ello compromete el estudio del comportamiento político, los procesos de socialización, el rol de los actores y agencias, e incluso el estudio de los procesos electorales sobre nuevas bases de orientación metodológica y análisis teórico. Transformaciones en las bases sociales Es necesario insistir que, adentrarse en el estudio de las bases sociales de la política y lo concerniente a la participación política como ejercicio de ciudadanía, compromete el estudio del contexto y momento histórico, de los tipos de instituciones (su forma y diseño). Siendo así, debemos admitir el hecho de que “en cada momen-to histórico surgen unas determinadas bases sociales de la política, igualmente un sistema de representaciones simbólicas carac-terísticas y relacionadas con el momento histórico, una concepción diferente –pero acumulada, como una consciencia histórica– de la acción política, del actor político y del lugar que ocupa la política en la sociedad”91. Este planteamiento, desarrollado alrededor de las nuevas bases sociales de la política y el surgimiento de una nueva política como identidad y acción, plantea la necesidad de estudiar los diversos fenómenos y variables que intervienen y, sobre todo, la determinación y examen de los nuevos clivajes o ejes y líneas conflictuales (neo-populismo, dictadura, instituciones, demo-cracia), que afectan directamente las percepciones de los ciudadanos con – 89 – José Antonio Rivas Leone respecto a la política y particularmente su rol. Tales ideas-fuerza inspiran el replanteamiento de los análisis políticos a la luz del examen de aquellas realidades que se mani-fiestan como antipolítica y subpolítica. De tal forma que esta concepción nueva de la política (con sus respectivas bases, actores y pautas) se presenta estructurada a través de nuevas líneas de conflicto, como las observadas entre el ámbito público y privado, la antipolítica y la democracia, las formas tradicionales y las nuevas formas de hacer política, los valores y prácticas tradicionales con la nueva moralidad y prácticas políticas; la política institucional y la personalización de la política, entre otras. Igualmente, encontramos que dentro de la situación de crisis y cuestionamiento de la política y por sobre todo de sus actores, se producen fenómenos diversos como: el aumento constante de la abstención electoral y, por ende, un descenso en los niveles de participación política, descenso en los niveles de afiliación e identificación partidista, el desplazamiento del voto, el realineamiento de ciertos partidos, el desarrollo de valores postmaterialistas, junto al surgimiento de liderazgos populistas (neopopulismo) y nuevas formaciones políticas de diversa índole, (el MVR, PPT, Primero Justicia y Proyecto Venezuela en el caso de Venezuela; los Verdes en Alemania; la coalición del Frepaso en Argentina, El Perú Posible en Perú, dentro de las al-ternativas que más ilustran la nueva política hoy). Hablar de las nuevas bases sociales de la política y el surgimiento de una nueva política, compromete el estado de los partidos políticos como “forma de organización de la acción colectiva”92 y como institución definitoria y parte fundamental de un régimen democrático representativo moderno. La innovación fundamental que aporta la modernidad reflexiva no es otra que el replanteamiento de las nuevas bases 91 Véase al respecto Luis Madueño, 1997. – 90 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales sociales de la política. Así, la transformación de la participación política y el desarrollo de nuevos universos políticos, el declive de los partidos políticos, la irrupción de los nuevos movimientos sociales y emergentes como sustitutorios de algunas de las clásicas funciones de los partidos, está en el origen de un redimensio-namiento funcional de la acción colectiva, que demanda estudios más detallados por parte de la ciencia política en general y de la sociología política en particular. La modernidad reflexiva impulsa a la política a recuperar su centralidad consustancial, y hasta comienza a presentarse como proyecto colectivo, como instancia de deliberación y hasta como posibilidad. Transformaciones de las bases culturales Es común observar en los más recientes procesos políticos, manifestaciones y comportamientos políticos que significan transformaciones y reordenamientos de la sociedad en este final de siglo, cuestión ésta observada tanto en América Latina como en Venezuela. Allí, evidenciamos el hecho de que las bases de acción política que se registran en este fin de siglo no necesa-riamente siguen y apoyan las formas tradicionales y los cauces democráticos93. En este sentido, tanto en Venezuela como en otros países de la región, en la última década, registramos la presencia de nuevas orientaciones y sistemas de acción política que rompen con la tradición, si asumimos que no necesariamente dirigen su apoyo hacia los partidos y liderazgos tradicionales, paralelo a esto, nuestros ciudadanos dentro de sus opciones y universos políticos apoyan desde los liderazgos neopopulistas y mesiánicos, en tanto residuos de la pervivencia de una tradición que no sabemos si son sus últimos actos. Así, el resurgir de algunos mecanismos de identidad como respuesta a la incertidumbre, hasta las nuevas figuras, movimientos y líderes terminan en algunos casos reproduciendo elementos de la vieja política. 92 Véase Jorge Benedicto, 1995. p. 291. 93 Cf. José Antonio Rivas Leone, 2000a. pp. 6-7. – 91 – José Antonio Rivas Leone Tendríamos que todas estas manifestaciones dejan claro el quiebre de las bases tradicionales y de nuestras prácticas y cultura política. Además de persistentes, los cambios registrados en nuestras prácticas, universos y actores conforman parte de un proceso mayor de destradicionalización de la política que no es aislado o particular de Venezuela o de la región latinoamericana, sino que es de carácter global. Desde la perspectiva cultural, los cambios que observamos en las bases culturales y el fenómeno de la destradicionalización, si bien es cierto se registra de manera especial en estos últimos años de la década de los noventa, no es menos cierto que se origina y se gesta años atrás, cuando comenzábamos a percibir los primeros quiebres, reordenamientos y reestructuración de las prácticas, de las formas de hacer política y de los propios actores (tanto colectivos como individuales) en el ámbito latinoamericano. En suma, no podemos aislar los cambios que observamos en la cultura política (conductas y patrones), por un lado, y el propio proceso de destradicionalización, por otro. Ambos conforman parte de un proceso más general de transformación de la política, donde esta última pierde centralidad y protagonismo, a lo que debemos agregar los cambios acelerados que registramos en la tecnología, la ciencia, los sistemas expertos, las propias tradiciones y el propio proceso de globalización, que en menor o mayor medida nos afecta e influye en la disolución de la comunidad y ámbito local. En opinión de Luis Madueño, “la centralidad de la política organizada alrededor de las instituciones y el monopolio de su capital cultural viene disminuyendo. Por consiguiente, el análisis politológico y sociológico actual y el de otras ciencias sociales vienen demostrando la incertidumbre y la perplejidad de los indi-viduos y de los actores políticos tradicionales, que no se dan cuenta de los procesos de innovación y traslado de la agencia transforma-dora a otros sectores de la sociedad”94. Desde esta perspectiva, los ciudadanos, dadas las carencias e incertidumbres que registran las instituciones, las agencias, los actores individuales (clase política), se ven forzados a replantear – 92 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales sus esquemas, juicios y evaluaciones, con la consecuencia directa de registrar ya no sólo un divorcio entre éstos y la política, sino el hecho de que los ciudadanos ocupen espacios en los que cada día toman más decisiones, donde el Estado y la propia política ya no conforman sus principales referentes y garantes de certidumbre, desarrollo y progreso. Así pues, “la eclosión de la política en la sociedad se dirige a un nuevo sistema de relaciones, en la medida en que cambia y se vincula a nuevos elementos. Igualmente, el grado de prestigio de la política ha cambiado junto a los que monopolizaban sus representaciones simbólicas”95. Destradicionalización y nuevo individualismo Los teóricos reflexivos apuntan hacia el individualismo, como un fenómeno de ruptura con la modernidad y la tradición, asumiendo así como desvinculación al orden tradicional y a los usos sociales (pautas, roles, etc.), afirmándose que el individualismo se asocia e identifica en la actualidad con el retorno de la incertidumbre y del riesgo. Siendo la sociedad del riesgo, una sociedad en la que los ciudadanos toman cada vez más decisiones y donde estos últimos no tienen certeza, certidumbre y fiabilidad en sus actores e instituciones, lo que replantea las percepciones de los ciuda-danos. En este sentido, tenemos que dentro del actual debate sobre los procesos de ruptura y reacomodo cultural e institucional que caracterizan el advenimiento de la sociedad del riesgo, tendríamos que el fenómeno de la individualización significa de acuerdo a Beck96, en primer lugar, un estado de desvinculación y, en segundo lugar, una situación de revinculación a nuevas formas de vida de la sociedad industrial en sustitución de las antiguas, en la que los individuos deben producir, representar y combinar por sí mismos 94 Cf. Los planteamientos ampliamente desarrollados por Luis Madueño, 1999. Además Norbert Lechner 2002. 95 Madueño, 1999. – 93 – José Antonio Rivas Leone sus propias biografías. La individualización sería así, una forma social, es decir, una condición del ciudadano en el que este rediseña su cuadro familiar, sus percepciones, presentando al individuo como sujeto activo, actor que se aparta y rompe con la tradición, con el Estado garante de certidumbres, bienestar y cohesión social. En fin, como una forma de emancipación de las reglas de juego y de superación de la racionalidad instrumental del Estado moderno. Beck insiste en que “la individualización es una compulsión a fabricar, autodiseñar y autoescenificar no sólo la propia la propia biografía, sino también sus compromisos y redes de relaciones en la medida en que cambian las preferencias y fases de la vida”97. En otras palabras, el individuo se encuentra en una situación en la que no espera prácticamente nada de las instituciones por lo que se ve cada vez más inclinado a rediseñar su vida, círculos íntimos y toma de decisiones, asumiendo de este modo los riesgos de manera personal o particular. Una de las consecuencias de esta transformación de la política y del consiguiente surgimiento del individualismo, viene dada por el desarrollo y establecimiento de la así llamada subpolítica. De acuerdo a los planteamientos de Beck, este tipo de indivi-dualismo, que observamos hoy no necesariamente se reduce a lo privado, sino que se extiende a la política en un sentido nuevo y definido, de forma tal que “los individuos individualizados, los dedicados al bricolage de sí mismos y de su mundo, ya no son aquellos que desempeñan un rol en la sociedad industrial simple clásica, tal como postulaba el funcionalismo”98. De esta manera, el nuevo individualismo es simplemente el producto de la transformación gestada en la sociedad y con ella en sus instituciones, agencias y procesos sociopolíticos. En este sentido, el avance de la “subpolítica” revela una ruptura caracterizada por la búsqueda de nuevos espacios, ámbitos, escenarios 96 Cf. Beck, 1997. p. 28. 97 Cf. Beck, 1997. pp. 29-30. – 94 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales y foros donde encontrar la política. Para ciertos autores99, el termino “individualismo” designa una nueva “sacralización liberal del egoísmo”, cuyos principales indicadores radicarían en el declive de los valores comunitarios, el repliegue de los individuos hacia lo privado, la atomización e instrumentalización de lo social, la apatía política entre otras manifestaciones. La realidad de hoy nos indica también que hemos pasado de una cultura del colectivo, signada y definida por la colaboración, cooperación mutua, los valores y sentimientos de comunidad, a una cultura individual, signada y definida por el éxito personal, la autorrealización, el pragmatismo, escepticismo e incluso narcisismo, que afectan nuestras costumbres, tradiciones y específicamente en la forma de aproximarnos y hacer política. La nueva secularización que comporta la nueva modernidad, en vez de sepultar a la política la ha depurado, dirigiéndola a la construcción de nuevos clivajes como la contradicción individuo-colectivo, público-privado, cooperación-autorrealización, participación-apatía, lo social-lo económico, lo económico-lo político, lo local-lo global y, en fin, lo político-lo apolítico. Dentro de esta temática aparece la propuesta que recoge un modelo híbrido e intermedio y que expresa ciertos clivajes en la economía y en la propia concepción de la sociedad actual. Esta propuesta ha sido expuesta por Anthony Giddens, e inspira originalmente la tesis de la Tercera vía. Frente al agotamiento de las explicaciones y frente a la producción de explicaciones apocalípticas, tesis de la modernidad reflexiva100 ha procurado nuevas explicaciones y categorías (y ante todo un proceso de reinvención de la política). Partiendo de una discusión precedente de la teoría social, la reflexividad pretende adentrarnos en los diagnósticos de una sociedad que jerárqui-ca98 Cf. Beck, 1997. pp. 31-32. 99 Cf. Los planteamientos expuestos por Juan Manuel Ros Cherta, 1999. p. – 95 – José Antonio Rivas Leone mente ha mantenido bajo su control los espacios de la sociedad en su conjunto. Tales jerarquías comienzan a ser desbordadas por los ciudadanos. En este sentido, se intenta ir más allá de la categorías y teoría dominantes, otrora hegemónicas en la teoría social, la sociología política, la antropología, la economía, etc. Así una lectura apocalíptica del fenómeno del individualismo y del cambio en nuestras orientaciones dentro de la transformaciones de la política, nos lleva necesariamente a asumir tales transformaciones como parte de una nueva dimensión de lo político en el mundo actual. No olvidemos el hecho de que si algo caracteriza los presupuestos de la modernidad reflexiva es su vocación a autocrítica y de autoconfrontación. Reconocer que la realidad ha desbordado las categorías de análisis de nuestras ciencias sociales, es renocer también la humildad y lo revolucionario que pueden ser los cambios intervinientes en la ciencia. Con el avance de una nueva modernidad, se observan claras tendencias de debilitamiento de los vínculos, nexos y solidaridades que tradicionalmente servían como cemento y unión de los ciudadanos, junto al desarrollo de procesos de diferenciación social y funcional, que demandan explicaciones que no pueden ser edificadas y producidas con las propuestas y trabajos tradicionales. En esta nueva etapa, señala Norbert Lechner, “las identidades colectivas se fragmentan a la par con la disgregación de los valores y hábitos, las creencias y experiencias que estructuraban la trama social”101. Es decir, la transformación actual de la política con el avance de la modernidad, nos revela entre otras cosas que estamos en presencia de un nuevo tejido y entramado social y político, que se define entre otras cosas por la presencia del riesgo, incertidumbre y escepticismo, cuestiones que, aunque antes ya habían estado presentes, ahora se intensifican y surgen como la fuerza social y cultural que no puede pasar desapercibida. 100 Cf. Beck, 1997. p. 35. – 96 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales Conclusión De acuerdo a lo expuesto a lo largo de este capítulo, podemos inferir que en nuestra región y particularmente en nuestro país se está generando un conjunto de procesos y de transformaciones, mayoritariamente en el ámbito de la política, que van hasta cambiar la forma de concerbirla y practicarla. Igualmente y paralelamente a este proceso de transformación de la política se van produciendo algunos cambios tanto a nivel de las instituciones como de los actores políticos. El agotamiento de las formas tradicionales de hacer política, conjuntamente con los problemas que atraviesa el Estado, como la agencia generadora de bienestar está en el origen de la llamada crisis de gobernabilidad democrática o ingobernabilidad que en América Latina ha sido ampliamente debatida y estudiada. El nuevo espectro político definido por la crisis de los actores, el debilitamiento de las capacidades del Estado y la consecuente crisis de gobernabilidad, genera una situación que en algunos países ha sido aprovechada por nuevos actores políticos (nuevos caudillos, neopopulistas y outsiders) que aprovechan el desprestigio que atraviesa la política tradicional para incursionar y abrirse paso en países como Ecuador, Venezuela y Perú. Si aceptamos esto, tendríamos también que advertir el hecho de que la política actualmente se presenta como algo extremadamente difícil y complejo. El problema viene dado no por que la nueva política sea desarrollada por actores no tradicionales, sino por la cuestión de saber hasta qué punto los nuevos actores actúan dentro de cauces democráticos y, más aún, garantizan escenarios societales de gobernabilidad, desarrollo y progreso. Por otra parte, no olvidemos que la crisis política y de gobernabilidad democrática, que afecta a nuestras sociedades, se re101 Véase Lechner, 1996a y 1996b. Además Lechner 2002, pp. 23-42. – 97 – José Antonio Rivas Leone produce y expresa en nuestros países básicamente como crisis de la forma partido. Pudiéramos decir que lo que está en crisis en nuestros países, es un modelo de hacer política que tradicio-nalmente estuvo liderizado por el partido político como actor central y protagónico del juego democrático. Así, la crisis representa la incapacidad real de las estructuras partidistas para nuclear la organización del poder estatal y, por lo mismo, la incapacidad de este último para responder a las demandas de los ciudadanos. Si bien es cierto que los partidos políticos actualmente tienen una gran responsabilidad en la llamada crisis de gobernabilidad, en la frustración de expectativas y en la llamada crisis, agotamiento de la política, proclamada por muchos, ello no implica, bajo ningún punto de vista, que dichas estructuras, la democracia y el propio Estado no puedan repensarse y reevaluarse en los nuevos escenarios como la alternativa más viable ante la situación actual de confusión, desencanto y pérdida de los referentes y mapas de la política102. De forma tal que paralelo a la crisis en sus diversas manifestaciones, creemos que la tarea a desarrollar por parte de la ciencia política consiste principalmente en la formulación de una crítica y diagnostico de lo que ha sido el funcionamiento de la democracia en estos años, por un lado, así como también, frente al panorama de crítica y descrédito institucional, se debe repensar y revalorizar las instituciones políticas mediante la ingeniería política y el rediseño institucional103, tarea esta que persigue corregir las fallas, déficits y desbalances de las principales instituciones. Con esto, aparte de garantizar la permanencia de la democracia, estaríamos constituyendo y garantizando su profundización y desarrollo. Por otra parte, podemos inferir entre otras cosas que el fenómeno de la “destradicionalización” de las prácticas políticas, coincide con un doble proceso, que hemos descrito ampliamente 102 Cf. José Antonio Rivas Leone “Repensar la democracia: una lectura de Norbert Lechner” 2000a. Además, esta propuesta de repensar y revalo-rización de la democracia y la política la he esbozado en el capítulo IV dedic-ado a dicha temática. – 98 – CAPÍTULO III. La desarticulación de los actores políticos y los cambios epocales como un fenómeno dialéctico y contradictorio de desvinculación y revinculación, agotamiento, crisis y nacimiento o reemergencia, descentramiento y reordenamiento de la práctica social. Asimismo, frente al proceso de transformación y destradicionalización que acusa la política, sus actores y prácticas, estamos ganados para replantear el rol que cumplen algunos actores e insti-tuciones dentro de la democracia, buscando con ello no sólo revertir la tendencia de despolitización de los ciudadanos, observada en nuestras sociedades y culturas políticas en algunos momentos o etapas, sino además elevar la calidad de la política que, a fin de cuentas, es lo que demandan los ciudadanos. En fin, creemos que frente al panorama de descrédito de la política y de los políticos, es pertinente replantear la necesidad de contar, más que en ningún otro momento, con instituciones sólidas y disciplinadas, al igual que una cultura cívica y democrática, como la alternativa viable frente a las amenazas autoritarias y tentaciones neopopulistas que embargan hoy a muchos y que no constituyen garantía alguna de cumplimiento de los ideales democráticos. 103 Cf. Sartori, 1994a; March y Olsen, 1997; Pasquino, 1997c y 1997d; Rivas Leone, 2000b. – 99 –