Benny Goodman (II). La Odisea de la Música Afroamericana (057) [Podcast] La Odisea de la Música Afroamericana es un programa de radio dirigido, presentado y producido por Luis Escalante Ozalla, autor del libro Y se hace música al andar con swing. El capítulo número de 57 de La Odisea de la Música Afroamericana es la segunda entrega dedicada al clarinetista y director de orquesta Benny Goodman. El recorrido musical comienza en en esta ocasión en el año 1935 junto a Teddy Wilson y Gene Krupa (a quienes ya habíamos escuchado en el programa anterior). Los distintos músicos que pasaron por su orquesta permiten, a su vez, encontrarnos con grandes músicos y cantantes como Lionel Hampton o las cantantes Helen Ward y Martha Tilton, que tienen su espacio en esta odisea musical. Van Morrison y Charlie Hunter son quienes abren y cierran el programa. Benny Goodman, Teddy Wilson y Mel Torne En el capítulo 57 suenan: “Sack O´Woe” Van Morrison “Someday Sweetheart” Benny Goodman “Stomping At The Savoy” Benny Goodman “Down South Camp Meeting” Benny Goodman “These Foolish Things” Benny Goodman & Helen Ward “Too Good To Be True” Benny Goodman & Helen Ward “Moonglow” Benny Goodman “Exactly Like You” Benny Goodman “Roll ‘Em” Benny Goodman “Bei Mir Bist Du Schoen” Benny Goodman & Martha Tilton “Thanks For The Memory” Benny Goodman & Martha Tilton “Where Or When” Benny Goodman “Fistful Of Haggis” Charlie Hunter Ella Fitzgerald (V) / Benny Goodman (I). La Odisea de la Música Afroamericana (056) [Podcast] La Odisea de la Música Afroamericana es un programa de radio dirigido, presentado y producido por Luis Escalante Ozalla, autor del libro Y se hace música al andar con swing. La Odisea de la Música Afroamericana llega en su capítulo número 56 al final del repaso a la trayectoria de Ella Fitzgerald, para dar paso a Benny Goodman The King Of Swing. Estos dos ejes artísticos permiten que nos encontremos nuevamente con Antonio Carlos Jobim y con Nelson Riddle por parte de la cantante. En cuanto al clarinetista y director de orquesta (que nació en el mismo día que el director de La Odisea de la Música Afroamericana, aunque Luis Escalante no lo hizo el 30 de mayo de 1909), su figura sirve para tratar acerca de otras figuras del jazz como Joe Harris, Jelly Roll Morton, volver a escuchar a Billie Holiday o rememorar que el 21 de agosto de 1935 es la fecha en que se da por inaugurada la era del Swing gracias a los conciertos de Goodman en el Palomar Ballroom de Los Angeles. También se trata acerca de la integración racial en las formaciones de Goodman, por medio de la escucha de “After You’ve Gone” junto a Teddy Wilson y Gene Krupa. Holly Cole y Eliane Elias son las encargadas de abrir y cerrar el programa. En el capítulo 56 suenan: “Hum Drum Blues” Holly Cole “How Insensitive” Ella Fitzgerald “The Best Is Yet To Come” Ella Fitzgerald “Deep Purple” Ella Fitzgerald “Sing Sing Sing” Benny Goodman “Whispering” Benny Goodman “Your Mother’s Son In Law” Benny Goodman & Billie Holiday “King Porter Stomp” Benny Goodman “Basin Street Blues” Benny Goodman “After You´ve Gone” Benny Goodman “Looks Like December” Eliane Elias Lugares míticos en la historia del jazz (I): Savoy Ballroom – Cotton Club. La Odisea de la Música Afroamericana (049) [Podcast] La Odisea de la Música Afroamericana es un programa de radio dirigido, presentado y producido por Luis Escalante Ozalla, autor del libro Y se hace música al andar con swing. La entrega número 49 de La Odisea de la Música Afroamericana realiza un recorrido por un local mítico en la historia del jazz. El neoyorkino Savoy Ballroom abrió sus puertas en el año 1926 en pleno Harlem. Fue testigo de la actuación de grandes bandas como las de Chick Webb o Jay McShann, y de míticas batallas de orquestas. En este local es en donde surgió el Lindy Hop, uno de los estilos de baile por antonomasia en el Swing. En el programa también se comienza el repaso de la historia de otro local mítico, el Cotton Club. En torno a estos locales, estilos de baile y mitos, suenan grabaciones de Stan Kenton (no podía faltar una versión de “Stomping At The Savoy”), Jay McShann, Chick Webb, The New Orleans Band, Duke Ellington, Teddy Wilson, Annie Ross, Diana Krall y Cab Calloway. Lee Ritenour y Nancy Wilson son quienes cierran y abren (respectivamente) el programa. Savoy Ballroom 1952. En el capítulo 48 suenan: “Till There With You” Nancy Kelly “Stomping At The Savoy” Stan Kenton “Sepian Bounce” Jay Mcshann “Lisa” Chick Webb “Charleston” The New Orleans Band “Battle Of Swing” Duke Ellington “Don´t Be That Way” Teddy Wilson “Between The Devil And The Deep Blue Sea” Annie Ross “I´ve Got The World On A String” Diana Krall “Minnie The Moocher” Cab Calloway “Drinking Water” Lee Ritenour Billie Holiday, una gigante del Jazz (III). La Odisea de la Música Afroamericana (045) [Podcast] La Odisea de la Música Afroamericana es un programa de radio dirigido, presentado y producido por Luis Escalante Ozalla, autor del libro Y se hace música al andar con swing. El capítulo número 45 de La Odisea de la Música Afroamericana es a su vez la tercera entrega dedicada a Billie Holiday. Las palabras de Lady Day publicadas en su autobiografía Lady Sings The Blues, las canciones que dan título y que aparecen en los distintos capítulos, y los temas que Luis Escalante imagina que le acompañaron van sonando en el programa. Los capítulos que van del cuarto al octavo tratan acerca de las grabaciones y actuaciones de Billie Holiday junto a Lester Young (algo obvio), Coleman Hawkins, Teddy Wilson, Count Basie, Buck Clayton, Freddie Green y Benny Goodman entre otros. Hay también referencias al fallecimiento de su padre, y a los problemas raciales que sufrió como única integrante de color de la orquesta de Artie Shaw. Abre el programa la cantante Vanesa Rubin, mientras que James Moody es quien suena en su cierre. Billie Holiday y su perro Mister. Camerinos de (probalemente) Downbeat, Nueva York, 1946. Fotografía por William P. Gottlieb En el capítulo 45 suenan: “Comes Love” Vanessa Rubin “Fooling Myself” Billie Holiday “Getting Some Fun Out Of My Life” Billie Holiday “I Can´t Get Started” Billie Holiday “Things Are Looking Up” Billie Holiday “Night And Day” Billie Holiday “Them There Eyes” Billie Holiday “Good Morning Heartache” Billie Holiday “Traveling Light” Billie Holiday “Ain´t Misbehaving” Billie Holiday “All Or Nothing At All” Billie Holiday “Come And Fly With Me” James Moody Los gigantes del Swing (VI): Count Basie y su rítmica. La Odisea de la Música Afroamericana (041) [Podcast] La Odisea de la Música Afroamericana es un programa de radio dirigido, presentado y producido por Luis Escalante Ozalla, autor del libro Y se hace música al andar con swing. Count Basie sigue siendo el protagonista de la entrega número 41 de La Odisea de la Música Afroamericana, tras aparecer en el programa 40 (dedicado a los arreglistas), en el 39 (centrado en los y las vocalistas que le acompañaron) y en el 38 (en el que aparecía por primera vez). En la entrega número 41 de este podcast Luis Escalante Ozalla focaliza su mirada en los músicos que integraron la rítmica de la orquesta de Count Basie, una de las mejores -por no decir la mejor- de la era del Swing. Esto sirve de excusa para escuchar a esos músicos en compañía de Basie, así como de otros músicos. El baterista Jo Jones suena acompañado por Lester Young y Teddy Wilson, junto a Duke Ellington y Johnny Hodges, o en dúo junto a Milt Buckner. También aparece acompañando al contrabajista Walter Page, que aparece como integrante de la orquesta Jones Smith Incorporated. El guitarrista Freddie Green -que tendrá su hueco en el siguiente programa- aparece acompañando a Oscar Peterson y Count Basie en una grabación a dos pianos. Abren y cierran la entrega Cassandra Wilson junto a Dianne Reeves, y Joe Sample. Count Basie Colonia Alemania 1975-10-17. Fotografía por Helmut Montag En el capítulo 41 suenan: “Come Together” Cassandra Wilson & Dianne Reeves “In A Mellow Tone” Count Basie “All Of Me” Lester Young “Stomping Jones” Duke Ellington & Johnny Hodges “I Found A New Chapeau” Jo Jones “Oh Lady Be Good” Jones Smith Incorporated “Exactly Like You” Oscar Peterson & Count Basie “Soul Shadows” Joe Sample Coleman Hawkins: Mister Bean (Le Chant Du Monde; Rec.2015; 3CD) Coleman Hawkins. Mister Bean (Le Chant Du Monde; 2015; 3CD) El saxofonista Coleman Hawkins (1904-1969) vuelve a ser protagonista en una colección de recopilatorios publicada por Le Chant Du Monde. Si en 2005 lo era con Bouncing with Bean, un doble CD publicado en la serie Jazz Characters por el sello francés, en 2015 es el turno del triple CD Mister Bean que aparece en la colección Jazz Characters New Series. No es la primera vez que se comenta por esta web el enorme tino de Le Chant Du Monde en la publicación de sus recopilatorios, algo que hay que volver a resaltar en esta ocasión. La colección de temas de 2015 no recurre a algo tan natural como pudiera ser añadir a lo ya publicado en 2005 un tercer CD con temas que se hayan liberado de los correspondientes derechos en los diez años transcurridos entre una y otra colección. Todo lo contrario. El doble CD de 2005 finalizaba en el año 1949, mientras que el triple CD de 2015 finaliza en el primero de esos CD en ese año, centrando el grueso de la obra en las grabaciones a partir de 1950. También hay que resaltar que si bien hay obras que resultan ineludibles en una recopilación que se precie de Coleman Hawkins como son el histórico tema en solitario “Picasso” de 1948, o su magistral versión de “Body And Soul” de 1938 (un tema que vendió miles y miles de copias, y que es una obra maestra absoluta), no hay muchos más temas que coindican en ambas grabaciones. Por tanto, estamos ante dos obras complementarias que permiten disfrutar de uno de los grandes del saxofón, un músico imprescindible en la historia del jazz y que sirvió de fuente de inspiración a gigantes de la talla de Sonny Rollins y Archie Shepp. Coleman Hawkins. Bouncing With Bean (Le Chant Du Monde; 2005; 2CD) Músico inquieto, si bien fue fiel a su reconocible estilo a partir de la década de los 40, también supo estar al tanto de lo que ocurría a su alrededor. De ese modo en esa década no tuvo problemas en grabar con algunas de las grandes figuras del be-bop en los inicios de este estilo (a Fats Navarro se le puede escuchar junto a los All Stars de Hawkins en 1947); tampoco tuvo ningún probleme en participar en un disco rabiosamente reivindicativo como Freedom Now Suite de Max Roach en 1960, o de abrir su música a la influencia de la música cubana a principio de la década de los 40 (tal y como hicieron unos jóvenes be-boppers como eran Charlie Parker y Dizzy Gillespie). El gran reconocimiento del que disfrutó a lo largo de su carrera le permitió participar en grabaciones con lo que se podrían calificar como super-grupos del jazz clásico en compañía de gigantes como Ben Webster, Teddy Wilson o Earl Hines, así como con músicos de generaciones posteriores como Oscar Peterson, Kenny Burrell, Hank Jones o Milt Jackson. En lo relativo al estilo de The Bean, es habitual resaltar la calidez de su sonido cuando el repertorio transitaba por el territorio de las baladas, aunque en esta grabación hay buenos ejemplos de tiempos medios y rápidos en los que deja plasmada la enorme clase de sus solos, la claridad de su discurso musical y un sonido incomparable. La edición vuelve a ser un acierto, ya que a lo puramente musical se une un didáctico libreto de 40 páginas en francés e inglés en el que además de detallar las fechas, grupos y músicos participantes en cada tema, se realiza un recorrido por su carrera que sirve para profundizar en la figura de este músico, pero que especialmente pone al lector en la pista de nuevas músicas en el caso de que se desee seguir indagando en las andanzas musicales de este gigante. Si a todo ello se une que esta grabación está disponible a un precio medio más que asequible, la inmersión en el universo de Coleman Hawkins para quien no lo conozca no puede ser más satisfactoria. © Pachi Tapiz, 2015 Fred Hersch y la preocupación por el sonido. Entrevista por Ferran Esteve Paradójicamente, tuvo que estar a las puertas de la muerte y volver a la vida para que el gran público descubriera a uno de los pianistas más influyentes de los últimos años. Desde que sobreviviera al coma que inspiró su espectáculo My Coma Dreams, Fred Hersch está en estado de gracia: cada nuevo disco, a trío o en solitario, es una obra de orfebrería. Ha dedicado parte de la primavera a dar una serie de conciertos en Europa. Pasó por Ginebra, donde actuó ante una sala con capacidad para 250 personas que lo escuchó con devoción. Horas antes, concedió esta entrevista. Y confirmó que, dentro de unos meses, nos obsequiará con un nuevo disco en solitario. Ferran Esteve: El proyecto Rooms of Light está en su recta final… Fred Hersch: Sí. Empezamos con el proyecto en 2005 pero, por distintos motivos, en aquel momento la cosa no cuajó y lo abandonamos. Hace dos años lo retomamos y se estrenará en octubre. Ferran Esteve: ¿Qué ha cambiado entre el proyecto de 2005 y el actual? Fred Hersch: Le hemos dado un enfoque distinto. Cuando nos lo propusieron, ni Mary Jo [Salter, poetisa] ni yo teníamos mucho tiempo. Nos encerramos en una residencia para artistas y en dos semanas habíamos escrito tal vez siete canciones. Llegamos hasta las quince, descartamos seis y estrenamos lo que teníamos, pero el resultado no me convenció y decidí parar. Hace un par de años, propuse a Mary Jo volver sobre el material. Descartamos varias canciones más y escribimos seis. Hoy, tenemos un repertorio de dieciséis temas que hablan de distintos aspectos de la fotografía: daguerrotipos, fotografías icónicas, publicidad, paparazzi, pornografía, fotos hechas con un iPhone, rayos X y mamografías, fotos tomadas desde el espacio exterior, álbumes de bodas, fotos familiares… Habrá cinco cantantes, tres hombres y dos mujeres, que vienen del mundo del teatro musical, así que podrán interpretar a distintos personajes, y un conjunto de ocho músicos, y aunque trabajaremos con escenografía e iluminación, no mostraremos fotos, porque, además de que hay que conseguir los derechos de las imágenes, corres el riesgo de que el espectáculo acabe diapositivas. convirtiéndose en una proyección de Ferran Esteve: ¿Cómo es la música que ha compuesto para Rooms of Light? Fred Hersch: Sin parecer arrogante, la mejor manera de describirla es calificarla como “música de Fred Hersch”. No es música clásica, no es jazz, no es música de teatro musical… La música nace de los textos. A diferencia de Leaves of Grass o My Coma Dreams, la música aquí es menos jazzística; no hay nada de improvisación. Ferran Esteve: Tras Leaves of Grass y My Coma Dreams, Rooms of Light es su tercer proyecto de este tipo. ¿Cómo se organiza para poder combinar la creación de una obra de esta magnitud con el resto de cosas que hace? Fred Hersch: Cuando trabajo en este tipo de proyectos, necesito fijarme plazos: tengo que haber escrito tantas canciones para principios de febrero, tantas para principios de abril…Ahora estoy orquestando la última, y espero tenerla lista a finales de mayo. Aunque componer y orquestar son dos tareas que no tienen nada que ver, intento que no se me eche el tiempo encima. Al mismo tiempo, estoy componiendo una obra para un octeto vocal a cappella que es extraordinario y capaz de cantar cualquier cosa, Roomful of teeth, que no tendrá nada que ver con el material de Rooms of Light, y probablemente el siguiente encargo que aborde será una obra para un cuarteto de cuerda, mi primera de este tipo. Todo esto me obliga a organizarme muy bien. Me he dado cuenta de que, aunque soy rápido componiendo una vez tengo las cosas claras y la idea ya está en marcha, necesito entre dos y tres semanas para que un proyecto así empiece a rodar, así que suelo marcharme a una casa que tengo en Pennsylvania o pido una beca para una residencia para artistas en la que cuidan de ti y te puedes dedicar exclusivamente a trabajar porque no hay ninguna distracción. Ferran Esteve: ¿Cómo nacen este tipo de proyectos? ¿Son ideas que se le presentan sobre la marcha, un encargo que alguien le hace? Fred Hersch: Hace poco toqué en Viena, y el organizador me preguntó si alguna vez me había planteado escribir un concierto para piano, y debo decir que no sé si sería capaz. En este sentido, la obra para el cuarteto de cuerda me parece algo más factible, porque la gente que se dedica a componer obras orquestales es de otra pasta. Además, mi prioridad para este verano es componer material nuevo para el trío porque, aunque tocamos temas de todos los discos que hemos grabado y de discos anteriores, no he escrito nada nuevo para el trío desde Floating. A propósito del trío, hoy he sabido que dos asociaciones de periodistas nos han nominado, a mí y al trío, como mejor pianista y mejor conjunto, respectivamente, y la noticia me ha llenado de alegría porque siento que la gente está respondiendo de verdad a esta formación, y se ha convertido en algo muy especial para mí. Ferran Esteve: ¿Es el trío del que está más satisfecho? Fred Hersch: Todos mis tríos eran fantásticos, pero me atrevería a decir que este me parece perfecto. Ferran Esteve: ¿Y qué hace que sea perfecto? Fred Hersch: A los tres nos preocupa mucho el sonido. Eric [McPherson] tiene un estilo precioso y el sonido de John [Hébert] es verdaderamente fantástico. Ambos pueden estar muy pendientes de los detalles y son, al mismo tiempo, muy libres. Entienden que cada tema tiene sus propias características. Hay tríos que aplican la misma fórmula a cualquier tema de su repertorio; eso es algo que puede funcionar en uno o dos discos, pero no cuando has grabado 15. En estos seis años que llevamos juntos, además, hemos logrado una química muy especial. Además, son una gente maravillosa, y nos lo pasamos en grande cuando salimos de gira. Ferran Esteve: Ha dicho que el repertorio de este trío incluye no solo temas de los discos que han grabado, sino también de otros discos suyos anteriores. ¿Cómo se ha adaptado el trío a una música originalmente escrita para otros instrumentistas? Fred Hersch: La hemos hecho nuestra. Ferran Esteve: Y en su caso particular, ¿ha cambiado la manera de entender esas piezas? Fred Hersch: Por supuesto. Después del coma, todo en mi vida ha cambiado. Creo que ahora estoy tocando mejor que nunca. En otoño cumpliré 60 años y, en cierto sentido, me resulta curiosa esta sensación de que todo finalmente encaja. No estoy diciendo que antes fuera mal músico, porque con 24 años estaba tocando con Joe Henderson, así que no podía ser tan malo, pero sí tengo la impresión de que, aunque siempre he tenido una personalidad muy fuerte, ahora los críticos y el público se han dado cuenta de quién soy. A Joe Lovano le pasó algo parecido: cumplió 40 años y todo el mundo empezó a hablar de él, pese a que ya tocaba de maravillaba con 25 o 30 años. Pero es cierto que en ocasiones necesitas una masa crítica, y creo que, en mi caso, esa masa crítica existe desde hace unos años en los Estados Unidos, donde me han abierto las puertas de las mejores salas, como en Lincoln Center, el Festival de Jazz de San Francisco… Las cosas en Europa son un poco distintas, porque mis discos no llegan con tanta facilidad. Tal vez un día grabaré para un sello europeo y eso me ayudará. Aun así, en esta gira he tocado en sitios como La Villette, el Konzerthaus de Viena, el Palais des Beaux Arts de Bruselas… Ferran Esteve: Al hablar de John Hébert, ha mencionado la palabra “sonido”, una palabra que parece tener mucha importancia en su caso, porque aparece muy a menudo en sus entrevistas. En alguna ocasión ha dicho que empezó a interesarse por el sonido cuando era un crío, algo que no parece muy frecuente. Fred Hersch: Empecé a tocar con 4 o 5 años. Era una suerte de niño prodigio, y ya desde muy pequeño componía e improvisaba. Cuando tenía 10 años, mi abuela me compró un piano que nunca me gustó porque no me daba el sonido que escuchaba en los discos, el sonido de gente como Rubinstein. Así que dejé de tocar música clásica. Comencé con el jazz con 17 o 18 años, antes de que los estudios de jazz se convirtieran en un negocio, en una industria, pero mi sonido cambió en 1982 o 1983, cuando empecé a estudiar con la misma profesora de piano con la que sigo estudiando y que hoy tiene 94 años. Todas las piezas encajaron cuando vi cómo se enfrentaba al piano, cómo lograba el sonido que sacaba de su instrumento. A partir de ese momento, dejé de ser un pianista muy agresivo y mi manera de tocar fue evolucionando. Creo que siempre he tenido un buen sonido, pero hoy tengo la impresión de que soy uno de los pocos pianistas que utilizan el sonido como una herramienta para construir la música. Para mí, tocar es contar una historia, algo que a veces echo de menos cuando escucho a algunos pianistas, por muy buenos que sean. En mi caso, intento que cada frase sea un paso en este camino narrativo. Y es evidente que algunas noches las cosas salen mejor que otras, pero siempre trato de dar un mínimo. Ferran Esteve: ¿Esa agresividad a la que ha aludido tenía que ver con el hecho de ser un músico joven que intentaba abrirse camino? Fred Hersch: Sí. Hace poco me ha pasado algo interesante. Existe una máquina que te permite pasar los casetes a CD, y tengo un montón de grabaciones mías en ese soporte, con Joe Henderson, Sam Jones, Jimmy Cobb, Art Farmer, Charlie Haden… Así que me están pasando esos casetes a CD, lo que me ha permitido volver a escucharme, con 25 años, al lado de Joe Henderson, por ejemplo. Reconozco al chico que toca, pero también me he dado cuenta de que, en aquella época, el jazz era fundamentalmente swing, y si no tenías swing, no tenías nada que hacer. Hoy las cosas han cambiado. Yo formé parte de bandas que tenían mucho swing. Tal vez la única excepción fue el tiempo que pasé junto a Art Farmer. Pero de él aprendí mucho: aprendí a estructurar una actuación, a desarrollar un repertorio… Por aquel entonces, también empecé a componer. Cuando eres joven, tienes otra energía, y eso es lo que oigo en los casetes, una energía distinta a la que tienes cuando vas a cumplir 60 años. En mi caso, hoy tengo, además de esa energía, 40 años de experiencia tocando jazz, y todo eso influye. Ferran Esteve: ¿Qué siente cuando escucha esos casetes? Fred Hersch: En primer lugar, cuando escuchas las cintas grabadas en el Vanguard, te das cuenta de que la gente hablaba muy alto. ¡Se oyen conversaciones enteras! Hoy, aunque hay gente que se pasa el concierto filmando a los músicos, haciendo fotos o enviando mensajes, el público no habla. La gente que paga una entrada quiere vivir algo único. Por desgracia, la generación más joven ha crecido con la idea del gratis total, e incluso tengo algún estudiante que se queja cuando no encuentra lo que busca en Spotify. Cuando yo era joven, me gastaba hasta el último dólar en discos o en ir a conciertos, y lo hacía porque era la única manera de aprender. Hoy todo está en la nube, así que las actuaciones en vivo se están convirtiendo en algo cada vez más especial: es la ocasión de alejarse de los teléfonos y del correo electrónico y de vivir algo distinto durante una hora o 75 minutos. Y me parece que es algo muy importante y muy necesario: la gente necesita recuperar la capacidad de sentarse y concentrarse en algo sin que la distraigan. Ferran Esteve: Esa actitud a la que se refería, ¿la observa en sus estudiantes? El gratis total, que no van a conciertos o que no compran discos como hace unos años… Fred Hersch: En los buenos estudiantes, no. Tuve como alumno a Ethan [Iverson] cuando tenía 21 años, y ya en aquella época era una persona que estaba enteradísima de todo. Los buenos estudiantes siguen yendo a conciertos, tratan de entender la historia de la música, la historia del piano en el jazz, y como profesor aprendo mucho con ellos… A veces, doy clases magistrales en programas universitarios de jazz y es sorprendente comprobar que apenas han escuchado jazz. Hoy, los guitarristas quieren sonar como Kurt Rosenwinkel, y no saben nada de la historia de la guitarra en el jazz. Y te podría nombrar a unos cuantos pianistas a los que todos los estudiantes quieren parecerse. Los alumnos no entienden que hay que empezar por el principio, que primero tienes que conocer a Earl Hines, a Teddy Wilson, a Ahmad Jamal… Es que esa idea tan extendida en la enseñanza del jazz de que todo el mundo puede tocar jazz… Incluso los buenos conservatorios han bajado mucho el listón en los exámenes de ingreso. Doy muchas clases magistrales y me encuentro con un montón de alumnos siguen el Real Book o que llevan los cambios escritos en una tableta. Y siempre les digo lo mismo: “Si fuerais estudiantes de piano clásico, tendríais que aprender de memoria las sonatas de Beethoven. ¿Me estáis diciendo que sois incapaces de memorizar treinta y dos compases, ocho de los cuales se repiten en tres ocasiones?”. El problema es que ni les parece necesario, ni poseen la técnica, ni han entendido que el jazz es un idioma que no se puede aprender en YouTube. Tienes que tocar, tienes que vivirlo, tienes que sufrir, tienes que desearlo con tanta fuerza que no podrás pensar en nada más, porque es muy difícil ganarse la vida como artista y es muy difícil dejar huella. Ferran Esteve: Tal vez, uno de los motivos que lo explique sea el sustantivo que ha utilizado cuando se ha referido a la educación por vez primera: “industria”. Usted pertenece a una de las últimas generaciones que aprendieron sobre los escenarios, tocando con músicos más veteranos. Hoy, sin embargo, se da la paradoja de que hay más lugares donde estudiar y, en cambio, menos donde tocar. Y el hecho de que estos programas no sean baratos hace que, además, uno no pueda decirle a un alumno al que han admitido y que ha pagado esa cantidad de dinero que no sirve, que no tiene el nivel. Fred Hersch: La industria vende libros, cursos y títulos universitarios, y tengo la impresión de que buena parte de lo que se enseña se basa en fórmulas: transcribe esto, apréndete este tema en los doce tonos… Dado que yo no aprendí así, tengo tendencia a verme más como psicólogo que como profesor: mis alumnos vienen, tocan, comentamos cosas que creo que les pueden servir, pero todo depende de lo que ellos aporten, porque si no aportan nada, no hay nada que hacer. Y no creo que esa idea tan extendida en estos programas de que uno mejora tocando con otros estudiantes sea tan acertada, porque uno aprende tocando con gente mucho mejor que tú. Y puede que en las escuelas más elitistas esto sea posible, pero en la mayoría de escuelas, no. En Estados Unidos se está dando otro fenómeno que me parece preocupante: puedes tener una licenciatura, un máster y un doctorado en jazz y dar clases de jazz y no haber tocado nunca jazz. Yo tengo un título universitario, sí, pero ni tengo un máster, ni un doctorado, sino casi 40 años de experiencia. Y hay gente que enseña esta música y solo la conoce a través de fórmulas. No son artistas, y creo que solo un artista puede formar a un artista. ¿Cuántos pianistas clásicos acabarán haciendo carrera? En la vida real, la competencia es feroz. Ferran Esteve: Tal vez en estos programas habría que preparar a los alumnos para una posible decepción, decirles que, con un poco de suerte, tocarán en los grandes clubes una vez al mes como mucho… Fred Hersch: ¡O dos veces al año! En Nueva York hay cada vez menos locales y más competencia. Cuando llegué a Nueva York, en 1977, la gente bebía, tomaba drogas… Las entradas de los clubes no eran tan caras porque los locales ganaban dinero con las copas. Hoy, sin embargo, tienen que cobrar más porque la gente ya no bebe. También han adelantado los horarios de los pases. Antes, tocabas a las diez de la noche, a las once y media y a la una de la madrugada. Hoy, los conciertos en el Village Vanguard son a las ocho y media y a las diez y media, y en algunos locales empiezan incluso a las siete y media y sirven cenas. La situación económica de los clubes ha cambiado mucho. A todo esto hay que añadir instituciones como el Lincoln Center que ofrecen una experiencia mucho más “estándar”, el concierto empieza a las ocho y acaba a las diez, pero también me atrevería a decir que más aséptica. Ferran Esteve: Por lo general, uno sabe qué va a ver a estos sitios… Fred Hersch: Sí, la programación suele ser más previsible, corren pocos riesgos. A mí me encanta tocar un Steinway magnífico en el Konzerthaus de Viena o en el Carnegie Hall, pero necesito tocar en clubes, porque de lo contrario pierdo el contacto con la realidad. Hace nueve años que, en mayo, toco una serie de conciertos a dúo en el Jazz Standard, y cada año invito a seis personas con las que no he tocado nunca. Este año, por ejemplo, tocaré con Ambrose Akinmusire, Miguel Zenón, Regina Carter, Kenny Barron, Ravi Coltrane y Brad Mehldau. Con el paso del tiempo, me he ido ganando un prestigio que me permite hacer este tipo de cosas, y las hago porque me divierten, pero también porque son algo imprevisible para el público. Intento hacer de todo: tocar, componer, tocar en clubes, en salas grandes, no componer… Hay días en los que no toco el piano, ni escucho música… A veces, necesitas descansar. La gente me suele preguntar cuántas horas estudio al día, y la verdad es que no estudio. Si tengo un concierto y el repertorio es nuevo, le echo un vistazo, y si toco en una sala, intento tocar el piano antes de la actuación para hacerme a él, pero el resto es experiencia. Ferran Esteve: Sigamos hablando de cambios: pasemos a la industria discográfica. Hoy, la gente puede comprar discos o temas de un disco. ¿Cómo se plantea sus trabajos, sabiendo que puede ser que haya gente que ya no escuche esa obra en su integralidad? Fred Hersch: Creo que tenemos que seguir haciendo discos para aquel pequeño porcentaje de personas que se sentarán a escuchar un disco de principio a fin. El orden de los temas o la presentación física del disco son cosas que me tomo muy en serio, en la medida de mis posibilidades. Para ser un artista que hace jazz instrumental, vendo muchos discos en los Estados Unidos, sobre todo en los conciertos, tal vez porque mi público es algo mayor. Aunque entre mi público también hay muchos jóvenes, quien suele comprar discos es la gente mayor. También es posible que el hecho de que tenga un público más amplio se deba a mi trabajo como activista, al hecho de que ser un músico que reconoció hace años su homosexualidad, a que soy alguien que se ha introducido en la conciencia pública de una manera distinta a como lo han hecho el resto de pianistas. Estoy preparando un libro de memorias que debería aparecer a principios de 2017 en Crown Publishing Group, una de las divisiones más prestigiosas de Random House. Se mostraron muy interesados por los distintos aspectos de mi historia: la llegada a Nueva York a finales de los años setenta, mis recuerdos como músico gay que salió del armario, el haber sobrevivido al VIH durante más de treinta años y a un coma. Creen que es una historia que puede llamar la atención sin necesidad de que sepas nada de música. También se está recaudando dinero para acabar un documental sobre mí. Ojalá el libro y el documental aparezcan al mismo tiempo. Para mí, el activismo tiene tanta importancia como la música, y me lo tomo muy en serio. Hoy, además de a la música, me dedico a recaudar fondos, a crear conciencia o a hablar en conferencias médicas o ante grupos de estudiantes homosexuales. Ferran Esteve: Hace unos años, contaba que, después de saber que contraído el VIH, vivió unos años musicalmente muy fecundos porque se decía que cada nuevo disco podría ser el último. ¿Podríamos decir que toda la actividad de estos años después del coma obedece a un planteamiento similar? Fred Hersch: No, en absoluto. Pronto cumpliré 60 años y espero vivir todavía muchos años y hacerlo con normalidad. Tengo el virus bajo control, mi estado general de salud es bueno y miro hacia adelante. Es cierto que podría sufrir un infarto y morirme; en ese caso, espero que la cosa sea rápida. Haber sobrevivido a lo que he sobrevivido, a tantos años de mala salud y a un coma, recuperarme y tocar mejor que nunca son cosas que jamás habría imaginado cuando era un chico de 17 años que vivía en Cincinnati, y me parece un sueño haber tocado con la gente que he tocado o en los lugares en los que lo he hecho, haber podido ganarme la vida como artista. En los últimos dos años, he tenido una suerte increíble: el reconocimiento del público, de los críticos. Lo más importante ahora mismo es no trabajar demasiado y tener tiempo para recuperarme, escribir nuevos temas y no quedarme estancado. Hace poco, además, decidí que voy a abandonar una parte de mi actividad docente: dentro de dos semanas, iré por última vez a Boston, al New England Conservatory. Ya tomo suficientes aviones cuando voy a tocar, no necesito el dinero y el nivel de los estudiantes ya no es lo que era. Ferran Esteve: ¿Cuándo empezó a detectar este descenso continuado en el nivel de los estudiantes? Fred Hersch: Siempre ha habido estudiantes sobresalientes, pero creo que la cosa ha empezado a ir a peor en los últimos dos años. En Estados Unidos, una universidad privada cuesta 200.000 dólares al año, salvo que obtengas una beca que lo cubra todo, y los buenos estudiantes van en ocasiones a las universidades que los becan, pese a que saben que podrían recibir una formación mejor en otro sitio. En ningún caso tienes ninguna garantía de que tanto estudio dé sus frutos, salvo si luego estudias un máster y haces un doctorado y te dedicas a la docencia. Por ese motivo, la gente está buscando alternativas. Por ejemplo, si sabes que el precio anual de uno de estos programas es de 50.000 dólares, ¿por qué no ahorras 40.000, te vas a Nueva York y dedicas ese dinero a tomar clases particular con tantos músicos como quieras e ir un par de veces por semana a ver conciertos? Puede que vivir la música de esa manera sea una experiencia mucho más positiva que correr detrás del maldito título. Entrevista: © Ferran Esteve, 2015 Fotografías: © Joan Cortès, 2015 Benny Goodman: The Complete Benny Goodman In Moscow (American Jazz Classics. Reed. 2014) El concepto “Guerra Fría” ha vuelto. Aunque pensándolo bien, nunca se fue. Bernard Baruch, ni se imaginó el éxito que su término tendría a lo largo de los años. El conflicto ucraniano lo ha puesto de nuevo en nuestra sobremesa de una forma totalmente descarnada. Europeístas, rusófilos, ultraderecha, ultraizquierda, descontentos, desarrapados, ejércitos, son los nuevos ingredientes que este cóctel molotov, perdón por el simil, contiene en su interior. Pero… viajemos en el tiempo más de medio siglo hacia atrás. El jazz es el mejor vehículo que conozco para ello. Así que, desplazémonos a la raíz primigenia del concepto. Es 1945, la Segunda Guerra Mundial ha terminado, pero por contra se inicia una escalada armamentística, de gestos, actos y bravuconadas entre el bloque comunista y capitalista, a modo de : ¡Ojo que tengo un arsenal nuclear que no se lo salta un galgo! En esta reyerta barriobajera con puñaladas traperas y miradas con cara de perro, a algún yanky se le encendió la bombilla, e incluyó como arma arrojadiza un estilo musical llamado jazz, además de considerarse como un gesto de buena voluntad y de mejora de las relaciones. Por tanto, encontramos a la música jazz como muestra de la vida occidental, la exportación de la buena vida, el escaparate capitalista, el primer intento de globalización, en lo que se llamó oficialmente: La Diplomacia del Jazz. Es curioso comprobar cómo una expresión cultural tan perseguida en un país, es usada como elemento definidor del mismo, pero eso es harina de otro costal. Avanzando un poco más y atendiendo a los parámetros oficialistas, es de recibo que toda diplomacia tenga sus embajadores, y en este caso no se pudieron escoger con mejor tino: Dizzy Gillespie, Duke Ellington, Louis Armstrong y hasta Miles Davis, entre otros, en una horquilla temporal que va desde el año 1956 hasta el 1978. Todos estos genios de la música, se convirtieron en los voceros del life style americano, realizando visitas a lugares “calientes” del planeta, no elegidos al azar, evidentmente, y sufragados por el gobierno norteamericano. Hablamos de destinos como la Yugoslavia de Tito, Egipto, Pakistán, Polonia, Irak, Etiopía, etc… Pero sin ninguna duda, el gran logro fue Moscú. Ver a Goodman con su clarinete en el centro de la Plaza Roja, con la catedral de San Basilio al fondo, no tiene precio. Es un símbolo como lo fue en su día la caída de la estatua de Sadam Husein en Bagdad, la foto de la bandera estadounidense enarbolada por los soldados en Iwo Jima o la famosa instantánea del Miliciano Caído, de Robert Capa. Nada era casualidad y todos los cabos estaban atados y bien atados. Mientras que para el África más profunda “utilizaban” a músicos afroamericanos, en destinos como Varsovia o Moscú, enviaron a artistas de corte más clásico como lo fueron Brubeck y Goodman. En este sentido, Benny Goodman difundió una pequeña anécdota que ilustra lo dicho: “Decidí preguntar la funcionario del Ministerio de Cultura Soviético que me recibió, qué le parecía que invitaran a un músico de jazz a Moscú. El funcionario se quedó mirándome y contesto: “Nuestra gente se toma muy en serio la música… por eso no están interesados en el jazz. También por eso Benny Goodman está en nuestro país”. Y no le faltaba razón al viejo funcionario. Brubeck y Goodman además de ser blancos y tener una formación clásica, realizaban un estilo de música menos agresiva y más del gusto occidental, si eso se puede decir, un estilo que muchos de los jóvenes leones no consideraban ni jazz. Podríamos seguir hablando de los múltiples acontecimientos y anécdotas que la visita del clarinetista generó. Podíamos hablar del gesto impertérrito, de laboratorio, que Jrushchov mantuvo durante todo el concierto, podíamos referirnos a las películas soviéticas, marcadamente nacionalistas, donde se usaba música popular rusa, cuando salían en pantalla los héroes, y jazz, cuando lo hacían los villanos, o deberíamos criticar el mangoneo económico que Goodman se trajo con algunos de los componentes de su banda, pero entonces nos excederímos del espacio reservado y obviaríamos lo realmente importante, la música. Así que… comencemos con el apartado técnico. El álbum estuvo producido originalmente, en 1962, por la discográfica RCA Records, reeditado por el sello American Jazz Classics y distribuido en España por DistriJazz. El disco está compuesto por 21 tracks más 16 bonus track inéditos hasta ahora, organizados en dos discos. En cuanto a la información adjunta en el libreto del cd, debemos decir que es excelente, a saber: entrevista a Benny Goodman por Les Tolmkins en el año 1962, amplia información del evento de la mano de Anthony Waiser, notas originales del álbum del 62 escritas por la pluma de George Avakian, un amplio apartado técnico con formaciones de los distintos temas, fechas, información de los bonus y finalmente un salteado fotográfico mágnifico. En resumidas cuentas, informativa. un diez para la faceta estética e Capítulo aparte merece la música, con temas arreglados para la ocasión. Este aspecto preocupó mucho a Goodman, que se debatió entre no llevar temas muy antiguos, para no parecer anticuado, pero tampoco llevar temas muy nuevos, por miedo a que el público soviético, demasiado bisoño, no los entendiera. Finalmente encontramos standars clásicos, valga la redundancia, como Body And Soul, junto a composiciones de autores más modernos como Tadd Dameron (“Swift As The Wind”, “Fontainebleau”) o el mismo Joe Newman (“Midgets”), músico que engrosaba la sección de trompetas de Goodman. El álbum se abre con el supertema “Let´s Dance”, 45 segundos que encienden al público. Pero donde realmente, la banda de Goodman hace saltar al respetable por los aires, es en el corte número tres, “Meet The Band”, en el que presenta a la banda de forma progresiva e intensa: Joe Newman, Joe Wilder, Jimmy Knepper, Phil Woods, Zoot Sims, Victor Feldman, Teddy Wilson, Mel Lewis, entre otros. Una formación de auténtico ensueño. A partir de este punto, todo va como la seda, con numerosas composicones como la premonitoria “Mission To Moscow”, “Avalon” o “Bye Bye Blackbird”, entre otras, todas altamente disfrutables. En otro orden de cosas, podemos afirmar, que el apartado sonoro es inmejorable, con una remasterización de 24 BIT, aunque parece que en la grabación original tuvieron algún que otro problema para recoger el sonido ambiente, en el que los asistentes al concierto pedían y vociferaban más solos de los saxofonístas, gritando: ¡Zoot! o ¡Pheel! Como eso no se pudo captar con toda la nitidez posible, George Avakian, productor y Carl Schindler, ingeniero de sonido, prestaron sus voces para reproducir estas exclamaciones. Un buen ejemplo de ello es el final del corte número seis, titulado “Titter Pipes”. Acabando, un álbum histórico que por sólo lo que significó históricamente, debería estar en las estanterías de cualquier coleccionista o aficionado al jazz. Si a esto, le añadimos lo cuidado de su producción y la gran música, una lucha entre lo viejo (Goodman) y lo nuevo (Zoot, Woods…), que encontramos en su interior, certificamos sin temor a equivocarnos, que es toda una experiencia y un magnífico disco. Muy recomendable. Vashe Zdorovie! © Juanma Castro Medina, 2014 Benny Goodman: The Complete Benny Goodman In Moscow Músicos: Benny Goodman (Clarinete). Joe Newman, Joe Wilder, Jimmy Maxwell, John Frosk (Trompeta). Wayne Andre, Willie Dennis, Jimmy Knepper (Trombón). Phil Woods, Jerry Dodgion (Saxo alto). Zoot Sims, Tommy Newsom (Saxo tenor). Gene Allen (Barítono). John Bunch, Teddy Wilson (Piano). Turk Van Lake (Guitarra). Bill Crow (Contrabajo). Mel Lewis (Batería). Victor Feldman (Vibráfono). Joya Sherrill (Voz). Composiciones: “Let´s Dance”, “Mission To Moscow”, “Meet The Band”, “I Got It Band (And That Ain´t Good)”, “Why You?”, “Titter Pipes”, “Avalon”, “Body And Soul”, “Rose Room”, “The World Is Waiting For The Sunrise”, “Bei Mir Bist Du Schden”, “Stealin´ Apples”, “Feathers”, “On The Alamo”, “Midgets”, “One O´Clock Jump”, “Bye Bye Blackbird”, “Swift As The Wind #1”, “Fontainebleau”, “Meadowland”, “Goodbye”. Bonus Tracks: “I´ve Grown Accustomed To Her Face”, “Swift As The Wind #2”, “Announcement Into King Porter Stomp”, “Meet The Band #2”, “Let There Be Love”, “Bugle Call Rag”, “Meet The Band #3”, “Missión To Moscow #2”, “Clarinet A La King”, “King Porter Stomp #2”, “Avalon”, “Body And Soul”, “China Boy”, “Medley: Poor Butterfly / I Can´t Give You Anything But Love”, “The Sheik Of Araby”, “Gershwin Medley: The Man I Love / Embraceable You / Lady Be Good / Somebody Love Me / Liza”. Tomajazz recomienda… un libro: Three Wishes (Pannonica de Koenigswarter, 2008) Pannonica, Nica, la baronesa, la gran mecenas del jazz acogió en sus suites de hotel (y, posteriormente, en su casa de Nueva Jersey) a multitud de músicos de los años sesenta, con especial fijación por Thelonious Monk. A todos ellos les preguntó cuáles serían sus tres deseos (“Three Wishes”). Décadas tras la muerte de la heredera de los Rothschild apareció este libro con las respuestas publicadas junto a fotografías informales. No tiene precio ver a Miles Davis descamisado y abierto de piernas, a Monk durmiendo con un gato encima, a Harold Mabern y Teddy Wilson juntos, a Francis Paudras junto a Dexter Gordon (ironías del destino, este último acabaría interpretando en la película Round Midnight a un músico imaginario inspirado, entre otros, en Bud Powell, al que Paudras -también convertido en personaje del film- dio cobijo en París). ¿Y los tres deseos? Pues más allá de los típicos (dinero, dinero, amor, sexo y dinero), los músicos expresan su preocupación por la falta de trabajo y la escasa calidad del mismo, ofreciendo un retrato de lo que debió ser la época para un jazzman. Algunas respuestas provocan la carcajada, pero otras llegan al corazón. Completan la edición sendos textos introductorios del crítico Gary Giddins y de Nadine de Koenigswarter, nieta de la baronesa. Por cierto, merece especial atención la primera fotografía del libro, justo tras abrir la tapa. Vaya miradita le echa Nica a Monk. ¿Algo más que atracción artística? Pannonica de Koenigswarter – Three Wishes. An Intimate Look At Jazz Greats (Abrams Books; ISBN 978-0-8109-7235-3) Tomajazz recomienda… un cd: Rossano. In The Dark (Rossano Sportiello, 2003) En su primer disco para un sello americano, Rossano Sportiello muestra una sorprendente madurez y un ambicioso eclecticismo. Sportiello es capaz de alternar, con éxito, vertiginosos pasajes stride con momentos de gran lirismo y pasar, en apenas unos compases, de la elegancia del piano swing que desarrollara Teddy Wilson a improvisaciones cargadas de armonías bop. Editado inicialmente en el sello del productor y trombonista Dan Barrett con una limitada distribución y posteriormente reeditado en Sackville, el disco comienza con un “After You’ve Gone” que es toda un declaración de intenciones, pleno de virtuosismo e independencia de manos. El repertorio es muy variado, incluyendo desde una docena de conocidos standards hasta una trilogía compuesta por y dedicada a Bill Evans, pasando por una desconocida composición de Louis Armstrong (“When You Leave Me Alone To Pine”), una versión de “O Sole Mio”, un par de originales y una preciosa versión de “In The Dark” de Bix Beiderbecke que da título al disco. Sin duda, un buen anticipo del que sería su disco más redondo hasta el momento, Heart And Soul (Arbors, 2005). © Adolphus van Tenzing, 2010 Disponible en Rossano. In The Dark (Blue Swing 002 / Sackville SKCD 2-2070)