Seudónimo: Rubik LA ESPERANZA DE LA SELVA Avanzaba por el río en su frágil canoa. La selva es un lugar hermoso, pensaba siempre mientras navegaba percibiendo el aroma de las plantas y árboles, admirando las aves multicolores que producían sonidos curiosos, y viendo algunos monos de enormes ojos mirando el cielo masticando frutos tropicales. Al regresar a su comunidad, le esperaba una muchedumbre alegre llena de sonrisas de niños jugando en el río, madres paseando a sus bebés en la espalda con coloridas mantas y pobladores realizando sus labores. Acu Yamu era el encargado de velar por el bienestar de la tribu, aquella que se encontraba en la última curva de ese inmenso río similar al movimiento de una serpiente Un día, cuando iba a realizar su rutina de siempre trayendo alimento necesario para todos, su alma se llenó de una desesperación desconocida. Una cantidad considerable de peces flotaban panza arriba, habían zonas desnudas del manto verde y animales huyendo desconcertados. Retornó rápidamente a la aldea y convocó una reunión, en ella dio a conocer todo lo que vio. Alrededor de la fogata las flamas bailaban al acorde del viento y sucedió algo increíble, dentro de este fuego empezó a emerger la madre selva, una figura de mujer con destellos verde jade y ojos semejantes al agua del río. Los nativos se quedaron inmóviles y en señal de respeto agacharon la cabeza. No teman – pronunció- he venido a ayudarlos y salvarlos de aquella atrocidad que vio su jefe. Al escuchar esto, los ancianos esbozaron una leve sonrisa y su esperanza renació. Uno de ellos con mucho respeto y voz temblorosa preguntó: Madre, ¿Por qué sucede esto? Ella contestó tristemente que los hombres quienes no vivían en armonía con la selva estaban sacando el oro escondido en la tierra y para ello usaban sustancias que mataban a animales, plantas y todo lo que estaba vivo. El oro lo era todo para estos invasores, la codicia y el afán de riqueza los volvía ciegos de ambición, no se detenían ante nada ¿Y para qué necesitan este oro?- mencionó uno de ellos. Para sustentar a su gente y su forma de vida que ustedes jamás entenderían –respondió serenamente- en aquellos lugares gobierna la mentira, la miseria extrema, el odio y el egoísmo siendo dirigidos por los que tienen el deseo del oro y todo esto ha comenzado a llegar a nuestro territorio de equilibrio y paz. ¿Qué hacer entonces?-gritó la muchedumbre, algunos jóvenes impetuosos alzaron sus lanzas, arcos y flechas: Iremos a luchar -dijeron a una sola voz, pero la madre selva los calmó y les dijo que era inútil ese comportamiento pues ella tenía una idea. Explicó que mandaría un embajador al cual le daría el poder de la selva y señaló con el dedo a Acu Yamu. Tú irás- le dijo con voz firme- a la ciudad grande de los invasores. El corazón del elegido latía fuertemente, tal vez por el miedo a lo desconocido y a la vez el ansia de ayudar a su pueblo que de otra manera moriría de hambre, frio y otras miserias que no podrían evitar. La madre selva le dijo que lo transportaría en un abrir y cerrar de ojos, que no tardaría nada en llegar. Y de pronto, estaba en la ciudad, llegó al lugar donde los sonidos no eran más que de autos, celulares y gente gritando con pasos acelerados, sentía que todo pasaba rápido, el cielo azul se había convertido en uno sin color. Largos minutos se quedó divisando esta nueva selva, pero al recordar su misión, comenzó a incluirse en la multitud. Tras una larga caminata encontró un edificio amplio rodeado de rejas y custodiado por guardias, preguntó si podía pasar pero estos vigilantes sin hacerle caso, no respondieron, entonces recordó los poderes que le otorgaron y atravesó sin problemas aquellas rejas. Dentro, el palacio era hermoso, veía paredes llenas de pinturas, esculturas, pisos brillantes, y puertas de hermosos diseños, caminaba maravillado ante tanta belleza encontrando así, un salón amplio con un gran tablero ovalado rodeado de todos los jefes conversando. Sintió gran curiosidad por lo que hablaban y como no podía ser visto, se sentó al centro de la mesa para escuchar mejor el dialogo de los gobernantes de la gran ciudad. Lo inició un hombre de rostro vivaz y poco cabello, elegante y de manos inquietas, su mirada reflejaba una ambición infinita, con tono enérgico pidió que se amplíen los permisos para explotar más oro en la selva. Según este señor, el beneficio sería muy grande, y entonces todos aplaudieron firmando el libro de los acuerdos. Acu Yamu se quedó solo sentado, mientras todos se dispersaban. ¿Qué hacer?- se preguntaba- ¿Qué decir? Por más que quiso hacerse ver, nadie lo vio, menos lo escucharon, ya estaba a punto de irse cuando irrumpió en la sala un hombre de mediana edad de vestir humilde, tenía una escoba y muchos paños con los que limpiaba. Quien se quedó mirando fijo y le dijo: ¿Quién eres? No es correcto sentarse sobre la mesa. La sonrisa del espíritu selvático no se hizo esperar y preguntó si en realidad podía verlo. De un salto bajó de la mesa, para contarle su misión. Leopoldo, el hombre de limpieza, recordó su casa, su niñez en su lejana serranía y cómo un día llegaron personas y máquinas cavando el suelo, al poco tiempo los animales morían, las plantas no crecían, las personas se enfermaban, tan solo los dueños de estas minas parecían engordar, así que él tuvo que emigrar a esta ciudad donde ahora limpia el edificio del poder. Por esta razón, sintió que la misión del nativo sería inútil. Leopoldo invitó a Acu a su humilde hogar, y en el trayecto todos lo podían ver, los niños lo rodeaban empezando a preguntar de dónde viene, el porqué de las plumas, si le hacía frío, entre otras curiosidades, él solo sonreía. Subieron por las escaleras y llegaron a una casita en medio del cerro, se notaba que no había agua, muy pocas plantas. Nada verde- dijo el visitante. Leopoldo lo hizo ingresar y de la cocina salió una señora que saludó amablemente ofreciendo una deliciosa sopa. Acu seguía sorprendido porque podían verlo y se empezó a preguntar: ¿Por qué? .Tal vez, solo tal vez estas personas humildes y honradas lo percibían como un amigo, entendían su misión. Se sintió bien y quiso agradecerles de forma especial. Su tiempo era escaso, miró alrededor, agitó las manos y de aquella tierra seca empezaron a brotar hojas y flores de muchos colores, desde entonces cada cierto tiempo siempre sucede. Leopoldo quedó asombrado, cuando quiso darle las gracias, el personaje misterioso ya no estaba, justo el sol declinaba. El elegido apareció frente a la madre selva, él quiso hablar pero ella le dijo que ya lo sabía todo. Hijo –explicó- llegamos a una decisión, los hombres que buscan el oro no se detendrán, seguirán avanzando y destruyendo nuestro hogar, por eso los llevaremos a un lugar muy lejano, inaccesible para que sigan viviendo en armonía. La tierra comenzó a temblar y separarse creando inmensos abismos, era como una muralla de paredes lizas llenas de musgos verde rodeada de un rio de aguas oscuras llenas de caimanes y pirañas. Este lugar resguardó a toda la comunidad, sin embargo, Acu Yamu sabía que la destrucción estaba más allá de este paraíso manteniendo la esperanza que las personas que pudieron escucharlo y verlo impidan la desaparición de la selva.