Comentario teatro crítico universal

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Teatro crítico universal
Benito Jerónimo Feijoo
La obra Teatro crítico universal, escrita entre 1727 y 1739, por el ensayista y
erudito dieciochesco español B. J. Feijoo, es un reflejo de la visión del mundo
(“teatro”: ‘escenario de la vida’), desde una perspectiva crítica, observando sus
aspectos más miserables, tanto en España como en el resto del mundo;
aunque, principalmente, este autor se fije en lo español.
El texto se escribe en el género literario del ensayo, propio de esta época,
porque permite la exposición y argumentación de las ideas del autor que lo
escoja; además se hace eco del tipo de prosa argumentativa y didáctica que
dominó este siglo, en detrimento de la prosa literaria que había sido la
manifestación habitual. En cuanto al contenido, se trata de un texto
humanístico, en que se plantea la consideración que los hombres tienen de
las mujeres; la convivencia y el conocimiento de las personas se mueven por
estereotipos en más de una ocasión, lo que perjudica casi siempre a quien es
objeto de comentario. El léxico empleado, mayoritariamente abstracto,
(empeño, vulgo, precedencia, opinión, vilipendio, moral, defectos…), así como
los adjetivos especificativos y valorativos (ignorante, común, buena…) o los
largos periodos oracionales, que más tarde comentaremos con detalle (en las
siete líneas del primer párrafo, solo hay cuatro oraciones, por ejemplo)
Teniendo en cuenta las características del escritor: un erudito del siglo XVIII,
escritor y pensador, que ha estudiado en latín y se expresa en el castellano de
la época, para ser mejor entendido -aunque ya suponía que sus lectores
habían de ser cultos también-, podemos asegurar que tanto en la forma como
en el contenido se ajusta a la situación comunicativa en que se va a
reproducir el texto. Hay restos de latinismos o de huellas del latín que se
admiten: precedencia, raro hay que no se interese, batidero mayor…; sin
desperdiciar algún que otro giro que lo hace parecer coloquial: Al caso; Ven
que; A la verdad…
El fragmento que comentamos plantea el tema del problema que se observa en
nuestra sociedad, al ser las mujeres vituperadas por los hombres, quienes las
consideran incapaces para el “entendimiento”, lo cual podríamos considerar
como tema del texto, siendo ésta su idea principal y apoyada en ideas
secundarias que aportan que se debe evitar generalizar (defender a todas las
mujeres viene a ser lo mismo que ofender a todos los hombres; en la segunda
línea) y que todo lo que se diga ha de estar sustentado, fundamentado (… pues
procede del mismo fundamento”, en la última línea).
No cabe duda de que el autor es proclive a considerar que “De que las mujeres
no sepan más, no se infiere que no tengan talento para más”. Esta frase,
podríamos decir que resume su postura ante el tema, es decir su tesis. Y está
se encuentra refrendada por diversos argumentos como los de autoridad al
mencionar al siciliano Carducio y al teólogo y filósofo Tomás Moro, en cuyas
obras dan muestra sobrada de que según como se mire este tema tanto a unos
como a otros se les puede criticar algo. En el primer caso, el resumen de su
apólogo resulta un ejemplo perfectamente aclarador de la cuestión que
tenemos entre manos, demostrando que quien haga algo, siempre va a querer
quedar bien parado en cualquier situación, incluso infravalorando a los demás
si fuera necesario, como es el caso. Y en el segundo el pensar que solo hemos
de saber desenvolvernos en una tarea y que intentarlo en otra es ofensivo,
para los que la desarrollan, parece ridículo, puesto que se supone que todos
debemos ser capaces de hacer de todo. Su tesis, por otro lado, no deja de ser
un planteamiento propio de un argumento de razonamiento, puesto que
parece que tiene que ser así: las mujeres pueden aprender lo que no saben, y
hacerlo igual que los hombres.
No cabe duda de que, desgraciadamente, nos encontramos ante un tema
importantísimo y de total actualidad. Es cierto que en el texto nos situamos
más de doscientos años atrás; pero, por ejemplo, todavía hoy resulta extraño y
da lugar a comentarios, el subirnos a un autobús para desplazarnos trescientos
kilómetros y que sea una mujer la que lo conduzca. Por lo tanto, lo que hoy a la
mayoría nos parecen anécdotas, en aquel momento eran casi dogmas que se
destruían, y cuanto menor formación tuviera el pueblo, mayor dificultad para
entender esa forma de pensar se encontrarían. Si, además, pensamos que
esto sale de la voz de un clérigo, grupo social en el que desde las altas esferas
católicas consideran enemigos de la Iglesia a quienes proponen dar la
oportunidad de ejercer el sacerdocio a las mujeres ahora mismo, todavía nos
parece más extraña la reflexión. Podríamos poner muchos ejemplos de casos
donde se da por supuesto que por el hecho de ser mujer u hombre, las
situaciones han de ser diferentes: hay establecimientos donde solo piden
“dependientas” y no admiten hombres; hasta hace poco no había auxiliares de
vuelo masculinos, siempre eran azafatas y que un hombre se dedique a la
danza o a la moda, antes de saberlo, lleva a que se piense que es homosexual.
O el caso de la famosa paridad del gobierno, donde una ministra debería
pensar antes de aceptar el cargo, si está ahí porque es capaz de llevar
adelante esa cartera o si va a ser la que cumple el 50%. Todavía queda mucho
camino por recorrer, mientras sigamos pensando que las diferencias nos
distancian, en lugar de contribuir a que seamos mejores y más completas
personas.
Todo el texto está presentado en prosa, distribuido en cuatro párrafos: el
primero para introducir el tema, el segundo para mostrar el autor su visión del
mismo, justificándola con un ejemplo; el tercero es un párrafo que define la
causa de que se mantenga esa diferencia entre hombres y mujeres y el cuarto,
sirve, con otro par de ejemplos reincide en su reflexión.
El contenido podemos considerar que está organizado en dos partes: la
primera que coincide con el primer párrafo, donde plantea las razones por las
que la mujer es vilipendiada por los hombres: defectos morales, imperfecciones
físicas y limitación de entendimientos. La segunda se desarrolla a lo largo de
los tres párrafos siguientes, en los que con los ejemplos de Carducio, Tomás
Moro y los drusos nos expresa la causa de esta visión de la mujer, que está
definida en el tercer párrafo; además se reconocen las ideas secundarias: la
necesidad de dejar fundamentado todo aquello que se diga (cuarto párrafo) y la
importancia de la educación de la mujer para conseguir los mismos fines
(segundo y cuarto párrafo). Se presenta una estructura deductiva, puesto que
el tema ya se deja ver en el comienzo del texto.
Sirve como hilo conductor observar la reiteración léxica de las palabras
hombre y mujer; así como los calificativos y expresiones que denotan rasgos
negativos de la persona: imperfecciones, limitación de entendimientos,
desprecio, no son capaces de otra cosa. El hecho de considerar el autor, para
justificar sus argumentos, lo dicho y experimentado por autores romanos,
renacentistas y por culturas asiáticas como las de los druidas, nos dan pie para
reconocer el alto nivel cultural de este escritor, rasgo que se corresponde con
la época y el tipo de libro que elabora. Las expresiones cultistas como vituperio,
apólogo, facultad, colegir, forman parte del nivel culto al que nos referíamos.
La sintaxis refrenda la intención argumentativa del autor, mediante oraciones
complejas, especialmente coordinadas adversativas, porque aportan ideas
contrapuestas: No es ya solo…; pero donde más fuerza…; sino, bárbaramente
que… También son habituales las subordinadas adverbiales causales para
darnos explicaciones: pues… y las condicionales donde reconocemos que se
pueden mostrar hipótesis que darían lugar a conclusiones diferentes a las de
los estereotipos que aquí se critican: Si mujeres…, y las consecutivas, para
darnos, igualmente sus conclusiones: y así de que…
Al principio, comentábamos que se enmarcaba el fragmento en el género
ensayístico. Éste es un género literario y, como tal, da muestra de su interés
por cuidar la selección de la lengua y buscar la finalidad estética de la misma;
de ahí la referencia, como una paráfrasis del apólogo de Carducio, metáforas
que dan más idea de enfrentamiento: batidero; hipérbaton con el que
incrementan la expresividad: En grave empeño me pongo; hombres fueron los
que escribieron esos libros…; interrogaciones retóricas con que conminar al
lector a buscar una respuesta común con el autor: ¿sería esto fundamento para
discurrir…?
El texto con el que hemos trabajado es un fragmento y esto se comprueba con
la manera en que vemos paréntesis con puntos suspensivos que acortan su
extensión y con la manera en que leemos el final, que refuerza una de las ideas
previas, referidas a lo importante que es fundamentar lo que se diga, porque se
puede caer en generalizaciones que no llevan a ninguna parte. No tiene un final
conclusivo.
Nosotros podemos concluir que el fragmento organiza y presenta sus ideas de
manera adecuada, que nuestro nivel formativo alcanza a entender y a poder
comentar y aportar nuestra propia opinión. Todo en él ayuda a verlo con
entidad propia, con ideas ordenadas y claramente expresadas, gracias a los
ejemplos con que acompaña sus opiniones y la selección de sus expresiones
nos lo presenta como un texto, también, literario.
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