Tipo de documento: Fragmento de libro Autor: Miguel D’Escoto Título del libro: Antiimperialismo y noviolencia Editorial: Ocean Sur Lugar de publicación: México Año de publicación: 2009 Páginas: 348-352 Temas: Fuerzas políticas, Nicaragua Impacto internacional de la Revolución Popular Sandinista El derrocamiento de Somoza hace veintiséis años mediante la insurrección popular promovida y lidereada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, ciertamente que constituye el «hito más importante de la historia de Nicaragua», tal y como lo dice mi querido amigo Aldo Díaz Lacayo en su escrito aparecido en El Nuevo Diario este recién pasado 19 de julio. Pero la importancia de ese hecho que los especialistas habían, hasta poco antes, considerado imposible, tomando en cuenta la importancia del somocismo en el ajedrez político gringo, trascendió las fronteras de Nicaragua, de América Latina e, incluso, las de Occidente. El impacto de la Revolución Popular Sandinista se hizo sentir hasta en los más recónditos rincones del planeta por Asia, África y Oceanía, llevando esperanza a los centenares de millones de desposeídos y malmatados por el sistema de «desarrollo» canibalesco impuesto por el imperialismo. Los pobres, los revolucionarios, progresistas y personas honestas en todo el mundo se identificaron con los cachorros de Sandino y con su dirigencia en aquella lucha desigual. Aplaudían el hecho de que la prepotencia y todo el poderío militar y económico del más grande imperio terrorista de la historia no pudieron contra el valor, la dignidad insobornable, la verdad y la justicia que asistían a la noble causa sandinista. Y en esta lucha de David contra el nuevo Goliat, la Revolución Popular Sandinista terminó acertando los más grandes golpes que jamás antes impactaran contra la mentira y demagogia del imperio yanqui. Por eso, el fenómeno de la revolución sandinista despertó tanto interés, admiración y respeto por Nicaragua en todo el mundo. La Revolución Popular Sandinista puso a Nicaragua en el mapa y enalteció su nombre. Lo que ya había sucedido con Sandino en los años 20 se repitió con creces. En los 80 el mundo se dio cuenta y aplaudía el hecho de que Nicaragua haya dejado de ser la finca de los Somoza desde donde los yanquis lanzaban agresiones y hacían sus chanchadas con toda libertad e impunidad. Con la revolución, Nicaragua se convirtió en símbolo de dignidad y patriotismo. Con la revolución, el nombre de Nicaragua fue sonado y admirado en todos los rincones de la tierra, provocando una gran obsesión patológica y temor en la Casa Blanca que se sentía amenazada por el gran prestigio internacional de la revolución. El pánico de Reagan ante la revolución sandinista llegó a un extremo tan absurdo que el primero de mayo de 1985, Reagan declaró emergencia nacional «para poder enfrentar esta amenaza». El título de un excelente libro sobre la Revolución Popular Sandinista publicado en Inglaterra, por Oxfam en 1985, es la mejor explicación de esta cómica realidad: Nicaragua, the Threat of a Good Example (Nicaragua, la amenaza de un buen ejemplo). Washington temía entonces que el ejemplo de dignidad y patriotismo de la revolución sandinista pudiera «contagiar» a otros en América Latina y el mundo que aún no lograban deponer el servilismo y el temor al poderoso imperio. A mí, como canciller de la revolución, me tocó el gran honor de representar al gobierno revolucionario y a este pueblo heroico, viajando a los lugares más lejanos en los cinco continentes para contrarrestar la vil campaña de la «diplomacia» gringa contra la revolución. Fui testigo de cómo el correcto proceder de sus mejores hijos enaltecía el nombre de la Patria. Del mismo modo que los oportunistas, vendepatria y serviles de hoy, con su comportamiento rastrero y entreguista, dañan la imagen de nuestra Nicaragua. La mejor prueba del gran interés, admiración y respeto que provocó la Revolución Popular Sandinista en el mundo entero es la inmensa cantidad de libros que se publicaron, en todos los principales idiomas, sobre Nicaragua y el rescate de su dignidad, esperanza, valores culturales, soberanía e independencia. Más de mil libros sobre Nicaragua fueron publicados durante los 80, es decir, más de la totalidad de libros sobre Nicaragua publicados antes y después de la década del gobierno sandinista. El gobierno gringo pretendía restarle importancia a este hecho diciendo que todo era propaganda comunista. Pero la verdad es que ni un cinco por ciento de estos libros provenían de países comunistas, mientras que cerca de un ochenta por ciento fueron escritos por autores norteamericanos, publicados en Estados Unidos y, para consternación de Washington, todos eran favorables a la revolución. Esto fue lo que obligó al gobierno norteamericano a contratar a la periodista Shirley Christian del New York Times para que escribiera un libro contra la revolución el cual fue publicado en 1985. No obstante, el mismo New York Times, en la revista de reseñas bibliográficas que publica los domingos, caracterizó a ese libro como la basura que es aunque, para decir la verdad, el Wall Street Journal lo elogió. Un pinche libro de una buena escritora convertida en mercenaria de la pluma caía en la más total insignificancia y no podía competir con los cientos de excelentes libros que narraban la realidad de la revolución. En su mayoría estos libros publicados sobre Nicaragua durante los 80 también tratan del sucio papel del gobierno de los Estados Unidos que luchaba, y no sólo a través de sus mercenarios de la Contra, por destruir la esperanza de los nicaragüenses honestos y castigarlos por haberse atrevido a soñar en la posibilidad de un mundo mejor, más justo, fraterno y solidario. Un ejemplo de estos libros que tuvo varias ediciones y una gran difusión fue el de Joseph Collins publicado en 1985 bajo el sugestivo título de What Difference Could a Revolution Make? (¿Qué diferencia podría hacer una revolución?) La política criminal de Reagan y Bush contra Nicaragua hizo al gobierno norteamericano merecedor de la condena más fuerte, clara y categórica jamás emitida por la Corte Mundial de La Haya contra la política de Estado alguno. Fue allí, en La Haya, donde Nicaragua arrancó para siempre la piel de oveja del Imperio gringo y lo dejó desnudo en toda su podredumbre, fealdad interior y repulsividad. Los que aún no habían querido reconocerlo y pedían mayores pruebas, pudieron desde entonces ver lo que la Casa Blanca realmente es. Artículos de fondo como el publicado en partes en el Washington Post a mediados de los 80, por Peter Kornbluh bajo el título de «La guerra económica del Tío Sam contra Nicaragua» y, más aún, el libro del mismo autor publicado en cooperación con el Institute for Policy Studies de Washington en 1987, dejaban bien claro que los serios problemas de la economía en la revolución eran, en su mayor parte, consecuencia de una sucia, cobarde, ilegal y criminal política del imperialismo. Habiendo fracasado en lograr el triunfo militar de sus mercenarios contra la revolución, Washington se propuso destruir la economía de Nicaragua, cosa que logró con la activa colaboración de esos hipócritas que hoy hablan de la mala gestión económica de la revolución. Por haber sacado a la luz todas estas verdades, el Imperio no perdona y más bien odia al sandinismo y a su dirigencia consecuente que, al contrario de los que ya se acomodaron en la lógica neoliberal, no olvida los valores, principios e ideales por los que derramaron su sangre y entregaron sus vidas nuestros héroes y mártires. Pero, a pesar de todo, la Revolución Popular Sandinista bajo la dirección de Daniel sigue hoy con más fuerza que nunca, sorteando las maniobras del Imperio y de sus aliados locales y regionales. En nuestra lucha, tanto ahora como ayer, nos seguimos siempre encontrando cara a cara con el imperialismo yanqui, el mismo enemigo de la humanidad de siempre. Y no es que el sandinismo se aferre a confrontarse siempre con los gringos, pues más bien quisiéramos no tener que hacerlo. Lo que sucede es que ellos no están dispuestos a respetar la soberanía, independencia y derecho de autodeterminación de nuestra Nicaragua. Están enchilados y no pueden, o no quieren, resignarse a que Nicaragua se les escapó de la mano. Washington no cambia. Por eso todos los que defiendan sus derechos de soberanía, que además son esenciales para toda democracia, están condenados a encontrarse siempre con la hostilidad y agresiones del Imperio terrorista representado hoy por George W. Bush. Claro está que esta guerra para privar a Nicaragua de sus derechos fundamentales como nación independiente no la podrían librar si no fuera con la cooperación de los vendepatria de hoy: Bolaños y compañía, incluyendo al diario La Prensa, el Canal 2 y otros medios y organismos empresariales. Éstos se autollaman democráticos y patriotas, pero no son más que maleantes que no saben nada ni de democracia ni de patriotismo. Como siempre sucede con este tipo de personas, los yankófilos nicaragüenses no gozan ni del respeto ni de la confianza de su amo. Washington, en consecuencia, sigue dirigiendo y microadministrando la lucha por impedir el inminente triunfo electoral del sandinismo con Daniel. Impedir ese triunfo mediante la selección y el nombramiento del candidato de Washington para la presidencia de Nicaragua y aglutinar a todos los votos no sandinistas alrededor de este nuevo títere, es la misión del procónsul Garza, actual representante del terrorismo intervencionista de Bush. Nuestra tarea en esta etapa de la Revolución Popular Sandinista es seguir desenmascarando al Imperio y ganar las elecciones. Lo lograremos y la lucha seguirá, porque los yanquis no aprenden nunca. No dejan nunca de comportarse como matones. Las personas dignas de Nicaragua tampoco aprenden, ni aprenderán jamás, a someterse a amos extranjeros. Visión Sandinista, julio de 2005 Edición especial 26 Aniversario