Descargar - Memoria Chilena

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LA TBILLA
(CUADROSDEI,
~
CAMPO)
&a agricultura nunca esta tan decaida ni tan en ruinas como
se asegura por ahi, en la prensa y en 10s clubs. Y la razcin es
que 10s agricultores son quejumbrosos de suyo y nunca confiesan el cincuenta por ciento de siis gananciae.-LC6mo esta la
eosecba este ado? ae 1 ~ pregunta.-Regular,
s
contestan en el
mejor de 10s casos.-dY la vifia?-Helada comp1etamente.6Y las chacras?-Muy atrasadas: no d a r h 10s gastos.
Con esto y el deseo de tefiiriios de negro el horixonte, varias
personas de buena voluntad dicen por ahi que la agricultura
es 1111 cadaver insepulto, que el salitre se’aeaba el dis meiios
peneado, que las minas no son nuestro porvenir, y que Chile
va a amaneeer de un rnoinento a otro sin mas esperanzas que
el trigo y 10s ganados.
Conviene, pues, para el cas0 de que lleguemos a ser un pueblo agricola, que nos habituemos a mirar algo mas que el mar
y sus accesorios, y volvamos la vista a uuo de esos pedazos de
llauura verde, surcadas de alamedas y eneerradas en cerros
llenos de chaguales y espinos.
El trabajo comercial es Brido como una operacion aritLn6tica: un telefonazo, una contestaci6n, una suma, y est&todo terminado, sin dejar otro rastro que el pago de la comisi6n.
Pero el trabajo del campo tiene tanto color como la paleta
revuelta y enmarafiada de un artista. E l cielo se abre terso y
lirnpio como una concha de raso azul; pop el oriente se extiende la gran muralla que nos ha dado Dios, por el occidente el
mar, y en este inmelltso teatro en que funeiona el sol dejando
caer con regularidad desesperante sus rayos de fuego, el agua
extendiendo su riego y reverdeciendo 10s campos, y la tierra
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fructificando con la potente fecundidad de madre, se ajita todo
el mundo agrfcola, vivo y risuefio.
Han llegado loe ultimos dias de Enero, y se est&haciendo
la eneierra con inusitado vigor y actividad. Ya no hay siesta!
Las enormes carretas cargadas hasta el tope de espigae dorsdas, van bamboleantes por 10s caminos, con el eterno chirrido
de sus ruedas, reproduciendo en forma rustica y desbordante
el mejor cuerno de la abundancia de nuestros campos.
La llanura sembrada se ajita por el viento en olas de espigas, que dan reflejos de oro. A lo lejos woman sus cabezas en
el trigo 10s segadores inclinados sobre la tierra moviendo incesantemente la hechona, y inas lejos se extienden 10s cerros de
la cordillera, que pop mas que se empinen no alcanzan a ver
el mar.
La encierra ha terminado y va a comenzar la trilla, lo que
se nota en el ambiente, que esta mas perfumado; en la brisa,
que trae punteos sueltos de guitarras y lejanas voces de cantoras que ensayan la garganta.
Las maquinas Ramaon que turbaron un dia con su largo silbat0 el silencio de 10s campos, hicieron huir con alborotado p
frenktico galope a las yeguas que hacian la trilla bajo 10s cascos de sus patas. La trilla se apag6, se descolor6, se fu6 en el
medio de un escape de vapor, eomo la ultima esencia de una
vieja y podtica vida de algazara campestre.
Las maquinas sou prosaicas de suyo, porque hacen el eterno
cuadro del trabajo modern0 con una chimenea que arroja
hum0 y un volante que jira con ciclopea velocidad. Esos ernbolos han expulsado, de entorno suyo, el color, la vida animal,
el viento y el aroma.
VaDos, pues, a un rincon donde las yeguas hayan parado
su galope y encontrado asilo contra la invasi6n de las Ramsou.
H a amanecido el dia de la trilla; un dia de Febrero, claro,
luminoeo, lleno de sol, abierto hacia todos lados. La era es un
acinamiento de aristas doradas, que parece concentrar y atraer
sobre si toda la luz y todo el sol del valle.
Por las alamedas avanzan las carretas, cargadas con todos
10s rnenesteres, incluso las nifias, que v a ~ iafinando ya las guitarras y tamboreando sobre sus sonoras cajae.
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JOAQTT~XD ~ A ZGARCES
De todos lados vienen jinetes, con sus espuelas de grandes
rodajas, que suenan corno cascabeles de plata, y la manta dominguera doblada a1 hombro con chic sin igual.
En la rarnada se van jnntando, saludhdose, echando calcu10s sobre lo que rendirci la cuadra, ponderando sus caballos y
esperando que lleguen las niiias a alegrarlo todo con sus ojillos
de gatas enamoradas, y la voz plafiidera y melosa con que cantaran:
iTan chiquitita y con luto,
Dime quien se te muri6,
Que si se ha muerto tu arnante,
No llores que aqui estoy yo!
?or fin, a lo lejos, por la puerta de trancas del potrero, aparece una polvareda: iSon ellas! No nos referimos a las nidas,
sin0 a las yeguas.
Su marcha remece el suelo alfalfado y endurecido por el sol,
y se van acercando corno una avalancha, sueltas a1 viento las
mines, la cabeza balanceandose con coqueta alegria y el braceado galope mostrando la buena sangre de la yeguada.
Los ji:ietes se separau de la entrada, parten a1 galope, revdelven sus caballos, 3’ abreu por fin calle a la enorrne cnadrilla que relincha, se encabrita, levanta las oreja3, SB detiene
ante la abertura de la quincha, y se lama despues silenciosamente sobre el trigo que forma u n muelle colchon a la yeguada.
El galope se cambia dentro, primero en trote y despuds en
paso; y no se sienten ya 10s pasos sin0 el crujido de la espign
envuelta y desmeuuzada bajo 10s cascos de las yegum
Los jinetee se ofrecen la preferencia, para correr; por fin se
Ianzari dos y comieiiza la trilla, la alegria y la fiesta del campo.
Las yeguas van a1 galope, saltando casi y enterrandose en el
grueso colch6n de espigas. Es un circulo vertiginoso, que da
vueltas, que se emborracha con sol, con luz, con fnego, con el
polvo que se levanta por el aire y cae jugueteando con millares de pnjitas que parecen plumilla de or0 caida del cielo.
Miis tarde las yeguas no se veil eutre el remolino de la paja
que levanta el viento y el polvo dorado que envuelve la cara.
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y 10s jinetes siguen sucedidndose de dos en dos alternando sus
clamores, con risuefio y variado estribillo.
Mas tarde aun, humsa la cazuela a la sombra de 10s arboles,
corre chacoli superior, suena el punteo de la guitarra, sale a
cancha una pareja, y hay ojos que centellean, sangre que bulle,
cuerdas que se destuercen y enredan, tamboreo que despierta
un viejo c6mulo de recuerdos, y canto, canto alegre, vibrante,
que va rodando por las alarnedas y llega a1 faldeo del cerro, y
vuelve en ondas sonoras despedidas por el eco.
Y bajo ese cielo azul, que es el nuestro, ante esas montahas
testigos de toda nuestra vida de pueblo, con ese canto que es
tambidn nuestro, la sangre chilena hierve, como hierve dentro
de la olla de greda la cazuela eepumosa y picante.
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E n una trilla bailaba un huaso joven y alegre, con la mano
en la cadera, y 10s ojos tiernos fijos en 10s giros endemoniados
de su endernonida compafiera de baile. Eso es cueca! Qu6 ligereza de pie, qu6 culebrear de cuerpo, que hacer de lindezas
desde la cadera para arriba, y de dibujos para abajo! El chacoli
corria, y ese huaso era ya un instrumento sonoro, porque de
sus labios salian chistes n borbotones, de su garganta tonadas
armoniosas y tristes, y de sus ojos un volcan de pasicin.
Cuando todos se agrupan para verlo, y oirlo, para no perderle una silaba, parecia que estaba alli todo el pueblo de Chile
encarnado en ese rotito de ojos negros.
De repente, le brillaron 10s ojos: el chacoli, el canto, el amor,
el sol, la luz, 10s ojos de las mujeres, el olor a la madre tierra
exuberante y rica de verdura, habian embriagado a ese reicito
del campo.
Salt6 a su caballo, mont6 en 61, apret6 las espuelas y se lan.
z6 a1 galope.
iD6nde iba? Todos se levantaron y lo vieron deeaparecer
por una alameda a todo el escape loco de su caballo tordillo.
Despu6s se sigui6 sintiendo el ruido del galope en la calma del
campo, y despues hubo silencio.
Los que siguieron detras para alcanzarle lo encontraron deshecho contra la primera valla de piedra del eerro.
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J O A Q U ~ ND ~ A ZGAR&
GPor qu6 se habia lanzado we hombre en esa carrera loca,
vertiginosa, suprema?
jilh! Habia algo extrafio en ese suicidio, en' el suicidio grandioso de ese muchacho product0 virgen del euelo chileno, que
tenia coraz6n grande, alma impetuosa, cabeza despierta y pasiones hondas.
Y esa carrera suprema, brutal, loca, Gno tiene una nota del
himno de nuestras batallas, del grito de nuestras cargas a la
bayoneta, y del viva de nuestros triunfos?
Chile esta en las batallas; pero esta t a m b i h en 10s grandes
diae del campo.
E n las ciudades a donde llegan 10s buques de Europa trayendo en las plegaduras de sus velas el molde universal y cosmopolita de la moda, va desapareciendo ese Chile criollo que
a6n no ha encontrado su cantor.
J O A Q UD
~H
~ AGARCES.
Z
+B
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