El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina, 1698

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El tributo indígena en la consolidación de la
Hacienda filipina, 1698–1800
por Luis Alonso Álvarez
Abstract. – This paper shows the evidence of the quantitative importance of the indigenous tribute on the Philippine Islands during the 18th century, compared to what happened in other colonial areas where it was less relevant to the imperial financing. In that
respect, the paper analyses the structure of the tribute at three significant moments
(1697, 1739, and 1794) and its evolution throughout the century, stimulated by the Bourbon reforms. The research concludes pointing out that this tax on the indigenous economy was the biggest fiscal income on the islands until the establishment of the tobacco
monopoly at the end of the century. In that sense, it opened the way to a slow transformation that led to a market economy and, together with the other three monopolies,
ensured the maintenance of the 19th century Philippine Treasure.
INTRODUCCIÓN
El trabajo que sigue constituye la evidencia cuantitativa que refuerza
los contenidos del artículo, publicado en esta misma revista,1 sobre el
tributo indígena establecido por los españoles en las islas Filipinas en
los años 60 del siglo XVI y que se mantuvo sin apenas variaciones
hasta finales del siglo XIX. Debido a la extensión del estudio, los
editores decidieron, de acuerdo con el autor, publicarlo en partes separadas que, aunque complementarias, disponen cada una de entidad
independiente. En la primera, se intentaron destacar algunos rasgos
generales de la conquista y colonización filipinas para conocer con
1
Luis Alonso Álvarez, “‘¿Qué nos queréis, castillas?’ El tributo indígena en las islas Filipinas entre los siglos XVI y XVIII”: Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 40
(Colonia 2003), pp. 13–42.
Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 41
© Böhlau Verlag Köln/Weimar/Wien 2004
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mayor precisión las condiciones en las que surgió la figura fiscal,
investigar su naturaleza y estudiar su evolución jurídica entre los siglos
XVI y XVIII. Las funciones del tributo indígena evolucionaron a lo
largo de estas centurias. Inicialmente, había surgido para financiar la
continuidad de la conquista, y estimular la lealtad de los militares a la
Corona, en un territorio tan alejado de la Nueva España, del que dependía administrativamente – una lejanía que lo convertía en extremo vulnerable frente a los enemigos internos y externos. En este sentido, sería
la respuesta a aquel dramático grito de “¿Qué nos queréis, castillas?”,2
dirigido por un campesino filipino a los arcabuceros españoles que se
disponían a atacar a su pueblo. Sin embargo, tras la consumación de la
conquista hacia finales del siglo XVI, el tributo se había convertido ya
en un mecanismo que facilitaba la transferencia de bienes y servicios
procedentes de la economía indígena hacia el comercio del galeón, una
actividad sobre la que se había consolidado la presencia española y
fundamentado la hispanización del archipiélago. Pero al tiempo, permitió también financiar los costes de administración, defensa y evangelización en las áreas alejadas de la capital y gestionadas por los alcaldes mayores y corregidores, a quienes se traspasó la ejecución del
impuesto, excluyéndose, en la práctica, de las cuentas de la Hacienda
central de Manila. Sin embargo, hacia fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, coincidiendo con la desaparición de las últimas encomiendas, la Corona recuperó una parte significativa de la tributación,
hasta entonces en manos privadas, y su gestión se reintegró al Tesoro
público. Desde finales de la centuria, tras las oportunas reformas operadas en su recaudación – del sistema de “cuenta cerrada” al de “cuenta abierta” –,3 el tributo indígena se transformó, junto con el estanco del
2
“Relaçión del orden que la gente española, que por mandado de su magestad
salió de la nueva españa para las islas Philipinas, á tenido y tiene en pacificar la tierra y
sustentarse en ella”: Isacio R. Rodríguez, Historia de la provincia agustiniana del Smo.
Nombre de Jesús de Filipinas, vol. XIV (Manila 1978), p. 228. El documento original de
1574 se encuentra en el Archivo General de Indias (Sevilla, en adelante AGI), Patronato, 23, r. 21. La ortografía y la puntuación de los textos originales ha sido actualizada,
salvo en sus títulos. La palabra castilla, o también castila, era empleada por los filipinos
para señalar despectivamente a los españoles.
3
El sistema de cuenta cerrada estaba vigente durante todo el siglo XVII y parte del
XVIII. Frente al de cuenta abierta – que exigía una visita a la provincia, un recuento
(cuenta) de los efectivos demográficos y una tasación de las especies señaladas para
cada demarcación territorial, operaciones todas ellas que encarecían la recaudación – en
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tabaco y los licores, en una de las figuras fiscales que convertiría a la
Hacienda filipina en autosuficiente, toda vez que cubría el déficit originado por la desaparición del “situado mexicano” tras la emancipación de la Nueva España hacia comienzos del siglo XIX.
En la segunda parte de este trabajo, la que ahora nos ocupa, se practicará un estudio específico de esta institución durante el siglo XVIII,
la que reviste un mayor interés tanto por el valor alcanzado en las
cuentas del Tesoro como por el papel desempeñado en el nuevo diseño
de la Hacienda, que se configuraría en el último cuarto de la centuria.
En este sentido, examinaremos algunos ejemplos cuantitativos que nos
ilustrarán sobre aspectos fundamentales de su recaudación. En primer
lugar, analizaremos la estructura del tributo en tres momentos significativos: a fines del siglo XVII – que nos permite anticipar el paisaje de
comienzo del Setecientos –, en la segunda mitad de los años 30 del
siglo XVIII – que nos permite observar su composición anterior a las
reformas emprendidas por el oidor de la Audiencia de Manila, Calderón Henríquez – y a la conclusión de la centuria. De su análisis
podremos conocer, en primer lugar, el número real de tributos existentes, tanto los pertenecientes a la Corona como los integrados en encomiendas particulares, su valor en pesos, la parte devengada en dinero
o en producto – con los efectos más frecuentes de intercambio –, los
costes que contribuían a financiar en las provincias y, finalmente, el
ingreso líquido, que en ocasiones resultaba negativo. En segundo
lugar, examinaremos su evolución en el largo plazo del siglo XVIII, en
donde se nos revelará la tendencia a aumentar a partir de los años 40,
lo que manifiesta una mayor eficiencia en su recaudación. Todo ello
nos induce a concluir que en el último cuarto del siglo XVIII la
Hacienda filipina se había convertido definitivamente en una formación madura sobre la que descansaría la financiación de la presencia
española en Asia tras la desaparición del Imperio americano.
el de cuenta cerrada se pactaba con las principalías indígenas locales el censo de contribuyentes, de compleja evaluación en un hábitat tan disperso, al tiempo que se evitaba
una revisión periódica en la valoración de las especies en que se tributaba, lo que beneficiaba a los alcaldes mayores y encomenderos. Sin embargo, tras la extinción de las últimas encomiendas en las primeras décadas del siglo XVIII, la reposición del sistema de
cuenta abierta permitió obtener unos ingresos superiores debido a las notables ocultaciones de las que se beneficiaba la principalía indígena y que ahora, en forma de nuevos
tributos, pasaron al poder de la Corona.
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LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO EN EL SIGLO XVIII
El punto de partida de nuestro estudio arranca de finales del siglo
XVII. En la información empleada para conocer la estructura del gravamen en estos momentos4 figura en primer lugar el número de tributos brutos ingresados, resultado de la cobranza anual (cuadro I), una
cifra que asciende a unos 106 mil pesos, de los cuales casi dos tercios
eran percibidos por la Corona y un tercio por los descendientes de los
encomenderos.
Los recaudadores sustraían del gravamen bruto las llamadas “reservas” de aquellas personas que gozaban legalmente de exención. A los
ya dispensados desde finales del siglo XVI – solteros menores de 20
(hombres) o 25 años (mujeres), mayores de 60, “cabezas de barangay”
y sus primogénitos, “gobernadorcillos” en el desempeño de su función
y cantores y sacristanes de las doctrinas –5 fueron añadidos ya a principios del siglo XVIII los aguadores, leñeros y aserradores, los soldados pampangos y sus mujeres, los fallecidos durante el ejercicio fiscal,
los indígenas al servicio del gobierno, y algunas otras ocupaciones
menores. La operación de sustracción de las reservas da como resultado el líquido o neto obtenido. A finales del siglo XVII éstas suponían una cantidad muy poco relevante (un 0,9% respecto al total bruto
recaudado), pese a lo que parece reflejar la gran variedad de exenciones. Como también puede apreciarse, las reservas tan sólo afectaban a
los tributos administrados por la Corona.
4
Se trata de los legajos que constituyen el juicio de residencia del gobernador don
Fausto Cruzat y Góngora (1690–1701), en donde aparece la contabilidad del tributo elaborada por los contadores de la Hacienda de Manila. Cruzat había destacado por su intento, alcanzado en parte, de racionalizar la Hacienda filipina. Véase Archivo Histórico
Nacional (Madrid, en adelante AHN), Consejos, leg. 21.022.
5
El “barangay”, esa legendaria embarcación en la que llegaron a las islas los
pobladores malayos procedentes del continente asiático, había cedido su nombre a los
primitivos asentamientos prehispánicos y llegado incluso a identificarse con las doctrinas o “pueblos de indios”, el tipo de hábitat más concentrado, impuesto por los conquistadores, siguiendo el modelo americano. Los “cabezas de barangay” constituían la principalía indígena procedente de la época prehispánica, entre los que se nombraban o
elegían los gobernadores de indios – los denominados “gobernadorcillos” por las autoridades españolas –, el vínculo administrativo entre la autoridad colonial (alcaldes mayores y corregidores) y los campesinos indígenas. La investigación del “barangay” ha
dado lugar a una abundante literatura en la que colaboran historiadores, antropólogos y
sociólogos. El estudio más completo sobre la materia es el de William Henry Scott,
Barangay. Sixteenth-Century Philippine Culture and Society (Manila 1994).
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CUADRO I
ESTIMACIÓN DEL NÚMERO DE TRIBUTOS
EN LAS ISLAS FILIPINAS EN 1697
Tipo de tributo
Tributos brutos
Reservas
Tributos netos
De la Corona
67.342,50
978,25
De encomienda
39.312,00
0,00
66.314,75
(62,78%)
39.312,00
(37,22%)
106.654,50
978,25
Totales
105.626,75
(100,00%)
Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.
En la información que nos proporciona el cuadro llama poderosamente la atención el alto número de tributos particulares o de encomienda, cedidos desde el siglo XVI a los militares que participaron en
la conquista, frente a los que resultaban propiedad de la Corona. En
otras palabras, a finales del siglo XVII la encomienda poseía todavía
una importancia económica decisiva en Filipinas ya desaparecida en
otras partes del Imperio, al punto de que más de uno de cada tres tributos se desviaba aún de la Hacienda real a los descendientes de los
antiguos encomenderos. En conjunto, el total neto sobrepasaba ligeramente la cifra de los 105 mil.
¿Qué conceptos fiscales se incluían en la materialidad del tributo y que puedan ser fácilmente percibidos en la fuente utilizada? En
primer lugar, el impuesto propiamente dicho, que se elevaba a ocho
reales (un peso) por matrimonio de contribuyentes, a pagar en dinero
y especie. Pero a él se le agregaba el “situado real”6 (que ascendía a
dos reales), abonado en dinero e ingresado íntegramente en el Tesoro,
independiente de la naturaleza pública o privada del gravamen. Seguidamente, figuraba el “donativo de Zamboanga”, con el que contri6
Como se indicó en su momento, no debe confundirse con el situado mexicano, la
ayuda fiscal remitida por las Cajas de la Nueva España. El destino de los dos reales, que
implicaban un incremento de un 25% en la tasa tributaria, era doble: 1,5 reales contribuían para la paga de los soldados del campo de Manila, hasta entonces sin ella, y medio real para gastos religiosos, dado que en las islas no se introdujo el diezmo hasta fines
del siglo XVIII. Véase RC de 9 de agosto de 1589: AGI, Filipinas, 339, libro 1,
ff. 365v–389r. También Antonio de Morga, Sucesos de las Islas Philipinas, Patricio Hidalgo (ed.) (1. ed. 1609, Madrid 1997), p. 304.
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buían al sostenimiento del presidio de Mindanao tan sólo algunas provincias y que era pagado en palay, el arroz sin descascarillar. Ascendía a dos gantas7 en las encomiendas reales y a cuatro en las particulares, de las que dos eran pagadas por el encomendero y las otras dos
por el campesino. Finalmente, aparecía también, aunque únicamente
para las provincias del cinturón agrario que rodeaba a Manila (Tondo,
Bulacán, Pampanga y Laguna de Bay), un impuesto pagado en gallinas para auxiliar la alimentación de los hospitales de la capital.
CUADRO II
INGRESOS BRUTOS DEL TRIBUTO EN 1697
Metálico
Especie
Totales
Pesos de a 8
Porcentajes
76.795,2
24.316,3
75,95
24,05
101.111,5
100,00
Fuente: AHN, Consejos, leg, 21.022.
Si ahora utilizamos el valor de los tributos como elemento de comparación, comprobaremos que a finales del siglo XVII el ingreso bruto,
es decir, lo realmente extraído a los campesinos indígenas, ascendía a
algo más de 101 mil pesos,8 de los cuales un 75,95% era rembolsado
en dinero, mientras que el resto (24,05%) lo era en especie. Esto nos
permite deducir, en principio, la existencia de un elevado nivel de
monetización de la economía, aunque en este sentido no conviene ser
demasiado optimista. Los campesinos podían adquirir fácilmente el
dinero para pagar el tributo, por ejemplo, vendiendo determinados alimentos o realizando ciertos servicios a los españoles y chinos, y sin
embargo realizar el grueso de sus transacciones en producto, algo que
resultaba más próximo a una “economía moral” como la suya. La mercancía de pago universal, exceptuada la moneda metálica, era el palay,
cuyo total se elevaba a 1,8 millones de cabanes de 25 gantas,9 equiva7
La ganta era una unidad filipina de capacidad, equivalente a tres litros.
La diferencia que se registra entre el número de tributos (cuadro I) y la recaudación bruta (cuadro II) se debe a que aparecen agregados los 1.099,5 procedentes de los
mestizos de chino, que pagaban 20 reales cada uno.
9
El cabán de 25 gantas o 200 chupas, correspondiente a 75 litros o a 1,35 hanegas
de Castilla, constituía la mayor unidad de capacidad entre los indígenas filipinos.
8
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lentes a unos 135 millones de litros, lo que nos puede dar una idea de
la magnitud de la recaudación en especie. Si pensamos que el número
de tributos rebasaba los 105 mil – lo que supondría el mismo número de
familias, aproximadamente –,10 la cantidad a contribuir sólo en palay
era de 1.300 litros por familia al año, lo cual nos remite a los niveles
de producción (y de mercantilización) de la economía filipina, forzada por mecanismos fiscales cuando entraba el siglo XVIII. Únicamente las provincias de Ilocos, Tayabas y Calamianes dejaban de contribuir con este artículo universal y lo hacían con productos alternativos.
Así, en Ilocos se entregaba arroz limpio, en Tayabas aceite de coco y
brea, y en Calamianes cera. El caso de Cavite resulta excepcional al
estar la economía muy monetizada por los salarios de los astilleros y
el entorno del galeón, por lo que los pagos se ejecutaban siempre en
metálico. El segundo producto de mayor empleo en el pago del tributo era el arroz limpio, con dos grandes provincias proveedoras, Pangasinan e Ilocos, que sobrepasaba ligeramente los 275 mil cabanes de 22,5
gantas. A continuación, se situaban los textiles procedentes de la
industria rural doméstica, como las mantas de algodón de Ilocos, cuyo
número ascendía a casi seis mil; los lompotes11 (casi cinco mil brazas,
exclusivamente pagadas por Cebú); los medriñaques12 (más de tres mil
10
Como en el estudio de algunas otras áreas del antiguo Imperio español, en las
Filipinas se ha utilizado el tributo como indicador de la evolución de la población. Véase
al respecto un estado de la cuestión en Michael Cullinane, “Accounting for Souls:
Ecclesiastical Sources for the Study of Philippine Demographic History”: Daniel F.
Doeppers/Peter Xenos (eds.), Population in History. The Demographic Origins of the
Modern Philippines (Quezon City 2000), pp. 281–346.
11
Tejidos de algodón; según Joaquín Martínez de Zúñiga, Estadismo de las islas
Filipinas o mis viajes por este país, vol. II (Manila 1897), pp. 88 y 95. También se los
conocía con el nombre de gasas de Cebú.
12
Escrito a veces mendriñaques y medinaques: tejidos de abacá sin listar. Los listados llevaban trama de algodón y urdimbre de abacá; según el P. Francisco Colín, Labor
evangélica de los Obreros de la Compañía de Jesús en las Islas Filipinas por el Padre
[...], Pablo Pastells (ed.), vol. I (Barcelona 1900–1902 [1660]), p. 39. Según el P. Pedro
Chirino, História de la província de Filipines de la Companyia de Jesús, 1581–1606,
Jaume Gorriz (ed.) (Barcelona 2000 [1610]), p. 82, eran telas bastas; y para Juan Grau y
Monfalcón, “Memorial dado al Rey en su Consejo de Indias”: Luis Torres de Mendoza
(ed.), Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía, sacados de los
Archivos del Reino, y muy especialmente del de Indias, por [...] (Madrid 1886), p. 380,
eran “telas fuertes de algodón, de que también se hacen medias”.
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piezas de cuatro brazas, procedentes de Leyte, Antique, Isla de
Negros, Cebú y Caraga); las guinaras13 (casi 2,5 miles de piezas de
cuatro varas, todas ellas de Iloilo); el abacá en hebra (1,8 miles de
chinantas,14 de Antique y sobre todo de Mindoro); las taficiras15 (640
piezas de a cuatro varas, de Iloilo); las calcetas bastas (160 pares); las
medias de algodón (37 pares), manufacturadas estas dos últimas en
Cebú; y manteles (80 piezas), procedentes de Iloilo. El resto de productos con los que se pagaba el tributo eran alimentos, como el aceite
de coco (Tayabas y Leyte), el vino y vinagre de la tierra (Pampanga),
el pan de maíz o borona (Zebú); y productos como la brea (Tayabas),
el oro en polvo (Caraga, Ilocos y Pangasinan) y la cera (Zebú, Camarines y Albay).16 Véanse en el mapa adjunto los límites de las provincias filipinas tras la incorporación de las encomiendas a la Corona a
comienzos del siglo XVIII.17
Sin embargo, del conjunto de los más de 100 mil pesos a que ascendía el tributo a fines del siglo XVII había que sustraer todos aquellos
gastos que comportaba la financiación de las provincias (cuadro III), en
especial los inherentes a la evangelización de las islas, que suponían un
87,7% del total del gasto, los de administración (11,1%) y otros (1,2%).
13
También llamadas sinimays: tejidos ordinarios de abacá. Véase Tomás de Comyn,
Estado de las Islas Filipinas en 1910, brevemente descrito por [...] (Madrid 1820), apéndice 3; y Manuel Buzeta/Felipe Bravo, Diccionario geográfico, estadístico, histórico de
las Islas Filipinas, vol. I (Manila 1850), p. 28. Se tejían guinaras rayadas y de colores;
según Feodor Jagor, Viajes por Filipinas (Madrid 1875), p. xvii. En los siglos XVIII y
XIX solían denominarse nipis. Eran usadas generalmente para confeccionar camisas que
se manufacturaban en Camarines, Albay, Samar, Iloilo y Tondo. AGI, Filipinas, 732.
14
Unidad de peso, equivalente a unos 6,5 kg.
15
Otra de las variedades de tejido, cuya exacta naturaleza no se ha podido establecer. Era común en el siglo XVII, y como tal aparece documentado en los registros de los
navíos portugueses procedentes de Asia.
16
La información sobre los productos en que se pagaba el tributo está extraída también de AHN, Consejos, leg. 21.022.
17
Fuentes: Para la denominación y límites de las provincias: AGI, Contaduría, 1279,
ff. 141–154; y Buzeta/Bravo, Diccionario geográfico (nota 13), passim. La parte gráfica es del Servicio Histórico Militar/Servicio Geográfico del Ejército, Cartografía y relaciones históricas de Ultramar, tomo X, Filipinas (Madrid 1996), núms. 127 y 139. Elaboración propia.
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CUADRO III
GASTOS DEL TRIBUTO EN 1697
Pesos de a 8
Porcentajes
Doctrineros
Conductores
Derechos cobro
Sueldos de alcaldes
Hospitales
77.060,9
4.545,2
1.978,2
3.300,0
1.049,0
87,7
5,2
2,2
3,7
1
Totales
87.933,3
100,0
Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.
Cobran aquí particular significado las palabras del fiscal de la Audiencia de Manila, Francisco Leandro de Viana, cuando señalaba que “sólo
el estado eclesiástico, o por mejor decir, las religiones, utilizan y perciben casi todo el producto de los tributos”.18
El producto líquido que suministraba el tributo e ingresaba la administración quedaba así muy disminuido, como también podemos apreciar en el siguiente cuadro.
CUADRO IV
LÍQUIDO DEL TRIBUTO EN 1697
Metálico
Especie
Total
Pesos de a 8
% sobre bruto
7.038,5
6.139,7
9,1
25,2
13.178,2
13,1
Fuente: AHN, Consejos, leg. 21.022.
Del metálico ingresado – más de 76 mil pesos –, tan sólo resultaba un
saldo de algo más de siete mil, lo que suponía el 9,1% de la partida
18
“Demostraciones de lo que contribuyen a SM los naturales de las Islas Filipinas”
(Manila 1766): Archivo de la Provincia del Santísimo Rosario de Filipinas, Historia civil de Filipinas, tomo 3, doc. 15. Según los cálculos de Viana, el porcentaje del tributo
que ingresaban los curas doctrineros alcanzaba un 74,8%, una cifra que a la luz de la evidencia empírica resulta contraída.
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inicial. El descenso no era tan drástico en los productos pagados en
especie que ascendían a seis mil (25,2%) de los más de 24 mil pesos
ingresados. En conjunto, de los 101 mil pesos brutos recogidos en
metálico y especie, la recaudación neta quedaba reducida a algo más
de trece mil, una cantidad casi ocho veces menor.
Sin embargo, el saldo sería inferior a comienzos del siglo XVIII, lo
que significa que se ejecutaría todavía más gasto en las provincias. Se
trataba del coste de las operaciones militares, especialmente relevantes
en las Bisayas y Mindanao, que no eran exclusivamente gastos del tributo y que aparecen en las contabilidades de las Cajas provinciales,
como veremos.
LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO A FINES DE LOS AÑOS 30
Para finales de los años treinta del siglo XVIII disponemos de otro
tipo de fuente, aunque no tan abundante en información como la que
nos proporcionan las probanzas del juicio de residencia del gobernador Cruzat. En estos documentos tan sólo figuran el número de tributos, su importe en dinero, arroz y otras especies, el gasto efectuado y
el líquido recibido por las Cajas de Manila.
CUADRO V
COMPOSICIÓN DEL TRIBUTO EN 1739
(TRIBUTOS EN UNIDADES; EL RESTO EN PESOS DE A 8)
Unidades/ Pesos
Porcentajes
Número de tributos
Ingreso bruto en dinero
Ingreso bruto en arroz y otros productos
104.054
134.999
3.610
97,3%
2,7%
Total ingreso bruto
138.609
100,0%
Gasto efectuado en las provincias
93.822
Ingreso líquido19
44.787
Fuente: Museo Naval (Madrid), Ms. 1667, doc. 9.
19
El líquido ingresado suponía una cantidad algo menor debido a las primeras liquidaciones en cuenta abierta.
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Si comparamos el cuadro con los anteriores, comprobamos que hasta
1739 los gravámenes correspondientes a la Corona habían crecido de
forma respetable (pasaban de más de 66 mil a 104 mil unidades, es
decir, se multiplicaban por el factor 1,6), lo que se explica por la
reducción de las encomiendas particulares. Sin embargo, aunque con
las reservas advertidas, resulta más espectacular comprobar una mayor
monetización en el pago, que en gran medida tenía que ver con un
avance en la mercantilización de la economía en el siglo XVIII: mientras que a fines del siglo anterior se pagaba un 76,0% en dinero, a finales de los años 30 ya era el 97,3%. Por su parte, el gasto efectuado en
las provincias con los recursos del tributo se elevaba a algo más de 93
mil pesos, lo que equivale a un 67,6% del bruto ingresado, un descenso porcentual significativo frente al 86,9% que suponían los 87 mil
pesos de fines del siglo XVII (véase más adelante el cuadro VII). Se
trata de algo que tiene mucho que ver con los intentos de las Cajas de
Manila por desplegar un mayor control sobre las Haciendas provinciales conforme aumentaba y mejoraba su recaudación.
LA ESTRUCTURA DEL TRIBUTO HACIA FINES DEL SIGLO XVIII
La primera mudanza que se produjo en la segunda mitad del siglo fue
el significativo aumento de la recaudación (cuadro VI), aunque este es
un tema que veremos aparte, al contar con fuentes específicas.
CUADRO VI
COMPOSICIÓN DEL TRIBUTO EN 1794 (EN UNIDADES Y PESOS DE A 8)
Número de tributos
Ingreso bruto en dinero, arroz y otros productos
Gasto efectuado en las provincias
Líquido ingresado
251.989
327.758
138.858
186.899
Fuente: Museo Naval (Madrid), Ms. 1576, doc. 18.
Una segunda lectura, sin embargo, resulta aún más reveladora porque
confirma la tendencia observada en la primera mitad del siglo: el gasto
ejecutado en las provincias hasta 1794 bajaba al 42,3% (cuadro VII).
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CUADRO VII
GASTOS EXTRAÍDOS DEL TRIBUTO Y EJECUTADOS EN LAS PROVINCIAS
Años
1697
1739
1794
Pesos
87.933
93.822
138.856
% sobre ingreso bruto
86,9
67,6
42,3
Fuentes: AHN, Consejos, leg. 21.022 (para 1697); Museo Naval, Ms. 1667, doc. 9 (para
1739); y Museo Naval, Ms. 1576, doc. 18 (para 1794).
En otras palabras, se aprecia la tendencia de que conforme aumentaba
el ingreso por tributo disminuía el porcentaje del gasto en provincias.
Respecto a los niveles de monetización del gravamen, que de algún
modo revelan los de la economía, las fuentes disponibles no proporcionan ninguna evidencia, aunque no resulta temerario suponer que
hacia fines del siglo XVIII se mantendrían y aún superarían los de los
años 30, que ya habían sido muy altos, especialmente en las demarcaciones próximas a la capital, que eran además las áreas de un mayor
número relativo de contribuyentes.
El impuesto ingresado, como vimos, no suponía su inclusión física
en las Cajas centrales de Manila, aunque sí lo hacía en términos contables. Desde principios del siglo XVII, especialmente cuando comenzaron a crecer de manera notable los situados mexicanos para financiar las guerras con Holanda en el Pacífico, la gestión del tributo había
sido transferida a las Cajas territoriales, administradas por los alcaldes
mayores y corregidores. Allí servía para financiar los costes de evangelización (uno de cada cinco tributos, más una cuarta parte del situado real), de administración (conducciones del producto a la cabecera
de provincia, cobranzas y sueldos de alcaldes) y de defensa (donativo
de Zamboanga y tres cuartos del situado real). Para el siglo XVIII
se revela en mayor grado esta evidencia porque disponemos de una
fuente de información hasta ahora no utilizada: las liquidaciones que
realizaban los alcaldes mayores y corregidores a las Cajas de Manila
en las que figuran las cuentas de las Cajas territoriales.20
20
AGI, Filipinas, legs. 874–878, años 1759–1830.
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Se trata de las “relaciones juradas”,21 presentadas por las autoridades provinciales durante los años de su mandato, que eran fiscalizadas
por los funcionarios del Tesoro de Manila.22 La información aparece
organizada por provincias, pero resulta insuficiente en la medida en
que algunos alcaldes y corregidores nunca pudieron enviar las cuentas
a su destino.23 Sin embargo, constituye un buen indicador de lo realmente recibido en cada momento por la Hacienda central.
En toda relación jurada existía un “cargo” y una “data”. El primero
estaba integrado por los ingresos del tributo de cada doctrina según el
padrón provincial, y otros conceptos menores. La data estaba confor-
21
El título es del siguiente tenor: “Cuenta y relación jurada en cargo y data que yo
don [...], alcalde mayor que acabo de ser de la provincia de [...], doy a la contaduría mayor del Real tribunal y Audiencia de cuentas de estas islas del Real haber y demás ramos
que administré en dicha provincia correspondiente a los años de [...], cuya formación arreglada a los documentos que cita es la siguiente”. Finalizaban con algo similar a esto:
“De forma que importando el cargo [...] y la data [...] resultan en mi contra y a favor de
la Real Hacienda [...]. Y juro a Dios nuestro señor y a esta señal de la cruz ser ciertas y
verdaderas las partidas contenidas en esta cuenta, como los documentos a que se refieren, salvo yerro de pluma o suma, y si lo contrario pareciere me obligo a la pena establecida por leyes y ordenanzas.” AGI, Filipinas, 875.
22
Los oficiales de las Cajas de Manila cotejaban las cuentas – que estaban sobredimensionadas en las datas y rebajadas en los cargos – con las facturas y corregían una a
una las partidas. Son los “pliegos de reparos”. A los alcaldes mayores y corregidores se
les practicaban “pliegos de consistencia, resultas y reparos”, por “cargar de menos o de
más”, “por equivocación” o “mala suma”. En el expediente de don Fernando Araya, alcalde mayor de Albay entre 1764 y 1769, los funcionarios de las Cajas de Manila señalaron lo siguiente: “en cuya conformidad, habiéndose averiguado con toda prolixidad dichos estipendios, para vencer la dificultad de la confusión y desorden con que se hallan
sus documentos con motivo a traerlos todos compuestos de recibos de partidas dadas a
cuenta, se encuentra debérsele abonar los citados seiscientos setenta y dos pesos, cuatro
tomines y nueve granos.” AGI, Filipinas, 875. Al alcalde mayor don Domingo Hurtado
de Saracho, también de la provincia de Albay en 1770, se le hace un “pliego de consistencias, resultas y reparos que producen de la cuenta de los ramos de la Real Hacienda
de la provincia de Albay correspondiente al año de 1770”. Son “partidas aumentadas de
cargo”, “partidas testadas de la data”, “partidas aumentadas en la data”, “reparos” y “advertencias”. AGI, Filipinas, leg. 875.
23
La razón de que no aparezca completa no deriva tanto de que los documentos hayan desaparecido, como de que nunca fueron entregados por los alcaldes: o porque fallecían en el ejercicio de su empleo y no se realizaba su liquidación, o porque se extraviaban sus papeles en la propia alcaldía. En todo caso, las liquidaciones existentes eran las
que garantizaban el tributo recaudado oficialmente y constituyen por lo tanto un buen indicador del ingreso por este concepto.
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mada por los estipendios transferidos a los curas doctrineros (lo que
constituía el porcentaje más elevado); bandalas o compras forzadas a
los indígenas (repartimientos de dinero);24 gastos de transporte del
producto; sueldos del alcalde mayor; los descubiertos de los “cabezas
de barangay” – a quienes se condenaba a trabajos forzados en la siniestra fundición de Manila –; los gastos de represión del contrabando;
construcción de obras públicas; cortes de maderas; sueldos y raciones
de guarniciones “para contener los negros infieles”; vestuario de la
tropa; y una variada panoplia. Las contabilidades se extendían, por lo
general, a los tres años que duró el mandato del alcalde mayor o corregidor, aunque algunas podían ampliarse a dos y más trienios consecutivos, a veces truncados por la muerte del funcionario real. En el
cuadro VIII podemos ver algunos ejemplos para la provincia de Albay.
CUADRO VIII
ALGUNOS EJEMPLOS DE RELACIONES JURADAS PRESENTADAS EN LA
HACIENDA DE MANILA POR LOS ALCALDES MAYORES DE ALBAY
Alcalde mayor o
corregidor
Periodo del
mandato
Cargo en
pesos
Data en
pesos
Antonio de Arburu
Fernando Araya
Domingo Hurtado de Saracho
Joaquín Gamboa
Nicolás García
Juan Durán
Andrés de Nava
Alexo Rodríguez
José Pascual de Huertas
Manuel Garay
1760–1762
1764–1769
1770
1771–1774
1778–1781
1781–1783
1784–1789
1790–1794
1794–1799
1799–1805
24.931
54.149
10.924
47.310
43.936
39.658
85.001
81.563
61.649
124.044
29.865
57.530
9.842
44.200
42.145
41.995
96.004
80.393
55.854
123.136
Fuente: AGI, Filipinas, leg. 875.
24
La institución del repartimiento (de mercancías y de dinero) en el Imperio español dispone de una amplia literatura especializada, sobradamente conocida. Una última contribución que ofrece un estado de la cuestión y presenta nuevas perspectivas de
análisis es la de Margarita Menegus, El repartimiento forzoso de mercancías en México,
Perú y Filipinas (México, DF 2000).
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Las diferencias entre el cargo y la data – el saldo –, que constituían
cantidades en general módicas, eran lo único ingresado en las Cajas
centrales. Pero, a veces, ni siquiera llegaban a abonarse si hemos de
considerar la protesta que realizaban como posdata los oficiales reales
cuando transcribían en los documentos de cargo la exigüidad de lo
devengado por tributo.25 Sin embargo, conforme avanzaba la centuria
y tras las reformas efectuadas en los años cuarenta, estas cantidades
comenzaban a ser crecidas, una situación bien visible en las contabilidades de la Hacienda central a partir de los años setenta. Como resumía en 1801 los oficiales reales de las Cajas de Manila en un informe a sus superiores de la Nueva España,
“[...] el ramo de tributos se cobra en dinero [y en] diferentes géneros y granos, que se
consumen en proveer los presidios, raciones de tropas de esta plaza y la de Cavite
empleados en su Arsenal, velamen y carenas de los buques del Rey y suelen venderse cuando no son precisos para las atenciones del servicio”.26
LA EVOLUCIÓN DE LA RECAUDACIÓN TRIBUTARIA
EN EL SIGLO XVIII
El cuadro IX, que nos ofrece la evolución de las magnitudes del tributo entre 1690 y 1799, nos proporciona también alguna lectura de
interés, pese al inconveniente que presentan las fuentes utilizadas en
su elaboración: mientras que disponemos de una información excepcional hasta 1761 – los registros anuales de la contaduría de las Cajas
centrales de Manila –, las modificaciones experimentadas por la administración de la Hacienda a partir de 1762 (fecha de la ocupación
inglesa) no permiten la continuidad de estas cifras, que han de buscarse en informaciones alternativas y que no disponen de variables homogéneas para poder comparar con algún rigor.
25
26
Véase el texto que corresponde a la nota 21.
Archivo General de la Nación (México), Filipinas, vol. 40, exp. 4, fol. 49.
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CUADRO IX. EVOLUCIÓN DEL TRIBUTO INDÍGENA
EN LAS ISLAS FILIPINAS, 1690–1799
Año
1690
1695
1700
1705
1710
1715
1720
1725
1730
1735
1740
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Número Reservas
tributos
Total
tributos
Valor
pesos
Situado
Total
pesos
35.788
52.724
88.512
56.837
41.730
98.567
57.835
41.730
99.565
57.837
43.883
101.720
70.710
44.719
115.429
79.996
44.979
124.975
80.143
42.471
122.614
91.746
34.746
126.492
97.463
28.829
126.292
102.030
24.262
126.292
103.598
22.578
126.176
34.631
52.068
86.699
55.590
41.210
96.800
56.590
41.210
97.800
56.590
43.347
99.937
69.686
44.237
113.923
79.182
44.494
123.676
79.182
42.014
121.196
90.756
34.373
125.129
96.412
28.521
124.933
100.929
24.003
124.932
102.480
22.335
124.815
34.631
52.068
86.699
55.590
41.210
96.800
56.590
41.210
97.800
56.590
43.347
99.937
69.686
44.237
113.923
79.182
44.494
123.676
79.182
42.014
121.196
90.756
34.373
125.129
96.412
28.521
124.933
100.929
24.003
124.932
102.480
22.335
124.815
8.657
13.017
21.674
13.898
10.302
24.200
14.147
10.302
24.449
14.147
10.837
24.984
17.421
11.059
28.480
19.795
11.124
30.919
19.795
10.503
30.298
22.689
8.593
31.282
24.103
7.130
31.233
25.232
6.001
31.233
25.620
5.583
31.203
43.288
65.085
108.373
69.488
51.512
121.000
70.737
51.512
122.249
70.737
54.184
124.921
87.107
55.296
142.403
98.977
55.618
154.595
98.977
52.517
151.494
113.445
42.966
156.411
120.515
35.651
156.166
126.161
30.004
156.165
128.100
27918
156.018
1.157
656
1.813
1.247
520
1.767
1.245
520
1.765
1.247
536
1.783
1.024
482
1.506
814
485
1.299
961
457
1.418
990
373
1.363
1.051
308
1.359
1.101
259
1.360
1.118
243
1.361
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Año
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Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Corona
Encom.
Totales
Número Reservas
tributos
Total
tributos
Valor
pesos
Situado
Total
pesos
171.297
22.015
193.312
174.880
20.849
195.729
176.448
18.682
195.130
190.159
18.392
208.551
312.251
0
312.251
169.438
21.779
191.217
172.982
20.626
193.608
174.531
18.480
193.011
188.112
18.196
206.308
312.251
0
312.251
169.438
21.779
191.217
172.982
20.626
193.608
174.531
18.480
193.011
188.112
18.196
206.308
312.251
0
312.251
42.359
5.445
47.804
43.245
5.156
48.401
43.632
4.620
48.252
47.028
4.549
51.577
78.062
0
78.062
211.797
27.224
239.021
216.227
25.782
242.009
218.163
23.100
241.263
235.140
22.745
257.885
390.313
0
390.313
1.859
236
2.095
1.898
223
2.121
1.917
202
2.119
2.047
196
2.243
–
–
Fuentes: AGI, Contaduría, 1250, ff. 847–865; Contaduría, 1255, ff. 81–91; Contaduría, 1258, ff.123–132; Contaduría, 1262, ff. 115–127; Contaduría, 1266, ff. 130–146;
Contaduría, 1274, ff. 130–147; Contaduría, 1279, ff. 141–154; Buzeta/Bravo, Diccionario geográfico (nota 13), vol. II, p. 52.
Lo primero que llama la atención de la lectura de las cifras es el elevado nivel de recaudación alcanzado por el gravamen, independientemente de que una parte del líquido se desviase a rentistas privados,
algo que se amortiguaría hasta llegar a desaparecer en el transcurso de
la centuria. Los guarismos se sitúan entre un mínimo de 108 mil pesos
para finales del siglo XVII y un máximo de 390 mil pesos a finales del
XVIII, cantidades que se han de calificar de extraordinarias para un
área marginal del imperio, muchas veces definida como deficitaria en
términos de fiscalidad.
Si nosotros comparamos estas cifras con las que nos ofrecen las
Cajas de Manila, las evidencias son aún más contundentes. Seleccionemos aleatoriamente algunos años: en 1690, por ejemplo, los ingresos de la Hacienda central habían sumado algo más de 403 mil pesos.
Si dejamos de lado lo remitido por México (el situado), el mayor componente del cargo, el almojarifazgo, apenas alcanzaba los 30 mil pesos,
mientras que los tributos equivalían a 108 mil pesos (aunque sólo
aparecen tres mil pesos registrados en la contabilidad central). Si
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ahora nos trasladamos a 1740, el total ascendía a casi 390 mil pesos;
el mayor componente del cargo, también el almojarifazgo, sobrepasaba
los 50 mil pesos, mientras que los tributos rebasaban los 150 mil
pesos. En 1760 el ingreso total se elevaba a 523 mil pesos mientras que
el tributo alcanzaba los 257 mil pesos, y sólo 35 mil pesos el impuesto
que más recaudaba. Si nos trasladamos a 1800, ejercicio en el que el
ingreso se situaba en los 2,2 millones de pesos, el mayor capítulo del
cargo era constituido por los estancos (287 mil pesos) mientras que los
tributos se elevaban a casi 400 mil pesos, de los que sólo figuraban en
la contabilidad unos 138 mil pesos.27 Esto significa que el tributo constituía, durante gran parte del periodo colonial, el impuesto de mayor
peso para la economía de las islas, una realidad que ha pasado desapercibida entre los investigadores porque sus cifras no quedaban
registradas en la contabilidad de las Cajas de Manila sino en las de las
provincias.
Si comparamos para el mismo periodo el comportamiento del gravamen filipino con el de las grandes regiones del Imperio americano,
el resultado resulta también sorprendente: en el virreinato mexicano,
el tributo indígena constituía tan sólo un 4,4% de los ingresos totales,
ocupando un discreto quinto lugar tras los estancos, la minería, los
préstamos y el comercio;28 respecto al virreinato del Perú, la proporción era ya de un 10,7%, situándose en segundo lugar;29 finalmente, en
el Alto Perú alcanzaba un 43,1%, ocupando el primer lugar entre los
ingresos totales.30 El modelo tributario filipino se asemeja, pues, al de
las áreas no productores de metal precioso en el conjunto del Imperio.
Una parte de la información del cuadro IX ha servido para confeccionar el gráfico I, en el que se aprecian mucho mejor los cambios
experimentados por los ingresos tributarios en el largo plazo. El cam-
27
Las referencias a las cifras anteriores de las Cajas de Manila, en AGI, Contaduría,
1247–1280B y AGI, Filipinas, 859–868. Véase también Luis Alonso Álvarez, “Sobre la
naturaleza de la fiscalidad imperial en las islas Filipinas, 1565–1804: Lugares comunes
y evidencias empíricas”: Ernest Sánchez Santiró/Luis Jáuregui/Antonio Ibarra (coord.),
Finanzas y política en el mundo iberoamericano: del Antiguo régimen a las naciones independientes (México, DF 2001), pp. 77–114.
28
Elaboración propia sobre datos de Herbert S. Klein, Las finanzas americanas del
Imperio español 1680–1809 (México, DF 1994), pp. 88–132.
29
Ibidem, pp. 30–64.
30
Ibidem, pp. 65–87.
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GRÁFICO I
INGRESOS POR TRIBUTO EN LAS ISLAS FILIPINAS, 1690
(EN PESOS DE A 8 REALES Y SIN INCLUIR EL DONATIVO DE ZAMBOANGO)
Fuentes: véase cuadro IX.
bio del siglo XVII al XVIII coincide con el declive de las encomiendas particulares que desde comienzos de los años 90 proporcionaban
ya menos ingresos a sus tenedores que las pertenecientes a la Corona.
Hacia la década de los veinte y los treinta se observa un mayor deterioro en esta relación, efecto sin duda de los decretos que las sentenciaban definitivamente a la extinción.31 En 1760 tan sólo se mantenía
una docena de encomiendas privadas propiamente dichas; el resto fue
reasignado por la Corona a instituciones de enseñanza, hospitales y
monasterios, entre otros el colegio de San Ignacio, el monasterio de
Santa Clara, el hospital de San Lázaro, los colegios de huérfanos de
San Juan de Letrán y de doncellas de Santa Potenciana, la religión de
San Juan de Dios, el colegio de Santa Isabel y algún otro.32
31
Reales órdenes de 23 de noviembre de 1718, 12 de julio de 1720 y 31 de agosto
de 1721, en: Manuel Joseph de Ayala, Diccionario de Gobierno y legislación de Indias,
vol. V (Madrid 1988–1996), pp. 356–357.
32
AGI, Contaduría, 1280B.
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El tributo indígena en la consolidación de la Hacienda filipina
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El crecimiento de los tributos de la Corona, y con ellos el conjunto,
resultaba moderado hasta los años cuarenta: crecía sólo a un ritmo de
un 4,4% quinquenal. Sin embargo, la reforma efectuada por el oidor
don Pedro Calderón Henríquez – que recuperó el procedimiento de
recaudación de cuenta abierta, como vimos – dispara la curva hacia
arriba con una subida del 34,8% entre 1740 y 1745. No obstante, vuelve a estancarse entre 1745 y 1760 (crecimiento quinquenal de 1,8%),
para remontarse desde entonces hasta final de siglo con una media
quinquenal del 5,7%. Sin embargo, el gráfico únicamente nos aporta la
tendencia, no las fluctuaciones, para este periodo final del que sólo
conocemos las cifras extremas.
GRÁFICO II
INGRESOS POR TRIBUTO EN LAS CAJAS DE MANILA, 1690–1800
Fuentes: AGI, Contaduría, 1247–1291; AGI, Filipinas, 858–871 y 875
Para compensar esta laguna, se ha construido el gráfico II, basado en
las cifras oficiales del tributo que aparecen en la contaduría de la
Hacienda de Manila, a las que se ha superpuesto el epígrafe de alcances, que, según la propia información de los oficiales reales, resultaban de los descubiertos (diferencias negativas entre lo ingresado y lo
gastado) de los alcaldes mayores y corregidores al realizar su balance
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provincial. Pese a que la primera variable aparece distorsionada levemente hacia arriba por la inclusión del ramo de vagabundos y la
segunda por incluir tan sólo las liquidaciones de los recaudadores al
Tesoro – por tanto desaparecen los costes de la administración territorial –, el gráfico presenta la ventaja de cubrir todo el periodo. Con
estas salvedades, observamos en primer lugar que el efecto de la
reforma de Calderón Henríquez se aprecia algo más tarde (entre 1745
y 1750), para caer luego el ingreso debido a la invasión inglesa de
Manila (1762–1763) y la gran revuelta indígena de las provincias del
norte de Luzón.33 También podemos observar cómo se produjo una
recuperación cuando se aplicó en Filipinas el programa de la Ilustración a partir de los años 80, que mejoró la eficiencia de la recaudación,
especialmente en estancos (tabaco y licores) y tributos – nótese que
desde los años 90 no existen ya alcances contra los alcaldes y corregidores –, que convertiría el Tesoro filipino en autosuficiente tras la
emancipación mexicana en las primeras décadas del siglo XIX.34
TRIBUTO, HACIENDA Y ECONOMÍA
Los resultados que aquí son presentados coinciden en gran parte con
lo ya investigado para el caso mexicano.35 No en vano las Filipinas
constituían un territorio que dependía administrativamente de la
Nueva España, pese a la gran autonomía que no sólo la distancia geográfica otorgaba a sus gobernadores. No entraré entonces en la consideración de sus semejanzas para poder subrayar aquellas diferencias
que revelan en mayor medida la identidad filipina. Entre ellas, pues, se
ha de señalar en primer lugar que el tributo constituía el mayor gravamen que existió en las islas hasta la imposición del estanco del taba-
33
Además de los factores señalados se pueden incluir la epidemia de viruela de
1761, las guerras contra los “moros” del sur y la “pérdida” de 4.000 campesinos tributarios en Bohol. Véase Josep Maria Fradera, Filipinas, la colonia más peculiar. La Hacienda pública en la definición de la política colonial, 1762–1868 (Madrid 1999),
p. 165.
34
Ibidem, pp. 191 y ss.
35
Véase Miranda, El tributo indígena en la Nueva España durante el siglo XVI
(México, DF 1952), pp. 22–23.
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co,36 gravámenes que recaían ambos directamente sobre las economías campesinas. Sin ningún género de duda, desde la perspectiva de la
Hacienda, fueron los campesinos indígenas quienes contribuyeron en
mayor medida a sostener el dominio español en Asia. Y esto, que a la
vista de las cifras constituye una obviedad, lo hemos olvidado con frecuencia, seducidos por el espejismo de la ayuda fiscal novohispana (el
situado) y obstinados en mantener esta ficción.37 Por ello resulta difícil sostener que el Tesoro filipino era una institución dependiente de
subsidios. Como había señalado Grau y Monfalcón en su memorial al
rey Felipe IV en el momento más dramático de las guerras con Holanda, “Majestad […], las Filipinas por sí gastan menos de lo que contribuyen”.38 He intentado explicar esta confusión en otra parte, a donde
me remito para mayores detalles.39
Resulta también una novedad señalar cómo el tributo facilitó la
transición de una economía de autoconsumo a una economía comercial con mayores niveles de monetización. Esto fue posible en la medida en que el gravamen forzó a los campesinos indígenas a suministrar alimentos, textiles y pertrechos, o a vender su fuerza de trabajo
para el sistema del galeón y los colonos, inputs sin los cuales difícilmente hubiesen podido sostenerse la posición intermediaria entre Asia
y América y con ella la presencia española. El mecanismo que facilitó
esta conexión entre la Hacienda, la economía agraria interna y la exterior del galeón – el bandala system – tuvo su centro neurálgico en las
figuras de los alcaldes mayores y corregidores. Como en Indias,
alcanzaban su empleo cargados de deudas – compra del cargo, fianzas
y primeras inversiones en productos comerciales –, que necesitaban
reintegrar en un tiempo muy breve (tres años), y construir su pequeño
36
Sobre el estanco del tabaco, véase Edilberto C. de Jesus, The Tobacco Monopoly
in the Philippines. Bureaucratic Enterprise and Social Change, 1766–1880 (Manila
1980).
37
Véase Leslie E. Bauzon, Deficit Government. Mexico and the Philippine Situado,
1606–1804 (Tokyo 1981). El autor sostiene la tesis de una Hacienda asistida por México ante la escasez de los recursos fiscales de las islas. Las evidencias aportadas, sin embargo, proceden de documentos del último tercio del siglo XVIII. Una atenta lectura de
las fuentes tributarias de los siglos XVI y XVII no permite defender resultados tan contundentes. Véase al respecto Alonso Álvarez, “Sobre la naturaleza de la fiscalidad imperial” (nota 27), pp. 77–114.
38
Grau y Monfalcón, “Memorial” (nota 12), p. 430.
39
Alonso Álvarez, “Sobre la naturaleza de la fiscalidad” (nota 27).
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capital, entre tanto, para gastos del juicio de residencia y alcanzar a
vivir de rentas, algo que también he intentado evidenciar en otra
parte.40 Como señalaba, cargado de razones, el residenciado alcalde
mayor de Cebú entre 1785 y 1787, don Pedro Flores, cuando la justicia le exigía el cumplimiento de la ley:
“Pues se me permite el lícito comercio sin incurrir en pena alguna […] mediante
ciento ochenta pesos que están regulados a esta provincia; luego si no me valgo de
estos arbitrios, será preciso salga sin alcances, sin poder dar cumplimiento a las cargas y pensiones que trae consigo este empleo y la grande responsabilidad del crecido número de tributos que tiene esta provincia con otros trabajos anexos al oficio”.41
Alcaldes y corregidores integraban una red comercial con los “cabezas
de barangay” que cubría todas las provincias y que se apoyaba en tres
pilares: el tributo, que les proporcionaba el líquido necesario para
alternar sus negocios privados con la administración de los públicos;
las bandalas o repartimientos de dinero, que inyectaban liquidez a la
economía indígena de la que se obtenían mercancías a precios de tasación, más baratas que en el mercado; y, finalmente, los polos, servicios
personales que suministraban mano de obra abundante a los colonos
españoles – edificación de obras públicas, cortes de madera para la
construcción del galeón, servicio militar y doméstico. En suma, forzaban – violentando la propia legalidad –42 el funcionamiento de una
economía interna que facilitaba la existencia de todo lo demás. Al desaparecer con la independencia de México una de las bases de la economía exterior filipina, el galeón de Acapulco, progresaba ya un mercado de trabajo, y un sector agrario que habría de sustituir el modelo
de intermediación por el de la expansión agraria hacia el interior de las
40
Luis Alonso Álvarez, “La eficiencia del Imperio en las Filipinas coloniales,
1698–1820”: Investigación Económica 223 (México, DF 1998), pp. 197–232.
41
AHN, Consejos, leg. 21.029. El residenciado alude al “indulto de comercio”, una
figura jurídica que facilitaba eludir la legislación de Indias que impedía el ejercicio de
los negocios a las autoridades coloniales. Sobre el papel desempeñado por la administración local, véase el excelente trabajo de Luis Ángel Sánchez Gómez, Las principalías indígenas y la administración española en Filipinas, 4 tomos (tesis doctoral inédita
en la Universidad Complutense, Madrid 1989).
42
Sobre esta cuestión, véase Horst Pietschmann, “Burocracia y corrupción en
Hispanoamérica colonial. Una aproximación tentativa”: Nova Americana 5 (Turín
1983), pp. 11–37; reproducido en idem, Mexiko zwischen Reform und Revolution. Vom
bourbonischen Zeitalter zur Unabhängigkeit (Stuttgart 2000), pp. 143–169.
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islas y la venta de sus producciones en el exterior. Estamos ya en los
albores del siglo XIX, cuando las nuevas mercancías, como el azúcar,
los nuevos textiles (como el abacá) y, sobre todo, el tabaco, competían ventajosamente en el mercado internacional.43 Se presentaba la
oportunidad para las áreas marginales del Imperio no productoras de
metal,44 – la oportunidad del Imperio insular –, que las ataría todavía
casi un siglo a la metrópoli.
43
Benito Legarda, After the Galleons. Foreign Trade, Economic Change and Entrepreneurship in the Nineteenth-Century Philippines (Manila 2002).
44
Josep Fontana Lázaro/José María Delgado Ribas, “La política colonial española:
1700–1808”: Enrique Tándeter (ed.), Procesos americanos hacia la redefinición coloniál, vol. IV, Historia general de América Latina (Barcelona 2000), pp. 17–31, aquí: p. 17.
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