nuevos estudios sobre la conducta autodestructiva

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Número: 1258
Del 4 al 10 de diciembre
NUEVOS ESTUDIOS SOBRE LA CONDUCTA
AUTODESTRUCTIVA
El suicidio se puede evitar
Artículos

Santiago Durán y Thäis Tiana del Sant Pau de Barcelona, donde se han
reducido los suicidios en un 30%
Hoy, como cada día, se quitarán la vida nueve personas en
España. Aunque no estamos entre las diez naciones con
mayor índice de suicidios de Europa, ya es la primera causa
de muerte violenta en nuestro país. Los expertos dicen que
se puede evitar. Y, aseguran, el primer paso para lograrlo es
hablar abiertamente de ello. Lo hacemos en este reportaje.
El suicidio se puede prevenir, sí. No es un acto impulsivo,
suele estar planificado. Y se sabe incluso que muchas personas
que terminaron quitándose la vida consultaron antes a su médico
de cabecera.
Eso sí, en ningún caso el facultativo identificó que su
paciente pensaba suicidarse. ¿Podrían haberlo anticipado si
hubiesen tenido una formación adecuada y la sensibilidad
necesaria? Jerónimo Saiz Ruiz, presidente de la Fundación
Española de Psiquiatría y Salud Mental, cree que sí. Y ahí el
problema: cuando un paciente que acaba de intentar quitarse la
vida falta a la siguiente cita con el psiquiatra y no pide otra, las
alarmas brillan por su ausencia en España. Por eso, los expertos
en conducta suicida reclaman una auténtica política de
prevención.
Finlandia es un país ejemplar en este tema. Pese a su muy
alta tasa de muertes voluntarias, es un modelo de éxito gracias a
un efectivo plan nacional que en casi 20 años (de 1999 a 2009)
redujo los suicidios de 30 por cada 100.000 habitantes a 19,
según la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Allí, en el 88
por ciento de los intentos, la persona acude a una cita con el
especialista en salud mental», explica Javier Jiménez
Pietropaolo, psicólogo y fundador de la Asociación de
Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio (Aipis).
«Aquí, solo en el 25 por ciento de los casos». Es cierto que en
España no estamos entre los diez países europeos con mayor
índice de suicidio (el primero es Lituania, con 34, y el décimo
Bélgica, con 19,4), pero, aun así, quitarse la vida es la primera
causa de muerte violenta en nuestro país. España dispone desde
luego de un plan estratégico nacional de salud mental, entre
cuyos objetivos está reducir las tasas de depresión y suicidio en
grupos de riesgo. «Pero el desarrollo es muy dispar-subraya Saiz
Ruiz, también jefe de psiquiatría del hospital Ramón y Cajalporque quienes deben iniciarlo son las comunidades
autónomas».
A la hora de prevenir, la depresión es lo más preocupante.
«Quienes la padecen integran el grupo de mayor riesgo -dice
Saiz-; y suele ser gente que ya lo ha intentado. Sobre ellos
debería intensificarse la atención». Se trata en general de
hombres de edad media o avanzada, separados o divorciados,
casi sin apoyo social, que padecen un trastorno mental, una
dependencia del alcohol o una afección crónica con dolor. Los
hombres, además, se suicidan tres veces más que las mujeres.
Sin embargo, ellas lo intentan el triple que ellos.
«Las mujeres utilizan métodos menos mortíferos (pastillas) y
van más al psicólogo o al psiquiatra que los varones»,
analiza Jiménez Pietropaolo. Los ancianos, por su parte, no
suelen dar señales ni cometer intentos de suicidio. La soledad, la
sensación de ser una carga para los demás y las enfermedades
los llevan a elegir métodos más efectivos. «El más empleado: el
ahorcamiento, seguido de las precipitaciones al vacío», revela el
presidente de la Aipis.
Los datos del INE de 2009 registran 3.429 suicidios: nueve al
día. «Pero son más. Ante la duda, los forenses atribuyen la
muerte a un accidente. Pero hay ahogamientos y saltos al vacío
así registrados que en verdad fueron suicidios. También muchos
casos se camuflan como accidentes de tráfico para no
estigmatizar a la familia y para que los parientes se beneficien de
los seguros», revela Jiménez Pietropaolo.
Las cifras planetarias -un suicidio cada 40 segundos, 2700 al
día, un millón al año- llaman la atención de la OMS, que desde
hace 12 años reclama políticas de prevención. De ese millón de
suicidios, 250.000 son de menores de 25 años. Una realidad
alarmante que también se traslada a España. En un estudio de
2008 realizado por los hospitales Gregorio Marañón, Ramón y
Cajal, Doce de Octubre y San Carlos se registró la mayor
incidencia de suicidios entre chicas de 15 a 24 años. A estas
edades, cortarse las venas y tomar medicamentos son los
métodos más habituales. De las 921 personas atendidas en estos
hospitales, el 71,4 por ciento ya lo había intentado antes.
Con un programa de prevención sólido no solo se podría
reducir el número de intentos (por cada suicidio se realizan
entre 20 y 30 tentativas), sino también aumentar el intervalo entre
tentativas. Estas son las conclusiones de la única y exitosa
experiencia en España, un programa de prevención que el
hospital Sant Pau realiza desde hace cinco años en el Ensanche
de Barcelona, donde se han reducido en un 30 por ciento los
intentos de suicidio. El trabajo es intensivo y dura tres meses,
durante los cuales el paciente visita al menos dos veces por
semana al psiquiatra y al psicólogo, que también atienden
telefónicamente en horario laboral. Por la noche y en fin de
semana, el paciente debe acudir a urgencias.
«Al cabo de tres meses, cuando el riesgo de suicidio
disminuye, derivamos al paciente a su centro de salud»,
explica el psiquiatra Santiago Duran-Sindreu, del hospital Sant
Pau. «Lo importante es detectar las ideas suicidas», afirma. El
otro punto clave es asegurarse de que, tras un intento, el
paciente acuda a la consulta. «Si no va, lo llaman y le dan otra
cita. Si vuelve a faltar, se insiste. Si sigue sin acudir, lo
buscamos», explica.
No hay tratamientos específicos. «Son genéricos: contra la
depresión, el alcoholismo...», explica Saiz. Entre los pacientes
que se matan, el 90 por ciento padece algún trastorno mental. La
ruptura de una pareja es otra causa. Ahora que la crisis
económica sea `culpable´ de un aumento de suicidios, está por
comprobarse. «Los estudios que afirman que en Grecia y
Portugal aumentaron los casos fueron criticados por su
metodología», dice Jerónimo Saiz, que sí resalta la genética
como causante de más del 40 por ciento de la conducta suicida.
En la misma línea, el psiquiatra John Mann, de la universidad de
Columbia, una eminencia en el tema, vincula una parte de la
responsabilidad a una reducción en los niveles de la serotonina,
un neurotransmisor de la corteza prefrontal. Mann asocia esa
disfunción -que provoca más agresividad e impulsividad- con la
falta de la compañía de los padres, sobre todo de la madre. Así lo
demostraron sus estudios con monos. Otra autoridad, el
psicólogo Thomas Joiner, de la universidad de Florida, sostiene
que los suicidas, para ser capaces de quitarse la vida, afrontan
antes un `entrenamiento´ que les permite superar su instinto de
autoconservación. Así conviven, buscándolo o no, con el peligro y
el miedo, hasta acostumbrase a ellos. Se autolesionan y viven de
modo temerario hasta que la muerte no los asusta. Para Joiner,
cuyo padre se suicidó, se debe destruir el mito falso de que
«quien lo dice no lo hace». Se ha de romper ese estigma y
permitir que las personas con conducta suicida hablen de su
deseo. Este es el primer paso para evitarlo.
Priscila Guilayn
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