Condiciones para el crecimiento de la persona

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Condiciones para el crecimiento de la persona
El crecimiento y el desarrollo personal es fundamental para alcanzar un buen
carácter. Para ello es necesaria la actualización de los dinamismos esenciales de la
persona. Lo cual supone una maduración de la persona, una mayor riqueza de vida
interior, creatividad, libertad con responsabilidad, apertura y autonomía. Más lograr,
esto, es tarea para lograr un exitoso proyecto de vida. Y, todos conocemos múltiples
ejemplos de personas que, hasta el final, han estado esculpiendo su propio carácter:
Junger, escribiendo filosofía hasta los 100 años.
Cervantes escribiendo su última novela en el lecho de muerte.
Torrente habiendo dedicado la última tarde de sus ochenta y ocho años de vida
a trabajar en su novela.
Crecer es ser-más, es dar-de-sí. Y esto corresponde o toca por igual a la
inteligencia, a la voluntad, a la afectividad, a las relaciones personales y al mismo
cuerpo. En la medida en que todas estas instancias o peticiones funcionen
ordenadamente y se ajusten a la realidad, se dará un crecimiento.
¿Cuáles son las condiciones para un crecimiento integral de la persona?
El autoconocimiento, del griego autos = uno mismo.
No basta la experiencia adquirida, sino que, hay que reflexionar sobre ella. Sólo
reflexionando sobre mi propia vida puedo llegar a conocerme y a madurar. Y, esto, a
través de una serie de manifestaciones, indicativos y signos; a través de una imagen
positiva de sí, a través de las opciones importantes que tenemos en la vida, a través
del propio itinerario, rumbo o camino que tomemos, a través de las personas que
me marcan en la vida, a través de las ilusiones y aspiraciones profundas. Pero
también a través de lo que ven los otros de mí como parte esencial para mi
autoconocimiento, el griego autos = uno mismo, es la corrección que hago de mí
persona de manera personal y también de quien me quiere. Y por último, desde el
conocimiento de mis fortalezas, dones y carencias se manifiestan aspiraciones,
pretensiones o anhelos de conseguir o de alcanzar algo.
Un ambiente personalizante y relaciones personalizantes.
La persona crece cuando vive en un ambiente personal y personalizante. Este
ambiente personalizante, como vemos, tiene la estructura de acogida y donación, es
decir de comunidad. Sólo en este ámbito es posible el encuentro y el diálogo con
otros.
Vivir unificados desde el sentido existencial
Se trata de descubrir, que, nada finito, ninguna cosa, objeto, proyecto personal o
colectivo, responden a su deseo de plenitud o de ir más allá, o a su sed de sentido.
1
Es decir, quien hace de su cuenta corriente, el fútbol, el estado, la nación, el equipo,
el grupo, la raza, sus posesiones o su valor absoluto, introduce o produce desorden
en su vida interior que le conducen al mero vacío. Así:
· el culto o ritual al cuerpo produce desmoronamiento físico y psíquico
· el culto al dinero produce desilusión, avaricia, egoísmo, desmoralización,
frustración, miseria interna, etc.
· el culto al poder, la tiranía, la vanagloria, autoritarismo, opresión o
dominación tiránica, etc.
Pues bien: en general, toda idolatría o arbitrariedad o abuso de autoridad
atomiza, desintegra y disuelve a la persona. Sólo descubrir y realizar el sentido
existencial me unifica y me trasciende.
Todo lo demás que se presenta en la vida de la persona le puede ofrecer un
sentido parcial y finito, el trabajo, las diversiones, los viajes, las pequeñas metas, los
bienes alcanzados, etc. Pero todo ello, si no soy capaz de distinguirlo y apreciarlo
desde un sentido más amplio, me cosificará como persona.
Ejerciendo la libertad. ¿Qué es la libertad?
¿Por qué se habla ahora tanto de libertad? ¿Será tal vez porque tenemos menos
que nunca? Es ésta una palabra que no se nos cae de los labios: aparece en las
pancartas de todas las manifestaciones; está detrás de las causas por las que se
combate; incluso entre bandas que discuten entre sí, las dos enarbolan o alzan esa
misma bandera. ¿Será porque siempre se habla y se pide lo que no se posee?
Cuando leo a los grandes escritores clásicos veo que ellos hablan poco de
libertad. Pero la respiran. Sus escritos dan la impresión de gente que se siente bien
instalada en el mundo, que vive sus aventuras humanas con naturalidad, con una
especie de seguridad desenvuelta, de la que los hombres y escritores de hoy
carecen absolutamente.
Ahora, en cambio, todos quieren “liberarse”. Las mujeres hablan de su liberación;
los jóvenes exigen, ante todo, la libertad frente a sus padres; clamamos por la
libertad política, la libertad de información, la libre elección de trabajo. Y parece que
nadie fuera realmente libre. En política, ya sabemos que la democracia es el arte de
elegirse un dictador cada seis años. Que la libertad de televisión consistirá en que
podremos elegir entre varios canales, sabiendo que estos serán gemelamente
idiotas, tontos y superficiales; y que al final seremos libres para todo menos para
dejar de encender la Televisión, porque se ha vuelto una droga de la que ya no
sabemos prescindir o rechazar.
Hace tiempo que existe la televisión mañanera. ¿Somos más libres? Ha
cambiado, simplemente, el horario en que las mujeres hacen sus compras y hasta
parece que ha disminuido el número de enfermos que acudían a los dispensarios o
consultorios. Y el automóvil, ¿nos ha dado libertad? Ahora somos más libres en
nuestros desplazamientos, pero a veces tardamos el doble en realizarlos por los
atascos y hemos perdido la libertad de respirar aire puro. Se diría que cada nueva
liberación trajera consigo una nueva cadena. ¿Y puede decirse que no son esclavos
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los miembros de una civilización en la que el noventa y cinco por ciento de ellos se
ve obligado a hacer un trabajo que no ama? “Para las clases inferiores, decía Sam
Jonson, la libertad es poco más que la elección ante trabajar o morirse de hambre”.
¿Y son acaso libres los ricos, encadenados como están a su dinero y a las
convenciones o imposiciones de su clase?
Y, sin embargo, habría que decir rotundamente que es la libertad la que nos hace
hombres. “La libertad, amigo Sancho, decía Don Quijote, es uno de los primeros
dones que a los hombres dieron los cielos: con ella no pueden igualarse los tesoros
que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra o
respeto y estima de la propia dignidad, se puede y debe aventurar la vida, y, por el
contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.
Pero, ¿Qué es verdaderamente la libertad? Aquí hay que salir en seguida al
paso del mayor y más corriente de los equívocos: la libertad no puede ser el
capricho, antojo, impulso, el hacer lo que “me da la gana”, el derecho a malgastar
nuestra propia vida. La libertad tiene que ser algo positivo. No es libre una veleta
por el hecho de que pueda girar, cuando es, de hecho, esclava de todos los vientos.
“La libertad, decía Platón, está en ser dueños de la propia vida”. La libertad tiene
que ser la posibilidad de realizar nuestro proyecto de vida sin que nadie lo impida
desde fuera, ni nada lo desvalorice desde dentro. Quien no tiene un proyecto claro
de vida, quien no sabe lo que es y quiere ser, jamás será libre. Podrá no sentirse
encadenado, pero lo estará a su propio vacío. La libertad es algo que está al
servicio de nuestra autorrealización.
Para disfrutarla hay que tener entonces, en primer lugar, un proyecto propio
de vida. “La única libertad que merece este nombre, decía Stuart Mill, es la de
buscar nuestro bien por nuestro propio camino”. Por eso toda libertad empieza por
someterse a una ley: la de seguir el camino que hemos libremente elegido. Salirse
de ese camino o no tenerlo –con la disculpa de que caminando a campo traviesa
somos más libres- es carecer de toda verdadera libertad. No hay libertad sin
voluntad libremente asumida. No hay libertad sin razón, sin sujetarse a las reglas
que toda razón impone. “Quien, en nombre de la libertad, como decía Ortega,
renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie.
Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser”.
¿Y qué es un proyecto de vida? Es la suma de cuatro factores: la realidad de
nuestra naturaleza + las circunstancias personales y sociales en que vivimos + la luz
de la meta ideal que nos hemos propuesto + el esfuerzo constante para conseguirlo.
Si falla cualquiera de estos cuatro factores, nuestra vida será esclava e incompleta.
Por eso, en primer lugar, la libertad es algo que se realiza siendo lo que somos y
tal y como somos. Nadie es libre en la piel de su prójimo. Sólo somos libres “desde”
nosotros mismos, asumiendo cordialmente lo que somos, listos o tontos, gordos o
flacos, valientes o cobardes. Esa es la tierra desde la que hay que sembrar y
construir. No desde los sueños. Una libertad soñada es eso: un sueño.
El segundo factor son nuestras circunstancias: tenemos que ser libres dentro
de la civilización en la que de hecho vivimos; libres desde la educación que hemos
recibido y de la que podemos recibir, libres –relativamente- desde nuestras
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circunstancias económicas y sociales. Mi tope de libertad no será el del rey o el del
pordiosero. Yo tengo que llenar hasta el límite “mis” cotas o niveles de libertad, no
las que imaginariamente pude tener.
Luego está, fundamentalísimo, el ideal por el que libremente hemos
apostado. Seremos libres estando “al servicio” de ese ideal, que a veces parece
encadenarnos, pero que nos está multiplicando y ensanchando. Sólo se es libre
cuando se tiende hacia algo apasionadamente.
Y después está el esfuerzo de cada día. Porque la libertad ni se encuentra ni
se concede, se construye. No deja de tener gracia el que, ante sus elecciones, tal o
cual partido –o la propia jerarquía eclesiástica- diga que “nos da libertad de voto”.
Nadie da libertad. La libertad no viene de fuera. Pueden partidos o instituciones no
poner trabas a nuestra libertad. Pero la libertad es nuestra.
Se construye…lentamente. “La libertad, como la vida, decía Goethe, sólo la
merece quien sabe conquistarla todos los días”. Y es que nunca se es libre de
una vez para siempre. Tras todo cambio político se grita: “Ya somos libres”. Pero
eso no es verdad. Tal vez hemos quitado una tapadera o hemos roto un tipo de
cadenas, pero la libertad hay que seguir ganándosela cada día. Y no hay mayor
peligro que creerse “ya” libre. “En la lucha por la libertad, decía Ibsen, asegurar
que ya se tiene es testimoniar que ya se ha perdido. La lucha por la libertad es la
esencia de la libertad”. La libertad es una fruta que se compra y conquista a plazos.
Porque siempre es relativa. Se logran “cotas” o niveles de libertad. Nunca entera.
Y tiene una terrible facilidad para retroceder. Las cadenas le surgen al hombre
como a la tierra los abrojos o dificultades. Crecen y rebrotan a poco que alguien se
descuide.
¿Y cuáles son los enemigos de la libertad? Los hay exteriores e interiores.
Los exteriores son infinitos y hoy –esto es grave- tienden a ser cada día más. Están
las modas, las malas costumbres, las rutinas, el “todos lo hacen”, las inacabables
formas de presión social. ¿Es libre quien viste como todos visten y porque todos
visten así? ¿Son libres las nuevas modas que quieren ser tan rebeldes a las viejas
formas que acaban convirtiendo esa rebeldía en una nueva moda? ¿Es libre quien
piensa como todos piensan porque sería un raro si se atreviera a pensar de modo
distinto? Lo repito, tal vez nunca el hombre ha sido tan presionado como hoy: ha de
comprar lo que los anuncios le meten por los ojos, ha de ir “donde va Vicente”, tiene
que hacer esto o aquello porque eso es lo que se lleva.
Pero tal vez el mayor enemigo de la libertad sea la política, incluso esas políticas
que dicen ser caminos de libertad. Tiene razón Rosales cuando escribe que la
“politización de la vida actual nos ha llevado a una especie de desamortización u
obstaculización de la libertad. Y eso no sólo por el hecho de que el pequeño grupo
que nosotros mismos –decimos que libremente- hemos elegido termine siempre por
apoderarse de decisiones que, en definitiva, debían de ser nuestras, sino sobre todo
por el hecho de que la “invasión de la política” termina por condicionar esas otras
pocas decisiones que aún creemos nuestras y libres.
Hoy hay que pensar en bloque: si, por ejemplo, eres socialista o progresista has
de elegir forzosamente todas las cosas que algunos o la moda han decidido que van
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en la línea del progreso. “Tienes” que ser abortista o divorcista o te colocarán la
etiqueta de conservador o retrógrado. ¡A veces, incluso “tienes” que asumir los
cambios de opinión de tus líderes políticos! que giran, como una veleta en la
dirección que sopla el aire. La libertad se reduce, en este caso, a la conveniencia
del momento y del interés de un determinado grupo. El mal no es nuevo. Hace ya
veinte siglos escribía Tácito que “son raros los tiempos felices en los que se puede
pensar lo que se quiere y decir lo que se piensa”.
Pero ahora hay que añadir que los verdaderos y más graves peligros le vienen a
la libertad de dentro y no de fuera. “No hay en el mundo señorío como la libertad
del corazón”, decía Graciàn. ¿Y quién es libre en su corazón? ¿Quién puede
asegurar que su razón es más fuerte que sus pasiones? “Veo lo bueno y elijo lo
malo”, confesaba san Pablo. Los que no somos santos comprobamos a diario cómo
sustituimos la libertad por el capricho, por los prejuicios, por lo más bajo de nosotros
mismos. ¿Soy yo libre cuando “libremente” me hago el idiota? ¡Cuántas veces la
única libertad que ejercemos es la de elegir nuestra propia esclavitud!
Porque esto hay que decirlo: la libertad es cara y dolorosa. Ser libre es ser
responsablemente libre. Y ésa es la razón por la que muchas veces elegimos una
cómoda esclavitud frente a una costosa libertad.
Dostoievski, en su Leyenda del Gran Inquisidor, explica el fracaso de Cristo y
su muerte precisamente porque dio libertad a los hombres, cuando los hombres
prefieren pan en la esclavitud al tremendo esfuerzo de ser libres. “Da libertad al
hombre débil –decía- y él mismo se atará y te la devolverá. Para el corazón
débil la libertad no tiene sentido”. Esto es algo que comprobamos todos los días:
la gente preferirá siempre ser mandada a que se les enfrente con su propia
responsabilidad; prefiere que se les diga lo que “deben” hacer a que se les enfrente
con su libre conciencia.
También Maquiavelo lo decía: “Tan difícil y peligroso es querer dar la libertad al
pueblo que desea vivir en la esclavitud como esclavizar a quien quiere ser libre”.
Pero no son muchos los que “soportan”, la libertad y el riesgo que lleva consigo. “La
libertad, decía Rousseau, es un alimento muy sabroso, pero de difícil digestión”.
Es un vino generoso que fácilmente se sube a la cabeza. Sólo quien está muy
acostumbrado puede beber libertad en fuertes dosis sin marearse.
Porque la libertad no sólo tiene por precio la responsabilidad, sino también la
incomprensión y, por ende, la soledad. Nada odia tanto al mundo como un hombre
independiente. Su sola existencia es una acusación para el borreguismo colectivo.
Y pronto te bautizarán de “raro” si no te resignas o renuncias a introducirte en alguno
de los cajones que te ofrecen o si te resistes a que te pongan alguna de las
etiquetas que están al día. Erasmo lo decía con frase triste y exaltante a la vez:
“Moriré libre porque he vivido solo. Moriré solo porque he vivido libre”. Pero esa
soledad que se asume como un precio necesario para ser lo que se es, se convierte
en el mayor de los premios. Como decía Lord Byron: “Aunque me quede solo, no
cambiaría mis libres pensamientos por un trono”.
¿La libertad, entonces, es un don arisco, huraño, esquivo, que termina
coincidiendo con mi propio egoísmo? Aquí tenemos que detenernos porque ésta
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sería la mayor de las falsificaciones de esa libertad. Yo no soy libre “para”
separarme o distinguirme de los demás. Mi libertad es “mi modo” de vivir con los
demás, mi forma de enriquecer al universo siendo fiel a mí mismo y, por tanto,
haciéndome mejor para servir a los demás.
Y esto, en primer lugar, porque sé que mi libertad limita con la de los que me
rodean. Antes citábamos a Stuart Mill. Voy ahora a completar la cita: “La única
libertad que merece este nombre es la de buscar nuestro propio camino en tanto que
no privemos a los demás del suyo”. Mi libertad sólo existe si yo respeto la dignidad y
libertad de los demás. De otro modo, no soy un hombre libre, sino un invasor, un
dictador u opresor de la libertad.
Mi libertad, en rigor, me enriquece “para los demás”. El amor a la libertad es
amor a los otros. El amor al poder es amor a nosotros mismos. Y Dios nos libre de
quienes “imponen su libertad”, que acaba siendo siempre su capricho.
Pero aún me parece que no he dicho lo más importante: la libertad es un solar o
tronco, un solar en el que hay que construir algo. La vieja pregunta de Lenin
“Libertad, ¿para qué?” tiene, desde este punto de vista, un sentido muy radical. No
se es libre para ser libre, se es libre para hacer algo. La libertad no es un fin, es un
medio. Y los medios no resuelven los problemas. Preparan el camino para
resolverlos, pero no los resuelven. Sobre el solar o tronco de la libertad hay que
construir algo.
Y tal vez éste sea el más común de los errores: muchos luchan por la libertad, y
una vez que creen haberla conseguido, piensan que el sentido de su lucha ha
concluido. Y la libertad era sólo el trampolín para saltar hacia algo: hacia la felicidad,
hacia la fraternidad, hacia el amor, hacia Dios. Ser libre para ser libres puede ser un
motivo de orgullo. Pero no sirve para nada. El hombre se hace libre para que sus
manos sin cadenas puedan construir algo mejor: su propia vida y la de los demás”.
La libertad, decía Kant, es una facultad que amplía el uso de las demás facultades.
Pero ahora hay que usar la inteligencia libre para que crezca en el mundo la verdad;
el corazón libre para que aumente el amor; la fe libre para encontrarse más y mejor
con Dios.
¿Y cómo concluir estas notas sin recordar al hombre más libre que ha existido
sobre nuestro planeta? Jesús fue radicalmente libre porque libremente se entregó a
realizar la obra de su Padre; lo fue porque libremente aceptó la muerte por los
demás; lo fue apostando por la verdad y sabiendo que le llevaría a la muerte;
respetó la libertad de Judas aunque sabía que le traicionaría; fue libre porque no
estuvo atado ni a las pasiones ni al pecado; fue libre porque se realizo plenamente a
sí mismo sin pensar jamás en sí mismo; fue libre porque fue liberador y fue liberador
porque antes había sido verdaderamente libre.
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Libertad y actos humanos
Introducción
Para poder fundamentar adecuadamente las relaciones humanas en la
comunidad educativa, es necesario que recordemos ¿qué es la libertad? Y, ¿qué
relación guarda con la conducta humana?
La libertad es la capacidad que todo ser humano posee para elegir o decidir hacia
el bien, puesto que la persona quiere y desea todo lo que es bueno. La libertad no
se agota por más elecciones que hagamos; al contrario, la libertad se perfecciona en
el ejercicio, mientras más decidimos, más libres somos.
Los actos humanos
Todo acto humano es una decisión que realiza la persona y, por tanto los actos
son libres porque proceden de la voluntad humana cuya característica como
mencionamos anteriormente, es la libertad y tienden a un fin.
Pasos del acto humano o acto libre
El acto humano o libre puede estudiarse desde los doce pasos fundamentales
que lo constituyen, pasos que se han descubierto al hacer el análisis interno de la
génesis u origen y desarrollo de un acto humano completo. He aquí, en forma de
cuadro sinóptico, la génesis del acto voluntario:
N
ORDEN
POTENCIA
1
2
3
INTENCIÓN DEL FIN
o.
Entendimien
DENOMINACIÓN
TÉCNICA
Simple aprehensión…
Se me ocurre
tal cosa.
Simple Volición
Me gustaría
hacerla.
to
Voluntad…
Entendimien
to
4
Voluntad…
TRADUCCIÓ
N POPULAR
Juicio de posibilidad o
Puedo
conveniencia…
hacerla y me
conviene.
Intención eficaz
Quiero
hacerla.
7
6
7
8
ELECCIÓN DE LOS
MEDIOS
5
Entendimien
to
Voluntad…
Entendimien
to
9
1
0
1
1
1
EJECUCIÓN DEL ACTO
Voluntad…
Entendimien
to
Deliberación
consejo…
o
Consentimiento…
Último
práctico…
Este es el
juicio mejor
Elección libre…
Imperio de la razón
práctica…
Uso activo…
Voluntad…
Uso pasivo…
Potencias
Ejecutivas…
Fruición…
Tengo tales
medios para ello
.
Me parecen
todos buenos.
Pues elijo
este.
¡Hazla!
Allá voy, (si
quiero)
La hago.
Me gozo en la
acción
Voluntad…
2
Acto humano. Explicación de los doce pasos
1. La inteligencia concibe, cree posible, imagina o piensa un objeto o una
acción como bueno
2. El simple pensamiento de un bien despierta en la voluntad la complacencia
o satisfacción, placer y contento que resulta de algo. Podemos pensar en otra cosa,
pero si la captamos como buena, aunque éste bien sea imposible de alcanzar, surge
la complacencia llamada veleidad y la inconstancia, la voluntad antojadiza y deseo
vano.
3. Si el atractivo de ese bien es muy fuerte, entonces la complacencia o
satisfacción, placer y contento que resulta de algo, provoca un examen o revisión
más atenta o analítica de ese bien, para ver si es asequible o factible y, bueno
aquí y ahora, para la persona. Si no es asequible o factible todo se detiene y nos
regresamos a la veleidad, del latín veleitas= inconstancia, ligereza, antojo o
capricho: ejemplos: querría tener alas, estar ahora en Acapulco o en Inglaterra, etc.
4. De la complacencia o satisfacción, placer y contento que resulta de algo, se
pasa a la intención de conseguir el bien. Esta intención lleva implícito o incluido
el querer poner los medios adecuados para conseguirlo, aunque aún no sepamos
exactamente cuales sean. Para querer se requiere necesariamente conocer.
8
5. La intención provoca la búsqueda de los medios capaces de
conducirnos hacia ese bien. Si no lo conseguimos todo se detiene y volvemos a la
veleidad, es decir a la inconstancia, la voluntad antojadiza y deseo vano.
6. Cuando permito, admito y acepto los medios con vistas a la
consecución del bien. Esto es, que, algunas veces no queremos valernos de los
medios y retrocedemos ante ellos, porque nos quedamos en la pura intención. Por
ejemplo: una persona puede tener la intención de querer mejorar cada día, pero
cuando ve qué difícil es vivir de esta manera, porque implica esfuerzo y constancia
para alcanzar determinada virtud, entonces renuncia a ello para regresar a la
inconstancia o falta de perseverancia en alcanzar algo. Este es teológicamente
hablando el pecado de omisión que, no es deliberadamente querer no hacer algo
sino sólo no querer hacerlo cuando deberíamos y podríamos. Si sólo hay un
medio desaparecen el paso 7 y 8.
7. Si son varios los medios que se le presentan a la persona, se examinan o
revisan su valor relativo, para determinar cuál es el más directivo, superior o de
mayor gobierno, es decir, el más fácil de alcanzar y el mejor. En la deliberación
(consilium) sólo se delibera sobre los medios.
8. La deliberación termina en la elección del mejor medio entre todos. Esta
elección deliberada es libre. Aquí aparece la libertad como pertenencia de la
voluntad para autodeterminarse.
9. Hecha la elección por la persona, ejecuta la ordenación de las
operaciones a realizar, tales como: prever y combinar la serie de actos a ejecutar.
Esto es, el imperium o la orden.
10. La voluntad pone en movimiento a las facultades que deben operar y las
aplica o adapta a su actividad: impera, reina o domina sobre la memoria si se trata
de recordar, sobre la inteligencia si se trata de conocer algo con mayor profundidad,
sobre las facultades locomotivas si hay que realizar algún movimiento
11. Ejecución. Las facultades actúan según su naturaleza, pero bajo el imperio
de la voluntad.
12. Si todo marcha bien se obtiene el bien inicialmente concebido, comprendido
o admitido y entonces se produce el disfrute (frutio) fruición o gozo.
El primer y fundamental elemento del acto libre es el conocimiento de lo que se
va a realizar o se está realizando, llamado advertencia o aviso. A este elemento
cognoscitivo corresponden cuatro de los seis pasos, a veces pueden ser cinco, que
en la génesis u origen del acto humano, corresponden al entendimiento.
1.
2.
3.
4.
5.
La simple aprehensión del acto.
El juicio de posibilidad y conveniencia.
La deliberación sobre los medios.
El último juicio práctico.
El imperio de la razón práctica.
9
6. Y el uso pasivo o indiferente de las facultades (los No. 5 y 6 no son
propiamente advertencia o aviso, porque el imperio, mandato o gobierno sigue a la
advertencia o prevención y, porque el uso pasivo no siempre pertenece al
entendimiento.)
Un acto voluntario no es un acto biológico o físico. Ni es algo que
psicológicamente pueda querer el hombre, pero que no depende de su voluntad; lo
simplemente querido no es voluntario: querer ser blanco cuando se pertenece a la
raza negra es algo que no depende de la voluntad del hombre.
Con estas dos facultades de la persona, la cognoscitiva y la volitiva, se
constituye o se compone el acto humano. En el ámbito o el espacio de la acción
humana se da aquella acción que se orienta al fin último que corresponde al orden
del obrar y la que se orienta a un fin no último que corresponde al hacer humano.
Un mismo acto humano puede ser sujeto de calificativo moral y técnico e incluso
pueden darse en sentidos opuestos, por ejemplo: un ingeniero, que siendo un gran
técnico y sabiendo manejar eficazmente las normas constructivas y edificando en
forma casi perfecta, pueda ser un hombre deshonesto, simultáneamente.
La acción libre, cabe pues, en ambos órdenes: en el calificativo moral y en el
técnico. Ejemplo: el ingeniero es libre para decidir sobre la estructura
excelentemente planeada por él, respecto a un puente que construirá, lo cual implica
la eficacia en la técnica constructiva; esto es, el fin último; como también, es libre
para estafar, engañar, defraudar o burlar a su socio, lo que implica la no recta
ordenación de las relaciones de sociedad hacia el fin último del hombre o, actuar
como un hombre moralmente íntegro y técnicamente eficaz, subordinándose o
sometiéndose siempre al bien como fin último.
Libertad y dimensión social de los actos humanos.
En las relaciones humanas, las acciones personales se convierten en
“interacciones”, es decir, en acciones que tiene una influencia recíproca con diversas
manifestaciones, en las que se da un diálogo constante; interrelación que
comporta o admite influencia mutua, la consecución de un bien recíproco entre los
interlocutores, interés mutuo por la persona del otro y por su mejora, afecto
recíproco desinteresado y atención adecuada.
Además deben vivirse en esta relación de amistad virtudes humanas tales como:
la lealtad, es la virtud que ayuda a la persona a aceptar los vínculos implícitos o
comprendidos en su adhesión al amigo, de tal modo que refuerza y protege a lo
largo del tiempo, el conjunto de valores que representa esta relación. Tales como:
La generosidad, facilita al amigo a actuar a favor de otro teniendo en cuenta lo
que le es útil y necesario para su mejora personal.
La comprensión, le ayudará a reconocer los distintos factores o elementos que
influyen en su situación y en su estado de ánimo, etc.
10
La confianza y el respeto, llevan al amigo a mostrar su interés en el otro y a
mostrarle que cree en él y en sus posibilidades de mejorar continuamente. Se
puede decir, por tanto, que un buen amigo es una persona que lucha para superarse
en un conjunto de virtudes.
Pero el problema fundamental en las relaciones humanas no está en las
relaciones en sí mismas, sino en el modo de relacionarnos más íntimamente o
personalmente con los otros y en el fin que dicha relación persiga. Entraremos a la
intimidad de los otros si ellos quieren, libremente y a favor de la verdad. O podemos
con engaños y sutilezas influir y abordar la intimidad del otro con algún fin egoísta o
en busca de un provecho propio (manipulación).
Si no estamos dispuestos a cambiar es que realmente no
relacionarnos, aunque tenemos que ser muy cautelosos
dicho cambio sea para mejorar, para crecer, para madurar,
cueste y suponga gran esfuerzo de nuestra parte. No se
cambiar.
estamos dispuestos a
o reservados en que
sin importar que esto
trata de cambiar por
En suma, la convivencia humana debe tener como verdadera y auténtica finalidad
la mejora personal que nos conduzca a la consecución de un buen carácter y a la
mejora grupal, es decir, al bien común. Los actos humanos moralmente buenos
son los que nos perfeccionan como seres humanos. Ayudémonos todos a lograrlo.
11
MODULO 3
Actividad 3.1. Trabajo en Equipo
1) El Maestro Definirá el término autoconocimiento.
2) Si un automóvil necesita de un conductor que lo dirija, ¿Por qué el
autoconocimiento es de vital importancia para conducir mi vida rectamente.
3) Definan el término “Crecimiento de la Persona”.
4) Anoten ¿Cuáles son las condiciones para un crecimiento integral de la
persona?
5) Comenten, analicen y describan que importancia tiene que todo maestro
tenga y logre una imagen positiva de sí mismo.
6) ¿Qué criterios establecerían para que el maestro logre edificar ésta imagen
positiva sobre su persona.
7) Lograr un autoconocimiento de sí mismo ayudaría a mejorar e impulsar al otro
como un “Tú” sea este tu alumno, compañero de trabajo, padres de familia, etc.; de
ser así demuestren como se podría lograr.
8) Para establecer un ambiente personalizante y relaciones personalizantes,
expliquen ¿Qué papel juega en el logro y desarrollo de ésta pretensión el encuentro,
la amistad o vínculo y el compromiso comunitario?
Actividad 3.2.
Después de analizar detenidamente el Tema “¿Qué es la libertad?” realizará la
siguiente actividad.
1) Definan el concepto de libertad.
2) Después de comprender el concepto expresen el juicio de valor pasando al
raciocinio o argumentación del mismo.
3) Expliquen en que sentido la libertad es una cualidad de la voluntad que se
puede ejercer y aumentar, o no ejercer y disminuir, ilustren sus respuestas dando
algunos ejemplos.
4) El maestro meditará y analizará el siguiente diálogo con el propósito de
realizar la actividad que se le presenta:
“-¿Qué demonios estas haciendo?- le preguntó un joven al mono cuando le vio
sacar un pez del agua y colocarlo en la rama de un árbol.
-Estoy salvándole de perecer ahogado- me respondió el mono.”
Confronten o comparen esta manera de “salvar” con la que sobresale en el
Dialogo siguiente:
“Cierto día el Discípulo le preguntó a su Maestro:
- ¿Qué medios, procedimientos o vías tengo para ser plenamente autónomo y
ejercer plenamente mi libertad en la vida.
El Maestro contestó:
-Dejar de ser heterónomo y estructurar tu vida conforme a las apetencias de tu
ser. Cubrir
Desarrollo de la actividad: Después de analizar la cuestión anterior describan
en hojas de rotafolio ¿Por qué el buen ejercicio de la libertad sólo acontece del modo
de ser de los actos? Ilustren sus respuestas con algunos ejemplos. Acontece
12
5) Elaboren un collage de imágenes en hojas de rotafolio que ejemplifiquen y
expresen ¿Por qué no existe libertad-de la persona sino se libera de todo aquello
que le ata, le esclaviza, le oprime, le adormece, etc., explicando los criterios de esta
postura.
6) Elaboren un collage de imágenes en hojas de rotafolio que ejemplifiquen y
expresen ¿Por qué no existe la libertad-para de la persona sino se libera de todo
aquello que le ata, le esclaviza, le oprime, le adormece, etc., explicando los criterios
de esta postura.
7) ¿Qué es lo contrario de la libertad y cómo se manifiesta?
8) ¿El instinto, el deseo, la esclavitud, la falta de voluntad, la indiferencia, la
desatención, las adicciones, la imitación, la sumisión, de que manera estos
aspectos, frenan o coartan la libertad como capacidad para comprometerse con lo
valioso?
9) Elijan el caso de algún personaje conocido (política, deportes, artes,
educación), un amigo, pariente o vecino que haya vivido la experiencia de perder su
libertad por no haberla ejercido con responsabilidad demostrando así porque debe
ejercerse la libertad acompañada de la virtud de la responsabilidad. Realicen una
puesta en común.
Actividad 3.3.
Analizado detenidamente el tema de los actos humanos elaboren la siguiente
actividad:
a) Diseñen una estrategia práctica de los doce pasos del acto humano o acto
libre, donde su procedimiento le permita al alumno no sólo entenderlo sino
ejecutarlo.
b) Puedes realizarlo en hojas de rotafolio ilustrándolo con imágenes, fotografías
o dibujos; o bien mediante un sociodrama.
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