Queridos hermanos y hermanas, Acaba el evangelio de hoy, diciendo

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Queridos hermanos y hermanas,
Acaba el evangelio de hoy, diciendo: “Ellos se postraron
ante Él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría”.
Nos interesa poner el foco en esta “gran alegría”. Nos
interesa mirar de entrar en el corazón de los apóstoles
para alcanzar esta alegría inmensa. Y, entonces,
hacerla nuestra. Todos deseamos más alegría!
Están “con gran alegría”, porque saben que aquello que
contemplan no es el final de nada, sino el principio de
todo. ¡¡Qué gran historia que con ellos está a punto de
empezar!!
Están “con gran alegría”, porque saben que aquello no
es una despedida de Jesús, sino el inicio de una nueva
presencia. Ven como marcha, pero, saben, porque Jesús
les ha dicho, que Él estará siempre con sus discípulos.
También nosotros hemos de hacer nuestra esta
experiencia, esta alegría: Él, físicamente, ya no está
con nosotros, pero, su presencia continúa.
Cuando caemos en la tristeza, en la angustia, en el ir
haciendo, no será porque hemos perdido, u olvidado,
esta experiencia. ¡¡Jesús está!! ¡¡Está vivo!! ¡¡Está
presente!!
conducir...
Dispuesto
a
bendecir,
a
iluminar,
a
Están “con gran alegría”, porque tienen clara su misión:
“en su nombre se predicará la conversión y el perdón
de los pecados a todos los pueblos”. Tener una misión
da alegría. ¡¡Saber que nuestra vida tiene una misión, un
encargo dado por Dios, le da contenido, consistencia,
sentido!! ¡Tener una misión para hacer, da alegría!
Si alguien os pregunta, si un nieto, un hijo, por ejemplo
os pregunta: ¿Cuál es tu misión? ¿Qué diríamos?
¿Aparecería la misión que Jesús nos encomienda?
¡Seguramente no! ¡¡Y no puede ser!!
Aquello que Jesús dice a sus discípulos nos lo dice a
nosotros: hoy nos envía a predicar la conversión, el
perdón de los pecados. Predicar que es posible cambiar
de vida (¡qué bonito!). Predicar, que puedes empezar de
nuevo, que los errores anteriores pueden quedar
sepultados bajo la misericordia de Dios, que siempre
puedes reiniciar la historia de tu vida (¡qué contenido
tan bonito el de nuestra predicación!)
El fin de semana pasado, estuve de romería en
Montserrat, con los adolescentes y jóvenes de la
parroquia. Como que allí había una puerta santa hicimos
los pasos correspondientes para recibir el don, la
bendición de la indulgencia. Y uno de ellos era
confesarse. Al acabar la romería y valorar cómo había
ido todo, pregunté cómo habían ido las confesiones. Los
jóvenes más lanzados, dijeron lo bien que les había ido.
Y al preguntar si al año que viene querrían repetirlas, la
respuesta generalizada y clara fue “sí, y tanto”. A mí
se me puso la piel de gallina... todos sabemos que no es
fácil confesarse... pero, haces una experiencia única de
poder empezar de nuevo, que los errores anteriores
queden sepultados por la misericordia de Dios, que es
posible cambiar de vida.
Un inciso: en la puerta santa de Montserrat había un
texto que comunicaba una idea muy bonita: “Esta
puerta quiere ser signo de la puerta del corazón
misericordioso de Dios”. ¡Qué bonito! Entrar por
aquella puerta comporta el deseo de entrar en el
corazón misericordioso de Dios. Dejar atrás una vida y
empezando otra vivida desde el corazón de Dios.
Están llenos, “con gran alegría”, porque la Ascensión de
Jesús al cielo, ilumina el término donde se encaminan
nuestros pasos. Jesús marcha hacia la casa del Padre,
como el primero de una multitud de creyentes que le
seguirán en este camino: ¡la muerte ha sido vencida!
Contemplemos hacia donde caminamos y nos llenaremos de
alegría.
Y acabo ya, están llenos “con gran alegría”, porque han
recibido la promesa de un don, el Espíritu Santo, que
los hará testimonios del Cristo, “revestidos de poder”.
También a nosotros, se nos promete este Espíritu... que
quiere hacer también maravillas en nuestra vida...
Domingo que viene, Solemnidad de Pentecostés: Se
cumplen las palabras que Jesús nos decía en la primera
lectura: “dentro de pocos días vosotros seréis
bautizados con Espíritu Santo”. “Cuando el Espíritu
Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para
ser mis testigos”. Esta semana recemos mucho,
pidiendo el don del Espíritu Santo. Excitemos en
nosotros el hambre y sed de Espíritu Santo.
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