ÉlAl Y lOS MIStERIOS tEhUElChES

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Élal
y los
misterios
tehuelches
URANITO EDITORES
ARGENTINA - CHILE - COLOMBIA - ESPAÑA
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Bazterra, Lilia
Élal y los misterios tehuelches / Lilia Bazterra; ilustrado por Myrian Bahntje.
- 1ª ed. - Buenos Aires: Uranito Editores, 2013.
80 pp. : il. ; 24 x 17 cm - (Dicen por ahí)
ISBN 978-987-703-000-6
1. Narrativa Infantil . I. Bahntje, Myrian, ilus. II. Título
CDD 863.928 2
Edición: Anabel Jurado
Diagramación: Natalia Brega
Ilustración: Myrian Bahntje
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida,
sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las
sanciones establecidas en las leyes, la reproducción parcial o
total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, incluidos
la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución
de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.
© 2012 by Lilia Bazterra
© 2012 by EDICIONES URANO S.A. - Argentina
Paracas 59 - C1275AFA - Ciudad de Buenos Aires
[email protected] / www.uranitolibros.com.ar
1ª edición
ISBN 978-987-703-000-6
Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723
Impreso en Gráfica Galt
Ayolas 494 - CABA
Febrero 2013
Impreso en Argentina. Printed in Argentina
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Lilia Bazterra
Élal
y los
misterios
tehuelches
Ilustraciones:
Myrian Bahntje
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ÍNDICE
A manera de prólogo ......................................................... 9
PARTE I: En el principio de los tiempos... .................... 11
Nosshtex rapta a la Nube ............................................. 13
Los amores de la Luna y el Sol ................................... 16
Cuando hay que poner las cosas en orden ............... 18
El Zorrino delata a Élal ................................................ 21
Élal y Nosshtex se traban en lucha ............................ 22
Aún hay muchas cosas para resolver ........................ 26
Los antiguos y los nuevos tehuelches ....................... 27
Las correrías de la Luna y el Sol ................................. 29
PARTE II: Élal crea la Patagonia ...................................... 31
El Sol tiende sus trampas ............................................ 34
Kálëm, la Hija del Sol ................................................... 39
El «maip» persigue a los enamorados ........................ 41
Kálëm decide vivir en el mar ...................................... 45
Uálan, señora de Golfo Nuevo ..................................... 46
El canto de la Hija del Sol ........................................... 49
Problemas en la Cordillera .......................................... 51
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Élal descubre el fuego .................................................. 53
El Señor de los Andes desafía .................................... 56
PARTE III: La última generación tehuelche .................. 63
Kaassh, tres lunas ......................................................... 65
El sueño de Élal ............................................................ 67
Los tehuelches discuten con sangre .......................... 69
Kejaneses, piedra clavada ........................................... 73
Élal emprende su último vuelo ................................... 74
Sobre los mitos y las leyendas ........................................ 77
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Al Dr. Rodolfo Casamiquela y la Dra. María Elena
Ginóbili, admirados investigadores y amigos entrañables, que
promovieron, revisaron y cuidaron la escritura de esta obra desde
la Fundación Ameghino.
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A manera de prólogo
...porque los pueblos no se extinguen,
se transforman... la sangre indígena
galopa en nuestra propia sangre...
Dr. Rodolfo M. Casamiquela
Si alguna vez recorres las tierras sureñas de Argentina, encontrarás senderos inhóspitos, mesetas y montañas, lagos y ríos,
playas inmensas y golfos.
Allí se siente un toque de magia y misterio en cada partícula
de suelo. Yo lo descubrí a través de una historia secreta que contaban los indios tehuelches,1 un relato mítico que describe el origen
de todas las cosas. Esa narración está rondando en silencio para
que alguien la cuente. Allí escuché, de a trozos, lo que ahora te voy
a contar.
Esta historia está guardada entre las piedras de la meseta,
en el canto de las ballenas del Golfo Nuevo, en el silencio de las
cuevas, en los estallidos de los glaciares y en el cielo, que tiene
inscritas en las estrellas las andanzas de los tehuelches. Allí en la
Patagonia, hay fascinación, inmensidad y misterio. Por eso también hay secretos que solo escuchan quienes están atentos a ellos.
Con mi familia recorrimos algunos caminos que surcan las
provincias de Río Negro, Chubut y Santa Cruz. No sabemos cómo
1 Tehuelches: pueblo originario que habitaba en la Patagonia argentina.
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ni de qué manera nuestro viaje fue adquiriendo dimensión de
aventura, de descubrimiento y de asombro. Y así, cada paso que
dimos en esas tierras se llenó de significado.
De pronto advertimos que estábamos andando sobre el único
trozo de tierra firme que se extiende hacia el Polo Sur. Esa tierra es
tan amplia e inexplorada que aún existen allí lugares jamás transitados por el hombre. Aunque te cueste creerlo, en estos tiempos
en que el planeta está cargado de habitantes y pareciera que no
queda sitio por descubrir, este lugar de América guarda rincones
vírgenes.
Quizá por eso, aún se logra escuchar la misma historia que
contaban los indígenas de generación en generación. En ella se
dice que Élal, el héroe de los tehuelches, estaría en algún hueco de las altas montañas junto a los pocos huemules2 que quedan, su amigo Ikoon –un cisne– y vaya uno a saber con qué otras
compañías.
Pero me parece que te estoy contando el relato al revés, mejor
empezamos desde el principio...
Será necesario que te prepares. Vamos a un lugar donde la
maravilla está al alcance de la mano y a veces es difícil encontrar
el camino de regreso. Te lo digo por experiencia.
¿Listo? Ahora, una palabra mágica y en tehuelche que nos
permita jugar con el tiempo... a ver, ya sé:
Kaassh,3 Kaassh, ¡Kaassh!, ¡vamos!, ya estamos...
2 Huemul: venado propio de la zona andina.
3 Kaassh: voz tehuelche que significa «tres».
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Parte I
En el principio de los tiempos...
Dicen que habitaba aquí, en la Patagonia, un ser que siempre
existió: su nombre era Kooch. Él vivía rodeado de densas Tinieblas;
la negrura y la soledad invadían cada infinito segundo de su vida.
Todo junto a Kooch era así de triste.
Hubo un primer instante en el que se comenzó a contar el
tiempo, porque antes no se contaba. Y en ese momento, del que
los tehuelches casi no guardan memoria, Kooch se puso a pensar
en la inmensa soledad que lo rodeaba.
Miró esa masa informe de negrura y sintió un gran vacío.
Entonces rompió a llorar, o mejor dicho, estalló en un llanto intenso durante incalculables soles y lunas, porque la Luna y el Sol
tampoco existían.
Las numerosas lágrimas que brotaban de sus ojos se fueron
juntando una a una. Fueron muchas, tantas y tantas que se formó
el Mar Infinito.
Cuando se cansó de llorar, Kooch exhaló un profundo suspiro, un suspiro tan profundo y potente que originó el Viento.
Con todo el aire que llevaba, el Viento espantó a las Tinieblas. El cielo, entonces, quedó renegrido pero sin Tinieblas y para
acompañar a Kooch nacieron las Estrellas.
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La Luz, las Nubes, el Viento y el Agua compartían el inmenso
espacio de límites ausentes. Como entre ellos secreteaban diciendo que nada había para hacer, Kooch los escuchó y decidió que,
del seno del mar, de ese antiguo mar de llanto que cubría toda la
tierra, surgiera una isla muy grande. Sobre ella esparció la Vida.
Aves, insectos, peces y todo tipo de animales vivían en aquel
lugar; entre ellos hablaban y conocían los secretos de Kooch, que
era su dios creador. El Sol, la estrella amiga de la Tierra, enviaba
luz y calor; las Nubes traían la lluvia bienhechora y junto con el
Viento se encargaban de hacer crecer los pastos.
Todo era armonía en el paraíso tehuelche.
Pero las Tinieblas, que habían quedado apartadas, estaban
muy ofendidas. Entonces, decidieron buscar la manera de pertenecer a ese mundo.
Como las Tinieblas son de naturaleza densa y terrorífica, con
todo el rencor que tenían guardado y la ayuda del Tiempo, en12
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gendraron unos gigantes malvados, tan malos que se complacían
en pelear y devorarse hasta que se les agotaran las fuerzas, pero
estas nunca se les agotaban.
Un día, las furiosas luchas de los Gigantes levantaron una polvareda de tinieblas y entre gritos, dentelladas y vómitos de hiel y
sangre armaron tal revuelo que llegaron hasta la Isla de la Vida.
Cuando Kooch los vio en su paraíso, hubiera querido echarlos, pero una Nube, que guardaba aún el recuerdo denso de las
Tinieblas, le rogó que tuviera clemencia. La divinidad creadora
tuvo en cuenta las palabras de la Nube, ya que había sido una de
sus primeras compañías, y dejó que los Gigantes permanecieran
en sus tierras.
Pero como ellos no tenían intenciones de que la Isla conservara la paz, dispersaron vientos de violencia y de sangre. Empezaron
a chismear y a sembrar la envidia entre los animales, entre el agua
y la tierra y entre cada uno de los hombres que, por ese entonces,
también habían comenzado a habitar la Isla. Cada uno encontró
un enemigo, todos querían ganar la voluntad de Kooch y obtener
favores.
Nosshtex era uno de los gigantes que más terror sembraba. Su
ser era la encarnación de todo el rencor, la envidia y la maldad
que pueda imaginarse. Andaba por la Isla abriendo el vientre y
comiendo las tripas de todos los animales; también les sacaba los
ojos y les vaciaba la cabeza. Luego, como acostumbraban todos
los gigantes, eructaba y su aliento apestaba a sangre llena de hiel.
Nosshtex rapta a la Nube
En una de sus correrías por la Isla, Nosshtex encontró tendida
en el horizonte a la Nube, que había convencido a Kooch de que
los Gigantes permanecieran en el paraíso. Nosshtex quiso odiarla
porque esa era su voluntad, pero no pudo. No resistió un primer
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y único instante de adoración. Nosshtex la arrancó del horizonte
y la llevó, arrastrándola por el cielo, hasta su cueva. Con ella engendró un hijo que se llamaría Élal.
Nosshtex nunca se
perdonó haber amado a
un ser del reino de Kooch.
Mejor dicho, el gigante
de las tinieblas nunca se
perdonó haber amado
a alguien. Su hambre de
sangre estaba tan intacta
que destrozó a su amada
y le quitó del seno al hijo.
Dicen que desde entonces los amaneceres son tan rojizos porque
están teñidos de la sangre de la Nube madre de Élal.
Yo los he visto: el alba se insinúa púrpura sobre el mar y rueda
desgarrándose sobre toda la meseta patagónica, envuelta en un silencio infinito. Hoy, ese paisaje nos parece bellísimo, pero en aquel
tiempo lejano, para los habitantes de la Isla, preocupados por el
destino de la Nube y de su hijo, era un signo desesperanzador.
Fue el Flamenco quien contó al Tucutucu que su amiga, la
Nube, sufría bajo las garras de ese gigante y destilaba su dolor en
el cielo rojizo. También le dijo que ella sobreviviría a Nosshtex
(aun después de que este la destruyera, porque ella era capaz de
reconstruirse), pero quien estaba en grave peligro era Élal, su hijo.
Si no lo salvaban, jamás podrían liberarse de los Gigantes.
El Tucutucu entendió bien el problema que tenían y junto
con el Flamenco decidieron salvar a Élal de la furia de Nosshtex.
Como el Tucutucu es un roedor que puede cavar túneles, hizo uno
cuya salida desembocaba justo en el lugar donde Nosshtex había
tirado al niño para comérselo cuando tuviera hambre.
El ave se encargó de distraer al gigante, pasando a través de
los arreboles de la Nube. Mientras tanto, el Tucutucu robó al niño.
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La Nube se dio cuenta de que su amigo, el Flamenco, había
ido para ayudarla y le obsequió el tono rosado, ese color de Nube
agonizando, para que lo llevara en las plumas.
El Tucutucu decidió
proteger al muchacho
como si fuera de su familia. Además, él era el
único que podía esconderlo debajo de la tierra, lejos de la vista de
los Gigantes.
El Tucutucu lo adoptó como si fuera su nieto y Élal comenzó a llamarlo «abuela». Ese llamado empezó a tener la fuerza de
un ruego y, cada vez que Élal estuviera en dificultades, gritaría
«¡Abuela!» y la ayuda del Tucutucu lo protegería.
El trato con el Tucutucu resultó muy bueno para Élal, ya que
en la Isla de Kooch cada hombre se iba plegando al poder de los
Gigantes, y entre todos iban destruyendo poco a poco el reino.
Así, entre dudas y peligros, Élal fue creciendo. Siempre le preguntaba al Tucutucu por qué era su abuela y por qué estaba tan
solo. Y fue entonces cuando se le produjeron las mayores dudas,
ya que supo toda la verdad.
Élal vio que la Isla había sido otra antes de la existencia de los
Gigantes, y que los primeros hombres tehuelches habían olvidado
su origen: poco hablaban con Kooch y se habían contagiado del
hambre de sangre de los monstruos.
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