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africanas
Artículo - Clasificación de las lenguas
Clasificación de las lenguas
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INTRODUCCIÓN
Clasificación de las lenguas, sistema utilizado en lingüística para subdividir los idiomas
en grupos o familias, según sus características comunes o relaciones de parentesco y
afinidad. Se estima que las lenguas habladas en la actualidad en el mundo son unas
4.500, pero el número subiría a 20.000 si se tuvieran en cuenta sus principales
variedades. Esta gran cantidad de hablas se ordena siguiendo dos sistemas de
clasificación: el tipológico y el genético.
2
CLASIFICACIÓN TIPOLÓGICA
Propuesta por el lingüista alemán August Wilhelm von Schlegel a principios del siglo
XIX, la clasificación tipológica parte de las semejanzas estructurales de varias lenguas;
por ejemplo, éstas se pueden agrupar según el número de sonidos vocálicos (véase
Fonética) que empleen, y en este paquete irían desde el árabe clásico, que usa tres, a
otras que tienen veinticinco. Schlegel y otros lingüistas posteriores distinguieron las
lenguas según sus mecanismos de funcionamiento. Actualmente se distinguen cuatro
grupos:
Lenguas aisladas (como la tibetana y la china clásica), en las que cada palabra,
invariable, tiene una función autónoma, y las relaciones gramaticales y sintácticas
vienen dadas por la disposición de la palabra en la frase. El plural en tibetano, por
ejemplo, se expresa por una palabra que significa mucho y que precede
inmediatamente al término que se quiere poner en plural.
Lenguas aglutinantes (como la vasca o la turca), en las que una raíz expresa el
significado básico y a ella se le añaden una serie de afijos o partículas que actúan
como modificadores; las partículas se unen una a otra y forman palabras bastante
largas: así en turco äv significa ‘casa’; ävlar, ‘las casas’; ávda, ‘en la casa’; ävdalar, ‘en
las casas’, y así sucesivamente. Cada afijo expresa una sola modificación.
Lenguas flexivas (como las indoeuropeas —entre las que se encuentra la española— o
las semíticas), en las que existe una clara distinción entre raíz y desinencia (véase
Flexión): las desinencias son las que cambian para expresar las modificaciones
específicas (en español, niñ-a, niñ-o, niñ-as, niñ-os, en latín lup-us ‘el lobo’, lup-a ‘la
loba’, lup-i ‘los lobos’, lup-ae ‘las lobas’). En las lenguas flexivas, las desinencias
pueden, a diferencia de lo que sucede en las lenguas aglutinantes, expresar más de
una modificación, por ejemplo, niñ-a expresa a la vez la idea de femenino y singular.
Lenguas polisintéticas o incorporantes (como la inuit y algunas lenguas polinesias), en
las que una frase entera se puede expresar con una sola palabra, combinando marcas
aglutinantes y aislantes.
Las últimas investigaciones han demostrado que cualquier lengua presenta rasgos de
varias tipologías. Así pues, la asignación de una lengua a un grupo o a otro se hace en
función del mayor número de características propias de un grupo que presente o,
incluso, por criterios históricos. Por ejemplo, el inglés está considerado como una
lengua flexiva porque es una lengua indoeuropea, aunque tiene muchísimos rasgos
aislantes. En los últimos años, el concepto de clasificación tipológica ha sufrido algunas
modificaciones: la división de las lenguas en grupos se hace buscando, entre las
diversas lenguas, eventuales universales comunicativos, es decir, rasgos lingüísticos
que sean comunes a todas las lenguas existentes. En especial se ha investigado el
orden de las palabras en la frase (en español, sujeto, verbo, complemento: Gabriela
consulta Internet; en otras lenguas los elementos se disponen de otra manera) y la
estructura de la negación.
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CLASIFICACIÓN GENÉTICA
La clasificación genética tiene como finalidad distinguir las grandes familias lingüísticas,
que incluyen idiomas a través de los cuales se puede demostrar o suponer un origen
común. Por ejemplo, el español, el francés o el italiano pertenecen a la familia de las
lenguas románicas porque proceden del latín, que, a su vez, pertenece a la familia
indoeuropea. Al estudiar las lenguas que forman parte de una misma familia se observa
que entre ellas hay grandes afinidades fonéticas, gramaticales y léxicas, aunque su
evolución histórica haya producido grandes diferencias superficiales.
El concepto de clasificación genética de las lenguas se remonta a los tiempos de la
torre de Babel y de Noé, cuyos tres hijos, Sem, Cam y Jafet, dieron lugar al origen de
las lenguas de Asia, de África septentrional y Europa, respectivamente. Como recuerdo
y homenaje a esta leyenda, todavía hoy a la familia lingüística que comprende el
hebreo, el árabe y el arameo se le llama semítica, y camita es la que agrupa al egipcio
antiguo y las lenguas bereberes.
Pero hubo que esperar hasta el siglo XIX, con la aparición de una metodología
lingüística rigurosa y el desarrollo de la dialectología, para que la individualiación de las
familias lingüísticas pudiera hacerse de un modo científico. La primera familia que se
fijó exactamente fue la indoeuropea; después llegaron la semítica, la camita, la
ugrofinesa, la uraloaltaica (véase Lenguas urálicas y Lenguas altaicas), las
chinotibetanas y muchas otras. Pero todavía hay grandes dudas sobre las
clasificaciones genéticas de las lenguas aborígenes americanas (véase Lenguas
aborígenes de Hispanoamérica y Lenguas aborígenes de Estados Unidos y Canadá),
australianas y polinesias.
No obstante, sólo se puede hablar de familia lingüística de un modo genérico; las
lenguas caucásicas, por ejemplo, presentan estructuras parecidas e incluso un léxico
común y, sin embargo, es totalmente improbable que estén todas emparentadas entre
sí o que deriven de una protolengua común; lo más probable es que sus semejanzas
se deban al contacto recíproco, puesto que estas lenguas están presentes en el mismo
territorio geográfico desde hace miles de años. En este mismo sentido, amplio y vago,
es como se han realizado muchas clasificaciones de las lenguas amerindias. Algunos
estudiosos, partiendo de rasgos comunes y de afinidades tipológicas, tratan de
construir familias lingüísticas todavía más amplias que las actuales y, que a su vez,
comprendan numerosos subgrupos. Una de estas tentativas es la de establecer
posibles relaciones entre las lenguas indoeuropeas y las semíticas por un lado y con
las ugrofinesas por otro: a esta superfamilia bien se la podría llamar grupo nóstrico.
Entre las otras familias lingüísticas también hay que recordar las lenguas dravídicas,
las austroasiáticas (como la china, la indonesia o la vietnamita), las lenguas thais, las
nigerocongolesas (en África centro-occidental: con la familia bantú, de la que forma
parte el swahili; véase Lenguas africanas), las cusitas, las malayo-polinesias (que,
naturalmente se hablan en el Pacífico, entre Madagascar, Filipinas, Nueva Guinea y
Polinesia) o las lenguas indopacíficas.
Entre las lenguas cuya clasificación es bastante compleja de establecer se encuentran
las lenguas orales amerindias (entre ellas la algonquina, la maya o el quechua oral que
se habla en Perú y Bolivia, las lenguas caribes también habladas en la Amazonia y el
guaraní, de Paraguay, Argentina y Chile) y las lenguas de los aborígenes australianos
que parecen estar muy lejos de otras familias. Además existen en el mundo —o han
existido— algunas lenguas aisladas, de las que, por ahora, parece imposible demostrar
su pertenencia a alguna rama conocida, como la japonesa, la vasca, la etrusca y la
sumeria.
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Lenguas del Mundo
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Familias
Familias Africanas
Artículo - Lenguas africanas
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Lenguas africanas
INTRODUCCIÓN
Lenguas africanas, lenguas indígenas del continente africano. En África se
hablan más de mil lenguas diferentes. Dejando aparte el árabe, cuyos límites
exceden los del continente, las lenguas más habladas por los africanos son el
swahili y el hausa, que cuentan cada una con más de diez millones de
hablantes. Otras lenguas, que a menudo son calificadas erróneamente como
dialectos por el mero hecho de contar con pocos hablantes, las hablan algunos
miles de personas. Por término medio, una lengua africana cuenta con unos
doscientos mil hablantes, y sólo algo más de una docena de ellas alcanzan el
millón. Con todo, muy pocas cuentan con documentos literarios escritos, aunque
la mayoría sí posee una amplia tradición de literatura oral.
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CLASIFICACIÓN DE LAS LENGUAS
De acuerdo con los estudios más recientes, suele afirmarse que las lenguas de
África se clasifican en cuatro grandes familias: camitosemítica, también llamada
afroasiática, nilosahariana, khoisán y nigero-kordofana.
Se llama familia lingüística al grupo de lenguas o idiomas que proceden de un
tronco común. Las familias se subdividen en ramas o grupos que están
constituidos por lenguas más próximas e interrelacionadas; en África, algunas
tienen una historia de más de 5.000 años. Los idiomas pertenecen a familias tan
diferentes como lo puedan ser el español, el vasco, el árabe, el quechua y el
tagalo entre sí; aunque sean dispares pueden hablarse en el mismo entorno
nacional. Incluso dentro de una misma familia pueden existir disparidades
fonéticas y estructurales, semejantes a las que existen entre el español, el
francés, el alemán, el ruso y el indi, que son todas ellas miembros de la familia
indoeuropea. A su vez, también dentro de una misma familia hay similitudes,
como las que se manifiestan entre el catalán, el español y el portugués.
En cuanto a la escritura, sólo la poseen en torno a la mitad de las lenguas
africanas y algunas no tienen más testimonio escrito que unos fragmentos del
Nuevo Testamento. Los alfabetos, excepto en el caso del árabe y de algunas
lenguas de Etiopía, están basados en adaptaciones del alfabeto romano
introducido por los movimientos misioneros. Algunas tribus han desarrollado su
propio silabario, tal es el caso del vai de Liberia y el bamum del Camerún.
Las primeras personas que estudiaron las lenguas africanas fueron
fundamentalmente misioneros, los cuales, conforme iban aprendiendo la lengua
con la población nativa, preparaban textos escritos. Así pues, la información más
válida sobre los idiomas africanos tiene ese origen. La primera obra de interés
en estas lenguas es la Políglota Africana, que realizó, en el siglo XIX, el profesor
y misionero Sigismund W. Koelle; incluye una relación de unas 300 palabras y
156 frases en distintos idiomas. Esta información la obtuvo de los esclavos
liberados que vivían en el protectorado británico del África occidental de Sierra
Leona. En el siglo XX, se ha avanzado bastante en el conocimiento de estas
lenguas, tanto en sí mismas como en las relaciones que existen entre ellas.
Pueden destacarse los estudios de los alemanes Carl Meinhof y Diedrich
Westermann, del lingüista surafricano Clement Martyn Doke y de los británicos
Ida Caroline Ward y Malcolm Guthrie. El lingüista y antropólogo estadounidense
Joseph H. Greenberg corrigió las primeras agrupaciones de estas lenguas y
realizó una clasificación en 1963 que, tal vez, en estudios posteriores se
modificará o perfeccionará.
A veces se ha sugerido que con el tiempo las lenguas indígenas africanas
retrocederán en favor de las lenguas europeas más reconocidas
internacionalmente, o al menos lo harán en favor de las lenguas nativas más
difundidas en el continente. Sin embargo, se espera que permanezcan vivas
durante los próximos siglos, pese al aumento de los contactos que se establecen
entre África, Europa y el resto del mundo. A medida que el continente se
desarrolle, será mayor el número de personas que, hablando una lengua de las
consideradas menores, aprenda una de las lenguas nativas más habladas y
quizá otra lengua internacional; ahora bien, persistirá el uso de su lengua en el
ámbito familiar, y en los asuntos privados o en su entorno nacional, mucho más
allá de lo que se cree. La aparición de los estados independientes se ha visto
acompañada de un renacimiento e interés por las lenguas indígenas en muchas
partes de este continente.
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FAMILIA CAMITOSEMÍTICA
Constituye el grupo más importante de las lenguas que se hablan en el norte de
África. La rama semítica incluye las lenguas que se hablan tanto en Asia como
en África. El árabe, miembro principal de la rama, es la lengua más hablada en
el norte del continente y en la República de Sudán. El amárico, que hablan cinco
millones de personas, es el idioma oficial de Etiopía. Su libro nacional, el poema
Kebra nagast (La gloria de los reyes) está escrito en ge’ ez o etíope antiguo, hoy
en desuso. La literatura en esta lengua antigua también incluye varios libros de
los Evangelios apócrifos, que no se conservan en ninguna otra lengua. Entre las
lenguas semíticas que se hablan en el este de África están la tigrinya y la tigré
de Eritrea y Etiopía.
La rama bereber de esta familia se extiende por Marruecos, Argelia y Túnez; la
hablan también grupos de poblaciones diseminadas por el norte de África y en
los límites meridionales del desierto del Sahara. La rama cusita está localizada
en Etiopía, Somalia y la costa del mar Rojo; en este grupo se incluyen la
orominga y la somalí. De la misma familia camitosemítica era el egipcio antiguo,
hoy sin descendencia entre las lenguas vivas (véase Lengua copta).
La llamada rama chádica, de la misma familia, se extiende por el norte de
Nigeria. En ella la más importante es la lengua hausa, una de las dos más
habladas en el África subsahariana. Es una lengua empleada en el comercio y
en la enseñanza, se usa incluso en regiones que sobrepasan sus fronteras
originarias. En hausa se publica prensa escrita y está aumentando el volumen
de su producción literaria.
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FAMILIA NILOSAHARIANA
Se habla a lo largo de un territorio que se extiende a lo largo de las orillas del río
Níger hasta Etiopía, a través del valle alto del Nilo y en algunas partes de
Uganda y Kenia, lo que constituye toda una cadena discontinua de lenguas. El
miembro más occidental de esta familia es el songay, lengua que cuenta con
bastantes hablantes, aunque sin relación con otras próximas, que se habla en
gran parte del Alto Níger, Malí y Níger. La rama sahariana abarca las lenguas
que se hablan al norte de Nigeria, en la República del Chad, por el este, y en los
asentamientos de los oasis que existen en Libia, por el norte. Aun cuando esta
zona no está densamente poblada, la lengua que cuenta con mayor número de
hablantes, de la mencionada rama sahariana, es el kanuri, con millón y medio de
hablantes.
La rama nilochadiana cuenta con un millón de hablantes y se habla en Sudán,
norte de Chad, parte de Uganda y Kenia y en el límite noreste de las dos
repúblicas del Congo. Las lenguas nubias se localizan en la frontera sur de
Egipto, a lo largo del Alto Nilo, y en zonas aisladas por el suroeste. El alfabeto
nubio tiene su origen en el copto. Sus documentos religiosos, que datan de los
siglos VIII al XIV, constituyen la única expresión literaria de una lengua viva que
se usó en épocas remotas. Pertenecen a esta rama el grupo de lenguas
conocido por nilótico, que se habla en el sur de Sudán y en el norte de Kenia y
Uganda; las más representativas son: dinka, nuer, shilluk y luo. Las lenguas que
se hablan más al sur, lo que incluye el masai de Kenia, fueron consideradas
como camitosemíticas, sin embargo, parece que las investigaciones más
modernas han demostrado que se trata de lenguas no relacionadas con esta
familia, sino con la rama nilótica.
También pertenecen a la misma familia, la nilosahariana, las que hablan
pequeños núcleos de población de Chad y de la frontera entre Etiopía y Sudán,
la maba y la koma.
En muchas lenguas de esta familia, las relaciones gramaticales se expresan por
medio de sufijos nominales, algo parecido a los casos del latín; es un sistema
muy diferente al de cualquier otra familia de lenguas africanas. Estas relaciones
se expresan por medio de un cambio fonético muy complejo, que se produce en
las vocales interiores, y que ofrece grandes dificultades para quien trata de
aprender cualquiera de estas lenguas. También disponen de una serie de sufijos
para expresar determinadas construcciones verbales, como es el caso del
kanuri; otras se sirven de sufijos y prefijos, como en las lenguas nilóticas
meridionales. También poseen construcciones pasivas que se utilizan
frecuentemente y con mayor libertad que en español. Por ejemplo, una oración
como ella recibió un paquete se suele expresar por la forma un paquete fue
recibido por ella. Se puede acortar por medio de un paquete fue recibido. La
acción (recibir) y el objeto (paquete) constituyen la parte básica de la oración y
es la información relevante; el agente que lleva a cabo la acción prácticamente
carece de interés.
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FAMILIA KHOISÁN
Está formada por lenguas que cuentan con un menor número de hablantes, no
más de cien mil, en todo el continente. Son los idiomas que hablan los pueblos
del sur de África: san y khoisán; la más hablada es la nama, por unas 25.000
personas. Lejos de ella, al noreste de Tanzania, existen otras dos lenguas de la
misma familia: la sandawe, que cuenta con unos 23.000 hablantes y otra menos
divulgada, la hadza. Estas lenguas se caracterizan por un chasquido específico
en sus sonidos consonánticos, y en algunas, las palabras se inician con el
chasquido. Este sonido consiste en dos oclusiones seguidas, desde la zona
gutural hasta la labial. Para emitirlo la lengua succiona y forma una cavidad
vacía entre las oclusiones; al deshacerse, porque entra el aire exterior en dicha
cavidad, se produce ese sonido característico. En la escritura, los chasquidos se
representan por medio de letras que no se emplean como C, Q, X, o bien por
medio de unos signos especiales que representan un chasquido alveolar (?),
uno lateral (//), uno palatal (!) y uno dental (/). En este conjunto de lenguas, las
hay que poseen el sistema de género gramatical que, entre las lenguas
africanas, sólo se encuentra en el grupo camitosemítico.
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FAMILIA NIGERO-KORDOFANA
Incluye dos subfamilias: la nigerocongoleña y la kordofana. Ésta última abarca
unas treinta lenguas. Se localiza en un área pequeña al sur de Sudán, en las
montañas de Nubia, y está prácticamente rodeada por la familia nilosahariana y
las variedades del árabe que se hablan en la zona. La subfamilia
nigerocongoleña se distribuye por casi todo el continente al sur del desierto del
Sahara. Seguramente, como consecuencia de las migraciones, la subfamilia
nigerocongoleña se fragmentó en varias ramas, hará más de 5.000 años, por lo
que muchas lenguas emplean palabras parecidas para nombrar objetos y
acciones de la vida cotidiana; incluso algo similar ocurre con lenguas más
alejadas de la subfamilia kordofana, que muestran caracteres gráficos y
estructuras gramaticales próximas a las nigerocongoleñas. En contraste con el
escaso número de hablantes con que cuentan las lenguas kordofanas, cada tres
o cuatro africanos hablan una lengua del entorno nigerocongoleño.
Hace más de un siglo que se conoce la relación que existe entre las lenguas de
esta subfamilia. Por eso, pronto empezó a hablarse de lenguas bantúes (porque
la palabra bantú significa gente en muchas lenguas de este grupo). Las lenguas
bantúes más conocidas y habladas son: el zulú y el xosa de Suráfrica, el makua
de Mozambique, el ngamya de Malawi, el shona de Zimbabue, el bemba de
Zambia, el kimbundu y umbundu de Angola, el swahili y sukuma de Tanzania, el
kikuyu de Kenia, el ganda de Uganda, el ruandés de Ruanda, el rundi de
Burundi, el ngala y congo de la República del Congo y de la República
Democrática del Congo, el fang de Camerún. Ya empieza a ser conocida la
producción literaria de quienes escriben en alguna lengua bantú.
Por sí mismas, las lenguas bantúes no constituyen una familia aislada, es más,
podrían agruparse con otras de Nigeria como las tiv y birom. Todas se clasifican
como Benue-Congo, que es una rama de la subfamilia nigerocongoleña. Se trata
de la rama más numerosa de las lenguas africanas. El conjunto bantú aglutina
mayor número de hablantes que todas las demás lenguas nigerocongoleñas.
Por encima del área bantú y al norte de las repúblicas del Congo, se encuentra
la segunda rama de la subfamilia nigerocongoleña, el grupo adamaua oriental.
Sus miembros de mayor difusión son la zandé y la abandi; un dialecto de ésta,
conocido por sango, es una lengua franca que emplean las tribus de la
República Centroafricana y cuya importancia crece día tras día.
Al oeste de Nigeria se localizan cinco ramas más de la subfamilia
nigerocongoleña que han recibido la denominación de lenguas sudánicas
occidentales. Una de esas ramas, integrada por tres o cuatro lenguas vecinas,
en el delta del Níger, son las llamadas ijo o ijaw.
En la franja que discurre desde el sureste de Nigeria hasta Liberia se localiza la
rama kwa. Abarca lenguas tan importantes como: la yoruba de Nigeria, ewé de
Togo y Ghana, baulé de Costa de Marfil, kru de Liberia, entre otras. Muchas se
enseñan en las escuelas y se empieza a publicar una producción literaria escasa
pero creciente.
La rama gur se localiza al norte de la región lingüística kea, desde el occidente
de Nigeria hasta el interior de Costa de Marfil; en ella se incluye la lengua moré
de Burkina Faso, con dos millones de hablantes.
La rama atlántica occidental se extiende a lo largo de la costa atlántica, desde
Liberia hasta el norte del desierto de Dakar. A ella pertenecen las lenguas temné
de Sierra Leona, wolof y fulani, que es la más difundida (se la conoce también
por fula, fufulda o peul). Hay dos grandes concentraciones de hablantes de esta
lengua en Guinea-Conakry, y en el este de Nigeria y Camerún. Se trata de
poblaciones diseminadas que viven de una incipiente ganadería, vendiendo
carne, leche y mantequilla a las tribus vecinas. La fulani no es, como en
ocasiones se ha dicho, una lengua semítica.
Los hablantes de la rama mandé residen en lo que resta del occidente africano.
Uno de sus idiomas, que recibe varios nombres como malinka, malinke,
mandinga, bambara y diola, según las áreas, cuenta con tres millones de
personas, distribuidas desde Senegal hasta gran parte de Malí, Guinea y en el
norte de Costa de Marfil. También se hablan lenguas mandé en Sierra Leona y
Liberia. Pequeñas comunidades de hablantes de esta rama se diseminan por el
occidente de Nigeria. Hace poco tiempo se ha propuesto llamar a esta rama
mandekán, y parece que ha sido bien acogida la propuesta. Se cree que se trata
de la agrupación más antigua dentro de la subfamilia nigerocongoleña y que se
habla desde hace 5.000 años.
7
GRAMÁTICA BANTÚ
Las lenguas bantúes, que pertenecen a una rama de la subfamilia
nigerocongoleña, clasifican los nombres según un criterio peculiar. En swahili,
que es un idioma bantú, un determinado grupo de nombres añaden el prefijo mpara el singular y el wa- para el plural: por ejemplo, mtoto (niño) y watoto (niños).
Otro grupo emplea el prefijo ki- para el singular y el vi- para el plural: por
ejemplo, kikapu (cesto) y vikapu (cestos). Las palabras que modifican a los
nombres concuerdan con ellos según los prefijos: así mtu mzuri (buena
persona), y watu wazuri (buenas personas); kikapu kizuri (buen cesto) y vikapu
vizuri (buenos cestos). Existen algunos modificadores y pronombres personales
de tercera persona que no concuerdan con los nombres en el prefijo. Cada serie
de prefijos y de pronombres singular, plural o neutro (como el prefijo u- de uhuru
que significa libertad) define una clase de nombres y determina sus
concordancias.
Este sistema de clasificación, descrito en el párrafo anterior, es característico de
todas las ramas de la subfamilia nigerocongoleña, excepción hecha de la rama
de lenguas mandé, rasgo que comparte con la subfamilia kordofana. Esta
tipología hace pensar que perteneció a una lengua troncal de la que proceden
las dos subfamilias. Existen otras formas de clasificar los nombres, como lo
muestran las lenguas de la rama gur, que lo hacen por medio de prefijos y
sufijos, otras sólo por sufijos, pero en todas ellas subsisten pronombres
diferentes que no se combinan ni con prefijos ni sufijos y que son sólo aplicables
a cada clase de nombres a los que se refieran, rasgo inherente de las lenguas
bantúes. En la rama kwa, algunas lenguas poseen prefijos nominales pero
carecen de otras características. Existe otro rasgo para identificar las lenguas de
esta familia y consiste en el uso de la m como descriptor de nombres referidos a
líquidos, como aceite, agua o leche.
Aun cuando varía mucho la estructura gramatical de las lenguas
nigero-kordofanas, todas conceden gran importancia al tipo de acción (aspecto
verbal) y a la actitud del hablante ante la acción (modo verbal), pero no dan
relevancia al tiempo. Tienen construcciones diferentes para indicar la acción
habitual (ríe siempre), la potencial (podría reír o reiría), la terminada y
experimentada por los sentidos (ha visto al jefe), la actitud exhortativa (ojalá ría),
la desiderativa (si riera,...) entre otras posibilidades, que el español también
posee, gracias a la combinación modo y tiempo verbal. En una lengua
nigero-kordofana se expresan actitudes y tipos de acción sólo por medio de
prefijos, sufijos, partículas o incluso con una leve modificación formal del
pronombre o el verbo, que es un procedimiento relativamente sintético. Por otro
lado, las construcciones pasivas son escasas o sencillamente no existen dentro
de esta familia de lenguas que no son bantúes. Las preposiciones casi no
aparecen y lo que expresan, como el movimiento hacia, desde, a través y
demás, se expresa incorporado al verbo, en tanto que la localización como ante,
detrás de, sobre o bajo van incorporadas a los nombres.
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EL TONO
Salvo pocas excepciones, las lenguas nilosaharianas, las nigero-kordofanas, las
khoisán, así como las chádicas y algunas cusitas, son lenguas tonales, esto es,
las diferencias de tono en una sola sílaba hacen que cambie el significado de
una palabra, de un prefijo o de un sufijo, e incluso la función gramatical en la
oración. Por ejemplo, en un dialecto nigeriano kwi en tono alto significa navaja,
con tono medio, piedra de molino y con tono bajo, pollo; en el caso de dos
sílabas seguidas como ku bi, si las dos se emiten en un tono medio significa él
vino, pero si se emite la primera sílaba en un tono alto significa tiene que venir.
En las lenguas nigerocongoleñas, los distintos tipos de pronombres pueden
distinguirse únicamente por la altura tonal. En general, tales distinciones tonales,
así como las de intensidad, se omiten en la escritura; sin embargo, para que el
lector pueda distinguir las diferencias de significado, habría que indicarlas bien
con acentos, bien con otros signos diacríticos, que pocos diccionarios y
gramáticas de las lenguas africanas incluyen.
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OTRAS FAMILIAS LINGÜÍSTICAS
Hay otras dos familias, la malayo-polinesia y la indoeuropea que, en mayor o
menor grado, están presentes en las lenguas africanas. A la última pertenecen el
afrikaans y el inglés, ambas habladas en la República de Suráfrica, y el inglés en
Zimbabue; el francés que se habla en una extensa área de África, donde se
localizaban antiguas colonias francesas, y el español que se habla en Guinea
Ecuatorial y en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla, situadas al norte de
Marruecos. El malgache, que se habla en Madagascar, pertenece a la familia
malayo-polinesia.
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Lenguas de África
Lenguas de África
Historia
Los registros más antiguos que tenemos sobre lenguas sub-saharianas son documentos que datan de
los siglos X al XII y aunque unas pocas listas de lenguas africanas se recopilaron durante la Edad media,
no fue hasta los siglos XV y XVI cuando los europeos comenzaron a recolectar información en cierta
cantidad. Durante el siglo XVII hubo un florecimiento del estudio en estas lenguas, incluyendo
diccionarios de copto, nubio y congo y gramáticas de nama (hotentote), congo, geez y amhárico, entre
otras.
Durante el siglo XVIII se reconocieron tres lenguas bantúes como procedentes de un mismo antecesor,
el cual se pensó, incorrectamente, que todavía existía. Es posible que para 1778 William Marsden
reconociera el grupo bantú, aunque el primer documento escrito sobre esto es del 1816. Este temprano
reconocimiento del grupo bantú no es sorprendente, pues está formado lenguas fuertemente
relacionadas y que cubren un gran territorio de las dos terceras partes del África meridional. Con el grupo
bantú ocurre algo similar al grupo romance de lenguas indoeuropeas: son lenguas tan estrechamente
relacionadas entre sí que es fácil discernir su parentesco.
El otro grupo lingüístico que fue reconocido en el siglo XVIII fue el semítico. El erudito alemán Ludwig
von Schlözer es reconocido como el primero que definió y etiquetó a la rama semítica en 1781, si bien la
afinidad entre el hebreo, árabe y arameo estaba en conocimiento de estudiosos judíos y árabes desde
hacía siglos; igualmente los europeos tenían constancia de ello debido a la proximidad geográfica y a
que el Antiguo Testamento fue escrito en hebreo y arameo. Hacia 1700 Hiob Ludolf, que había escrito
gramáticas de geez y amhárico (lenguas semíticas etiópicas) enunció la extensión dela rama semítica al
este de África.
Durante la primera mitad del siglo XIX se añadieron dos familias lingüísticas: la bantú y la nama,
haciéndose el primer intento de clasificar las lenguas africanas en su totalidad en 1826. Dicho intento fue
obra de Adrien Balbi quien conectó las lenguas nama con las bushman, las cuales a su vez eran
diferentes a las habladas por los bantúes negroides alrededor. Más aún las nama y bushman poseían
chasquidos como nota característica, si bien la demostración lingüística de conexión genética entre estas
lenguas llegó más tarde.
También en 1860 se reconoció un grupo de lenguas conocidas como camitas, en las que se incluía el
antiguo egipcio (extinguido), bereber y cusítico, comprobándose más tarde una relación de estas lenguas
con las semíticas, lo que reunificó a ambos grupos en uno sola familia denominada entonces
camito-semítica. Sin embargo había un grupo residual de lenguas que no encajaban dentro de ninguna
de estas familias y que posteriormente serían encuadradas en un cuarto grupo denominado
nilo-sahariano.
Datos
En África se hablan unas 1.500 lenguas pertenecientes a cuatro familias lingüísticas: la afroasiática, que
se extiende por un amplio cinturón que cubre la mayor parte del tercio septentrional del continente y llega
al oeste de Asia; la congo-kordofán, que se compone de más de 1.000 lenguas y se habla por las dos
terceras partes meridionales de África, con la rama bantú ocupando la mitad meridional del continente; la
nilo-sahariana que se hallan en la región central y central-oriental de África, salvo una lengua, la songhai
que se habla en África occidental (Malí, Burkina Faso, Níger); y finalmente las lenguas de la familia
joisana, que en su día se hablaron por la mayor parte del tercio meridional de África pero que
actualmente y debido a la expansión bantú y a la ocupación europea sufren de extenuación y muchas se
han extinguido; hay varias docenas de lenguas joisanas que se hablan por grupo pequeños en Sudáfrica,
Namibia, Bostwana y Angola, donde las lenguas dominantes son bantúes (zulu, xhosa) o indoeuropeas
(afrikáans, inglés); las dos lenguas joisanas más divergentes se hallan en el norte de Tanzania.
Además de las cuatro familias mencionadas anteriormente, habría que añadir la representación que la
familia indoeuropea tiene en la lengua afrikáans y la que la familia austronésica tiene en la malgache.
Dialectos
Escritura
En cuanto a la escritura, sólo la poseen en torno a la mitad de las lenguas africanas y algunas no tienen
más testimonio escrito que unos fragmentos del Nuevo Testamento. Los alfabetos, excepto en el caso
del árabe y de algunas lenguas de Etiopía, están basados en adaptaciones del alfabeto romano
introducido por los movimientos misioneros. Algunas tribus han desarrollado su propio silabario, tal es el
caso del vai de Liberia y el bamún del Camerún.
Gramática
Con la excepción de unas pocas, todas las lenguas al sur del Sahara son, independientemente de su
afiliación genética, tonales, esto es, las diferencias de tono en una sola sílaba hacen que cambie el
significado de una palabra, de un prefijo o de un sufijo, e incluso la función gramatical en la oración. Por
ejemplo, todas las lenguas que pertenecen a la rama chádica de la familia afroasiática lo son, así como
las omóticas y algunas cusíticas; igualmente lo son todas las joisanas estudiadas hasta el momento y las
nilo-saharianas, ocurriendo lo mismo con las pertenecientes a la familia nígero-congoleña, con la
excepción de la wolof, serere y fula de la rama atlántica, así como la swahili de la rama bantú.
Por ejemplo, en un dialecto nigeriano kwi en tono alto significa 'navaja', con tono medio, 'piedra de
molino' y con tono bajo 'pollo'; en el caso de dos sílabas seguidas como ku bi, si las dos se emiten en un
tono medio significa 'él vino', pero si se emite la primera sílaba en un tono alto significa 'tiene que venir'.
En las lenguas nigero-congoleñas, los distintos tipos de pronombres pueden distinguirse únicamente por
la altura tonal. En general, tales distinciones tonales, así como las de intensidad, se omiten en la
escritura; sin embargo, para que el lector pueda distinguir las diferencias de significado, habría que
indicarlas bien con acentos, bien con otros signos diacríticos, que pocos diccionarios y gramáticas de las
lenguas africanas incluyen.
Es muy improbable que el tono se desarrollara independientemente en las familias lingüísticas
mencionadas anteriormente, por lo que cabe pensar que esta característica se difundió traspasando las
fronteras genéticas a través del continente africano.
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Familia AfroAsiática o camitosemíticas
Lenguas camitosemíticas
Lenguas camitosemíticas, principal familia de lenguas del norte de África y de
Oriente Próximo. Algunos estudiosos las denominan afroasiáticas por su
distribución geográfica, y cuentan con unos doscientos millones de hablantes.
Se ha pensado que procedía de una lengua madre que existió en torno al siglo
VII a.C., pero las lenguas más antiguas del grupo están fechadas a partir del
tercer milenio antes de Cristo El nombre de camito-semíticas, aunque arraigado,
conduce a error, porque sugiere la idea, hoy desautorizada, de que esta familia
de lenguas tiene dos ramas principales cuando se admite que existen seis
ramas o subfamilias igualmente independientes: la semítica, la bereber, la
egipcia, la cusita, la omótica, y la chad. Las seis ramas presentan bastantes
similitudes sintácticas, morfológicas, fónicas y léxicas lo que demuestra su
origen común. No obstante, algunas escuelas científicas debaten la relación de
las lenguas chad con las camito-semíticas.
Las lenguas semíticas incluyen el árabe, el hebreo, el amárico (lengua oficial de
Etiopía) y otras hoy desaparecidas, como la asirio-babilónica o acadio, el
arameo, el fenicio, el moabita y algunas otras. La rama egipcia del grupo
camito-semítico está formada por la antigua lengua egipcia, incluida la lengua
copta o copto, que ha pervivido hasta el siglo XIV. La rama bereber está
constituida por el tuareg y otras lenguas que hablan en el norte y noroeste de
África unos doce millones de hablantes. De ellos, muchos son bilingües
utilizando el árabe tanto como su lengua bereber, que escriben con caracteres
árabes. Las lenguas cusitas se hablan en Etiopía y Somalia, a lo largo del mar
Rojo, por trece millones de personas; está formado este grupo por el galla (que
hablan en Kenia y en el sur de Etiopía) de escritura en caracteres etíopes, y el
somalí en caracteres latinos. En el África central y occidental se hablan las
lenguas chad. La más importante de ellas es el hausa, lengua originaria del
norte de Nigeria y áreas limítrofes, y que también sirve como lengua franca de la
zona para millones de hablantes no nativos. Siempre se usaron caracteres
árabes en su escritura, pero en el siglo XX empieza a escribirse con el alfabeto
latino. En el oeste de Etiopía y el norte de Kenia existen en torno a veinte
lenguas omóticas habladas por casi dos millones de mujeres y hombres. Veáse
también Lenguas africanas.
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Familia Afro-asiática
Historia
Aproximadamente unas 240 lenguas afroasiáticas se hablan a través del tercio septentrional de África,
desde Marruecos y Mauritania en el Atlántico hasta Egipto, Sudán, Etiopía y Somalia en el lado oriental
de la costa mediterránea y el cuerno de África. Además hay lenguas semíticas en muchos países de
Oriente Medio, como Arabia Saudita, Jordania, Israel, Líbano, Siria e Iraq.
Por razones culturales y geográficas, la familia semítica fue la primera rama de la familia afroasiática que
fue reconocida por los estudiosos europeos. La conexión existente entre el hebreo, arameo y árabe ya
había sido conocida por los eruditos judíos y musulmanes desde tiempo atrás, aunque el francés
Guillaume Postel en 1532 la definió. En 1702 Hiob Ludolf extendió a este núcleo semítico las lenguas
semíticas etiópicas, acuñando en 1781 Schlözer el término semítico para englobar esta rama.
Durante la primera mitad del siglo XIX, el antiguo egipcio, el bereber y las lenguas cusíticas fueron
agrupadas en una rama denominada camita, estableciéndose una relación entre estas lenguas y las
semíticas, con lo que la familia se denominó camito-semítica.
Datos
Las lenguas afroasiáticas son habladas por unos 175 millones de personas, aunque sólo unas pocas
lenguas cubren la mayor parte de ese número. Sólo el árabe es hablado por unos 100 millones de
personas, seguido a distancia por el hausa (12 millones de nativo hablantes y 13 millones que lo hablan
como segunda lengua), amhárico (8 millones), oromo (7 millones), tigriña (4 millones), silha (3 millones),
hebreo (3 millones), tamazight (2 millones), somalí (2 millones), cabileño (1 millón) y riff (1 millón).
Dialectos
La familia afroasiática tiene seis ramas:

Antiguo egipcio, que en sus últimos años de existencia fue conocido como copto, se extinguió en el
siglo XVII, aunque las iglesias coptas lo usan en su liturgia.

Bereber, hablado por unos 11 millones de personas en Marruecos y Argelia mayormente, aunque
también hay lenguas bereberes en Túnez, Libia, Mauritania y Senegal. En su momento estas
lenguas se hablaron por todo el norte de África, pero la expansión árabe con el surgimiento del Islam
en el siglo VII d. C. restó protagonismo a estas lenguas y de hecho la mayor parte de nativo
hablantes bereberes (sobre todo los hombres) son bilingües en árabe. Los tuaregs, ampliamente
dispersos por Níger, Malí y Nigeria también hablan una lengua bereber.

La rama chádica, con unas 125 lenguas y 30 millones de hablantes, se localiza sobre todo en Chad,
Níger, Nigeria, Camerún y la República Centroafricana. Una sola lengua, hausa, reúne al 80 por
ciento de hablantes chádicos.

Omótica es otra rama de las lenguas afroasiáticas con 1 millón de nativo hablantes, principalmente
en Etiopía occidental y norte de Kenia. Esta rama la forman unas tres docenas de lenguas.

Las lenguas cusíticas, con 12 millones de hablantes, se hallan en Sudán, Etiopía, Kenia, Somalia y
Tanzania.

Las lenguas semíticas se hablan en el norte de África y el Medio oriente. En total son unas 20
lenguas y 120 millones de hablantes, siendo la más numerosa, como ya hemos dicho, la árabe. En
cuanto a número de lenguas semíticas, Etiopía registra la mayor cifra.
Escritura
Gramática
Las lenguas afroasiáticas, con la excepción de las chádicas, omóticas y cusíticas, muestran una
característica inusual: la mayor parte de sus raíces verbales, de las cuales derivan los nombres,
consisten de tres consonantes, con semivocales contando como consonantes.
El orden dominante en las lenguas semíticas, egipcio antiguo y bereber es verbo, sujeto, objeto, aunque
en amhárico es sujeto, objeto y verbo; en las lenguas chádicas es mayormente sujeto, verbo y objeto,
aunque también se halla verbo, sujeto y objeto, y en las cusíticas es casi siempre sujeto, objeto y verbo.
En fonología las consonantes oclusivas t y q (de k) fueron retenidas pero no la p; las africadas de
lenguas relacionadas (que comenzaron siendo oclusivas y fueron liberadas como sonidos fricativos) si
alguna vez existieron se perdieron o fueron reemplazadas por sonidos sibilantes e interdentales (que se
simbolizan como s, th, th, dh); los sonidos laterales y los interdentales se perdieron en la mayor parte de
las lenguas. Los sonidos labiales velarizados (menos en el grupo etiópico) y todos las oclusivas
post-velares se perdieron. En cuanto a las glotales, faringeales y laringeales, seis de ellas (gh, kh, ', h, `,
h) se retienen en árabe y se conservaron en otras lenguas semíticas en la etapa antigua. El hebreo y el
arameo retienen ', h, `, (aunque sólo kh en hebreo moderno y en la mayoría de los dialectos arameos);
posteriormente el etiópico y el púnico conservaron sólo ' y el acadio sólo kh y ' (pero se convirtió en e en
palabras que anteriormente incluían gh, ' o h). El sistema original de seis vocales cambió en todas
partes, preservando el árabe el más amplio.
La formación de las palabras se alcanza por un intrincado sistema de infijos vocales acompañados a
veces por unos pocos sufijos o prefijos. Cada modelo de infijación, en combinación con una raíz
consonántica más los afijos, tiene su propio significado. El nombre árabe ma-KTaB-, por ejemplo,
significa 'lugar de escritura, escuela' y KaTTaB- significa 'escritor, escriba' KaTiB- un participio significa
'escribiendo'; ya-KTuB-u, la forma imperfecta es 'él escribe'; yu-KaTTiB-u, otro imperfecto es 'él escribe,
él enseña a escribir' y KaTaBa, el perfecto, significa 'escribió'.
En lo referente a la morfología, el género masculino no va marcado mientras que el femenino es -a o
-(a-)t-, aunque -t- perteneció originalmente a otra serie de marcadores de género (en los cuales había
más de dos géneros). La declinación del nombre y del pronombre se mantuvo en la etapa antigua, con
los casos nominativo, genitivo, acusativo, dativo-locativo y locativo-adverbial. La terminación
dativo-locativo se perdió en árabe y la forma locativo-adverbial apareció sólo en acadio. Hay rastro de un
sufijo usado al principio como artículo definido -m(a) o -n(a), mantenido en árabe como marcador de la
forma indefinida del nombre; posteriormente aparecieron nuevos artículos definidos. El dual del nombre
se expresó en la etapa antigua pero se perdió en etapas posteriores. El plural de los nombres se forma
en semítico septentrional por el alargamiento de la forma en singular. En el semítico meridional se usa el
plural fracto, como en árabe kalb- 'perro' kil(b-) 'perros'.
Las lenguas semíticas occidentales (salvo el etíope y las lenguas arábigas meridionales) han perdido el
antiguo imperfecto y lo han reemplazado por el modo subjuntivo, reduciendo así el esquema vocálico. La
forma estativa del verbo, presente en acadio, evolucionó a una nueva forma perfecta (árabe qatala
'mató', marida 'estaba enfermo'), dejando la forma ya-qtul, que era originalmente perfecta y jusiva
(manera de expresar un deseo o una orden), por la jusiva sola.
El sistema de formación de la palabra en semítico no favorece los préstamos, especialmente los
verbales. No obstante, hay un número de los mismos desde el sumerio al acadio; desde el acadio, iranio
y griego al arameo; desde el persa y turco al árabe y desde el agau y otras lenguas cusíticas a las
lenguas semíticas.
6
FAMILIA NILOSAHARIANA
FAMILIA KHOISÁN (Joisana)
FAMILIA NIGERO-KORDOFANA
Fuentes
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2.
Biblioteca de Consulta Microsoft® Encarta® 2003. © 1993-2002 Microsoft
Corporation. Reservados todos los derechos.
"Lenguas del Mundo." http://www.proel.org/mundo2.html (06/17/07 12:38:43)
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4.
"Lenguas de África." file:///K:/jmdomin/proel/africa.htm (07/04/07 19:38:49)
5.
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6.
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Bibliografía
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Corporation. Reservados todos los derechos.
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