Durante las últimas dos décadas se ha renovado el interés sobre

Anuncio
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
EVALUACIÓN COGNITIVA
ADAPTADO DE PARKS, C. W y HOLLON, S. D. (1993) EN A.S. BELLACK Y M.
HERSEN. MANUAL PRÁCTICO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. DESCLEÉ DE
BROUWER. CAPÍTULO 6
Durante las últimas dos décadas se ha renovado el interés sobre los
procesos cognitivos en la terapia conductual. Una vez relegado al
estatus de epifenómeno mentalista, la consideración de la cognición y el
procesamiento de la información, tanto en la psicopatología, como en el
cambio de la conducta, ha empezado a recibir otra vez una mayor
atención. Como ha descrito Mahoney (1977), no es anticientífico
combinar constructos no directamente observables con otros, siempre
que estos fenómenos estén directamente relacionados con los
observables.
Esto es lo que intentan los nuevos esfuerzos de la evaluación
cognitiva. Evidentemente, existen límites para lo que puede esperarse.
Como han demostrado Nisbett y Wilson (1977), los sujetos pueden no
ser capaces de describir con exactitud los procesos que han seguido
hasta llegar a un juicio. Mientras que las personas pueden describir los
productos de su procesamiento de información, los mismos procesos
seguidos pueden ser deducidos sobre la base de paradigmas de
evaluación cuidadosamente estructurados. La recuperación de la
memoria parece ser un proceso ampliamente reconstructivo (cf. Loftus &
Loftus, 1980), implicando que cada instante sucesivo de recuperación
puede ocasionar la modificación de la huella existente.
Kendall y Korgeski (1979) han subrayado algunos de los propósitos
perseguidos por la evaluación cognitiva. En resumen se incluyen: (a) el
interés por los procesos y contenidos del fenómeno en sí mismo; (b) el
interés por clarificar el rol que desempeñan tales cogniciones en la
etiología o mantenimiento de la psicopatología; (c) el interés por
averiguar si esas estrategias de cambio que según se afirma funcionan
alterando el contenido y los procesos cognitivos, realmente lo hacen
cambiando dichos contenidos y procesos y (d) el interés por determinar
si estos procedimientos que parecen implicar la manipulación de la
cognición se aplican adecuadamente. Por lo tanto, se necesita una
evaluación cognitiva exacta si uno está interesado en la cognición como
fenómeno en sí mismo (variable dependiente), como un mecanismo que
mediatiza el cambio en otros fenómenos de interés (variable intermedia)
o como una prueba manipulativa para la intervención clínica o
experimental (variable independiente). En cualquiera de estos casos, el
interés puede variar desde la investigación básica de la psicopatología
1
hasta la investigación de los resultados del tratamiento.
En este capítulo, en primer lugar ofrecemos un resumen de los tipos
de métodos elaborados para evaluar el contenido, estructura y procesos
cognitivos; el área está probablemente mejor elaborada en el primer
aspecto que en los dos últimos, pero algunas nuevas metodologías son
evidentemente sugerentes. Y posteriormente, incluímos un resumen de
los principales instrumentos. Empezamos con una descripción de los
distintos enfoques de la evaluación cognitiva.
¿COMO EVALUAMOS LA COGNICION?
Existe un número de métodos y procedimientos especificamente
diseñados para medir el funcionamiento cognitivo. Estos enfoques varían
en los tipos de suposiciones inherentes a cada técnica. Del mismo
modo, cada técnica varía en las ventajas y desventajas asociadas a su
uso.
Procesos de Rumiación Verbal
Métodos de Registro
Pensamiento en voz alta. En el procedimiento de «pensamiento en voz
alta», se instruye al cliente para que verbalice todo lo que venga a su
mente, normalmente durante un período de 5 a 10 minutos.
Afortunadamente, el cliente no estará dispuesto a corregir ninguna de las
cogniciones que le vayan surgiendo. El método de pensamiento en voz
alta presenta algunas desventajas. En primer lugar, la orden de pensar
en voz alta contínuamente durante un período de tiempo específico
coloca al cliente en una disposición poco natural. Consecuentemente,
los esfuerzos para verbalizar por encima de la fluidez fundamental del
pensamiento verbal (e. g., dos o más pensamientos pueden surgir a la
vez), pueden interferir en la fluidez natural de la conciencia (Klinger,
1978). Es probable que el sujeto revele sólo una parte de lo que sucede
en su interior porque existe cierta cadencia entre el pensamiento y su
verbalización. La ventaja fundamental que está asociada a este enfoque
se refiere al incremento de la capacidad del sujeto para manifestar el
contenido y secuencias de su actividad mental interna, dada la cercana
contiguidad temporal entre la aparición del pensamiento y su
manifestación. Pope (1978) encontró que los sujetos que pensaban en
voz alta cambiaban el contenido de sus pensamientos a tópicos nuevos
cada 30 segundos aproximadamente, mientras que los sujetos que no
participaban en el pensamiento en voz alta cambiaban el contenido de
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
los temas cada 5 ó 6 segundos aproximadamente. Estos hallazgos
sugieren que con este enfoque puede obtenerse una mayor cantidad de
detalles del contenido de los tópicos.
Diálogo interno. El diálogo interno consiste simplemente en una
conversación audible que no parece responder a una función
comunicativa pero se considera que está muy relacionada con el
pensamiento.
Vygotsky (1962) y Piaget (1926) han especulado sobre las
conexiones
entre
el
diálogo
interno
y
el
pensamiento.
Desafortunadamente son numerosas las limitaciones asociadas a la
recogida de conversaciones privadas. En el mejor de los casos, resulta
difícil la simple grabación de una conversación audible. Los sujetos rara
vez articulan y enuncian palabras con claridad porque éstas no
persiguen un propósito comunicativo. Con frecuencia el único signo
indicativo de que se está produciendo un diálogo interno es un leve
movimiento de los labios. Salvo que la situación esté contenida, es difícil
controlar el contenido de las verbalizaciones (Genest & Turk, 1981).
Pensamientos articulados. Davison, Robins y Johnson (1983)
propusieron un procedimiento de evaluación cognitiva en vivo
denominado Pensamientos Articulados durante Situaciones Simuladas
(PASS). Con este procedimiento se graba una conversación y se
instruye a los sujetos para que actúen como si tomaran parte en el
suceso que está ocurriendo. Se escucha una porción breve de 12 a 15
segundos de la cinta, seguido por 30 segundos de silencio. Durante este
período los sujetos deben manifestar lo que están pensando o sintiendo.
Este proceso se repite contínuamente y se registran los comentarios
verbales del sujeto para utilizarlos posteriormente. Davison y sus
colaboradores encontraron que los comentarios evaluativos de los
sujetos variaban en función de la situación o el contexto. El compromiso
personal percibido afectaba al modo de pensar de los sujetos. Los
sujetos manifestaban menos pensamientos racionales al enfrentarse a
situaciones socioevaluativas interesantes, que cuando trataban sobre
situaciones que no implicaban crítica hacia ellos mismos (Davison,
Feldman & Osborn, 1984; Davison et al; 1983). El equilibrio de los
comentarios de los sujetos también variaba en función del objetivo de las
críticas de quien hablaba (Davison et al., 1983). Este procedimiento
permite la evaluación de contenidos y procesos cognitivos en una
variedad de contextos. La presunción subyacente inherente a este
procedimiento es que los modelos de pensamiento de las personas
están relacionados con las situaciones en las que se encuentran ellas
mismas. Así, al estructurar situaciones hipotéticas dentro de un contexto
2
clínico, el terapeuta o investigador puede modelar la situación
estructurada para evaluar cualquier modelo de pensamiento que desee.
Métodos de Confirmación.
Los métodos de confirmación implican generalmente la presentación
de una determinada muestra de items al sujeto. La tarea del sujeto
consiste en puntuarlos de algun modo (e. g., frecuencia de aparición,
grado de creencia o en qué proporción cada cognición es característica
o descriptiva para el sujeto). Hay dos tipos de estrategias diferentes en
relación a la elaboración de los items. Los items pueden estar
racionalmente elaborados, por algún experto o juez o pueden
seleccionarse empíricamente sobre la base de la capacidad de los items
para discriminar satisfactoriamente entre grupos relevantes específicos.
El método de confirmación es un método de evaluación muy utilizado
que comúnmente implica multitud de diferentes estrategias. Por ejemplo,
algunos procedimientos de confirmación se diseñan para evaluar los
procesos cognitivos de un cliente mientras éste completa una tarea
específica; otros son mucho más generales.
Un enfoque de este tipo favorece por sí mismo la exploración de las
influencias contextuales. Además, los estilos de procesamiento cognitivo
también pueden dirigirse utilizando dichas estrategias. El método de
confirmación, sin embargo, no carece de limitaciones. Como el método
confía tanto en la memoria del cliente, con frecuencia se plantean
cuestiones relativas a la totalidad y a la precisión de esta memoria. Del
mismo modo, esta metodología es particularmente vulnerable a las
variables situacionales como la deseabilidad social o a las
características de la demanda (Mitchell & Richman, 1980; Richman,
Mitchell & Reznick, 1979).
Métodos de producción
Durante los últimos años se ha producido un desarrollo significativo
de procedimientos de autoinforme en vivo que permiten la evaluación
natural de procesos cognitivos (Hollon & Kendall, 1981; KLinger, 1978).
Los métodos de producción favorecen su aplicabilidad a los entornos
clínicos, donde la necesidad de flexibilidad para la especificación,
compensa la complejidad originada por la uniformidad de puntuación.
Listado de pensamientos. La recogida de datos cognitivos mediante
listado o verbalización de los pensamientos es una de las estrategias
más comunes de la literatura sobre la evaluación cognitiva (Cacioppo &
Petty, 1891). Se obtienen muestras de pensamientos de los sujetos me-
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
diante diferentes mecanismos, entre ellos: (a) pensamientos provocados
por estímulos (e. g., Roberts & Maccoby, 1973), (b) pensamientos
generales sobre un tema o problema dado (Greenwald, 1968) y todos los
pensamientos que surgen mientras se anticipa o se atiende a un
estímulo (Petty & Cacioppo, 1977). El tipo de instrucción dado parece
influir sobre el tipo de listado producido (Petty & Cacioppo, 1977).
Cuando se pide a los sujetos que «intenten registrar esas ideas que han
pensado durante los últimos minutos», los pensamientos manifestados
tienden a ser desfavorables o sin relación con el tema o problema. Por el
contrario, cuando se pide a los sujetos que hagan un listado de sus
opiniones sobre un tema o problema particular, tienden a manifestar
pensamientos más favorables y el número de pensamientos neutrales o
irrelevantes es menor. Igualmente, el intervalo de tiempo para manifestar
respuestas de pensamiento se ha demostrado que es una variable muy
importante, en intervalos breves (i.e., 2-3 minutos) se producen los
pensamientos más significativos (Petty & Cacioppo, 1981).
Muestreo de pensamiento. Otro método de producción es el denominado
muestreo de pensamiento. Con este procedimiento, el experimentador
interrumpe al cliente en intervalos aleatorios en el laboratorio o mediante
algún tipo de generador de estímulos, como una sirena electrónica o un
generador de tonos (Hurlburt, 1976, 1979, 1980).
Independientemente del estímulo presentado, cuando el cliente
percibe un estímulo, registra las cogniciones inmediatamente anteriores
a la interrupción. El desarrollo de técnicas como ésta permite a los
investigadores evaluar los fenómenos cognitivos con tanta proximidad
temporal a su aparición como sea posible. Se han elaborado dos tipos
de estrategias de recogida de datos relacionadas con el procedimiento
de muestreo de pensamiento: los datos descriptivos y las valoraciones.
Con el procedimiento descriptivo, el experimentador solicita a los clientes
una descripción narrativa de su flujo de pensamiento justamente
anteriores a la interrupción. Una narración descriptiva consiste
generalmente en multitud de pensamientos expresados en forma de
frases. Tal procedimiento es particularmente útil en el examen de las
propiedades de la fuente de pensamiento expresado durante una sesión
de muestreo de pensamiento, así como para el examen de la naturaleza
de las dimensiones del pensamiento.
Los datos procedentes del muestreo de pensamiento proporcionan al
cliente la oportunidad de reconstruir lo que estaba sucediendo justo
antes de la interrupción (Klinger, 1978). Así, el procedimiento evita en lo
posible el uso de la memoria retrospectiva, ciertamente menos que en el
caso de los cuestionarios (Klinger, 1978; Sheehan, Ashton & White,
3
1983). Los participantes manifiestan que los segmentos de pensamiento
que suceden antes de la interrupción, generalmente duran alrededor de
cinco segundos (Klinger, 1978). Esta estimación coincide con lo que la
mayoría de los investigadores consideran memoria a corto plazo. Dada
la naturaleza efímera de la memoria a corto plazo, es importante que el
proceso descriptivo del muestreo de pensamiento sea ejecutado tan
eficazmente como sea posible. Por lo tanto, puede facilitar, el
proporcionar a los clientes algún tipo de conocimiento sobre las variables
de interés, para que los clientes puedan focalizar su atención en esos
aspectos de su experiencia interna. Klinger y sus colaboradores han
intentado examinar sistemáticamente el efecto de las influencias
motivacionales sobre el contenido del pensamiento de alerta: el
constructo común de preocupación (Klinger, Barta & Maxeiner, 1981).
Una ampliación de esta línea de investigación ha sido el desarrollo de
una línea de instrumentos de evaluación diseñados para evaluar las
preocupaciones comunes (i. e., el estado del organismo entre la obligación de un propósito y la consecución del mismo o el desencanto
producido al alcanzarlo; Klinger, 1977).
Registro de sucesos. El procedimiento de registro de sucesos, una forma
de autoregistro, implica el muestreo de conductas o acontecimientos de
interés (ver Hollon & Kendall, 1981, para más información). En tal
contexto, se puede pedir al cliente que ejecute un número de
actividades. Por ejemplo, una tarea puede consistir en prestar mucha
atención cuando suceden acontecimientos específicos y describir los
pensamientos que surjan mientras dure el mismo. Otra tarea puede ser
describir en detalle la situación o secuencia de sucesos que acontecen
inmediatamente antes o después del suceso en cuestión. Como la
mayoría de las secuencias pensamiento-conducta no adaptativas que
tienen interés clínico, suceden con mucha frecuencia, llega a ser más
importante recoger datos sistemáticos de estos sucesos de baja
frecuencia, especialmente si el objetivo eventual consiste en la
modificación de las conductas no adaptativas en cuestión. Un enfoque
de este tipo necesita que el cliente entienda con claridad los fenómenos
de interés. Es probable que un enfoque tan intensivo provoque un
aumento de reactividad. Esta técnica ha llegado a ser un componente
integral del tratamiento cognitivo-conductual de la depresión (Beck,
Rush, Shaw & Emery, 1979), la ansiedad (Beck & Emery, 1985;
Goldfried, 1979; Goldfried, Decenteceo & Weinberg, 1974; Goldfried &
Goldfried, 1980), la agresividad (Novaco, 1979) y el alcoholismo (Marlatt
& Gordon, 1979, 1985).
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
Métodos Inferenciales
Una tendencia importante de los últimos años ha implicado el uso de
una variedad de tareas obtenidas de la investigación cognitiva básica
para estudiar las organizaciones cognitivas (o estructuras) de
poblaciones clínicamente relevantes. Generalmente, esto implicaba
estudios de organizaciones/estructuras cognitivas en varios grupos
psicopatológicos (ver por ejemplo, Goldfried & Robins, 1982, 1983;
Hollon & Kriss, 1984; Turk & Salovey, 1984a; Turk & Speers, 1983),
existen también ejemplos interesantes sobre el estudio del proceso de
enjuiciamiento clínico (e. g., Cantor, Smith, French & Mezzich, 1980;
Horowitz, Post, French, Wallis & Siegelman, 1981).
Frecuentemente, estos esfuerzos van dirigidos a descubrir varios
aspectos del procesamiento de esquemas. El concepto de esquema
cognitivo ha empezado a desempeñar un papel progresivamente mayor
en las teorías cognitivas recientes. Inicialmente introducidas por Bartlett
(1932) y posteriormente propuestas por Neisser (1967, 1976), las
esquematizaciones se consideran como organizaciones asociativas
internas, básicamente adquiridas a través de la experiencia previa que
dirigen el modo en que un individuo busca información, los modos en
que se seleccionan ciertas características de toda la información
disponible en cualquier contexto dado, la credibilidad asignada a tal
información, los modos de combinar la información nueva con la
información anterior ya almacenada en la memoria, las inferencias que
se generan en condiciones de ambigüedad e incertidumbre y el
almacenamiento y recuperación posterior de la información (Alba &
Hosher, 1983; Kihlstrom & Nasby, 1981; Neisser, 1967,1976; Nisbett &
Ross, 1980; Taylor & Crocker, 1981). Evidentemente, cualquier interés
por el proceso cognitivo debe incluir un interés paralelo en más que una
sola cognición específica de una situación determinada (aunque las
observaciones discretas también son importantes por sí mismas). Los
esfuerzos por evaluar los fenómenos como los constructos personales,
los prototipos y, en el último nivel de abstracción, la esquematización,
reflejan el deseo de conseguir esos supuestos niveles superiores de
organización cognitiva.
Un gran número de los paradigmas de evaluación que se describirán
a continuación tienen la tendencia a ser de naturaleza bastante indirecta;
virtualmente, todo depende de la inferencia; los investigadores no piden
a los sujetos que manifiesten su autoesquema operativo, los constructos
personales, etc. Estas estructuras cognitivas se infieren a través de las
ejecuciones de los sujetos en una variedad de tareas cognitivas y/o
conductuales, típicamente elaboradas y validadas en la literatura básica
4
de la psicología cognitiva. A continuación describimos algunos de los
procedimientos más sobresalientes que han sido empleados en la
literatura clínica y que pueden ser interesantes para los investigadores y
clínicos de orientación conductual y cognitivo-conductual. Hemos
recogido las categorías básicas de la recopilación que realizaron
Kihlstrom y Nasby (1981).
Características de las categorías sociales. Una muestra importante
de procedimientos trata de identificar los constructos personales
mediante los cuales las personas organizan la información,
generalmente induciendo a los sujetos para que elaboren las
características adscritas a alguna categoría determinada. Por ejemplo,
Cantor (1980a, 1980b; Cantor & Mischel, 1979) ha adaptado un
procedimiento originalmente elaborado por Rosch (1978) donde se pide
a los sujetos que formulen un listado de los atributos de una categoría;
las características comunes se utilizan después para definir un prototipo
consensual. Tales metodologías parecen suplir al viejo y más extenso
Test de Repertorios de Constructo de Roles (Bonarius, 1965; Kelly,
1955).
Categorías de juicio. Si la esencia del análisis de características
implica presentar a los sujetos una categoría general y pedirles que
proporcionen sus atributos o características (instantáneas), entonces la
esencia del enfoque de categoría de juicio implica presentar a los sujetos
características o atributos específicos (instantáneas) y después pedirles
que determinen si tales características pertenecen a una categoría
general. Multitud de tipos de medidas han sido aplicadas a dichos juicios
de categoría, incluídas la simple confirmación (Markus, 1977), la latencia
(parece existir una relación curvilínea entre el prototipo y la latencia de
categorización; Fazio, Sanbonmatsu, Powell & Kards, 1986; Kuiper &
Derry, 1981), y la utilización del falso reconocimiento (Cantor & Mischel,
1977; Dodge & Frame, 1982; Rogers, Rogers & Kuiper, 1979; Tsujimoto,
1978).
El uso del recuerdo aleatorio como tarea de prueba implica que los
sujetos no están informados de que se les pedirá que recuerden las
instantáneas específicas; esto evita que cualquier estrategia
idiosincrática de ensayo sea confundida por los resultados. También
implica que el paradigma no puede repetirse a modo de medida, una
limitación importante para los investigadores interesados en estudiar el
cambio a lo largo del tiempo. Como en el caso del estudio sobre el
autoesquema (ver, por ejemplo, Rogers, Kuiper & Kirker, 1977), primero
se pide a los sujetos que evaluen una lista de palabras (adjetivos
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
generalmente) bajo una de las condiciones: estructural («¿la palabra
está escrita en mayúscula o no?»), de fonemas («¿Suena como ?»);
semántica («¿Significa lo mismo que _______________ ?»)
y
autoreferente («¿Te describe?»). Generalmente, la lista de palabras de
interés más larga se divide en sublistas de idéntica extensión, las cuales
se equiparan en base a características importantes como la frecuencia
de palabras, positividad-negatividad y asociatividad, con diferentes
sublistas equilibradas mediante las condiciones previamente descritas.
Tras completar estas tareas se pide a los sujetos que recuerden todos
los adjetivos posibles en un período de tiempo limitado: el componente
de recuerdo aleatorio. Bajo la profundidad del modelo de procesamiento
(Craik & Tulving, 1975) las palabras procesadas afirmativamente en la
condición de autoreferencia se supone que aparecerán con mayor
frecuencia en el recuerdo aleatorio. Esto parece ser cierto, puesto que
multitud de investigadores han descubierto, por ejemplo, que los sujetos
depresivos parecen tener un esquema autoreferencial negativo (cf.
Hammen, Marks, Mayol & deMayo, 1985; Kuiper & Derry, 1981). Muchos
otros grupos no han advertido un procesamiento esquemático en los
sujetos depresivos (Davis, 1979b; Ingram, Smith & Brehm, 1983), pero
puede que no hayan utilizado los estímulos claves idóneos para tal
esquema.
Organización en recuerdo libre. El tercer enfoque para la evaluación
de la esquematización y los constructos personales implica la detección
de modelos de organización subjetiva impuestos sobre el recuerdo de
claves específicas, aprendidas como parte de modelos estimulares
aleatorios. Basado en el trabajo de Sternberg y Tulving (1977), este
paradigma implica generalmente hacer que los sujetos aprendan listas
de palabras claves distribuídas aleatoriamente y que posteriormente
recuerden tantas palabras como les sea posible sin ninguna
construcción sobre el orden del recuerdo. En los intentos sucesivos,
puede enseñarse a los sujetos a agrupar las palabras recordadas que
para ellos estén asociativamente relacionadas; esto es, la organización
subjetiva ocurre a lo largo de líneas esquemáticas. Davis y sus
colaboradores han hecho un uso específico del paradigma de recuerdo
libre e intento múltiple.
Memoria y predicción autobiográfica. Otra categoría implica la
exploración de los registros referentes a las experiencias personales.
Según Bartlett (1932) y Neisser (1967, 1976), se supone que las
esquematizaciones guían el proceso de recuerdo, una premisa que
parece haber surgido de la literatura (Alba & Hasher, 1983).
Distribución del espacio psicológico. Finalmente, existen trabajos
recientes que han utilizado la escala multidimensional para distribuir las
5
relaciones perseguidas entre las características de las categorías o de
los objetos de interés (Landau & Goldfried, 1981). Por ejemplo, Landau
(1980) encontró que las fobias a los perros, en relación a los controles
no fóbicos tendían a enfatizar más la ferocidad de una raza que su
tamaño. Claramente, tal procedimiento podría tener más mérito para
explorar la diferenciación cognitiva entre los grupos de interés.
Evaluación clínica de las imágenes.
En algunas ocasiones, las fantasías y sueños de los clientes pueden
proporcionar claves sobre el problema existente (Beck, 1970; Tower &
Singer, 1981). Algunos temas fantásticos son útiles como medios de
diagnóstico, porque varios temas están asociados con las categorías
nosológicas. Por ejemplo, temas referentes al fracaso y autodegradación
se asocian a la depresión; el peligro personal se asocia con la ansiedad
o los desajustes fóbicos (Beck, Laude & Bohnert, 1974); la persecución
se asocia a los desajustes paranóicos (Beck, 1970). Parecen existir
también vínculos entre los sueños que se presentan durante los estados
de vigilia y los estados de sueño nocturno, las cogniciones verbales y la
psicopatología (Beck, 1967). Del mismo modo, los datos de investigación
clínica sugieren que el recuerdo del material fantástico provoca una
reestructuración cognitiva (Beck,1970).
La mayoría de los instrumentos diseñados para medir las imágenes,
miden en realidad la capacidad imaginativa (Sheehan et al., 1983). Se
han elaborado tests manipulativos donde la capacidad imaginativa se
infiere de la manipulación mental de las relaciones espaciales (e. g.,
Minnesota Paper Form Board: Likert & Quasha, 1970). La mayoría de los
tests de capacidad imaginativa son cuestionarios o medidas de
autoinforme en los que los sujetos relatan las características de la
conducta imaginativa (e. g., vivacidad o controlabilidad). Uno de los
cuestionarios de imágenes más utilizado es el Inventario de Procesos
Imaginativos (Singer & Antrobus, 1972). Otra medida se centra en la
evaluación en vivo de la actividad mental interna. Las técnicas de
autoinforme inmediato tratan de captar la experiencia interna según
sucede. Algunos ejemplos de procedimientos de autoinforme inmediato
incluyen el procedimiento de pensamiento en voz alta (Hurlburt, 1976,
1979, 1980; Klinger, 1974; Pope, 1978) y los procedimientos de
muestreo de pensamientos (Hurlburt, Lech & Saltzman, 1984; Klinger,
1978; Klos & Singer, 1981). Otros tipos de evaluación imaginativa (e. g.,
proyectos, medidas psicológicas) se incluyen entre los agrupamientos
globales.
Existen ventajas y limitaciones obvias inherentes al uso de cada uno
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
de estos tres enfoques. La evaluación de las imágenes realizada en el
laboratorio puede no ser generalizable a otras situaciones. Las medidas
de autoinforme confían plenamente en el recuerdo y asumen que los
individuos son conscientes de su experiencia interna (Klinger, 1978). La
mayoría de las técnicas de autoinforme inmediato son procedimientos
bastante recientes para la mayoría de los individuos, consecuentemente,
la validez ecológica de estos procedimientos necesita ser dirigida periódicamente. Una de las principales ventajas de estos procedimientos
consiste en su capacidad para lograr datos sobre los pensamientos y
experiencias internas asociadas a la fuente de conciencia en el dominio
visual (Singer, 1984).
Una duda habitual que se plantea en investigación es si las medidas
de autoinforme existentes sobre la capacidad cognitiva pueden evaluar
clínicamente dimensiones relevantes de capacidad imaginativa (Strosahl
& Ascough, 1981). No sería de sorprender que la imaginación
experimental y la clínica pudieran implicar procesos cognitivos
diferentes. Por supuesto, lo sorprendente es que muchas de las medidas
de autoinforme normalmente utilizadas en la investigación clínica sobre
la imaginación, están diseñadas para su uso experimental en laboratorio
(Strosahl & Ascough, 1981). De este modo, hay necesidad de un
programa de investigación encaminado a la elaboración de instrumentos
de evaluación para evaluar la imaginación en el contexto terapéutico.
AREAS ESPECÍFICAS DE CONTENIDO
Depresión.
Se ha elaborado una serie de procedimientos para evaluar la relación
entre la cognición y la depresión, aunque la mayoría de ellos sean instrumentos de tipo confirmatorio y enfoques de tipo inferencial. A
continuación revisamos los principales instrumentos y procedimientos de
este dominio.
Cuestionario de Pensamientos Automáticos (CPA).
El Cuestionario de Pensamientos Automáticos (CPA:Hollon &
Kendall, 1980) es un tipo de inventario confirmatorio de treinta items
diseñado para evaluar las cogniciones del nivel superficial típicas de la
depresión: los pensamientos relativamente accesibles que cruzan el
sensorium. Los items se elaboraron pidiendo a estudiantes normales que
recordaran situaciones recientes en las que se sintieron tristes y que
manifestaran los pensamientos «que pasaron por sus mentes» como
6
ellos recuerdan la situación. Para la escala final, se obtuvieron treinta
items que discriminaban entre sujetos depresivos psicométricamente
identificados y estudiantes no depresivos, ambos en una muestra inicial
y en una muestra de validación cruzada. Todos los items fueron
presentados en un formato de 1-5, desde el «en absoluto» (1) hasta
«todo el tiempo» (5) y se pidió a los sujetos que recordaran la frecuencia
con que experimentaron este pensamiento en la última semana.
La evaluación empírica ha indicado que el CPA dispone de
propiedades psicométricas razonables, tanto en términos de
consistencia interna (e. g., coeficientes alfa de .96 y .95 fueron
encontrados por Dobson & Breiter, 1983, y por Harrell & Ryon, 1983) y
en términos de covariación con medidas del síndrome depresivo (e. g.,
Dobson & Breiter, 1983 encontraron una correlación de .64 con el
Inventario de Depresión de Beck [IDB], superior a las correlaciones
comparativas de otras medidas cognitivas). El instrumento parece
discriminar de inmediato los controles normales, y psicopatológicos de
depresivos y no depresivos (Dobson & Shaw., 1986; Eaves & Rush,
1984; Harrell & Ryon, 1983; Hollon, Kendall & Lumry, 1986; Ross,
Gottfredson, Christensen & Weaver, 1986), demostrando la covariación y
la especificidad.
Escala de Actitudes Disfuncionales (EAD)
La Escala de Actitudes Disfuncionales (EAD: Weissman & Beck,
1978) consiste en un par de inventarios de 40 items de tipo paralelo,
diseñados para identificar actitudes y creencias propias de individuos
con tendencia a la depresión. Según la teoría cognitiva de Beck sobre la
depresión (Beck, 1963, 1967, 1976; Kovacs & Beck, 1978), se supone
que aquellos individuos con ciertas opiniones pueden presentar mayor
riesgo de depresión al enfrentarse a las dificultades cotidianas. Si la
adherencia a dichas creencias debería ser una tendencia estable (y
medible), sigue siendo aún un punto de conexión teórica. Los items del
EAD fueron seleccionados por sus autores, guiados por el conocimiento
que tenían de las poblaciones depresivas. Se incluyen afirmaciones
como «Si no gustas a otros no puedes ser feliz» (enclavado
positivamente), y «Uno puede obtener satisfacción de una actividad
independientemente del resultado final» (enclavado negativamente), a
las que se responde sobre una variedad psicométrica de 1-7, desde el
«No estoy de acuerdo» (1) hasta el «Completamente de acuerdo» (7).
Las propiedades psicométricas parecen adecuadas (Oliver & Baumgart,
1985) con mucha consistencia interna (alfa= .90) y estabilidad razonable
(r= .73 durante seis semanas). En general, el EAD ha servido a los
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
estudios que diferencian a los sujetos depresivos de los normales.
Como en el caso del CPA, ha habido una curiosa escasez de
esfuerzos para probar la validez del EAD como medida de cognición
asociada a la depresión, en favor de medidas cognitivas de confirmación
de lápiz y papel. Aunque el instrumento haya sido inmediatamente
adoptado por estudios que evalúan las diferencias entre grupos
conocidos y en proyectos que buscaban el cambio diferencial a lo largo
del tiempo, sería deseable una explicación más completa del constructo
que mide realmente.
Cuestionario de Estilos Atribucionales (CEA) y otros Sistemas de
Evaluación Atribucional.
El Cuestionario de Estilos Atribucionales (CEA: Seligman, Abramson,
Semmel & von Baeyer, 1979) parece ser una medida psicométricamente
conflictiva de un constructo conceptualmente interesante. El ímpetu
original para la elaboración del CEA se derivaba de la reformulación
atribucional de la teoría de la depresión de desamparo aprendida
(Abramson, Seligman & Teasdale, 1978). Mientras que la teoría original
postulaba que la desamparo y la depresión se producían como
consecuencia de la experiencia de incontrolabilidad (Seligman, 1975), la
reformulación de la desamparo manifiesta que la naturaleza de la explicación (atribución causal) generada para contar los sucesos
negativos, desempeña un rol más importante al determinar quién estará
deprimido al encarar las dificultades cotidianas.
El CEA consiste en 12 viñetas, 6 que describen resultados
generalmente positivos y 6 que describen resultados negativos. Las
viñetas se vuelven a subdividir entre las relacionadas con temas
interpersonales y las relacionadas con los éxitos. Para cada viñeta, se
pide al sujeto que identifique la causa principal (un método de
producción de respuesta libre), después que puntúe dicha causa en
cuatro dimensiones de siete puntos: internalidad/externalidad,
globalidad/especificidad, estabilidad/inestabilidad e importancia. Según
el modelo reformulado de desamparo, las atribuciones causales que son
internas, globales y estables para los resultados negativos importantes
contribuyen a generar depresión.
En general, la escala se ha mostrado válida en las pruebas empíricas
a pesar de que su complejidad y lenguaje ha provocado quejas de
sujetos y de investigadores. Las puntuaciones del instrumento tienden a
covariar sólo moderadamente con medidas del síndrome de depresión
(Peterson & Seligman, 1984), pero, como en el caso del EAD, eso es lo
esperado de una medida que persigue no sólo covariar, sino conducir a
7
la depresión. Los índices psicométricos son generalmente adecuados
(Peterson et al., 1982) aunque la subescala de fiabilidad no sea muy
fuerte. El instrumento parece discriminar a los sujetos depresivos de los
controles psiquiátricos no depresivos (Eaves & Rush, 1984; Hamilton &
Abramson, 1983; Persons & Rao, 1985; Raps, Peterson, Reinhard,
Abramson & Seligman, 1982; pero,ver Miller, Klee & Norman, 1982 para
un hallazgo negativo).
A diferencia de otras pruebas de lápiz-y-papel, el CEA ha sido
contrastado sistemáticamente con metodologías alternativas de
medición. En un estudio, Peterson, Bettes y Seligman (1985) hicieron
que los sujetos escribieran una historieta de 250-300 palabras
describiendo los dos peores sucesos que habían sufrido el año anterior.
Los investigadores no mencionaron las explicaciones causales.
Posteriormente los sujetos completaron el CEA. Los textos fueron
valorados por jueces independientes (ver Peterson, Luborsky &
Seligman, 1983, para revisar el sistema de codificación utilizado). Se
observó buena correspondencia entre las afirmaciones explicativas
espontáneamente incluídas en los textos y las puntuaciones del CEA.
Por otra parte, hay cierta tendencia a favorecer estudios que implican
más situaciones hipotéticas que situaciones reales (Coyne & Gotlib,
1983). Sin embargo, un reciente metaanálisis de Sweeney, Anderson y
Bailey (1986) encontró que el estilo explicativo depresotípico se relacionaba significativamente con la depresión y con la predicción de
desequilibrio, independientemente de cómo se midiera el estilo o en qué
población se probara.
El otro problema del CEA ha sido su complejidad y la relativa
inadecuidad de los contenidos específicos de las viñetas para
poblaciones de pacientes adultos. Recientemente, Abramson y sus
colaboradores trataron de remediar estas dificultades con una
modificación del CEA denominada Cuestionario de Estilos Atribucionales
en Hospital (CEAH). Este instrumento mantiene el mismo formato
general que el CEA pero utiliza para las viñetas temas seleccionados en
base a los pretests extensivos de poblaciones psiquiátricas adultas.
Además, la terminología y las instrucciones han sido perfeccionadas
para facilitar la comprensión. Aún no se ha comprobado si el CEAH
resuelve los problemas prácticos inherentes al CEA, pero los datos
pilotos preliminares son prometedores.
En resumen, aunque aún exista mucha controversia, las diversas
estrategias sobre el estilo atribucional siguen siendo las más
interesantes desde el punto de vista conceptual y las más fructíferas
desde el punto de vista empírico para evaluar la cognición en la
depresión. El CEA es en potencia la única medición que «selecciona» a
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
los sujetos proponiéndoles hipotéticos sucesos vitales negativos a los
que deben responder. Como se ha venido diciendo, pensamos que el
aspecto de la activación y accesibilidad al esquema será bastante crítico.
Test de Respuesta Cognitiva (TRC)
Watkins y Rush (1983) elaboraron el TRC para evaluar la cognición
en la depresión. En esencia, el TRC consiste en un formato del tipo
productivo en respuesta a estímulos estructurados, utilizando un formato
de completar frases con final abierto en las que los sujetos responden a
1 de 25 viñetas escribiendo el primer pensamiento que pasa por su
mente. Por ejemplo, un item representativo es: «Mi jefe dice que habrá
cambios importantes en la plantilla. Yo inmediatamente pienso: ». Las
viñetas se elaboraron en base a los temas profesional, familiar, marital y
relacional. Una primera lista con 70 items se redujo a 50 no redundantes,
que posteriormente fueron seleccionados empíricamente para generar
las 25 viñetas actuales. También se elaboró un manual de codificación
detallado y un programa de entrenamiento clasificando las respuestas
según los procesos racional-irracional y los contenidos depresivo-no
depresivo. Se comprobó que el acuerdo entre los puntuadores era
aceptable, 88% (Watkins & Rush, 1983).
En general, el TRC parece proporcionar un medio alternativo para
evaluar el pensamiento depresotípico a los numerosos métodos de
confirmación como el CEA o el EAD.
Expectativas
Probablemente ningún área potencialmente importante de la
cognición sobre la depresión ha sido menos explorada que la de las
expectativas. La mayoría de los modelos cognitivos conceden a la
producción de expectativas negativas un rol central en la depresión. Por
ejemplo, Beck, recoge las perspectivas de futuro negativas como uno de
los pilares de su tríada cognitiva negativa (Beck, 1967) y los teóricos del
desamparo aprendido consideran que las expectativas de control y/o
resultados negativos son precursores próximos a la depresión
(Abramson et al., 1978, 1986; Peterson & Seligman, 1984). Sin embargo,
existen pocos sistemas útiles para la evaluación de expectativas.
Una medida de lápiz-y-papel, la Escala de Desamparo (EI: Beck,
Weissman, Lester & Trexler, 1974) se elaboró para evaluar el pesimismo
general. La El es un inventario de 20 items de verdadero/falso que
parece correlacionar fuertemente con las medidas de depresión, pero
incluso predice mejor la propensión al suicidio que estas medidas de
8
depresión.
Uno de los principales problemas de la El es que no conocemos en
qué medida mide realmente las expectativas (validez de criterio) en
oposición a una definición más amplia de la cognición. Serían
convenientes estudios concurrentes para evaluar el El en comparación a
otros procedimientos de evaluación. Un segundo problema es que puede
no probar suficientemente la situación específica para algunos
propósitos. Otro enfoque implica el examen del cambio diferencial de
expectativas aleatoriamente ante las situaciones que requieren ciertas
capacidades. Desde la perspectiva de la teoría del aprendizaje social
(Rotter, 1954, 1966; Phares, 1973), se supone que las expectativas de
cambios sucesivos cambiarán más de modo consistente con los
resultados previos obtenidos en tareas que requieren una ejecución
hábil, que en tareas basadas fundamentalmente en el azar. Muchos
estudios han demostrado tal fenómeno precisamente con poblaciones
normales (e. g., Phares, 1957; Rotter, Liverant & Crowne, 1961). En
relación a la depresión, las formulaciones originales de la teoría del
desamparo (cf. Seligman, 1975) han sugerido que los depresivos tienden
a advertir menos mejorías en las situaciones de tareas que requieren
capacidades específicas que los no depresivos, fundamentalmente
porque los depresivos consideraban tales resultados como
independientes de sus propios esfuerzos.
Auto-Esquema
El modelo cognitivo de depresión de Beck (Beck, 1963, 1967, 1976;
Kovacs & Beck, 1978) concede un rol central a las autoesquematizaciones negativas. Las esquematizaciones han sido definidas
de varias formas (Kihlstrom & Nasby, 1981; Markus, 1977; Neisser,
1967, 1976; Nisbett & Ross, 1980; Taylor & Crocker, 1981), pero una
definición general implica la noción de que las esquematizaciones
representan principios internos que sirven para organizar el dominio de
algunos estímulos, para guiar la búsqueda de información, para clarificar
el modo de interpretar la nueva organización y para proporcionar las
inferencias carenciales cuando no se dispone de información o ésta es
ambigua. Los guiones, estrechamente relacionados con las
esquematizaciones, pueden guiar las secuencias comportamentales
(Abelson., 1981). Varios artículos recientes han intentado relacionar el
concepto de esquema con la psicopatología, el cambio clínico y la
inferencia clínica
(Goldfried & Robins, 1982, 1983; Hollon & Kriss, 1984; Landau &
Goldfried, 1981; Turk & Salovey, 1985a, 1985b; Turk & Speers, 1983;
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
Wachtel, 1981).
Como se ha señalado anteriormente, el esquema ha sido
operativizado de varias formas en los estudios sobre la depresión. Davis
(1979a) utilizó un paradigma de multiensayo de recuerdo libre para
examinar la organización subjetiva impuesta sobre los adjetivos
relevantes para el individuo por los estudiantes depresivos frente a los
no depresivos. El agrupamiento durante el recuerdo libre se toma como
un factor indicativo del procesamiento esquemático. Los sujetos no
depresivos mostraron tal agrupamiento, mientras que los depresivos
identificados psicométricamente, no lo hicieron.
Kuiper y sus colaboradores (Derry & Kuiper, 1981; Kuiper & Derry,
1982; Kuiper & Mac Donald, 1982; Mac Donald & Kuiper, 1982) han
dirigido una serie de investigaciones particularmente serias sobre el rol
de la auto-esquematización (y otras) en la depresión. Siguiendo con el
modelo originalmente presentado por Rogers et al. (1977), los autores
consideraron el self como una organización cognitiva que puede
definirse en términos de suestructura y su proceso: esto es, un
esquema. Como una estructura, el auto-esquema representa un cuerpo
de conocimiento jerárquicamente organizado que se almacena en la
memoria a largo plazo. En términos de proceso, el auto-esquema puede
mostrarse para faciliar el procesamiento de nueva información y para
impartir efectos sesgantes sobre los productos resultantes. El
procesamiento esquemático puede ser revelado en virtud de
agrupamientos significativos de recuerdos, recuperación diferencial
durante el recuerdo aleatorio posterior a diferentes niveles de
procesamiento inicial (profundidad del procesamiento) y en el efecto de
reacción temporal «U invertida», donde los estímulos tanto de alto como
de bajo nivel auto-referencial se procesan más rápidamente que los
estímulos de relevancia intermedia (Kuiper, Derry & Mac Donald, 1982).
Una ventaja importante del paradigma utilizado para medir el
procesamiento esquemático consiste en la delineación de los adjetivos
estímulo en contenidos positivo y negativo. Al mantener su modelo de
esquematización específica de contenido (Kuiper & Derry, 1981), Kuiper
y sus colaboradores planteaban que no todos los estímulos deberían
elicitar muestras de procesamiento esquemático, por el contrario, sólo lo
harían aquellos para los cuales el individuo era esquemático. Kuiper y
sus colaboradores han encontrado muestras consistentes de
procesamiento esquemático en poblaciones depresivas, en estudios con
sujetos identificados psicométricamente (Kuiper & Derry, 1982; Kuiper &
Mac Donald, 1982) y con depresivos clínicos auténticos (Derry & Kuiper,
1981; Mac Donald & Kuiper, 1982), con procedimientos que incluyen la
evaluación del agrupamiento durante el recuerdo libre, el recuerdo
9
aleatorio (profundidad de procesamiento) y el examen de los tiempos de
reacción.
Deben anotarse algunos comentarios. En primer lugar, debe
recordarse que el tipo particular de paradigma para la evaluación del
paradigma utilizado por Hammen, Marks, deMayo y Mayol (1985) se
basa en auto-descripciones adjetivales de rasgo. Aunque este tipo de
organización cognitiva se mostrara poco indicativa de la depresión, está
lejos aún de ser el único tipo posible de organización cognitiva.
Irracionalidad del Proceso
Dado el interés que tiene la cognición en el contexto de la depresión,
es asombroso que se haya centrado tanta literatura en el contenido de
los pensamientos depresivos y las estructuras superiores que poseen
(esquematizaciones) y se haya dedicado tan poca atención a los
procesos siguientes. Beck (1963, 1967, 1976) ha mencionado ciertos
procesos irracionales, que considera que operan en la depresión, entre
ellos la inferencia arbitraria: la propensión a inferir sin ninguna evidencia
que lo sustente, la abstracción selectiva: la tendencia a basar un juicio
en un aspecto sin importancia del amplio complejo estimular, la sobre
generalización: la inclinación a extrapolar un acontecimiento simple de
una forma injustificada y la magnificación/minimización: la tendencia a
exagerar las consecuencias de los acontecimientos negativos o
subestimar las consecuencias de los acontecimientos positivos.
Hammen y sus colaboradores (Hammen & Krantz, 1976; Krantz &
Hammen, 1979) han elaborado un inventario de tipo confirmatorio
diseñado para evaluar la propensión al pensamiento distorsionado. El
instrumento específico, el Cuestionario de Sesgo Cognitivo (CSC),
consiste en una serie de viñetas, cada una de las cuales va seguida de
un número de respuestas que incluyen opciones depresivas/ no
depresivas y distorsionadas/no distorsionadas. En general, las
poblaciones depresivas normalmente confirman distorsiones más
depresotípicas, pero no las no depresotípicas (Hammen, 1987; Hammen
& Krantz, 1976; Krantz & Hammen, 1979;
Otras Medidas
También se han empleado otras medidas en la literatura sobre la
depresión. Lewinsohn y sus colaboradores (Lewinsohn, Larson & Muñoz,
1982) elaboraron una batería de medidas de tipo confirmatorio sobre
expectativas, contenidos cognitivos (pensamientos automáticos) y
creencias más genéricas que parecen tener al menos ciertas
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
propiedades psicométricas adecuadas. Sin embargo no parecen ser
diferencialmente sensibles a las variaciones del tratamiento (Zeiss,
Lewinsohn & Munoz, 1979), ni ser predictivas ni estables después de los
episodios de depresión (Lewinsohn et al., 1981). Quizá por estas y otras
razones, las medidas no han sido adoptadas por otros investigadores.
Muchos investigadores han utilizado el Test de Pensamiento Irracional
de Jones (TPI: Jones, 1969; cf. Cook & Peterson, 1986; Nelson, 1977).
Esta medida de tipo confirmatorio sobre pensamientos genéricos
normalmente separa las muestras depresivas de las no depresivas, pero
parece haber sido reemplazada por el EAD. Harrel, Chambless y
Calhoun (1981) elaboraron un inventario de autoinforme con
propiedades bastante adecuadas. Dicha medida también ha sido
reemplazada por el CEA.
Desajustes de Ansiedad
Los esfuerzos realizados para elaborar sistemas de evaluación
cognitiva de los desajustes de ansiedad son menos numerosos que los
relativos a la depresión (Cerny, Himadi & Barlow, 1984; Last, Barlow &
O'Brien, 1985). Evidentemente, no se debe a la falta de teorías
cognitivas sobre la ansiedad o reactividad ante el estrés (e. g., Beck,
1970,1976; Beck & Emery, 1985; Dember, 1974; Goldfried, 1979;
Holyrod & Lazarus, 1982; Lazarus, 1966; Miller, 1981). Del mismo modo,
las intervenciones cognitivas y cognitivo-conductuales se han mostrado
válidas para el tratamiento de los desajustes de ansiedad (cf. Beck &
Emery, 1985; Hollon & Beck, 1986; Holyrod, 1979; Meichenbaum, 1977;
Meichenbaum & Jaremko, 1982). En las próximas secciones se
describen algunos instrumentos y paradigmas de evaluación que han
sido utilizados.
Neuroticismo General
La capacidad de las actividades simbólicas o verbalizaciones
encubiertas para elicitar la reactividad emocional ha sido documentada
en numerosos estudios (e. g., Goldfried & Sobocinski, 1975; May &
Johnson, 1973; Rimm & Litvak, 1969; Russell & Brandsma, 1974; Velten,
1986). Como podemos ver, muchos de los sistemas de evaluación
elaborados con este propósito han sido instrumentos generales de tipo
confirmatorio, influidos en gran medida por las teorías de Ellis (1962)
sobre la naturaleza de la cognición disfuncional.
Una de las medidas más frecuentemente utilizadas es el Test de
10
Pensamientos Irracionales (TPI: Jones, 1969). Este instrumento de tipo
confirmatorio consiste en 100 items seleccionados para identificar varios
pensamientos irracionales. La escala está diseñada para evaluar 10
«pensamientos irracionales» distintos, con alguna evidencia que apoya
esta estructura interna (Lohr & Bonge, 1982a). Las características
psicométricas siempre han sido adecuadas, aunque las fiabilidades de
las subescalas no son las deseables (Lohr & Bonge, 1982a) y se ha
demostrado que el TPI covaría con la angustia (Nelson, 1977) o predice
activación en respuesta a provocaciones reales o fantásticas (Goldfried
& Sobocinski, 1975). Lohr y Bonge (1980, 1981, 1982a) han buscado un
programa de investigación diseñado para aumentar las propiedades
psicométricas y la validez del constructo del TPI, aparentemente con
cierto éxito. En general, el instrumento parece tener utilidad aunque las
adecuaciones psicométricas específicas y la validez del constructo de
cada subescala, así como la especificidad de la relación general del
instrumento para emociones problemáticas específicas, son aún
relativamente débiles.
Se han elaborado muchos otros instrumentos de tipo confirmatorio
que son paralelos al TPI en su naturaleza y función. Shorkey, Reyes y
Whiteman (1977) elaboraron un Inventario de Conducta Racional (ICR)
con 70 items, y subescalas derivadas factorialmente que parecen haber
tenido éxito en las pruebas empíricas (Himle, Thyer & Papsdorf, 1982;
Whiteman & Shoekey, 1978). Otras medidas similares incluyen el
Inventario de Pensamientos Personales (IPP: ver Tosi & Eshbaugh,
1976 para una evaluación empírica) de Hartman (1986) y el Examen de
Pensamientos Comunes-III (EPC-III: ver Tosi, Forman, Rudy & Murphy,
1986 para una evaluación empírica) de Bessai.
Bruch, Kaflowitz y Kuethe (1986) han demostrado la importancia, no
sólo de analizar la ocurrencia-inocurrencia de determinadas cogniciones,
sino también el grado de creencia adscrito a dichos pensamientos
cuando suceden. Evidentemente, aunque los procesos cognitivos
parecen ser bastante centrales para la experiencia de la ansiedad ante
la prueba, la naturaleza exacta de esta relación puede probarse más
compleja de lo que se cree.
Varios estudios interesantes sobre este tema se centran en otros
tipos de fobias simples. Por ejemplo, Huber y Altmaier (1983) utilizaron
un paradigma de listado de pensamientos para evaluar las autoafirmaciones durante una tarea de comportamiento de evitación.
Curiosamente, los fóbicos se diferenciaban de los no fóbicos más en el
grado de notoriedad del temor percibido que en la misma percepción del
temor. Sutton-Simon y Goldfried (1979) encontraron que la ansiedad
social general estaba más directamente relacionada con los
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
pensamientos irracionales generales del TPI y la agorafobia específica
se relacionaba, tanto con la irracionalidad general, como con los autoafirmaciones negativas específicas. Como se ha mencionado
anteriormente, Landau (1980) utilizó una escala multidimensional para
determinar que los fóbicos a los perros organizaban la información sobre
éstos de modo diferente a como lo hacían los sujetos de control,
enfatizando la ferocidad de los cachorros. Estos ejemplos indicaban
algunos de los usos de la evaluación cognitiva.
Fobias Sociales
La ansiedad social, como categoría diagnóstica, es un área de
investigación donde se concede un énfasis creciente a la exploración del
rol que desempeña la cognición en la etiología, mantenimiento y
reducción por tratamiento de la ansiedad (Goldfried, Padawer & Robins,
1984). Por ejemplo, Switch y Kirsh (1984), utilizando una técnica de
muestreo de pensamientos diseñada después de Hurlburt y Sipprelle
(1978), encontraron que la percepción de temor interpersonal era el
contenido predominante de la cognición precedente a la ansiedad, en un
contexto interpersonal. Esto fue particularmente sorprendente, porque
habían hecho que una muestra de los sujetos esperara que los temas de
pérdida interpersonal fueran los predominantes. Lake y Arkin (1985)
encontraron que los individuos con alto nivel de ansiedad social tendían
a valorar el feedback interpersonal favorable como desfavorable e
impreciso y a devaluar los «juicios» que les evaluaban positivamente.
La ansiedad social ha recibido mucha atención, quizá debido a la
frecuencia de estos problemas entre los adolescentes y los adultos
jóvenes que se hallan en la mayoría de los entornos universitarios
(Cacioppo, Glass & Merluzzi, 1979). Poco a poco se va dedicando más
atención al rol de las distorsiones cognitivas y los pensamientos
disfuncionales sobre la ansiedad social. Galassi y Galassi (1979)
concluyeron que los déficits cognitivos desempeñaban un rol mayor que
los dédicits de las habilidades sociales en la aparición de tales
desajustes. En comparación a los sujetos de baja ansiedad, los
individuos con niveles altos de ansiedad recuerdan más información
negativa, interpretan el feedback ambiguo más negativamente,
subestiman su propia ejecución y esperan evaluaciones más negativas
de otros (Smith & Sarason, 1975). Goldfried y Sbocinski (1975),
utilizando TPI (Dones, 1969), encontraron que los individuos con elevada
«necesidad de aprobación» (así como irracionalidad general)
reaccionaban emocionalmente al imaginarse en una situación de
rechazo social.
11
Muchos investigadores han utilizado métodos de producción de
listados de pensamientos. Glass, Gottman y Shmurak (1976)
encontraron que la modificación satisfactoria de auto-afirmaciones
cognitivas, evaluada mediante métodos de producción, conducía a
mejorar (y generalizar) las ejecuciones de interacción social de
estudiantes tímidos. Glass, Merluzzi, Biever y Larsen (1982) elaboraron
lo que parece ser el principal instrumento de tipo confirmativo: el Test de
Auto-Afirmaciones de Interacción Social (TAIS) de 30 items. El TAIS
parece tener propiedades psicométricas consistentes y validez de
constructo razonable. Merluzzi, Burgio y Glass (1984) encontraron
muestras claras de la validez concurrente, con respecto a la introversión
social, en las medidas estándar de personalidad en una muestra de
adultos clínicos.
Zweig y Brown (1985) elaboraron un formato alternativo para el TAIS
que incluye una serie de viñetas hipotéticas. Una vez más, las
propiedades psicométricas parecen consistentes. En general, el TAIS
parece proporcionar una medida consistente de tipo-confirmatorio sobre
la cognición problemática en una situación de interacción social.
Finalmente, Goldfried et al. (1984) han aplicado las técnicas de escala
multidimensional para distribuir los constructos psicológicos en relación a
las situaciones interpersonales con valoraciones altas y bajas en
ansiedad social. En relación a los sujetos de ansiedad baja, los ansiosos
observan tales situaciones con elevada «posibilidad de ser evaluados» y
conceden poca importancia a la posibilidad de intimidar. En general,
parece que los procedimientos de evaluación derivados de los diversos
dominios metodológicos son prometedores para el estudio del rol de la
cognición sobre la ansiedad social.
Agorafobia
Del mismo modo que en otros desajustes ocasionados por la
ansiedad, recientemente ha surgido el interés sobre el rol de la cognición
en la agorafobia. Varios investigadores (e. g., Beck, 1976; Beck &
Emery, 1985; Chambless, Gallagher & Bright, 1981; Goldstein &
Chambless, 1978; Raimy, 1975) han definido la agorafobia como un
fenómeno cognitivamente mediado que tiene en su núcleo una
«frenafobia» o temor al temor. Beck, Laude y Bohnert (1974)
encontraron que las cogniciones catastróficas que implicaban una
enfermedad física incipiente (ataque cardíaco) o un desajuste mental
(descompensación psicótica) dominaban el sensorium de los pacientes
que acudían a consultas de urgencia por ataques de pánico. Por otro
lado, Last, Barlow y O'Brien (1985) encontraron sólo una covariación
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
PSICOLOGÍA CLÍNICA- EL PROCESO DE EVALUACIÓN EN LA TERAPIA COGNITIVO-CONDUCTUAL
mínima entre la evaluación cognitiva en vivo, la evaluación cognitiva
imaginaria y el procedimiento de listado de pensamientos (ver también
Last, O'Brien & Barlow, 1985).
Chambless, Caputo, Bright y Gallagher (1984) han elaborado unos
instrumentos de tipo confirmatorio que al parecer son los más
prometedores de la literatura, el Cuestionario de Cogniciones
Agorafóbicas (CCA). El CCA consiste en 14 afirmaciones que reflejan las
consecuencias esperadas en una situación típicamente generadora de
ansiedad. El CCA ha demostrado discriminar con claridad entre las
muestras de agorafóbicos y de control.
Aunque el trabajo relacionado con este área esté aún en las fases
preliminares, parece bastante prometedor. Evidentemente, los aspectos
importantes requieren una mayor elaboración de los procedimientos de
evaluación cognitiva si van a ser examinados rigurosamente.
12
responsabilidad con otros. Parece que el TAA puede desempeñar un rol
importante en la exploración de la función cognitiva sobre los problemas
de asertividad.
Problemas de Asertividad
La investigación referente a los problemas de asertividad ha estado
notablemente influida por las teorías y procedimientos de evaluación
cognitivos. Fiedler y Beach (1978), por ejemplo, encontraron que la
decisión de actuar en situaciones asertivas estaba determinada por las
consecuencias que un individuo esperaba que sucedieran tras la acción.
Alden y Safran (1978), utilizando un Cuestionario de Pensamientos
Irracionales (CPI) de tipo confirmatorio, encontraron que los sujetos de
baja asertividad mostraban niveles de pensamientos irracionales más
altos. Lohr y Bonge (1982b) han observado sólo correlaciones modestas
entre tales inventarios de tipo confirmatorio de irracionabilidad general y
los problemas de asertividad.
Quizás, el instrumento de tipo confirmatorio más conocido en la
literatura sea el Test de Auto-afirmaciones Asertivas (TAA) de Schwartz
y Gottman (1976). En un estudio inicial se encontró que los sujetos con
poca asertividad manifestaban menos auto-afirmaciones positivas y más
negativas en situaciones asertivas, que los sujetos de mucha
asertividad. Este fue el estudio que provocó la hipótesis del «diálogo de
conflicto», caracterizado por el equilibrio entre las cogniciones positivas y
negativas, al parecer central en los problemas de asertividad. Bruch,
Haase y Purcell (1984) realizaron un análisis del TAA (tanto a solas
como en combinación con las medidas de las consecuencias esperadas
en las situaciones, el Inventario de Probabilidad de Consecuencias
Subjetivas o IPCS. El TAA era consistente en dos dimensiones
fundamentales: (a) la aprehensión a consecuencias interpersonales
negativas y (b) la preocupación por los estándares morales que implican
UNIDAD II. PARKS, C. W. Y HOLLON, S.D. (1993). EVALUACIÓN COGNITIVA. EN A. S. BELLACK Y M. HERSEN.
MANUAL PRÁCTIOCO DE EVALUACIÓN DE CONDUCTA. BILBAO: DESCLÉE DE BROUWER. CAPÍTULO 6
Descargar