Exilio en Babilonia UND ALA ESAFIO =E DE ISRAEL

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IGLESIA
Exilio en Babilonia
U N D ESAFIO
ALA =E DE ISRAEL
CARLOSCOOPMAN
El pueblo elegido de Dios sufrió un duro y prolongado exilio.
Pero no desesperó en su dispersión. Meditó su experiencia,
con los ojos puestos en Dios y aprendió a reconocer ¡as causas
del mal y convertirse hacia una mejor comprensión de Dios
y de la historia. La experiencia dolorosa sirvió en definitiva para
afirmar su esperanza en el señor de la historia y de los pueblos.
El autor es profesor de Teología un la Universidad Católica
de Chite.
"Comerán el pan con susto,
beberán el agua con miedo,
porque devastarán y despoblarán
su país
por las violencias de sus
habitantes.
Arrasarán las ciudades habitadas,
Y el país quedará devastado
y sabréis que Yo soy el Señor",
(Ez 12,19-20)
En el convulsionado siglo
VI a.C, Israel se ve envuelto en
los movimientos de pueblos y
.sufre los embates del auge y la
caída cte un Imperio. Su misma
situación geográfica lo hace estar
en el paso entre Egipto y la Mesopolamia, entie la tierra del
Nilo y la meseta de Anatolia.
Israel se halla, en ese tiempo,
reducido a límites pequeños: la
tierra de Judá, capital Jerusalén.
Nada más insignificante en el
mundo de la época. Es el tiempo
del auge de Babilonia regida por
Nabucodonosot^ y de su posterior caída, época en que nace la
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filosofía en Grecia con Tales,
Pitágoras y Herácliln... En China
es el tiempo de los caminos espirituales de Lao Tsé y Confucio.
En la India, Buda inicia su religión, que tendrá enorme desarrollo e influencia. Más cerca de
Israel, en Irán, brota la religión
más trascendente de Zoroastro;
y con Ciro nace el imperio persa
en la segunda mitad del siglo.
De esta serie de acontecimientos que han marcado vivamente
el futuro de la humanidad, nos
interesa resaltar un jalón breve.
El exilio de Israel es uno de tantos exilios que impuso Nabucodonosor a los pueblos que fue
dominando. El de Israel nos ha
sido trasmitido en forma más
directa pot los textos de la Biblia. Y para motivar, en nosotros, una penetración de lo
humano y lo religioso que están
entrelazados en el acontecimiento, dejemos hablar a los hechos.
Los sucesos de Jerusalen
Al comenzar el siglo VI a. C.,
el año 597, el Reino de Judá
sufre la primera deportación a
Babilonia. IMabucodonosor toma
a los principales del pueblo, con
Joaquín a la cabeza, y los hace
viajar a tierra extranjera. Como
gobernador, sometido al dominador, queda Mattam'as-Sedecías.
El golpe ha sido rudo para
este pequeño pueblo que por siglos había vivido en medio de
las grandes potencias del Medio
Oriente Antiguo: Asnia, Egipto
y ahora Babilonia. Ya conocía
la prepotencia de los asirios.que
en el 722 se habían apoderado
de la región norte del país, el
Reino de Israel, capital Samaría.
Desde ese tiempo, el Reino del
Sur o de Judá pretendió sobrevivir apoyándose sucesivamente en
Asiria y Egipto, sirviéndolos
como vasallo o como aliado, No
siempre la conciencia religiosa
se mantuvo clara, y los profetas
trataron, normalmente con poca
fortuna, de hacer converger la
vida y las decisiones políticas en
la fe de Yahvéh, el Dios de la
historia, el que los había elegido
y acompañado en momentos aún
más difíciles de su experiencia
como pueblo.
A partir de Nabucodonosor
(605-562), el Imperto Babilónico
emerge en el campo de las relaciones internacionales, y la suerte de Judá sufre un cambio importante: de ser dominado por
Necao, el faraón de Egipto, pasa
a ser subdito de la nueva potencia que ahora rige hasta los márgenes de Egipto. El rey Yehoyaquim se somete de mal grado y
al poco tiempo se rebela, provocando la ira y la invasión babilónica.
Desde el 597, Sedecías se
muestra como un gobernante débil e influenciado por los nobles
de Jerusalén, mientras Joaquín
a pesar de su condición de
deportado,
era considerado
tanto por los judíos como por
los babilonios como el verdadero sucesor de Yehoyaquim. Sedecías, influenciado por los principales del pueblo y por los reyes
vecinos conspira en el 594 para
pedir la ayuda de Egipto, lo que
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no resulta y desemboca, al cabo
de algunos años, en una nueva
deportación y en la destrucción
de Jerusalén por Nabucodonosor (587|. La caída de Jerusalén
fue larga y penosa: un ano de
asedio, de hambre y desconcierto. Jeremías es el testigo lúcido
de esta época.
Seducías es deportado a Babilonia y tratado con rigor. En su
lugar como gobernador queda
Godolías quien es finalmente
asesinado. Salvo datos imprecisos acerca de una tercera deportación en el 582 nada más sabemos de lo que sucede en Judá hasta fines del siglo. Seguramente la
provincia fue suprimida y el territorio repartido o anexado a
otras demarcaciones. Muchos
habitantes huyeron prefer antemente a Egipto. Los vecinos edomitas comienzan a desplazarse
hacia regiones de Judá; la miseria
y el hambre se extienden; el
Templo ha sido destruido; no
hay dirigentes políticos ni religiosos... Datos aislados que ayudan a imaginar la desolación y
precariedad en que subsiste el
pueblo en la Tierra Prometida.
Los refugiados en Egipto
y en otras regiones
Los acontecimientos desastrosos acaecidos en Jerusalén ayudaron a que grupos de ¡udíos,
con Jeremías casi prisionero de
ellos, se dirigieran a Egipto.
Otros se dispersaron en el norte
del antiguo Israel y otros, en fin,
se refugiaron en ios reinos vecinos.
Los más —y que tendrán bastante trascendencia— son los que
se asientan en las cercanías del
delta del IMüo. En Tafne y luego
en Alejandría se constituye una
fuerte comunidad de judíos que
tendrá vida religiosa y cultural
importante e influyente en el devenir del pueblo israelita. De
ellos provendrá la traducción de
la Biblia al griego y la decantación del pensamiento de Sabiduría en algunos libros tardíos del
Antiguo Testamento.
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Pero no GS en esta porción del
pueblo donde gravitará el centro
de la historia de Israel, sino en
la maltrecha comunidad de los
deportados,
Los judíos deportados
a Babilonia
De los 150.000 a 250.000 habitantes que se supone —porque
los datos no son precisos— moraban en ¡a región de Judea, unos
20 a 25 mil deben haber quedado en Palestina. Las cifras de
deportados
pueden
fluctuar
entre diez mil y cuarenta mil.
Son, sin duda, los personajes más
connotados del pueblo: sus dirigentes políticos y religiosos, los
nobles y los poderosos.
Conducidos a Babilonia, la
ciudad grande y cosmopolita,
son tratados con rigor, pero en
forma menos seveta que la acostumbrada por los asirios. Alojados en campamentos y utilizados
en trabajos públicos, y con la tolerancia ambiente, pueden, poco
a poco, progresar económicamente e incluso tener vida independiente en algunas cornunida
des agrícolas. Los nobles y el rey
Joaquín son tratados, al menos
al principio, con respeto. Poste
nórmente, y tal vez a causa de
las revueltas de 599-598, .el reyes encarcelado. El profeta Ezequiel da testimonio de grupos
que v¡vían en comunidades apar
les, con integración relativa al
mundo circundante.
ven en sus ciudades y territorios?
Para pasar esta piueba. ¡os judíos
deben recurrir a lodo su pan
nonio, pero... ¿no han desaparecido acaso todos sus elementos
integradores y sus signos consti
lutivos? Es un pueblo sin territorio, sin rey que los gobierne,
sin Templo y sin cuho.
Tampoco pueden hacei acó
pió de sus experiencias pasadas,
porque nunca habían conocido
dispersión igual. ¿Cómo alimentar la esperanza? No faltarán
profetas que, aludiendo al Dios
que los salvó de Egipto, anuncien
una liberación rápida y directa.
Pero siempre fueron más ceitü
ros los profetas que anunciaron
desgracia, como lo confirma la
expeiiencia de Jeremías enfn n
Los interrogantes
ante un fracaso
El juego de poderes políticos
de la época ha puesto en evidencia la fragilidad de esta pequeña
nación. ¿Qué puede hacer que
Israel tenga mayores posibilidades que el resto de las naciones
desintegradas durante ese mismo
siglo VI a. C. en las regiones
asiáticas? ¿No es más fácil que
sus miembros se integren a la
constelación de pueblos dominados por Babilonia y que convi-
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lado al piofeta Ananías, a pesar
de no haber sido oído (Jeremías
28). Por si es lo fuera poco, la
experiencia de Samaría, el Reino
del Norte, al ser dominada por
Asiría, había resultado irreversible v había conducido a la desintegración del pueblo por mezcla
con los pueblos paganos. Parecía
no haijei salida pata este atolladero de la historia, al menos una
salida que no los hiciera desaparecer en medio de los grandes
movimientos humanos de la
época,
Y todavía la pregunta más
radical para un pueblo escogido
V religioso: ¿Dónde está nuestro
Dios? ¿Acaso los hechos no demuestran que fueron más poderosos los dioses extranjeros? Han
desaparecido los signos de su
presencia: el Templo donde moraba, el rey con el que habían
hecho Alianza eterna desde
David, el culto y la comunión
directa con El.
Ciertamente Israel necesitaba
asimilar esta experiencia.
Un pueblo sin territorio, sin rey que lo gobierna, sin Templo...
Los hechos constituidos
en experiencia
Por su parte, profetas como
Jeremías y Ezequiel que asisten
a la caída y destrucción de Jerusalén, el primero en el lugar
mismo, el segundo desde su
puesto de exiliado, saben permanecer en contacto permanente y con la mirada puesta
en Dios. Proclaman sus juicios
y oráculos iluminando el acontecer; escriben ellos mismos o
sus discípulos el conjunto de
palabras que descubren la verdadera experiencia histórica y
que constituye un material rico
para la profundizaron de los
exiliados.
Para que un suceso histórico
se asimile como experiencia de
vida es necesaria la reflexión,
la mirada profunda. En el caso
de Israel se requiere además la
perspectiva de Dios, el que rige
los destinos del pueblo. Por eso,
serán los profetas y los escritores sagrados los que podrán dar
la justa valoración de lo que realmente vive el pueblo en medio
de tanta dispersión y catástrofe.
Llama la atención que contemos con pocos testimonios
directos sobre el morr.ento mismo. La reflexión religiosa se centra en una mirada al pasado dando origen a libros que retoman la
experiencia de la historia desde
la época de los Jueces hasta el
inicio de la dominación babilónica. Reflexión y libros que brotan en la comunidad de deportados, frutos posiblemente de los
levitas, los maestros intelectuales
de la época.
Durante los últimos años del
destierro aparece un profeta desconocido, seguramente en Babilonia. El abre las puertas del
futuro con renovada confianza.
Mira el pasado y aprende a reconocer al Dios que los ha acompañado siempre; es portador de palabras que consuelan a su pueblo; muestra el camino que Dios
hará recorrer a los desterrados;
vuelve a poner a su auditorio en
presencia del verdadero Dios.
Este gran proteta nos ha sido
conservado bajo el nombre de
Isaías, que había vivido dos siglos aotes, y sus escritos abarcan
los capítulos 40 al 55 del libro
de Isaías. Tradicíonalmente se fe
ha llamado el Deuteroisaías.
Con estos pocos escritos, pero
significativos del gran avance en
la percepción religiosa y teológica de la época, podemos reconocer el pensamiento y la comprensión de la historia que se da en
690
si mundo judío bajo la dominación babilónica.
Los progresos de Israel
Es entre los desterrados que
se dan los pasos más importantes
para comprender el momento
histórico. Y no es curioso, porque ellos son los más necesitados
de valorar lo vivido y los que tienen mayor perspectiva para entrever los factores. Múltiples líneas de pensamiento se entrecruzan en los escritos que conservamos de esa época. Anotaremos
las* que parecen profundas y
recurrentes,
Otras
quedarán
como trasfondo.
Un juicio a la historia
Ya en los años de la caída de
Judá y Jerusalén, Ezequiel y Jeremías habían hecho oír su voz
reprobando a Israel sus pecados,
que eran la causa del exilio. La
catástrofe es un castigo.
Estas palabras quedan resonando en la comunidad de los
destarrados. Pecado habla de
responsabilidad. ¿Quién fue el
responsable? ¿Qué se pudo hacer
que no se hizo? ¿De qué modo
Dios se pudo considerar desplazado?
Grupos de levitas se dedican
a retomar los hechos de la histo
ria reciente añadiéndolos a la
serie de vivencias pasadas. Nace
así la enorme obra de los libros
de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, llamada "obra deuteronomista" porque toma sus ideas
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conductoras del libro del Deuteronomio. La lectura seguida
de estos acontecimientos abre a
una serie de respuestas.
La primera constatación es
que los reyes tuvieron la mayor
responsabilidad en el desastre;
ellos eran los elegidos de Dios
para llevar adelante la Alianza,
para hacer vivir a! pueblo en
permanente relación con Dios,
y, sin embargo, los autores repiten como un estribillo que "no
hicieron lo que agradaba al
Señor", que se dedicaron a buscar el poder y la seguridad en
otras formas, entregándose a
otros dioses,
Y no habían faltado medios
para reconocer los errores. Siempre hubo un profeta que ayudó
a hacer el juicio del momento
histórico, siempre se contó con
la mirada de Dios, el principal
copartícipe de la vida. Aquí
está la otra gran respuesta de la
obra deuteronomista: Dios, por
medio de sus profetas, ha guiado la historia de su pueblo, pero
no fue acogido. El pueblo de la
Alianza se portó como extranjero y su fin ha sido coherente.
Jeremías, el gran controvertido, fue el mejor ejemplo de
profeta valorado con posterioridad. Los hechos comprobaron
la verdad de su palabra: ¡Qué
lejos vivía Israel del Espíritu
del Señor!
Una verdad insospechada
¿Cómo podía Dios conservar su lugar en la vida del pueblo
vencido? La concepción del dios
nacional, estrecha y circunscrita,
se desintegra. El gran impacto es
tener que reconocer que Dios es
más grande y trascendente de lo
que se pensaba y creía.
A simple vista, parece un
crecimiento "normal" de la fe de
Israel. Pero las implicancias son
tales que significan un cambio
cultural enorme.
Ya no existen las formas acostumbradas de relacionarse con
Dios: no hay Templo, ni instituciones que aseguren el encuentro; sólo quedan como signos
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distintivos de la presencia de
Dios en la historia la Palabra,
el Sábado y la circunscisión.
Se requiere una depuración
profunda de la concepción de
Dios: El mantiene la relación
en forma más personal e in
material. Como consecuencia,
Israel reforzará la práctica de la
meditación de la Palabra y la
penetración sobre la realidad
misma del mundo creado.
La mayor sorpresa es que
Dios está también en el destierro y en los otros pueblos y
naciones. "Yo fui para ellos un
santuario provisorio en los países adonde fueron", dice Ezequiel (11,16). Es el encuentro
con el Dios único y universa) que
rige los destinos del mundo y los
acontecimientos ajenos a Israel
y que incluso se sirve de los
otros pueblos para conservar su
Alianza con el pueblo elegido,
La misma elección es aún más
sorprendente porque Dios ha
preferido a Israel así como es:
pequeño, frágil en medio de tantos poderes e imperios del
mundo.
El Deuteroisaías nos introdu'ce en la polémica con los ídolos.
Entre todos los dioses que se
conocen en Babilonia, ¿hay alguno que dé la vida como el Señor?,
¿hay alguna otra fuerza o poder
que influya en la realidad del
mundo y que dirija la historia
como el Señor? "Yo soy el primero y el último; fuera de mí
no hay dios. ¿Quién se parece
a mí? ¿Quién anunció de antemano el porvenir?" (Isaías
44,6ss.),
No cabe duda de que el encuentro con el Dios verdadero,
con Dios como es de verdad,
abre al mundo y a la historia con
renovadas perspectivas.
Una esperanza fundada
¿Cómo imaginar el futuro?
¿A partir de qué se puede proyectar la forma en que Dios se
relacionará con su pueblo? ¿Qué
calidad tendrá la historia para
que sea medio salvador de los
hombres?
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truir el futuro sin contar con
Dios.
Un intermedio.
Una perspectiva
..Como alimentar la esperanza '.
Los desterrados se inquietan
y escudriñan. Deberán aprender
de su propia experiencia, de los
hechos en que Dios se ha manifestado. El no muda su modo de
ser y de actuar. Pero se trata de
un campo de reflexión variado
y confuso, apto para que se desarrollen falsas perspectivas.
Siempre habían aparecido falsos profetas intérpretes de la realidad, y a veces con soluciones
tentadoras. Es esclarecedor el
conflicto del profeta Jeremías
con Ananías, relatado en el capítulo 28 de Jeremías. La acción
se desarrolla en él año 591, cuando los babilonios se acercan a
Jerusalén. Ananías pronuncia
palabras de esperanza, es tentador, atrae. Pero Jeremías hace
notar que su base es mecanicista y que usa el principio "así
como Dios actuó, así actuará",
sin comprender la diferencia de
situaciones ni la diversa actitud
de los hombres. Jeremías lo rebatirá afirmando que Dios es
coherente consigo mismo, que
pide fidelidad de los hombres
más allá de la mecánica de los
acontecimientos y que no basta
aplicar
esquemas
conocidos
como simples padrones de comportamiento.
El mismo Jeremías volverá a
insistir que no se puede pensar
el futuro sobre las mismas bases
de antaño. Dios hará una Alian-
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za nueva, inscrita en el interior
del hombre. No se puede esperar
un cambio histórico y la salva
ción si no hay conversión de las
personas desde su ¡nterioi iilad.
Ezequiel dirá otro tanto: se les
dará un corazón de carne en
reemplazo de su corazón de
piedra y recibirán el Espíritu
de Dios que recrea (Caps, 34
y 37). La conversión requiere
abandonar el pasado, tener
horror de los propios crímenes
y equivocaciones. Sólo así se podrá construir una comunión de
Espíritu, una sintonía con el
que da la vida y una comprensión de cómo son los caminos
que conducen a la Vida.
El Deuteroisaías puede anunciar la liberación del exilio, hacia
fines del destierro, cuando han
cambiado las condiciones. Y lo
hace incluso en forma chocante: e! salvador es Ciro, un extranjero, el fundador del Imperio
medo-persa. Dios actuará en favor de su pueblo, no lo abandonará, lo consuela; pero lo hará
con la novedad de siempre, con
la novedad de los acontecimientos irrepetibles. El profeta nos
hace repensar a los patriarcas,
el Éxodo de Egipto y todos los
acontecimientos salvadores de
antaño. Pero la historia habla
sólo a los que se ponen en la
verdadera perspectiva, a los que
reconocen que no se puede cons-
¿Por qué nos puede interesar
esta experiencia de Israel? ¿Desde qué punto de vista se pueden
convertir los escritos de ese tiempo en Palabra ¡nterpeladora de
nuestro presente?
Es sin duda tentador observar
el hecho como una anécdota de
un pasado remoto y exponer el
caso con interés meramente his
toriográfico. El exilio de Babilonia aparece así como hecho único, irrepetible. Pero eso nos im
pediría aprender a valorar su
carácter específico de hecho vivido bajo la mirada y con la
compañía de Dios. ¿Cómo
aprenderíamos, si no, a valorar
los destierros y exilios de nuestro tiempo, en cuanto historia en
que Dios sigue actuando?
Caer en el extremo contrario;
retomando el hecho narrado y
cantado en la Biblia como un
arquetipo, una imagen que debe
reproducirse, o confrontarse trazo por trazo, elemento por elemento, con nuestra historia,
también es un sueño, una tentación. Pero la historia no es un
padrón que hay que repetir. El
desafío está, justamente, en que
el hombre pueda enfrentar su
encuentro con Dios teniendo la
historia en la mano y la esperanza en la mira.
Con la venida de Jesús, la esperanza se nos ha hecho más
límpida y la historia resuena más
fuerte: Dios es el Dios con Nosotros. Nueva luz adquiere la palabra del profeta a los peregrinos de esta historia:
"Los.pobres y los indigentes
buscan agua, y no la hay;
su lengua está reseca de sed.
Yo, el Señor, les responderé;
Yo, el Dios de Israel, no los
abandonaré...
(Isaías 41, 17ss)u
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