eDiTORIal La demencia del anciano se puede prevenir Félix Bermejo-Pareja Una afirmación tan radical no podría haberse hecho en la década pasada [1], y aun así, en el momento actual, se precisan varias matizaciones para disminuir su atrevimiento. La primera es precisar el subtipo de demencia, pues hay más de 100 causas. El subtipo que debe considerarse es, obviamente, la demencia vascular y la enfermedad de Alzheimer (EA), que en los ancianos y en los muy ancianos conforman con mucha frecuencia una unidad, una demencia mixta, con ambos tipos de lesiones cerebrales (vasculares y degenerativas) en un espectro en el que poco más de un 10-15% de los casos padecen demencia vascular o EA pura, y la gran mayoría sufre una mezcla de ambas lesiones [2]. Si las lesiones cerebrovasculares reducen el umbral de demencia o facilitan la aparición de EA, o si ambas lesiones tienen un efecto aditivo o multiplicativo, es un asunto en ardua discusión [3]. No entraremos en él. Otra matización necesaria es la calidad de las pruebas que sustenta tan clara manifestación. Esta calidad no proviene de pruebas irrefutables experimentales (ensayos clínicos o poblacionales) y, por tanto, es relativa. Muchos de estos datos provienen de estudios longitudinales de cohortes, pero de este tipo de estudios deriva, por ejemplo, la mayor parte de nuestro conocimiento del tabaco como factor de riesgo de cáncer de pulmón o de los factores de riesgo vasculares (hipertensión, diabetes) en la adultez y la aparición de ictus o cardiopatía posteriores, y están admitidos por la comunidad científica. Bien es verdad que esta relación, desvelada por el estudio Framingham y confirmada por otros estudios de cohortes, tiene más de medio siglo de vigencia, y en la demencia (demencia vascular y EA), los estudios que sustentan factores de riesgo prevenibles son menos numerosos y más recientes [1,4,5]. Pero los existentes indican de una manera consistente que los factores de riesgo vasculares y el estilo de vida (ejercicio físico, dieta, actividad intelectiva y social, y otros) se relacionan con la aparición de demencia en la senectud [1,5]. Existe, además, plausibilidad biológica para estos factores de riesgo y su prevención [1,4,5]. Si se repasan los postulados de Hill sobre causalidad de estos factores de riesgo en la EA y demencia vascular del anciano, se cumplen en su mayoría. Resulta obvio que los postulados de Hill no son una prueba segura de causalidad, pero se acercan grandemente [6]. En la última década, el tema de la prevención de la demencia del anciano está en el candelero y por eso es bienvenida la ‘perspectiva’ de Hughes y Ganguli [7] en este número de la revista manifestando que existen datos muy firmes de factores de riesgo en la edad media de la vida que pueden facilitar la aparición de demencia en la senescencia y que son prevenibles: www.neurologia.com Rev Neurol 2010; 51 (5): 257-258 factores de riesgo vasculares y del estilo de vida y sus variables. Sin embargo, la prevención de la demencia del anciano puede empezar antes de las edades medias de la vida. La hipótesis de Barker y Osmond de que el riesgo vascular del individuo empieza en el útero materno es plausible, como demostraron en su exquisito estudio de comienzos de los años noventa [8]. Es lógico: la alimentación y su calidad empiezan ya antes de nacer (y un bajo peso al nacer es un factores de riesgo de mortalidad vascular) [8], y ya en la infancia se dirime el desarrollo del sistema nervioso y sus conexiones sinápticas con la alimentación y la educación. Conviene recordar que el bajo nivel educativo y el analfabetismo son factores de riesgo de demencia y EA en todos los estudios europeos (donde la población tuvo un nivel educativo infantil muy disimilar en el siglo pasado) y en su metaanálisis [9]. Además, resulta muy probable que muchos de estos factores de riesgo (vasculares y de estilo de vida) ejerzan su acción en la adultez y en la ancianidad [10], e incluso multipliquen su acción cuando son varios [11]. Numerosos estudios de prevención de demencia en el anciano se han ajustado a patrones experimentales de ensayos clínicos. La hipertensión como factor de riesgo de demencia tiene incluso un metaanálisis [10] y cada vez parece más claro que la prevención y Director de Revista de Neurología. E-mail: [email protected] Cómo citar este artículo: Bermejo-Pareja F. La demencia del anciano se puede prevenir [editorial]. Rev Neurol 2010; 51: 257-8. © 2010 Revista de Neurología Véase: Hughes T, Ganguli M. Factores de riesgo de demencia en la vejez modificables en las etapas medias de la vida. Rev Neurol 2010; 51: 259-62. [English version available in www.neurologia.com] 257 F. Bermejo-Pareja el tratamiento de los factores de riesgo vasculares y un estilo de vida activo, con ejercicio físico, intelectivo y social, previene la demencia, incluso en la ancianidad [6,12]. Estos datos constituyen una buena noticia porque en las décadas venideras se va a incrementar la población en riesgo de demencia por el envejecimiento de la población. Si se consigue retrasar la edad de aparición de la demencia (sólo cinco años de retraso suponen una disminución de la mitad de su prevalencia) [13], la epidemia futura de demencias puede disminuir y, con ello, la carga social. Recordemos que la tuberculosis disminuyó muy sustancialmente con la mejora de la calidad de vida de las poblaciones mucho antes de que apareciera la estreptomicina [14] y que la mortalidad por ictus y cardiopatía depende grandemente de la calidad de vida de las poblaciones [15]. ¿Por qué la demencia y la EA, enfermedades crónicas multifactoriales como la arteriosclerosis, no van a comportarse de forma similar? En suma, como sucede en la enfermedad cerebrovascular, también en la demencia vascular y la EA –padecimientos que se comportan como enfermedades crónicas multifactoriales– la prevención es razonablemente posible [1,4,6], y las inconsistencias existentes entre los diversos estudios de observación y experimentales, aunque se deban a muchas causas [16], tienen una que apenas ha podido explorarse todavía. Los factores de riesgo y de prevención probablemente deben actuar durante mucho tiempo –estas enfermedades se gestan a lo largo de décadas– y los ensayos terapéuticos, salvo raras excepciones (Ginkgo biloba), se han mantenido durante pocos años [17]. Es muy posible que una sociedad con mejor salud y educación desde la 258 infancia y con una prevención de factores de riesgo vasculares y un estilo de vida saludable en la adultez genere un retraso en la aparición de la demencia del anciano o su disminución. Datos indirectos indican que esto puede ser así [18,19]. Si estos datos se confirman –al menos en los países desarrollados–, contribuirían notablemente a disminuir el futuro crecimiento de la demencia y los gastos que ésta genera, que son sustanciales incluso en España [20]. Bibliografía 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. Pope SK, Shue VM, Beck C. Will a healthy lifestyle help prevent Alzheimer’s disease? Annu Rev Public Health 2003; 24: 111-32. Neuropathology Group of the Medical Research Council Cognitive Function and Ageing Study (MRCCFAS). Pathological correlates of late-onset dementia in a multicentre, community-based population in England and Wales. Lancet 2001; 357: 169-75. Launer LJ, Petrovitch H, Ross GW, Markesbery W, White LR. AD brain pathology: vascular origins? Results from the HAAS autopsy study. Neurobiol Aging 2008; 29: 1587-90. Haan MN, Wallace R. Can dementia be prevented? Brain aging in a populationbased context. Annu Rev Public Health 2004; 25: 1-24. Middleton LE, Yaffe K. Promising strategies for the prevention of dementia. 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