EPIGRAFÍA Y MADINA EN AL-ANDALUS OMEYA: LAS INSCRIPCIONES CONSTRUCTIVAS Juan A. Souto Universidad Complutense de Madrid A lo largo de las jornadas de este encuentro se expuso y debatió intensamente acerca de las madinas andalusíes a través del tiempo y el espacio. Se trataron sus diversos rasgos morfológicos e institucionales y, por supuesto, se habló de sus habitantes, que son, al fin y al cabo, quienes las hicieron y utilizaron. Cuando mi buen amigo y colega el Dr. Martínez Enamorado me propuso hablar de inscripciones y sus relaciones con las madinas, o viceversa, el tema me pareció tan amplio que, abrumado, no supe ni qué decir: las inscripciones son documentos directos, maravillosas síntesis de fuentes “escritas” y “materiales”; su conjunto, un amplísimo archivo de datos de todo tipo; las madinas, dada su naturaleza, sus más importantes y prolíficos centros productores y consumidores. Tratar de sintetizar “inscripciones y madinas” significa “verter el mar en un vaso”. Tras aquellos “primeros sustos”, hice la “contraropuesta” de centrarme en la colección diplomática que desde hace años ocupa el lugar preferente de mi investigación: las inscripciones constructivas de época omeya, con la necesaria limitación a aquellas generadas en madinas. Mi colega aceptó sin discusión, cosa que agradecí entonces y agradezco ahora. Los siguientes párrafos intentan, pues, presentar por escrito lo que en Vélez-Málaga hice de viva voz y con el apoyo de bastantes más ejemplares e imágenes. Se trata, en sintonía con la tónica del Coloquio, de un trabajo de carácter sintético y didáctico, más que de investigación “pura y dura”, en el que se muestran evidencias bien sabidas y comprobadas más que novedades inéditas. He itentado hacerlo de forma amena sin caer en la superficialidad y rigurosa sin caer en la aridez. No es menor tarea que la encargada en un principio, pero al menos tiene para mí el aliciente de ser fruto de muchas horas de trabajo personal y directo con los documentos en cuestión, no de consultas a referencias de terceros • 45 Juan A. Souto sobre materiales que me cogen a trasmano; y de que su público lector habrá de ser mayoritariamente, como lo fue el del encuentro, interesado pero no necesariamente iniciado en estas disciplinas, y por eso deseoso de aprender conocimientos explicados como se ha dicho, no de asombrarse (más bien de molestarse) ante un despliegue de erudición tan dudoso como inútil. Ojalá consiga algo de lo que me propongo, será la mejor recompensa a unos días que guardo entre muy placenteros recuerdos. * * * No tendría sentido definir aquí lo que fueron las madinas andalusíes: todo un volumen de intervenciones, éste que el lector tiene en sus manos, y sus respectivas bibliografías darán respuesta a la pregunta de qué es (o qué fue) una madina en al-Andalus. Sí que interesa, sin embargo, un par de conceptos acuñados ya desde antiguo por los propios tratadistas musulmanes: así, según al-Muqaddasi, geógrafo que escribió a finales del siglo X, ninguna población puede pretender para sí la categoría de madina si carece de mezquita aljama. Por su parte, Malik b. Anas (ca. 711-795), fundador de la escuela jurídica que lleva su nombre (malikí) y que era la oficial en al-Andalus, sólo reconoce la categoría de mezquita aljama a aquella donde se hace la azalá u oración congregacional (que eso y no otra cosa significa el arabismo “aljama”) los viernes al mediodía, con su jutba o sermón, en una población donde haya zoco. La doble condición mezquita aljama-zoco es recogida como indispensable de la condición de madina por el geógrafo andalusí al-Bakri, muerto en 1094. Junto con estas premisas básicas hay que tener en cuenta que la madina siempre fue, desde el nacimiento del Islam, fuente esencial de prestigio y poder, rasgo cuyas razones hay que buscar en el carácter funcionarial de todo Estado islámico, cuya cúspide es el califa o el emir, director de la azalá congregacional del viernes en su mezquita aljama y residente en la (madina) capital, en un edificio al efecto: el alcázar o palacio. Todo poder estatal procede de lo más alto, la capital, y se distribuye en una serie de “escalones urbanos” superpuestos: de las metrópolis a las capitales de términos, cuyos gobernadores delegados dirigen la azalá del viernes en mezquitas aljamas y residen en alcázares menores o bien en alcazabas, fortalezas sin carácter áulico reconocido; de estas madinas “de segunda” a las “de tercera fila”, cabezas de pequeñas comarcas; y de ahí a su vez a las aglomeraciones de menor rango. Por fin, al hablar de madinas andalusíes hablamos de lugares inmersos en un contexto histórico (por dilatado que fuese) donde la necesidad de defensa ante enemigos exteriores era algo patente: la población había de estar protegida por una cerca y sus elementos propios, es decir, murallas, torres y puertas. 46 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Los documentos de que se tratará aquí son inscripciones constructivas generadas en madinas andalusíes a lo largo del período omeya (figura 1). ¿En qué consisten? Se entiende por “inscripción” todo material escrito (es decir, donde se han plasmado representaciones gráficas del lenguaje humano) desplazando masa de su soporte. “Inscripción constructiva” es toda aquella que hace referencia a un edificio (o parte de un edificio), sus autores o sus mecenas. El período omeya se corresponde en al-Andalus a la etapa de dominio efectivo de la dinastía Omeya, que abarca desde 711 a 1013. La primera fecha es la de la entrada de los musulmanes en la Península Ibérica, a la que habrían de llamar “al-Andalus”; la segunda, la del “reparto” que el efímero califa Sulayman al-Musta‘in hizo del país entre los partidarios que le apoyaron en plena disolución del poder omeya, y que indica el comienzo, ya de derecho, de los reinos de taifas. Se entenderá entonces que la mayoría de las inscripciones que aquí interesan se refieren a los edificios más característicos de las madinas de al-Andalus entre esas dos fechas. A esto hay que añadir varias particularidades: la primera, que la más antigua de las conservadas y conocidas (es importante tener en cuenta estos dos factores) es más de una centuria posterior a 711, siendo la más tardía de no más allá de 1002; la segun- Figura 1. Tipología y distribución de las inscripciones constructivas omeyas andalusíes procedentes de madinas • 47 Juan A. Souto da, que gran parte de las inscripciones constructivas omeyas andalusíes conservadas documentan obras proyectadas, financiadas y dirigidas desde el Estado. Esto es así porque las inscripciones son auténticos “sellos de calidad” o “marcas de excelencia” que pocos, fuera de ese Estado que representa al propio Islam y que se encarna en una dinastía identificada con la persona del soberano (emir o califa), pueden permitirse. * * * Si nos atenemos a las definiciones y los conceptos expresados más arriba, tendremos que lo más característico de una madina es el que tenga una mezquita aljama. Pues bien, la inscripción constructiva andalusí más antigua conservada documenta la [re] construcción de una mezquita aljama, concretamente la de Sevilla (figura 2). Su texto, inciso en varias líneas a lo largo de un fuste de columna reutilizado, está hecho en un tipo de escritura “curva y redondeada”, ya presente desde los primeros momentos del Islam. A tenor de lo que dice, la [re]construcción del edificio fue ordenada por el jefe del Estado, el emir ‘Abdarrahman II (822-52), bajo la dirección, que ha de entenderse honorífica y no real, de ‘Umar b. ‘Adabbas, gobernador de la madina con el título de cadí, entre febrero de 829 y marzo de 930. Consta también el autor del escrito, ‘Abdalbarr b. Harun. El epígrafe en cuestión, el fuste de columna, está hoy en un museo, pero en su momento se encontraba ante el mihrab o nicho de oración, in celeberrimo loco, “en destacadísimo lugar”, como mandan los cánones desde la Antigüedad clásica. Se trata, por lo tanto, de un documento muy completo, inspirado en precedentes claros y que da las pautas materiales, diplomáticas y topográficas de los que habrán de seguirle. Así los de la Mezquita Aljama de Córdoba, monumento que es una verdadera materialización del Estado omeya andalusí, con lo que sus autores pretendieron que fuese también de la dinastía, de sus representantes y, con ello, del Islam. Sus ins- Figura 2. Inscripción “fundacional” de la primitiva Mezquita Aljama de Sevilla (foto Instituto Arqueológcio Alemán, negativo R39-65-2, P. Witte) 48 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Figura 3. Tipología y distribución de las inscripciones omeyas de la Mezquita Aljama de Córdoba (sobre plano de Ewert & Wisshak) cripciones, al menos las conservadas, configuran un complejo programa acorde con el del conjunto en que se insertan (figura 3). El mensaje básico de ese programa es la legitimidad de la dinastía, legitimidad que se retrotrae al propio Dios, quien a través de su mensaje (el Corán) se humaniza por boca de Su Enviado, Muhammad, cuya sucesión (literalmente: “califato”) ejercían los Omeyas e imponían mediante su maquinaria estatal, compuesta de una trama burocrática que comenzaba inmediatamente bajo el soberano en las personas de los “altos cargos” de la corte y terminaba en aquellos trabajadores que podemos considerar “los más bajos estamentos de la construcción”. Para el emir Muhammmad I (852-886) y los califas ‘Abdarrahman III (912-61, califa desde 929) y al-Hakam II (961-76) se reservaron epígrafes de carácter “oficial”: los soportes fueron elementos constitutivos de los paramentos de cada una de las fases (figura 4), así como una lápida, pues sólo una se conserva (figura 5), todo cuidadosamente situado en puntos destacados y claramente visibles. Como materiales, los más nobles del conjunto, incluyendo mosaicos en letras doradas sobre fondo celeste (figura 6). Como tipo de escritura, el cúfico en distintas variantes, estilo hierático y de aparato donde se ha querido ver, a mi juicio no sin desacierto, una llamada más a las formas clásicas. Como textos, los más completos son claros desarrollos de la “carta fundacional” de la Aljama sevillana, cada vez más complicados y “aderezados” con fórmulas cancillerescas de diverso significado, citas coránicas que son nuevos guiños a la idea de la legitimidad de los Omeyas y menciones de los más altos cargos de la administración, que hacían las veces de “directores honoríficos” o “inspectores de la obra”, mostrando así su lugar en el conjunto de la trama estatal. • 49 Juan A. Souto Figura 4. Inscripción conmemorativa de obras del emir Muhammad I en la portada “de los Visires” o de “San Sebastián” de la Mezquita Aljama de Córdoba Figura 5. Lápida conmemorativa de obras del califa ‘Abdarrahman III en la fachada del oratorio al patio de la Mezquita Aljama de Córdoba (estado en primavera de 2008) 50 • Figura 6. Fachada del mihrab de al-Hakam II en la Mezquita Aljama de Córdoba Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Conviviendo con estos espígrafes “de exhibición”, más hechos para ser contemplados por el público que para ser literalmente leídos, característica propia de todas las inscripciones (la imagen, “el escrito”, es tanto o más importante que las palabras que transmite, “lo escrito”), están los que llamo “marginales”, inscripciones de morfología no menos cuidada pero de textos reducidos (en el caso que nos ocupa, una simple mención del califa al-Hakam II) y situados en puntos no fácilmente visibles, como pueden ser basas y plintos de columnas del mihrab, cuyo acceso era muy restringido (figura 7). De este mismo tipo “marginal” son también las menciones de “auténticos” trabajadores, como las que se “esconden” bajo las bandas epigráficas del interior del mihrab, cuyos escuetos textos se limitan a testimoniar autorías: “Obra de Fath y Tarif”, “Obra de Nasr, su siervo” y “Obra de Badr, su siervo”, entiéndase que del califa (figura 8). También hay alguna que otra inscripción “marginal” mencionando a “autores menores” en elementos de columnas del mihrab, de la cúpula que lo precede y de la fachada oriental de la ampliación de Almanzor, hecha entre 984 y 1000 (figura 9). Figura 7. Basa epigrafiada de una de las columnas del interior del mihrab de al-Hakam II en la Mezquita Aljama de Córdoba Figura 8. Firmas en el friso epigráfico del interior del mihrab de la Mezquita Aljama de Córdoba: “Obra de Fath / y Tarif / Obra de Nasr, su siervo / Obra de Badr, su siervo” Figura 9. Capitel en la portada de “San Juan” de la Mezquita Aljama de Córdoba. En su cartela figura la leyenda “Obra de b. / Badr” • 51 Juan A. Souto Figura 10. Signos lapidarios con el sintagma ‘Amal Fath (“Obra de Fath”) en la ampliación de Almanzor de la Mezquita Aljama de Córdoba. Arriba, en el fuste C12n; abajo, en el D11 (según las coordenadas de la figura 3) Las dos últimas ampliaciones de la Aljama cordobesa conservan también otras tantas auténticas nóminas de trabajadores en forma de inscripciones “utilitarias”: se trata de varios cientos de nombres propios, bien aislados, bien formando diversas combinaciones, tallados casi siempre por incisión y con un tipo de letra que podría llamarse “vulgar” o “cotidiana”, de ninguna manera “decorativa” o “de aparato” (figura 10). Sus situaciones, siempre sobre elementos de columnas, son aleatorias, hasta el punto de que algunos han quedado semicubiertos por la propia obra de la fábrica de la Mezquita. Es posible que haya unos cuantos hoy por completo ocultos. ¿Cuál era el papel de estos epígrafes? No lo sabemos a ciencia cierta, pero sin duda se trata de testimonios de “autoría” de personajes que en su momento tuvieron un papel en el proceso de la construcción; papel que interesaba hacer constar ante quien fuese, al menos por un tiempo y a efectos de obra. La intención de tales documentos no era, empero, “quedar para la posteridad”, y la mejor prueba de ello es que pasan desapercibidos al público no avisado. Lejos de limitarse a antropónimos, hay también indicaciones (“así”) y dedicatorias (“para Dios”: figura 11). El conjunto se comFigura 11. Signos lapidarios de la Mezquita Aljama de Córdoba: arriba, Li-llah (“Para Dios”) en el fuste N4; abajo, Kadha (“Así”) y dos barras verticales en el cimacio S5 (según las coordenadas de la figura 3) 52 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Figura 12. Signos lapidarios de la Mezquita Aljama de Córdoba: el llamado “enlace OS” (en realidad una figura abstracta) y dos pares de barras verticales en el cimacio N6 (según las coordenadas de la figura 3) pleta con signos de inspiración epigráfica latina y signos no epigráficos (figura 12). Se trata, en suma, de un magnífico conjunto de lo que se conoce genéricamente como “signos lapidarios”, más interesantes si cabe por cuanto son un caso casi único en alAndalus. Nada se ha dicho de inscripciones del califa Hisham II (976-1009) en la última fase de la Aljama, erigida por su regente Almanzor (976-1002), ni de inscripciones a nombre de éste. Comencemos por el final: Almanzor no quiso dejar ningún epígrafe conmemorativo de su intervención, no permitió que en la Aljama figurase su nombre escrito en piedra. Era muy consciente de la importancia de semejante documento y del insulto que supondría contra la legitimidad omeya que pretendía defender y de la que su obra era una clara propaganda. Pero entre los signos lapidarios de su fase se “esconde” una “pequeña traición” a esa voluntad: según ciertas fuentes escritas, este omnipotente personaje trabajó personalmente en las obras, lo que en realidad debió de ser un acto meramente testimonial, como poner algunas piedras o dar ciertos “toques de gracia”. ¿Los daría del modo que fuera a varios capiteles que lucen el nombre de ‘Amir, su patronímico? Éste aparece (salvo en períodos muy concretos y breves) junto con el del correspondiente califa en las monedas acuñadas a partir de 967, año en que había sido nombrado jefe de la • 53 Juan A. Souto Figura 13. El nombre propio ‘Amir como firma en un capitel (descontextualizado) en el patio de la Mezquita Aljama de Córdoba y en tres dírhames califales andalusíes ceca (figura 13). Tampoco hay en el edificio ninguna inscripción constructiva a nombre de Hisham II, quien a lo largo de su “mandato” califal quedó reducido a un segundo plano en el mejor de los casos, ninguneado en los peores. Hasta los silencios son significativos. Las inscripciones de otras mezquitas ciudadanas andalusíes también siguen de cerca las pautas y los esquemas marcados por los referidos ejemplos. Así la de la de Madinat Ilbira, de 864-65, no conservada materialmente pero transmitida a través de una crónica, la más tardía de Madinat az-Zahra’ (944-45), la ciudad áulica fundada por el califa ‘Abdarrahman III, o la interesantísima de la toledana de Bab al-Mardum (diciembre 999 - enero 1000), hoy iglesia conocida como del “Cristo de la Luz” (figura 14). Ésta tiene unas peculiaridades que la hacen especialmente Figura 14. Insccripción constructiva de la mezquita de Bab al-Mardum, hoy iglesia del Cristo de la Luz, en Toledo (de M. Ocaña Jiménez, “La inscripción fundacional de la mezquita de Bib al-Mardum en Toledo”, Al-Andalus, XIV, 1949) 54 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas interesante: se trata del documento constructivo de un edificio de iniciativa privada, hecho por Ahmad b. [al]-Hadidi, miembro de una poderosa familia local, quien financió la obra “de su peculio” y “deseando la recompensa ultraterrena de Dios”. También se menciona al artífice real del monumento, Musà b. ‘Ali, “el constructor” (al-banna’, arabismo de donde el castellano “albañil”), así como a un supuesto auxiliar, Sa‘ada (nombre que también figura como signo lapidario en la última ampliación de la Mezquita Aljama de Córdoba). El texto, escrito con ladrillos en la fachada que da a la calle, sigue de cerca las pautas de los oficiales, en clara correspondencia con la propia arquitectura del edificio, una especie de “maqueta” de la ampliación califal de la Mezquita Aljama de Córdoba. Nada se escapa del Estado, representante del Islam, que controla todas las formas generadas en los territorios bajo su férula. Pero no sólo se escribieron epígrafes que documentaban mezquitas “enteras”, sino que los hubo referentes a obras parciales en ellas, como uno conservado en el Museo de Málaga, donde consta que Umar b. Idris se hizo cargo de la [re]construcción de un alminar “por sí mismo y de su peculio, esperando / la recompensa de Dios, Fuerte y Excelso”, entre febrero y marzo de 969. Otra iniciativa privada, pues, precedente de la del Cristo de la Luz. Caso semejante es el del alminar, la azaquefa unida a él y la decoración exterior de una mezquita, todo ello hecho en Córdoba, entre 971 y 976, bajo el mecenazgo de Mushtaq, madre de al-Muguira, hermano del califa al-Hakam II, bajo la dirección honorífica del conocido fatà (un tipo de servidor) ‘Atiq b. ‘Abdarrahman (figura 15). Vemos cómo las mujeres que se lo podían permitir ejercían el mecenazgo de las artes; y cómo el ejemplo de esta poderosa sayyida (“señora”) muestra su Figura 15. Lápida nº 504 del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba, conmemorativa doble ejercicio, a la vez público y de la construcción de varios elementos de una mezquita cordobesa privado. • 55 Juan A. Souto Figura 16. Leyenda en el lecho del capitel nº 3469 del Museo Arqueológico y Etnológico de Córdoba (de M. Ocaña Jiménez, M., “Capiteles epigrafiados del alcázar de Córdoba”, Al-Andalus, III, 1935) Nos referíamos antes a ciertas inscripciones poco visibles hoy día dadas sus situaciones en sus soportes y los de éstos en las obras ya concluidas. Pues bien, la prueba irrefutable de que en al-Andalus omeya hubo textos inscritos destinados a no ser leídos por el público la aporta un capitel fechable en 964, conservado en el Museo Arqueológico de Córdoba y en cuyo lecho puede leerse, escrito en caracteres no oficiales (entiéndase: “no cúficos”), la leyenda “Obra de Sa‘d para la mezquita de su señor” (figura 16), lo que según Manuel Ocaña “nos demuestra que también se construyó o renovó un santuario particular del Califa, dentro del Alcázar”, a donde pertenecía la pieza. Tal leyenda era por completo invisible una vez colocado el capitel en su lugar definitivo. Otro de los componenetes inherentes a las madinas eran los zocos, como se ha dicho. Pero no se han conservado inscripciones que documenten zocos omeyas en al-Andalus, quizás sobre todo porque aquí los zocos no eran edificios concretos sino mercados que se distribuían por toda una red de calles dentro del entramado urbano. Tras los zocos, es inexcusable en ellas la existencia de un espacio de poder, un alcázar (del árabe qasr, “palacio”). Pues bien, en el párrafo anterior se aludía al Alcázar omeya de Córdoba, del que tenemos unos cuantos testimonios epigráficos, desarrollados sobre todo (pero no sólo) a lo largo de los ábacos de capiteles que sostendrían columnas de sus salones nobles construidos por el califa al-Hakam II, como el que acabamos de citar. Precedentes cronológicos de estas inscripciones de la obra civil más emblemática de Córdoba son los epígrafes de Madinat az-Zahra’, la madina omeya por excelencia, ciudad-palacio de nueva fundación que se pretendía representación urbana de los ideales del Estado omeya. Los mejor conocidos son los del llamado “Salón Rico” o “Salón de ‘Abdarrahman III”, construido entre 953 y 957 y que es un auténtico “ensayo” (en todos los sentidos) de la ampliación de la Mezquita Aljama de Córdoba por al-Hakam II. Estos epígrafes documentan construcciones a la vez que exaltan la figura del califa como cúspide del Estado y ante las pretensiones 56 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Figura 17. Inscripción fundacional del “Salón Rico” o “de ‘Abdarrahman III” en Madinat az-Zahra’ (de Mª A. Martínez Núñez, “La epigrafía del salón de ‘Abd al-Rahman III”, en A. Vallejo Triano, coord., Madinat al-Zahra’. El salón de ‘Abd al-Rahman III, Córdoba, 1995) de los Fatimíes, dinastía shi‘í surgida en el actual Túnez y con la que los Omeyas de al-Andalus hubieron de mantener fuertes enfrentamientos, incluido por supuesto el ideológico (figura 17). Junto con los califas ‘Abdarrahman III y al-Hakam II figuran los grandes cargos estatales en su calidad de directores honoríficos, como en la Aljama cordobesa; y a continuación, los “autores de las obras”, un conjunto de personajes aparentemente distribuidos en varios escalafones y cuya organización y cometidos ignoramos en buena medida. De entre ellos destacan nombres que también aparecen en el gran oratorio cordobés, una prueba más de que ambas obras compartieron hasta sus operarios (figura 18). La pirámide del Estado, pues, que se exhibe ante quien haya de contemplarlo, desde su vértice superior hasta su base. • 57 Juan A. Souto Figura 18. Inscripciones en el capitel de una pilastra del “Salón Rico” o “de ‘Abdarrahman III” en Madinat az-Zahra’ (ídem) Y con los palacios, insertados en la madina o constituyendo toda una madina, las inscripciones constructivas documentan también obras públicas. Tres ejemplos hidráulicos vienen al caso. El primero es el de la azacaya de Écija [re]construida en 930 por orden de ‘Abdarrahman III, bajo la dirección honorífica de Umayya b. Muahammad b. Shuhayd, su mawlà o “liberto” a la vez que ‘amil o gobernador civil Se trata del primer epígrafe califal conocido, y en él aparece por primera vez el nombre de Fath a manera de “autor” (figura 19). El segundo es el qanat o galería hidráulica subterránea [re]construida en 940 a instancias del mismo soberano y “bajo la dirección de su mawlà, visir y zalmedina Abdallah b. Badr” (figura 20). Y el tercero, el de la azacaya de Écija [re]construida a finales de 977 por orden de la la madre del califa Hisham II y bajo la dirección honorífica de Ahmad b. ‘Abdallah b. ‘Arus, quien era su sani‘a (“protegido”) a la vez que sahib ash-shurta (jefe de policía) y “cadí de las gentes de la cora de Écija y Carmona y sus términos” (figura 21). ¿Se trata de una refacción de la Figura 19. Lápida conmemorativa de misma azacaya documentada en 930? la [re]construcción de una azacaya en Écija (Sevilla) por orden del califa ‘Abdarrahman III 58 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Por último, se ha mencionado la necesidad de toda madina omeya andalusí de contar con elementos defensivos: alcazaba, murallas, torres y puertas. También de algunos de ellos se conservan inscripciones, asimismo muy interesantes. La más antigua es la de la Alcazaba de Mérida, un magnífico documento donde consta que el emir ‘Abdarrahman II ordenó la [re]construcción del edificio (al que llama hisn) “y Figura 20. Lápida nº 501 del Museo Arqueológico su disposición como fortaleza para y Etnológico de Córdoba, conmemorativa de la [re]construcción de un qanat las gentes obedientes”, con lo cual deja claro que éstas eran la guarnición al servicio del Estado y no los merideños, cuya rebeldía se pretendía precisamente aplacar. Vienen a continuación el nombre del director honorífico de la obra, su ‘amil (gobernador civil) ‘Abdallah b. Kulayb b. Tha‘laba, y el del auténtico, Hayqar b. Muqabbis, mawlà y “director de la obra (sahib al-bunyan). La lápida está fechada entre el 4 de abril y el 2 de mayo de 835. Su material, mármol, no puede ser más noble, ni su situación, sobre la puerta principal de entrada del edificio, puede ser más destacada. Una Figura 21. Lápida conmemorativa de la [re] “segunda lápida”, posiblemente inconstrucción de una azacaya en Écija (Sevilla) por orden de la madre del califa Hisham II completa (ni siquiera conserva la fecha) está redactada en semejantes términos, aunque la introducción de nuevos personajes (Khattab b. Durri y Shu‘ayb b. Musà) y el relato (cuya lectura dista de ser clara) de un hecho que afectaba al edificio hacen de esta inscripción un documento que deja, al menos a mí, con más preguntas que respuestas. También la muralla de Sevilla fue objeto de atención del • 59 Juan A. Souto Figura 22. Lápida conmemorativa de la reconstrucción de la madina de Évora (de A. G. de M. Borges, “Lápide com inscrições comemorativas. Mármore”, en S. Macias & C. Torres, coords., Portugal Islâmico. Os últimos sinais do Mediterrâneo, Lisboa, 1998) emir ‘Abdarrahman II: sobre una de sus puertas (como vemos, algo habitual) debió constar el nombre de ‘Abdallah b. Sinan, mawlà sirio, íntimo del soberano desde que éste era infante y que fue encargado de [re]construir la muralla de la madina en cuestión entre septiembre de 844 y septiembre de 845. No se ha conservado el epígrafe, pero sabemos de los hechos a través de una crónica, el Tarikh iftitah alAndalus, del cordobés Ibn al-Qutiyya, muerto en 977. Entre octubre de 874 y octubre de 875 fue [re]construida la muralla de Huesca por orden del emir Muhammad I, bajo la dirección honorífica de su gobernador ‘Amrus b. ‘Umar, bien conocido a través de las crónicas por sus obras en diversos lugares de al-Andalus. El director auténtico fue un personaje llamado Khafif al-banna’ (el constructor) Los hechos fueron documentados por una inscripción en una de las puertas del recinto, pero por desgracia el epígrafe se ha perdido, si bien parte de su texto se nos ha transmitido en una obra geográfico-histórica, el Tarsi‘ al-akhbar de al-‘Udhri, autor que vivió en el siglo XI. De la reconstrucción de la madina de Évora entre julio de 914 y julio de 915 (ya en el emirato de ‘Abdarrahman III) se sabe a través de la gran obra histórica de Ibn Hayyan (988-1076), el Muqtabis, y también gracias a una inscripción, muy incompleta, que la documenta (figura 22). También se conserva fragmentariamente la inscripción conmemorativa del establecimiento de Almería como madina: según ella, “se terminó y completó bajo la dirección del caíd Muhammad b. Rumahis” entre julio y agosto de 955. Trece años posterior es la inscripción conmemorativa de la [re] construcción de una torre en Talavera de la Reina: dio la orden el califa al-Hakam II, actuó como director honorífico de la obra su mawlà y caíd Maysur b. al-Hakam y fue terminada en el verano de 968. De finales de 990 es una inscripción toledana (figura 23) que conmemora el encargo que hizo el califa Hisham II a Almanzor (de 60 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas Figura 23. Inscripción conmemorativa de la [re] construcción de una fortaleza en Toledo (de V. Martínez Enamorado, “Sobre epigrafía de Almanzor a partir de una inscripción fundacional de Hisham II hallada en Toledo”, Toletvm, en prensa —cortesía del autor) Figura 24. Lápida de Alfonso X en el puente de Alcántara de Toledo, donde se transmite la traducción romance de parte de una inscripción conmemorativa de obras realizadas en él por Almanzor quien constan los títulos de hajib y caíd supremo) de que éste ordenase [re]construir una fortaleza (hisn), lo que se hizo bajo la dirección honorífica de un personaje cuyo nombre no se conserva pero que ostentaban el cargo de jefe de policía. Es posible que lo [re]construido estuviera en el Alcázar o el Alficén de Toledo. La última de las inscripciones “militares” que se mencionará aquí es la del puente de Alcántara de esa misma ciudad. De nuevo nos encontramos ante un caso en que no se conserva la pieza “original”, pero lo más importante de su texto vuelve a transmitirse en una fuente tardía, pues forma parte de un epígrafe del rey Alfonso X fechado en 1258 y “reparado” en 1575 (figura 24). Según nuestra propia restitución, la inscripción árabe hacía constar que Almanzor ordenó [re]construir dicho puente en su calidad de visir de • 61 Juan A. Souto Figura 25. El nombre Khalaf al-‘Amiri en el fuste F31 de la Mezquita Aljama de Córdoba (según las coordenadas de la figura 3) Hisham II. Actuó como director honorífico de la obra su caíd Khalaf b. Muhammad al-‘Amiri. Lleva como fecha el año 997. Esta inscripción no sólo es interesante por la forma en que nos ha llegado, sino también por documentar a Almanzor como visir y por introducir la figura de ese cadí, que dado su nombre era sin duda un esclavo o mawlà del todopoderoso regente. Un personaje homónimo (Khalaf al-‘Amiri), no sabemos si el mismo, firma varias piezas de columna de la ampliación almanzórica de la Mezquita Aljama de Córdoba (figura 25). Para terminar, no quisiera dejar de mencionar la existencia de algunas inscripciones en las que constan buenos deseos para sus dueños. Se trata de piezas arquitectónicas, concretamente elementos de columnas. Según el gran epigrafista Manuel Ocaña, sería a partir de finales del califato de al-Hakam II cuando “las construcciones reales no son lo suficientemente abundantes para tener acaparada toda la producción artística de los talleres cordobeses. Pronto los tallistas se verán obligados a labrar el consabido para su dueño (...), en espera de un cliente de condición imprecisa, pero con posiblidades para adquirir los caprichosos productos de su arte”. Serían, pues, inscripciones constructivas (pues mencionan al propietario o mecenas) de obras estrictamente privadas, muy posiblemente de carácter doméstico. Sin embargo, aquí como en todo uno debe de ser cauto, pues un capitel del Salón de ‘Abdarrahman III 62 • Epigrafía y madina en Al-Andalus Omeya: las inscripciones constructivas en Madinat az-Zahra’ lleva la escueta leyenda “Bendición de Dios para su dueño”, evidentemetne el califa, también recipendiario tácito del capitel del Museo Arqueológico Nacional procedente de Segovia (a donde sería llevado ya en época cirstiana), fechado en 960-961 y donde se pide nada menos que “gozo perpetuo, gloria inquebrantable, beneficio general y recompensa doblada para su dueño, prolongue Dios su permanencia (en esta vida)”. * * * Esta presentación tan sucinta, hecha muy a vuelapluma, ha pretendido llevar al lector a un pequeño recorrido por las inscripciones constructivas conservadas, conocidas y relacionadas con madinas omeyas andalusíes. A modo de recapitulación final sólo me cabe invitarlo a que reflexione y compruebe cómo el conjunto forma una auténtica colección diplomática, fragmentaria y dispersa en el tiempo y el espacio, pero también coherente consigo misma y con el contexto histórico en que fue progresivamente generada. Obsérvese, en consecuencia, cómo hay un gran predominio de documentos estatales. Lo cual es lógico si se tiene en cuenta que es el Estado quien de forma más clara y contundente puede intervenir en los elementos más definitorios de una madina, y me refiero, claro está, a los elementos más definitorios desde el punto de vista oficial, que es el que se ha expuesto, a través de distintos testimonios, al comienzo de esta contribución. Las inscripciones constructivas aparecen mayoritariamente, pues, como documentos oficiales vinculados al Estado, emanados de él y cumpliendo diversas funciones, de las que la meramente testimonial no es sino una, no siempre la más importante. Las privadas, que son escasas y nunca del todo ajenas al poder, siguen sus pautas tanto materiales como textuales, salvo en casos excepcionales o en los de pequeñas expresiones a modo de “comodines”, como la ya señalada “para su dueño”, también presente en un monumento estatal emblemático. Las inscripciones constructivas son una magnífica fuente para el conocimiento del desarrollo de al-Andalus como país, de su formación, consolidación y decadencia a lo largo de sus tres primeros siglos, que se corresponden con su encarnación en la dinastía (entiéndase el Estado) omeya. Y ello no sólo desde el punto de vista material, sino también, por supuesto, desde el religioso o el institucional, entre otros. Una colección fascinante para el amante de la Historia en su sentido amplio, aquella que no admite límites, como no los admite la vida. Pues, ¿qué es la Historia sino la suma de todas las vidas que han sido y son a lo largo del tiempo? • 63 Juan A. Souto Orientación bibliográfica Como en otros trabajos dirigidos a un público amplio, daré a continuación una bibliografía sumaria y contenedora, a su vez, de más bibliografía y más pormenorizada. Ya verá el lector interesado hasta dónde desea “tirar del hilo” en su afán de búsqueda de saber. Ese lector que quiere leer y aprender acerca de madinas andalusíes debe empezar por este mismo volumen y sus intervenciones. No se me ocurre una introducción más “a mano”. Sobre la construcción en al-Andalus entre los siglos VIII y X, véase mi contribución “Los constructores de al-Andalus Omeya”, en C. Castillo Castillo & Mª J. Viguera Molins, coords., El esplendor de los Omeyas Cordobeses. La civilización musulmana de Europa Occidental, Granada, 2001, pp. 274-81. Acerca de inscripciones andalusíes como conjunto, me remito al volumen coordinado por V. Martínez Enamorado, Epigrafía de al-Andalus y del Occidente Musulmán, Murcia, en prensa. Para Madinat az-Zahra’, véase Martínez Núñez, Mª A., & Acién Almansa, M., 2004, “La epigrafía de Madinat al-Zahri’”, Cuadernos de Madinat al-Zahra’, 5, pp. 107-58. Sobre las constructivas de época omeya lo remito a mi trabajo “Epigraphy and building in Umayyad al-Andalus: ten years of research”, en G. Contu, ed., Proceedings of the 23rd Congress of the UEAI, Lovaina, en prensa. Mi última publicación al respecto y en español es de momento “¿Documentos de trabajadores cristianos en la Mezquita Aljama de Córdoba?”, Al-Qanara, XXXI, 2010, pp. 31-75. 64 •