Introducción histórica y filosófica: la cultura en 1848

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Manifiesto del Partido Comunista
Carlos Marx y Federico Engels
¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!
(Publicado por primera vez el 25 de febrero de 1.848)
1. Introducción histórica y filosófica: la cultura en 1848.
Que un texto como el Manifiesto Comunista aparezca en 1848, no es, ni de lejos, una mera
casualidad histórica. El texto tan solo se explica por unas circunstancias en la historia europea
peculiares y únicas: la revolución de 1848. No es tampoco casual que el carácter panfletario del
texto esté marcado por una razón de movilización social: nos encontramos con un texto que no
está dedicado meramente a los intelectuales, sino que pretende llegar a un sector más amplio de
la población.
En relación con el contexto puramente histórico, la situación política y económica de Europa
en la primera mitad de siglo (y especialmente 1848) es sumamente complicada. Tendríamos que
hablar de dos fenómenos fundamentales: el estallido de las Revoluciones liberales en sucesivas
fases, y la lenta pero continua expansión de la Revolución Industrial desde Inglaterra hacia el
continente –Francia, Bélgica y después Alemania-.
Las Revoluciones liberales del siglo XIX son una continuación y paulatina radicalización de las
Revoluciones de finales del XVIII, especialmente la francesa (1789). Ahora bien, esta doctrina
política tarda en afianzarse en el occidente europeo, y vivimos un periodo de convulsiones
continuas, revoluciones e involuciones, y de la que la Revolución de 1848 supone un punto final.
Así, en la oleada revolucionaria de 1830 se impone la teoría del “liberalismo doctrinario”,
liberalismo muy atemperado y seguidor de las ideas de Locke. Los beneficiarios son
fundamentalmente los propietarios más ricos. Sin embargo, en 1848 y en una fuerte crisis
económica y financiera, estalla otra oleada revolucionaria, mucho más virulenta y que ya no pide
solo unos derechos políticos (democráticos y no liberales) sino especialmente una transformación
social y económica. El socialismo entra en escena en la historia de Europa.
Para entender la radicalización de las posturas en 1848, hay que evaluar la otra gran variable
histórica del momento: los cambios socioeconómicos que está produciendo la Revolución
Industrial. Esta revolución parte de los efectos de unos avances técnicos (la máquina de vapor)
sobre el modo de producción capitalista europeo. La irrupción de la máquina hace producir más
mercancias en menos tiempo y de forma más barata. Así el artesano y el mercader son sustituidos
por el proletario y el capitalista industrial. El proletario cuenta solo con su trabajo, el burgués
industrial es el dueño de los medios de producción y la mercancia a través de un capital. De esta
nueva situación surgen dos cosas: por un lado, la economía deja de ser agraria y pasa a ser
industrial, el campesino y el artesano son sustituidos muy lentamente por el proletario, que no
cuenta con ningún derecho social y es explotado. Por otro, el capitalismo tiende a expandirse:
desde Inglaterra hay que colocar los productos en nuevos mercados, porque producimos mucho y
como somos más baratos y competitivos que aquellos países no industrializados podemos arrasar
con su producción nacional. Estas dos realidades históricas van a ser fundamentales a la hora de
entender el texto.
El contexto filosófico y cultural en el que se mueve Marx está marcado por una amplia
pluralidad de corrientes. Como continuador del espíritu ilustrado aparece el positivismo basado en
la expansión de la técnica y el método científico sobre las creencias religiosas y metafísicas
(Comte), Darwin y Lamarck iniciarán pronto la teoría de la Evolución: materialismo y ciencia
positiva son las claves de esta coyuntura. Sin embargo, y en relación con el pensamiento
marxista tienen un mayor influjo la impronta de la filosofía alemana, vinculada especialmente con
la Izquierda Hegeliana, el anarquismo o el socialismo utópico francés.
Hegel había dejado las bases de toda la filosofía del siglo XIX: el idealismo absoluto. La
actividad del sujeto o de la conciencia tiene un radical poder transformador sobre la realidad y no
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está limitada ya por el fenómeno kantiano. La realidad se concibe como una totalidad en la que se
oponen dos principios, la razón humana frente a lo externo a él, el mundo material. Así la razón va
atravesando ese objeto externo, y acaba identificándose con ella (lo real es racional dirá Hegel).
Ahora bien esta interacción necesita una visión de la realidad dinámica, y no estática: Hegel
dirá que la realidad está en continuo cambio, y como afirmaba Heráclito, es dialéctica (la acción
de la conciencia sobre el mundo, actuando en oposición). Así, Hegel nos dirá que la realidad se
formula a través de la historia. En esa historia actúan tesis, antítesis y síntesis, pero el ciclo no
acaba ahí sino que se mantiene a lo largo del tiempo. Lo importante es que esa historia significa el
desarrollo y materialización de algo, una razón abstracta, que es la que guía el devenir o cambio y
que conduce la historia de la humanidad hacia una meta o fin.
Marx propone una variante de ese idealismo hegeliano, modificando buena parte de sus
contenidos. Esos contenidos vendrían dados por las otras dos grandes fuerzas ideológicas del
momento: los teóricos de la economía liberal y el socialismo utópico. Desde finales del siglo XVIII
se desarrolla en Inglaterra las bases de la teoría económica actual: Adam Smith, David Ricardo,
Say o Malthus. Estos autores sintetizan los cambios de la estructura económica e inician una
conceptualización de lo que está ocurriendo con la industrialización. El liberalismo económico
será su respuesta. Sin embargo, ese liberalismo económico preconizaba eliminar barreras a la
estructura económica y someter todo a las reglas del mercado. Eso implicaba que el proletariado
estaría sometido a las leyes de la economía, con salarios de miseria. Contra este economicismo se
levantó el socialismo (Orwen, Saint-Simon) y el anarquismo (Bakunin), que reivindicaban la
importancia del trabajo del proletariado a la hora de determinar el valor de un producto y la
propiedad (“la tierra es de quien la trabaja”). Así, se consideraba que la revolución social debía
pasar por la regulación estatal de la economía, la colectivización de la producción y el reparto de
los bienes. La supresión, en definitiva, de la economía capitalista y los regímenes políticos que
apoyaban dicha estructura económica.
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2. Comentario de texto.
Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se
han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los
radicales franceses y los polizontes alemanes.
¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder?
¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición más
avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto hiriente de `comunista'?
De este hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus
fines y sus tendencias; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio
partido.
Con este fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han
redactado el siguiente Manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y
danés.
Este párrafo sirve de inicio para el Manifiesto Comunista. A pesar de su carácter
introductorio, sí contiene elementos de interés, aunque vayan a ser tratados en mayor profundidad
seguidamente. El hecho histórico del que parte Marx es la reacción política por parte de los
sectores más conservadores frente al avance de la revolución (de los que los comunistas, en 1848,
son una exigua minoría). Los personajes políticos ahí expuestos son los ideólogos del “Congreso
de Viena” de 1815, que proclamaron la llamada Santa Alianza entre gobernantes para combatir el
avance ya no del socialismo, sino del propio liberalismo. En el segundo párrafo es de subrayar el
concepto de oposición, aunque aquí está vinculado evidentemente al juego político, está
apuntando hacia la dialéctica que recorre todo el pensamiento de Marx, herencia de Hegel: la
realidad no es estática, sino en continuo cambio, y en el que se oponen fuerzas abiertamente
contradictorias: en este caso, conservadores y revolucionarios.
En los últimos párrafos, el concepto clave es el comunismo. Pensemos que todavía está lejos
de ser definido de manera cerrada (estamos en 1848, y El Capital aparecerá en 1867), pero
evidentemente apunta contra el régimen capitalista, propugnando la abolición del mercado, la
propiedad privada, y afirmando la estatalización de la economía. Marx no dudará en afirmar la
dictadura del proletariado para conseguir los fines de una sociedad más justa. Como idea
secundaria habría que mencionar el carácter universalista del comunismo.
Capítulo 1º.- Burgueses y proletarios
La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras
franca y abierta; lucha que terminó siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el
hundimiento de las clases en pugna.
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una completa diferenciación de la
sociedad en diversos estamentos, una múltiple escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma
hallamos patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos, maestros,
oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos gradaciones especiales.
La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las
contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas.
Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber simplificado las
contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos
enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
Idea principal: materialismo dialéctico.
Ideas secundarias: concepto de clase, materialismo histórico. Distintas fases de
desarrollo del materialismo dialéctico a lo largo de la historia.
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La idea fundamental que atraviesa este texto es la visión dialéctica de la historia –ya la
primera frase apunta hacia ello-. La historia humana es concebida como una lucha constante de
opuestos. Esta idea –que Marx hereda de Hegel- apunta, como decíamos antes, a una visión de la
realidad no estática sino sometida al devenir. El texto, sin embargo, ya nos dice aquí los
contenidos de esa evolución histórica: la “lucha de clases”.
El desarrollar esa “lucha de clases” implica saber qué es esa clase social y que
tipo de explicación de conjunto damos a la historia y la realidad humana. Una división de
la sociedad en clases implica una división de la sociedad dependiendo de su relación con los
medios económicos de producción. Pero una clase, para serlo, debe tener conciencia de sí
misma, ser plenamente consciente de sus propios interés y su propia posición en el conjunto de la
sociedad.
Si aceptamos la lucha de clases como motor de la historia, estamos redefiniendo las bases
de la realidad: es la infraestructura material de carácter económico, y no la superestructura de la
cultura y las ideas, la que determina la evolución de la historia. Aquí por tanto, quedan ya
reflejados los planteamientos de Marx en relación con el materialismo histórico.
Como ideas secundarias, Marx nos habla aquí de las distintas formas en que esta oposición
se ha dibujado en la historia. Esta oposición varía dependiendo, evidentemente, de lo que Marx
considera fundamental: las relaciones de producción. Marx establece la división –por cierto,
indiscutida todavía hoy en la disciplina de historia económica- entre el modo de producción
esclavista, feudal y el capitalista.
a) El esclavismo dominó durante toda la Edad Antigua –Grecia y Roma-, y la dialéctica
fundamental estribaba entre la persona libre y el esclavo. La clase de los propietarios es dueña de
los propios productores, los esclavos.
b) El modo de producción feudal es de carácter agrícola y parte no de la posesión de la
persona sino de la posesión de la tierra. El esclavo se ha convertido en vasallo, atado a esa tierra
que no es suya, sino propiedad del señor feudal.
c) Por último, Marx nos hablaría del modo de producción capitalista, de carácter
industrial. Aquí la división social viene propiciada por la posesión del dinero o capital. Los
burgueses capitalistas son los detentadores de los medios de producción –las máquinas-, frente a
los proletarios, que lo único con lo que cuentan es su propio trabajo, que ponen
A la hora de hablar de influencias y relaciones habría que plantear cómo la oposición
dialéctica de la realidad tiene un origen tan antiguo como Heráclito. Sin embargo la visión que
toma Marx más directamente proviene de Hegel; ahora bien, en este autor el motor de la historia
era el desarrollo de una razón más abstracta, canalizada a través del paulatino descubrimiento y
expansión de la idea de libertad y autonomía. Marx no acepta este postulado idealista (la
superestructura por encima de la infraestructura económica) y propone las bases del materialismo
histórico.
En relación con el socialismo habría que decir que Marx se alinea con el sector duro,
abandonando el posible reformismo o pacto con el régimen (propio de gente como Lasalle y la
socialdemocracia) es decir, aquel que habla de un enfrentamiento inevitable y violento, que debe
conducir a una revolución.
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras ciudades; de este
estamento urbano salieron los primeros elementos de la burguesía.
El descubrimiento de América y la circunnavegación de África ofrecieron a la burguesía en
ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de la India y de China, la colonización de América, el
intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general
imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y
aceleraron con ello el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
La antigua organización feudal o gremial de la industria ya no podía satisfacer la demanda, que
crecía con la apertura de nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. El estamento medio
industrial suplantó a los maestros de los gremios; la división del trabajo entre las diferentes corporaciones
desapareció ante la división del trabajo en el seno del mismo taller.
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Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no bastaba
tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron entonces la producción industrial. La
gran industria moderna sustituyó a la manufactura; el lugar del estamento medio industrial vinieron a
ocuparlo los industriales millonarios -jefes de verdaderos ejércitos industriales-, los burgueses modernos.
La gran industria ha creado el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América.
El mercado mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios
de transporte por tierra. Este desarrollo influyó, a su vez, en el auge de la industria, y a medida que se
iban extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, desarrollábase la burguesía,
multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las clases legadas por la Edad Media.
Idea principal: expansión del capitalismo a lo largo de la historia europea.
Ideas secundarias: distintos aspectos históricos de ese desarrollo: expansión geográfica,
sustitución del modo de producción manufacturero, importancia de la tecnología.
Marx pasa aquí a un estudio más pormenorizado de las causas económicas del éxito del
capitalismo. Frente a los anteriores sistemas de producción, de carácter cerrado y autárquico, el
capitalismo tiene una vocación claramente expansionista. La historia de Europa es, desde el final
de la Edad Media, la historia de la expansión del circuito comercial capitalista a escala mundial. Lo
que nos tenemos que preguntar es por qué el capitalismo tiene esa vocación expansionista, y esta
es una cuestión en la que ya los economistas clásicos habían hablado del asunto. El sistema
capitalista tiende a sucesivas crisis cíclicas: es un elemento intrínseco al propio sistema
económico y la regulación de la misma por la ley de oferta y demanda. Esto origina la denominada
ley de rendimientos decrecientes. En una primera fase –pocos productores y mucha
demanda- el precio de una mercancía se mantiene alto y la tasa de beneficio es alta. En una
segunda fase, hay muchos productores y la demanda comienza a ser satisfecha: la competitividad
se agudiza, la tasa de beneficio comienza a caer y la espiral de crecimiento económico comienza a
descender. La solución más sencilla para este estancamiento es la expansión geográfica en busca
de nuevos mercados. Cuando esos nuevos mercados son abiertos, las mercancías de los países
capitalistas entran con facilidad pasmosa y desplazan las formas de producción más primitivas que
pudieran haber sido hegemónicas hasta el momento en esos países.
Consecuencia natural de la apertura de esos nuevos mercados es el fuerte estímulo
económico para la burguesía productora en los países capitalistas, que ven, con las sucesivas fases
expansivas del sistema económico, crecer su poder hasta encontrarse en condiciones de dominar
la cultura y la lucha política en el siglo XIX.
La conclusión para Marx sobre esta expansión del capitalismo, sin embargo, va más allá de
lo que sugiere el texto. En un momento determinado, el capitalismo se encontrará con un límite
geográfico natural: no habrá nuevos mercados, e inexorablemente, tenderá al estrangulamiento y
su crisis final, momento en el que será sustituido por el comunismo, en el que se abolirá la ley de
oferta y demanda y la propiedad privada, precisamente para superar las contradicciones
intrínsecas a ese capitalismo.
Aludamos como ideas secundarias a determinados momentos de la expansión capitalista:
a)
La mundialización de la economía, tal y como comenta el texto: la India, China y
América entran dentro de ese circuito capitalista en el siglo XVI, y entramos en lo que Wallerstein,
un historiador de la escuela marxista, denominó como economía-mundo.
b)
El aumento de la demanda supone la necesidad de sustituir un modelo de carácter
manufacturero –dominado por el artesanado- por otro de carácter industrial –en el que aparece la
división entre el proletariado y la burguesía capitalista.
c)
Esto último es posible gracias a una revolución en el transporte y la tecnología. La
revolución económica se fundamenta sobre una revolución de carácter técnico: la máquina de
vapor como fuerza sustitutiva del trabajo tradicional.
Entre las influencias fundamentales que tiene el texto tenemos que contar con Adam Smith
y David Ricardo. Si Adam Smith hizo un recuento de las fuerzas integrantes de la oferta y
demanda, y la necesidad del liberalismo y la apertura de mercados para el crecimiento económico
y la expansión capitalista, Ricardo hizo hincapié en las contradicciones del capitalismo –la ley de
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rendimientos decrecientes- y su necesidad de encontrar nuevos mercados para estimular la
demanda y retroalimentar el sistema económico.
La burguesía moderna, como vemos, es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo, de
una serie de revoluciones en el modo de producción y de cambio.
Cada etapa de la evolución recorrida por la burguesía ha ido acompañada del correspondiente
progreso político. Estamento bajo la dominación de los señores feudales; asociación armada y autónoma
en la comuna; en unos sitios, República urbana independiente; en otros, tercer estado tributario de la
monarquía;después, durante el período de la manufactura, contrapeso de la nobleza en las monarquías
estamentales, absolutas y, en general, piedra angular de las grandes monarquías, la burguesía, después
del establecimiento de la gran industria y del mercado universal, conquistó finalmente la hegemonía
exclusiva del poder político en el Estado representativo moderno. El gobierno del Estado moderno no es
más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.
La burguesía ha desempeñado en la historia un papel altamente revolucionario.
Ideas del párrafo: posiciones de la burguesía a lo largo de la historia, concepto de ideología
(al final del texto) y crítica del estado liberal. Ideas secundarias: clase social, revolución.
Qué es la burguesía capitalista para Marx? Es la detentadora de capital y propietaria de los
medios de producción y materias primas, así como de la mercancía resultante, y que compra el
trabajo a una nueva clase social, el proletariado. La burguesía manufacturera y especialmente la
industrial rompe con la forma de producción del artesano, en la que el trabajador era dueño de los
medios de producción y de la mercancía que él mismo producía. Recordemos que esta posesión
del producto del trabajo es vital según Marx para evitar la alienación económica.
Conforme el capitalismo iba haciendo entrar en crisis al modo de producción feudal, la
burguesía va escalando de posiciones en la superestructura política, hasta el punto de tomar el
poder del estado liberal contemporáneo (lo que llama Marx “estado representativo moderno”).
Nuevamente, se desvela aquí la sumisión de una superestructura (el estado político) a las
estructuras económicas: el estado liberal burgués es un producto ideológico puesto al
servicio de una clase social. Su posible carga emancipativa (la libertad política) está ahogada
porque es un mecanismo que sirve a la burguesía para mantener bajo su poder el proletariado
bajo el aura de un sistema político más justo y perfecto que la monarquía absoluta.
Esto encierra indudablemente una doble referencia a la teoría liberal expuesta
fundamentalmente por John Locke. Por un lado Marx acepta la tradición de Locke de la relación
entre propiedad privada y el trabajo depositado en ella, que la legitima como privada. Pero por
otra parte, Locke no es más que un encubridor o ideólogo. No olvidemos que para Locke, las
partes firmantes del contrato social, así como la representación parlamentaria que limita los
poderes del soberano absoluto no provienen del pueblo, sino de los propietarios. Los
propietarios, en la interpretación de Marx, no buscan un interés común, sino mantener sus
intereses de clase. En este sentido Marx comparte y radicaliza las tesis de Rousseau sobre esa
propiedad privada.
Dondequiera que ha conquistado el poder, la burguesía ha destruido las relaciones feudales,
patriarcales, idílicas. Las abigarradas ligaduras feudales que ataban al hombre a sus "superiores naturales"
las ha desgarrado sin piedad para no dejar subsistir otro vínculo entre los hombres que el frío interés, el
cruel "pago al contado". Ha ahogado el sagrado éxtasis del fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el
sentimentalismo del pequeño burgués en las aguas heladas del cálculo egoísta. Ha hecho de la dignidad
personal un simple valor de cambio. Ha sustituido las numerosas libertades escrituradas y adquiridas por
la única y desalmada libertad de comercio. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones
religiosas y políticas, ha establecido una explotación abierta, descarada, directa y brutal.
La burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían
por venerables y dignas de piadoso respeto. Al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al hombre
de ciencia, los ha convertido en sus servidores asalariados.
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La burguesía ha desgarrado el velo de emotivo sentimentalismo que encubría las relaciones
familiares, y las ha reducido a simples relaciones de dinero.
La burguesía ha revelado que la brutal manifestación de fuerza en la Edad Media, tan admirada
por la reacción, tenía su complemento natural en la más relajada holgazanería. Ha sido ella la primera en
demostrar qué puede realizar la actividad humana; ha creado maravillas muy distintas de las pirámides de
Egipto, de los acueductos romanos y de las catedrales góticas, y ha realizado campañas muy distintas de
las migraciones de los pueblos y de las Cruzadas.
Idea principal: El valor cultural de la burguesía: el economicismo. Fagocitación de toda
escala de valores culturales con respecto al valor único impuesto por el sistema capitalista, a
través del dinero: “Ha hecho de la dignidad personal un simple valor de cambio”.
Ideas secundarias (pero muy importantes): concepto de ideología, explotación, alienación,
materialismo histórico.
La idea que atraviesa el texto es la destrucción de todo valor opuesto a las leyes del
mercado. La expansión capitalista implica que ya hemos tratado antes implica la destrucción de
todo valor cultural que pretende frenar o regularizar las leyes del mercado. Esas leyes del mercado
implica que todo puede tener un precio y no existe ningún ámbito sagrado de la realidad
(religioso, cultural o del tipo que sea) que no pueda ser medido por ese mercado. Todo es
sometible a leyes de oferta y demanda y el dinero actúa de mecanismo de intercambio entre todo
tipo de productos.
Esta línea destructiva actúa de diversos modos. En otro apartado del Manifiesto, Marx nos
dice que la burguesía y el desarrollo capitalista arrasará con monarquías, destruirá las religiones y
los estados modernos. La razón fundamental es que estas viejas formas culturales no son
competitivas: no podrían resistir a largo plazo la embestida del modo de producción capitalista, y
deben capitular o adaptarse a la nueva coyuntura. El capitalismo actúa con un elemento
darwiniano de “lucha por la supervivencia”, y los supervivientes son aquellos que mejor se adaptan
a las reglas del capital.
Por ejemplo, la “más relajada holgazanería” del sistema feudal fue un elemento de privilegio
que no pudo mantenerse a lo largo del tiempo, en contacto con el capitalismo, sencillamente
porque el señor feudal acabó empobrecido con sus valores culturales contrarios al trabajo manual.
Este apartado nos sugiere la hegemonía y etnocentrismo cultural que supone el capitalismo en
relación con las anteriores formas culturales del continente y también con las culturas no europeas
(como aparecerá un poco más adelante del texto).
Sobre las ideas secundarias, aparecerán algunos de los aspectos más relevantes de la teoría
marxista, en especial la idea del materialismo histórico. Hasta el capitalismo industrial, las
clases dominantes elaboraban una ideología que formaba la superestructura cultural, de carácter
político o religioso, y que actuaban como medio de dominación de las clases explotadas. Sin
embargo, con esta nueva fase económica, esa dominación ya no necesita legitimarse a través de
una justificación ideológica de ese índole político o religioso. La fuerza del capitalismo empuja al
proletariado y el resto de clases explotadas a aceptar sin resistencia las reglas capitalistas: vender
su fuerza de trabajo a la clase capitalista por un salario –el dinero que actúa de intercambio de
cualquier bien-, y sufrir así la alienación económica que supone la separación del hombre con
respecto al producto de su trabajo.
En conjunto, este texto de Marx implica una crítica al economicismo, y en cuanto tal, es una
crítica dirigida fundamentalmente a la teoría de la economía liberal inglesa, especialmente
Ricardo y Malthus, que consideraban completamente irresistible y determinista la necesidad
expansiva del capitalismo, y sin atenerse a las consecuencias sociales que podía acarrear
semejante desarrollo.
Esta idea crítica del economicismo es quizás una de las que tiene mayor actualidad del
pensamiento de Marx, y que ha sido reivindicada en los últimos años por numerosos especialistas
de la globalización como uno de los aspectos más inquietantes de su teoría (Ulrich Beck). De
hecho, el efecto la globalización supone la estandarización cultural del mundo a través
de la aceptación de las reglas del mercado, destruyendo cualquier resistencia. No
olvidemos que esas “resistencias” pueden partir ya no de señores feudales o nobles privilegiados.
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Hoy encontramos esas resistencias desde el fundamentalismo religioso hasta la política social del
estado del bienestar, que no dejan de ser más que “regulaciones arbitrarias” para el mercado.
Marx supuso que para evitar esta fagocitación, era necesario abolir las reglas del capitalismo
para alcanzar el estado comunista. Ahora bien, la realidad histórica nos ha hecho ver con la caída
de la Unión Soviética que ni si quiera el comunismo ha podido resistir la embestida capitalista y ha
sido derrotado por sus propias contradicciones económicas y su incapacidad para afrontar la
competitividad del sistema adversario.
La burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción, y
con ello todas las relaciones sociales. La conservación del antiguo modo de producción era, por el contrario, la primera
condición de existencia de todas las clases industriales precedentes. Una revolución continua en la producción, una
incesante conmoción de todas las condiciones sociales, una inquietud y un movimiento constantes distinguen la época
burguesa de todas las anteriores. Quedan rotas todas las relaciones estancadas y enmohecidas -con su cortejo de
creencias y de ideas veneradas durante siglos-; hácense añejas las nuevas antes de llegar a osificarse. Todo lo
estamental y estancado de esfuma; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar
serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas.
Espoleada por la necesidad de dar a sus productos una salida cada vez mayor, la burguesía recorre el mundo
entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al
consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las
antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas
industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no
emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas
necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción
productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de
las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se
refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción intelectual de una nación se convierte en
patrimonio común de todas. La estrechez y el exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las
numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al constante progreso de los medios de
comunicación, la burguesía arrastra a la corriente de la civilización a todas las naciones, hasta las más bárbaras. Los
bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba todas las murallas chinas y hace capitular
a los bárbaros más fanáticamente hostiles a los extranjeros.Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada civilización, es decir, a hacerse burgueses.
En una palabra: se forja un mundo a su imagen y semejanza.
Este texto supone más o menos, una reproducción de ideas similares expuestas
previamente. Marx incide una vez más en la vocación universalista del capitalismo y su agresividad
cultural. Vamos a desarrollar brevemente las ideas subrayadas por el texto:
a) El capitalismo no acepta distinciones culturales que no estén reguladas por las mismas
reglas de la economía de mercado.
b) El capitalismo tiende a homogeneizar la producción y el consumo a escala global y eso
produce también una homogeneización a nivel cultural. Los países capitalistas, con la exportación
de sus productos tienden a imponer un patrón cultural único de carácter occidental, y tiende a
destruir las particularidades culturales (en cuanto se destruyen las formas de producción
tradicionales de otras culturas). El capitalismo, como dice Marx, confiere un “carácter
cosmopolita”, mundial, a las mercancias producidas, y estas al mismo tiempo se convierten en
transmisoras de una cultura material occidental. Imaginemos, por ejemplo, la comida rápida, los
ordenadores y los móviles, o el fútbol como algunos de esos productos globalizados, que ya están
presentes en todas las culturas.
Nuevamente nos encontramos reflejos del materialismo histórico: las formas de producción
determinan la estructura cultural y las formas de vida del hombre concreto.
c) Las fases del capitalismo avanzado tienden a romper cualquier aislamiento, pero ya no
solo a nivel económico, sino a todos los niveles culturales. Se crea una primera cultura globalizada
de connotación occidental.
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d) La forma de destruir cualquier aislamiento se produce gracias a los competitivos precios
de los productos industrializados, que conquistan los mercados de consumo de cualquier economía
de carácter no-capitalista. Marx concluye el párrafo con una nueva referencia al carácter
fuertemente etnocéntrico de ese capitalismo. Este sistema tiende a reproducir en geografías noeuropeas las formas de vida occidentales.
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