L050/0214 Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 22 de febrero de

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IGLESIA CATÓLICA APOSTÓLICA ORTODOXA
DEL PATRIARCADO DE ANTIOQUIA
ARZOBISPADO
DE
BUENOS AIRES
Y
TODA ARGENTINA
“Y los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez en Antioquía”
(Hechos 11:26)
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L050/0214
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el 22 de febrero de 2014
Carta Pastoral de
S.E.R. Metropolita Siluan
por la Gran Cuaresma 2014
Queridos en nuestro Señor
Hijos queridos de nuestra Santa Iglesia en Argentina
Los saludo con esta palabra del Apóstol Pablo dirigida a Timoteo, uno de sus más
cercanos hermanos y colaboradores: “Tú, pues, hijo mío, fortalécete en la gracia que hay en
Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:1), en la que le hace recordar la gracia que tiene al haber recibido la
fe cristiana, y lo exhorta a encontrar en ella la fuerza, el aliento, el consuelo, la valentía, la
perseverancia, el fortalecimiento y la iluminación, mientras sufre “penalidades… como buen
soldado de Cristo” (2:3), porque “ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la
vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado” (2:4).
Con estas palabras paternas y llenas de fe y esperanza del Apóstol Pablo, nos ponemos
atentos a esta voz que quiere estimular, en lo más hondo de nuestra vida y de nuestro
corazón, esta gracia de confiar en el Señor y de vivir realmente nuestra fe, no según el
parecer propio de cada uno de nosotros, sino de acuerdo a la voluntad de quien sabe amar,
proveer, guiarnos, sufrir por nosotros, salvarnos: nuestro Señor Jesucristo.
El despertar de nuestra fe nos insta a vivirla realmente en sus dimensiones sanadoras y
vivificadoras, tales como el servicio, el amor, el perdón, la compasión, la oración, la
confesión y la digna preparación a la Santa Comunión. Todo ello, tiene sentido por quien
nos ha abierto las puertas de todos los tesoros y dones; es que, ni en la tierra ni en el cielo, la
humanidad tendrá un Dios, un Maestro, un Padre, un Hermano, un Señor, tal como lo
conocemos en Jesucristo.
A la humanidad, distorsionada por el pecado, el mal, la muerte y Su desobediencia a
Dios, el Señor le ha mostrado su generosidad y amor con la revelación de Su don máximo: el
arrepentimiento; el volver a Él gratuitamente. Este es un don que siempre es entregado y
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nunca quitado (Hebreos 17:10), con una única condición: vivirlo. En esto se encuentra toda la
belleza, el realismo, la simplicidad y la autenticidad de nuestra fe.
El inicio de la Gran Cuaresma coincide con el fin del receso estival y el retorno a la
actividad diaria, ya sea laboral, profesional, escolar, universitaria o simplemente casera. Con
la fuerza del espíritu renovada, y con la voluntad de volcar esta fuerza en vivir nuestra fe en
todos estos ámbitos, pongamos juntos las manos en el arado espiritual, y sembremos en
nuestra vida la siembra de la fe, y trabajemos para mantener nuestra consciencia tranquila,
nuestro corazón apacible, y nuestra mente despierta a lo más esencial.
Con estas intenciones, iluminadas por la exhortación de San Pablo a Timoteo,
pongamos lo mejor de nosotros mismos; unámonos en este fuerzo; guardemos la unidad de
nuestro espíritu en la fe; y brindemos nuestro sudor y labor para con nuestra parroquia e
Iglesia, elevando gloria y gratitud de nuestros corazones de “niños” a nuestro Padre que está
en los cielos.
¡Que el Señor bendiga sus intenciones, voluntades, trabajos, relaciones y vidas, y los
guíe en el buen camino de la santificación de su propia existencia!
+ Metropolita Siluan
Arzobispo de Buenos Aires y toda Argentina
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