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Revista de Economía y Administración
Universidad Autónoma de Occidente
NUEVAS CORRIENTES EN LA TEORÍA
Y LA POLÍTICA ECONÓMICA ENTRE
EL NEOLIBERALISMO
Y EL NEOESTRUCTURALISMO
Harold Banguero*
Resumen:
El análisis económico en los inicios del presente siglo se ha centrado en
la controversia entre neoliberales y neoestructuralistas, en el propósito de
demostrar al mundo las bondades de un enfoque u otro. En este trabajo se
hace un intento de conciliar las dos posiciones a través de una indagación de
los fundamentos filosóficos que las sustentan y de las semejanzas y diferencias
en sus plantamientos. La propuesta conciliatoria parte del reconocimiento de la
incapacidad del mercado y del Estado para resolver por sí solos en su totalidad los
desequilibrios económicos en las sociedades modernas. Una visión hegeliana de
la historia de la humanidad en los dos últimos siglos permite concluir que el siglo
veintiuno apunta hacia la conciliación de la tesis (liberalismo) y de la antítesis
(socialismo) en una síntesis de carácter socialdemócrata en la cual se acepta la
intervención del Estado como garante de la igualdad de oportunidades para
todos, pero en un ambiente de respeto profundo a las libertades individuales.
Al final se derivan algunas conclusiones para la formación de los economistas
del presente y del futuro, en un contexto de cambios permanentes en las teorías
y las políticas económicas de los países en desarrollo y se hace un llamado a la
modestia en el ejercicio de una profesión en la cual todavía no se ha dicho la
última palabra.
* Economista, Universidad del Valle. PhD Economía, University of North Carolina at Chapel Hill U.S.A. Decano
Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, Universidad Autónoma de Occidente
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Abstract:
Economic analysis in recent times has been centered around the controversy
between neoliberals and neostructuralists, each group trying to convince the
world about the positive aspects of one or another approach. This work is an
attempt to reconcile both on the basis of the philosophical foundations and
the differences and similarities of each point of view. The unifying approach is
based on the recognition that neither the market or State are capable of solving
all the disequilibrium presented in real markets in the economies of the word.
Therefore, both play an important role in this process. A Hegelian vision of the
dynamics of the world in the last two centuries shows that the spring of liberalism
(thesis) in the nineteenth century and the socialism (socialism)in the twentieth
century, should be followed by a synthesis consisting on the acceptance of the
role of the State as a guarantee for equal opportunities for all, but with a deeply
respect for the individual decisions, in a socio-democratic political framework.
Conclusions are derived with respect to the training of economists in the present
and the future in an environment of permanent theoretical policy changes, on
the understanding that nobody has said the last word in this matter.
Palabras claves: Neoliberalismo, neoestructuralismo, mercado, Estado, socialdemócrata, individuo, estructura social.
Clasificación JEL: P51.
1. Introducción
El mundo ha sido testigo en años recientes de un intenso debate entre los
teóricos del neoliberalismo y sus opositores: neoestructuralistas, neosocialistas y
neokeynesianos. Sus diferencias de fondo radican en el papel que le conceden al
mercado y al Estado en la solución de los problemas económicos de la sociedad.
Mientras que para los neoliberales la causa de todos los males es la desmedida
intervención del Estado en la gestión de la economía, generando toda suerte de
ineficiencias en la asignación de los recursos en los procesos productivos, para
los neoestructuralistas el problema radica en la incapacidad de los mercados
para asignar recursos de manera justa y equitativa, dado que ellos presentan
manifiestas imperfecciones. En pocas palabras, la salvación de los unos es la
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perdición de los otros. La pregunta que todos nos hacemos es: cuál de las dos
corrientes tiene la razón y, por lo tanto, de qué debemos prescindir: del Estado
o del mercado?
Como es poco probable que esta controversia se resuelva en los próximos años
y, para bien o para mal, nos veremos afectados por las decisiones de política
económica que se tomarán en nuestros países, a la luz de una u otra teoría,
parece importante conocer los fundamentos filosóficos y económicos de las
mismas, con el propósito de hacer al menos una decisión informada sobre a
cuál de las dos adherir, en caso de que no existan posibilidades de conciliación,
o, si cabe la posibilidad, intentar un esfuerzo de síntesis al menos en el plano
personal, si ella todavía no es viable en el social. El propósito de este documento
es presentar en forma simplificada los fundamentos filosóficos, los postulados y
las implicaciones de política de cada una de estas teorías, para intentar, al final,
una propuesta de síntesis. En la primera sección se presentan los antecedentes
de las teorías, en términos filosóficos y económicos. Posteriormente se analizan
sus postulados básicos y las implicaciones de política derivados de ellos.
Finalmente, se esbozan los elementos de lo que podría ser una síntesis teórica,
resultado, por ejemplo, de un eventual esfuerzo de concertación entre neoliberales
y neoestructuralistas moderados. Finalmente, se esbozan algunas implicaciones
para la formación de los economistas del futuro.
2. Antecedentes
Los desequilibrios económicos han estado presentes a lo largo de toda la historia
de la humanidad (Blaug,1968). En efecto, ya Confucio 500 años antes de Cristo
afirmaba: “ Sean muchos los productores y pocos los consumidores, producción
creciente y consumo decreciente, entonces habrá bienes siempre excedentes”. A
pesar de lo elemental de esta afirmación, sin embargo, ella constituye el punto
de partida de la controversia actual sobre quién debe corregir esos excedentes: el
mercado o el Estado? Para los neoliberales es el mercado, en tanto que para los
neoestructuralistas es el Estado (Elliot,1973).
Los primeros intentos para dar una respuesta estructurada a este problema fueron
hechos por los clásicos, particularmente por Smith (1776) y Ricardo (1844), por
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la vía del mercado como solución. El liberalismo económico, en tanto heredero
del liberalismo filosófico y del utilitarismo de finales del siglo XVIII, supone la
existencia de categorías abstractas de la libertad de elección y el cálculo racional
del agente económico individual en los mercados, sea productor o consumidor,
y deduce, a partir de allí, formas de comportamiento conducentes al equilibrio
económico. Desde la perspectiva del progreso económico, la economía política
de los clásicos se basa en una filosofía moral que plantea la libertad como
fundamento de la felicidad humana (Tavares,1990).
La corriente liberal clásica va en busca de la felicidad general, del bien común,
lo cual, según Smith, se conseguiría por la libertad del mercado y de los contratos
(laissez faire), de tal forma que los intereses egoístas individuales conducirían,
mediante la competencia, a la armonía de la mano invisible, al equilibrio natural
y al bienestar general de la población. Por lo tanto, en la sociedad de Smith,
la función económica del Estado queda relegada a garantizar el funcionamiento
de las fuerzas del mercado, para que sean ellas las encargadas de garantizar el
equilibrio y el bienestar general (Smith,1776). Se consagran así, la propiedad
privada, la libre competencia, la libre elección del consumidor y el deseo de lucro
como los pilares fundamentales de una dinámica económica conducente a la
felicidad de la totalidad de la población por la vía de las decisiones económicas
individuales libres y racionales. Sobre la base de este concepto genérico de
conductas individuales optimizadoras, postula la eliminación de toda interferencia
que limite la discrecionalidad y flexibilidad del mercado, en especial aquellas
provenientes del Estado, considerado como el causante y garante de cualquier
tipo de interferencia y de distorsión en los mercados, la raíz de todos los males.
Como complemento a lo propuesto por Smith en el nivel nacional, Ricardo
postula la teoría de la ventaja comparativa como marco de referencia para la
optimización del comercio internacional. En la medida en que los países se
especializan en la producción de bienes con ventaja comparativa e intercambian
excedentes en el mercado mundial, podrán alcanzar niveles más altos de bienestar
para sus habitantes (Ricardo,1844).
La acción combinada de estos dos elementos, el mercado a nivel de país y el
librecambio, basado en ventajas comparativas, a nivel internacional, llevarían a
la sociedad mundial al más alto nivel de progreso y felicidad.
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Sin duda, este liberalismo económico a ultranza, basado en la defensa categórica
de la libertad para producir y consumir, produjo sus frutos en la sociedad del
siglo XIX, al inducir una dinámica económica orientada hacia la producción
masiva de bienes y servicios, en contraposición con la producción tradicional,
orientada a la subsistencia familiar. A la vez, la ampliación del mercado y la
necesidad de acometer una producción en gran escala para responder a los
nuevos consumidores, generaron las condiciones para el gran desarrollo
tecnológico experimentado por el mundo, orientado al aprovechamiento pleno
de economías de escala, como estrategia fundamental para elevar la eficiencia
productiva. En el contexto de la dialéctica hegeliana, aplicada por primera vez
por Marx a la dinámica del desarrollo económico mundial, el siglo XIX, sin duda,
corresponde al período de consolidación de la tesis, o sea, el florecimiento sin
límites del liberalismo económico a la Smith y a la Ricardo.
Sin embargo, los excesos del capitalismo del mercado, sobretodo el desarrollo
de procesos de industrialización en condiciones francamente denigrantes
para los trabajadores en la Europa del siglo XIX, crearon las condiciones para
la aparición de la crítica a la propuesta liberal, la contrapropuesta de Marx,
la cual plantea la superación de los conflictos, ya no en el plano individual,
sino en el social, a través de la lucha de clases(Marx,1867). De ésta forma, el
marxismo y, posteriormente, el estructuralismo, interpretaron el comportamiento
económico de los agentes individuales según contextos históricos, sobretodo de
carácter económico, social e institucional, en los cuales las personas formulan
sus opciones y desarrollan sus conductas. Consideran que los individuos se
estructuran en grupos sociales organizados en una multiplicidad de instituciones
de carácter público o privado, las cuales desarrollan en el tiempo un conjunto de
valores y reglas de comportamiento. Estas organizaciones sociales desarrollan, a
la vez, verdaderas culturas que delimitan y orientan las conductas individuales.
De este modo, en virtud de las experiencias históricas de cada nación y de sus
relaciones internacionales, las sociedades tienen características estructurales e
institucionales propias, que es preciso tener en cuenta en la formulación de las
políticas económicas. Esta tarea, como es obvio, requiere de intervención estatal,
para garantizar el bienestar de los distintos grupos sociales, por encima de los
intereses individuales. En síntesis, el socialismo y el estructuralismo tienen como
punto de partida los intereses sociales y son los individuos los que adoptan
patrones de comportamiento socialmente aceptables y no al contrario, como lo
proponía Smith (Avramovic,1991).
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Sin duda, en el contexto hegeliano, los planteamientos socialistas y estructuralistas
constituyen la antítesis a los planteamientos liberales de comienzos del siglo XIX,
al afirmar que no son los comportamientos individuales los que determinan
el comportamiento social, sino, la estructura social la que determina los
comportamientos de los individuos (Sweezy,1949).
El triunfo de la revolución bolchevique en la Rusia de comienzos del siglo pasado
y la consolidación del Estado soviético como suprema autoridad y responsable
único de la toma de decisiones económicas a través de la planificación central,
permitieron poner a prueba los planteamientos del socialismo, basados en la
intervención estatal como única vía para alcanzar la felicidad plena y la libertad
para todos los individuos en la sociedad comunista. La gran depresión mundial
de los años treinta, producto de una crisis generalizada de las economías de
mercado, fortaleció aún más el planteamiento de los defensores de la intervención
del Estado como único garante del equilibrio económico y del progreso y la
felicidad para todos. El mundo vivió entonces un proceso expansionista de la
concepción socialista de las relaciones económicas, solamente contrarrestado por
la aparición de la propuesta keynesiana para el manejo de los ciclos económicos
en las economías de mercado, por la vía de la intervención estatal para reactivar
la demanda agregada en situaciones de recesión económica. Aceptada a
regañadientes por los liberales a ultranza, la propuesta keynesiana se constituye,
sin embargo, en la tabla de salvación del pensamiento liberal clásico, ya que,
sin renunciar a los mercados, propone la intervención estatal como mecanismo
restaurador de los equilibrios perdidos (Keynes,1936).
Cuando ya todo parecía resuelto a favor del Estado, en contraposición al
mercado, como forma de alcanzar el equilibrio económico y la prosperidad, los
excesos de los regímenes autoritarios manejados por élites burocráticas que se
consideraban depositarias de la verdad por delegación de los trabajadores y
la virtual incapacidad del Estado socialista para dar cumplimiento a la máxima
marxista: “a cada quien según su necesidad”, en una economía empobrecida
por los bajos niveles de productividad de sus trabajadores, llevaron a la crisis
total del socialismo soviético. La penuria económica, reflejada en una enorme
brecha entre los ciudadanos de la Europa socialista y la no socialista, llevó a
los ciudadanos a reclamar el derecho a ser libres, a elegir por sí mismos su
futuro. Por otra parte, el Estado de Bienestar, fundamentado en el pensamiento
keynesiano también ha hecho crisis, debido a la ineficiencia generalizada en la
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asignación de los recursos públicos y, por ende, en la producción de bienes y
servicios sociales, originada, a la vez, por la aparición de regímenes políticos de
corte clientelista o populista, con altas dosis de corrupción en la gestión pública.
La percepción del ciudadano común y corriente es la de que el Estado se está
apropiando de parte de su bienestar en aras de satisfacer intereses particulares
de grupos o movimientos políticos y reacciona con rechazo o indiferencia frente
a la propuesta del Estado como solución al problema del bien común y de la
felicidad colectiva.
Son estas realidades históricas y no la fría confrontación de ideologías, las que
han dado lugar al resurgimiento de lo liberal, denominado ahora neoliberal, o
sea, al individuo como centro de lo económico, lo social, lo político, lo cultural,
en un reconocimiento de que son los seres humanos y no las instituciones las que
experimentan en últimas libertad y felicidad. Una nueva corriente liberalizadora
recorre el mundo, como expresión de rechazo o indiferencia ante los discursos
liberalizadores que prometieron una sociedad futura feliz sin conseguirlo (Balassa,
Bueno, Kuzinsky, Simonsen, 1986). En el discurso liberal del siglo XVIII, el individuo
se consideraba como un ser natural, sujeto a necesidades, deseos y dolores.
Se inclinaba a la satisfacción, el placer, el goce y se proponía evitar el dolor,
la necesidad y el displacer. Estas inclinaciones naturales eran el medio a través
del cual todos y cada uno de los individuos, al buscar el placer y evitar el dolor
en su lucha individual, no ocasionaban caos o disolución de lo social, sino que
llegaban espontáneamente y sin acuerdo, a la cohesión y la armonía, tal como lo
expresaba Smith cuando se refería al mercado libre, garante del equilibrio y del
progreso económico para todos. Hoy la teoría neoliberal reedita este discurso,
rechazando la intervención del Estado por perturbador y valorando altamente
esa independencia individual que le permite a cada quién escoger a su antojo
aquí y ahora entre un abanico de posibilidades, ampliadas considerablemente
en el mundo actual con el advenimiento de las tecnologías de la comunicación
que colocan el mercado mundial al acceso de cualquier provinciano (Vásquez,
1990).
En medio de esta avalancha liberalizadora de finales del siglo XX, liderada por
los dos máximos organismos del crédito mundial, el FMI y el Banco Mundial,
un grupo de economistas latinoamericanos, liderados por la CEPAL, frente a la
experiencia vivida en Latinoamérica por los países en los cuales se han aplicado
las recetas neoliberales de las instituciones antes mencionadas, ha planteado
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como alternativa el retorno al estructuralismo, en reconocimiento de que los
desequilibrios en estas economías no responden exclusivamente a las fallas del
Estado o del mercado, sino a problemas estructurales de fondo que nunca se han
podido resolver en nuestras sociedades.
Aunque en sus inicios, el neoestructuralismo surge como una vertiente teórica
alternativa al enfoque neoliberal del ajuste, intentando aportar soluciones menos
recesivas y menos regresivas a los problemas inflacionarios y de desequilibrio
comercial, en la medida en que los planes de ajuste de uno y otro signo han
fracasado y la crisis persiste, el neoestructuralismo ha recurrido cada vez más al
ideario estructural de la época de la postguerra, pero con una visión crítica del
mismo, para superar las insuficiencias de algunos de sus postulados, entre ellos,
la confianza excesiva en las bondades del intervencionismo estatal, un pesimismo
exagerado y demasiado prolongado en el tiempo respecto de los mercados
externos y un manejo desaprensivo del corto plazo (CEPAL, 1990).
De esta forma hace un reconocimiento explícito al hecho de que no pueden
sugerirse recomendaciones con la mirada puesta en el largo plazo sin tener una
estimación clara de las posibles repercusiones de cualquier proceso de cambio
estructural y sin definir mecanismos para enfrentar la transición. En síntesis, sin
renunciar a su planteamiento fundamental de la necesidad de la intervención estatal
como condición necesaria para el logro del equilibrio económico y del cambio
estructural, reconoce la necesidad de proceder con cautela y discrecionalidad con
el propósito de minimizar los efectos negativos del cambio sobre las libertades
individuales. En la visión del neoestructuralismo, las distorsiones estructurales
constituyen la raíz principal de los problemas económicos y, en gran medida,
explican la permanencia del subdesarrollo en la región, sin perjuicio de reconocer
que de ahí derivan fallas de política económica. Por ello, postula complementar
el mercado con una acción estatal activa y selectiva, destinada a solucionar
las graves imperfecciones de naturaleza estructural prevalecientes en nuestras
economías (Prebish,1981).
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3. Postulados Básicos de las Dos Corrientes
Aunque ambos planteamientos surgen a raíz de los desequilibrios en las cuentas
externas de un buen número de países en desarrollo, generadas por un aumento
significativo de la deuda externa y una reducción de las posibilidades de pago
de la misma por la combinación de caídas acentuadas en los precios de las
exportaciones y de agudas alzas en las tasas de interés reales en el mercado
internacional, sin embargo, los dos difieren de manera importante en la estrategia
propuesta para el tratamiento del problema. Las diferencias fundamentales entre
el enfoque neoliberal y el neoestructural se pueden focalizar alrededor de cinco
grandes temas (Sunkel y Suleta,1991):
a) El ahorro público
El enfoque neoliberal defiende el aumento del ahorro público mediante la
reducción del gasto y el aumento de los ingresos mediante la ampliación de
la base impositiva y el mejoramiento de la recaudación. Para reducir el gasto
propone la privatización de empresas públicas o el mejoramiento de su gestión,
reducción o eliminación de subsidios a los servicios públicos de los estratos
medios, conservándolos sólo para los más pobres y eliminación o fusión de entes
estatales cuya razón social no esté plenamente justificada.
El enfoque neoestructural, en contraste, más que proponer una reducción del
Estado, defiende una reorientación del mismo hacia sus funciones clásicas(
provisión de bienes públicos, mantenimiento de los equilibrios macroeconómicos,
equidad, infraestructura mínima de transporte y comunicaciones, apoya a la
competitividad estructural de la economía mediante el impulso al desarrollo
científico y tecnológico y la eliminación o compensación de las fallas del mercado),
abandonando por completo funciones empresariales, asumiendo más el papel de
promotor que de actor en las actividades productivas (Wahren,1991). Propone,
además, descentralizar y despolitizar, como forma de reducir la sobrecarga que
recae en el gobierno central y mejorar la eficacia y la eficiencia global del Estado.
En materia de ingresos, propone reordenar las finanzas públicas mediante
una reforma tributaria que consolide las fuentes de ingreso y la reducción de
los pagos de deuda externa con el propósito de utilizar esos recursos en la
promoción de exportaciones, para equilibrar la cuenta externa en el largo plazo
(Frediani,1991).
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b) El ahorro privado
La corrriente neoliberal propone el aumento del ahorro privado mediante el
fortalecimiento de las instituciones financieras internas y el mantenimiento de
una política macroeconómica estable y predecible.
En este punto, lo básico de la propuesta neoestructural apunta a la regular los
movimientos de capital, el tipo de cambio, la política comercial y la tasa de interés,
con el objetivo de generar un marco macroeconómico estable que sea propicio
para la formación de capital y la adquisición de ventajas comparativas como
medio de aprovechar las oportunidades de inversión e innovación existentes.
Como puede observarse, en esta materia las dos corrientes son bastante
coincidentes, en el sentido de que hay necesidad de garantizar un marco
macroeconómico estable para que pueda florecer el ahorro y la inversión privada,
aunque difieren en los medios para llegar a la estabilidad.
c) La eficiencia productiva
Los neoliberales proponen el logro de una mayor eficiencia productiva mediante
la eliminación de las distorsiones microeconómicas, como los controles de precios,
los incentivos diferenciales en el comercio exterior, las tasas de interés subsidiadas,
los racionamientos del crédito y las trabas a la movilidad laboral y al ajuste de
los salarios. En síntesis, en una economía muy regulada, la productividad puede
mejorarse eliminando los controles de precios y desreglamentando el mercado
laboral interno. Además, la desreglamentación de los mercados financieros
mejora la asignación del crédito y distribuye más eficientemente la inversión.
Los neoestructuralistas, reconociendo el efecto perverso de la política de
substitución de importaciones sobre la eficiencia productiva, ya que la seguridad
del mercado atenta contra la innovación, dando lugar a una actitud rentista,
propone una estrategia de corte schumpeteriano en la cual los incentivos a la
producción estimulen el aprendizaje tecnológico y la innovación(Schumpeter,19
50). Propone, entonces, alcanzar la eficiencia productiva desde dentro, por la
vía de superar el rezago tecnológico mediante la creación de una infraestructura
científica y tecnológica altamente desarrollada y articulada con los sectores
productivos de orientación exportadora.
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d) La asignación de la inversión pública
La corriente neoliberal propone en esta materia el mejoramiento de la asignación
de la inversión pública mediante su orientación a actividades que generan
externalidades positivas sectorialmente neutras, tales como la infraestructura
de vías y comunicaciones, la capacitación del recurso humano, y desarrollo
tecnológico, entre otras, en el contexto de lo que se conoce en la literatura sobre
el desarrollo como el modelo de crecimiento endógeno.
En contraste, la corriente neoestructural propone orientar la inversión pública
hacia el logro de la justicia social, a través de actividades dirigidas a minimizar
el impacto social de la apertura económica sobre los más pobres y vulnerables
por la vía de apoyar tanto la producción como el consumo de los servicios
sociales; reducir los costos de la reubicación de la mano de obra asociados con
las reformas estructurales inherentes al ajuste y erradicar la pobreza y mejorar la
distribución del ingreso.
e) La apertura externa
La escuela neoliberal propone una apertura económica total a la Ricardo, con el
propósito de aumentar el flujo de bienes y servicios hacia fuera y hacia adentro.
Las medidas de política propuestas son, entre otras: i) el mantenimiento de
un tipo de cambio real apropiado y una correcta estructura de incentivos que
sea neutral entre la producción destinada al mercado interno y la destinada al
mercado externo y ii) la eliminación de todo sesgo antiexportador prevaleciente
en muchos países mediante la liberalización y racionalización del régimen de
comercio exterior, lo cual incluye la remoción de las restricciones cuantitativas,
la reducción de los aranceles y su posterior uniformización y la disminución o
eliminación, en lo posible, de los impuestos a las exportaciones; iii) la liberalización
de los flujos externos de capital con el propósito de financiar la transformación
productiva implícita en la estrategia de apertura económica.
Según la lógica neoliberal, la liberalización origina, en el corto plazo, una
contracción de los sectores ineficientes, la cual es compensada en el mediano o
largo plazo por la expansión de los sectores eficientes, configurando una nueva
estructura mejor adecuada a las exigencias de la competencia internacional y
más preparada para enfrentar las conmociones externas.
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En contraste, los neoestructuralistas, reconociendo el impacto negativo sobre la
productividad y la competitividad de la estrategia de substitución de importaciones,
proponen un proceso de apertura gradual y selectivo, orientado hacia la
promoción de exportaciones en aquellos sectores que posean ventaja competitiva
y la reducción de aranceles en aquellos sectores cuyos procesos productivos
tengan un componente importado significativo. Por lo tanto, sugieren como
medidas de política externa una combinación de subsidios a las exportaciones
de las empresas pioneras que introduzcan nuevos productos y abran nuevos
mercados externos y una reducción de aranceles para insumos y bienes de capital
no producidos nacionalmente. En resumen, se postula una intervención selectiva
que busque establecer ventajas competitivas en los mercados internacionales.
Además, es partidaria de hacer una apertura gradual, en el sentido de impulsar
pactos de integración entre países de desarrollo similar, con el propósito de
ampliar los mercados y las escalas de producción mediante acuerdos bilaterales y
multilaterales entre países y evitar así la destrucción de los procesos de producción
nacional generados por una apertura indiscriminada, a lo neoliberal.
Estas son, en resumen, las principales diferencias entre los postulados de la escuela
neoliberal y los de la neoestructuralista. Sin duda, ellos reflejan las concepciones
filosóficas de las cuales partieron, el individualismo y la libertad para elegir en un
mercado como punto de partida de la armonía social, en el caso de la primera
y la estructuras sociales e institucionales, administradas por el Estado, como
condicionantes de los comportamientos individuales, en el caso de la segunda.
Podríamos afirmar, entonces, que ambas escuelas, en la teoría y en la política,
son fieles a las concepciones filosóficas de las cuales partieron.
4. El Futuro: ¿Una Síntesis?
Ante el fracaso del modelo de libre mercado propuesto por los clásicos( la tesis),
con la gran depresión de los años treinta como su máxima expresión y el de la
contrapropuesta de la dictadura del proletariado de Marx (la antítesis), con
la caída del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, como sus máximos
símbolos, como guías de acción, el resurgimiento arrollador del liberalismo
económico en años recientes, de la mano visible del FMI y el Banco Mundial y la
respuesta casi inmediata de la corriente neoestructuralista, ¿Cuál podría ser la
prospectiva de la teoría y la política económica en el presente siglo?
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Si la dialéctica Hegeliana aplicada por primera vez por Marx a la explicación
del devenir histórico de la humanidad se cumple esta vez, es de esperar que el
siglo XXI sea el escenario temporal para la construcción de una síntesis entre
el ideario liberal y el individualismo como base de la organización social y el
estructuralista, defensor de los tejidos sociales y del Estado como rector de la
dinámica económica y social y garante de los derechos de todos los ciudadanos.
Sin duda, la dinámica de los hechos podría llevar a una aproximación de estas dos
corrientes de pensamiento, hasta ahora muy antagónicas y radicalizadas, para
intentar configurar una síntesis en el presente siglo en la cual el Estado actuaría
como el promotor del desarrrollo colectivo, pero respetando profundamente las
libertades individuales.
La dinámica actual del mundo parece indicar que estamos ante un nuevo concepto
de democracia que no es ni la de Roosevelt ni la de Mao. Ella no consiste en que
los partidos propongan programas de transformación económica y social a los
individuos para que ellos elijan el que creen más conveniente y se ponga en marcha
bajo la dirección del Estado, sino en que cada cual pueda elegir libremente los
bienes y servicios que desea aquí y ahora, los horarios flexibles de trabajo, la libre
escogencia individual de los servicios de salud, sin estar obligados a recurrir a
un ente monopólico estatal o privado, los subsidios monetarios para la vivienda
en lugar de casas adjudicadas sin posibilidad de elección, la libre elección de la
educación escolar entre una gama de posibilidades, la libertad para optar por
la forma de relación de pareja y de sexualidad que desee el individuo. En este
contexto, la intervención estatal trataría, más bien, de aumentar la capacidad
adquisitiva del individuo a través de un esquema de subsidios a los más pobres,
para que el pueda acceder a los bienes y servicios en el mercado, garantizando
así igualdad de oportunidades en el plano individual y la equidad en la dimensión
social (Hayek,1948;Hoover,1959).
El siglo XXI estaría entonces caracterizado por el derecho a la libre determinación
de los individuos en un contexto de intervención estatal para garantizar igualdad
de oportunidades en la adquisición sobre todo de bienes creadores de capital
humano y social, tales como la educación, la salud, la vivienda, la recreación,
entre otros (Vásquez,1990). La responsabilidad de producir bienes y servicios
eficientemente retornaría a manos privadas, como en el modelo liberal, pero el
Estado garantizaría a todos el acceso a los bienes y servicios producidos, como
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en el modelo estructuralista, mediante esquemas generalizados de subsidios a
los consumidores de bajos recursos, configurando así un modelo económico de
naturaleza social-demócrata, como síntesis de dos siglos de antagonismo entre
liberales y socialistas. El antiguo conflicto entre la eficiencia productiva y la equidad
distributiva, requerimientos básicos del desarrollo económico y del bienestar de los
pueblos, quedaría así superado al garantizar el mercado la primera y el Estado la
segunda y arribaríamos a un mundo en donde el individuo disfrutaría de la libertad
para producir y consumir, máxima expresión del postmodernismo económico, y
el Estado cumpliría su función social de suministrar a los ciudadanos los medios
para garantizar la libre elección y, a través de ella, el logro pleno del bienestar.
De esta forma se llegaría a la felicidad o al bienestar colectivo como la suma del
bienestar individual, a la Smith, pero garantizando igualdad de oportunidades y
de acceso a ese bienestar a todos los ciudadanos, a través de la mano visible del
Estado, a la Marx. La síntesis implica, entonces, el reconocimiento de la existencia
de la doble causalidad en la dinámica económica, a saber, del individuo hacia la
sociedad, enfatizada por los neoliberales, pero, a la vez, de la sociedad hacia el
individuo, enfatizada por los neoestructuralistas. Una solución optima, por lo
tanto, implica la consideración de las dos en el diseño de una estrategia para
lograr equilibrio económico y crecimiento y desarrollo con equidad.
¿Cuáles serían, entonces, en este contexto, algunas de las medidas de política
económica requeridas para el logro de esta síntesis en el presente siglo? Se
esbozan a continuación algunas que jugarían el papel de condiciones necesarias
para lograrlo:
a) En el plano nacional:
La redefinición de las funciones del Estado para liberarlo de aquellas que puede
desarrollar con mayor eficiencia el sector privado, para concentrar su acción en
aquellas que le son inherentes como son: la conservación del orden público y
la justicia y el medio ambiente, la estabilidad macroeconómica y sobretodo, el
diseño y puesta en marcha de una política de subsidios a los menos favorecidos
para garantizar igualdad de oportunidades de acceso a bienes creadores de
capital humano y de riqueza, como lo son la educación, la salud y demás servicios
sociales. En la práctica, se buscaría fortalecer el Estado promotor, distribuidor y
regulador, dejando de lado su papel como productor directo de bienes y servicios,
el cual quedaría como responsabilidad del sector privado. La superación de la
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pobreza se daría más por la vía de crear capacidad de compra en los estratos más
pobres por la vía de dotarlos de activos creadores de riqueza y no mediante el
suministro permanente de bienes de consumo.
b) En el plano internacional:
Con la misma lógica con que se propone una estrategia de creación de igualdad
de oportunidades de consumo para todos los ciudadanos al nivel nacional, sería
necesario acompañar las políticas de liberalización de los mercados de bienes y
servicios(apertura económica), con otras que garanticen el libre acceso de todos
los países del mundo a los mercados internacionales. Ello implicaría la reversión
de los actuales flujos de capital para transferir capitales subsidiados(condonación
de deuda externa, por ejemplo) a aquellos países con dificultades en su balanza
de pago y la eliminación de las barreras proteccionistas establecidas por los países
desarrollados a los bienes exportables de los países en desarrollo, por ejemplo, a
través de la conformación de bloques de integración económica, que le permitan
a los países menos desarrollados la superación gradual de sus problemas de
competitividad en un mercado mundial abierto. Sólo de esta forma la política
de liberación del mercado mundial podría tener efectos positivos para los países
en desarrollo en términos de crecimiento económico y bienestar para todos. Se
trata, entonces, de avanzar en la dirección de crear un mercado mundial con
igualdad de oportunidades para todos los países en un horizonte de tiempo
razonable. De lo contrario, la propuesta neoliberal de apertura económica y
globalización de los mercados mundiales sólo favorecerá a unos pocos países a
costa de la ruina de muchos. El FMI y el Banco Mundial tienen la palabra en esta
delicada materia y serán, en últimas, los garantes del progreso para todos o de
un canibalismo económico de consecuencias incalculables. La historia lo dirá...
5. Implicaciones para la Formación del Economista
Las reflexiones anteriores permiten derivar algunas conclusiones y recomendaciones
para la formación del economista del futuro. Sin duda, la disciplina económica
está lejos de llegar a la formulación de una teoría económica única y universal que
permita dar una solución definitiva a los problemas de los desequilibrios generados
por la dinámica económica y alcanzar el bienestar y la prosperidad para todos.
Las posibilidades de lograr una síntesis en un plazo razonable son muy escasas,
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no porque la teoría no lo permita, como se intentó mostrar anteriormente, sino
porque su viabilidad en últimas dependerá, no de la genialidad de los economistas
para proponer soluciones óptimas, sino de la voluntad política de los líderes a
nivel mundial y nacional para llevarlas a cabo (Dahl y Lindblon,1953). Frente a esta
realidad, lo procedimental en materia de formación del economista del siglo XXI,
es desarrollar en él capacidad, habilidad y destreza para comprender la lógica que
subyace en los planteamientos teóricos de las diferentes corrientes del pensamiento
económico actual, con la esperanza de que, el economista, enfrentado a la realidad
de la toma de decisiones en materia de política económica, pueda analizar con
sentido pragmático y realista, y decidir el mejor curso a seguir en la solución de los
problemas económicos de aquí y ahora. No es la hora para los fundamentalismos
en teoría y política económica, sobre todo hoy en día, cuando tenemos amplias
evidencias de que ellos han fracasado históricamente estruendosamente en
su intento de lograr desarrollo económico con equidad y justicia social. Para el
economista del futuro será más importante su capacidad analítica para diagnosticar
problemas y proponer soluciones partiendo de la realidad hacia las teorías, que
el apegarse férreamente a una teoría, convencido de que ella es la solución a
los problemas económicos que nos aquejan. La situación llama, entonces, a la
modestia y no a la soberbia en el ejercicio de una profesión en donde se han dicho
muchas palabras, pero todavía nadie parece haber dicho la última. Al fin y al cabo,
los agentes económicos todavía somos seres humanos y no robots y nos queda el
beneficio de la duda.
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