Lazarillo de Tormes (1554) Anónimo Prólogo 5 10 15 20 25 30 35 40 45 Prologue Yo por bien tengo que cosas tan señaladas, y por ventura nunca oídas ni vistas, vengan a noticia de muchos y no se entierren en la sepultura del olvido, pues podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y a los que no ahondaren tanto los deleite; y a este propósito dice Plinio que no hay libro, por malo que sea, que no tenga alguna cosa buena; mayormente que los gustos no son todos unos, mas lo que uno no come, otro se pierde por ello. Y así vemos cosas tenidas en poco de algunos, que de otros no lo son. Y esto, para ninguna cosa se debría romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar della algún fruto; porque si así no fuese, muy pocos escribirían para uno solo, pues no se hace sin trabajo, y quieren, ya que lo pasan, ser recompensados, no con dineros, mas con que vean y lean sus obras, y si hay de que, se las alaben; y a este propósito dice Tulio: La honra cría las artes. ¿Quién piensa que el soldado que es primero del escala, tiene más aborrecido el vivir? No, por cierto; mas el deseo de alabanza le hace ponerse en peligro; y ansí, en las artes y letras es lo mesmo. Predica muy bien el presentado, y es hombre que desea mucho el provecho de las ánimas; mas pregunten a su merced si le pesa cuando le dicen: "!Oh, qué maravillosamente lo ha hecho vuestra reverencia!" Justo muy ruinmente el señor don Fulano, y dio el sayete de armas al truhán, porque le loaba de haber llevado muy buenas lanzas. ¿Qué hiciera si fuera verdad? Y todo va desta manera: que confesando yo no ser más santo que mis vecinos, desta nonada, que en este grosero estilo escribo, no me pesara que hayan parte y se huelguen con ello todos los que en ella algún gusto hallaren, y vean qué vive un hombre con tantas fortunas, 50 55 60 65 70 75 80 85 90 24 Il m’est avis que choses si signalées et qui jamais, par aventure, n’ont été ouïes ni vues, viennent à la connaissance du plus grand nombre et ne demeurent pas enterrées dans la fosse de l’oubli, car il se pourrait faire qu’un qui les lira y trouve quelque chose à son goût, et que d’autres, sans les approfondir autant, s’en amusent. À ce propos, Pline dit qu’il n’y a pas de livre, si mauvais soit-il, qui ne contienne quelque chose de bon, d’autant que les goûts ne sont pas tous les mêmes, puisque l’un se damnerait pour manger ce que l’autre dédaigne ; et c’est ainsi que nous voyons maintes choses méprisées par aucuns qui ne le sont pas par d’autres. Nul écrit donc, à moins qu’il ne fût très détestable, ne devrait être rompu ni détruit avant d’avoir été communiqué à tous, principalement s’il ne doit causer de tort à personne et s’il y a quelque profit à en tirer. Autrement, bien peu, parmi ceux qui écrivent, écriraient pour eux seuls, car cela coûte de la peine, et, l’endurant, ils veulent être rémunérés, non pas en argent, mais par l’assurance qu’ils ont qu’on voit et lit leurs œuvres, et qu’on les loue selon leur mérite. Cicéron a dit : l’honneur fomente les arts. Pensez-vous que le soldat qui le premier monte sur la brèche ait la vie en horreur ? Nullement : c’est le désir d’être loué qui le fait s’exposer au danger. Et il en est de même dans les arts et les lettres. Le prédicateur prêche très bien et il est homme qui désire ardemment le salut des âmes, mais demandez à Sa Grâce si Elle est fâchée qu’on lui dise : « Oh que Votre Révérence a divinement prêché ! » Tel jouta fort mal et néanmoins donna sa casaque d’armes au bouffon qui le louait d’avoir couru de bonnes lances. Que lui aurait-il donné si c’eût été vrai ? Et tout va de la sorte. Aussi moi, qui confesse n’être pas plus saint que mes voisins, ne serais-je pas fâché que cette bagatelle, que j’écris Histoire des littératures hispaniques, ULB peligros y adversidades. Suplico a vuestra merced reciba el pobre servicio de mano de quien lo hiciera más rico si su poder y deseo se conformaran. Y pues vuestra 95 merced escribe se le escriba y relate el caso por muy extenso, parecióme no tomalle por el medio, sino por el principio, porque se tenga entera noticia de mi persona, y también porque consideren los 100 que heredaron nobles estados cuan poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuanto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto. 105 Tratado Primero: Cuenta Lázaro su vida, y cuyo hijo fue Pues sepa vuestra merced ante todas cosas que a mí llaman Lázaro de Tormes, 110 hijo de Tome González y de Antonia Pérez, naturales de Tejares, aldea de Salamanca. Mi nacimiento fue dentro del río Tormes, por la cual causa tome el sobrenombre, y fue desta manera. Mi padre, que Dios 115 perdone, tenía cargo de proveer una molienda de una aceña, que esta ribera de aquel río, en la cual fue molinero más de quince años; y estando mi madre una noche en la aceña, preñada de mí, tomole 120 el parto y parióme allí: de manera que con verdad puedo decir nacido en el río. Pues siendo yo niño de ocho años, achacaron a mi padre ciertas sangrías mal hechas en los costales de los que allí a moler venían, 125 por lo que fue preso, y confesó y no negó y padeció persecución por justicia. Espero en Dios que está en la Gloria, pues el Evangelio los llama bienaventurados. En este tiempo se hizo cierta armada contra 130 moros, entre los cuales fue mi padre, que a la sazón estaba desterrado por el desastre ya dicho, con cargo de acemilero de un caballero que allá fue, y con su señor, como leal criado, feneció su vida. 135 Mi viuda madre, como sin marido y sin abrigo se viese, determinó arrimarse a los buenos por ser uno dellos, y vínose a vivir a la ciudad, y alquilo una casilla, y metióse a guisar de comer a ciertos estudiantes, y 140 lavaba la ropa a ciertos mozos de caballos del Comendador de la Magdalena, de 145 150 155 160 165 170 175 180 185 190 25 en ce style grossier, soit goûtée par tous ceux qui se plairont à la lire, et que par elle ils voient qu’un homme peut vivre au milieu de si grands hasards, périls et revers. Donc, Monsieur, je vous supplie de recevoir ce petit présent de la main de qui vous l’eût donné plus riche, si son pouvoir égalait son désir. Et puisque vous me demandez de vous écrire et relater mon histoire tout au long, j’ai estimé qu’il convenait de la prendre, non pas au milieu, mais au commencement, afin que vous ayez entière connaissance de ma personne, et afin aussi que ceux qui ont hérité de nobles patrimoines considèrent combien peu leur est dû, car Fortune a été pour eux partiale, et combien plus ont fait ceux qui, malgré elle, par force et industrie, tirant de l’aviron, ont surgi à bon port. Chapitre premier. Lazare conte sa vie et quels furent ses parents Or, Monsieur, sachez avant toute chose qu’on me nomme Lazare de Tormès, fils de Thomas Gonzalès et d’Antoinette Perez, natifs de Téjarès, village voisin de Salamanque. Je naquis dans la rivière de Tormès, en raison de quoi me fut imposé ce surnom. Voici ce qui advint. Mon père (que Dieu absolve) avait charge de pourvoir la mouture d’un moulin sis au bord de cette rivière, où il fut meunier plus de quinze ans. Une nuit que ma mère, grosse de moi, se trouvait au moulin, le mal d’enfant la prit et elle me mit au monde là, de sorte qu’en vérité je me puis dire né dans la rivière. Après — j’avais alors huit ans — on accusa mon père de certaines saignées mal faites aux sacs de ceux qui venaient moudre au moulin. Il fut pris, questionné, ne nia point et souffrit persécution à cause de la justice. J’espère qu’il est dans la gloire, car l’Évangile nomme ceux qui ainsi souffrent bienheureux. En ce temps on leva une armée contre les Mores, où mon père, pour lors banni en raison dudit désastre, alla comme muletier d’un gentilhomme, et làbas, aux côtés de son maître, comme loyal serviteur, finit ses jours. Ma mère veuve, se voyant sans mari ni abri, résolut de se rapprocher des gens de Histoire des littératures hispaniques, ULB 195 200 205 210 215 220 225 230 235 240 manera que fue frecuentando las caballerizas. Ella y un hombre moreno de aquellos que las bestias curaban, vinieron en conocimiento. Éste algunas veces se venía a nuestra casa, y se iba a la mañana; otras veces de día llegaba a la puerta, en achaque de comprar huevos, y entrábase en casa. Yo al principio de su entrada, pesábame con él y habíale miedo, viendo el color y mal gesto que tenía; mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne, y en el invierno leños, a que nos calentábamos. De manera que, continuando con la posada y conversación, mi madre vino a darme un negrito muy bonito, el cual yo brincaba y ayudaba a calentar. Y acuérdome que, estando el negro de mi padre trebejando con el mozuelo, como el niño veía a mi madre y a mí blancos, y a él no, huía del con miedo para mi madre, y señalando con el dedo decía: "¡Madre, coco!". Respondió él riendo: "¡Hideputa!" Yo, aunque bien muchacho, noté aquella palabra de mi hermanico, y dije entre mí: "¡Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mesmos!" Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide, que así se llamaba, llegó a oídos del mayordomo, y hecha pesquisa, hallose que la mitad por medio de la cebada, que para las bestias le daban, hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles, y las mantas y sábanas de los caballos hacía perdidas, y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni fraile, porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le animaba a esto. Y probósele cuanto digo y aun más, porque a mí con amenazas me preguntaban y como niño respondía y descubría cuanto sabía con miedo, hasta ciertas herraduras que por mandado de mi madre a un herrero vendí. Al triste de mi padrastro azotaron y pringaron, y a mi madre pusieron pena por 245 250 255 260 265 270 275 280 285 290 26 bien, afin d’être de leur compagnie. Elle vint demeurer à la cité, loua une maisonnette et se mit à faire la cuisine de certains écoliers et à laver le linge de certains palefreniers du commandeur de la Madeleine. De manière que, fréquentant les écuries, elle y fit la connaissance d’un homme More, de ceux qui pansent les bêtes. Cet homme parfois venait dans notre maison et en sortait le matin ; d’autres fois il venait à notre porte en plein jour, sous prétexte d’acheter des œufs, et entrait dans la maison. Moi, au commencement, j’étais marri de le voir et j’avais peur de lui à cause de sa couleur et de sa mauvaise figure ; mais lorsque je m’aperçus qu’avec sa venue le manger s’améliorait, je me pris à l’aimer bien, car toujours il apportait du pain, des tranches de viande et, en hiver, du bois dont nous nous chauffions. Tant durèrent cette hospitalité et ce commerce que ma mère finit par me donner un moricaud bien gentil, que j’aidais à bercer et à réchauffer. Et je me souviens qu’un jour que mon noir beau-père jouait avec l’enfant, celui-ci, voyant ma mère et moi blancs et l’autre noir, se mit à crier, le montrant du doigt avec terreur : « Maman, la bête ! » Et le More, riant, répondit : « Hi.. de puta..! » Quoique bien jeune, je notai ces paroles de mon petit frère et me dis à part moi : Combien doit-il y en avoir par le monde qui fuient les autres parce qu’ils ne se voient pas eux-mêmes ! Notre malheur voulut que la fréquentation du Zaide (ainsi se nommait le More) vînt aux oreilles du maître d’hôtel, qui, ayant fait l’enquête, découvrit que le More volait la moitié en moyenne de l’orge qu’il recevait pour ses bêtes, volait le son, le bois, les étrilles, les housses, perdait à dessein les couvertures et les draps des chevaux, et, quand il ne trouvait rien d’autre, déferrait les bêtes. Tout cela, il l’apportait à ma mère pour nourrir mon petit frère. Ne nous émerveillons donc pas qu’un prêtre ou un religieux vole l’un aux pauvres, l’autre à son couvent, pour ses dévotes et pour quelque ménage, quand nous voyons l’amour inciter à ce faire un misérable esclave. Le Zaide fut convaincu tout ce que j’ai dit, et d’autres Histoire des littératures hispaniques, ULB 295 justicia, sobre el acostumbrado centenario, que en casa del sobredicho Comendador no entrase, ni al lastimado Zaide en la suya acogiese. Por no echar la soga tras el caldero, la 300 triste se esforzó y cumplió la sentencia; y por evitar peligro y quitarse de malas lenguas, se fue a servir a los que al presente vivían en el mesón de la Solana; y allí, padeciendo mil importunidades, se 305 acabó de criar mi hermanico hasta que supo andar, y a mí hasta ser buen mozuelo, que iba a los huéspedes por vino y candelas y por lo demás que me mandaban. En este tiempo vino a posar al 310 mesón un ciego, el cual, pareciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había 315 muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por mí, pues era huérfano. Él le respondió que así lo haría, y que me 320 recibía no por mozo sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo. Como estuvimos en Salamanca algunos días, pareciéndole a mi amo que no era la 325 ganancia a su contento, determinó irse de allí; y cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dio su bendición y dijo: "Hijo, ya sé que no te veré más. Procura 330 ser bueno, y Dios te guíe. Criado te he y con buen amo te he puesto. Válete por ti." Y así me fui para mi amo, que esperándome estaba. Salimos de Salamanca, y llegando al 335 puente, está a la entrada della un animal de piedra, que casi tiene forma de toro, y el ciego mandome que llegase cerca del animal, y allí puesto, me dijo: "Lázaro, llega el oído a este toro, y oirás 340 gran ruido dentro del." Yo simplemente llegué, creyendo ser ansí; y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una grande calabazada en el diablo del toro, que más 345 de tres días me duró el dolor de la cornada, 350 355 360 365 370 375 380 385 390 395 27 choses encore, car on me questionnait en me menaçant, et moi, comme un enfant, je répondais et découvrais tout ce que je savais, jusqu’à certaines ferrures que, par ordre de ma mère, j’avais vendues à un ferronnier. En sorte que mon pauvre beaupère fut fouetté et flambé, et que ma mère, outre les cent coups de fouet accoutumés, reçut de la justice commandement exprès de ne point entrer dans la maison dudit commandeur, ni d’accueillir dans la sienne le lamentable Zaide. Pour ne point jeter la corde après le chaudron, la pauvre prit courage et accomplit la sentence ; et pour se garder de tout danger et échapper aux mauvaises langues, elle alla servir ceux qui pour lors tenaient le logis de la Solana. Là, souffrant mille maux, elle acheva d’élever mon petit frère jusqu’à ce qu’il sût marcher. Et moi, j’étais alors assez grand garçonnet pour quérir pour les hôtes le vin et la chandelle et les autres choses qu’ils me commandaient. En ce temps vint gîter au logis un aveugle, qui, me trouvant propre à le conduire, me demanda à ma mère. Elle me recommanda à lui et lui dit que j’étais fils d’un homme de bien, qui, pour exalter la foi, était mort en la journée des Gerbes, qu’elle comptait que le fils ne démentirait pas le père, et qu’elle le priait de me bien traiter et soigner, puisque j’étais orphelin. Lui répondit qu’il le ferait et qu’il me recevait, non pas comme son garçon, mais comme son enfant. Adonc je commençai à servir mon vieux et nouveau maître. Après que nous fûmes demeurés quelques jours à Salamanque, mon maître, trouvant le gain trop mince, détermina de s’en aller. Et quand nous dûmes partir, j’allai voir ma mère. Nous pleurâmes tous deux et elle me donna sa bénédiction, en disant : « Mon fils, je sais que je ne te verrai plus ; tâche d’être homme de bien et que Dieu te conduise. Je t’ai élevé et t’ai confié à un bon maître : aide-toi. » Et je m’en fus auprès de mon maître qui m’attendait. Nous sortîmes de Salamanque, et en arrivant au pont, à l’entrée duquel est un animal de pierre qui a quasi la forme d’un taureau, l’aveugle me commanda de Histoire des littératures hispaniques, ULB 400 405 410 415 420 425 430 435 440 445 y díjome: "Necio, aprende que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo", y rió mucho la burla. Pareciome que en aquel instante desperté de la simpleza en que como niño dormido estaba. Dije entre mí: "Verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar cómo me sepa valer." Comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza, y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho, y decía: "Yo oro ni plata no te lo puedo dar, mas avisos para vivir muchos te mostraré." Y fue ansí, que después de Dios, éste me dio la vida, y siendo ciego me alumbró y adestró en la carrera de vivir. Huelgo de contar a vuestra merced estas niñerías para mostrar cuánta virtud sea saber los hombres subir siendo bajos, y dejarse bajar siendo altos cuanto vicio. Pues tornando al bueno de mi ciego y contando sus cosas, vuestra merced sepa que desde que Dios crío el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz. En su oficio era un águila; ciento y tantas oraciones sabía de coro: un tono bajo, reposado y muy sonable que hacía resonar la iglesia donde rezaba, un rostro humilde y devoto que con muy buen continente ponía cuando rezaba, sin hacer gestos ni visajes con boca ni ojos, como otros suelen hacer. Allende desto, tenía otras mil formas y maneras para sacar el dinero. Decía saber oraciones para muchos y diversos efectos: para mujeres que no parían, para las que estaban de parto, para las que eran malcasadas, que sus maridos las quisiesen bien; echaba pronósticos a las preñadas, si traía hijo o hija. Pues en caso de medicina, decía que Galeno no supo la mitad que él para muela, desmayos, males de madre. Finalmente, nadie le decía padecer alguna pasión, que luego no le decía: "Haced esto, haréis estotro, cosed tal yerba, tomad tal raíz." Con esto andábase todo el mundo tras él, especialmente mujeres, que cuanto les decían creían. Destas sacaba él grandes provechos con las artes que digo, y ganaba más en un mes que cien ciegos 450 455 460 465 470 475 480 485 490 495 28 de m’approcher de l’animal, et quand je fus tout auprès, il me dit : « Lazare, colle ton oreille contre ce taureau et tu entendras le grand bruit qui s’y fait. » Moi, simplement, je m’avançai, croyant qu’il disait vrai, et lorsqu’il sentit que j’avais la tête joignant la pierre, il tendit vivement le bras et me fit heurter si rudement contre le diable de taureau, que la douleur du coup de sa corne me dura plus de trois jours. Et me dit : « Niais, apprends que le garçon de l’aveugle doit savoir un brin de plus que le diable. » Et il rit beaucoup de la farce. A cet instant il me sembla que je m’éveillai de la simplicité dans laquelle, enfant, j’étais jusqu’alors plongé. « Il a raison », me dis-je à part moi, « et puisque je suis seul, il me faut ouvrir l’œil, aviser et réfléchir comment je me tirerai d’affaire. » Nous commençâmes notre route, et en peu de jours il m’enseigna le jargon ; et me voyant intelligent, il s’en réjouissait beaucoup et me disait : « Je ne puis te donner ni or ni argent, mais oui bien beaucoup d’avis qui t’apprendront à vivre. » Et il le fit en effet, car après Dieu ce fut lui qui me donna la vie, et qui, bien qu’aveugle, m’illumina et me guida dans le chemin du monde. Je me plais, Monsieur, à vous raconter ces enfantillages, afin de faire voir combien les hommes bas ont de mérite à s’élever, et combien, au contraire, il est ignominieux pour ceux qui sont élevés de se laisser choir. Pour en revenir à notre aveugle et à ses choses, je vous dirai, Monsieur, que depuis que Dieu créa le monde, il n’en fit point de plus rusé ni sagace. En son métier il était un aigle. Il savait par cœur plus de cent oraisons qu’il disait d’un ton bas, posé et très sonore, en sorte qu’il faisait résonner l’église où il les récitait ; puis il affectait un maintien et un visage très humbles et dévots, sans faire, comme d’autres font, des mouvements et contorsions avec la bouche et les yeux. En outre, il avait mille autres façons et manières pour soutirer de l’argent. Il disait connaître des oraisons pour toutes sortes de cas, pour les femmes stériles, pour celles qui sont en mal d’enfant, pour celles qui sont mal mariées et veulent se faire Histoire des littératures hispaniques, ULB 500 505 510 515 520 525 530 535 540 545 en un año. Mas también quiero que sepa vuestra merced que, con todo lo que adquiría, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi, tanto que me mataba a mí de hambre, y así no me demediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba de tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo. [...] Y fue ansí, que luego otro día salimos por la villa a pedir limosna, y había llovido mucho la noche antes; y porque el día también llovía, y andaba rezando debajo de unos portales que en aquel pueblo había, donde no nos mojamos; mas como la noche se venía y el llover no cesaba, díjome el ciego: "Lázaro, esta agua es muy porfiada, y cuanto la noche más cierra, más recia. Acojámonos a la posada con tiempo." Para ir allá, habíamos de pasar un arroyo que con la mucha agua iba grande. Yo le dije: "Tío, el arroyo va muy ancho; mas si queréis, yo veo por dónde travesemos más aína sin nos mojar, porque se estrecha allí mucho, y saltando pasaremos a pie enjuto."Pareciole buen consejo y dijo: "Discreto eres; por esto te quiero bien. Llévame a ese lugar donde el arroyo se ensangosta, que agora es invierno y sabe mal el agua, y más llevar los pies mojados." Yo, que vi el aparejo a mi deseo, saquele debajo de los portales, y llevelo derecho de un pilar o poste de piedra que en la plaza estaba, sobre la cual y sobre otros cargaban saledizos de aquellas casas, y dígole: "Tío, éste es el paso más angosto que en el arroyo hay." Como llovía recio, y el triste se mojaba, y con la priesa que llevábamos de salir del agua que encima de nos caía, y lo más principal, porque Dios le cegó aquella hora el entendimiento (fue por darme del venganza), creyose de mí y dijo: 550 aimer de leurs maris ; aux femmes enceintes, il leur pronostiquait garçon ou fille. En médecine, il prétendait en savoir la moitié plus long que Galien pour les dents, les pamoisons et le mal de matrice. 555 Finalement, nul ne se plaignait à lui de souffrir telle douleur, qu’il ne lui dît aussitôt : « Faites ceci, faites cela ; cueillez telle herbe, prenez telle racine. » Par ce moyen, tout le monde courait après lui, 560 principalement les femmes, qui croyaient tout ce qu’il leur disait. Aussi en tirait-il de grands profits, par les façons que j’ai dites, et en un mois gagnait plus que cent aveugles en un an. 565 Mais il faut que vous sachiez aussi, Monsieur, que malgré tout ce que cet aveugle gagnait et amassait, jamais je ne vis homme si avare et si misérable, à tel point qu’il me tuait de faim, sans rien me 570 donner de ce qui m’était nécessaire. En vérité, si je n’avais pas, grâce à mon adresse et mes bonnes ruses, su me secourir, bien des fois je serais mort de faim. Mais, nonobstant tout son savoir et sa 575 vigilance, je le contreminais de telle sorte que toujours, ou le plus souvent, j’attrapais la plus grosse et la meilleure part. A cette fin, je lui jouais des farces endiablées, dont je conterai quelques-unes, quoique toutes 580 ne tournèrent pas à mon avantage. [...] Nous sortîmes le lendemain par la ville pour demander l’aumône, et comme il avait plu la nuit d’avant et qu’il pleuvait encore, mon maître allait récitant ses oraisons sous 585 certains auvents qui sont en ce village, où nous étions à l’abri. Lorsque la nuit vint, la pluie tombant toujours, l’aveugle me dit : « Lazare, cette eau est fort persistante, et tant plus la nuit tombe, tant plus il pleut. 590 Rentrons au logis de bonne heure. » Pour nous y rendre, il fallait traverser un ruisseau, que la pluie avait beaucoup enflé. Je lui dis : « Oncle, le ruisseau est très gros, mais, si vous voulez, je vous mènerai 595 en un lieu où il se resserre et où nous pourrons le passer plus facilement sans nous mouiller, et en sautant nous le franchirons à pied sec. » Ce conseil lui parut bon, et il me répondit : « Tu es 600 intelligent et c’est pourquoi je t’aime bien. 29 Histoire des littératures hispaniques, ULB 605 610 615 620 "Ponme bien derecho, y salta tú el arroyo." Yo le puse bien derecho enfrente del pilar, y doy un salto y póngome detrás del poste como quien espera tope de toro, y díjele: "¡Sus! Salta todo lo que podáis, porque deis deste cabo del agua. "Aun apenas lo había acabado de decir cuando se abalanza el pobre ciego como cabrón, y de toda su fuerza arremete, tomando un paso atrás de la corrida para hacer mayor salto, y da con la cabeza en el poste, que sonó tan recio como si diera con una gran calabaza, y cayó luego para atrás, medio muerto y hendida la cabeza. "¿Cómo, y oliste la longaniza y no el poste? ¡Ole! ¡Ole! -le dije yo. Y dejele en poder de mucha gente que lo había ido a socorrer, y tomé la puerta de la villa en los pies de un trote, y antes que la noche viniese di conmigo en Torrijos. No supe más lo que Dios del hizo, ni curé de lo saber. 625 630 635 640 645 650 655 660 Conduis-moi à cet endroit où le ruisseau s’étrécit, car nous sommes en hiver, et, en ce temps, il est déplaisant d’être mouillé, surtout aux pieds. » Aussitôt que je vis qu’il se prêtait à mon dessein, je le menai sous les auvents et le conduisis droit à un pilier ou poteau de pierre élevé en la place, qui soutenait avec d’autres piliers les saillies des maisons, et lui dis : « Oncle, voici le passage le plus étroit du ruisseau. » Comme il pleuvait fort, que le pauvre se mouillait et que nous avions hâte d’échapper à l’eau qui nous tombait sur le dos, et par dessus tout parce que Dieu, en ce moment, obscurcit son entendement, je réussis à tenir me vengeance. Il me crut et me dit : « Place-moi au bon endroit, et saute le ruisseau. » Je le plaçai bien en face du pilier, sautai et me mis derrière le pilier, comme qui eût attendu rencontre de taureau, puis lui dis : « Allons, sautez tant que vous pourrez pour atteindre ce côté-ci de l’eau. » A peine avais-je dit cela, que le pauvre aveugle se balance comme un bouc, et de toute sa force saute, après avoir reculé d’un pas pour mieux prendre son élan, et va donner de la tête contre le pilier, qui résonna aussi fort que si on y eût brisé une grosse calebasse. Il tomba à la renverse, demi mort et la tête fendue. « Comment ? Vous avez flairé la saucisse et vous n’avez pas flairé le pilier ? Flairezle. » Je le laissai entre les mains de beaucoup de gens qui avaient accouru pour l’assister, gagnai d’un trot la porte de la ville, et avant la tombée de la nuit me retrouvai à Torrijos. Je ne sus point ce que Dieu fit de l’aveugle, ni n’eus cure de le savoir. El Lazarillo de Tormes Francisco de Goya (antes de 1812) 30 Histoire des littératures hispaniques, ULB