MSJ internacional ¡Despierta, Guatemala!: El último gesto de amor de Cabral Esteban Valenzuela Van Treek Consultor de municipios mayas en Guatemala El trovador pacifista argentino murió en una de las naciones más violentas y desiguales de América: un hecho doloroso, en un escenario social que día a día clama por una transformación urgente. 50 370 AGOSTO 2011 “L o mataron un día Toj, que para los mayas significa ‘día de ofrenda’, el altar para dar, ese fue el nahual (espíritu del día) del martirio de nuestro hermano Facundo Cabral”, dijo el padre José Luis al concluir la misa de doce del domingo siguiente a su muerte en la Catedral de Guatemala. Luego cantó “no soy de aquí, ni de soy de allá… y ser feliz es mi color de identidad”. La feligresía irrumpió en aplausos y muchos se unieron a las manifestaciones en el Parque Central, en homenaje al asesinado artista y en demanda de justicia en el país de las desigualdades y la impunidad: se produjo el milagro de Facundo, los chapines —que se quejan y parecen mirar indolentes el asesinato de veinte guatemaltecos al día— por fin se unieron a movimientos de la sociedad civil para pedir un cambio de rumbo. Un grupo de jóvenes sostuvo un cartel que le citaba: “El mundo está mal por la acción de los malvados y la pasividad de los buenos”. El trovador pacifista se levantó el pasado 9 de julio al alba para ir al aeropuerto La Aurora. Sería su último viaje, el último recital, la verdadera despedida. Cabral iba a tomar el bus que traslada a los pasajeros, pero llegó con su auto el empresario que organizó sus dos últimas presentaciones y que viajaría en el mismo vuelo. A las 5.20 de la mañana, en el Boulevard Liberación, tres camionetas con sicarios con fusiles de asalto, acribillaron el vehículo. El empresario se salvó. Pero el mensajero de la no violencia murió como mártir en el país más violento de América. EN EL PAÍS DE LOS CLAROSCUROS Ciudad de Guatemala es la mayor metrópoli de Centro América. Su zona rica está llena de restaurantes y discos ruidosas. En los condominios y hoteles hay cientos de guardias armados. Es el país de los claroscuros y lo contradictorio. La mayoría de los habitantes son indígenas mayas que mantienen sus lenguas; hombres y mujeres del maíz, textileros, comunidades de las tierras altas donde la tierra arable es escasa. La costa del Pacífico es una finca azucarera y el Caribe, un platanal desde tiempos de la United Fruits. El norte, hacia el Petén, está poblado de fincas ganaderas y grandes extensiones de palma africana, asociadas a los excedentes del narcotráfico. Colinda con Alta Verapaz, donde Fray Bartolomé de las Casas intentó la vera paz con los indígenas, en una zona que era un territorio de diálogo y justicia. Pero la historia se escribió con violencia y desigualdad. A las dictaduras del siglo XX se opuso un movimiento popular que provocó una Revolución Reformista (1944-1954) con los presidentes Arévalo y Arbenz, quienes crearon instituciones sociales. Pero esta fue derrotada cuando sus líderes anunciaron una reforma agraria, generándose un período de gobiernos de facto y la masacre de campesinos e indígenas. Cabral conoció Guatemala con la construcción del modernista Teatro Nacional, donde luego actuaría muchas veces desde su exilio en México. Tras las dictaduras de los años ochenta, apoyó los Acuerdos de Paz de 1996: UNESCO lo había nombrado “Mensajero mundial de la paz” y trabó amistad con los premios Nobel Oscar Arias y Rigoberta Menchú, quien llegó a llorar en la calle por su amigo, el día de su asesinato. AGOSTO 2011 Facundo le cantó al pobre, a la vida, al perdón, a la paz. Un librero de Quetzaltenango, la segunda ciudad del país, en la que también hacía recitales, nos comentó que el libro de Geoffrey Hodson, La fraternidad entre los hombres y los ángeles, era un texto predilecto de Cabral. Cantaba y predicaba como en el desierto, sin renunciar. Pero Guatemala no cambió y los Acuerdos de Paz no fueron el momento de la transformación: sigue siendo el Estado más débil después de Haití en América Latina (produce solo el 9,5% del PIB, pero los jaguar y helicópteros son la prioridad de sus ricos) y las mafias de poderosos y las maras (pandillas) azotan al país que encabeza los índices de mortalidad infantil, desnutrición y violencia, con siete mil asesinatos al año, en un ambiente generalizado de extorsiones, miedo e impunidad. Es una realidad que contrasta con los polos turísticos que atraen al mundo; la Antigua y su barroco católico, el Lago Atitlàn, la feria de Chichicastenango o el esplendor de Tikal. Lugares que evocaba Cabral, cuando invitaba a leer a Walt Withman y Miguel Ángel Asturias, beber vino chileno y comer pepian guatemalteco, aprender de los aymarás y de los mayas. La sociedad y la elite no reaccionan, como no lo hicieron cuando mataron al obispo Juan Gerardi a los días de entregar el informe de sobre la necesidad de verdad y la justicia, titulado “Guatemala: Nunca más”, en el que se estableció de modo irrefutable que la violencia política y social provocó doscientos mil muertos —el 90% por responsabilidad de las dictaduras y los paramilitares—, incluyendo entre las víctimas a miles de catequistas y decenas de sacerdotes y monjas. El crimen del obispo sigue impune. “DIOS TE PROMETIÓ FUERZAS” Cabral, en su última entrevista en Canal Antigua, había dicho que su único deseo era “que la gente saliera mejor de sus conciertos que cuando entró; no por mí, sí por el arte, que es una religión sin mandamientos: lo que importa es el amor al prójimo”. Lo que sí pensamos es que todo ha sido su último gesto de amor para que una sociedad reaccione, ya que en Guatemala hemos presenciado la contradictoria reacción de la mayoría de sus líderes de opinión —“Nos da vergüenza la muerte de Cabral”—, reacción debida a su notoriedad y conmoción mundial. De inmediato, Facundo, les habría dicho, como el Cristo que era su Señor, “lo que le hiciste a uno de mis pequeños a mí me lo hiciste” y hubiera señalado la lista de asesinatos cotidianos; la socióloga de Huehue que investigaba la corrupción, el joven fiscal de Cobán que investigaba a los Zetas, o el dramaturgo Guarcah, quien pregonaba solidaridad en la Nueva Era (la nueva cuenta larga de 5.200 años que se inicia en diciembre del 2012, en su cosmovisión). Los dirigentes hablan contra “las bandas criminales que afectan a Guatemala” y no mencionan su falta de acuerdo para una reforma fiscal solidaria, su ausencia de acción contra la pobreza y la corrupción, su desidia ante la criminalidad, los sicarios que mandan a un patojo de once años a matar una señora que vende pollos baratos, contratado por las otras comerciantes del mercado… 371 51 MSJ internacional Facundo le cantó al pobre, a la vida, al perdón, a la paz. Cantaba y predicaba como en el desierto, sin renunciar. Cabral conoció la pobreza de su familia cuando su padre los dejó y marcharon a Tierra del Fuego. La conoció también en el vagabundo que le mostró a Dios, en su permanente peregrinar que le enseñó a conocerme en la soledad, en su superación del dolor cuando su esposa y su hija caen en un avión, en los anuncios de los médicos de que solo le quedaban tres meses… Se volvió un “místico de la paz”, como lo recordó su amigo Alberto Cortez, con quien cantó tantas veces. Dicen que Cabral desde hace algún tiempo casi no veía, pero al amanecer del pasado 9 de julio su oído escuchó las ráfagas dirigidas hacia él. Estaba preparado para la muerte: “El que murió se nos adelantó, para allá vamos todos”. Entre las velas y flores que depositó gente sencilla, leímos el mensaje de Facundo: “Dios no te prometió días sin dolor…pero Él sí prometió fuerzas para cada día”. Aquellas fuerzas que pueden transformar Guatemala y, así, homenajear al trovador de la paz. MSJ LA MARCA DE SU NIÑEZ La historia personal de Facundo Cabral ha sido habitualmente mencionada como signo de que, aun cuando sea marcado por la miseria, el ser humano es capaz de desarrollar sus valores esenciales. Nació en Mar del Plata el 23 de mayo de 1937, precisamente un día después de que su padre abandonara a su madre. Tras esto, su abuelo paterno expulsó a ella y a sus siete hijos de la casa. Iniciaron de ese modo nueve años de tránsito por la Patagonia argentina, sosteniéndose a duras penas gracias a trabajos precarios, conviviendo con el hambre y la pobreza, en un peregrinaje en el que Facundo vio morir a cuatro de sus hermanos. “Mi primer recuerdo es mi madre, comiendo de la basura”, relataría décadas después. Sobreviviendo casi de milagro, de pueblo en pueblo, el grupo familiar llegó a Ushuaia. Allí, tiempo más tarde, al oír de un Presidente que “da trabajo a los pobres”, decidió partir a Buenos Aires. A los nueve años de edad, viajó a dedo durante semanas y logró acercarse a Juan Domingo Perón en una actividad pública en La Plata. Evita, conmovida con su pedido de empleo, se encargó de asegurar uno para su madre y de traerla a ella y a sus hijos a la localidad de Tandil, permitiéndoles curar enfermedades y recomenzar una nueva vida. Facundo se desempeñó en tareas menores. Agresivo, además de alcohólico a muy temprana edad, cayó preso varias veces. En el último de los reformatorios en el que estuvo cono52 372 ció al jesuita Simón, quien en tres años le entregó educación primaria y secundaria. “¡Qué maravilla fue eso! Este sacerdote venía con una caja de madera con letras y me hacía formar palabras. A los catorce años aprendí a leer y conocí los grandes clásicos, los filósofos; se inició mi amor por el arte”, rememoraría después. Escapó un día de esa cárcel y entonces conoció a un vagabundo que le enseñó el Sermón de la Montaña —“él me otorgó así mi programa de vida”—, texto inspirador de muchas de sus reflexiones posteriores. Poco después de cumplir veinte años, ya marcado por esa espiritualidad y bajo el fuerte influjo de Atahualpa Yupanqui, iniciaría su carrera artística. Estos son los antecedentes esenciales de la infancia y juventud de quien, más de seis décadas después, había recorrido todo el mundo con su discurso pacifista. Hoy, sus ciento veinte discos y su veintena de libros reflejan la inspiración que en él despertaron Jesús, Gandhi y la Madre Teresa, a cuyas labores de misericordia se sumó durante algunos períodos en Calcuta. Entre los años sesenta y ochenta fue fundamentalmente un cantante de protesta y trasgresor. Pero derivó luego su arte hacia una perseverancia radical en favor de la convivencia entre los hombres, así como de genuina gratitud hacia la vida, como bien lo expresó en sus conciertos finales en Centroamérica. J.R.P. AGOSTO 2011