zodiac

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SESIÓN 2
3 DE NOVIEMBRE DE 2011
SOBRE DAVID FINCHER.
LUCES Y SOMBRAS
ZODIAC
Con demasiada frecuencia la concurrencia
de alguna serie de temas, identificados
con ligereza con una serie de inquietudes
creativas, y unos someros rasgos estilísticos
más o menos repetidos, son suficientes
para elevar a un director al estatus de autor
imprescindible del cine contemporáneo. Poco
más o menos, esto es lo que ha ocurrido en
el caso de David Fincher. Pero, existiendo
esas recurrencias y esos rasgos de estilo,
que no parece haber muchas dudas de
que en efecto existen en el caso de Fincher,
¿son consecuencia de una visión particular
y de una actitud personal ante su medio
de expresión o simplemente los elementos
que conforman una marca de fábrica que
identifique cada una de sus obras de cara
a hacerlas un mejor producto de consumo?
¿Dibujan estos temas abordados por el cine
de Fincher, y su plasmación en pantalla, unos
rasgos identificables y genuinos o meramente
una máscara más o menos útil, pero tras
la que no hay apenas nada? El caso es que
David Fincher se ha consolidado como un
perfecto representante de una generación
de cineastas americanos caracterizados
principalmente por sus rasgos visuales,
pero en las que éstos están al servicio de
una serie de preocupaciones recurrentes,
David Fincher. EEUU. 2007
Presentación y coloquio
a cargo de José Antonio Hurtado,
jefe de programación
de La Filmoteca del IVAC
de algo parecido a lo que se ha venido
llamando un universo personal. Cineastas
que se ubican sin excesivos problemas en
una posición de cierta autonomía dentro
de la industria, ni encuadrados dentro de
posiciones marginales, de mayor radicalidad
formal –y tampoco, desde luego, dentro
de ese inane y conservador cine llamado
“independiente”– ni como técnicos
sin personalidad alguna. Directores sin
demasiados puntos de contacto entre ellos, a
no ser el de esta actitud común de elaborar
una obra personal que simultáneamente
sea viable comercialmente, situándose
en un difuso punto intermedio entre la
tradición y la modernidad, y los mejores
de esta “generación” son los que más
profundamente han sabido entablar este
enriquecedor diálogo, los que mejor han
sabido ofrecer una mirada moderna sobre
sus propias tradiciones –entendidas tanto
en su sentido histórico como propiamente
cinematográfico–, o más precisamente,
que parten del clasicismo para ofrecer una
mirada vigorosamente moderna, siendo
sin duda Paul Thomas Anderson el que ha
alcanzado mayores niveles de profundidad
hasta hoy.
Sin embargo, el estatus autoral que ha
alcanzado Fincher debe ser independiente
de la valoración de su obra. [...]
Personalmente, echo en falta en su cine
mayor arrojo y coherencia. Tiene razón Hilario
J. Rodríguez cuando escribe que David
Fincher “busca riesgos entrecomillados” [1].
Pero esto no es sólo cierto en cuanto a la
relación que Fincher busca con la industria,
minimizando los riesgos económicos de
cada uno de sus films, contando siempre
con el soporte de cotizadas estrellas y de
un gran estudio, pues lo más importante es
que estos “riesgos entrecomillados” también
resulta una expresión válida a la hora de
analizar sus películas en términos creativos
y, en efecto, su cine parece con frecuencia
perseguir antes el espejismo del riesgo
creativo que un riesgo real, la imagen de
un cine renovador antes que la verdadera
renovación. Fincher ha cimentado su
prestigio, a mi juicio, menos en la sinceridad
y el rigor, en la verdadera innovación,
que en el engañoso exhibicionismo de
esas presuntas características de su obra
–veremos más adelante que hay alguna
excepción, no obstante–. El peligro radica
en que, en la naturaleza susceptiblemente
deslumbrante de la puesta en escena de
Fincher, ésta nos ciegue acerca de los
valores cinematográficos a que sirve, acerca
de lo que hay verdaderamente debajo de
ella. [...]
todo lo contrario, me parece su película
más rigurosa y valiente, pero de una forma
más subterránea, sin exhibicionismos, de
una forma secreta y profunda. Su filme
más clásico es también el más innovador.
Zodiac vuelve a los temas y el estilo que se
han hecho habituales en el cine de Fincher,
pero en esta ocasión formulados con mucha
mayor madurez, sin el deseo continuo de
impresionar, de deslumbrar, que lastra los
resultados incluso de sus mejores películas
anteriores.
Zodiac (2007)
Sin duda, es con Se7en con la que
Zodiac tiene más evidentes puntos de
contacto, pero simultáneamente se trata
de dos películas muy distantes estilística
y narrativamente, otorgándoles Fincher
a sendas historias un tratamiento muy
diferente en muchos aspectos. Obviamente,
nos encontramos de nuevo ante la
exploración de las zonas más oscuras
del alma humana, ante un psycho killer
que, aún en mayor medida que en Se7en,
extiende el pánico entre la población, pero
sin las pretensiones metafísicas del John
Doe de Se7en, lo que derivaba este film
hacia unos componentes discursivos algo
pesados, pues al contrario de lo que ocurre
en casi todos sus obras anteriores, Zodiac
es un film admirablemente ecuánime, sin
juicios morales, en que aquellos están
reducidos al mínimo.
Y llegados a este punto, expuestas mis
muchas dudas sobre el cine de Fincher,
debo reconocer mi admiración por Zodiac,
como ya se ha podido sospechar en este
escrito. Con él Fincher hace su filme menos
artificioso, el más sutil y sobrio, pero también
el más audaz, sin necesidad de alardes
innecesarios, lo que lo convierte en su
mayor logro hasta la fecha. Y es necesario
añadir que su sobriedad no es sinónimo
de academicismo, de unos planteamientos
narrativos o estilísticos más conservadores,
Nos encontramos ante una narración
discretamente coral, que ofrece un lúcido
retrato de época –la que abarca desde
finales de los sesenta hasta finales de los
ochenta–, lo que sirve magníficamente al
propósito que Fincher se marca en este
filme de mostrar cómo las actividades del
que fue conocido como el asesino del
Zodiaco instalan el miedo más atroz en toda
la comunidad –la que forman los habitantes
de la ciudad de San Francisco–. Si en
general las películas de Fincher resultan
menos interesantes en una segunda visión,
exactamente lo contrario ocurre en Zodiac
–hablo de una experiencia estrictamente
personal, obviamente–, probablemente
debido a su prodigiosa sabiduría narrativa.
Por fin en este film Fincher logra plasmar
con elegancia y profundidad el que
se ha constituido en el principal tema
de su obra: el pavor, pero también la
fascinación, que provoca en sus criaturas
las zonas más oscuras del ser humano.
Principalmente a través del personaje
de Robert Graysmith (Jake Gyllenhaal),
Zodiac es un subyugante ensayo sobre
una obsesión absolutamente absorbente,
que atrapa sin posibilidad de escape a
muchos de los personajes vinculados de
una forma u otra con las actividades del
asesino, también trasformados todos ellos,
ya irreversiblemente, en este viaje a lo más
siniestro [2].
Como certeramente apunta Antonio J.
Navarro, “la pugna entre la luz y las tinieblas
en el cine de David Fincher es, en realidad,
la pugna entre lo real y lo falso, entre la
vida verdadera y los simulacros de vida”
[3] y si en algunos de sus films este tema
recurrente en la obra de Fincher acaba
siendo trivializado, en Zodiac supone un
enriquecimiento de las sugerencias que
suscita la película, pues al contrario de
lo que ocurre en The Game o El club de
la lucha Fincher no necesita establecer
nítidamente las fronteras entre la vida
y sus representaciones. Zodiac expone
la permanente confusión entre realidad
y ficción alimentada en las sociedades
contemporáneas por los medios de
comunicación, medios a los que el asesino
recurre con frecuencia. Aspecto al que
contribuye poderosamente la afición al
cine del asesino del zodiaco, el cual asume
algunos de los rasgos y símbolos del
protagonista de El Malvado Zaroff (The Most
Dangerous Game, Irving Pichel y Ernest
B. Schoedsack, 1932) y en muchas de las
cartas que dirige a los periódicos abundan
las referencias cinéfilas [4].
A pesar de ser también crónica de una época,
y a pesar de su clasicismo narrativo, Zodiac
es una de la películas más auténticamente
modernas de Fincher, más allá de insólitas
pirotecnias, la que demuestra la enorme
dificultad para articular un relato convencional
en nuestro tiempo: Zodiac manifiesta la
irreversibilidad del proceso iniciado a partir
del cine surgido desde la modernidad, la
imposible reconstrucción del relato clásico.
[1] “Arquitectura fílmica”, Dirigido por, nº 311,
abril 2002.
[2] En relación a esto, Zodiac me trajo a la memoria
nada menos que el fascinante Informe sobre ciegos
–tercera parte de la novela Sobre héroes y tumbas
(1961), de Ernesto Sábato–, en la común obsesión
del narrador de Sábato y el Graysmith de Zodiac por
el mal, obsesión que les llevará progresivamente a
una investigación que les conducirá a las zonas más
tenebrosas de la existencia, a un remedo del mismo
infierno, a la paranoia y a la autodestrucción –que en
el caso de Graysmith, cuyas relaciones familiares están
a punto de romperse a consecuencia de su obsesiva
inmersión en la investigación sobre el asesino, podrá
finalmente evadirla–. Sendas investigaciones que
parten del caos para, en lugar de ir aclarándose
progresivamente, acabar en ese mismo caos.
[3] “David Fincher. Por el valle de las sombras”,
Dirigido por, nº 284, noviembre 1999.
[4] A la inversa, el asesino de Harry el sucio (Dirty
Harry, Don Siegel, 1971), está evidentemente inspirado
en el asesino del zodiaco, sin contar con las películas
más o menos inspiradas en este siniestro y misterioso
personaje.
Extraído de MONTERO, José Francisco.
“Sobre David Fincher (IV)”,
en Miradas de cine, nº 83, febrero 2009,
www.miradas.net
BOMBA DE RELOJERÍA
“Escribir que no se puede escribir también
es escribir”, dejó escrito Robert Walser
antes de desaparecer para siempre en un
camino nevado. David Fincher todavía no
ha desaparecido en una avenida de Beverly
Hills, pero su última película, Zodiac, parece
seguir la reflexión del escritor suizo, y, bajo
la apariencia de un thriller psicótico, parece
sostener la idea de que “rodar que no se
puede rodar también es rodar”. Basándose
en la historia real de un asesino en serie
que publicaba pistas sobre sus crímenes
en forma de criptogramas enviados a los
periódicos, Zodiac nos interroga sobre la
posibilidad/imposibilidad de contar una
historia hoy en día. En realidad, Fincher
venía debatiendo sobre la posibilidad
de “aprehender” lo real, como dicen los
horteras, en sus anteriores películas, que
giraban, de una manera u otra, sobre el
desconcierto ante la realidad, sobre las
apariencias, sobre la mentira de lo real y la
verdad que se esconde bajo esa mentira.
The Game (1997) y El club de la lucha
(1999) son sus dos ejemplos más
representativos de esa reflexión sobre los
problemas que plantea nuestra relación
con lo que creemos que es la realidad y,
en última estancia, también la “verdad”.
En esas dos películas, los protagonistas se
enfrentaban a una ficción que tomaban
como real, y que debían desenmascarar.
En esta ocasión, Fincher retoma esa idea
llevándola al límite de lo indescifrable: la
realidad no es solo algo mentiroso, sino que
además está tremendamente codificada,
oculta bajo los criptogramas de un asesino
psicópata, escondida tras miles de pistas
falsas, pistas verdaderas pero imposibles
de demostrar, tras una sobredosis de
información que hace imposible orientarse
y recomponer y ordenar el relato de lo
sucedido.
Con esta película, Fincher ha dado un paso
más, y ya no se contenta con preguntarnos/
preguntarse si lo que vemos es o no un
decorado, sino que plantea la duda de si
es posible o no contar a los demás eso que
estamos viendo. Así, el verdadero reto del
protagonista de Zodiac, un dibujante de tiras
cómicas que se obsesiona con ese asesino
en serie al que nadie consigue atrapar, no
es tanto destapar la verdad (verdad que
por otro lado está prácticamente a la vista
de todos), sino demostrarla. Es decir: ser
capaz de contarla, de recomponerla, de darle
un orden de causa-efecto que demuestre
que el asesino es quien él piensa que es.
De construir un relato con ella. Reto que
finalmente se revela imposible, y que es
exactamente el mismo que se le plantea a
un director a la hora de rodar una película:
ordenar la realidad para contarla. Y descubrir
en el camino que quizás ya no es posible.
La historia de varios fracasos
Zodiac no pone en duda la necesidad
de contar historias (el propio hecho de
reflexionar sobre ello intentando contar una
confirma esa necesidad), sino más bien
la posibilidad de seguir contándolas como
hasta ahora. Zodiac no es en absoluto un
manifiesto anti-narrativo ni una propuesta
de cine-ensayo, sino una reflexión en forma
de película aparentemente convencional
sobre los límites y las posibilidades de lo
que consideramos “contar una historia”.
Finalmente, es la historia de varios fracasos:
el de los protagonistas, enfrascados en una
obsesión que amenaza con consumirles,
y el de la ficción, incapaz de imponer sus
normas a lo real; por más que queramos,
la realidad no se ajusta a las imposiciones
de la causa-efecto del relato clásico. Por
eso, si hay quien considera El club de la
lucha como un manifiesto anti-globalización,
Zodiac tendría que ser considerada como
una bomba de relojería contra todo lo que
encarna Hollywood, entendido éste como
sistema normalizado de contar historias.
Bomba construida con los materiales del
propio Hollywood y siguiendo sus inofensivas
recetas para hacer tartas de manzana en
forma de películas-espectáculo. Valiéndose
de las herramientas que la narración
convencional pone a sus disposición,
Fincher, como los protagonistas de El club
de la lucha, pretende reventar el canon,
introduciendo lo que más daño puede
hacer: la duda, el debate. La peligrosa
posibilidad (según para quién) de que no
se pueden contar más historias, sino tan
solo fragmentos inconexos, imposibles de
armar entre sí. Para todos aquellos amantes
de Fincher y sus piruetas visuales, Zodiac
puede decepcionar, porque los movimientos
de cámara imposibles y los relatos mareantes
han dado paso a una austeridad engañosa
y casi clásica, quizás más acorde con la
oscuridad renovadora de su propuesta.
DE PEDRO AMATRIA, Gonzalo.
“Bomba de relojería. Zodiac, de David
Fincher”, en Cahiers du cinéma-España,
nº 1, mayo 2007.
PARA AMPLIAR
A continuación te proponemos una bibliografía y filmografía seleccionada, complementaria
a esta sesión de Básicos Filmoteca, consultable a través de los servicios de Videoteca y
Biblioteca del IVAC. Puedes encontrar muchas más publicaciones y obras cinematográficas
relacionadas en el catálogo en línea de los fondos de La Filmoteca.
EN LA VIDEOTECA
Dr. García Brustenga, 3 · Valencia
http://arxiu.ivac-lafilmoteca.es/IVAC/
[email protected]
DESPUÉS DE VER ZODIAC TE
SUGERIMOS…
A primera vista, este listado puede parecer una mezcla
de películas cuyo único punto en común son los
asesinatos. Sin embargo, su finalidad es ofrecer una
visión más amplia de la figura del asesino en serie o
serial killer. El tratamiento que el cine ha hecho de
dicha figura adquiere apreciables diferencias: de la
enfermedad mental reconocible al asesinato entendido
como un medio de vida, pasando por la demostración
sangrienta del placer obtenido mediante el crimen.
El Gabinete del Doctor Caligari (Das Kabinett
des Dr. Caligari, Robert Wiene, 1919)
M, el vampiro de Düsseldorf (M, Fritz Lang,
1931)
La sombra de una duda (Shadow of a Doubt,
Alfred Hitchcock, 1943)
EN LA BIBLIOTECA
Edif. Rialto, 7ª planta
Pl. Ayuntamiento, 17 · Valencia
http://opac.ivac-lafilmoteca.es
[email protected]
BIBLIOGRAFÍA
DYER, Richard. Se7en. Londres: BFI, 1999.
CUETO, Roberto y SANTAMARINA, Antonio
(eds.). American Way of Death. Cine negro
americano 1990-2010. San Sebastián:
Festival Internacional de Cine, 2011.
GONZÁLEZ REQUENA, Jesús. Clásico,
manierista, postclásico. Los modos del relato
en el cine de Hollywood. Castilla, 2006.
Los crímenes del museo de cera (House of
Wax, André de Toth, 1953)
Monsieur Verdoux (Charles Chaplin, 1947)
El fotógrafo del pánico (Peeping Tom,
Michael Powell, 1959)
Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960)
El estrangulador de Boston (The Boston
Strangler, Richard Fleischer, 1968)
Los asesinos de la luna de miel (The
Honeymoon Killers, Leonard Kastle, 1970)
El estrangulador de Rillington Place (10
Rillington Place, Richard Fleischer, 1970)
Harry el sucio (Dirty Harry, Don Siegel, 1971)
Frenesí (Frenzy, Alfred Hitchcock, 1972)
La noche de Halloween (Halloween, John
Carpenter, 1978)
Vestida para matar (Dressed to Kill, Brian
De Palma, 1980)
Viernes 13 (Friday The 13th, Sean S.
Cunningham, 1980)
La huella del crimen: El Jarabo (Juan Antonio
Bardem, 1984)
Henry, retrato de un asesino (Henry, Portrait
of a Serial Killer, John McNaughton, 1986)
El silencio de los corderos (The Silence of the
Lambs, Jonathan Demme, 1991)
Justino, un asesino de la tercera edad (Luis
Guridi, Santiago Aguilar, 1994)
Tesis (Alejandro Amenábar, 1996)
El talento de Mr. Ripley (The Talented Mr.
Ripley, 1999)
American Psycho (Mary Harron, 2000)
Desde el infierno (From Hell, Albert y Allen
Hughes, 2001)
El juego de Ripley (Ripley’s Game, Liliana
Cavani, 2002)
Las horas del día (Jaime Rosales, 2003)
Monster (Patty Jenkins, 2003)
Los Crímenes de Oxford (Á. de la Iglesia, 2008)
RUBIO ALCOVER, Agustín. Guía para Ver
y Analizar Seven. València: Nau Llibres,
2004.
Estudio “Thriller y sociedad contemporánea.
Espejo en negro”, revista L’Atalante, nº 8,
julio 2009.
Estudio “Último cine americano”, Cahiers du
cinéma-España, nº 9, febrero 2008.
Estudio “David Fincher”, revista on line
Miradas de cine, nº 83, febrero 2009.
FULLER, Graham. “Zodiac”, Sight & Sound,
17 junio 2007
GRAND, Pilles. “Sans chanson”, Cahiers du
cinéma, nº 625, julio-agosto 2007.
KROHN, Bill. “La place vide de l’assassin”,
Cahiers du cinéma, nº 623, mayo 2007.
MAILLARD, Florence. “David Fincher: le
point de mélancolie”, Cahiers du cinéma,
nº 661, noviembre 2010.
NAVARRO, Antonio José. “El asesino
está entre nosotros”, Dirigido por,
nº 367, 2007.
NEYRAT, Cyril. “Préhistoire de la terreur”,
Cahiers du cinéma, nº 624, junio 2007.
VIVIANI, Christian. “Zodiac: le noyé derrière
le nageur”, Positif, nº 556, 2007.
ARTÍCULOS
AUBRON, Hervé. “Minor movies?”,
Cahiers du cinéma, nº 625, julio-agosto
2007.
OTROS TÍTULOS DE FINCHER
El club de la lucha (The Fight Club, 1999)
The Game (1997)
La habitación del pánico (Panic Room, 2002)
Alien 3 (1992)
Seven (Se7en, 1995)
ivac.gva.es
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