MI ESPEJO Y YO Por: Erika Silvana Molina Arenas Tecnología Ambiental Soy un muchacho llamado Erik Cárdenas, de 17 años, que cursa once grado y les quiero contar mi historia. El 14 de marzo de 1999, llegué del colegio, entré a mi casa y mis padres Marilyn y Simón, estaban en la cocina, discutiendo –muy normal entre ellos- la casa permanecía en desorden y mi hermana Isabel, acostada en el piso jugando con sus muñecas, entré a mi cuarto a entregar mis trabajos, me cansé de escribir y quise salir, me arreglé y en el momento de mirarme al espejo, sentí algo muy raro, mi otro yo se estaba moviendo de otra forma, me asusté mucho, pero al observar bien, mi espejo me estaba reflejando todo lo que yo siempre había tenido en mi interior, una tristeza profunda por nunca haber tenido a unos padres acompañándome en mi adolescencia, pues nunca me daban consejos, dejaban que yo hiciera lo que se me daba la gana, si yo salía no era problema para ellos, no tuve a un papá que me aconsejara sobre las mujeres y muchas cosas más que me tenían muy triste, porque era como si no les importara. De repente, mi otro yo, me empezó a hablar, me decía que me liberara de mis temores que buscara mi felicidad. Me sentí muy contento al saber que por lo menos mi espejo se preocupaba por mí, por mis sentimientos y lo que me pudiera pasar, también me comentaba que siempre había tenido temor de hablarme pues no sabía cómo yo lo iba a asimilar, que de pronto lo rechazaría pero por lo contrario a mí me gustó mucho, conversar con él, además él me dijo que él solo hablaría conmigo y nadie más y que nadie se podía enterar de su presencia en el espejo o moriría. Ese día salí de mi cuarto, después de hablar muchas cosas con él entré a la cocina para prepararme algo de comer, mis padres me preguntaron el porqué de mi cara sonriente. Yo solo le respondí: -Por fin encontré a un amigo que me comprenden y que me dice lo correcto. Siguieron en sus cosas, pues les parecía absurdo lo que yo decía. Antes, con las mujeres, era un muchacho muy callado, tímido y guache; nunca hacía trabajos, les respondía de manera muy fea a los profesores y andaba rondando por las calles con una gorra que me tapaba la cara, la gente me tenía miedo. Con el paso del tiempo, mi vida fue cambiando, me preocupé más por el estudio, llegué a ser el puesto número uno de mi salón, después de ser de los últimos, las niñas me trataban, conseguí una novia, la cual me comprendía, a la cual llegué a amar, pues me hizo pasar una gran cantidad de momentos felices, mi vida cambió rotundamente con el mejor consejero que era mi propio interior visto en un espejo. Pasados los años, mientras estaba hablando con el espejo, mi hermana entró a mi cuarto sin tocar, me espió todo lo que yo decía; así pasaron muchos días sin darme cuenta de que mis padres me espiaban también. Ella les había contado. Lastimosamente el día menos pensado, mientras me estaba arreglando para verme con mi novia, le iba a pedir matrimonio bajo la luz de las velas. Llegaron unos siquiatras me amarraron las manos y me llevaron a un manicomio, mis padres los habían llamado, supuestamente estaba loco por hablar solo. En ese momento mi vida se acabó y pasé muchos años en ese lugar. Perdí al amor de mi vida.