Apología. Los Inaceptables

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Apología. Los Inaceptables
¿Quiénes éramos?
Éramos una turba en vías de ser un pueblo. Cierto.
Éramos obreros y burgueses, todo revuelto.
Los que veníamos de la dorada gente habíamos dejado el sombrero
y los apellidos, colgados de un clavo.
Éramos descendientes de locos peligrosos que, o se negaron a adorar la
propiedad privada, o predicaron la libertad.
Como Abraham engendró a Isaac, a nosotros nos engendró el asco de la
injusticia. Nos ha venido dando asco este "orden" inverosímil con olor a whisky, con tono de
voz segura, con mentira secular embadurnada de falso
cristianismo. Ya no pudimos más con nuestra porquería privilegiada y
respetada.
Éramos los que creíamos en la grandeza de los pobres, amados de Cristo;
los que esperábamos y todavía esperamos que alguna vez se ha de tornar
el mundo un poco más humano y honorable.
Éramos los admiradores de los grandes ilusos, que casi siempre han sido los únicos
definitivamente humanos.
Queríamos amar más la verdad que los dólares.
Hemos preferido ser humillados, burlados, estafados, castigados,
antes que ponernos de vientre a adorar los becerros de oro.
Estuvimos y estaremos con los pobres, porque se lo merecen y porque el mismo Cristo se ha
puesto a su servicio. No odiamos a nadie, pero no aceptamos la mentirosa suficiencia de los
poderosos.
Seguiremos caminando en la huella de los que perdieron su vida por la libertad, por la dignidad
de todos los hombres. Nuestro nombre no importa; nos llamamos Gandhi, Luther King... Iba a
decir: Cristo; pero ese nombre nos queda grande y no quisiéramos reducirlo a nuestro pobre
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