1.- Gonzalo Ruiz de Toledo, señor de Orgaz. 2.- San Agustín. 3.- San Esteban. 4.- Autorretrato del Greco. 5.- Diego de Covarrubias. 6.- Fraile Agustino. 7.- Fraile Franciscano. 8.- ¿Fraile Dominico o Trinitario? 9.- Jorge Manuel Teotocopuli. 10.- Martirio de San Esteban. 11.- Santa Catalina de Alejandría. 12.- Santiago el Mayor. 13.- San Pablo. 14.- Antonio Covarrubias. 15.- Santo Tomás. 16.- Andrés Núñez Álvarez. 17.- San Sebastián. 18.- Santa Mª Magdalena. 19.- Santos en General. 20.- Felipe II. 21.- ¿San Pablo? 22.- San Juan Bautista. 23.- Jesucristo. 24.- Virgen María. 25.- San Pedro. 26.- David. 27.- Moisés. 28.- Noé. 29.- Alma de Don Gonzalo Ruiz de Toledo. El orden de los personajes del Cielo responde a la creencia cristiana de que quien más ha amado, será más importante en el Reino de los Cielos, quien más ha amado, podrá estar más cerca de Dios. De ahí que encontremos a la Virgen María y a San Juan Bautista dentro del haz de luz de Jesucristo; después, dos apóstoles mártires: Santiago, patrón de España y San Pablo; seguidos del resto de apóstoles. De este modo, queda patente la fidelidad a la tradición que marca la Iglesia Católica, ellos son los pilares de la Iglesia. En esta segunda fila de apóstoles destacaremos dos figuras: la de Santo Tomás, patrón de la parroquia que alberga el cuadro; y el rostro de Su Majestad Felipe II como ejemplo de fidelidad y defensa de la fe. Detrás de los apóstoles, santos y santas de Dios. Debajo de San Pedro y San Juan aparecen tres figuras del Antiguo Testamento: el Rey David con el arpa, que simbolizaría la oración; Noé con el arca, que simbolizaría el Bautismo; y Moisés con las tablas, simbolizando la Ley. De forma simétrica, a la derecha del cuadro encontramos tres figuras que bien podrían ser Marta, María y Lázaro recordando la fe en la Resurrección; si bien algunos autores aseguran que se trata de las vírgenes prudentes que esperan la llegada del esposo, del Juicio. En la tierra, el Greco nos mira callado, casi escondido entre los demás asistentes al entierro, mientras su hijo nos señala el milagro. Tres monjes de conventos adscritos a la parroquia de Santo Tomé, son invitados a las exequias: un franciscano, un dominico y un agustino. El resto de los personajes asombrados o no por lo sucedido, miran a un lado y a otro, cuchichean entre ellos; tan sólo hay uno que parece haberse dado cuenta de lo realmente importante: D. Alonso, el párroco; él es el único que alza la vista y parece ver cómo el ángel está introduciendo el alma de don Gonzalo en el cielo mientras su acólito sigue leyendo el oficio de difuntos.