“El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” Jn 21, 1-14 Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant En el Evangelio de hoy, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. San Juan nos dice, que Jesús se apareció otra vez, nuevamente El quiere compartir con sus discípulos, la escena pasa en Galilea y junto al mar de Tiberíades. Ésta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos. Este Evangelio nos trae mucho simbolismo, especialmente en torno a Pedro. Sin decir más, san Juan sitúa a los apóstoles en Galilea, El que los apóstoles estén en Galilea, sin decirse más, es decir no expresa o no se dice formalmente, pero se supone una relación histórica de la narración de san Juan con los otros evangelios, los sinópticos. En éstos, Jesús primero les había anunciado según san Mateo 26:32; san Marcos 14:28 y luego les había ordenado por el ángel en san Mateo 28:7-10; y san Marcos 16:7 ir a Galilea después de su resurrección, en donde le verían. Alejados de los peligros de Jerusalén, tendrían allí el reposo para recibir instrucciones sobre el reino por espacio de cuarenta días. Los apóstoles debieron de volver, de momento, a sus antiguas ocupaciones. Sin Jesús junto a ellos, se encontraban desconcertados hasta recibir nuevas instrucciones. Es lo que se ve en esta escena. Pedro debió de volver a su casa de Cafarnaúm. San Juan, dice que estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos también apóstoles, ya que allí estaban conforme a la orden del Señor de volver a Galilea. Como nota al margen, es extraño en este pasaje el que se diga de Natanael que era de Cana de Galilea, cuando ya antes lo expuso, con cierta amplitud san Juan 1:44, donde dice Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro. Su presencia entre el grupo de los apóstoles se explicaría mejor admitiendo que también se le conoce como Bartolomé, así le llaman los otros evangelistas. También es notorio que san Juan, nunca había citado los hijos del Zebedeo, que son Juan y Santiago el Mayor de esta forma, cuyo silencio y anonimato confirma la tesis de ser él el autor del cuarto evangelio. Estas contradicciones, hace que algunos digan que la redacción de este capitulo no es toda de san Juan. Pedro aparece con la iniciativa, dice el Evangelio; Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Al anuncio de ir a pescar, se le suman también los otros, pues ellos le respondieron: Vamos también nosotros. Habían vuelto al trabajo. Debía de ser ya el atardecer cuando salieron en la barca, pues aquella noche no pescaron nada. La noche era tiempo propicio para la pesca. Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. Ellos no lo conocieron, sea por la distancia, sea por su aspecto, como no le conoció Magdalena ni los peregrinos de Emaús. Talvez pensaron que era un espectador. Jesús se expresa como quien tiene gran interés por ellos, y les habla en tono animado. Les pregunta si tienen algo de pesca para comer. Jesús les dijo: Muchachos, ¿tienen algo para comer?. Acaso piensan en algún mercader que se interese por la marcha de la pesca para comprarla. A su respuesta negativa, les da el consejo Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán. Ante el fracaso nocturno, se decidieron a seguir el consejo. Siempre había gentes experimentadas en las cosas del mar. En el Tiberíades también hay verdaderos. De suyo no suponía esto un conocimiento sobrenatural. Desde la orilla, un hombre en pie puede ver un banco de peces que no se perciben desde la barca. Echada la red, ya no podían arrastrarla por la multitud de la pesca obtenida. Esta sobreabundancia o plenitud es un rasgo en el que san Juan insiste en su evangelio: tal en Cana (2:6); en el agua viva (4:14; 7:37ss); en la primera multiplicación de los panes (6:11); en la vida abundante que da el Buen Pastor (10:10); lo mismo que en destacar que el Espíritu había sido dado a Jesús en plenitud (3:34). En el Evangelio de San Lucas, 5:4-11 encontramos este relato; Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: “Lleva la barca mar adentro y echen las redes para pescar. Simón respondió: Maestro, por más que lo hicimos durante toda la noche, no pescamos nada; pero, si tú lo dices, echaré las redes. Así lo hicieron, y pescaron tal cantidad de peces, que las redes casi se rompían. Es fácil entonces, pensar si este relato de la pesca milagrosa de san Juan es sustancialmente el mismo de la pesca milagrosa que relata san Lucas. La confrontación de ambos hace ver puntos de contacto. Naturalmente que pueden ser escenas distintas. Pero para quien conoce los usos de los evangelistas y cómo las tradiciones se mezclan, se puede preguntar si no hay aquí una misma tradición que encontró dos expresiones diferentes. En este caso, retocadas, o san Lucas la habría adelantado para ponerla en función de las escenas de vocación de discípulos, o san Juan la retrasa o la mantiene en su situación histórica, como preludio a la importante aparición de Jesús, y destacándola con valor histórico-simbolista. Ante esta aparición y en aquel ambiente de la resurrección, san Juan percibió algo, evocado acaso por la primera pesca milagrosa (Lc 5:1-11), y al punto comprendió que aquella persona de la orilla era el mismo Jesús. Esto fue también revelación para Pedro. El dolor del pasado y el ímpetu de su amor” el carácter y la psicología de Pedro” le hicieron arrojarse al mar para ir enseguida a Jesús. El peso de la pesca le hizo ver el retraso de la maniobra para atracar, Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua San Juan hace una precisión, se ciñó la túnica. Estudiando las tradiciones de la época, dicen que en el lago de Genesaret el agua y el aire se conservan calientes en aquella estación del año aun durante la noche. Los pescadores suelen quitarse los vestidos ordinarios y echarse encima una especie de túnica ligera de pescador, sin ceñírsela con el cíngulo; de ese modo, en caso de necesidad, están dispuestos a nadar. Los pescadores entonces no tienen dificultad en dejar los vestidos ordinarios durante la faenas y evitan comparecer en traje de trabajo delante de los que no son iguales a ellos. Dice el Evangelio; que era lo único que llevaba puesto, es decir, no completamente vestido, cuando san Juan le dijo: Es el Señor. Entonces podemos decir, que no sólo para nadar con más seguridad, sino también por cierto sentimiento de decencia, antes de echarse al agua se ciñó Pedro la túnica con el cíngulo. Los otros discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red cargada de pesca, ya que no estaban lejos de la costa. Estaban como a unos 200 codos, sobre unos 90 metros . Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan. Pero, cuando ya están estos discípulos en tierra, Jesús les manda traer los peces que acaban de pescar. Jesús les dijo: Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar. Para esto, Pedro, espontáneamente, acaso por ser el dueño de la barca, subió a ella y arrastró la red a tierra. Se hizo el recuento y habían pescado 153 peces grandes. Posiblemente se quiera decir con esto que, en el recuento global, éstas eran las mejores piezas. Preguntándome porque San Juan es tan preciso en la cantidad, no encontré mucha consistencia. Por eso me inclino que tiene un valor simplemente representativo. El evangelista destaca, sin duda con este valor simbolista, el que, con ser tantos los peces capturados, no se rompió la red. Jesús les invita a comer. El mismo tomó el pan al que acaba de aludir, e igualmente el pez, y les dio ambas cosas para comer. ¿Qué significan este pan y este pez sobre esas brasas, que Jesús “milagrosamente” les preparara y que luego les da a comer? Se piensa en que tiene un triple sentido, como afectivo: Jesús muestra su caridad; O como apologético: Jesús quiere demostrar con ello la realidad de su resurrección, como lo hizo en otras ocasiones (Lc 24:41-43; Act 1:4), en las que El mismo comió como garantía de la verdad de su cuerpo; aquí, sin embargo, el evangelista omitió que Jesús hubiese también comido, para destacar el aspecto simbolista; esa comida dada por su misma mano a ellos les hacía ver la realidad del cuerpo de Jesús. Era el mismo Jesús que había multiplicado, en otras ocasiones, los panes y los peces, como seguramente aquí también multiplicó un pez y un pan para alimentar a siete discípulos; como allí era realmente El quien les daba el pan y peces que multiplicó, aquí también era realmente El mismo; y finalmente es un sentido simbólico. En todo esto destaca el autor que ninguno se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Era un motivo de respeto hacía El, como ya lo habían tenido, en forma igual, cuando hablaba con la Samaritana (Jn 4:27), máxime aquí, al encontrarse con El resucitado y en una atmósfera distinta. Por eso no se atreven a profundizar más el misterio San Juan consigna que ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció resucitado a sus discípulos, conforme al esquema literario del evangelio de san Juan. Las otras dos veces fue en Jerusalén, la tarde misma de la resurrección, y la segunda, en las mismas condiciones, a los ocho días (Jn 20:19-29). San Juan, como he comentado, nos acusa muchos simbolismos en sus narraciones, como por ejemplo en este capítulo, acusa en su estructuración toda una honda evocación simbolista, especialmente en torno a Pedro. Pedro se propone pescar. Suben a su barca otros discípulos. El número de los pescadores que van en la barca de Pedro es de siete, número de universalidad. Por sus solos esfuerzos nada logran en la noche de pesca. Pero Jesús vigila desde lugar seguro por la barca de Pedro y de los que van en ella, lo mismo que por su obra. Por eso, les dice cómo deben pescar. El mandarles tirar la red a la derecha pudiera tener acaso un sentido de orientación a los elegidos (Mt 25:33). La barca de Pedro sigue ahora las indicaciones de Jesús; Pedro es guiado por Jesús. Jesús orienta la barca de Pedro en su tarea, en su marcha. Y entonces la pesca es abundantísima. La Iglesia es guiada por Jesús. La red es símbolo de la del reino (Mt 4:19 par.), de la Iglesia , como la pesca milagrosa fue ya símbolo de la predicación de los apóstoles (Lc 5:10). Terminadas sus faenas, en nombre de Jesús “faenas apostólicas” todos vienen a Jesús. Es a El a quien han de rendírsele los frutos de esta labor de apostolado. Jesús mira por los suyos, por sus tareas y fatigas. Pan y peces fue el alimento que El multiplicó dos veces. El les tiene preparado un alimento que los repara y los apostoliza. El mismo se lo da. Evoca esto la sentencia de Jesús: Venid a mí todos los que estéis cansados y cargados, que yo os aliviaré (Mt 11:28). El que El lo tomó ³ se lo dio parecería orientar simbólicamente a la eucaristía. El que esté un pez sobre brasas indica la solicitud de Jesús por ellos al asarles así la pesca, encuadrado también en el valor histórico-simbolista de la escena. Si les manda traer de los peces que han pescado y unirlos al suyo, hace ver que todo alimento apostólico se ha de unir al que Jesús dispensa (Jn 4:36-38). Acaso también se pudiera ver un simbolismo en la frase de no preguntarle quién era, sabiendo todos que era el Señor. En la tarea apostólica, el apóstol sabe que Jesús está con él, lo siente y lo ve en toda su obra. También se piensa si podría ser un rasgo simbolista el que no pesquen nada en la noche, sino en la mañana, a la luz de Jesús. Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le respondieron: Vamos también nosotros. Es decir, los apóstoles siguieron a Pedro. Pedro es la cabeza de la Iglesia , como lo fue hasta hace poco Juan Pablo II y hoy Benedicto XVI. Con gran cariño recordamos a Juan Pablo II. La luz de Cristo se hizo presente por medio de él entre nosotros. La Paz de Cristo Resucitado Pedro Sergio Antonio Donoso Brant