México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral THAMAR Y AMNÓN: EL ROMANCERO GITANO ENTRE TRADICIÓN Y VANGUARDIA Rodrigo Bazán Bonfil Universidad Autónoma del Estado de Morelos ... los sociólogos creen que el pueblo es fácil Salinas, Pedro 1 Miguel García Posada separa en dos grupos los poemas del Romancero gitano: populares y cultistas. Coloca Thamar y Amnón en el segundo y dice que TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página 153 P ublicado por la Revista de Occidente en 1928, tras una gestación de tres años, el Romancero gitano de García Lorca ha sido leído e interpretado abundantemente. Me parece una pena, entonces, que tal abundancia no siempre signifique una lectura textual que lo sea; es decir, que se atenga suficientemente al texto y la o las tradiciones a que éste responde. El problema no es consecuencia tanto de la enorme cantidad de posibles aproximaciones que el texto sugiere, como del ansia omnisciente que parece haber guiado muchos de los trabajos críticos que se han hecho sobre el libro. Si bien esto es lógico porque el Romancero gitano abre un universo que llena al lector de gula poética, no es la mejor manera de estudiarlo, ya que, pese a lo prosaico que resulte decirlo, eso es lo que supuestamente se hace en tales textos. Así pues, aquí me veo obligado a “reducir” el estudio del siguiente modo: 1) No estudio el Romancero gitano completo porque el Romancero tradicional tampoco se estudia así; cuando se trata de tradiciones se forma un corpus con las variantes que tratan de un mismo tema y contrastándolas se van sugiriendo lecturas. Por otra parte, repetir o sumarme a la discusión sobre la unidad del poemario como hacen, por ejemplo, Beltrán, Cobb, de Paepe y Ramsden (ver bibliografía final), es inadecuado porque supondría asumirlo como poesía culta y/o de vanguardia; lo que orilla a sujetarse al libro cuando mi interés se centra en los romances que, como lírica tradicional que son, nunca se consideran una “parte del libro” en que se hallan transcritos pues éstos son accidentes materiales de transmisión: colecciones sólo en el sentido de conjuntos recogidos, no de series interrelacionadas. 2) Visto que no puedo revisar todo el Romancero, tomo el último poema: Thamar y Amnón, porque conozco sus variantes en los romanceros viejo y tradicional y eso hará que, por contraste, registre cambios y permanencias con más facilidad que la que tendría si tomara romances con otros temas. 3) Centro la lectura del romance entre vanguardia y tradición porque me parece que en ese movimiento pendular del romance está su mayor riqueza 1 y porque con una “interpretación” de México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral su significado (una de esas paráfrasis académicas que persiguen fijarle el sentido a la poesía) se corre el riesgo de perderse en asociaciones libres y/o sepultarse en una maraña de relaciones culturales vastas y eruditas que lo dejan a uno con la sensación de que la poesía ha de ser un conocimiento, o evanescente, o terriblemente denso para el lector común. 4) Por otra parte, me parece que con demasiada facilidad se pasa por alto el trabajo de investigación folklórica de Lorca –nombrado por mucha gente y patente en la biografía que Gerardo Diego incluye en su Antología de 1932 (297)– y que, en consecuencia, se obvia el amplio manejo que forzosamente tenía de fuentes tradicionales y la forma en que las recrea en el Romancero gitano. 5) Procurando explorar la imagen que tuvieron de sí mismos los poetas españoles de la Generación del ’27, cuando haya que dejar el marco general tradición/vanguardia daré preferencia a las reflexiones de Lorca y a la crítica de sus contemporáneos sobre la de los estudiosos (y no poetas) posteriores. suscribe todos “los rasgos señalados en la conferencia [de García Lorca] sobre Góngora: densidad metafórica, fuerte sentido arquitectónico, desrealización suma, mitificación profunda y acusado hermetismo”, sugiriendo además que su creación buscaba “compensar [...] los posibles excesos del «gitanismo», cuya trivialización tanto le molestaría” (GARCÍA POSADA 1990, 218 y 224); éste es el tipo de “cruce” que me interesa revisar aquí. TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página Si aparentemente hablar de romances remite a una estructura rímica y métrica precisa, en la realidad y desde la definición misma, el asunto es un poco menos sencillo. Según Menéndez Pidal un romance es una “composición monorrima, asonantada en un octosílabo no y otro sí, es decir, en los versos pares” (1953, I, 7). Una composición verdaderamente monorrima supondría la coincidencia (cuando menos vocálica) de la última sílaba a partir del último acento de todos los versos; pero él mismo dice que ésta se da alternada y que sólo los pares asonantan realmente. ¿Qué pasa con la rima entonces? Todos los textos, las tres variantes y la versión que se confrontan aquí, tienen rima asonante en á-a. Las tradiciones nueva (ARMISTEAD 1982, 98-101), sefardita (ALVAR 1966, 35) y peninsular contemporánea (GIL GARCÍA 1931, I, 53-54) se presentan en dobles octosílabos, con hemistiquios irregulares. Así, ante la imposibilidad de separar sus versos en octosílabos porque éstos no siempre lo serían, deben tomarse como lo que son: dobles octosílabos que, por lo tanto, pueden entenderse como “monorrimas” en el sentido en que usa el término Menéndez Pidal. En Lorca todos los versos son regulares y, en cambio, sí pueden dividirse cada ocho sílabas mediante un cambio de línea. Si a primera vista el hecho no parece importante, hay que notar que esta regularidad de los acentos y la división del doble romance en hemistiquios regulares provoca una recepción distinta. Viéndolos es claro que la estructura es “la misma”; no al oído. El efecto final es que la variedad de los versos libres se siente más en Lorca, su rima parece “más asonante” que la tradicional, más rica cuando, en realidad, lo “único” que Lorca ha hecho es cultivar una forma tradicional, regularizarla para convertir hemistiquios en versos y rima única en alterna. Ya en doblerromance, ya en octosílabo, las cuatro versiones tienden a usar dieciséis sílabas para la expresión de cada idea. Y a excepción de la variante peninsular culta —Lorenço de Sepulueda, Romances nvevamente sacados de hystorias antiguas de la crónica de España, Anvers, Martín Nucio, ca. 1550– que borda el mal de amor de Amnón en cinco versos: 154 GARCÍA LORCA FRENTE A LA TRADICIÓN: ACERCAMIENTOS Y SEPARACIONES. México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral 5 mucho le aquexa esta pena muy grand tormento le daua a nadie quiere dezirla consigo se la callaua porque le pone verguença ver que ella era su hermana no huelga con sus amigos ninguno lo recreaba y con este pensamiento echo se malo en la cama. (ARMISTEAD 1982, 98) cuando alguna ocupa más espacio, éste no es de más de treinta y dos y aún tienen cambio de sujeto en la segunda parte; esto es, la imagen se redondea con un elemento distinto: 2 La luna gira en el cielo sobre las tierras sin agua mientras el verano siembra rumores de tigre y llama (GARCÍA LORCA 1927, 439) 2 Un hijo tiene re Dávi que por nombre Ablón se llama, namoróse de Tamar, aunque era su propia hermana. Fuertes fueron los amores, malo cayó y echado en cama. (ALVAR 1966, 35) 2 Un rey moro tenía un hijo más hermoso que la plata, que, d'edad de quinces años, s'enamoró de su hermana. Viendo que no podía ser, cayó malito en la cama, con doloreh de cabeza y calenturillah mala TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página La siguiente diferencia formal corresponde a la extensión del romance y marca el espacio que ocupa el de Lorca entre la tradición y vanguardia. Porque su cultivo popular se ha mantenido, existen más variantes sefarditas y nuevas que de la tradición vieja. De ésta, rescatada en los cancioneros y por lo tanto más bien culta, sólo cuento con una variante de sesenta y ocho versos. Entre las judías, la más extensa tiene veintitrés y es la que tomo para mi comparación. De las peninsulares contemporáneas, la mayor, con treinta y uno. Thamar y Amnón está escrito en cien octosílabos exactos. Aquí importa asentar dos cosas. La primera, que mientras el cultivo tradicional de la forma produce variantes de diversa extensión (tomo la más extensa pero en SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL 1982, I, 206, puede verse una completa de diez versos), cuando se la apropia un poeta-autor (alguien que firma porque quiere ser reconocido), puesto que él mismo no habrá de repetir el tema, el romance se fija en un número determinado de versos. Y, al mismo tiempo, en un tratamiento: el de esa vez (aunque en este caso sea la única vez), de donde se desprende el segundo punto a considerar. Aún midiendo las variantes previas en octosílabos, las populares seguirían siendo más breves que la de Lorca; la culta la superaría ¿Está por ello García Lorca más cerca de la tradición vieja que de la popular? Sujeto al número de versos habría de decir que sí; refiriéndome al tratamiento, que es a donde quiero llegar, habrá que aclarar algunas cosas. Por ejemplo, que mientras la extensión de las variantes tradicionales responde a una necesidad mnemotécnica que produce textos breves y más o 155 (GIL GARCÍA 1931, I, 53) México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral menos directos y la vieja se extiende por el afán autoral de romancear todo el texto bíblico para facilitar su difusión, esto es, para hacer propaganda religiosa,2 la de Lorca es básicamente la popular cultivada, adornada, “mejorada” si el término no fuera totalmente inadecuado. El tratamiento tradicional de lo que se cuenta en la Biblia (2 Samuel 13:1-29) se modifica en función de la comunidad de la que se tome la variante. Los sefarditas “leen” exclusivamente una historia de violación y, puesto que el incesto estaba sancionado por la ley de Babilonia, subrayan la condena bíblica de la primera, nada más. Los cristianos peninsulares, en cambio, suman el incesto como elemento de intensificación dramática y por sus implicaciones en los problemas de honor y honra para, finalmente, encaminar su tratamiento hacia lo novelesco, haciendo de lado las implicaciones religiosas del tema. 3 De este tratamiento, el que ya en la tradición privilegiaba la emoción de la historia sobre sus implicaciones morales, se desprende la versión de García Lorca. DE CÓMO LORCA LEÍA LA BIBLIA EN FORMA POCO ORTODOXA Poco antes de morir a manos de los franquistas, García Lorca hablaba de que quería escribir tres obras de teatro con temas bíblicos: la destrucción de Sodoma, Lot y sus hijas y Tamar y Amnón. De la primera exclamaba: “¡Vaya manifestación del poder del sexo!”. 4 De la última dijo: “El drama de Thamar y Amnón me atrae enormemente. Desde Tirso no se ha hecho nada serio con este estupendo incesto” (MARTÍNEZ NADAL 1970, 13; apud WELLES 1995, 366). En estas declaraciones hay que destacar lo siguiente: 1) La importancia que los sentidos tuvieron siempre para Lorca, es decir, ese sensualismo que asoma en su forma de referirse a Sodoma y que en la práctica se convertía en una forma de construcción metafórica que no por ser compleja podía volverse fría. Al respecto dice Luis Cernuda: 2 Sepúlveda va más allá de 2 Samuel 13:22 (fin de la historia de Tamar) y desarrolla también la venganza (hasta 2 Samuel 13:29) pero, sintomáticamente, omite el versículo 21 por una cuestión de ejemplaridad: saber que “El rey David oyó lo que había pasado y se indignó, pero no quiso dar un disgusto a su hijo Amnón, a quien amaba por ser su primogénito” no resulta muy edificante, creo. Ver ARMISTEAD 1982, 98-101. 3 Para una explicación más pausada del cambio de tratamiento en ambas comunidades, ver BAZÁN BONFIL 1996. 4 La frase molesta al oído porque es traducción de una referencia indirecta en COBB 1983, 61: “What a manifestation of the power of sex!”; quien remite a MARTÍNEZ NADAL 1978, 19. TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página 2) Que su acercamiento a la materia bíblica resulta amoral porque se desprende de un juicio absolutamente estético sobre las fábulas a que se refiere: la destrucción de Sodoma no será un castigo divino y un incesto será “estupendo” si las obras que originan lo son. 3) Que Lorca no parecía estar muy consciente de la teatralidad que su propio tratamiento del tema adquirió en el Romancero gitano; aspecto en que coinciden por una vez, aunque parcialmente, Salinas y Cernuda 156 Los cinco sentidos intervienen en esta obra tan sensual y tan sentida, en la cual se diría que la inteligencia apenas tiene parte y todo se debe al instinto y a la intuición. La poesía de Lorca me parece a veces consecuencia de un impulso sexual sublimado, doloroso a fuerza de intensidad: y esa sensualidad dominante enlaza con la presencia de la muerte . (CERNUDA 1994, 209). México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral El Romancero gitano, es ya, teatro; y en él, como en la escena moderna, la luz, su manejo, hace los milagros. (SALINAS 1991, 288). El Romancero gitano desarrolla la tendencia dramática de Lorca, pero ahora lo dramático se combina con lo narrativo [... sin que] la acción [...] esté narrada enteramente, acaso porque Lorca huyó de caer en la poesía narrativa, que entre nosotros [...] no goza de crédito. (CERNUDA 1994, 210). 4) Que sus fuentes están mezcladas, y si algunas pueden rastrearse en La venganza de Tamar, considerando por ejemplo que los versos “Thamar estaba soñando / pájaros en su garganta” (GARCÍA LORCA 1927, vv. 13-14) podrían identificarse perfectamente con la quinta escena del primer acto de Tirso, cuando ella en el jardín canta: Ligero pensamiento del amor pájaro alegre, que viste la esperanza de plumas y alas verdes [...] pajarito que vas a la fuente bebe y vente (TIRSO DE MOLINA 1958, 368) sus actualizaciones, formal y de tratamiento, tienen fuertes rasgos tradicionales; por ejemplo, el hecho de que considere, como la tradición peninsular, que lo de Tamar y su hermano fue un incesto, no una violación. Elementos, todos éstos, a los que habrá de sumarse el gongorismo de Lorca y, como dije, la tradición que elige como punto de partida porque se mezclan en distintos momentos y formas. SOBRE LAS ASPIRACIONES POÉTICAS Y LOS MODELOS QUE, AL LEER, ADOPTABA EL SEÑORITO ANDALUZ (CERNUDA 1941, 478-479). TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página el ideal vernáculo de nuestros defensores de la poesía popular ha sido siempre el Romancero ¡Escribir un nuevo Romancero! Es curiosa la ilimitada admiración que en nuestros tiempos se profesa hacia el Romancero [...] Siendo la esfera del arte tan libre que [...] cada cual puede opinar [...] hasta el punto de [...] no sólo discutir sino negar todo valor a un Góngora [...] en cambio, ¿qué no se dirá del atrevido que insinuara el menor reparo acerca del más insignificante fragmento poético del Romancero tradicional? [...] a esta parte de nuestra literatura se mezcla un elemento ajeno [...] la labor de indagación científica con que tal o cual profesor vincula a su nombre los restos venerados del pasado; y la ciencia, como sabemos, es la superstición moderna. 157 La intención de Lorca era apropiarse del Romancero, reinventarlo, superar el desarrollo que éste había tenido hasta entonces. Y, aunque escrito después, “Poesía popular” de Luis Cernuda obliga, por la acostumbrada acidez de su autor, a repensar el peso que pudo tener la obra de Menéndez Pidal en el desarrollo del Romancero gitano: México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral Luego, si el problema era que en el tratamiento tradicional el romance “había sido siempre una narración, y era lo narrativo lo que daba encanto a su fisonomía porque cuando se hacía lírico, sin eco de anécdota, se convertía en canción”, el reto evidente sería fusionar el romance narrativo al lírico “sin que se perdieran ninguna calidad” (GARCÍA LORCA 1926, 1085). Lograr aquello era, además, alcanzar una gran estatura poética porque implicaba repetir, de algún modo, lo conseguido por Góngora con Las soledades: hacer un poema lírico capaz de oponerse a los grandes poemas épicos. Y el mejor modo de lograrlo era, por supuesto, seguir los pasos de Góngora. O, mejor, guiar los suyos propios con el mapa construido por su lectura del cordobés. El problema que García Lorca se plantea entonces es cómo mantener la tensión lírica en una composición larga sin recurrir (demasiado) a la narración, pues si la anécdota ganaba mucha importancia el poema se hacía narrativo al menor descuido. “Y si no narraba nada, el poema se rompía por mil partes sin unidad ni sentido”. La fórmula que halló en Góngora fue elegir una narración “cualquiera” y cubrirla de metáforas, usándola como esqueleto del poema y envolviéndola con “la carne magnífica de las imágenes”, pues “La grandeza de una poesía no depende de la magnitud del tema, ni de sus proporciones ni sentimientos”; “la eternidad de un poema depende de la calidad y trabazón de sus imágenes” (GARCÍA LORCA 1974, 1011, 1006). Así, dando a todos los momentos “idéntica intensidad y valor plástico”, la anécdota pierde toda importancia, “pero da con su hilo invisible unidad al poema” (GARCÍA LORCA 1974, 10211022). Luego, para no extenderme en el establecimiento de antecedentes y hablando al aire de lo que Góngora representaba para García Lorca y la importancia que tiene imagen y metáfora en el Romancero gitano, entremos en el poema para ir planteando sobre él lo que resta. EXTRAÑA VENTURA DE UN POEMA QUE NARRA UN TEMA BÍBLICO Y, CON TRATAMIENTO NOVELESCO, LOGRA ALTOS VUELOS LÍRICOS Un hijo del rey David, namorose de su hermana a el llamauan Amon y ella Thamar se llamaba (ARMISTEAD 1982, 98) 1 Un hijo tiene re Dávi que por nombre Ablón se llama, namoróse de Tamar, aunque era su propia hermana. (ALVAR 1966, 35) TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página 1 158 García Lorca dividió la fábula de Thamar y Amnón en cinco partes irregulares: una presentación de treinta y seis versos; un tensar la situación reuniendo a los hermanos, de treinta y dos más; la consumación de la violación/incesto en otros ocho; dieciséis que se dedican al descubrimiento de lo ocurrido y al escándalo y tristeza consecuentes; y un cierre con dos imágenes de cuatro octosílabos cada una. Cien octosílabos en total. Cuando no directamente del Rey David, las otras tres variantes empiezan caracterizando a Amnón como hijo de un rey: México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral 1 Un rey moro tenía un hijo más hermoso que la plata, que, d'edad de quinces años, s'enamoró de su hermana. (GIL GARCÍA 1931, I, 53) Lorca no hablará de reyes sino hasta el verso sesenta y nueve, al borde de la violación, y se guardará el nombre del padre para el penúltimo verso.5 En cambio inicia el romance con la descripción de una noche de verano inquieta (con rumores de tigre y llama) que prepara el escenario, y continúa ampliando lo que la tradición hace en cuatro versos –la versión de Sepúlveda (ARMISTEAD 1982) ocupa veinticuatro, pero ello obedece a su fidelidad bíblica y a la consecuente narración del diálogo entre Amnón y Jonadab, que ocupa catorce– con la presentación de sus personajes. El procedimiento de Lorca, un bordado constante de la versión tradicional (ver DÍAZ ROIG 1976, 18-19, nota 6), resulta más productivo precisamente por sencillo. La siguiente descripción de Tamar es la más amplia que hallé entre las tradicionales: “Se paseaba Ultramara por la sala Ultramarina; / derechita como un pino, relumbra como una espada” (COSSÍO 1933, 29, vv. 1-2) y, al compararla con los versos trece a veinticuatro es importante notar, como rasgo “neo-elitista” de lo popular en el tratamiento lorquiano, que mientras la tradición peninsular pierde los nombres propios, la sefardita y la culta los mantienen. 25 30 159 20 5 Hallé tres interpretaciones de la escena final: BELTRÁN 1986, y DE PAEPE 1991 coinciden en que David, como personaje del romance y/o como autorrepresentación de Lorca, está dando por terminado el libro. RAMSDEN 1988 busca la circularidad del poema y supone una recuperación de los nervios de metal del sexto verso, que entiende como posibles cuerdas de un arpa. COBB 1983 pierde todo sentido de orientación: “In a simple sense David cuts the strings from his harp because of mortification [...] But certainly more is implied [...] David with his harp is the creator of the Psalms. The Old Testament, however, honestly records the turbulent passions of the king. Perhaps the old king was jealous of Amnon because he himslef harbored an incestuous passion for his daughter Tamar” (104). TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página 15 Thamar estaba soñando pájaros en su garganta, al son de panderos fríos y cítaras enlunadas. su desnudo en el alero, agudo norte de palma, pide copos a su vientre y granizo a sus espaldas. Thamar estaba cantando desnuda por la terraza. Alrededor de sus pies, cinco palomas heladas. Amnón, delgado y concreto, en la torre la miraba, llenas las ingles de espuma y oscilaciones la barba. Su desnudo iluminado se tendía en la terraza, con un rumor entre dientes de flecha recién clavada. Amnón estaba mirando la luna redonda y baja, México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral 35 y vio en la luna los pechos durísimos de su hermana. (GARCÍA LORCA 1927, 439-440) Luego, si recurro a un neologismo enredado como el “tratamiento neo-elitista de lo popular”, es porque la observación de García Posada sobre cómo Lorca “toma distancias frente al fragmentarismo cubista y, sobre todo, del creacionismo [cuando, en su conferencia sobre Góngora, dice que] la inspiración da la imagen, pero no el vestido [pues] para vestirla hay que observar ecuánime y sin apasionamiento peligroso la calidad y sonoridad de la palabra” (GARCÍA POSADA 1990, 216-217) me impide llamar a estos rasgos simplemente “vanguardistas”. Misma línea de pensamiento en que, como elemento de “depuración” de lo tradicional, a mi entender se coloca la concepción generacional que los poetas del ’27 tenían de lo que es popular en poesía: en palabras de Lorca el problema era que hay a veces que dar grandes gritos en la soledad poética para ahuyentar los malos espíritus fáciles que quieren llevarnos a los halagos populares sin sentido estético y sin orden ni belleza. (GARCÍA TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página Idea que se refuerza con la opinión de Cernuda cuando sostiene que “lo que dentro del arte aparece como inspiración popular no es sino un artificio estético más, que atrae por eso mismo al espectador culto, y sólo a éste” (CERNUDA 1994, 212) y así, “frente a la creencia de que Lorca es un poeta «popular» [...] hay también bastantes motivos para considerarle como poeta hermético” (CERNUDA 1941, 482). Y puede rematarse citando a Salinas, para quien “El peligro del popularismo es la expresión mimética, el no decir nada, imitando sólo lo que el pueblo dice. Federico se inventó su lenguaje popular, sembrado de popularismos, sí, pero lenguaje poético suyo creado” (SALINAS 1938, 319); de modo que desnuda y vestida de luna, Tamar cobra un volumen que nunca lograron darle las versiones tradicionales del romance. Por su parte, la crítica insiste en discutir las implicaciones lunares que hay en los versos veinticinco a treinta y seis, si el desnudo iluminado que se tiende en la terraza es Tamar o Amnón, si el canto se hizo rumor de flecha porque ella ha descubierto que su hermano la observa y si la luna del primer romance bajó a la fragua, como ahora, con duros pechos de estaño (ver RAMSDEN 1988, 117; BELTRÁN 1986, 255-256; COBB 1983, 103). Y así, encerrados en lo que creen la autarquía del MundoLorca y las interpretaciones cultas pierden el referente inicial: “que en edad de quince años / se enamoró de su hermana”. Como van a perder la riqueza del bordado del mal de amor (GARCÍA LORCA 1927, vv. 37-52) si no ven que las transformaciones importantes se dan más allá de las obras bíblicas (RAMSDEN 1988, 118) y la sobre lectura de los cambios de párrafo (BELTRÁN 1986, 258). En el romancero tradicional sólo los sefarditas usan paralelos entre humanos y paisajes, al momento de la violación, para referirse a Tamar: “Gritos que diera Tamar los cielos aburacaran” (ALVAR 1966, 35, v. 16). Lorca, en cambio, hace que Amnón y su cuarto sean uno, y el mundo exterior su contraparte. Dibujó un varón tendido y sufriendo, y después salió a observar la naturaleza expectante pero indiferente; cuando volvió, el desesperado seguía ahí, y es esa disposición del “afuera” en los ocho versos de en medio lo que alarga el sufrimiento a medio describir y lo potencia hasta “Yedra del escalofrío / cubre su carne quemada” (GARCÍA LORCA 1927, vv. 51-52). 160 LORCA 1974, 1014). México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral Llego a la que quizá sea la transformación más profunda. Para que la violación/incesto se vea consumada, Tamar tiene que llegar al cuarto. En los textos tradicionales, al saberlo enfermo del mal de amor recién visto, David visita a su hijo y éste le pide que Tamar le guise; la enfermedad es real y la cura simbólica: “que Tamar tienen el remedio de su misma enfermedad” (DURÁN 1849, 209). Diálogo y petición desaparecen en Lorca y Tamar entra en el cuarto por su propio pie, ¿a buscar qué cosa? Sin revolver demasiado el punto, es claro que Lorca privilegia con esta escena “silenciosa y silenciada” el elemento novelesco de la fábula y se queda con la lectura, por él mismo declarada, de un incesto que le parece “magnífico”. La ambigüedad del diálogo que sigue el tibio rechazo de Tamar y la posibilidad de que los “besos en [la] espalda / avispas y vientecillos” continúen el granizo del verso veinte (BELTRÁN 1986, 262) abre esta lectura. Así, ante una acción que tradicionalmente o es puro diálogo: 12 El rey salió por allí, Tamar por la puerta entrara. ¿Qué tienes y tú, Ablón, hermano mío y de mi alma? Los tus amores, Tamar, me trujeron a esta cama. Si de mi amor estás malo, no te levantes de esta cama. (ALVAR 1966, 35) o se pierde en detalles que, buscando una narración bordada, la distraen y corren el riesgo de entrar en “lo halagador de sensualidades” que había llevado a los “recitadores de bajo tono” a amar el Romancero gitano al punto de llenarlo a veces de baba 15 La cogió por la cintura y a su cama la llevaba; como era tiempo verano, ha subido en falda blanca, con un pañuelo de seda, la carita le tapaba. El colchón era de pluma, y las sábanah de Holanda; la colcha que la cubría era de seda bordada. (GIL GARCÍA 1931, I, 53) Se echa de la cama abajo como un toro cuando brama: hizo lo que quiso de ella, hasta la escupió en la cara (COSSÍO 1933, 29). 6 Beltrán, que lee a partir de una película “posterior al romancero” (sic 1986, 263), y que no conozco (Éxtasis), cree ver en el hecho de que “el romance habla de cien caballos, precisamente cien” una “precisión numérica frecuente en Lorca [que] subraya aquí la intensidad del deseo a punto de satisfacerse”. No hay manera: cuando el marco de referencia se dispara así, inmediatamente se perderán detalles de los referentes más cercanos en el mismo paradigma; la añeja topicalidad del número, por ejemplo: “Dio a partir estos dineros y estos averes largos, / en la su quinta al Cid caen C cavallos” (Cantar de Mio Çid, vv. 804-805). TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página 20 161 en manos de Lorca va a desbarrancar la lectura por la pura sensualidad de “los actos inocentes y hermosos de la Naturaleza”, acelerando el ritmo de la acción que sólo sugiere; desde el momento en que Tamar entre al cuarto las caricias-acoso se suspenderán sólo el instante en que el poeta, de nuevo, asome al exterior y enuncie presagios como caballos.6 O el principio de la violación misma si, dándole preferencia a la continuidad de la imagen (pensando que todo es “dentro”), se ligan éstos a la variante en que se describía a Ultramara: México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral Se trate de un caballo-deseo que se adelanta o de una virilidad taurina substituida, la violación en sí mantiene, en cambio, un apego absoluto a las formas tradicionales; que extraña un poco por parco. Lorca alababa la imagen popular andaluza porque ésta “llega a extremos de finura y sensibilidad maravillosas y sus transformaciones son completamente gongorinas”, pero al mismo tiempo le parecía que toda imagen debía someterse a un fuerte proceso de abstracción pues “la naturaleza que salió de las manos de Dios no es la naturaleza que debe vivir en poemas” (GARCÍA LORCA 1974, 1002, 1014). Las versiones tradicionales sugieren la violación, pero la “metaforizan” sólo en tanto eluden declararla. Por eso a primera vista resulta “extraña”, al menos en el bordado que ha tenido hasta aquí la versión lorquiana, su cercanía con aquellas: 10 La cogió por la cintura y a su cama la llevaba. (SEMINARIO MENÉNDEZ PIDAL 1982, I, 212) 15 Tendióla la mano al pecho, y a la cama la arronjara. (ALVAR 1966, 35) 73 Ya la coge del cabello, ya la camisa le rasga 7 “¿Qué camisa? Era evidentemente [sic] que tenía que estar desnuda, que tenía que no llevar nada [sic] cubriéndole la espalda ¿Cómo hubiera podido de otra manera sentir el granizo y las avispas y los alientos de los besos de su hermano? Me veo obligado a entender esta camisa como simbolizando el celo del templo, el velo de su femineidad” (BELTRÁN 1986, 264-265). TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página Lo que hace Federico entonces es diferir el resto de la imagen. Si en los versos siguientes la metáfora “Corales tibios dibujan / arroyos en rubio mapa” (75-76) paradójicamente explicita la violación y el sangrado (ex)virginal de Tamar, llegados a la escena del escándalo en palacio sus ecos se repiten y multiplican: el ir y venir de la gente; “[...] gritos que se sentían / por encima de las casas” (vv. 77-78) a su vez, remite a la tradición sefardita en que “Gritos que diera Tamar los cielos aburacaran”; en puñales que desgarran túnicas y émbolos que con muslos juegan bajo nubes detenidas que, por lo mismo, detienen una vez más la acción al “sacar” de golpe la imagen a un cielo que no puede verse desde el interior del palacio. Y aparecen los gitanos cuando sólo resta el duelo. Porque la dejó desnuda cuando estaba en la terraza, Beltrán no entendió jamás la camisa de Tamar (vv. 73-74) y, en su afán por ofrecer una lectura “realista”, pasó por alto un par de “detalles”: olvida que el romancero, en tanto creación popular, se rige dramáticamente (no bajo una lógica causal) y que, en consecuencia, si el desarrollo dramático de la narración lo amerita puede “contradecirse” de un verso al siguiente y “re-vestir” sin más a la protagonista.7 En cuanto a la importancia específica que para la tradición peninsular tiene la ropa de Tamar –de 50 versiones revisadas, 29 hacen referencia a la camisa, camisilla o enagua (siempre blanca) con que Tamar llega al cuarto; ver BAZÁN BONFIL 1996, 64–, si en Lorca es camisa rasgada, sigue siendo tan tópica que pese a su valor textual, es un símbolo obvio de la misma desfloración que los “corales tibios dibujan”; esto es, Beltrán no debió verse obligado entenderla “como simbolizando el celo del templo, el velo de su femineidad” (1986, 265), sino que debió obligarse a verla desde la tradición a la que responde. Así (y perdón por una digresión tan larga), no es extraño que la aparición de las vírgenes gitanas le 162 (GARCÍA LORCA 1927, 441) México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral sorprenda, ni admira el nivel de sobre-lectura que alcanza; 8 pero es grave porque éstas responden también a la poética del propio Lorca que, en cambio, estaba obligado a conocer. Todo el tiempo entre dos aguas, el rechazo de García Lorca hacia las lecturas folklóricas de su libro se suma a la necesidad de “armonizar lo mitológico gitano con lo puramente vulgar de los días presentes” de forma que aunque el resultante sea extraño, tenga una belleza nueva y aún sea posible “conseguir que las imágenes [...] sobre los tipos sean entendidas por éstos, sean visiones del mundo que viven” (GARCÍA LORCA 1926-b, 1137). Si a esto se agrega que en la tradición, si bien no hay gitanos, la escena del “escándalo” es una de las más libres en lo que a los referentes toca, 9 la presencia de vírgenes gitanas no hace sino redondear la intención que ya se declaraba en la conferencia sobre Góngora: crear un mundo mitológico propio en que, desdeñando el método explicativo y procediendo por alusiones (poniendo a los mitos de perfil), la narración “cualquiera” de la que parte se transforme (GARCÍA LORCA 1974, 1017-1019). Si antes no se hizo mención de otro referente “gitano” es porque, en realidad, no se hizo alusión a ningún otro referente humano. El mundo se ha ido creando todo el tiempo en torno de Tamar y Amnón que se reflejan en el paisaje (o que van siendo dominados por el calor del verano y la noche), y la aparición de cualquier otra persona no tendría caso antes de que la tragedia se extendiera sobre todos. Sólo en este punto es posible llenar la escena de “gente”: esclavos que trajinan, gitanas que compadecen el dolor de Tamar, negros que disparan contra Amnón. Y esto, en realidad, sólo para subrayar la final soledad de David cuando la huida del hijo sea sonido lejano. Así, y en palabras de Lorca (1926, 1084), la “escasez” de personajes sería, en realidad, omnipresencia: las figuras sirven a fondos milenarios donde no hay más que un solo personaje grande y oscuro como un cielo de estío [...] que es la Pena que se filtra en el tuétano de los huesos y [...] no tiene nada que ver con la melancolía ni con la nostalgia [...] es una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y no comprende. 8 “algo inesperado: las vírgenes [...] son gitanas [...] como si el hecho de que hubiese vírgenes gitanas en la corte del rey David fuera algo perfectamente convencional [... cuando] aquí se trata de judíos y no de gitanos [... pero] hay algo común entre judíos y gitanos [...] su condición errante [...] esto podría ser suficiente para justificar la presencia aquí de lo gitano, como si estas vírgenes estuvieran augurando el futuro que habría de ser el del pueblo judío” (BELTRÁN 1986, 266; yo subrayo). 9 El incesto se descubre con y sin intervención de médicos, al salir Tamar de la habitación o tiempo después. Las “soluciones” son igualmente dispares: alguna variante sugiere pedir dispensa al Papa para casar a los hermanos; otras hablan de lo que será la criatura al nacer (rey de España, “Hijo de hermano y hermana”, monja); en alguna más, los demonios se llevan a Amnón y en otras dos Tamar se mata. Ver BAZÁN BONFIL 1996, 66-68. TRADICIONES Y CULTURAS POPULARES Página Si hubiera que resumir la forma en que García Lorca transforma este romance tradicional para incorporarlo al Romancero gitano, habría que centrarse en dos factores: 1) Conocedor de la tradición, Federico verdaderamente la asimila; i.e., mantiene y pule sus recursos formales y echa mano de las formas de tratamiento que mejor sirven a su objetivo lírico. 2) Éste lo lleva a desdeñar la misma narración que pretexta, pero a llenarla de tantos significados como lectores tenga el romance, en obediencia a una poética establecida por él mismo al hablar de otros poemas: 163 EPÍLOGO SOBRE LO ESTABLECIDO (DONDE, PREVINIENDO QUE ASÍ NO FUERA, SE EXPLICA QUÉ DEBIÓ SER) México, Distrito Federal I Julio-Agosto 2008 I Año 3 I Número 15 I Publicación Bimestral en Romance sonámbulo, hay una gran sensación de anécdota, un agudo ambiente dramático y nadie sabe lo que pasa ni aun yo, porque el misterio poético es también misterio para el poeta que lo comunica, pero que muchas veces lo ignora [...] Es un hecho poético puro del fondo andaluz, y siempre tendrá luces cambiantes, aun para el hombre que lo ha comunicado, que soy yo [...] Y está bien que sea así. El hombre se acerca por medio de la poesía con más rapidez al filo donde el filósofo y el matemático vuelven la espalda en silencio. (GARCÍA LORCA 1926, 1085 y 1087) Y, sobre todo, al insistir en que el “misterio poético” ha de permanecer como tal, pues “El misterio no está fuera de nosotros, sino que lo llevamos encima del corazón (GARCÍA LORCA 1974, 1021), del mismo modo que “la «verdad poética» es una expresión que cambia al mudar su enunciado” (GARCÍA LORCA 1928, 1034). Así, intentar desarmar las metáforas que llenan el romance, “explicarlas” y con ello cancelarles el secreto, hubiera faltado a la poética que movió su producción misma, a la gongorización de la materia tradicional que perseguía el poeta, al enduendamiento que quería darle, pues La virtud mágica del poema consiste en estar siempre enduendado para bautizar con agua oscura a todos los que lo miran, porque con duende es más fácil amar, comprender, y es seguro ser amado, ser comprendido, y esta lucha por la expresión y por la comunicación de la expresión adquiere a veces, en poesía, caracteres mortales. (GARCÍA LORCA 1974-b, 1076). Si “una imagen poética es siempre una translación de sentido” –de ahí la “riqueza” de las interpretaciones citadas–, y al “leer el madrigal hecho a una rosa con una rosa viva en la mano sobran la rosa o el madrigal”, ¿qué sentido hay en disecar aquí mis rosas y achacarle esa traslación de sentido a Tamar, Amnón o Federico? 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