El gato pardo

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El gato pardo
Film italiano realizado par ¡.achino Visconti busoda en la ncnela de Giuseppe Totnasi di Lampeclusa. Distribución. Pmhe Coftsortiutn. Pttlmu de
Oro en el Festival de Catines tic 1963.
Vn gato por pardo que sea siempre sera en
castellano un gato y nada más. Pero "gattopardo"
en italiano significa otra rosa. Si queremos entender el significado del mulo debemos leer "leo
pardo". Fste es, en efecto, el motivo central del
escudo Salina; y la figura del principe, altiva, eleganie, lúcida, dominadora, fría, con MIS ojos pendrantes y su rebelde y encrespada cabellera es
una auténtica expresión de las armas de su raza.
El contexto histórico
Con esle Gira extraordinario, Visconti continúa su obra Je trullista. Rn La tierra tiembla
(1948) nos presenta un problema histórico-social
propio de Sicilia y, por extensión, de tuda [talla:
las tensiones provenientes del choque entre las
organizaciones patronales y el socialismo i|tte comienza a ejercer una influencia real entre las
tapas populares. Sansa (195+) evoca el nacionalismo ¡laüanu vilipendiada por un gobierno local de
obediencia austríaca. En Rocco y sus hermanos
(1960) estudia Visconti las causas y los efectos
del exudo de miserables campesinos del sur de
Italia hacia las provincias industrializadas del
norte. Con el Gattopardo se enfrenta a una Sicili,i en plena marejada histórica. En 1860 Garibaldi
>• sus "camisas rojas" renuncian a su sueño republicano y deciden apoyar la causa de la unidad
italiana, la de Cavour y del rey de Piamonie, Víctor Manuel. Invaden Ñapóles y Sicilia, y la casa
du Sabova sucede a la casa de Borhnn. Pero esto
.significa al mismo tiempo una progresiva sustitución de clases. Poco a poco irá pasando el podci
de la aristocracia feudal a la rapaz burguesía l¡beral.
La película
Esle es el contexto histórico, pera Visconli
nui-. que historiador es artista, y en su füm ia
historia se hace drama, belleza y trozo palpitante
de vida humana. El cine de Visconli es ciertamente didáctico, doctrinario, poro la fuerza de
sus demostraciones —como bien lo hace notar
Claude Mitler en Telecine i Diciembre 1963 - Enero
I9é4, ficha 427. pág. 8)— proviene precisamente
de que "ellas evitan todo recurso al ejemplo positivo (por oposición a las biografías monolíticas
de los films socialistas más mediocres). Visconti
elige más bien la demostración por el absurdo.
Mostrando lo que los hombres han hecho —en
la línea del mal más bien que en la del bien—
en una perspectiva histórica dada, sugiere lo que
habrían debido hacer".
El film empieza con un rosario en familia, en
!a vieja y noble familia de Salina. El monótono
rodar de avemarias representa el pasado, la tradición apegada a si misma y reacia a todo cambio, lo hierático y, por lo mismo. Falto de vida.
Inquietantes rumores sé filtran por las pueitas
—se ha descubierto en el parque el cadáver de
un soldado borbón ultimado por los republicanospero dominando el miedo de los suyos el principe
de Salina exige imperiosamente que el rosario conlinúe. Una manera de dar vida al pasado, quizas
la única, es ignorar el presente. El príncipe no
está dispuesto a cambiar sus costumbres. Terminado el rosario irá a hacer, acompañado por el
padre Pironne. su capellán, la habitual visita a
Palermo. El capellán quedará en su convento v
el Príncipe pasará la noche con su amante.
Pero no siempre es posible ignorar el presente
y a veces CMU se impune con la tuerza de una
incontenible marejada. Es necesario adaptarse >i
SL- quiere sobrevivir.
Tancredi es sobrino del principe; cuino el,
descendiente de noble familia, los Falconieri, reFinado, elegante, seguro de si mismo, acostumbrado a dominar e imponerse. No esta dispuesto
a ser barrido por el oleaje histórico, v con desenfado juvenil enuncia su principio: "Es necesario
hacer cambios para que todo siga igual". Si la
nobleza Quiere seguir gozando de sus privilegios
es necesario que se adapte a las circunstancias y
que siga la corriente histórica. Tancredi es joven
y ambicioso, su vitalidad aliare, y despreocupada
contrasta con ese ambiente de salones muertos,
de figuras fantasmales y opacas. El principe sienle que esto es una capitulación pero so resigna
a la derroia inevitable. El está también dispuesto
a cambiar para lograr asi una prórroga de vida
a su raza agonizante. Pero lo que Tancredi ha<
con alegre cinismo lo hará el principe con dolor.
con amarga sensación de hipocresía y de bajeza:
"¡Es innoble... pero yo lo comprendo1."
Tancredi se enrola en "las camisas rojas", es
herido en ¡a batalla de Palcrmo y ascendido a
capitán de las tropas republicanas. Puente entre
el presente y el pasado, Tancredi lleva a. un jefe
yarihaldino a la casa de Salina deseoso de admirar los famosos frescos del palacio. En agradecimiento a la cortés acogida el republicano otorga
un salvoconducto al principe para que pueda Osle
hacer la tradicional visita a sus posesiones de
Donnafugala.
Nuevamente se entremezcla el pasado v el
presente. Los inmensos campos de trigo recuerdan
el poder de la casa nobiliaria. El pic-nic campestre
—los nobles comen y ríen, v los palalreneros hacen trotar los caballos—, la solemne entrada a
Donnafugala, el Te Deum, la familia hieratizada
en los bancos tallados del coto y dibujada como
un cuadro polvoriento a u a i t s de una nube de
incienso, los acordes lastimeros del órgano, todo
esto es el pasado, la costumbre ancestral, la herencia de los siglos. Pero el presente está también
ahí. El principe participa en el plebiscito popular
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así. ha sido siempre así. demasiado orgullosa para
aceptar uim reforma verdadera, intoxicada por
milenios ÜL- historia, pueblo resignado y dormida
' i
Tli_arv-Tnv^T=2^y-v
ienle v lúcido, el príncipe se reconoce ven-
ado. ,S:iK- que su raza muere pero no puede dejar de pertenecer a ella, y sabe que la muerte du
su raza no significará un progreso sino un descenso. "Somos los leones, los leopardos v los
tigres. Cuando muramos nos reemplazarán los lobos *. las hienas". Pero al mismo tiempo se siente
incapaz
v una por la unidad de Ilalia, es decir contra los
Bortones, sus aliados de siempre, y acepta brindar
con el Alcalde. Esta vez hay que invitar a las personalidades del pueblo y a sus mujeres, y don
Calogero. el alcaide, exhibe or¡njllosamente su
ramplonería y la belleza incitante de su hija Angélica, El presente está ahí en el desparpajo de
Tancicdi, en sus anécdotas escabrosas y en la
risa espontánea y ordinaria de Angélica, y de
nada servirá el estupor escandalizado de los nobles y la indignación de Concetta: |No se cuentan estas cosas a "señoritas"! El presente está
ahí v se impone. Es la burguesía rapaz, plebeya,
de mal gusto pero poderosa en dinero y en poder
pinico. Vunas serán las protestas doloridas y
.sinceras de Don Cicco —más noble que los nobles. El présenle está ahí y si el pasado quiere
sobrevivir debe aliarse al presente. Eslo lo comprende Tancredi. Angélica es hermosa y, sobre
todo, rica. "Es innoble" —piensa el principe de
Salina— pero "comprende"; Tancredi —la nobleza
dispuesta a sobrevivir— necesita dinero, y el principe acepta pedir la mano de la ordinaria y hermosa heredera de don Calogero. Matrimonio de
amor y admiración por parte de Angélica, de
cálculo por parte de Tancredi. Símbolo de la alianza entre la burguesía y la nobleza, entre el atan
d¿ subir y el afán de permanecer.
Trozo medular del tilm es la conversación entre el señor de Chevalley, enviado dsl gobierno,
y el príncipe de Salina. El primero confia en la
nohleza y ituierc hacerla participar auténticamente
en el cambio pero e! príncipe no está dispuesto
a luchar por lo que no cree. No cree en la posibilidad de cambiar. Lleva el peso de muchos siglos y su cansancio desilusionado lo provecta en
su desolada y arisca tierra siciliana. Siutlia es
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de
jugarse
sinceramente
ixir
loa
nuevos
tiempos, y no quiere mentir mas. Está demasiada
enraizado en el pasado para poder fecundar el
presente. Él pertenece a su raza y sólo !e corresponde morir. Su raza es cansancio y el cansancio encorva sus hombros poderosos.
Un fastuosa bailu se organiza en el palacio
Panialeone y una ve/, mas el presente desafia a!
pasado. No taita allí la sangre azul pero es sangre estancada y sin vida; ritmo de mazurcas y
de valses, plateado reflejo de candelabros, coilares, joyas y abanicos, alado vuelo de rasus, risas
pueriles y figuras fantasmales. Allí está también
el cínico arribismo de Tanciedi renegando de sus
viejos compañeros republicanos, allí está el general que ha traicionado a la auténtica revolución y que "usa" a Garihaldi para conmover a
las damas, allí está ¡a mirada codiciosa de don
Calogero que translorma candelabros de vu-jo
abolengo en hectáreas de tierra, allí esta la forma
sin vida y la vida sin forma, Concella y Angélica,
la nobleza y la burguesía unidas en el mismo
ritmo envolvente.
El príncipe de Salina siente el dolor de lo
irremediable y en el cuadro de Creuze ve el anticipo de su propia muerte. Acepta bailar con Angélica su "último vals". La respeta por su belleza
—toda belleza, aunque plebeya, tiene un sello de
autenticidad y, por lo mismo, de nobleza— pero
le duele en carne viva la fanfarronería canallesca del General, la ordinariez de don Calogero, el
cinismo de Tancredi, el sopor insípido v agonízame de la nobleza a la que él pertenece fatalmente: le duele, sobre todo, su propia capitulación el haber aceptado un mundo mezquino y
lalso, de palabras hueras, de traiciones, de codicia y de mal gusto. Pero si quiere salvar el pasaúo os necesario capitular.
Tambaleante sale el principe de la enralecida
atmósfera del baile. Afuera está la realidad, las
callejuelas estrechas, las casa.s pobres, pero hav
aire v estrellas. Una descarga lejana anuncia una
traición más. El príncipe cae de rodillas ante el
Cristo del amanecer y su oración espontánea es
un ansioso afán de descansar para siempre; incapaz de vivir, sólo le queda morir.
una obra de arte
Unánime ha sido el elogio de la crítica respecto a este film, y con razón. La novela de Lampedusa no sólo ha sido minuciosamente respetada
sino superada. Visconti logra darle una expresión
que jamas soñó el novelista. L'n mundo suigcante nuestros ojos— un mundo muerto pero rnagístralmente revivido. Revivir auténticamente una
época es ya un gran mérito y Visconti lo logra
en lorma perfecta. Cada escena de la peliuilj e-.
un cuadro de museo. Jan perfecta es la reviviscencia de la época que llega a distraer; el dciallo
h.i^c olvidar lo esencia].
Burt Laneaster en su papel de príncipe Salina
asombra realmente al espectador. No hay asomos
uV americanismo, y esto es LUÍ mérito más de
Visconti. En la confot ¿ncia Je pitusa de Cannes no laiuj la pregunta indiscreta: "¿No le LJSIU
mucho hacer el papel de un noble?". Y la respuesta del gran actor fue simple: "Me limité a
seguir las indicaciones de mi director que es un
verdadero aristócrata". Realmente el trabajo de
Bu;i Laneasier es acabado y opaca a todos los
demás, peto ¿qué importa? La obra es fundamentalmente el principe Je Salina. Alain Delon desempeña cen soltura su pape! de noble arrihista
y Claudia Cardinale luce su belleza vital e incitante, lodos los actores cumplan con su cometido y
si hav detectos —cornados defectos— debemos atribuirlos al director. Se enfatúa demasiado el piebeyismo de don Caiogero y ti servilismo pacato
del ¡judie Piioiinc. En estos casos ct director se
vale del íúeil recurso de lo grotesco.
El presente' desalía al pasado
Junto con ser una obra de arle, una verdai v u joya plástica, la película hace pensar, v es
seguramente lo que pretende Visconti. Comprendemos muy bien la lucha interior del príncipe
Salina pero su actitud nos parece injustificadamente derrotista. El director traía al protagonista con
respeto y con cariño —no olvidemos que él es
también noble— peto nos muestra al misino tiempo su punto débil, el lata! y nostálgico arraigo al
pasadu. la incapacidad de adaptarse sinceramente
al presente por falta de comprensión y de amor.
Irmegahlemente la nobleza tiene sus valores —cultura, Jislinción, elegancia, finura, sobriedad, pero, encerrada en si misma, es incapaz de darse
realmente a los demás y, por lo mismo, se condena a la esterilidad, a la decadencia y a la
mticitc. Nu icine el principe de Salina a la muer!e, n'as aún, la desea, pero la desea porque se
sienk incapaz de vivir, de dejar de ser espectador
y pasar a ser artesano del mundo nuevo. Este
mundo carece necesariamente de preciosismos,
de \ lejos y delicados refinamientos pero es el
mundo de los "más" y esos "más" no son solo
cantidad sino seres humanos, anhelos y esperanzas. E.\ necesario amar realmente a los homhit'-,,
a nulos los hombres, y estar dispuesto incluso a
sacrificar individualismos exquisitos y elegantes.
Sólo comprendiendo que la "masa" tiene también
corazón podremos llegar a ella y transformarla
en una hermandad, en un fecundo "nosotros".
No hay pueblo incapaz de progresar. Y pese al
grandor estético del principe de Salina encontramos más humana, más positiva y más noble la
actitud del caballero de Chevalley quien confia en
el pueblo y está dispuesto a Juchar. A los Icones y leopardos sucederán lobos y hienas —eslo
es inevitable— pero lo único importanle es seguir
luchando, aunuuc el éxito sea tardío, y transformar los leones, leopardos, lobos y hienas en seres
humanos, en "hermanos" de una gran familia.
Hernán LARRAIN A., s.j.
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