1 Necesitamos amor. Hemos querido meditar estos días sobre las tres virtudes teologales. Para ayudarnos a preparar el sacramento de la Reconciliación podemos repasar nuestras faltas acerca de esas tres virtudes porque la desconfianza, el orgullo, la pereza, la envidia, la ira, la falsedad, la maledicencia y, en general, todo el egoísmo que está en cada uno de nosotros brota de la tibieza con que vivimos la fe, la esperanza y la caridad. Por la caridad, con la ayuda de Dios, nos esforzamos en frutos de humildad, paciencia, diligencia, sinceridad y, en general, amor al propio Dios y al prójimo. No podemos amar a Dios a quien no vemos si no amamos a quien vemos, a la persona que está a nuestro lado, a las personas con quienes convivimos. Y una de las cualidades más características del amor es el perdón. Nosotros no pedimos perdón solamente para ser mejores personas pues la búsqueda de un perfeccionamiento moral también la puede hacer un budista, un judío o cualquier persona de buena voluntad que desee vivir con una cierta ética, nosotros los cristianos pedimos perdón porque el Señor Jesús se adelanta a perdonarnos y nos mueve a la reconciliación con uno mismo, con Dios y con el prójimo: es necesario perdonarse a uno mismo, perdonar –aunque suene un poco a blasfemia- a Dios para acogerle y perdonar a quienes nos han ofendido. ¿Por qué? Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo. Eso significa que Dios nos ama, que nos ha creado y nos recrea en cada instante como el alfarero con sus manos trabaja la arcilla y la convierte en una obra digna de su autor, su divina Providencia nos cuida, nos protege; significa que, por su gran misericordia, perdona nuestros fallos. No hay falta, por grave que sea, que la Iglesia no pueda perdonar: Necesitamos amor- Charla Cuaresmal en la parroquia de San Jorge de Mogor, 16 de abril de 2014- Por Olga López Míguez 2 es uno de los más grandes dones que Cristo resucitado hace a su Iglesia, la de perdonar por medio del ministerio de los apóstoles y de sus sucesores. Es Dios quien perdona los pecados y confiere ese poder a los hombres, a su Iglesia, para que lo ejerzan en su nombre los presbíteros colaboradores de los obispos. ¡No podemos ser felices plenamente sin perdonar y sin ser perdonados! Pensemos por un momento qué pasaría si nos decidiéramos firmemente a ser personas de amor, personas de inmensa compasión, indulgentes, sin deseos de tomar represalias, personas de perdón. Qué ocurriría si la intencionalidad profunda y sincera de nuestra vida fuese una ternura ardiente hacia Dios y hacia los demás. ¡Pues a eso estamos invitados por la tercera virtud teologal, la caridad es la amistad con Dios! Nosotros, hijos de Dios, estamos invitados a ser sus amigos, por amor del propio Dios, que ya no nos llama siervos sino amigos. La amistad es un tipo de amor específico, ser amigo de Dios es realizar y pronunciar nuestro amor de una manera concreta: toda la actividad se dedica al bien del otro, la auténtica amistad busca el bien del ser amado. Sí, casi podría parecer una blasfemia decir que tenemos que perdonar a Dios pero la amistad con Él, ese intercambio mutuo del que sabemos que ningún ser humano alcanza a corresponder al Santo de los Santos, requiere una amnistía completa, un perdón para que se realice la comunión entre Dios y nosotros. Buscar el bien del Amigo, con mayúsculas, es querer hacer su voluntad. Y ese amigo, Dios, no nos ama porque seamos buenos sino que somos buenos porque Él nos ama. Al desear hacer su voluntad, vamos convirtiéndonos, pareciéndonos un poco más a Él -los amigos acaban pareciéndose-. Necesitamos amor- Charla Cuaresmal en la parroquia de San Jorge de Mogor, 16 de abril de 2014- Por Olga López Míguez 3 Al volvernos hacia Dios, Él hace que la pobre amistad que le profesamos sea un testimonio de su desinteresada y grande amistad. Solamente Él es capaz de despertar lo más santo de nuestro ser, su amistad nos redime, nos cura y crea de nuevo. Y a nosotros nos corresponde adorar, alabar y venerar al gran Amigo, disfrutar de su bondad, gozar de su amor y ser agradecidos. A medida que nos dejamos hacer por Él aprendemos a amar lo bueno y apartarnos de lo malo, aprendemos a controlar las emociones y las negatividades porque nos regala en su Espíritu el perdón perfecto. En el Padre Nuestro rezamos perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Y nuestro Señor Jesús nos muestra lo que es el perdón y la misericordia divina: Si tu hermano te ofende has de perdonar hasta setenta veces siete, siempre; el que esté libre de pecado que tire la primera piedra, si cuando vas hacia el altar tienes algo contra tu hermano ve primero a reconciliarte con él, perdónalos porque no saben lo que hacen… Amar y ser personas de perdón es el mayor reto de nuestra vida cristiana pues incluso se nos pide amar a los enemigos, a los que no nos caen bien, a los que –por no perdonarles- nos llenan de amargura. Quizás no está en nuestra mano el olvidar la ofensa que otros nos hacen, quizás no podemos dejar de sentir la herida que nos causan, pero si entregamos eso a Dios y se lo ofrecemos, Él puede cambiar nuestra herida en compasión y puede limpiar nuestra memoria para que recemos por quien nos ha ofendido. Humanamente es imposible vivir el amor de esa manera pero Él, en su amistad, nos lo ha mandado: Amaos unos a otros como yo os he amado. Necesitamos amor- Charla Cuaresmal en la parroquia de San Jorge de Mogor, 16 de abril de 2014- Por Olga López Míguez 4 Nuestro Amigo Dios quiere lo mejor de nosotros mismos, por lo tanto que nuestro corazón sea de carne, permeable al perdón y a la misericordia. Aunque solo fuera por conveniencia, por experimentar la Paz, porque lo que amamos y el cómo lo hacemos nos transforma y nos hace llegar a ser parecido a aquello que amamos, hemos de esforzarnos en ser personas de perdón. Nos volvemos, pues, como el hijo pródigo a Dios que ama hasta el extremo y da la vida por nosotros. Nos reconocemos pecadores ante Él como el publicano. Suplicamos humildemente ser introducidos en la comunión de la Santísima Trinidad. Necesitamos amor- Charla Cuaresmal en la parroquia de San Jorge de Mogor, 16 de abril de 2014- Por Olga López Míguez