EL POEMA EN EL CINE

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ENCUENTROS EN VERINES 2008
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
EL POEMA EN EL CINE
Ana Martín Puigpelat
La tierra giró para acercarnos
giró sobre sí misma y en nosotros,
hasta juntarnos por fin en este sueño.
Estos son los versos que Sean Penn le dice a Naomi Wats en una inolvidable escena
de 21 gramos. Son los tres primeros versos de un poema de Eugenio Montejo,
nombre que el actor no pudo pronunciar por los sonidos “jota” y se limitó a decir:
Mi poeta preferido o un poeta venezolano. Recuerdo que lo busqué insaciable por
los títulos de crédito, y reconozco que en aquel momento no sabía quién era, como
le ocurrió a gran parte del público mundial. Pero la vida es así, y tuve la suerte de
compartir un jurado al año siguiente con él. El poeta era consciente de la
repercusión de aquella escena. Recibió un mail solicitándole permiso para citar
unos versos suyos en una película -contaba- y pensó que sería algún estudiante y,
por supuesto, lo concedió. Al cabo de un tiempo escuchó que en una película de
Hollywood citaban a un poeta venezolano y en ningún momento pensó que fuese él.
El caso es que aquella escena le supuso traducciones y ediciones de su obra con las
que nunca había soñado. Eugenio era un caballero humilde y generoso y uno de los
mejores poetas que ha dado su país. Y digo era porque, al igual que nuestro
homenajeado Rafael Azcona, falleció este año. Otro gran poeta de nuestra lengua,
que también nos ha dejado este año, era Ángel González, con el que ocurrió un caso
parecido al anterior. Mercedes Sampietro leía en El pájaro de la felicidad (la obra
de Pilar Miró) unos versos suyos que decían:
En ocasiones,
el corazón se siente abrumado por la melancolía
y al pensamiento llegan
viejas palabras leídas en libros olvidados:
felicidad, misterio, alma, infinito.
Versos que definían perfectamente el estado emocional del personaje en cuestión.
El caso es que muchas personas conocieron la obra de Ángel González a partir de
aquella película.
Pero, salvando la pura anécdota, me gustaría que reflexionásemos sobre la
importancia o la validez de la poesía como género literario dentro de una obra
cinematográfica. Por supuesto, más allá de lo conocido como poético. La poesía tal
y como la entendemos en la actualidad está más basada en la imagen que en la
forma, por lo tanto, podríamos citar cientos de películas con instantes poéticos, una
fotografía concreta, la banda sonora, un toque surrealista o de estricta cotidianidad,
una frase sobre un paisaje… todos somos capaces de recordar más de una. Los
géneros hace ya años que se mezclaron y dejaron de ser algo estricto y único. Por
eso, más allá de lo poético, de lo narrativo, de lo pictórico, de lo arquitectónico, de
lo dramatúrgico, de lo artístico en general, quisiera observar la posibilidad del
poema en el cine.
Conocemos casos en los que el título de la película proviene de un verso de un
determinado poema, como por ejemplo A las cinco de la tarde de la iraní Samira
Mahkmalbaf, en la que el poema de Lorca aparecía como elegía a la muerte de una
vaca, pero también como alma del personaje poeta que deposita en la naturaleza
toda poesía.
No podemos olvidar el ejemplo de la archiconocida Esplendor en la hierba de Elia
Kazan, verso que procedía de la Oda a los himnos de la inmortalidad de William
Wordsworth
Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que me deslumbraba,
aunque ya nada pueda devolver la hora
del esplendor en la hierba de la gloria de las flores,
no hay que afligirse porque la belleza
siempre subsiste en el recuerdo.
Versos que son recitados en la película y que, al igual que en el ejemplo anterior,
funcionan como metáfora de la acción dramática.
Me gustaría destacar dos thrillers en los que el poema se utiliza como prueba de la
neurosis o psicopatía del personaje “malo”, como son Play Misty for Me (Escalofrío
en la noche) de Clint Eastwood y Harry, un amigo que os quiere de Dominik Moll.
En la primera se incluyó un poema de Edgar Allan Poe: Annabel Lee
y esta señorita no vivía con otro pensamiento que en amar y ser amada por mí.
poema que servía para que el personaje demostrase su obsesión amorosa, mientras
que en la segunda se leía un poema supuestamente escrito en la adolescencia por
uno de los personajes y que según fuese leído (a petición del psicópata) por el resto
tenía una significación diferente.
En realidad, no son muchas las películas en las que aparece un poema, pero es
cierto que en las que aparece, el poema adquiere una relevancia particular al mismo
tiempo que se le impone al autor de un gran prestigio y fama no adquiridos por la
anterior edición impresa de su obra.
Quizá es que todos los poetas soñamos con que un director elija un poema nuestro
para ilustrar una escena o definir una emoción de uno de los personajes. No habría
que negarlo, ¿qué novelista no ve en pantalla alguna de las escenas de su obra
mientras la está escribiendo?
Tal vez la poesía tiene de bueno ser el único género literario que, de aparecer,
aparece literalmente, y el poeta no puede quejarse de que no le guste la adaptación.
Esto mismo nos puede llevar a la opinión o conclusión de que el género poético y,
más estrictamente, el poema es anticinematográfico, a pesar de los ejemplos
anteriormente expuestos.
Debido a la imposición de internet como medio de comunicación y difusión masiva
de cultura, son muchos los poetas jóvenes que optan por la videocreación o la
mezcla de imágenes con música y versos, como pequeñas películas, como pequeñas
muestras poéticas en movimiento. También hay que admitir el auge de la poesía
visual, más allá de que todo esto nos parezca más o menos puro, válido o
perdurable. Pero no nos queda más remedio que reconocer que el poema es un ente
cerrado, una isla de la que no suele existir escapatoria, un objeto de palabras que no
deja espacio para introducir en él mucho más. Si un verso en sí contiene una
imagen es difícil que si le incluimos dentro o sobre otra imagen visual, esta o
aquella dejen de aportarse mutuamente sino más bien se eliminen una a la otra. Es
una labor de orfebrería encontrar la fotografía perfecta a unas palabras sin que
ninguna pese sobre la otra. El poema suele carecer de acción, su naturaleza es
antinarrativa, y ocurriría como en ciertos video clips en los que lo que se está
viendo no sabemos muy bien qué tiene que ver con la letra de la canción que, en la
mayor parte de los casos, no suele decir nada.
Ejemplo destacable, y que no voy a dejar de reseñar, sería, sin lugar a dudas, El
lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela, película eminentemente basada en
poemas de Mario Benedetti, Juan Gelman y Oliverio Girondo, en la que el
personaje principal es un poeta, cuestión que justifica la aparición constante de
poemas, poemas que sustentan la narración y están bastante bien entrelazados con
las imágenes.
El texto poético de hoy se construye con una sucesión de símbolos o imágenes, de
alguna manera, como se construye una obra cinematográfica. No podemos obviar la
influencia que tuvo la parición del cine sobre la poesía y los poetas de la época. En
la actualidad conocemos muchos ejemplos de poema inspirado en una determinada
película o personaje o escena.
Después de todo lo dicho, a mí me va quedando claro que el director debe ser el
poeta de su propia película, creando con una serie de imágenes el poema sin
necesidad apenas de palabras. El poema que hay a lo largo de Vértigo de Hitchcock,
o en Léolo de Jean-Claude Lauzon, o en otras tantas películas. Sin que, por
supuesto, esto desmerezca la opción de que unos versos puedan ser nombrados por
uno de los personajes para enriquecimiento de la situación, eso sí, siempre en un
primer plano, la palabra y el rostro del que la recita, tal y como ocurría en los
primeros ejemplos citados: el rostro de Sean Penn o el de Mercedes Sampietro, no
una imagen que pese sobre la imagen dicha.
No podría terminar esta intervención sin nombrar otro primer plano: el de Javier
Cámara recitando un poema de Antonio Machado en Los girasoles ciegos, última
película de José Luís Cuerda, con el último guión de Rafael Azcona. Juntos, ya
realizaron, anteriormente, un homenaje al poeta en La lengua de las mariposas,
adaptación de varios cuentos de Manuel Rivas. En esta película se puede ver la
escena de una clase rural en el año 36, y el maestro (un maestro como podría haber
sido don Antonio Machado) le pide a un alumno que lea los versos del poema
Recuerdo Infantil. El niño “Romualdo” lee torpemente:
Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.
Primer plano del niño que lee y del profesor que escucha.
Decía Rafael Azcona en una entrevista que la palabra poesía le asustaba, poesía
referida a una película, pero evidentemente no le asustaba el poema, el buen poema.
El poema en el cine es posible, el poema que defina o enmarque una escena. La
poesía es otra cosa.
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