Los Balcanes y la guerra fría

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Los Balcanes
y la guerra fría
Dragomir Dragánov
•>e admite oficialmente que el primer disparo de la guerra fría lo dio Winston
Churchill con su discurso del 5 de marzo de 1946 en Fulton, EE.UU., en el que
Propuso levantar un "telón de acero" contra "los designios agresivos de la
URss", es decir, contra la expansión del comunismo en Europa y el mundo.
Dieciocho meses más tarde, a final de septiembre de 1947, en la conferencia
constituyente del buró informativo de los partidos comunistas (Kominform)
celebrada en Polonia, el ideólogo del estalinismo Andrei Zhdánov "le devolvió el gesto" a Churchill anunciando la división del mundo en dos campos: uno
'imperialista y antidemocrático", con EE.UU. al frente, y otro» "antiimperialista
y democrático", encabezado por la URSS.
Sin embargo, fue mucho antes, en octubre de 1944, en Moscú, cuando
Churchill y Stalin plañeron esta división del mundo en "esferas de influencia".
í-¡qué ironía del destino!- el material concreto y manifiesto del reparto fueron los Balcanes. Según el bien conocido documento, los angloamericanos recibieron 90 por ciento de influencia en Grecia a cambio del 90 por ciento para
'os rusos en Rumania; 25 por ciento frente a 75 por ciento en Bulgaria, y 50 por
ciento para cada superpotencia en Yugoslavia (Churchill, 1979, p. 197).
El destino le jugó otra broma más al de por sí avezado político Churchill:
este creía ingenuamente que tanto Stalin como el presidente Truman respetaban al pie de la letra los acuerdos de Moscú confirmados más tarde en Yalta en
,a
reunión de "los tres grandes" a comienzos de 1945. Y ya en abril de 1945, el
dictador ruso explicaba a Milovan Djilas, uno de los líderes de la resistencia
Vugoslava, su "concepción" del desarrollo del mundo después de la guerra.
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"Esta guerra (la segunda mundial), discurría Stalin, difiere de todas las anteriores: quien llega a dominar un territorio le impone su propio sistema social.
Cada cual impone su sistema social hasta donde consigue llevar su ejército"
(Djilas, 1962, p. 121).
El ejército soviético llegó sucesivamente a Rumania, Bulgaria, Yugoslavia,
Hungría, Checoslovaquia, Polonia, Austria y Alemania. Los primeros seis países, junto con Albania, formaron en 1947-1948 el llamado "campo de las democracias populares". De los Estados balcánicos sólo quedaron fuera Turquía y
Grecia, y fueron ellos los primeros "beneficiarios" de la guerra fría: en abril de
1947 KK.mi. les concedió 700 millones de dólares de "ayuda para contener al
comunismo".
Así pues, tanto el año en que comenzó la tercera guerra mundial -la fila-,
1947, como el sitio en el que dio inicio, están indisolublemente vinculados con
la península balcánica. También quedó trazada con claridad la "línea del frente" que atravesó la tumultuosa región. Pero si la geografía de "la línea del
frente" está hoy fuera de duda, no son pocos los investigadores propensos a
"quitarle" un año o dos al comienzo de las "hostilidades" de la guerra fría. Y
están errados.
I
El fin de la segunda guerra mundial no trajo consigo ningún cambio sustancial
en los sistemas políticos de Grecia y Turquía, ni tampoco en sus sistemas económico-sociales. Sin embargo, fue distinta la situación en los otros cuatro países balcánicos: éstos emprendieron reformas radicales que pasaron a la historia
como "revoluciones socialistas" o como "el comienzo de la edificación del régimen socialista".
Inicialmente estas reformas distaban mucho de la concepción de Stalin sobre cómo imponer el sistema político soviético. Para 1947 Rumania, Bulgaria,
un poco menos Albania y en un grado todavía menor Yugoslavia, parecían haberse encaminado por un derrotero semejante al que seguían Estados como
Francia, Bélgica e Italia, que también se habían desembarazado de la ocupación hitleriana o de su papel de satélites de Alemania. Como en éstos, en aquéllos también hubo democratización, restablecimiento del pluralismo político,
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i
resurgimiento de la economía de mercado, respeto de las diversas formas de
propiedad, etcétera.
Es más, en ninguno de estos países balcánicos se manejó la noción de "dictadura del proletariado", típica de la revolución bolchevique, sino que se empleaba el concepto de "democracia nueva", y luego "democracia popular",
mucho más aceptable (y menos atemorizador). La necesidad de adjetivar el
concepto de "democracia" universalmente admitido se explicaba oficialmente
porque con ellos se resaltaba la diferencia con "la democracia vieja": la que había permitido al fascismo en Italia o al nacionalsocialismo en Alemania llegar
al poder no usurpándolo, sino por vía legítima: tras celebrar elecciones.
Incluso a mediados de 1947, concretamente en junio, el primer ministro de
Bulgaria, Jorge Dimitrov, seguía afirmando que "nosotros [los comunistas] no
estamos en contra de la existencia de una oposición. En un país como el nuestro es natural que haya también una oposición". Pero para que existiera, ésta,
según Dimitrov, debía ajustarse a determinadas condiciones. "Los intereses
del pueblo no permiten que se tolere a grupos de oposición que organicen sabotajes a la edificación económica y que con sus acciones pongan en peligro la
soberanía estatal y nacional" (Dimitrov, vol. 12, p. 64).
O sea que hasta el otoño de 1947 en "los países de democracia popular",
incluso en los Balcanes, todavía funcionaba un pluralismo político, si bien limitado. No se había llegado a las nacionalizaciones de la propiedad grande y mediana ni tampoco a la colectivización de la economía rural.
La principal causa de este particular "intermezzo democrático" que se dio
entre los regímenes autoritarios que hubo durante la guerra y el sistema totalitario estalinista impuesto en "las democracias populares" después de 1947, estriba en la situación internacional sumamente delicada que acusaban los países de la región balcánica, como consecuencia de la segunda guerra mundial.
Turquía, aunque con retraso, se sumó a la coalición antifascista. Grecia y
Yugoslavia fueron ocupadas por Alemania, y parte de ellas también por tropas
búlgaras, razón por la cual se consideraba que figuraban en el bando de los
v
encedores.
Era diametralmente opuesta la situación de Bulgaria y Rumania, que en
se adhirieron al "Pacto Tripartito" liderado por Alemania, Italia y Japón.
1941
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Bulgaria obcuvo el derecho de administrar aquella parte de "las tierras liberadas" en Grecia y Maeedonia a las que tenía pretensiones históricas. Tropas de
Rumania tomaron parte, aunque en la mayoría de los casos sin pena ni gloria,
en las hostilidades contra la URSS en el frente oriental.
Y para que no quede duda de que se trata de la zona europea más intrincada, la balcánica, en una tercera y diferente posición se encontraba Albania. Por
un lado, ya en abril de 1939 había sido ocupada por Italia, y después de la guerra era tratada como "víctima" de la agresión fascista; sin embargo, por otro, aunque después de creado el primer gobierno democrático provisional (octubre de
1944), era considerada miembro de la coalición antifascista, en 1945-1947 su
futuro (¿Estado independiente o integrante de una federación con Yugoslavia?)' era tan incierto para ambas superpotencias que Albania incluso asistió
con estatuto singular a la Conferencia de París, donde se organizaba la estructura europea de posguerra.
A propósito, fueron precisamente los preparativos y la celebración de la
conferencia parisina los que engendraron ese intermezzo democrático que retrasó en casi tres años el inicio de la guerra fría. Tanto la URSS como los KK.UU.
y Gran Bretaña se vieron obligados a no apresurarse con "la domesticación" de
los países de sus "esferas de influencia", toda vez que entre los mismos había
tanto vencedores como vencidos.
Justamente por ello, en Italia, por ejemplo, que por un lado permaneció en
la "esfera de influencia" de Occidente, pero que por otro había sido país agresor, los angloamericanos se vieron forzados a soportar la presencia de comunistas en el gobierno hasta mayo de 1947. En caso contrario, la URSS, respaldando
a Yugoslavia, pero no como a un régimen comunista sino simplemente como a
su aliado de la coalición antihitleriana, tal vez hubiera apoyado las pretensiones yugoslavas a la región italiana de Fiume.
1
Antes del conflicto entre la URSS y Yugoslavia en el verano de 1948 esta era la variante más deliberada. Po
ejemplo, el 10 de febrero del mismo año Stalin explicaba en una reunión con representantes de la direcci «
yugoslava: "Ustedes deben apoderarse de Albania, pero con inteligencia" (Dimitrov, 1997, p. 599). Esta es
una de las causas para que ya en la Conferencia de París, Albania tuviera el derecho de opinar mas no e
participar en las negociaciones sobre los tratados de paz.
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Es contrario el caso de Bulgaria: ésta también había sido un país agresor,
pero estaba en la zona soviética, y hasta junio de 1947 la oposición búlgara no
comunista disfrutó de relativa libertad de acción. Y aquella misma Yugoslavia,
tan intransigente en sus pretensiones respecto de Italia, resultó sumamente
proclive a pactar compromisos con los búlgaros, aunque habían sido ellos, y no
los italianos, los ocupantes reales de parte del territorio yugoslavo durante la
segunda guerra mundial.
En cambio, KE.UU. y Gran Bretaña plantearon tantas condiciones para la firma de un tratado de paz con Bulgaria que en un momento el primer ministro
búlgaro, Jorge Dimitrov, resultó propenso a toda clase de concesiones. Pero el
2 de septiembre de 1946 Stalin y Molotov lo tranquilizaron: "A la larga, ellos
están obligados a firmar un tratado de paz. Si se niegan a firmar la paz con Bulgaria, entonces nos negaremos a firmar la paz con Italia. Ellos [estadounidenses e ingleses] están más interesados que nosotros en que se firme la paz" (Dimitrov, 1997, p. 533). Porque lo contrario hubiera significado "dinamitar" no
sólo los Acuerdos de Yalta para el reparto del mundo en esferas de influencia,
sino incluso la mera idea de la inviolabilidad de las fronteras entre éstas.
Pero con la firma de los tratados de paz después de la guerra (febrero de
1947) y sobre todo con su entrada en vigor seis meses más tarde, todos los "frenos estratégicos" de esta índole quedaron suprimidos. No es casual que estos
acontecimientos coincidiesen con la proclamación de la Doctrina Truman y
con la aprobación del Plan Marshall, a cuyos "favores" renunciaron, bajo el dictado de Moscú, todos los países "de democracia popular". Coincidieron también con la constitución del Kominform, que formuló instrucciones de acelerar bruscamente los "ritmos del proceso revolucionario", es decir de realizar
una transición abierta de "la democracia limitada" a un régimen monopartidista de tipo bolchevique en Bulgaria, Rumania, Albania y Yugoslavia.
Ya después de la primera conferencia del Kominform, y siguiendo las instrucciones de Moscú, todos los llamados "países de democracia popular", excepción hecha de Yugoslavia, iniciaron procesos tendientes a unificar sus sistemas políticos y económicos y a acercarlos al máximo al sistema soviético.
En líneas muy generales, estos procesos consideraban, primero, la fusión
de los partidos "reformistas" (socialistas o socialdemocráticos) con los partidos
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"revolucionarios" (comunistas, independientemente de su denominación en
el momento), en partidos únicos de la clase obrera, pero unidos sobre una base
ideológico-teórica y política marxista-leninista. "De hecho -aleccionaba Stalin
a los dirigentes de las democracias populares- el partido será comunista pero
obtendrá una base más amplia y un disfraz cómodo para el periodo actual". Así
se realizaba en la práctica el designio de que "los partidos reformistas" "desembocaran" en los comunistas, tanto más que de acuerdo con las ya mencionadas
instrucciones del Kominform, todos los partidos recién creados adoptaron el
modelo político-organizativo del Partido Comunista Soviético (PCUS).
Segundo: la "autodisolución" de una serie de partidos políticos cuyos despersonalizados restos fueron enfrascados por la fuerza en amorfas "organizaciones únicas político-sociales de masas", de la especie del Frente de la Patria en
Bulgaria.
Tercero: la supresión de aquellos partidos y organizaciones políticas que se
declaraban, desde la oposición, contra "la edificación del socialismo como tarea
inmediata". El 10 de febrero de 1948 Stalin aconsejaba a los dirigentes de Bulgaria y Yugoslavia: "Que con la oposición converse Yúgov [el ministro búlgaro
del Interior, comunista]. Él sabe hacerlo" (Dimitrov, 1997, p. 600).
Cuarto: la nacionalización de la propiedad "capitalista" grande y mediana y
la creación de barreras difíciles de superar a la existencia de la pequeña propiedad privada.
Quinto: la orientación de las pequeñas haciendas agrícolas creadas después
de las reformas agrarias hacia la cooperativización, empleando como principal
palanca los métodos de la coacción y la violencia.
Y sexto: la "perestroika" del frente cultural sobre la base de los principios
del "realismo socialista", en su interpretación estalinista y zhdanoviana.
¿Por qué Yugoslavia no llegó a encajar directamente en tan tristes regularidades? La causa vuelve a ser balcánica.
Durante el periodo del intermezzo democrático de los países de democracia
popular, la Yugoslavia de Josip Broz Tito expresó su tajante desacuerdo con el
rumbo que iba tomando esc intermezzo. Fue precisamente la dirección del Partido Comunista Yugoslavo la que más criticó la "lentitud" de sus vecinos del
bloque oriental para aplicar "ahora e inmediatamente" la experiencia soviéti20
I
ca en la edificación de un sistema político de claro corte bolchevique. Es más:
si en la conferencia constituyente del Kominform, Zhdánov criticó más bien a
los comunistas euroccidentales de haber confiado en la posibilidad de colaborar con "los partidos burgueses", fue al yugoslavo Edvard Kardelj a quien se
encomendó despotricar por lo mismo contra sus congéneres orientales (Informazionnoe soveshtanie..,, pp. 66-68).
No obstante, los yugoslavos se propasaron en la crítica hasta tal punto que
-típicamente a la balcánica- empezaron a autoconcebirse como los únicos comunistas "ortodoxos" en la región. Pero el único ortodoxo en el comunismo no
podía ser sino Stalin. Y el conflicto entre las directivas del PCUS y del Partido
Comunista Yugoslavo no tardó en surgir.
En la conferencia del Kominform celebrada en Bucarest en junio de 1948,
Yugoslavia quedó excomulgada del "campo de los países de democracia popular", y el partido comunista que la gobernaba fue acusado de todos los pecados
Posibles: renuncia a la doctrina del marxismo-leninismo, escisión del frente
único socialista dirigida contra el socialismo, traición a la causa de la solidaridad
internacional de los trabajadores, etcétera.
Como resultado de ello, ya en 1948, en la configuración del "campo democrático y antiimperialista" se produjo un cambio sustancial: se abrió un segundo frente, "frente interno", de la guerra fría. El conflicto en este segundo frente contó también con una historia de más de cuarenta años, que fue desde
"conflictos ardientes" hasta un "amor frío".
Si nos referimos con tanto detenimiento a esta "etapa preparatoria" de la
guerra fría en los Balcanes es porque si se prescinde de su absurda historia no
s
e pueden explicar los absurdos de la propia guerra fría en esta región.
II
La primera fase de la guerra fría en los Balcanes abarcó desde 1947 hasta finales de los cincuenta. Durante este periodo sus principales características fuer
Qn dos. Primero, ambos bandos nunca dejaron de prepararse para una "guerra
caliente". Segundo, no sólo detrás de ellos, sino también entre ellos, se instalaron de forma duradera, como presencia militar y como sistema socíopolítico,
'as dos superpotencias nucleares del mundo: KK.UU. y la URSS.
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'I
ja
A propósito, en su propaganda oficial los "bandos beligerantes" aseveraban
que sus doctrinas militares revestían un notorio "carácter defensivo". Sin embargo, en la práctica planificaban única y exclusivamente una agresión que
apuntaba a eliminar físicamente al adversario como Estado soberano y como
parte integrante del campo "enemigo".
Los estatutos militares de Turquía y Grecia de los años cincuenta a setenta, por ejemplo, se parecen como dos gotas de agua. Ambos preconizaban que
"la defensa" (o sea la defensa de la seguridad nacional proclamada como su
principal tarea) era tan sólo "un tipo provisional de actividad de combate de las
tropas", mientras que en uno y otro era la ofensiva la que se definía como "el
principal tipo de actividad de combate" para la consecución de los objetivos de
la tropa.2
Bastante diferentes, dada la evidente disparidad de fuerzas, eran las tareas
del ejército búlgaro. Hasta los años ochenta su doctrina militar siguió al pie de
la letra las instrucciones de Stalin, apuntadas por Jorge Dimitrov el 7 de diciembre de 1948: "El papel de nuestras fuerzas armadas en caso de guerra consiste
en detener al enemigo, mientras que el principal golpe [contra Turquía y Grecia] lo asestará el ejército soviético" (Dimitrov, 1997, p. 646).
Precisamente por ello, durante todo el periodo de la guerra fría tanto Grecia
como Turquía mantuvieron fuerzas armadas mucho más cuantiosas que las necesarias para la defensa de los dos países. Además, el grueso de las unidades
estaban concentradas en la proximidad inmediata a las fronteras con el enemigo: las griegas a una distancia de 30 a 140 kilómetros de las fronteras con Bulgaria y Yugoslavia, y las turcas a otros tantos kilómetros de las fronteras con
Bulgaria y la URSS.
Los temores de Turquía y Grecia a un eventual ataque de parte de Bulga'
ria, secundado inmediatamente por la URSS, eran tan fundados como los de
EE.UU. a una expansión del comunismo fuera de las fronteras acordadas en Yal"
ta. Ya el 2 de septiembre de 1946, por ejemplo, en una reunión con la directi-
2
Aquí y más adelante se citan datos concedidos gentilmente al autor por el Ministerio de Defensa de I» "*
pública de Bulgaria.
22
i
va soviética, Jorge Dimitrov planteó el problema de las pretensiones búlgaras
respecto de Tracia occidental, que en aquel entonces estaba repartida entre
Grecia y Turquía. "La demanda de Bulgaria a Tracia le creará buenas posiciones para el futuro", respondió Stalin. "Hace falta una guerra más para que semejantes problemas sean resueltos definitivamente" (ibid., p. 534).
Los preparativos bélicos de los "Estados del frente" de la guerra fría en los
Balcanes iban acompañados de su paulatina "conquista" por las dos superpotencias: URSS y EE.UU., que no vacilaban en subordinarlos a su pleno control
económico y político.
Gomo resultado de ello, y hacia principios de los años cincuenta, a Bulgaria,
Rumania y Albania, a la mitad de los países balcánicos, les fue impuesto un régimen de tipo totalitario de izquierda. Transcurrían con mayor lentitud sólo los
procesos en la esfera de la economía, donde pese al rumbo acelerado hacia la
nacionalización de la industria grande y mediana y hacia la colectivización en
la agricultura, continuaban funcionando algunas formas de propiedad privada.
Con su incorporación al Consejo de Ayuda Mutua Económica (COMECOM)
creado en 1949, estos países se convirtieron en parte integrante de un bloque
Político-económico que en la década de los cincuenta sería conocido como "el
sistema socialista mundial", a la cabeza del cual estaba la URSS.
Justo en la dirección contraria avanzaban los procesos en Turquía y Grecia.
Ya en 1945, debido a su ubicación estratégica, ambos países fueron objeto de
u
n particular interés por parte de los EE.UU. Una de las "proyecciones" internas
de este particular interés fue el acatamiento estricto de los principios de la economía de mercado que funcionaba sobre la base de la propiedad privada. La
inclusión de Turquía y Grecia en el Plan Marshall en 1948 las orientó definitivamente a comprometerse económicamente con el mundo occidental.
A cambio de la sustancial ayuda económica, y en particular financiera, que
recibieron tanto en el marco de la Doctrina Truman como en el del Plan Marsn
all, ambos países balcánicos prestaron sus territorios como cabezas de puente
a
disposición de EE.UU., y después de 1949, de la OTAN, en sus esfuerzos por
"contener al comunismo". En 1952 tanto Turquía como Grecia se convirtieron
e
n miembros de pleno derecho de este bloque militar, con lo cual, de hecho,
concluyó el proceso de su adhesión militar al "mundo occidental".
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I
Por ejemplo, doce del total de catorce divisiones turcas fueron incorporadas
a las Fuerzas Armadas Unificadas de la OíAN, y sus consejeros militares, que
junto con el "personal civil" llegaron en 1954 a contabilizar 24 000 elementos,
recibieron el estatuto de "extraterritoriedad". Siempre en 1953 y 1954, el gobierno de Grecia otorgó a las fuerzas de la OTAN el derecho de utilizar su territorio, su aguas jurisdiccionales, su espacio aéreo y su sistema de transporte, y
de construir y explotar obras e instalaciones civiles y militares.
Un tanto diferente fue el destino del sexto estado balcánico: Yugoslavia.
Excluida prácticamente de "la familia" de los "países socialistas europeos",
pero construyendo un sistema socioeconómico y político socialista en su esencia, Yugoslavia se vio abocada a una elección difícil.
Por un lado, Yugoslavia también era un "Estado del frente" en la cada vez
más álgida guerra fría. Por otro lado, sin embargo, las fuerzas no le bastaban
para pelear simultáneamente en dos frentes: como país socialista contra las
"capitalistas" Grecia y Turquía, y como "país revisionista" contra los gobiernos
comunistas ortodoxos de Rumania, Bulgaria y Albania. Para estos últimos "el
régimen de Tito" era francamente pro occidental, y en el plano propagandístico lo tildaban ni más ni menos que de "fascista".
Dándose cuenta de la embarazosa situación de Yugoslavia, EE.UU. aspiró a
convertirla en el primer ejemplo exitoso de Estado desgajado del bloque
soviético. Y si bien no dejó de calificarla de perteneciente a "un sistema rival',
ya en 1948 le aplicó un régimen económico-comercial considerablemente más
liberal, comparado con el de sus Estados vecinos "afines". Por ejemplo, entre
1948 y 1952 las exportaciones estadounidenses a Yugoslavia aumentaron de 8
a 21 millones de dólares, y las importaciones de 5 a 15 millones de dólares. A
partir de 1951 Yugoslavia empezó a recibir incluso ayudas puramente militares,
y el presidente Truman la calificó de "país de importancia directa para la defensa de la región del Atlántico Norte" y para "la seguridad de EE.UU." (Boev,
1986, pp. 112-113).
Mediante dos tratados consecutivos: el de Ankara, de febrero de 1953, y el
de Bleda, de julio de 1954, que edificaban la alianza político-militar entre Turquía y Grecia, por un lado, y Yugoslavia por otro, esta última pareció realmente
desgajarse del bloque comunista. Sin embargo, la dinámica de las relaciones
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s
interestatales en la región no consiguió insuflar vida al "Pacto Balcánico", y
después de 1955 éste dejó drásticamente de existir.
Fue muy diferente la postura norteamericana frente a Bulgaria, Rumania y
Albania. En febrero de 1950 se rompieron las relaciones diplomáticas entre
EE.UU. y Bulgaria (hasta 1959), y se suspendieron las que Washington tenía con
Rumania. Al año siguiente, 1951, EE.UU. anuló unilateralmente el estatuto de
Estado más favorecido para Bulgaria, Rumania y Albania. En 1952 entró en vigor la prohibición de que los ciudadanos norteamericanos viajaran a Rumania.
Del mismo modo, quedaron reducidas al mínimo las relaciones económicocomerciales entre EE.UU. y los tres países balcánicos con regímenes comunistas. Por ejemplo, en la primera mitad de la década de los cincuenta, las importaciones búlgaras de EE.UU. se redujeron al nivel simbólico de 5 000 dólares
anuales. A las eventuales infractoras de las restricciones a la exportación de
"mercancías estratégicas" para estos tres países, Grecia y Turquía, en su calidad de miembros del llamado COCOM, fueron incluidas como infractoras en potencia y se les amenazó con privárseles de suministros en el marco del Plan
Marshall.
Así, la guerra fría en los Balcanes adquirió incluso dimensiones netamente
"civiles". A lo largo de las fronteras de Bulgaria con Turquía, Grecia y Yugoslavia, de Albania con Grecia y Yugoslavia, y de Rumania con Yugoslavia, se estableció, de hecho, un "cordón sanitario" que interrumpió casi por completo
no sólo los contactos comerciales, económicos y culturales, sino también los
Puramente humanitarios, por cuanto las zonas fronterizas estaban habitadas
Por una población étnicamente mixta. Algo más: tan sólo en las zonas ubicadas
a
lo largo de las fronteras, o sea a ambos lados de "la línea del frente", fueron
instaladas más de 4.2 millones de minas antipersonales, y aún se desconoce la
cantidad de que disponía Turquía (Landmine Monitor, 1999).
Cada vez que subía la tensión en las relaciones entre las dos superpotenc
»as, sin importar el confín del mundo en que esto ocurriera, los ejércitos de los
Países balcánicos eran puestos de inmediato en estado de alerta, listos a emprender "un ataque defensivo" contra el enemigo. En los intervalos entre esas
te
nsiones, las provocaciones mutuas (envío de saboteadores al otro lado de la
frontera, tiroteos fronterizos, etc.), eran una actividad cotidiana.
25
fe
En más de una ocasión, durante esta primera fase de la guerra fría, los Balcanes se enfrentaron incluso al peligro real de que ésta escalase hacia una
"guerra caliente". AI parecer el punto culminante se alcanzó en la primavera
de 1955, cuando en Europa se creó una segunda alianza militar: la Organización del Pacto de Varsovia. El motivo formal fue la adopción de la República
Federal de Alemania como miembro de la OTAN. En respuesta a ello, el 14 de
mayo ocho países socialistas con la URSS al frente, entre ellos Albania (hasta
1968), Bulgaria y Rumania, acordaron prestarse ayuda mutua, incluso militar,
en caso de un ataque armado contra uno o varios de ellos.
Así, a mediados de los años cincuenta los Balcanes se convirtieron incluso oficialmente en una de las principales direcciones -la meridional- del enfrentamiento económico, político y militar entre los dos sistemas mundiales liderados
respectivamente por EE.UU. y la URSS. Únicamente Yugoslavia, todavía en el papel
de "nuestro entre ajenos y ajeno entre nuestros", quedaba al margen de los dos
sistemas de, dizque, seguridad colectiva, y en la práctica, de agresión colectiva.
¿Pero por qué, a pesar de esas chispas que volaban constantemente entre
los dos bandos hostiles en esta primera etapa, cuando el peligro era muy real
la guerra fría no llegó a convertirse nunca en guerra caliente? ¿Tanto más que
esa variante fue concebida más de una vez, incluso en el "campo soviético"?
La explicación es bien sencilla. Junto con Alemania, la URSS era el otro país
que sufrió en mayor grado los estragos de la segunda guerra mundial. Por tal
razón, y al menos inicialmente, la URSS estaba interesada en conservar la paz
mientras conseguía recuperar su poderío militar. Hablando con Milovan Djilas.
Stalin fijó hasta los plazos en que esto ocurriría: "de quince a veinte años"
(Djilas, p, 121),
Sin embargo, hasta 1949 la URSS aún no hahía puesto fin al monopolio nuclear de Eií.uu. que había demostrado de manera patente su poder aniquilador
con los bombardeos a Japón en agosto de 1945. En su reunión con los dirigentes búlgaros y yugoslavos, el 10 de febrero de 1948, Stalin explicó con meridiana claridad la estrategia de la URSS: "Todo el asunto radica en la correlación de
las fuerzas. Si la fuerza te acompaña, golpea. Si no, no aceptes el combate. Nosotros aceptamos el combate no cuando lo desea el adversario, sino cuando
esto redunda en nuestro interés" (Dimitrov, 1997, p. 600).
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'o,
Pero en la primera mitad de la década de los cincuenta, cuando ya la URSS
también poseía armamento atómico e incluso bombas H, parece que el sentido común de los políticos de ambas superpotencias prevaleció sobre las descabelladas propuestas de los militares de asestar "el primer golpe". Tanto más
que después de la muerte de Stalin (marzo de 1953), la nueva directiva soviética se fue orientando a la llamada política de coexistencia pacífica. Proclamada
oficialmente en el XX Congreso del PCUS en febrero de 1956, esta política no
ponía el acento en una actitud de fuerza sino en "la detente" y en la emulación
económica entre los dos sistemas mundiales.
Estos cambios, sin duda positivos, que se produjeron en la conducta política del país líder del "bloque oriental" tuvieron su reflejo directo e inmediato
también en los Balcanes.
Primero, en mayo de 1955, al cabo de una interrupción de trece años, fueron restablecidas las relaciones diplomáticas entre Bulgaria y Grecia. En los
años siguientes los dos países firmaron una serie de acuerdos que desempeñaron un papel sustancial para reducir la tensión a lo largo de sus fronteras.
Segundo, también en mayo de 1955, una "repentina" visita a Belgrado del
nuevo primer secretario del ce del PCUS, Nikita Kruschev, marcaba el comienzo de un deshielo sensible de las relaciones entre Yugoslavia y sus vecinas del
campo socialista. Aunque, así y todo, no se llegó a la readmisión plena de Yugoslavia en la familia del socialismo. En cambio, el país empezó a jugar un rol
importante en el llamado movimiento de los países no alineados.
Tercero, al final de ese mismo año fueron adoptados como miembros de la
ONU 16 Estados, entre ellos Rumania y Bulgaria.
Desde luego, tan positiva evolución de las relaciones entre los países balcánicos, y de todo el clima internacional, no significaba, ni mucho menos, que
hasta el final de los años cincuenta y comienzos de los sesenta la humanidad
Pudiera respirar con alivio por haberse desembarazado del peligro de una nueva guerra mundial "caliente". Al contrario, todo conflicto local, dondequiera
que surgiera, conducía invariablemente a la agudización de la tirantez en todos
los "puntos de contacto" de las dos organizaciones militares mundiales: la
OTAN y el Pacto de Varsovia. Y en los Balcanes esto siempre se manifestaba con
particular fuerza.
27
• Si
i?
ja
Tal vez la llamada crisis del Caribe, en otoño de 1962, fue la prueba más convincente de cuan real era el peligro de que un conflicto local se transformase en
mundial. Por ejemplo, en una declaración especial del 23 de octubre de ese año,
el gobierno búlgaro constataba que "Estados Unidos de América y sus aliados
han procedido a emprender acciones prácticas de preparativos de guerra", por lo
cual ordenaba que las fuerzas armadas del país fueran puestas en estado de alerta máxima (VI>NRB, 1979, pp. 613-615). Medidas análogas fueron tomadas por los
demás países de la región y los Balcanes estuvieron a punto de convertirse en
el sitio donde se iniciara un tercer conflicto, "caliente", europeo y mundial.
Pero al parecer fue justamente esta perspectiva nefasta lo que marcó el término de la primera etapa de la guerra fría y el comienzo de una nueva, segunda etapa, cuya esencia definiríamos mediante otro acontecimiento de inicios
de los años sesenta: la construcción del muro de Berlín, que desde agosto de
1961 hasta noviembre de 1989 dividió en dos, no tanto a la antigua capital alemana sino más bien al mundo entero.
Fueron casi treinta años en que ambos mundos, el occidental y el oriental,
transigieron con lo inevitable que era la existencia del otro; lo cual, por su
parte, introdujo cambios sustanciales en sus relaciones bilaterales.
Cambió, a propósito, la propia terminología de sus interrelaciones. Sin abandonar el estilo de la guerra fría, se evitaban conceptos como "contener al comunismo" y "venganza masiva" (en el sentido de guerra nuclear total). Desde
mediados de los sesenta tales conceptos fueron reemplazados por los mucho
más cautelosos de "reaccionar de forma flexible", "frenar realmente" al enemigo, etcétera. Y otra vez, uno de los mejores ejemplos de estos cambios en las
relaciones entre los dos bloques militares mundiales fueron los Balcanes.
Por un lado, al parecer se debilitó "el férreo agarre" con que en el decenio
anterior cada una de las dos superpotencias tenía a sus aliados de la región. Así>
éstos obtuvieron la posibilidad de desarrollar relaciones sobre la base no sólo
del enfrentamiento de bloques sino también de la comunicación normal entre
vecinos. En los años sesenta se hicieron posibles una serie de acuerdos bilaterales que dieron solución a problemas puramente prácticos entre los Estados
de la zona, lo cual sin duda ejerció una influencia positiva en el clima político
de los Balcanes.
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Por otro lado, este despeje condujo a modificaciones incluso en las doctrinas militares de los países balcánicos. A partir de mediados de la década de los
sesenta todos ellos adoptaron la estrategia de "la reacción flexible" y de "guerra limitada". Lo que las caracterizaba era que el objetivo no consistía únicamente en la aniquilación plena del enemigo mediante el uso obligatorio de armas nucleares. Y si bien las nuevas doctrinas militares no significaban el fin de
'a tensión en los Balcanes, hacia las postrimerías del decenio ésta se vio decididamente mermada.
A su vez, ello condujo a la superación de algunas de las dimensiones puramente civiles de la guerra fría. El debilitamiento de la presión ejercida por la
URSS sobre los países socialistas les permitió renunciar a algunas de las manifestaciones más monstruosas del totalitarismo bolchevique. Así, por ejemplo,
después de 1962 fueron desmantelados hasta los últimos campos de concentración para disidentes en Bulgaria y Yugoslavia. Los ciudadanos de estos países
encontraron mayores posibilidades de viajar al extranjero y de entablar contactos fuera del "telón de acero".
Se ampliaron también las relaciones comerciales y económicas entre los
Países balcánicos, independientemente de su pertenencia a sistemas sociales
distintos. Por ejemplo, hacia 1975 el intercambio comercial de Bulgaria con
Grecia creció hasta llegar a 85 millones de dólares, y con Turquía hasta 52 millones de dólares anuales.
No obstante, en la marcha de esta evolución de por sí positiva en las relajones interestatales balcánicas se manifestó también su especificidad como
región. A comienzos de los sesenta, por razones ideológicas (desacuerdo con la
desestalinización) y político-militares, Albania se sumió en un aislamiento continuo, aún dentro del sistema al que pertenecía. Y en 1974, Grecia y Turquía,
a
mbas miembros de la OTAN y, como tales, participantes activas y aliadas en la
guerra fría, llegaron incluso a un conflicto "caliente" entre sí.
El motivo fue la antigua colonia inglesa de Chipre, que en 1960 obtuvo la
'«dependencia. La isla estaba poblada mayormente por griegos (78 por ciento)
que naturalmente deseaban adherirse a Grecia. Era absolutamente opuesta la
Postura de Turquía, por cuanto en Chipre vivía un 18 por ciento de turcos, y
Ankara estaba a favor del reparto de la isla.
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"El problema de Chipre" fue una fuente constante de tensión entre Grecia
y Turquía. De todos modos, hasta 1974, no sin los esfuerzos de EE.UU. y de los
demás países miembros de la OTAN, los conflictos fueron sofocados. Sin embargo, en julio de 1974 la junta militar que gobernaba en Grecia desde 1967 inspiró un golpe de Estado con la intención de acelerar la adhesión de Chipre. Por
su parte, Turquía declaró toda la región del mar Egeo "zona de hostilidades' e
incluso su aviación bombardeó la capital de Chipre, Nicosia.
Los intentos del Consejo de Seguridad de la ONU de intermediar para el
cese del conflicto fracasaron. A mediados de agosto, aprovechando la caída de
la junta en Atenas, Turquía ocupó cerca del 40 por ciento del territorio de Chipre. Acto seguido se declaró la movilización tanto en Grecia como en Turquía
y se acumularon considerables fuerzas militares a lo largo de la frontera entre
ambos países. Sólo entonces se puso fin al conflicto.
El diferendo chipriota tuvo consecuencias duraderas para la situación no sólo
en la zona de los Balcanes. Por un lado, se puso en entredicho el propio proyecto de la OíAN como sistema de defensa colectiva del mundo occidental; asimismo, se enfriaron las relaciones bilaterales entre Turquía y la OTAN y entre Grecia y la OTAN. Ankara amenazó con abandonar la Alianza y el nuevo gobierno
griego anunció ni más ni menos su decisión de que Grecia abandonase la organización militar. Finalmente, ambos Estados permanecieron en la OTAN pero a
costa de sustanciales concesiones de parte de la alianza atlántica que suponían
una mayor autonomía, tanto griega como turca, a la hora de tomar decisiones.
Empeoraron sensiblemente también las relaciones entre Grecia y Turquía,
lo cual se tradujo con claridad en las sucesivas y sustanciales modificaciones introducidas en sus doctrinas militares. Hasta mediados de la década de los setenta, por ejemplo, Grecia edificó su doctrina militar sobre la base de la concepción del "peligro del norte", es decir proveniente de Bulgaria y Yugoslavia,
pero después del conflicto chipriota por primera vez en la historia de la OTAN
un país miembro definió en su doctrina militar a otro país miembro corno
fuente de amenaza militar. "El peligro del este", o sea proveniente de Turquía,
fue puesto en un primer plano como principal peligro para la soberanía y la integridad territorial de Grecia, quedando relegado a un segundo plano "el del
norte" y considerado como posible sólo en caso de conflagración mundial.
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Fueron análogas las "novedades" en la doctrina militar de Turquía. El país
del que provenía la principal amenaza para su seguridad ya era Grecia, por
cuanto, además del problema chipriota, existieron entre los dos países eonflictivos relacionados también con el estatuto de las islas griegas, el control en el
mar Egeo, la plataforma continental y la situación de "la minoría turca" en territorio griego.
O sea que la guerra fría en los Balcanes se aproximó a su fin de la misma
forma como había comenzado: con la apertura de un segundo frente interno,
esta vez en el marco de la OTAN; y este segundo frente sería una de los rasgos
más relevantes de los últimos años de su historia.
Pero la característica más importante de la guerra fría es que, a fin de cuentas, ésta no fue ganada con las armas sino con medios netamente económicos.
El estratega de esta batalla final que se desencadenó en los años ochenta fue
el presidente de KK.UU., Ronald Reagan. Sin embargo, al menos en Europa, al
parecer fue Alemania la que se alzó con la parte del león.
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En un seminario sobre la seguridad y la democracia en la nueva Europa celebrado en Atenas en 1994, el vicealmirante griego de la reserva, A. DimitrakóPulos, llamó la atención sobre otra paradoja típicamente balcánica: después del
fin del modelo bipolar, con menos amenazas reales en el horizonte, ¡en la región hubo de hecho mucho menos paz!
Lamentablemente era cierto. Porque si se parte de la tesis aceptada umversalmente de que la guerra fría fue producto de la confrontación de bloques en
el mundo bipolar existente de 1945 a 1989, hubiera sido lógico esperar que una
y
ez desaparecida esa confrontación, el viejo continente por fin respirara aliviado y dijera adiós a decenios de tensión. Pero no fue así en esta parte de Europa
"amada los Balcanes.
Es cierto que tanto Grecia como Turquía volvieron a revisar sus doctrinas
militares, reduciendo los pronósticos en cuanto al "peligro del norte". Pero no
es menos cierto que los presupuestos militares de ambos países siguieron siendo de los más elevados en la OTAN. En 1988, por ejemplo, Grecia destinó a objetivos militares 7 por ciento de su producto interno bruto, contra 5.9 por cien31
to en 1994. Para Turquía las cifras fueron,, respectivamente, de 4.4 por ciento
y de 3.1 por ciento.
Es verdad también, por otra parte, que tres de los cuatro Estados balcánicos ex comunistas: Albania, Bulgaria y Rumania, junto con Macedonia, surgida en 1991, aspiraron y aspiran activa y tenazmente a su integración en las estructuras europeas y euroatlánticas. Pero no es menos cierto que para ellos la
perspectiva de volver a convertirse de balcánicos en europeos es aún bastante
remota.
Una de las causas es que el derrumbe de los regímenes comunistas en Bulgaria, Rumania y Albania, el comienzo de los procesos de democratización en
ellas después de 1989 y la disolución del Pacto de Varsovia, de hecho sólo cambiaron de lugar los focos de tensión que existieron a lo largo de la vieja "línea
del frente" de la guerra fría en la región, pero sin desplazarlos de los Balcanes.
Es más, si durante todo el periodo en que la guerra fría existió, en la península no hubo un solo conflicto bélico (exceptuando el que estalló entre Grecia y
Turquía por Chipre), se puede decir que después del fin oficial de esta guerra
fría prácticamente no pasa un solo año sin que se produzcan sangrientos conflictos armados. Y es poco probable que exista una democracia europea afirmada que esté dispuesta a abrir voluntariamente sus puertas a naciones y Estados con problemas seculares y graves.
La otra causa, la fundamental, radica en la propia historia de esta región.
Aquí, a diferencia de "la otra Europa", el camino natural a los Estados democráticos, de tradiciones democráticas, de sólidas instituciones democráticas,
es una excepción, y no una regla. Aquí, debido a la combinación entre el dominio de dos imperios: el otomano y el austro-húngaro, la democracia es un fenómeno de aparición tardía. Aquí, sus deleznables brotes de comienzos del
siglo XX fueron pisoteados sin piedad sea por regímenes autoritarios, sea por el
totalitarismo comunista. Y por último, mas no en importancia, aquí chocan tres
religiones: la ortodoxia, el catolicismo y el islam. Además, la población que las
profesa no está emplazada en Estados homogéneos sino desparramada pof
toda la península como minorías étnicas y religiosas.
Por todo ello, por paradójico que sea, once años después del cierre de la era
de la guerra fría, ésta, al parecer, aún no se ha ido de los Balcanes. Más bien,
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ha adquirido otras formas... Y la prueba más convincente de ello fue la primavera de 1999, cuando "la democrática OTAN" lanzó miles de toneladas de
bombas, proyectiles y misiles contra "la Yugoslavia comunista", fj
BIBLIOGRAFÍA
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