Veinte mil leguas de viaje solidario

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El Correo Gallego Martes, 13. oct. 2009
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Galicia 11
Veinte mil leguas de viaje solidario
altruismo  María Martínez, una lucense de 43 años, es la fundadora de Miradas al Mundo, la ONG que preside y desarrolla su labor
humanitaria en siete países de África y en Bolivia  “Cada vida que salvas es un pequeño milagro y el mayor logro que puedes alcanzar”, dice
xosé ramón r. iglesias • santiago
Etiopía, Tanzania, Marruecos,
Guinea Bissau, Kenia, Sierra
Leona, Uganda, Mozambique...
si la solidaridad de María Martínez se midiese en kilómetros,
habría dado ya varias veces la
vuelta a la Tierra. Una nimiedad
si se compara con la grandeza
del corazón altruista que alienta sus acciones. Esta lucense de
43 años, presidenta y fundadora
de la ONG Miradas al Mundo, lleva siete años embarcada en una
cruzada tan silenciosa como necesaria: dignificar la vida de los
más pobres, de los que se mueren de hambre ante la irresponsable indiferencia de las grandes
conciencias del mundo desarrollado.
La solidaridad y la entrega a
los demás María las lleva en la
sangre. “Desde mis quince años
dediqué siempre mi tiempo libre a colaborar en orfanatos, a
ayudar a mendigos, a enfermos
de Sida, a toda esa gente a la que
la sociedad le niega hasta las caricias”, recuerda. Sin embargo,
el punto de inflexión que cambió su vida fue su primer viaje a
África. Se embarcó como turista,
pero pronto dejó de serlo al ver
la miseria que allí se encontró.
“En mi camino se cruzaron niños que quizá sin mi ayuda sus
vidas hubieran llegado a su fin.
Comprendí la importancia del
compromiso y de estar en el momento oportuno donde más falta hace. Nunca más fui capaz de
mirar para otro lado”. Desde entonces, cada doce meses, dos se
desplaza al continente negro para comprobar in situ cómo se reparte toda la ayuda que recolecta
en España el resto del año.
Antes se encontraba más sola en esta lucha. Desde que con
otros compañeros de toda España fundó hace poco más de un
año Miradas al Mundo se muestra más esperanzada que nunca.
La presidenta de Miradas al Mundo, María Martínez, sostiene entre sus brazos a un niño desnutrido en un poblado de Guinea Bissau
María, derecha, con una cooperante y dos nativos en Kenia
“Aunque pasemos desapercibidos, somos muchos trabajando
en el anonimato para realizar pequeños milagros y ayudar a sobrevivir a mucha gente que carece de oportunidades”, asegura.
Miradas al Mundo desarrolla
su labor solidaria en siete países
de África y en Bolivia. Reparte
becas y ayuda a financiar jardines de infancia, centros de salud,
colegios para huérfanos, la construcción de pozos y proyectos
sociales para mujeres con Sida y
niños soldados. “Creamos la asociación para canalizar las aportaciones y con ellas poner en marcha pequeños proyectos que con
muy poco ayudan a vivir digna-
mente a mucha gente”, explica.
Aunque vive enteramente
entregada a la causa de los pobres, conoce bien el mundo de
los ricos. Subdirectora de una
sucursal coruñesa de la cuarta
entidad bancaria más importante del país, la desproporción en
el reparto de la riqueza que ve
todos los días la reafirma en su
proyecto vital. “Lucho para que
la gente se dé cuenta de que con
lo que derrochamos en esta sociedad de consumo, se salvarían
muchos pobres terminales”.
“Cada vida que salvas es un
sufrimiento menos y el mayor
logro que puedes alcanzar”. Este
enunciado guía su existencia.
más allá de la cinematografía
‘Memorias de África’, sin Robert Redford ni Meryl Streep
“Dicen que el niño africano es
feliz, aunque viva en la miseria.
No hay nada más lejos de la realidad, el niño africano es alegre
como la luz que baña los paisajes que lo rodean, pero no feliz.
Tan solo lo ves feliz cuando no
tiene encima el fantasma del
hambre. No hay nada mejor que
ver reír a un niño después de
ofrecerle una buena comida. El
hambre apaga todo atisbo de felicidad”. La visión del continente negro que María mantiene en
su retina dista mucho de la hermosa composición fotográfica
que Sydney Pollack nos rega-
ló en Memorias de África. Con
Robert Redford y Meryl Streep
como protagonistas, la película
del director americano se convirtió en el mayor escaparate turístico de los paisajes africanos.
Nadie le podrá negar los sublimes atardeceres que consiguió
rodar, la seductora quietud y la
romántica serenidad que emanan de cada uno de sus planos...
Pero tampoco nadie podrá ocultar que la población nativa fue
tratada como un decorado más,
como un elemento exótico que
con su presencia completa la rica gama cromática de una es-
tampa tan idílica como irreal.
María no se dedica al cine. Si
lo hiciera, la población africana
más necesitada sería la única
protagonista. El día que marcó
su perspectiva no lo olvidará jamás. “En mi primer viaje a África supe lo que era que un niño
pasara hambre, un rostro que
no sonríe porque el dolor que
le produce el hambre no le deja.
Esa verdad palpable me marcó
para siempre”. Desde aquel momento, trabaja cada día para que
“un simple plato de arroz llegue
a la máxima cantidad de personas hambrientas”. “Uno empie-
za a vivir solo cuando tiene algo
por lo que morir –reflexiona–,
ellos son mi vida. Nada puede
hacer más feliz que ver comer
a un niño que no lo hace habitualmente, nada produce más
satisfacción que proporcionarle esa comida”. Los nativos que
reciben su solidaridad la adoran
como a una Santa Teresa laica y
la colman de regalos humildes
y sentidos adjetivos. A ella nada le gusta más que cuando le
dicen “eres una blanca con corazón negro”.
Sí, la mirada de María difiere sustancialmente de la Syd-
ney Pollack y coincide más con
el África ardiente al que cantaba el cubano Silvio Rodríguez,
con la que impresionó a John
Huston cuando fue a rodar La
reina de África, con Humphrey
Bogart y Katharine Hepburn,
aunque no se atrevió a filmarla. Clint Eastwood la reflejaría
por él, cuando lo interpretó en
su aventura africana, con una
esclarecedora escena final que
da título al filme: “¿Qué dicen
los tambores?”, pregunta Huston/Eastwood; “proclaman lo de
siempre”, le contestan, “Cazador
blanco, corazón negro” n
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