Espejo deformante

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Espejo deformante
Escrito por Milagros Socorro (periodista)
Lunes, 20 de Julio de 2009 11:44
La noticia más importante de la semana no llegó a producirse. Y su ausencia ha dejado un
vacío ensordecedor. En vano esperamos la rueda de prensa convocada en conjunto por la
Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, el Ministerio de Interior y Justicia, el CICPC, la Policía
Metropolitana y Policaracas para desmentir,
con la firmeza del caso, el reportaje del
periodista Gustavo Rodríguez, publicado el 12 de julio, en El Universal.
Nadie se pronunció. El Gobierno, paralizado, ineficiente, irresponsable, insensible, en fin,
callado, otorga: los señalamientos de Gustavo Rodríguez, capaces de helar la sangre y
exacerbar el miedo (que es hoy el paisaje donde nos encontramos todos los venezolanos,
como hermanos ateridos por el mismo vendaval), son ciertos desde la primera línea hasta la
última.
Ningún funcionario salió a tranquilizarnos, a mentirnos un poco, que nada les cuesta, como
bien han demostrado. El domingo pasado supimos que en 2009 se producirán miles de
secuestros express en todo el territorio y la inmensa mayoría habrán sido perpetrados por
policías, vestidos con sus uniformes y valiéndose de las armas y los medios de transporte que
la república puso en sus manos para defender a la ciudadanía. Solamente en Caracas, según
la valiente pesquisa de Rodríguez, “se registra un promedio de tres eventos de este tipo cada
día. La tendencia indica que en el primer semestre se produjeron 540 plagios y al concluir el
año la cifra superará los 1.500 casos, debido a que el último trimestre suele tener mayor
actividad criminal”.
Nadie nos ha defendido. Nadie va a defendernos. Estamos solos en un mar nocturno,
asediados por criminales que pisotean nuestra dignidad con botas pagadas con nuestros
impuestos. Cuando salen a la calle, nuestros hijos están librados al arbitrio de delincuentes que
portan una placa donde reza el nombre de Venezuela. Esa es la revolución que Chávez y sus
cómplices nos han deparado.
Pero aún hay más. El trabajo de Gustavo Rodríguez se detiene en un detalle estremecedor:
“los antisociales cuentan con unos 20 radios portátiles que han desaparecido de diferentes
organismos. Con estos aparatos escuchan las exclusivas frecuencias del Cicpc y los alertan
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acerca de procedimientos en curso.
Ingenieros en Comunicaciones han asegurado que resulta imposible neutralizar estos equipos”.
Esto implica que las denuncias a las autoridades ante un plagio en marcha son interceptadas
por los secuestradores, dueños de la vida de la víctima y despreciativos verdugos que incautan
el grito de espanto de la familia.
Conviene que la sociedad venezolana se mire de frente en el espejo que ofrecen los
uniformados criminales; usurpadores, además, de los medios que podrían usar las
comunidades para denunciar los atropellos, para hacerse oír por las autoridades. Porque eso
es lo mismo que nos va a ocurrir si permitimos el silenciamiento de los medios de
comunicación; de momento, los únicos “radios portátiles” con que cuenta la comunidad para
hacerse escuchar, para paliar en algo la crisis institucional que abruma al país.
Cuando Diosdado Cabello dice que no se va “a dejar chantajear”, en alusión a las acusaciones
de corrupción administrativa de que es objeto, está anunciando su propósito de hacer una
requisa de “radios portátiles” para que las denuncias se ahoguen en la garganta de la nación.
Ahí está el reciente caso de Curiepe para ilustrar el gran secuestro en que quedaríamos
cautivos si no nos movilizamos para impedir que nos amordacen (como hacen los policías
secuestradores con sus torturados): mientras el pueblo se fajaba para impedir la invasión de la
sede de la policía, el gobierno aseguraba, a través de VTV (radio portátil decomisada por
Chávez), que ahí no estaba pasando nada. De eso se trata la confiscación de las emisoras de
radio y de televisión, así como la anunciada embestida contra la prensa, de acallar los
tambores de todos los Curiepe, de que nadie escuche el tañido de la patria indignada.
No hay que distraerse. El proyectado asalto a los medios de comunicación no es arma
arrojadiza contra los empresarios, ni siquiera contra los periodistas, que tenemos en ellos
nuestra forma y razón de vida; es saeta dirigida al corazón de la sociedad, al derecho (humano)
a la información. Sería debacle del espíritu y de la cultura que nuestra historia no merece
admitir.
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