heredar la vida eterna

Anuncio
ORACIÓN DEL BUEN SAMARITANO
Señor, no quiero pasar de lejos
ante el hombre herido en el camino de la vida.
Quiero acercarme
y contagiarme de tu compasión
para expresar tu ternura,
para ofrecer el aceite que cura heridas,
el vino que recrea y enamora.
Tú, Jesús, buen samaritano,
acércate a mí,
como hiciste siempre.
Ven a mí para introducirme en la posada de tu corazón.
acércate a mí,
herido por las flechas de la vida,
por el dolor de tantos hermanos,
por los misiles de la guerra,
por la violencia de los poderosos.
Sí, acércate a mí,
buen samaritano;
llévame en tus hombros, pues soy oveja perdida;
carga con todas mis caídas,
ayúdame en todas mis tribulaciones,
hazte presente en todas mis horas bajas.
Ven, buen samaritano,
y hazme a mí tener tus mismos sentimientos,
para no dar nunca ningún rodeo
ante el hermano que sufre,
sino hacerme compañero de sus caminos,
amigo de tus soledades,
cercano a tus dolencias,
para ser, como Tú, "ilimitadamente bueno"
y pasar por el mundo "haciendo el bien"
y "curando las dolencias"
Amén
Lc 10, 25-37
E
n aquel tiempo, se presentó un letrado
y le preguntó a Jesús para ponerlo a
prueba: «Maestro, ¿qué tengo que
hacer para heredar la vida eterna?» El le dijo:
« ¿Qué está escrito en la Ley?, ¿qué lees en
ella?». El letrado contestó: «Amarás al Señor
tu Dios con todo tu corazón y con toda tu
alma y con todas tus fuerzas y con todo tu
ser. Y al prójimo como a ti mismo.» El le dijo:
«Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
Pero el letrado, queriendo aparecer como justo, preguntó a Jesús: «
¿Y quién es mi prójimo?» Jesús dijo: «Un hombre bajaba de
Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo
desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándole medio
muerto. Por casualidad un sacerdote bajaba por aquel camino y, al
verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que
llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un
samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio
lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino y,
montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo
cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios y, dándoselos al posadero,
le dijo: `Cuida de él y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.
¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó
en manos de los bandidos?» El letrado contestó: «El que practicó la
misericordia con él.» Le dijo Jesús: «Anda, haz tú lo mismo».
Un letrado pregunta a Jesús
Un letrado preguntó a Jesús: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para
heredar la vida eterna?».
La respuesta de Jesús fue otra pregunta: ¿Qué está escrito en la ley?
El letrado respondió: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón,
con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu
prójimo como a ti mismo".
Jesús le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»
El doctor de la Ley, para justificar su intervención, pregunta: "¿Y quién
es mi prójimo?".
La respuesta: la parábola del “Buen Samaritano”
Jesús contesta con una parábola, en la que habla de un hombre
asaltado y abandonado medio muerto, en el camino. Aparecen dos
viajeros: primero un sacerdote, luego un levita; dos personas muy
religiosas de las que cabría esperar que tuvieran compasión del
herido. No es así. Los dos dieron un rodeo y pasaron de largo.
Apareció un tercer viajero. Ni siquiera pertenece al pueblo elegido. Es
un odiado samaritano, miembro de un pueblo enemigo. El samaritano
“tuvo compasión” y se acercó, se aproximó, se hizo prójimo, hizo por
aquel hombre todo lo que pudo: curó sus heridas, lo vendó, lo montó
sobre su cabalgadura, lo llevó a una posada, cuidó de él y pagó todo lo
que hiciera falta.
La parábola rompe la discriminación entre amigos y enemigos, entre
pueblo elegido y gentes paganas.
La compasión no llega de la gente del Templo, sino de un enemigo.
Para Jesús Dios era compasión. Y la única manera de ser como Dios
y de actuar de manera humana era actuar como aquel samaritano, no
como los representantes de la religión que pasan de largo junto al
herido.
La verdadera postura no es preguntarse como el escriba: “¿Quién es
mi prójimo?”, ¿hasta dónde llegan mis obligaciones hacia los
demás?
La verdadera actitud de quien vive movido por la compasión es
preguntarse: ¿quién está necesitado de que yo me acerque y me
haga su prójimo? Cuando uno vive desde la compasión de Dios, no
se pregunta a quién tengo que amar, sino quién me necesita cerca.
Todo herido que encuentro al borde de mi camino es mi prójimo. Para
imagen de Dios hay que ser compasivos como Él es compasivo,
responsables del destino de nuestros hermanos.
La globalización de la indiferencia
Así lo expresaba el otro día el Papa Francisco:“Hoy nadie se siente
responsable de esto; hemos perdido el sentido de la responsabilidad
fraterna; hemos caído en la actitud hipócrita del sacerdote y del
servidor del altar, del que habla Jesús en la parábola del Buen
Samaritano: miramos al hermano medio muerto en el borde del
camino, quizá pensamos "pobrecito", y continuamos por nuestro
camino, no es tarea nuestra; y con esto nos tranquilizamos y nos
sentimos bien. La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en
nosotros mismos, nos vuelve insensibles a los gritos de los demás,
nos hace vivir en pompas de jabón, que son bellas, pero no son nada,
son la ilusión de lo fútil, de lo provisorio, que lleva a la indiferencia
hacia los demás, es más lleva a la globalización de la indiferencia. En
este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la
indiferencia. ¡Nos hemos habituado al sufrimiento del otro, no nos
concierne, no nos interesa, no es un asunto nuestro!
«Anda, haz tú lo mismo».
El sacerdote y el levita dieron un rodeo. El samaritano se portó como
prójimo del caído. Jesús critica severamente a quien por vivir
abstraído en sus obligaciones para con Dios pasa de largo ante
cuantos le necesitan. El nunca “dio un rodeo” para no encontrarse
con los hombres, los enfermos, los publicanos, los pecadores… los
que necesitaban compasión.
Jesús nos recuerda hoy que no hay verdadero amor a Dios si no
atendemos al hermano. ¿Quien está necesitando en mi vida que
me acerque, que no de un rodeo, que no pase de largo?
Descargar