NOTAS SOBRE VIDA COTIDIANA Y DEMANDAS RELIGIOSAS POPULARES EN CENTROAMERICA Luis Samandú" En la década pasada dio inicio en las universidades centroamericanas, bajo la coordinación del CSUCA, una línea de estudios sociorreligiosos que abarcaron los fenómenos más relevantes de cada país. Estos estudios fueron UD primer y modesto paso para in­ ternarse en una temática por demás compleja, rica y de no poca trascendencia para los procesos sociopo­ líticos que marcan la región. De esos estudios yac­ tividades colaterales, además de UD material acadé­ mico. salieron diversas iniciativas de parte de orga­ nismos de base e iglesias, que condujeron a nuevas investigaciones, más espedficas y delimitadas a al­ gunas realidades concretas. Todo eUo demostró la importancia de estudiar estos temas, si bien la tarea encuentra demasiados obstáculos, debido a que los temas sociorreligiosos no son del interés de los fon­ dos de financiamiento. En una primera etapa las investigaciones tuvie­ ron como objeto a lo que aquí denominaremos como movimiento clll61ico de base 1. constituido por una diversidad de organizaciones, actores y prácticas -comunidades eclesiales de base. delegados de la Palabra, catequistas, centros de formación, comuni­ dades campesinas, etcétera. En UD segundo mo­ mento. la atención fue puesta sobre el efervescente • Investigador del Departamento Ecuménico de lrM:stigac:io­ Des de CostaRica. 9 LuISSAMANou evangelismo de corte sectario, en particular el mo­ vimiento pentecosuü, un vasto conjunto de iglesias de muy variado tamaño, organizaciones sectarias, pre­ dicadores callejeros, programas de televisión y radio, masivas campañas de avivamiento, etcétera. Alrededor de estos dos movimientos versará nuestra exposición y con ello estamos descartando otros fenómenos sociorreligiosos presentes en el es­ cenario centroamericano actual. Aquí no nos vamos a referir al amplio mundo de los llamados nuevos movimiento: religiosos, en el que se confunden ex­ presiones religiosas muy variadas y de un granado esoterismo; ni a corrientes paracristianas como Mormones y Testigos de Jehová; tampoco nos refe­ riremos a las prácticas y modas religiosas que abun­ dan dentro de los estratos medios y altos de la re­ gión. 1. Una hipótesis La lógica que estaba detrás de nuestras preocupa­ ciones, cuando nos concentramos en esos dos movi­ mientos de raigambre popular y de una amplia aco­ gida, era la de descubrir cómo las demandas religio­ sas populares se articulaban con estas dos opciones religiosas, de consecuencias tan dispares en lo que a los cambios sociales se refiere. Incluso si tratamos de precisar los momentos de auge de ambos movi­ mientos, debemos señalar que el movimiento cató­ lico tuvo una mayor presencia en la década del se­ tenta y principio de los ochenta, cuando se vivía una creciente movilización revolucionaria en países cla­ ves de la región; mientras que los pentecostales, se destacaron de manera nítida en los ochenta, cuando campeaban en la región los vientos contrarrevolu­ cionarios. Pero si bien las funciones sociales que aparecían jugando ambos movimientos en los conflictos socio­ políticos, eran antagónicas, de promover o de retar­ dar los cambios, los datos empíricos señalaban una 10 VIDA c:anDIANA y DEMANDAS REUGIOSAS POPUlARES serie de puntos comunes que explicaban, hasta cierto tramo, el éxito de ambos movimientos y su raíz común en los sectores populares centroameri­ canos. Tanto los pentecostales, como el movimiento católico de base, comienzan su ascenso en un mismo periodo histórico, al promediar la década del se­ senta, y en similares coyunturas de crisis; en los mismos sectores sociales y en lo que se refiere a la oferta religiosa, con ciertos rasgos similares, por lo menos en algunos aspectos básicos de la misma. La hipótesis que venimos trabajando dice que ambos movimientos, más allá de algunas diferencias fundamentales y de mucha apariencia de ser entre sí excluyentes, han debido parte o todo su éxito a la manera, la profundidad y la intensidad con que han tocado determinados códigos propios a las mentali­ dades populares centroamericanas. Nosotros nos hemos fijado con demasiada frecuencia en los con­ tenidos de prácticas y discursos, en su potencial de movilización social, descuidando los símbolos y re­ presentaciones religiosas que constituyen la concien­ cia religiosa popular. Además, pareciera que dichos códigos no serían de utilidad exclusivamente religiosa. Más bien, la re­ ligión nos permite captarlos en su mejor forma, pero su funcionamiento aparece en otros dominios de la conciencia colectiva y en otros ámbitos de prácticas sociales que el religioso. z. Las ofertas divergentes Nuestro modelo de análisis asume los planteamien­ tos de Bourdieu para el estudio de los fenómenos sociorreligiosos, es decir, el juego de ofertas y de­ mandas religiosas que le presta su dinámica al campo religioso, a los actores individuales e institu­ cionales que le dan vida.2 2 Piene Bourdieu, ·G~nese et strueture du champ religieux·, RJ!vw Francaise de Sociologie, XII, 1971,295-334. 11 luis SAMANou Toda institución religiosa, para poder existir ne­ cesita de un cierto público que la legitime social­ mente. El poder social de un grupo religioso no ra­ dica en el grado de verdad de sus creencias, sino en su poder de convocatoria; es decir, en la atracción que ejercen en los creyentes los bienes de salvación que ofrece, esto es su oferta: un conjunto de prácti­ cas y discursos fundadas en un orden trascendental al humano, que proveen al creyente de un sentido considerado vital para su vida y para lo que le sigue a ella. Dicha oferta por sí sola no garantiza el éxito de una empresa religiosa, ella debe responder a de­ mandas existentes, a requerimientos comunes a un grupo de población que apuntan a determinados bienes religio-sos; para llenar sus necesidades y ex­ pectativas de sentido: Ahora bien, las demandas re­ ligiosas existentes en determinado periodo histórico y en una sociedad dada sólo son observables en el consumo de los bienes religiosos; es decir, aquellos bienes que son más consumidos nos están hablando indirectamente de la demanda subyacente. Veamos brevemente qué caracteriza, identifica y separa a la oferta de los dos movimientos que nos ocupan. 2.1 Movimiento católico de base Su oferta ha ido sufriendo transformaciones en veinte años, las que pueden ser organizadas en cua­ tro periodos. Primerperiodo Su punto de arranque se encuentra al inicio de los sesenta, cuando los vientos renovadores provenien­ tes del Concilio Vaticano 11, traídos fundamental­ mente por misioneros extranjeros, alientan una pri­ 12 VIDA cxmDIANA y DEMANDAS REUOIOSAS POPUlARES mera ruptura con un tipo de religiosidad tradicional. En cierto modo se trat6 de una modernización de prácticas y discursos religiosos, acorde con el clima desarrollista que se vivíaen la región, De una práctica religiosa centrada en ritos y de­ vociones, vivida individualmente, se pasa a una práctica abierta al medio social inmediato y sus pro­ blemas, protagonizada por la comunidad de creyen­ tes. Ciertas concepciones fundamentales del discurso religioso, acerca del hombre, las relaciones Dios­ hombres, la salvaci6n y el pecado, sufren un cambio importante al historizarse y ser reconocidas como socialmente condicionadas. En este contexto, se valoriza el papel del cristiano como agente de transformaci6n en la sociedad. Lo Biblia, la cual comienza a ser estudiada y ma­ nejada por los fieles, se convierte en la principal fuente del mensaje religioso. El método que se ge­ neraliza es el de la confrontaci6n entre el mensaje bíblico y los problemas de la sociedad, a fin de ex­ traer líneas para la acci6n. En este periodo, una organizaci6n que tiene mu­ cho éxito es Familia de Dios, fundada en San Mi­ guelito, Panamá, y que se propaga a toda la regi6n al cabo de pocos años. Como lo dice su nombre, esta organizaci6n, que funcionaba en pequeños grupos al interior de los barrios, reunía a familias para re­ flexionar y actuar sobre sus problemas cotidianos, principalmente: el maltrato a las mujeres, el alco­ holismo, la descomposici6n familiar y la educaci6n de niños y j6venes. También en este periodo se inicia la formaci6n de Delegados de la Palabra en el campo centroame­ ricano. El choluteca será un centro de trascendencia regiona1, un actor religioso que habrá de cumplir importante papel en el proceso posterior. 13 LuISSAMANDU Segundo periodo En un segundo momento, posterior a la Conferencia del Episcopado Latinoamericano (MedeWn, 1968) de la cual proviene un replanteamiento radical del papel de la Iglesia católica en el continente, y en es­ trecha relación con los procesos sociales en cada país, se aprecia que el discurso se abre a la realidad social, incorporando herramientas científicas de análisis social, y las prácticas trascienden el barrio y se ubican en los problemas sociales más globales. A menudo, los protagonistas definen este periodo como el de la concientizaci{)n, porque en él los ere­ yentes se apropian de una interpretación de los pro­ blemas sociales, así como de las posibles vías de transformación. La familia deja de ser un tema exclusivo, la aten­ ción se centra en las condiciones de vida en las ba­ rriadas -salud, educación, agua potable, etcétera-, los problemas alrededor de la tierra y la comerciali­ zación de los productos en el campo. Las prácticas religiosas se amplían a actividades de organización y lucha de carácter reivindicativo, en tomo a los pro­ blemas señalados. El dirigente cristiano, en el campo y la ciudad, asume responsabilidades de liderazgo comunal. Con mucha frecuencia el grupo católico de base se constituye en cimiento de una organización social, reivindicativa -comité comunal, sindicato, etcétera. Tercer periodo Este se vivió en algunos países con mucha claridad, tal es el caso de El Salvador, Guatemala y Nicara­ gua. El movimiento religioso se confunde con el mo­ vimiento popular en el seno de una agudización de los conflictos políticos. Los niveles de fusión abar­ can lo ideológico, las acciones y la organización; prácticas y discursos de los católicos de base se poli­ tizan Yenfatizan su componente de liberación. 14 VIDA canDlANA Y DEMANDAS REUGlOSAS POPUlARES Cuarto periodo En los países recién mencionados, se distingue un cuarto periodo que podríamos llamar de desgaste y reformulación del movimiento católico de base. En El Salvador y Guatemala, el principal factor desen­ cadenante de Ia crisis fue la represión brutal que de­ sarticuló el movimiento y eliminó a buena parte de sus cuadros; el movimiento fue satanizado con el efecto de que se dañaron seriamente los nexos con su base social. En Nicaragua, el proceso revolucionario trajo consigo un proceso de secularización, que abrió nuevos espacios antes cubiertos por las comunidades -organizaciones de jóvenes, mujeres, campesinos, vecinos, etcétera-, éstas proveyeron de cuadros a la naciente revolución y fueron vaciándose, a la vez que fueron sometidas a aislamiento por parte de la je­ rarquía católica. Todos estos factores, sumados a una falta de flexibilidad de las comunidades para adaptarse a las nuevas circunstancias, contribuyeron a la crisis del movimiento, hoya la búsqueda de una nueva identidad. Pero a la erisís en estos países, le han seguido los esfuerzos por lograr una reformula­ ción del movimiento, proceso que está llevándose a cabo en estos momentos. Resumiendo esta breve caracterización de los cuatro periodos, se puede apreciar que el planteo católico de base sufrió en el correr de veinte años, una radical transformación, acorde con la dinámica de los conflictos sociales y políticos en cada país, a los cuales estaban abiertos discursos y prácticas de base. Hemos podido observar, en unos países más que en otros, como la oferta del catolicismo de base se fue alejando paulatinamente de su matriz original y, en la misma medida, se fue reduciendo su poder de convocatoria y por ende su feligresía. El alejamiento se produjo, en la misma medida en que discursos y prácticas del movimiento iban siendo desprovistos de los símbolos religiosos po­ pu1ares, al tiempo que ganaba espacio una raciona­ LUIS SAMANou lidad científica bastante ajena a la conciencia reli­ giosa popular. Del mismo modo, la dinámica de la lucha social y política Uevaba a descuidar, parcial o totalmente, los problemas más sentidos por los ere­ yent~s en el microcosmos de su vida cotidiana. Hay que acotar, por 61timo, que los cuatro pe­ riodos señalados no fueron un proceso homogéneo en todos los países; hoy se pueden encontrar, por ejemplo, comunidades de base en Panamá que han buscado un reformulación desde el segundo periodo, o grupos en Costa Rica que están en el primero. 2. 2 Movimiento pentecostal Tratemos de realizar una similar caracterización del movimiento pentecostal. En su trayectoria no es po­ sible señalar periodos que indiquen cambios profun­ dos de prácticas y discursos religiosos. Lo que sí se puede apreciar, en algunos países, es que en ciertas coyunturas políticas se modifican algunos plantea­ mientos pentecostales, pero no en aspectos sustan­ ciales, se trata más bien de un reacomodo a la situa­ ción motivado por la competencia existente al inte­ rior del campo religioso. Discursos y prácticas pentecostales no muestran mayores variantes ni en el tiempo, ni de una cultura a otra. Su planteo doctrinal, basado en una lectura literal de La Biblia, es sumamente simple. Organi­ zado alrededor de dos figuras centrales Dios y el Diablo, quienes están en una lucha permanente hasta el fin definitivo de este mundo. El convertido pentecostal se sabe parte de los elegidos, de los ya salvados en este mundo, por lo tanto enemigo decla­ rado del Diablo con quien entabla lucha en plazas, parques, templos y alcobas. Este planteo desvaloriza la realidad social, en tanto realidad sujeta a transformación por la acción de los hombres. La sociedad es el escenario del combate entre Dios y el Diablo, el final del desafio es ya conocido, todo está previsto en un plan inamo­ 16 VIDA conDlANA Y DEMANDAS REUGlOSAS POPULARES vible dispuesto por Dios desde fuera de la historia. Lo único que le resta al creyente pentecostal es co­ laborar en esta lucha sagrada, ganando almas para su fe. Mientras el discurso católico, como veíamos, se abría a lo social y sé dejaba interpelar por los pro­ blemas de los hombres, el discurso pentecostal se enconcha, se protege separando la realidad entre la divina Yúnica real, por un lado, y la mundana y en­ gañosa realidad humana, por el otro. Este dualismo le permite al pentecostalismo resistir con bastante éxito los más diversos embates de los conflictos so­ ciales y políticos; lo hace un espacio tremendamente seguro para los creyentes acosados por las contra­ dicciones sociales. A ello cabe agregar que el pentecostalismo for­ talece la experiencia religiosa individual. Es el indi­ viduo el que se convierte, es el individuo el que se salva. es el individuo el que mantiene una relación íntima con el Espíritu Santo. Importante es la con­ versión, como rito de pasaje de un estado a otro, claramente diferenciados en comportamientos so­ ciales, roles asumidos y la identidad social asignada. El grupo de creyentes -no se habla de comunidad entre los pentecostales, sí de iglesia-, cumple más funciones psicosociales que religiosas; el grupo sirve para propagar la fe, para realizar los cultos y para mantener a la Iglesia, pero no se trata de un colec­ tivo requerido para salvarse, más bien son individuos reunidos que ya se saben salvos. Desde el punto de vista psicosocial, la Iglesia local constituye una ins­ tancia que acoge al convertido, le acompaña y con­ trola en su proceso de conversión, y le asigna una nueva identidad social. El reconocimiento social que se desprende de esta instancia. contrasta abier­ tamente con la condición de parias a la que por ge­ neraciones se han visto empujados los creyentes de medios populares; la nueva fe le posibilita una cierta reapropiación de su dignidad como persona. Estos ingredientes hacen de la oferta pentecostal algo sumamente atractivo, sobre todo en tiempos de 17 LuIS SAMANDU crisis social aguda. Pero además hay otro ingre­ diente muy importante de dicha oferta: el contacto con lo sagrado. Lo sagrado como lo radicalmente otro, lo que se vive en tiempos y espacios precisos, separados de lo profano. El culto pentecostal es el momento privilegiado para que el creyente pente­ costal se conecte con lo sagrado; la llegada del Espí­ ritu Santo se manifiesta con un comportamiento ri­ tual especffico, compuesto de gritos, llantos, contor­ siones y revolcones por los suelos. Es importante destacar que el pentecostal no va a un culto a sen­ tarse pasivo y escuchar oraciones y sermones, él o ella van al culto a hacer el culto, a estar activos pues en la medida en que hay más actividad más se con­ firma la presencia del Espíritu Santo entre los pre­ sentes. Aparte del culto, lo sagrado se manifiesta en milagros, revelaciones y apariciones de personajes sobrenaturales que abundan en la vida del pente­ costal. Lo sagrado es fuente de poder. Poder es lo que piden los cantos pentecostales en el culto; cada contacto con lo sagrado significa una porción de poder que se conquista: milagros, poder sobre el cuerpo, los vicios, la enfermedad, etcétera; revela­ ciones: poder sobre los acontecimientos futuros; en el culto: poder para sobrellevar la desdicha coti­ diana. Por último, hay que destacar de la práctica pen­ tecostal su actividad misional. El creyente pente­ costal debe mantener una actitud permanente de misionar, de ganar nuevos adeptos. El crecimiento numérico es enfatizado como prueba de que se es depositario de la verdad, de la salvación. Este me­ canismo es una de las claves para entender el rápido crecimiento de los grupos pentecostales. 18 VIDA cxmDIANA y DEMANDAS REUGIOSAS POPUu.RES 3. Colncldenclas y divergencias entre ambos movl· mlentos Comencemos por las coincidencias anotadas entre estos dos movimientos religiosos populares. Ambos representan una clara democTtllizaci6n del pode, religioso. Seg6n el modelo verticalista ca­ tólico, el cual sigue siendo vigente y reaparece cuando menos se lo espera, los bienes religiosos para consumo de los fieles eran producidos y admi­ nistrados por el clero. Tanto entre católicos como pentecostales el laico accede, por lo menos, a inter­ venir en la producción de sus bieDes religiosos. Los laicos tienen acceso directo a La Biblia, con lecturas diferentes, y a partir de ellas pueden construir ele­ mentos de sentido para sus vidas. Es decir, la expe­ riencia religiosa de los sectores populares, crece en autonomía frente al monopolio ejercido por los fun­ cionarios. Esta es una de las claves de la inquietud que provocan en las jerarquías eclesiásticas, la ac­ ción de ambos movimientos. En esta misma línea, ambos movimientos han promovido al laico como un actor religioso de im­ portancia, sobre todo a nivel local. Un actor, inves­ tido de una cuota de poder religioso y que por eUo, está en condiciones de cumplir funciones sociales y políticas indiscutibles las que, en el caso de los ca­ tólicos sobre todo, lo han hecho sujeto de persecu­ ción. Otro punto de coincidencia es que ambas expre­ siones religiosas parten de la realidad inmediata de los creyentes, desde sus problemas más concretos y sentidos se hilvana la oferta religiosa, no a la inversa como sucedía anteriormente. Los problemas más directamente ac:uciantes para los sectores populares, como el alcoholismo, han sido el motivo de reunión y de organización de los fieles a nivel de su barrio o comunidad. Otro importante aspecto a destacar, es que am­ bas opciones religiosas enfatizan el cambio; las dos comenzaron por los cambios en la esfera más inme­ 19 LuIS SAMANDU diata de la vida de los pobres, el movimiento caté­ Iico se proyectó posteriormente hacia el cambio de las estructuras sociales, el pentecostalismo quedó anclado en aspectos de la vida cotídiana, pero ambos se plantearon cambios en la vida de los aeyentes, a diferencia de otras opciones religiosas que no se lo plantean. A menudo se entiende al pentecostalismo como una fuerza conservadora, si no reaccionaria, con respecto a los cambios. Cierto es que el pentecosta­ lismo resiste a las contradicciones sociales y no se preocupa por los cambios estructurales, pero sr por los cambios en el microcosmos de la vida cotidiana, el mundo de la familia y el individuo; allí el pente­ costalismo es exigente de cambios, por más que ellos sean temporales y se mantengan en la esfera de una moral puritana. Por último, en ambas expresiones religiosas se desenvuelve una nueva identidad social de los ere­ yentes, los que pierden su condición de parias o marginados sociales y pasan a tener un cierto pro­ tagonismo social, sea como actores de cambios so­ ciales, sea como reformadores de la moral predomi­ nante. Con respecto a las divergencias, que son impor­ tantes, lo que más destaca es el contenido de ID ofena religiosa. Discursos y prácticas del movi­ miento católico de base tienen un defmido conte­ nido de praxis liberadora, que se proyecta en la ac­ ción social y política en la historia concreta, en pro­ cesos sociales concretos, Los pentecostales evaden la compresión que proviene de los conflictos sociales y ubican dichos conflictos en un escenario mítico donde la acción del hombre no cuenta. Hay dos aspectos relacionados con dichos conte­ nidos que son de una radical divergencia: el sujeto que priorizo cada uno de ellos y el tipo de salvación que ofrece comoproyecto. El pentecostalismo afirma el individuo como sujeto prioritario, que realiza su propia salvación como un fenómeno interior, despe­ gado de la historia y los condicionamientos sociales. 20 VIDA COJ1DIANA Y DIlMANDAS REUGlOSAS POPUlARIlS El movimiento católico de base promueve la comu­ nidad como sujeto, la cual inscribe la salvación como proyecto de liberación en la historia concreta. Los contenidos contrapuestos de ambas ofertas, responden y consolidan dos tipos de conciencia reli­ giosa, uno que le da continuidad a un tipo de con­ ciencia religiosa preexistente y otro que justamente rompe con esa tradición. El pentecostalismo se mantiene con una simbología religiosa que tiene fuerte arraigo en la conciencia religiosa popular centroamericana; mientras que los católicos de base se separan progresivamente de esa simbología, la critican y atacan por alienante, a la vez que raciona­ lizan su práctica y discurso religiosos. Creemos que las divergencias que hemos ano­ tado en ambas ofertas religiosas, contribuyen a ex­ plicar el por qué del éxito de uno y de la crisis del otro. A los grupos pentecostales, durante largo tiempo no se les prestó importancia en América Central -los principales grupos llegaron hace 50 añoso, su oferta religiosa no le preocupaba a nadie, menos a la Igle­ sia católica, la institución religiosa hegemónica. Sin embargo, desde los años setenta en adelante, el paulatino crecimiento de los pentecostales empezará a preocupar a la Iglesia católica, a activistas del mo­ vimiento popular, periodistas, políticos, etcétera. ¿Ese crecimiento se debía a un cambio en la oferta pentecostal? No. Se debió a que la oferta, la misma de hace 50 años, encontró una demanda in­ satisfecha, es decir, creyentes que necesitaban para sus vidas determinados bienes religiosos contenidos en la oferta pentecostal. Una demanda de la que se fue despegando progresivamente el movimiento ca­ tólico, a partir del segundo periodo señalado. Veamos un poco más en detalle cómo parece darse la mejor articulación entre oferta pentecostal y demandas religiosas populares. 21 LuISSAMANDU 4. Demandas religiosas populares Consideramos que en cualquier demanda religiosa, para su análisis, se hace necesario distinguir entre estilos y contenidos. El contenido nos dice directa­ mente de la carencia que afecta al sujeto -inseguri­ dad, dolor, desdicha, etcétera-, que procura solucio­ narla experimentando poder, alivio, paz; propieda­ des que se encuentran vinculadas a determinados bienes religiosos: sacramentos, culto, misa, bendi­ ciones, milagros, oraciones, etcétera. El estilo nos dice de las características que deben definir a los bienes que el creyente requiere; se trata de una suerte de estéuca religiosa, que ha sido so­ cializada según clases sociales y tradiciones religio­ sas. La cultura religiosa se construye, desarrolla, di­ funde y reproduce según mecanismos similares a la cultura genérica en una sociedad dividida en clases; es decir, a través de procesos materiales, sociales y simbólicos en los que se producen, socializan y re­ producen estilos de vivir lo religioso que difieren, y a veces se oponen, de un grupo social a otro. Cada bien religioso, para que sea comunicado, debe poseer una cierta materialidad, expresada en colores, sonidos, gestos, olores, lugares, objetos, tiempos, personas, etcétera. Dicha materialidad de­ pende de la cultura religiosa que la sustenta y los creyentes que la compartan habrán de preferir aquellos bienes religiosos que mejor se adapten a su esuüca. Frente a una misma carencia, por ejemplo inse­ guridad, un católico de clase media quizás tienda mucho más a buscar el consejo de un sacerdote o a participar en un grupo de reflexión, que a encen­ derle candelas a algún santo o hacer algún sacrificio como promesa o manda, que quizás sean de mucha más preferencia del creyente popular. Es decir, según la extracción social de la feligre­ sía, según las culturas religiosas en que han sido so­ cializados, los creyentes preferirán bienes religiosos 22 VIDA canolANA y DEMANDASREUGIOSAS POPUlARES con determinadas características y no otras. Para el creyente no sólo es Í1npmtante resolver su carencia, sino cómo resolverla. En este marco, nos parece 6til como herramienta de análisis, el concepto de h4bito, seg6n lo ha desa­ rrollado Bourdieu. Los hábitos funcionan en todo momento como una matriz de percepciones, apre­ ciaciones y acciones, com6n a un grupo social, ela­ borada y difundida en la historia de ese grupo y que le hace posible la realización de múltiples tareas de una manera casi automática. Se puede hablar de h6bitos religiosos, sistemas de disposiciones que están predisponiendo a los cre­ yentes expuestos a una similar carencia, a demandar determinadas prácticas y representaciones religio­ sas. La religiosidad popular católica, sedimentada en la conciencia popular después de siglos de acción evangelizadora, ha conformado hábitos religiosos que estructuran las demandas religiosas populares y establecen límites a los cambios religiosos. La vitalidad que a6n manifiestan las expresiones de las religiones populares en al área centroameri­ cana, que reducen a un mínimo insignificante el es­ pacio de las religiones oficiales, está indicando la supervivencia en la conciencia popular de códigos religiosos. cuya arqueología nos conduce hasta Ja primitiva evangelización católica en este continente y a las religiones indígenas. Tanto el movimiento católico de base como eJ pentecostalismo removieron este sustrato simbólico, pero la ruptura católica fue mucho mayor, se cerra­ ron los canales que podían darle alguna continuidad. Mientras que el pentecostalismo sí le dio. continui­ dad, si bien de manera camuflada, a una serie de símbolos y representaciones religiosos populares. Los grupos de base católicos desterraron las imágenes de los templos, pero del mismo modo li­ quidaron los milagros, las revelaciones y seculariza­ ron Jo sagrado. El pentecostalismo también deste­ rró las imágenes como idolalrla y es mucho más se­ vero en este aspecto, pero permite y fomenta la 23 luIS SMlANDU imaginación popular, que continúa poblada de de­ monios y héroes sagrados. Por ejemplo, a menudo hemos escuchado relatos de revelaciones o aparicio­ nes de bocas pentecostales, en los que los personajes sagrados llevan atuendos que pueden observarse en los templos católicos. El culto pentecostal rescata los componentes de drama desgarrador que caracte­ riza a las expresiones de la religiosidad popular. La simbología religiosa popular, enterrada en la con­ ciencia colectiva, provee de los signos con los que se construyen las demandas populares; el pentec:osta­ lismo, aunque aparece mucho más exigente y duro para el estilo de vida de los sectores populares, uti­ liza el lenguaje de la simbología popular como prin­ cipal componente de la experiencia religiosa y como construcción de sentido, desde la vida cotidiana. s. Vida cotidiana del pobre Permftasenos hacer, como cierre de estas reflexio­ nes, algunas anotaciones en cómo entendemos la articulación entre vida cotidiana del pobre -deman­ das religiosas- pentecostalismo. La vida cotidiana del pobre está caracterizada por la precariedad y los limites, tiende a cerrarse permanentemente en lugar de expandirse en opor­ tunidades, relaciones, bienestar, en fin; control sobre su vida y su medio inmediato. Dentro de los márge­ nes de dicha vida cotidiana encontramos más pro­ blemas que cuestiones lindas: pobreza, enfermedad, alcoholismo, desempleo, desintegración familiar. Las estrategias de sobrevivencia tienen a la familia como núcleo básico de éxito; si la familia está en 00­ sis, se está descomponiendo, la sobrevivencia de cada uno de los miembros se welve difícil. La crisis social aviva los problemas de la vida ro­ tidiana, algunos se toman insoportables, quizás eran problemas que se daban hace muchos años, pero en determinada coyuntura hacen de la vida un infierno. De alguna manera u otra, el individuo busca salidas 24 VIDA COJ1DIANA Y DIIMANDAS REUOIOSAS POPUlARES a su situación, busca algún sentido al descalabro y su entorno inmediato lo presiona para eUo. La persona hace este proceso con los instrumentos que tiene en su haber, los que la cultutu populQT cimentada en su conciencia y como principal medio de comunicación con su entorno le ofrece. La Persona se da cuenta de que el cambio es necesario, pero desde la perspectiva que le dice que él o ella es la causa de losproblemos, no sólo de los problemas propios sino también que los problemas del mundo son causados porque los hombres son malos. Una visión ingenua de la realidad que busca en lo moral la superación de los problemas sociales que le aquejan. Del mismo modo, entremezclado con la cultura popular, posee un sistema de disposiciones religio­ sas, los hábitos religiosos socializados por su grupo social Y su cultura que le predisponen a asumir de­ terminadas actitudes ante la realidad y la adversidad. El sujeto estará receptivo a milagros, a un Dios po­ deroso, a castigos, pero también a consuelo y alivio, todo eUo en vistas de encontrar salidas reales a sus problemas más sentidos, y lo más real, es lo com­ pleto, lo sagrado para la conciencia popular. El pentecostalismo no trae como oferta doctrinas o teologías esotéricas, su oferta legitima religiosa­ mente los contenidos y valores de la cultura popular, aquí radica buena parte de su fortaleza y no en los recursos económicos externos o en el poder de algu­ nos profetas carismáticos, como a menudo se inter­ preta. 2S