Amarte en silencio ¿Quién dijo que es bonito enamorarse? Sí, estoy

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Amarte en silencio
¿Quién dijo que es bonito enamorarse?
Sí, estoy enamorado, esta vez no lo negaré.
Dicen que cuando te enamoras todo cambia: te sientes como si flotaras en una nube
dulce de algodón.
Aunque no son esos precisamente ahora mis sentimientos, no siento mariposas
volando dentro de mi estomago, ni estoy embobado con una sonrisa continua, no, no
siento esa felicidad que presiona el corazón y acelera el ritmo cardiaco, solo siento
tristeza, porque no puedo tenerte a mi lado, me lo impiden mis creencias, mi familia,
mi moral, pero mi corazón está muriendo por ésto.
Al verte siento desasosiego, mis ojos se llenan de lagrimas y la impotencia me corre
por las venas.
Te quiero tanto que no dejare que nada malo te suceda, y yo en tu vida solo te traería
problemas. Por esa razón callé y miré al suelo cuando me preguntaste si te quería.
He pasado el tiempo buscando un amor perfecto y al conocerte me di cuenta que
nosotros no buscamos el amor, que el amor nos encuentra a nosotros. Tú me has
demostrado que eres la mujer más maravillosa y comprensiva del mundo. Recuerdo
cuando entre risas me decías que estabas enamorada de mis defectos y que eso te
haría amarme para siempre, porque cuando conocieras las virtudes todo seria
especial.
Siempre iluminas mi vida, aun cuando no estoy a tu lado, pero tengo tanto miedo de
no hacerte feliz y arruinarte tu tranquila vida. Por eso no me veo en el derecho de
pedirte que lo dejes a él y corras a mi lado para que yo pueda amarte libremente,
acariciarte cada noche entre mis sabanas e iluminar para ti cada amanecer. Pero tengo
miedo a que lo dejes todo por mi y yo no sepa darte la felicidad que mereces.
Te escribo esta carta porque se que estas muy dolida, te he hecho mucho daño al
empezar una relación con otra mujer, pero pensé que sería lo mejor para los dos.
Nunca me perdonaría si por mi te alejaras de tus hijos, y como nada es eterno cuando
este amor pasional desapareciera entre nosotros tu no podrías perdonarme.
Jamás olvidaré tus ojos el día que te dije que todo había terminado entre nosotros,
que salía con otra mujer. Ese día estabas especialmente hermosa por dentro y por
fuera; tu respuesta se clavó en mi corazón y aun hoy no me deja respirar al recordarla.
Me preguntaste si era feliz con ella, me deseaste todo lo bueno que pueda soñar un
hombre, me aconsejaste que me dedicara solo a esa mujer y que no me preocupara
por ti.
En aquel momento, asumiendo como pude mi desgracia amorosa contigo e intentando
hacerte creer que me había enamorado de otra, me di cuenta de la capacidad que
tienes hasta en los momentos de dolor para no albergar sentimientos negativos en tu
corazón. Cualquier mujer en tu lugar se habría enfadado, molestado, pero tu eres tan
especial, me animabas como una buena amiga, mientras en tus labios se dibujaba una
leve sonrisa y por tus mejillas caían lentamente unas lagrimas. Me aprestaste la mano
con fuerza y con toda la ternura que puede albergar una persona, me dijiste que me
amabas tanto que por mi dabas la vida sin pensarlo y que solo me deseabas felicidad
aun cuando eso dependiera de estar con otra mujer.
No tuve palabras en aquellos momentos, el atardecer había caído y mientras
conversábamos la noche nos envolvió con sus mil estrellas brillantes y nosotros allí,
dos enamorados despidiéndose para siempre. Me mordía la lengua para no decir
cuanto te amaba y me costaba controlar mis impulsos para no abrazarte, para no
besarte, porque si era débil todo mi plan se derrumbaría y desde aquella noche
estrellada me siento vacío: salgo con una mujer de la que no estoy enamorado pero es
la que la sociedad y mi familia aceptan para mí.
Mis pensamientos siempre están contigo y en tantos momentos vividos a tu lado que
no puedo olvidar.
Tu me enseñaste a saborear las cosas pequeñas de la vida y compartiste conmigo tu
deporte favorito, reir.
Quiero que sepas que no estoy enamorado de ella, que te amo por encima de todo y
de todos. Pero somos de dos mundos diferentes y tu tienes que quedarte en ese tu
mundo, tu bosque, aunque yo nunca dejaré de amarte y el último día de mi vida, mi
último suspiro será tu nombre.
Diego
Posdata: Te mando un ejército de luciérnagas para que te iluminen y con ellas van mil
besos desde mi corazón, ponlos donde tu imaginación los guie.
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