los dos colectivos -pequeños y grandes propietarios- poniendo especial acento, como a partir de aquí se hará para cada una de las etapas analizadas, en las relaciones de interdependencia que los vinculan y en el papel que la distinta ubicación en el espacio de ambos grupos sociales juega en dichas relaciones de dependencia. 1. Propiedad y egplotación latifundistas a fines del Antiguo Régimen 1.1. Panorámica general, de lós «Mayores Hacendados» campiñeses No cabe duda de que un análisis exhaustivo de la gran propiedad campiñesa a mediados del siglo XVIII requeriría el vaciado completo de los Libros de legos y eclesiásticos -Respuestas particulares- del Catastro de Ensenada (1). Pero, como es sabido, dentro del cuerpo documental del Catastro de Ensenada existe un apartado de gran interés para el análisis de la gran propiedad rústica. Se trata de los libros denominados del Mayor Hacendado, de los que se conserva serie completa en el Archivo General de Simancas y copia, también, en los provinciales de Jaén y Córdoba (2). (1) Esa labor, además de costosísima, resulta imposible para todo el ámbito campiñés ya que el incendio de la Delegación de Hacienda de Sevilla a comienzos de siglo acabó con la totalidad de los fondos catastrales; la conservación en algunos archivos municipales de las correspondientes copias permite, al menos, el estudio de la situación de dichas localidades. Los reinos de Cbrdoba y Jaén, por su parte, aunque con algunas lagunas importantes, cuentan con amplios fondos del Catastro en sus respectivos archivos provinciales. (2) Los libros del Mayor Hacendado han constituido una de las fuentes básicas del reciente trabajo publicado por M. Artola, J. Contreras y A. M. Bernal, El lat^ndio. Psopitdad y explotación, siglos xvl^^-XX, Madrid, Ministerio de Agricultura, 1978. Para la provincia de Salamanca han sido 198 Como, por los motivos indicados en la nota 1, resultaba imposible contar con toda la información procedente de las «respuestas particulares» de cada una de las ciudades, villas y lugares campiñeses, pareció oportuno abordar el estudio de los Mayores Hacendados para, en una segunda fase, proceder al análisis exhaustivo de los aspectos territoriales y productivos de una muestra significativa de grandes patrimonios rústicos. A nadie se le ocultan, ciertamente, las limitaciones del Libro del Mayor Hacendado (3), pero aún así es de justicia afirmar que la fuente en cuestión aporta una panorámica aceptable del vértice superior de la pirámide rural y ayuda a marcar diferencias, dentro de esa oligarquía terrateniente, entre las distintas comarcas del valle bético, especialmente entre las tierras altocampiñesas, los grandes concejos del centro y de la baja Campiña, y los municipios de la vega del Guadalquivir. 1.1.1. Los titulares de la propiedad: hacia una diferenciación regional El grupo de mayores hacendados campiñeses presenta diferencias internas importantes que afectan tanto a la pertenencia también utilizados por A. Cabo en <^Concentración de la propiedad en el campo salmantino^>, en La economía agraria en la Historia de España, págs. 142148. Yo los he utilizado también en un trabajo anterior a éste titulado «Pmpiedad agraria y usos de suelo en la Campiña de Jaén^>, Decenario de la Uniaersidad Autónoma de Madrid, 1981, págs. 203-227. (3) Entre esas limitaciones cabe señalar las siguientes: los «libros.> recogen sólo la mayor hacienda de cada demarcación catastral, lo que implica evidentemente una visión muy particularizada de la gran pmpiedad. Por otra parte la calificación de mayor hacienda resulta no sólo del montante de rentas agrarias, sino de todo tipo de ingresos; aunque por lo general existe alta correlación entre gran pmpiedad y gran <^fortuna», no faltan las excepciones. Se detecta, por último, cierta falta de homogeneidad en la información recogida por los «libros» para los tres reinos andaluces; los de Jaén aportan toda clase de detalle sobre parcelario y aprovechamientos de la propiedad, mientras que los de Sevilla y Córdoba recogen sólo un apretado resumen de superficies y productos globales. 199 estamental de sus integrantes, como -lo que es más relevante desde una perspectiva geohistórica- a la diversa envergadura y localización de sus patrimonios y al montante de sus productós agrarios brutos. Es razonable, por ello, tratar separadamente a los miembros de la Alta y Baja Nobleza tituladas; a los componentes del colectivo de hidalgos y grandes labradores; a la Iglesia y a las Ordenes Militares; y, finalmente, a los concejos como titulares de bienes de Propios (Cuadro 11 y Figuras 16 y 17). La nobleza, como es sabido, ocupa de forma destacada el primer puesto entre los estamentos detentadores de grandes fortunas rústicas en la Campiña andaluza. Conviene, sin embargo, por distintos motivos, distinguir en el colectivo nobiliario entre la alta y la baja nobleza. • La alta nobleza, beneficiada con extenso señorío a lo largo de la banda fronteriza de los reinos de Sevilla y Córdoba durante la Baja Edad Media, aparece a finales del Antiguo Régimen como mayor hacendada en los municipios meridionales de la Campiña de Sevilla (Utrera, El Coronil, Los Molares, Paradas, Marchena y Osuna) y en las tierras de la Alta Campiña del reino de Córdoba. Varios aspectos conceden a esta «élite de élites» una personalidad indudable en el vértice de la pirámide rural: 1) En primer lugar el elevado montante de sus productos agrarios en prácticamente todas las demarcaciones catástrales en las que contaba con la mayor hacienda. Efectivamente, con las excepciones de los reducidos municipios de Espeluy y Bailén en la Campiña de Jaén, y de Santa Cruz y Puente de Don Gonzalo en la de Córdoba, las distintas casas de la alta nobleza andaluza superaban, en muchas ocasiones con creces, los cien mil reales en concepto de producto agrario bruto. 200 2) Esas elevadas cuantías se correspondían, obviamente, con la propiedad de inmensas extensiones de tierra, que en los términos de reducida y hasta mediana superficie podían superar el 50% del total catastrado y, en más de un caso, acercarse casi al 100% de la misma. La Casa de Medinaceli, por ejemplo, contaba con la propiedad del 77% del término de Espejo, el 88,5% del de Cañete, el 46,6% de Montilla, entre otros; la Casa de Alba con el 73,9% de las tierras de Morente y el 83,3% de las de El Carpio; la de Santisteban con el 98,9% del término de Espeluy; y la de Osuna con el 89,6% de El Coronil. Pero tampoco resulta «despreciable» en absoluto el latifundio altonobiliario en los grandes concejos del sur campiñés, todos, con la excepción de Utrera, bajo jurisdicción señorial: las 17.213 fanegas en Arahal o . las 24.901 fanegas en O ^una de la Casa de ese nombre, las 16.592 fanegas de la Casa de Arcos en Marchena o las 9.899 fanegas en Baena del Duque de Sesa y las 5.280 fanegas de Medinaceli en Castro del Río, por citar sólo algunos ejemplos, así lo evidencian. No cabe duda de que al amparo del señorío las distintas casas procedieron a la apropiación de partes sustanciosas de sus jurisdicciones y a la constitución de unos patrimonios territoriales que la legislación decimonónica no vendrá más que a confirmar. 3) Por último los grandes linajes andaluces se diferencian también de la baja nobleza en lo que a propiedad rústica respecta, por la notable difusión territorial de sus patrimonios. La Casa de Medinaceli, por ejemplo, aparecía como mayor hacendada en diez demarcaciones catastrales campiñesas; la de Arcos en cuatro y la de Osuna en tres; sin duda los origenes de la constitución de estos patrimonios están también en la base 201 de la profunda implantación espacial de la alta nobleza, frente el cárácter más puntual del latifundio bajonobiliario, circunscrito, por lo general, a los límites de un solo municipio. • La baja nobleza, por su parte, presentaba igualmente rasgos ^ pecúliares: 1) EI montante medio de sus patrimonios, allí donde os-. tentaba la mayor hacienda, resultaba ostensiblemente inferior al de las casas de la alta nobleza. Baste sólo señalar que, si bien el número de demarcaciones donde resultaba mayor hacendada era igual al de la alta nobleza, su producto bruto, sin embargo, era casi tres veces inferior. 2) La ubicación de las mayores haciendas en la región habla también del origen distinto del patrimonio bajonobiliario. En el reino de Sevilla, las jurisdicciones con mayores hacendados integrados en la baja nobleza se sitúan en torno a la Ribera del Guadalquivir (Alcalá de Guadaira, Alcalá del Río, La Algaba, Puebla de Coria) o en el centro de la Campiña (Dos Hermanas, Ecija, La Campana, etc.); algo semejante ocurre en Córdoba. En Jaén, por su parte, aunque el estamento esté ampliamente representado en el vértice de la pirámide rural, la cuantía de su patrimonio es sólo moderada, modesta incluso en cuatro municipios en los que su producto agrario no supera los cincuenta mil reales de vellón. Quiere todo ello decir que la mayor parte de estos linajes, incluso los beneficiados con señoríos en la Baja Edad Media -el de La Algaba, por ejemplo- no desempeñaron un papel tan puntero en la defensa y repoblación del Valle bético en los siglos bajomediavales y, consiguientemente, lograron enseñorearse y posteriormente titularse más por su pertenencia y actividad en las esferas del poder local, que por una par202 ticipación notable en el proceso repoblador; de ahí también que su presencia en el sur campiñés sea prácticamente nula y que su área de influencia se reduzca casi siempre a un solo municipio, con las excepciones del Marquesado de La Algaba -mayor hacendado en La Algaba y Alcalá del Río-, el de Vélgida, en Villagordo y Villardonpardo, y el Condado de Torralba. Por su parte, lo mediocre del patrimonio bajonobiliario de la Campiña de Jaén se debe, precisamente, a que en este sector fronterizo el protagonismo repoblador correspondió a la Orden Calatrava y, consiguientemente, la acumulación de tierras por parte del estamento nobiliario tuvo lugar en circunstancias menos favorables, bien en reducidos municipios segregados del amplio término de Jaén y«enseñoreados» a favor de algún caballero encumbrado en la esfera de la oligarquía local, o bien en el marco de las jurisdicciones calatravas, donde el señorío de la Orden dificultaba procesos de apropiación como los que tenían efecto, coetáneamente, en los grandes concejos de la banda fronteriza de Córdoba y Sevilla, a favor de sus respectivos señores. 3) Por último, y en consonancia con productos agrarios brutos menos elevados, las mayores haciendas de la baja nobleza acaparan sólo una parte moderada o escasa de los términos en que se ubican: por lo general entre el 5 y el 15%, si bien cabe señalar excepciones como las del Marqués de Algarinejo, que contaba con el 76% del reducido término de Valenzuela, o la de algunos títulos en distintos municipios de Jaén (Escañuela, Villardonpardo); incluso estas excepciones, precisamente por afectar a municipios de muy poca extensión, no constituyeron propiedades de gran entidad. 203 • A gran distancia de los mayores hacendados nobiliarios aparece un grupo en el que se integran hidalgosy caballesos no titulados y grandes labradores en general. Si patrimonialmente su significado es reducido en el conjunto campiñés, numéricamente constituyen un colectivo no despreciable: casi el 20% de los Mayores Hacendados. Algunos de los rasgos señalados para la baja nobleza son extensibles de forma más nítida aún a este colectivo de propietarios. De hecho los municipios encabezados por terratenientes de este grupo se ubican preferentemente también en la ribera del Guadalquivir (Brenes, Burguillos, Posadas, Aldea del Río, Marmolejo, etc.) o en la C ampiña de Jaén, por los motivos ya aducidos, es decir, lejanía de la banda fronteriza y, en el caso de la campiña jiennense, protagonismo de la Orden de Calatrava en la repoblación y en la organización jurisdiccional. El producto bruto y la superficie media de sus haciendas tienden a hacerse más reducidos, inferiores en muchos casos a los cincuenta mil reales y a varias centenas de medidas de tierra. El carácter de oligarquía local o, cuando mucho, comarcal de estos grandes propietarios se corresponde con una residencia fijada preferentemente no ya en las capitales de reino (Sevilla, Córdoba y Jaén), sino en pueblos campiñeses. • La importancia del patrimonio territorial de la Iglesia entendida en sentido amplio (cabildos; conventos y monasterios; órdenes militares; obras pías y patronatos, etc.) no queda en absoluto reflejada en los libros del Mayor Hacendado. Según esta fuente la Iglesia y las órdenes militares contaban con los mayores patrimonios de tan sólo doce demarcaciones catastrales, totalizando un producto agrario de casi dos millones de reales. Esta situación, que no deja de ser cierta desde luego, enmascara, como veremos, el notable peso de la gran propiedad eclesiástica en prácticamente todos los municipios cam- 204 piñeses, ya de realengo, ya de señorío, aunque tan sólo en doce de ellos llegase a aparecer como mayor hacendada. Quiere ello decir que las afirmaciones que sobre la gran propiedad eclesiástica puedan hacerse a partir del Libro del Mayor Hacendado han de ser más que en ningún caso prudentes y parciales, y obligadamente completadas por los libros de respuestas particulares de eclesiásticos. Aún así, la fuente pone de manifiesto el mantenimiento de la implantación de la Orden de San Juan en la ribera del Guadalquivir sevillana desde la Baja Edad Media; su propiedad territorial, sin embargo, a mediados del siglo XVIII era superficial y productivamente no demasiado elevada, con extensiones que oscilaban entre las 364 aranzadas de Alcola y las 1.852 de Lora. El cabildo de Sevilla, por su parte, arrancando también de las donaciones, compras y trueques bajomedivales, aparece como primer hacendado en términos ribereños comó Sevilla y Villanueva del Río, pero con patrimonios relativamente «modestos» -1.165 aranzadas en Villanueva y 533,5 en Sevilla- ál lado de los que detentaba en municipios de campiña en los que no llegaba a figurar como mayor hacendado, casos por ejemplo de Carmona o Marchena (4). Un representante excepcional entre los mayores hacendados eclesiásticos, pero expresivo del latifundio del clero de la Baja Campiña, lo constituye el cabildo catedralicio cordobés, primer propietario de su término con más de dieciséis mil fanegas de tierra y casi un millón de reales sólo en concepto de producción agraria. A pesar de que por su indudable interés este patrimonio será objeto (4) Para Carmona, J. Cruz Villalón, Propiedad y uso de la tierra en !a Baja Andalucía, Madrid, Ministerio de Agricultura, 1980, pág. 94. Para Marchena, Archivo Histórico Municipal, Unica Contribución 1770, Libro 549 (catalogación antigua). En el primero de los casos el Cabildo contaba con 9.056 fanegas y en el segundo con 1.127 fanegas. 205 de posterior estudio, cabe señalar ahora que una propiedad de este tipo, aunque excepcional en el Libro del Mayor Hacendado, es más expresiva de los rasgos de numerosas fortunas eclesiásticas del centro y de la Baja Campiña, que las restantes propiedades recogidas en aquella fuente. • A gran distancia de los colectivos anteriores aparece un reducido grupo de concejos que a mediados del siglo XVIII resultaban ser mayores hacendados de sus respectivos términos, ribereños tres de ellos del Guadalquivir (Coria, Almodóvar y Pedro Abad) y dos ubicados en plena Campiña (Bujalance y Monturque). Tampoco en este caso el Libro del Mayor Hacendado se aproxima, siquiera, a la realidad de la propiedad concejil de las postrimerías del Antiguo Régimen; si bien es cierto que desde la Baja Edad Media, tanto en las jurisdicciones de realengo como de señorío, el patrimonio territorial de los Propios había experimentado recortes apreciables, por vía de usurpación en muchos casos, todavía cuando se elabora el Catastro de Ensenada la mayor parte de las ciudades, villas y lugares campiñeses cuentan con propiedades rústicas de cierta importancia. En la Campiña de Córdoba, prescindiendo de los grandes municipios mixtos sierra-campiña, la superficie de los Propios suponía casi e16% comarcal. En tierras sevillanas la situación era menos equilibrada; así, frente a pueblos que respondían a la pregunta veintitrés del Interrogatorio de Ensenada contar con muy poca o ninguna tierra de Propios (5), otros, por el contrario, disponían de am(5) La Algaba, La Monclova o Puebla de Cazalla en la respuesta 23 del Interrogatorio general del Catastro de Ensenada manifestaban no disponer de tierra alguna; concejos como los de Alcalá del Río o el extensísimo de Osuna declaraban cantidades exiguas, concretamente 24 fanegas el primero y<^la renta de dos cortos pedazos de tierra^> el segundo. A. G. Simancas, Dirección General de Rentas, Libros 560 y 562. Ello no impedía que en calidad de Arbitrios éstos y otros concejos contasen con las rentas de tie- 206 plias extensiones. Carmona, por ejemplo, poseía 5.870 fanegas de tierra de sembradura en cortijos y hazas sueltas; dos dehesas de labor de 370 fanegas y cinco dehesas arrendadas sólo a pastos que totalizaban 4.650 fanegas; Ecija no especifica en las Respuestas Generales la extensión de su propiedad, pero cabe pensar que fuera amplia dados los 24.400 reales de renta que aquélla aportaba. Pero no sólo en los términos de realengo los Propios alcanzaban cierta importancia; también en los de señorío, aunque con menos frecuencia, existía pingúe patrimonio concej il: Marchena -un caso que por su interesante forma de explotación comentaremos más adelante- disponía, por ejemplo, de 4.565 fanegas. 1.1.2. Aspectos territoriales de la gran propiedad: El «mult^ndio» de la Alta Campiña; el lat^ndio de la Baja Campiña y la Yega La existencia de dos campiñas relativamente bien marcadas, una latifundista y otra en cierta medida minifundista, con distinta implantación de los colectivos de terratenientes señalados, configura dos tipos de grandes propiedades por lo que a tamaño medio y configuración parcelaria respecta. En las tierras del centro y del occidente de la Depresión predominan los grandes patrimonios constituido^ por cortijos y parcelas de ruedo; en el borde altocampiñés se repiten con frecuencia propiedades constituidas por elevado número de parcelas, entre las que no suele faltar algún cortijo, aunque predominando las de pequeño y mediano tamaño. Esta situación, constatable hoy mediante el análisis catastral, está ya plenamente consolidada rras roturadas por Facultad Real; entre los casos que hemos estudiado, y no recogidos en este trabajo, cabe citar los de Osuna (A.H.N., Consejos, Legs. 52.604 y 52.605), Brenes (A.H.N., Leg.° 10.449), El Arahal (A.H.N., Leg.° 10.551), Dos Hermanas (A.H.N., Leg.° 10.451), La Rinconada (A.H.N., Leg.° 10.452). 207 b^ ^ U U ^ 0 N ^a ^a • N U ^ á ^ó ^^ C^ ^ w ^ c^i ^^ C C ^ ^C^^ ^a;a^ ^^_^_ af ty h^ C •^ c^ w ^ ^ Ó^y 7^ • t5a ^.aó ^ ^> ^ ^ ^^^aw.ti ^ oU o u0v^-^o o^n .óv^`n.ñ •ow-^o-°' .á .á b ,^ b P4 0 ^ ^ .ti •u -^o b y ,^ ^ b a^ ^ á^^^ ‚ ^^'[ ^^^ ‚ ^ ^^ó ‚ ^^aoi ^^Ó^Á ƒ°,w^^ÚwG^Ú^^^Ó d' d' M l^ d' .--^ N^i O i^ 00 ^ M^^•-^ 01 ^--^ M . 01 . . l^ . O . n. M. M. O N ^ N N O 01 ^O 01 ^--^ M O N l^ ^ .--i y^ .--i .^ ti ti 1^ O O. M 01 CO l^ O^1 O M l0 d' M^A M . l0 . ^. l0. ^. d^ t^ M t0 d' N^^--^ D) 01 l0 t0 CO d' ^ u^ N l^ N[^. N . . 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Caballero, Iabradorcs Iglesia f^^^^`^'ro' ......_.. - - ----:..f _ ^^ ^, ...... ^'^:zRT'TWi:t _ -- - - - - - - ^ .:},^Q.,^. _ ;^ ^t: ^^ ^'+:^ _ ; ::' • ^.it :r.,,^:; ^ :i: ;S .: ^ ^^ . . ! ., -^^_ Concejos ......___...^_.._... ........_..._....._... ..._._..._.._..._... ........_...__..__. • ::-^ ^::::::_:::: • ^^; ^- _ _ _ . _ _ ......._.. _..... ............ ..._^_:: ^•:^;... _::._.;,,_..;..^ __ _- __ ===_°= _ 60 ^ Producto agrario ii h4 i^i^ tp. i'i' '^ i'i' :_ ^.;^::;: ^i 70 i'i' i4' ; ^i^i :: ^4! ^h. _ Concejos I glesia Caballeros, hidalqos labradores Baja Nobleza tit ^ ^ ^ ^ N^ 50 . .• \ ^ t^^j c.^•^ ti ;...^.t, i,. !.^^;a'::':^.( .-._:: 30 20 ^i Io a ^`_': °^ . ;''^ .^"'i^'"' ^r ^ . ;^^.: sJ ^ ^^,,_. ^3 ^.t- . ^ yvl^?'` ^ ^ .\ ltt^ Za` ^-^ ^1^^ ^ ^ t;^^Z# ,^^ ^^^\ ^~a-• ^ ^t ^ 1^y ^^^ ^^^ s^ % ,. ^i Términos ^i^ supe^ae Producto agrario Figura 17 214 Alta Nobleza a mediados dél siglo XVIII y resulta de gran interés por las repercusiones que habría de tener en la organización de la tenencia de la tierra y en los distintos resultados del proceso desamortizador. Dado que los aspectos territoriales y productivos del latifundio «sensu stricto» serán abordados con detalle en sucesivos epígrafes, parece conveniente señalar aquí algunos de los rasgos espaciales más relevantes de ese otro tipo de gran propiedad que algunos han denominado «latifundio disperso» y que adquiere especial difusión en tierras de la Campiña de Jaén y de la Alta Campiña cordobesa. La información recogida en los cuadros que se adjuntan (números 13 y 14) es significativa al respecto. Constituye una síntesis de las características parcelarias y culturales de los Mayores Hacendados jiennenses (6) y de un grupo de grandes propiedades «relativas» de tres municipios representativos de la campiña minifundista: Arjonilla, Mengíbar y Montilla. De todo ello cabe destacar los siguientes aspectos: 1) El tamaño no excesivo de las propiedades. Efectivamente, incluso la superficie media de las mayores haciendas de Jaén (alrededor de 1.275 fanegas) está muy lejos de los niveles del latifundio de las campiñas cordobesa y sevillana; pero más significativo es aún el hecho de que por debajo de esas mayores haciendas, lo mismo en Arjonilla, que en Montilla o Mengíbar, es difícil encontrar propiedades de auténtica envergadura, que cuando existen, además, son siempre detentadas bien por instituciones eclesiásticas (conventos de Santa Clara y Santa Ana en Montilla) o por propietarios forasteros (el marqués de Cadimo en Mengíbar con 22.832,5 reales). (6) EI libro del Mayor Hacendado del Reino de Jaén es extraordinariamente rico en información, por cuanto en la práctica contiene una copía completa de la respuesta particular de cada mayor patrimonio. 215 2) La presencia aquí, como en toda la Campiña, de la Iglesia ocupando puestos destacados por debajo de los mayores hacendados. Se explican así -y tendremos ocasión de aportar otros ejemplos- nuestras reservas .en torno a los libros del Mayor Hacendado como fuente para el estudio de la gran propiedad eclesiástica. 3) El notable grado de parcelación de la gran propiedad altocampiñesa. Es éste un fenómeno que afecta, prácticamente sin excepciones, a todas las grandes propiedades de la zona; entre los mayores hacendados de Jaén, el número medio de parcelas por propiedad era de alrededor de cuarenta y tres, con una supe^cie de 23,9 fanegas; el hecho se acentúa al tomar en consideración el resto de las grandes propiedades: en Arjonilla, por ejemplo, el número de parcelas por hacienda es de treinta y uno, pero con una superficie media ostensiblemente menor -alrededor de cinco fanegas-; en Montilla, si se incluyen los conventos de Santa Clara y Santa Ana, las parcelas por propiedad pasan a ser 37,5 y la superiicie tan sólo de 3,5 fanegas. No todos los grupos sociales, sin embargo, se ven afectados por igual por este alto grado de minifundismo. Son sobre todo las propiedades de la Iglesia, y muy concretamente las conventuales, las que presentan el mayor nivel de dispersión y consiguientemente menor tamaño medio de las parcelas. Conviene retener este dato por cuanto su influencia en las formas de tenencia y renta de la tierra, en las relaciones agrarias de la comarca y, en último término, en el proceso desamortizador decimonónico fue sin duda muy importante. Pero ni siquiera la gran propiedad de la alta nobleza, bien representada por la Casa de Córdoba en su señorío de la Alta Campiña, es ajena a cierto grado de dispersión parcelaria. El ejemplo de Montilla es bien elocuente: los cortijos, numerosos, no son ni muy extensos (alrededor de doscientas cincuenta 216 d' aD 01 ^D M O ^ M í Ñ ^ .-^ N ^ Ó .^ ^ M ^ ^ M .^ b ^ b d U .. F• W %Q ^ W m ^--^ o rn lD d^ cÓ d^ t^ u'i .-. ^ M t^r .-. w ^ ^ m ^ O b ^. ^O U p M co rn o, ^o co 0 ^ ^ N ^ ^ ... ^ O y ^ ñ M C^ o0 t0 ^ p O a0 ^ aD ^O ^A O^ O^ ^ ^ ^ l^ CO N 01 ..-^ N d^ M ^ o ^ ^ ^ o ^ 01 N N M C t7 • b 0 á^ `^ ti 01 lD ^ lÓ p U v^ ^ ^ A wQ ^ Q W ^ ^ O Q Q ^ 4_ Ó C ^p !G^ Q M N M N ^ ^ ^e'1 00 I^ ^ zW w^ ¢d x ^ w a O d ^ O a . . ^ . . . :. . : : : .. .ti ,,^a : q : .^ : .- : : ^ ^ : : • . ^ ^ ó ^ ^ ^/ Z^ : : q . . y . . ^ .^ ^ ^ N O ^ Q ^ ^ _ t^ O Ú J] ^y C o• U U U ^ : ^ ry^ .^, ^ d : ..^ 1 l^ Q ^ 217 fanegas), ni contiguos; junto a ellos abundan las hazas sueltas de reducidas dimensiones y, finalmente, las tierras de ruedo, que aunque en las respuestas particularés de Ensenada figuran como una sola unidad territorial, eran, sin embargo, explotadas en multitud de unidades de poca superficie. Este elevado grado de dispersión (7), para todo tipo de grandes propiedades en geriéral, responde en último término a la estructura de la propiedad dominante en la zona. El profuso minifundio, que más adelante se analizará, condiciona el funcionamiento del mercado de la tierra y, prácticamente, cualquier vía de las seguidas por los distintos procesos de acumulación de tierras. Recuérdese en este sentido lo que ya se expuso en torno a las formas de constitución de diversos patrimonios eclesiásticos: tanto la oferta de tierra, procedente casi siempre de pequeños hacendados, como las enajenaciones y adjudicaciones por impago de censos o las dotes de profesas en el caso de conventos femeninos se nutrían de fincas de reducidas dimensiones. Por más que los «pudientes» se esforzasen en adquirir predios próximos o contiguos, la estructura fundiaria existente dificultaba o; incluso, imposibilitaba la ^onstitución de grandes unidades de explotación. Frente a las peculiaridades propias del «multifundio» altocampiñés, las grandes propiedades del centro y de la baja Campiña presentaban ya en el siglo XVIII dos de los rasgos que las siguen identificando hoy en el paisaje agrario regional: un elevado grado de concentración parcelaria y una orientación pro- (7) Las parcelas integrantes de cada propiedad, según el criterio seguido en el Catastro, no tenían por qué estar siempre separadas; en algunos casos consta explícitamente que la parcela «x^> era contigua a la anterior. En tales circunstancias lo que solía motivar el deslinde era la existencia de cultivos distintos. Pero tampoco es ello la norma, pues hay muchos casos en los que incluso dentro de una misma pieza de tierra coexisten diversos aprovechamientos y calidades. En general puede afirmarse que la categoría de parcela en el Catastro de Ensenada se aproxima bastante a las de finca catastral o parcela censal actuales. 218 ductiva eminentemente cerealista. El tratamiento minucioso del latifundio de los términos de Córdoba y Marchena que se realiza a continuación obvia consideraciones generales al respecto, pues es evidente que los rasgos definidores de los grandes patrimonios de esos dos municipios se repiten con regularidad en los restantes concejos del sector occidental de la Depresión. CUADRO 13 PARCELARIO Y APROVECHAMIENTOS AGRARIOS DE LOS MAYORES HACENDADOS DE LA CAMPIÑA DE JAEN A MEDIADOS DEL SIGLO xvIII Suptrficie (fanegas) %a Número de ¢arcelas Su¢erficit media de ¢arctla (fanegas) 3 10 celemines Tierras de regadío . 78 0,3 20 Labor de ruedo .... 850 3,5 77 11 Labor de campiña . 17.797 74,0 573 33 8 10 celemines Olivar . .. . . . . . . . . . . 1.626 6,8 182 Dehesa pasto-labor . 3.688 15,4 4 922 24.039 100,0 820 29 Total . . . . . . . . . 2 celemines 4 celemines Furnte: A.G.S., Catastro delMarqués di Ensersada, Libro de[MayrorHacendado de Jaén, Dirección General de Rentas, libro 328 (1752). 219 CUADRO 14 LA ORGANIZACION PARCELARIA DE LA GRAN PROPIEDAD ALTOCAMPIÑESA. ALGUNOS EJEMPLOS (1752) Supe fcie Nrimtro de parcelas Fanegas Celemirus 1. Grandes propietarios de Arjonilla (Jaén) Roque Ximénez ...... Josefa Ortega ........ Pedro Trapero ........ Josefa Aguilar ... . .. .. Pedro Díaz Pastor .... Luis de Mendoza . .. .. Eufemio Cárdenas Alonso Valenzuela Vicente Serrano ...... Vizconde de Los Villares Convento Santa Clara, de Andújar ............. Convento San Antonio, de Baeza ............... Lope Palomino, Presbítero de Granada ........ 52 42 17 37 27 21 9 11 37 43 139 87 123 70 123 144 191 120 219 144 9 8 9 6 9 6 3 3 9 9 175 - 81 372 11 16 101 6 69 128 166 97 1.095 691 3.060 3 5 2 1 11 11 2. Grandes propietarios de Montilla (CÓrdoba) - María López ......... - Ana de Luque ........ - Ana Gómez . . . . . . . . . . - Diego de Alvarez ... .. - Convento de Santa Clara - Convento de Santa Ana - Duque de Medinaceli .. 16 44 56 15 298 190 42 Futnte: Archivos Históricos Provinciales de Jaén y Cbrdoba, Libros de Hacienda dt Legos y Ecluiásticos del Catasho del Marquis dt Eruenada ( municipios citados). 220 CUADRO 14 (continuación) LA ORGANIZACION PARCELARIA DE LA GRAN PROPIEDAD ALTOCAMPIÑESA. ALGUNOS EJEMPLOS (1752) Superficú Númtro de parcelas Fantgas Celemius 182 305 1.814 1.046 . 384 4 6 8 3 6 3. Grandes propietarios de Mengíbaz (Jaén) - Jacinto Lillo .......... - Marqués de Cadimo .. - Conde de Garcíez ..... - Rodrigo Muñoz ...... - Inés de Burgos ....... 22 37 42 30 33 - Miguel San Martín ... 9 137 - - Sebastián Cavanilles . . . 8 138 - Fuenk: Archivos Históricos Provinciales de Jaén y Cbrdoba, Libms de Hacienda de Legos y Eclesiárticos dtl Catastro del Marquís dt Ensenada (municipios citados). 1.2. El latifundio en el término de Córdoba: propiedad y explotación Tras esta panorámica global de algunos aspectos de la gran propiedad regional a fines del Antiguo Régimen, corresponde pasar al estudio minucioso del funcionamiento del latifundio en todas sus vertientes -titularidad, renta de la tierra y organización productiva-, en un marco territorial abarcable para la investigación. La elección del término de Córdoba -junto con el de Marchena, que se analizará posteriormente- obedece fundamentalmente a los motivos siguientes: - Su considerable extensión, sólo comparable a la de otros pocos municipios campiñeses, como Carmona, Ecija u 221 Osuna. Aun prescindiendo del sector serrano situado al norte del Guadalquivir, son más de 115.000 las fanegas de labor, ruedo y regadío que integran el sector campiñés y ribereño del término. - La nítida organización de los aprovechamientos agrarios dentro de su perímetro: ruedos y regadíos (875 fanegas), sembraduras de año y vez (1.000 fanegas) y cortijos (108.000 fanegas) conformaban la trilogía de usos del suelo, polarizada en último término entre ruedos y cortijos. - El gran número de cortijos existentes -se ha trabajado con más de doscientos- y su absoluto predominio al sur de la línea del Guadalquivir, sin apenas existencia de hazas y suertes intermedias. - Su carácter de término realengo durante el Antiguo Régimen, lo que hizo posible una mayor diversidad de titulares en el grupo de terratenientes, frente al relativo carácter oligopólico detentado por la alta nobleza en los términos de su señorío. - Por último, la abundancia de fuentes y su accesibilidad: Respuestas particulares de Ensenada, Amillaramientos del siglo XIX, Registro de la Propiedad, de la Propiedad Expropiable, Catastro de la Riqueza Rústica, entre otras, han permitido el estudio dinámico de los cambios de titularidad en un número abundante de cortijos, así como determinados aspectos de la tenencia y de la organización productiva de las explotaciones. 1.2.1. Los terratenientes cordobeses y la organización espacial de sus propiedades a mediados del siglo XVIII El estudio detallado del latifundio cordobés a fines del Antiguo Régimen en las vertientes de titulares de la propiedad y organización territorial de los patrimonios hace necesario distinguir, en primer término, dos grandes colectivos de terra222 tenientes: el de laicos y el de eclesiásticos. Ello obedece no sólo a las peculiaridades obvias que identifican a cada uno de esos grupos en la sociedad estamental del siglo XVIII, sino también -y fundamentalmente en el caso que nos ocupa- a la especificidad que la gran propiedad eclesiástica presenta frente al latifundio laico cordobés en general y al de la alta nobleza en concreto. Superficialmente existe a mediados del siglo XVIII un claro predominio de la gran propiedad laica, que acaparaba el 62% de las tierras latifundistas y porcentaje similar del producto agrario bruto. Esa desigual distribución de la superficie y del producto entre laicos y eclesiásticos se correspondía también con el reparto de los cortijos, unidades básicas de explotación y de los que provenía la parte más sustanciosa del producto y renta agrarias para unos y otros. Los grandes propietarios laicos detentaban la propiedad total o parcial de ciento treinta cortijos y dehesas de ribera, frente a«sólo» ochenta y tres los eclesiásticos. Pero además de esa primera y más clara diferencia de implantación y poder rústico entre ambos colectivos, existen otros aspectos internos que merecen tratamiento específico (Véanse Cuadros 15 y 16 y Figuras 18 a 21). Los mayores propietarios eclesicísticos a mediados del siglo XVIII podían aglutinarse en torno a los cuatro grupos siguientes: la Catedral (Mesas Capitular y Episcopal); los conventos y hospitales; las Ordenes Militares; y un reducido colectivo formado por algunas obras pías, capellanías y presbíteros a título individual. Por imperativos de espacio, puedo poner el acento tan sólo en el extraordinario poderío del Cabildo catedralicio, en las acusadas diferencias internas del grupo eclesiástico terrateniente -derivadas precisamente de la prepotencia de la Catedral- y en la peculiar configuración parcelaria y-productiva de prácticamente todas las propiedades. La Catedral de Córdoba, y más concretamente su Mesa Capitular, constituye uno de los casos extremos de acumulación de tierras en los «reinos» de Andalucía Occidental; con sus veintisiete cortijos, numerosas parcelas de ruedo y un pro- 223 224 ducto agrario próximo al millón de reales, procedentes sólo de las tierras de su propiedad en la Campiña y Ribera del término de Córdoba, constituye una institución terrateniente sólo equiparable a otra poderosa Mesa Capitular -la de Sevillay a muy contados patrimonios de la alta nobleza regional. Prueba de esa prepotencia territorial y económica de la Mesa es que sus tierras suponían casi la mitad de la gran propiedad eclesiástica cordobesa y en torno a la quinta parte del latifundio del mismo término de Córdoba. Junto a la Capitular, la Mesa Episcopal disponía de una propiedad mucho más reducida -casi 800 fanegas de campiña y vega, y un producto de 30.691 reales-, aunque destinada exclusivamente a atender las necesidades de la Mitra. El extraordinario peso de las «mesas» catedralicias eclipsa prácticamente a las restantes instituciones eclesiásticas terratenientes;°las Ordenes Militares de más rancia implantación en el Valle del Guadalquivir -las de Calatrava y Santiagocontaban respectivamente en sus encomiendas de Casas de Córdoba con 3.094 fanegas (172.110 reales de producto), y 1.592 fanegas (80.475 reales), propiedades cinco y diez veces más reducidas que la de la Mesa Capitular; más acentuadas son aún las diferencias con los patrimonios rústicos de conventos y hospitales -algunos de gran importancia, como los de los reales claustros de La Trinidad y de San Pablo-, así como con los de obras pías, capellanías y presbíteros de la diócesis. A lo que habría que añadir, para evaluar en su justo término la capacidad de control de la Catedral sobre la economía agraria campiñesa, el hecho de que tanto la administración de algunos hospitales y de sus cortijos (los de San Sebastián y San Andrés concretamente), como de capellanías y obras pías radicadas en el templo catedralicio corrían también de la mano del Cabildo. Por encima de estas acusadas diferencias de fortuna entre la Catedral y las restantes instituciones del clero -en cuya explicación no es posible entrar aquí- hay, sin embargo, un rasgo geográfico común a muchas de las propiedades y de relevantes 225 repercusiones en el funcionamiento económico y social de la explotación de la tierra. Me refiero a la existencia de una organización parcelaria caracterizada por la presencia en una misma propiedad de tierras de cortijo y«ruedo». Sólo la Catedral (Mitra y Capitular) contaba en aquél coñ más de 300 fanegas -casi la décima parte de todo el ruedo cordobés-, mientras que el conjunto de la gran propiedad eclesiástica, con 687 fanegas y 6 celemines, controlaba más de la tercera parte de dicha demarcación inmediata a la ciudad. Tal fenómeno constituye, obviamente, un argumento incuestionable para la descalificación de las tesis que consideran los ruedos como áreas de predominante minifundio de propiedad, lo que no implica contradicción con el hecho de que la explotación del ruedo presentara, por lo general, carácter muy parcelado, bien bajo la directa gestión de las instituciones propietarias -frente al predominio casi absoluto del arrendamiento de los cortijos- o bajo fórmulas de cesión, entre las que los arrendamientos cortos en metálico y los arrendamientos de por vida eran los más difundidos (8). De esta forma la distancia a la ciudad se convertía en factor explicativo fundamental de la variedad de los regímenes de tenencia,.del montante relativo de la renta detraída por la propiedad del suelo, del sistema de aprovechamientos y, en definitiva, del paisaje rural como ' expresión espacial de la organización socioeconómica de la producción agraria. La gsan p^opiedad laica presenta, por su parte, una serie de rasgos propios que merecen tratamiento particular; tres grupos de terratenientes cabría distinguir, en primer término, en las postrimerías del Antiguo Régimen cordobés: la nobleza titulada; un nutrido colectivo de caballeros, titulares de señoríos en la comarca, pero carentes de título nobiliario a mediados del siglo XVIII; y finalmente una serie de grandes propietarios del «estado llano». (8) Véanse, en este sentido, los comentarios que se recogen en el siguiente epígrafe sobre la renta de la tierra. 226 Dentro de la nobleza titulada cabe distinguir, a su vez, entre los grandes títulos regionales o de implantación estatal y aquéllos de raigambre y tradición eminentemente local o comarcal. Si bien casas como las de Medinaceli, Villena, u otras de la baja nobleza poco implantadas en Andalucía occidental (Marquesado de Villar, de Villafuerte, Granada de Ega, etc.), contaban con importante propiedad en tierras de Córdoba, no hay duda de que numérica y superficialmente la primacía correspondía a títulos locales como los de Hornachuelos, Almodóvar, Fernán Núñez, Sancho Miranda o Torres-Cabrera, entre otros. En muchos casos la génesis de los patrimonios y del encumbramiento. social de esta nobleza local arranca del mismo proceso repoblador. La familia Hoces, en la persona de Ramiro de Hoces, por ejemplo, interviene ya en la conquista de Córdoba con Fernando III, del que recibe el señorío de La Albaida al pie de la Sierra. Los Ximénez de Góngora, raíz de la Casa de Almodóvar, participan igualmente en la conquista de la ciudad y ya en 1453 Pedro Ximénez de Góngora aparecé como caballero 24 y señor de la Zarza y Torre del Cañaveral (cortijos del término). Los Torres-Cabrera, linaje de rancio abolengo en tierras cordobesas, hunden sus raíces, como los anteriores, en el proceso de conquista; sería un nieto de Pedro Ponce de Cabrera (9), don Andrés de Cabrera, quien inicia la andadura señorial del linaje tras la merced de Alfonso XI del señorío de las Torres de Arias Cabrera. Por su parte, la Casa de Fernán Núñez, favorecida con Grandeza de España por Felipe V en 1728, nace también al calor de la primera fase repobladora en la persona de Fernán Núñez, conquistador de Córdoba, Jaén, Ecija y Carmona, alguacil mayor de Córdoba en 1285 y primer señor del lugar que le da nombre. (9) Don Pero Ponce de Cabrera, Rico-hombre de León, Alférez Mayor de Alfonso IX, conquistador de Córdoba y dotado con extenso repartimiento, casó con Doña Aldonza Alfonso de León, hermana de Fernando III, e inició el devenir de prestigiosos linajes como el de Arcos o éste de TorresC abrera. 228 ^ ' ^^ o ^ _^ ^ ^ ^. d' ^ ^7 1^ .O N b OD ^ M .N-^ .-• ^ . -^-^ . -^-i +tl -C y ,^ ^ O N ^ L cC V .Ñ ^ I t^ tD O M^ cD I cD I CO I ip I _V ^ N W^ A ... 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C ^ ^ ^ O ^ ^ A^ C 7 ^ Ú ti0 C7 • ^ C •N O U^, w d> U W A z ^ ^ ^ ^ 0 ^ ó Ú d .^ W o ^ ^ ^ x ^ ^ :^ •--^ N M d' ^ ^+'1 lD [^ 00 ^ 0 ^^ .N- .M-. ^ ,^ ^n ^ h 229 .^ ^^ ^ OO M O d' O d' O^ N N M N N M N ^O C^ N 00 ^^O N y ^ ^ ^ O ^ ^ •^ M I.^ ^O I I d^ I t0 c0 O I I I ^ v] • ^ ^ [i ¢ •^ ^z ^ b ^ ^a y ^^°2 Ó o^i ^y`, O CO O N l^ O^ d' N, d' Q1 ^-+ M u^ O N lD 01 M M ^p ^1 ^ N^^--^ M 01 N OD O^ O^ O O ^ ^D ^D d' O .n .-^ .•-^ .•-^ d' M •--i .•-i .-r .-^ 01 l0 ^^f ^O 00 M CO _N t0 01 lD 00 O^ Q^ M n t^ O CO t^ O O CO O O^ O 00 O^ v' d^ N n t^ O M r+ ^--^ M^ d^ N t0 O Q^ d^ 00 O O O^ t0 O O^ 00 o^^^^^^^^^^^^.^ a .^ ^ : : :^ ' ° : : : : : : : : ó U ^¢ : . . : . . ° : .ti : ^ : : : : . . 4 a ^ w . . . ^ ^ : : : ^ ti ^ ^ O á O d a. w A z ^ C7 W Q z 0 ^ ^ ^ w ✓ W 230 . . . . . . b : ^ : , . ^ . . . . , ^ . . . , .^ : : ' ^ : ^^ ^ ^ U ^ ^ ; ; • • tC -d ^j O p^ S : Ó ^Y . . ; Á' . . o ^ U ^ ^ W ^ ^ •^ ^ .U . . . . . ••Ú . . C c^`^ . ^ : . . . . 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No cabe pensar, pues, en la mayor parte de los casos, que este tipo de señoríos haya tenido incidencia alguna en la configuración de la gran propiedad cordobesa. Junto con la nobleza titulada y los caballeros detentadores de señorío aparece un nutrido tercer grupo formado por hi(10) La de Torres-Cabrera, vizcondal desde 1631 y condal desde 1688; la de Fernán-Núñez, condal desde 1639; los Ximénez de Góngora, marqueses de Almodóvar desde 1667. (11) Hemos podido documentar la compra a la Corona de distintos señoríos durante el siglo xvII, que venían a constituirse sobre cortijos, dehesas y heredamientos propiedad de aquéllos que adquirían la merced. Todo ello en A.G.S., Mercedes y Privilegios. Entre otros, y concretándonos en el extenso término de Córdoba, cabe señalar los siguientes: Señorío del Chanciller, a favor de don Alonso Fernández de Mesa y Argote, Veinticuatro de Córdoba, comprado por 20.233 reales en 1644 (A.G.S., Mercedes y Privilegios, 282 [2]); señoríos de Malabrigo, La Alameda y Alguacil, adquiridos por don Juan Díaz de Cabrera en 1614 por un quento y 200.000 maravedíes (A.G.S., Mercedes y Privilegios, 302 [13]); señoríos de Torre Albaén y Prado Castellano, adquiridos igualmente en 1614 por don Pedro de Heredia Aguayo por 6.400 ducados (A.G.S., Mercedes y Privilegios, 340 [15]); en el mismo legajo constan las ventas de los señoríos de Herrera de los Sendajos, Zahurdones y Palacios a favor de don Antonio Fernández de Córdoba; el de Ballesteros a favor de la Compañía de Jesús; el de Teba a favor de don Antonio Fernández de Hinestrosa; los de los cortijos Rubio y La Reina a favor, respectivamente, de don Rodrigo de Cabrera y de don Francisco Corral. Repetimos que todos los señorfos se constituyeron sobre fincas detentadas como propiedad particular por los nuevos señores. 234 dalgos y grandes propietarios vecinos de Córdoba o de pueblos campiñeses limítrofes (Ecija, Espejo, Montamayor, Bujalance, etc.). En bastantes casos se trata de miembros pertenecientes a los linajes más arraigados de Córdoba, pero que no habían llegado a contar con señorío ni, consiguientemente, con título alguno de Castilla en 1752; son, por ejemplo, los casos de Rodrigo Hoces, Juan José Díaz de Morales Fernández de Córdoba, Martín y Fernarido Fernández de Córdoba, María José de los Ríos Cabrera, etc. Pero no es despreciable tampoco el peso de aquellos terratenientes que aún a mediados del siglo XVIII no habían logrado integrarse en el estado hidalgo y aparecían en el Catastro bajo la denominación de labradores; es ilustrativo que esta circunstancia afectase fundamentalmente a los propietarios residentes en los pequeños municipios que se asoman a la Campiña de Córdoba (Bujalance, Espejo, Fernán-Núñez), de los que también se nutría, como veremos, el importante colectivo de grandes arrendatarios que corría con la explotación directa o por vía de subarriendo de buen número de cortijos y dehesas del término de Córdoba. Por lo que se refiere a las características territoriales de esta gran propiedad laica, y tratando de marcar diferencias cón respecto al latifundio eclesiástico, cabe señalar los aspectos siguientes: - La ausencia de desigualdades internas tan acentuadas como la existente entre la Mesa Capitular y las restantes instituciones eclesiásticas terratenientes, y consiguientemente el predominio de patrimonios casi siempre constituidos por un número de cortijos oscilante entre dos y seis, con las excepciones de las propiedades del conde de Hornachuelos y de Fernando Fernández de Córdoba con siete cortijos, y de Gabriel de Valdivia y María José de los Ríos con ocho. - La frecuente proximidad de los cortijos de una misma propiedad, lo que facilitaba su control y gestión y con235 236 N D> I t0 01 d^ r+ O tD O O ^ ^ ó^ ^ 0 A wA Aw 5 z• ^ ^ ^ ^ ^ Q ^ ^ tl ^ a .^ w^ A ti ^, w w^ AO a^ w O. . á^ ¢ ^? o^Gr^^ aw^ ^ww ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Ú Ú Ú Ú Ú Ú O^ CO M t0 O O OO ^ ^ _ ^, z ^ r+ 00 O OD O ^ O C^ ^-+ ^ ^ O O ^^ O M C ^ ^^^ ^U É ^^ ^^ ^^ ^^^ ^^ ^ ^U U ^ ^ U U ^ ^^ ^U « ^ ,^ M M 01 O^--^ N D7 N^f N N O u'f t0 M t0 O^ ^c1 ^O t0 d^ N 01 u^ N N d^ M l0 ^ •^ ^ ^ á `^ á ^ d" 01 ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^a^ Ú ~ ~ ^ ó á ^ O O t0 O^ M N d' N 01 ^ ^ f/] ^z w q ^ ^ C ^ ^ ^ ^ CO t0 I M M Q1 ^ ^^ ^o V p^ U K d ^ O o A Vl z^w ^^A aA xo U rx ^a o^G A a^ Qw a Ó waa, ó .^ :^ ^ ^ M ^^ v w V ^ .^ v ^ [ ^ ^ ^ ^ ^ ai ^ ai a^i ^ ai ^ ai ú Ñ ú v ú U U U v a^ U o, ^ rn co t0 N u^ t0 M u'f ..-^ M ^e'f U U I co ao 00 M . . . . u . . ' : : . : . : á : . o . : . : : : : ó ^ . . , . . . . . . V^J ld . Ld L y ^ • . • ^ , td . ^ Gi . . . ^ ^ 0 ^ . a ñ ^Y ó ^ o :° ^ = LL44 T L^ F 7 := ^ Ó ú `C oGOo4UA^ 237 O ^-+ t^ N b^ u'> .^-^ ^ tD ^ ^ S ^ ^ A W ^ AA ^ ^ ^ ¢ N M [^ l^ M Op d^ u '1 N t^ M .--^ N l0 ^ ^ ^ M t0 O ^+ N ^ u^ N ^ 00 ^ ^ O 00 O N b^ A VaI v] w W ^ N A^ ¢ A V ^ w ^ . ^ ^ ^ ^ ^ N lD M M ^ ^ N ^A N N ^ N y p^ U W áwU .^ó á^w a^ `^ v w L^l Q (:^ ^'z W Oa^ w¢^ ^ U X ^^O mo^rn ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Ó^ M [^ CO N 00 ..-i ^p ..-i ^ v ^ Ñ M ^A ^ ^ M d^ ^ cV N l^ N N t0 M M ^ N O ^A 1^ ^ :::^ :. :. :. ^o : ^: : : . . . ^ ti o ó y : : . . . : : : ó : : : ^ . . . ^ ...a . . : : ^ ÓÁ^ z^w ^ Ú A ^ Q x U w ^ O a a Q ^ O a • ^ N 238 : : . . . : : . . . ^ y ^ ^ •Q ^ ^ x O U A CUADRO 17 LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xvtit) Propietario Númao de cort^os core^os y dc^sas• 1. Propietarios legos Duque de Medinaceli 6 Martín Fernández de Cbrdoba 5 Alcaparro Duernas La Reina Hazuelas S ierrezuela Haza del Alamo Genovés Cañuelo del Genovés Alamillo de Valdepeñas • El Rubio Gabriel de Valdivia, Señor de la Reina 8 María José de los Ríos Cabrera 8 Juan A. de Sosa y Fernández de Cbrdoba, Señor de Aguilazejo 6 Luis Ternero La Reina (Guadalquivir) Pedro Capbn Pardillo Bajo Z azagoza Arenillas (3/4) Arenillas Bajas Dos más de nombre desconocido Cordobilla (1/2) Abolafia de la Torre Abolafia del Camino Abolafia del Pozo Calem Abolafia de las Heras Cárdenas el Alto Toscar Arenillas (1/4) Dehesa Rabanales Torreruelo Pedro Pascual Marquillos Bajos Origuero Aguilarejo 239 CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xviic) Propictario Númno de cosl^os Cort^os y dchesas 1. Propietarioslegos (co ntinuació n) Conde de Torres-Ca- I brera 9 Conde de Hornachuelos 7 Joaquín Fernández de Cbrdoba y Argote, Señor de Teba 5 Fernando Fernández de Córdoba y Heredia 7 Andrés Bañuelos Mesa Páez 7 240 Menado, Carnicera, Estebanía Alta Aguadillo, Sierrezuela, Judigúelo, Torres Cabrera, Malabrigo, Albacilejo Casa Nueva Torrecilla del Peral Algibejo Noria Turruñuelos C antarranas H arina Judigñelo Andrés Pérez Alto Andrés Pérez Bajo Villaverde Bajo Teba Torreblanca Leonis Torrecilla Pedrique (1 /2 ) C ansinos Valdepeñas Porrillas Ochavillo Montón de Tierra Higuerón Trapero Carrasquilla Alta Carrasquilla Baja C añaveral CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xvici) Psopietaño Númcro I de con^os^ co,r^os y dc^as 1. Propietarioalegoa (continuació n) Vizconde de Sancho Miranda 5 onde de Priego, Señor de Herrera de los Palacios y de Herréra de los Zahuidones Marqués de Ariza 3 azqués de Almodóvaz 4 6 odrigo Hoces y Córdoba 4 uis Castilla y Guzmán, Señor de Cadalso 3 Fernando de Lorite 2 Conde de la Oliva del Gaitán 6 Manguillas Altas Manguillas Bajas María Apazicio Nacimiento Sancho Miranda Nora del Cojo Herrera de los Palacios Herrera de Zahurdones Hazuelas Bajas El Alamo Chancillerejo Ribera Peralta Peraltilla Zarza Cañaveral Alamillo Estebanía Baja Fernándiañez Malpartida Trasbazra (1/4) Jaro de Enmedio Agua Malabrigo Jaro Alto Magdalena Rabanales Pedrique Calderuelo Alto Cañaveral Alto Manguillas Altas Origuero (parte) Lobatón (parte) 241 CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xvttt) Propi^tario Número de cort^os C,ort^os y dehesas 1. Propietarios legos (continuación ) Conde de Gavia 3 Juan de Mesa, Señor del Chanciller Marquesa viuda del Villar 1 3 Fernando de Cabrera, Señor de Montalvo Juan J. Díaz de Morales 2 José San Llorente 3 5 Murillo Trasbarra (1/2) Arroyos (María de ?) El Chanciller Valverdejo Luis Díaz Alfayatas (1/2) Montalvo Sanchuelo Trasbarra (1/3) Casatejada C arrascal Alamillo de los Libros Haza Morales Haza Urbaneja Miguel Tolín 242 Conde de Bobadilla 2 Duque de Granada 2 Conde de Fernán-Núñez 3 Conde de Lanjarón Duque del Arco 1 3 Alfonso Guzmán Moscoso Bartolomé Sepúlveda 1 2 Rodamonte Villarrubia Alamedilla Quemadillas Ratosa Casatejada Alta Casatejada Baja La Morena EI Alcaide Atalayuela Campiñuela Rabanales (parte) Jardón Dehesilla (parte) Trapero Bajo CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xvin) Propietario Númcro de cort^os Cort'y'os y ddusas 1. Propietarios legos (continuación) Diego Godoy Ponce de León, Señor de las Quemadas 3 Marquesa de Villena Marqués de la Vega de Armijo Juan Cañete Baena Diego Ortiz de Guineo Pedro Alcalá Moreno Rafaela Fernández de Mesa Marquesa de Villafuerte Lucas Castro Lora Conde del Portillo Conde de Fuentesaúco 1 1 1 1 1 1 1 1 1 3 Palomarejo Barquera Doña Sol Veguilla Díaz Gómez Alto Leonicejo Dehesilla (parte) Dehesilla (parte) Urraca la Baja (parte) Marquillos (1/2) Prádena (parte) Moyana Casablanca Cabeza de Baca Ventosilla 2. Propietarios eclesiásticos Mitra Episcopal Mesa Capitular 1 27 Los Libros Torre Juan Gil Alto Alborroz de los Abades Coronadas Casillas C añuelo Chotón Arcas Torremocha Urraca del Río Morterito Alto Morterito Bajo Pangía Rinconada M agdalena 243 ^ CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xvttt) Profiietasio Número de cort^os Cort^os y dehesas 2. Propietarios ecleaiásticos (continu ación) Mesa Capitular (continuación) 244 27 Capilla de las Nieves en la S.I.C. Convento de La Trinidad 1 3 Convento de Santa Claza 4 Juan I. Fuentes, Presbítero Convento de La Encarnación 1 3 Capilla de San Juan Bautista S.I.C. Fábrica de la S.I.C. Obra Pía de Gaspar Velasco S.I.C. Cuatro capellanías en la S.I.C. 1 1 1 2 José Molina, Presbítero 3 Hinojosa Villaviciosa Aldea D. Gil Cisneros Rivillas Montefrío Alto Montefrío Bajo V entosilla Camarero Fontalba de Abades Luis Díaz Pay Giménez Pardillo Bajo Marchante (parte) Trinidades Trasbarra (parte) Redondo (parte) Jilete Pardillo Calderuelos Lazarillos Lobatón Haza Moyana Sancho Martín Hazuelas Bajas Lopeamargo (parte) Fuensequilla (pazte) Gamarrilla Mirabonillos Calatravilla Prádena Herrerita Alta Herrerita Baja CUADRO 17 (continuación) LOS CORTIJOS Y DEHESAS DE LA CAMPIÑA Y RIBERA DE CORDOBA, DISTRIBUIDOS POR PROPIETARIOS (MEDIADOS DEL SIGLO xviu) Psopietario Número de cort^os Cost^os y dehesas 2. Propietarios ecleaiásticos (continuación) Obra Pía de Beatriz Guzmán Hospital General 1 2 Hospital de San Sebastián 3 Convento de Jesús Crucificado 4 Hospital de San Andrés Convento de Santa Cruz Convento de Regina Coeli 1 1 2 Convento de San Juan de Dios Convento de la Merced 1 3 Luis Díaz (1/2) Halconcillo (pazte) Judío (parte) Marhante (1/2) Fuensequilla (1/2) Haza Escudero Cabrerizo Bajo Sancho Mirandilla C arrasquilla Ubadillas (1/3) Haza Ancha Valsequillo Nuevo Nuevo el Bajo Pilas Jurada (parte) Jardón (parte) M irabuenos Fuente: A.H.P. de Córdoba, Catastso del Masquís de la En.cenada, Libsos de Hacienda de ltgos y etluiástieos (1752). 245 246 ducía a un mapa de la propiedad territorial en el que las unidades de referencia, más que cortijos o dehesas, pasaban a ser los cotos redondos integrados por varias unidades de explotación. Por último, la menor implantación relativa de la gran propiedad laica en tierras de ruedo, entre otros motivos porque algunas de las vías que propiciaban la acumulación de esas tierras en manos del clero -donaciones y dotaciones- no eran obviamente utilizables por los no eclesiásticos. De cualquier manera sigue siendo significativo que veinticinco de las treinta y nueve propiedades recogidas en el Cuadro 15 contasen con tierras inmediatas a la ciudad y que, en conjunto, aquéllas superasen casi la sexta parte del total del ruedo cordobés. 1.2.2. Tenencia y renta de la tierra en la Campiña lat^ndista: el ejemplo cordobes A1 margen de las referencias que sobre la orientación productiva de la gran propiedad cordobesa se hagan en el epígrafe siguiente, nuestro interés se centra ahora en un tema clave para la comprensión de la formación social de Andalucía Occidental durante todo el Antiguo Régimen -en parte, también, hasta el segundo tercio de nuestro siglo-; los re ^tmenes de tenencia y la renta del suelo como expresión de las relaciones sociales que se generan en torno al latifundio campiñés. Como ha escrito P. Ponsot, no cabe duda de que «el estudio sistemático de la renta requiere un gran esfuerzo, a la vez documental y conceptual» (12). Compartiendo esa afirmación e interesados sobre tódo por los aspectos estructurales y espaciales de la tenencia y de la renta de la tierra, nuestro estudio (12) P. Ponsot, «Rendement des céreales et rente fonciisre dans la Campiña de Cordoue au début de xv^^ et au début de xnc^, Cuadernos de Historia, anexos de la revista Hispania n.° 7, 1977, págs. 475-489, cfr. 432. 247 se detiene fundamentalmente en el análisis de los regímenes que a mediados del siglo XVIII articulaban las relaciones propiedad-explotación, queriendo poner el acento en las diferencias que el territorio (a escalas comarcal y local) introducía en cuestiones tan importantes como la duración de los contratos, el montante de la renta, las características sociales y residencia de los arrendatarios, y el tamaño de las unidades de explotación. No se aborda, pues, en profundidad, el estudio de la dinámica de la renta (13), lo que metodológicamente no impide la formulación de hipótesis sobre tipología y«territorialidad» de la tenencia y renta de la tierra, partiendo del marco teórico de que lo fundamental es la forma y la cuantía en que se distribuye el excedente más que la evaluación coyuntural de su volumen concreto (14), especialmente en una sociedad agraria tradicional en la que a lo largo de siglos no se produce revolución agrícola alguna, obedeciendo las etapas favorables y desfavorables, como ha señalado el propio Ponsot, a una cierta elasticidad coyuntural en la introducción o retracción de mejoras, más que a auténticos cambios en las fuerzas productivas. El análisis de la cuestión se ha centrado, por otra parte, en el marco de la gran propiedad eclesiástica, tanto por la variada casuística que la tenencia de la tierra presenta dentro de este estamento -en el extenso municipio de Córdoba, al menos-, como porque para los patrimonios señoriales se cuenta ya con la notable aportación de A. M. Bernal (15). Pues bien, a mediados del siglo XVIII buena parte del latifundio del clero cordobés era rentista. Casi e195% de las tierras (13) Nos consta que el tema está siendo objeto de análisis detallado por parte del profesor Ponsot en la elaboración de su Tesis de Estado. (14) Aunque prescindiendo del estudio dinámico de lo que la renta ha supuesto sobre el producto agrario durante siglos, se brindan en las páginas que siguen distintos ejemplos de lo que aquélla significaba a mediados del siglo xvIII en diversas comarcas y tipos de fincas campiñesas. (15) A. M. Bernal, La lucha pos la tierra en la crisis del Antiguo Rígimen, Madrid, Taurus, 1979. 248 computadas estaban cedidas en arrendamiento para su explotación, independientemente del tamaño de las fincas, de su localización y hasta de los cultivos (16). Ahora bien, bajo este predominio general del arrendamiento como forma de tenencia se escondían diferencias, en unos casos de matiz y en otros más sustanciales, que obedecían al distinto tamaño y ubicación de las parcelas, y que redundaban en el montante de la renta pagada, en la duración de los contratos y en los características sociales de los propios arrendadores. Veamos, pues, cuáles eran esas diferencias entre cortijos y ruedos, y la funcionalidad que pudo corresponder a cada forma de arrendamiento. A) El arrendamiento de cort^os Los cortijos de Córdoba, con pocas excepciones (17) incluso aquéllos de propietarios laicos, se explotaban por el sistema de arrendamiento sujeto a esterilidad y plazos cortos de cesión, por lo general de tres años o múltiplos de tres dado el sistema al tercio dominante, aunque no faltaron los contratos por cuatro o cinco años. Lo cierto es que al menos desde comienzos del siglo XV hasta fines del Antiguo Régimen -cabría decir, incluso, que en muchos aspectos hasta el siglo XX- el contenido y las cláusulas (16) Hay, sin embargo, cierta tendencia a que el escaso olivar campiñés y algunos predios de huerta sean explotados directamente por determinados conventos y otras instituciones eclesiásticas. (17) La información documental de mediados del siglo xvIII pmcede en buena medida de los libros de eclesiásticos del C.M.E., que como se sabe incluyen suficiente información sobre la tenencia de las tierras del clero (nombre y residencia de los arrendatarios, montante de la renta, tipo de contratos -de por vida, a corto plazo, con esterilidad-, etc.). Los aspectos cualitativos de los contratos de arrendamiento proceden del análisis de más de treinta escrituras del Archivo Histórico de Protocolos de Córdoba, Nota 2, escribanía de la familia Barroso, desde mediados del siglo xvI[I a comienzos del xlx, así como de una serie casi completa y de extraordinario interés de los arrendamientos de los cortijos Fontalba del Arroyo y Encineño, que se extiende desde comienzos del siglo xvI hasta mediados del XvI1I. 249 de estos contratos se alteraron escasamente, tanto en lo que se refiere a las obligaciones de los arrendatarios, como a sus derechos en caso de esterilidad. Las series de treinta y ocho y cuarenta y siete escrituras de los cortijos Encineño y Fontalba, respectivamente, entre 1515 y 1765 así lo evidencian (18). Por lo general, tras señalar la renta anual de pan terciado «bueno, nuevo, limpio y enjuto», y de dádivas en granjería y dinero, las escrituras entran en el pormenor de las obligaciones de los contratantes; brevemente pueden reducirse a las siguientes: El arrendatario se compromete a efectuar el pago del grano y dádivas en fechas concretas; para Santa María de agosto el trigo y la cebada; las dádivas en metálico, cuando existen, por mitades en Santiago y San Miguel (25 de julio y 29 de septiembre) y el ganado y otros productos en distintós momentos del año, casi siempre haciéndolos coincidir con fechas de relieve en el ciclo litúrgico: gallinas por Navidad, carneros y quesos por Pascua Florida y lechones por San Andrés. Se obliga también el tenedor a seguir el sistema al tercio, comprometiéndose tanto a «empanar» exclusivamente la tercera parte del cortijo, como a realizar adecuado cultivo de los barbechos: «,.. Y me obligo a traer y que traeré a tres hojas el dicho cortijo, sembrando tan solamente en cada uno de los tres años de este arrendamiento la tercia parte de tierras de él en buenos barbechos de tres rejas, alzados, binados y terciados, al uso de buenos labradores, pena de pagar dicha renta sin baja ni descuento alguno» (19). (18) A.H.N., Sec. Clero, Libros 2.977 (Cortijo Encineño) y 2.979 (Cortijo Fontalba del Arroyo). (19) Escritura de azrendamiento del cortijo Fontalba del Arroyo de 1728 en el libro reseñado. 250 - El último año del arrendamiento el labrador había de dejar las dos terceras partes del cortijo sanas y por romper, de manera que quien le sustituyese en la labranza entrara «barbechando y gozando de las hierbas y pastos de dicho cortijo como es estilo, pena de pagar al dicho labrador el daño y perjuicio que de no hacerlo así se le siguiese». Como es lógico también, en diciembre del mencionado último año el arrendatario «saliente» debía sacar del cortijo todo su ganado «mayor y menor», para pasar el exclusivo beneficio de pastos y rastrojos al nuevo contratante, autorizándosele sólo la entrada por agosto del número necesario de cabezas para sacar la cosecha: «... Que entonces (en agosto) sólo entraré los necesarios para sacar panes y coger la espiga y no otros (ganado) y el labrador que me sucediese los podrá echar fuera». - Casi todos los contratos estudiados obligan al arrendatario a guardar las Ordenanzas de la ciudad de Córdoba sobre venta de hierbas y pastos y al cumplimiento de la Pragmática sobre proh^bición de adehesamientos; un contrato poco explícito como el de 1550 dice solamente: «Guardar la premática e ordenanza de los señores de Córdoba que hablan sobre dehesa e pasto común»; el de 1728, por ejemplo, más detallado, afirma textualmente: «Y me obligo de guardar la pragmática de adehesar y pasto común y que no se vendan yerbas a pastores serranos so pena de la dicha pragmática y ordenanzas de esta ciudad que de ellos tratan». - Un aspecto de tanto interés en el funcionamiento de la agricultura y de las relaciones sociales campiñesas -el subarriendo de tierras- recibe un tratamiento pobre por parte de los contratos. En general, la propiedad no prohibe la cesión a terceros, lo único que impone es el previo consentimiento por su parte y la obligación de los terceros implicados al pago de la renta junto con el 251 gran arrendatario. No cabe duda de que esa relativa indefinición dejaba en la práctica mano libre a los poderosos tenedores de tierra para obtener por vía de subarriendo rentas elevadas, junto a los beneficios procedentes de las labranzas por ellos gerenciadas. Se obliga, por último, el arrendatario al pago de la renta y para ello hipoteca «todos sus ganados mayores y menores, aperos y labor, sembrados y barbechos que tuviese en dicho cortijo, con prohibición y pacto absoluto de venta y enajenación hasta ser cumplido todo lo contenido en esta escritura y la venta en contrario sea nula y de ningún valor». De entre los derechos de los arrendatarios, y al margen del primero y más obvio de tres sementeras y tres cosechas alzadas, hay dos que merecen cierta atención: la posible sujeción de la renta a«esterilidacL^ y la fa^ultad de sembrar sin el pago de renta alguna determinada superficie de rastrojera y barbecho (Cuadro 18 y Figuras 24 a 26). Los arrendamientos sujetos a esterilidad constituyen una fórmula particular de contrato, que contiene rasgos de un régimen de tenencia más tradicional como la aparcería. Por esa fórmula el arrendatario adquiere el derecho de reducir el montante de renta de pan terciado acordado en el contrato, en aquellos años en los que lá cosecha presenta «esterilidad», es decir unos rendimientos por fanega de simiente o de tierra -varían las referencias según contratos- inferiores a los niveles medios de productividad. De esa forma, propietarios y labradores compartían en alguna medida los avatares y riesgos de la producción, y la renta del suelo dejaba de ser una parte fija de plusvalía para convertirse en una cuota determinada (generalmente dos de cada nueve fanegas recogidas) del total de la producción. De cualquier manera, y en el caso al menos de la Campiña cordobesa, el sistema puro de esterilidad fue evolucionando hacia una fórmula más próxima a la del auténtico arrendamiento; y ello se consiguió mediante el incremento paulatino y re252 Ú a^rn.o^nom^oMrn^o ^ M O Ó O N M 01 d' n d' t0 n 00 t^ ^ t0 ^ d^ ^e'f t0 ^ 1^ CO N l0 M M^ OD O O) CO O N d^ 01 ^ N O^+ N M M N N M M d' d' d" ^ ó •^ w ^ .^ ^ _ U w ^ a ^ ^.. y GS u") u'f d^ O u Y l0 d^ OD 1^ M^ M N M Ñ^ ñ N ^ V L ^ ^ ^ ^ C W Y ^^ ^ `a b O w M ^ ^ ^ ^i ^ ^ C N t0 1^ G d' •^ C C d' O CO M CO 00 N d' 01 ^ ^7 ^O d^ d^ ^ M l^ l0 d ' O^ .-. ^ V ^ ^ ^ tl +^ R', ^ ^ v w tl.^ v ! ^ ^ q0 ^. N M^ t^ l0 O^+ ^^O 00 N d^ ^O ^O N N^^ Ñ ... N..r .+ ..-i .-i N d' r+ N ^ ^y F a » O y ^ Ó ^ ^ b u m ^°g^ = w ^ á^ ^ : ^a ú ^ ° b ^ ^^Ú W pL CG Gra Q ^ aw w¢ Az z o° : : : . . . : . . '^ : C^ . . . : : : : ^ . . . . ^ : : : . . . . : .....^:... ... ..... o :^ ^ : o : : : : . :::::a:::: •^, : : :o :^^ ó b ^ o ^ ^ • ^ ^ ^ ^ ^ ^ F ^ ^ C ^ ^ Ú ^ ^ ^ ^ •dl li: ^. L Q (^ O ^ •^ • (U ^` ^ ^,e o ^ V V ^ v á^ ó. ^ Ú .° ° b C v 0.^ ^^ ^y ^ V ^°x •É ^ ¢ ^ ^C W ^ ^ (^ • .r. QÚUU^^áoG^x .... ^L W 253 aG O a «a á ^ c^ Q ^ w Q ^ ^ z^ Ú N 1^ 00 l0 O N l0 Op N ^ c^ ^ n ^^o n cD ^ ^o‚ o;o^^ooo ^ ^ O^ N l^ M N d^ O W M N O^ O N O 00 d^ M N M d^ M M N r+ N M M t0 N OO N l^ O o d' ƒ d" CO M l^ OO ^ l^ N^ N t^ N l0 ^ u^ • ^ ca Q^i ^ ^a d Ov ^ .^o ^` C ^ ^ ^ V ú . ^ ^ w ^ ^ ^ y.. ^ y C1 óa ^ L b U `'^ ^ WQ ^ ^ z^z ^i $^ O 00 N 00 O O o d^ O t0 ^.,d, tl ^ Ñ Q1 N l^ d^ Ol d' 01 [^ ~ .-N-^ á í^a ^ ^ O ^ ^ Q ^ ^ ^ ^ R ^ ^ Q ^^ ^ C9 ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ G• GG w W 0 z^ m tl ^^ ^ ti ^ O N d^ l0 CO ^f l^ N O M^ M t0 00 N N M 00 O^ C 01 M d^ N N ..r .-^ ..r N .-^ M ^,M ƒ . d^ tO 'ú ^ ^ ^ ^, ^ ó b ^ ^ Ó ^ ^ .j m ^ V ^ oAÁ ^ W Q F^ o '^ zz O^ V . . ti . . : . : : : ' b : : . . . . . . : . .^ : ^ .. . ¢ . . : o . . ^, . ^ ^ ^ W 254 w .. . ^^Ú A ^ ^ O ^ ^y v áb p y L a ~^Ú : ° ' : b=b a ó ó ' o ^a o ^° ^ ^ ^;^x ^' C7 :a :. ^N 'v A Ó^ q w.ñ ^y ^_] „ C d ^o d^ . v á^^ Á Q U g+ á… ^ UA,, .^-1 W ^ ^+ Ó b 4 m O a M ' ^ ^ ; ^ O ^v ^ •^ ^ ^ a^ ^, O ^ ^ q T >QU^>Úc^á Ó F" ^v b „ a: 0 .^ ^ ¢ Wm^ ^ ^ ^ ^ M m AI Q) 1^1 AI 17 A 1n AI 1^1 19 0 A N n M M n n O 8n M L L R ^ F+ ^ • r rl - , A C M a .C O O 1^ Q Cm O m T ^j ^ ^ N N m A ^ ^ M ^U v n ^ .. y C^ A ^ e ? ^c O ^ M ^ É M l ^Ú C p . ^ .^-. ^^ 0 ^ ^ V ^ C ,p '^ 7 ^ ^ ^^ ^ T a^ ^ N C^ W E O 0 Q W u ^ á u Ó ^ m 1^0 Q . N Ó m O t0 O Q O N 255 A 0 .^ ^ G 0 A lil MI E ^ t n ñ A 0 T ^ A A L n n M n n A E^ A A ---^ -^ o A m b n n A I T y ^^ ó ^ ^ ^E •^ a ^ E ^ ^ ^U 0. ^ L ^ fl m A M 0 A A L^ ^ ^ A ^ C ^ ^ ^ T n v n O ,^ E n b M ^ ^ C ^O •O y Ú ^ "7 . Ó^ > y W -p O ^ u 256 ^°o ñ ó O a ^o lativamente regular de las entregas en concepto de dádivas, es decir, de determinado montante de reales de vellón y de producción animal no sujeta a la irregularidad de las cosechas. Veamos esta dinámica reflejada en la serie de contratos de los cortijos Encineño y Fontalba del Arroyo del monasterio de los Jerónimos. En torno a 1518, por ejemplo, la renta de ambos cortijos estaba fijada, respectivamente, en treinta y cuarenta y cuatro cahices de pan terciado sujetos a esterilidad, y por razón de dádivas dos cerdos y siete pares de gallinas en el primer caso, y sólo dos puercos en el segundo. Hacia 1605-1608 la renta de pan había ^recido sustancialmente hasta alcanzar los cincuenta y cinco y cuárenta y ocho cahices, pero más aún las dádivas, que, aunque muy lejos desde luego del valor de la renta de pan, suponían para el cortijo Encineño seis cerdos, seis carneros, cincuénta y cinco gallinas, un ternero y cien haldas de paja, y para el de Fontalba del Arroyo seis cerdos y setenta gallinas. Hacia mediados del siglo XVII contamos con las primeras referencias de dádivas en metálico, que ya no dejarán de aparecer.en los contratos hasta que se generalice la renta fija en dinero. Así, por ejemplo, de 1.500 reales en 1650 para el cortijo Fontalba descienden en torno a 650 reales en la segunda mitad del siglo, para iniciar una cierta recuperación a firiales del siglo y volver a caer en el primer tercio del siglo XVIII, alcanzando definitivamente los niveles anteriores a la crisis en la mediación del XVIII (1.400 reales en 1765). De esta forma las dádivas en dinero, calculadas siempre en razón a un determinado número de reales por cada fanega del tercio de erial, llegaron a suponer a fines del XVIII una cantidad respetable, en torno al 20% del valor en reales del pan terciado acordado en contrato (20). (20) Estimando los precios del trigo y la cebada por quinquenio en Córdoba, según la información obtenida de la respuesta 13. a del Interrogatorio del C.M.E., en 15 y 8 reales respectivamente. 257 La importancia de.l derecho a esterilidad para las partes contratantes queda reflejada en el amplio tratamiento que merece en todas las escrituras, desde las más concisas a las más detalladas. Se empieza casi siempre con la fórmula estereotipada de que «si lo que Dios nuestro Señor no quiera, hubiere esterilidad en todos o en cualquiera de los años en los sembrados de las fanegas de labor, se puede pedir, alegar e gozar esterilidad» (21). Detectada la probable esterilidad por parte del labrador, el proceso. a seguir fue prácticamente idéntico durante siglos: el arrendatario, «antes de entrar la hoz en el mies», había de notificar el hecho a la propiedad, quien en el plazo máximo de tres días designaba un veedor que junto con otro por parte del arrendatario estimaban o no la procedencia del derecho a esterilidad; en caso de acuerdo a favor del labrador o de discordia entre los veedores, la propiedad se comprometía igualmente a enviar fiel erero dur.ante la saca de la cosecha para evaluar su monto y retirar lo que procediese. -casi siempre dos de cada nueve o una de cada cinco fanegas cosechadasa favor de la persona o institución propietaria. La mayor parte de los contratos son explícitos sobre el umbral por debajo del cual la esterilidad podría ser alegada; unos, como el de 1650, señalan rendimientos mínimos por fanega sembrada, casi siempre de siete a una; otros, productividad por unidad de superficie, como el de 1699, que establece el umbral de esterilidad en diez fanegas de grano por fanega de tierra «ayudando la cebada al trigo y el trigo a la cebada» (22). (21) Escritura de arrendamiento del cortijo Alto de Coronadas, de la Mesa Capitular de la Catedral de Córdoba en 1800. A.H.P. de Córdoba, Nota 2, escribanía de Barroso, libro de 1800, folios 211 y ss. (22) Si se tiene presente que a mediados del siglo xvIII la fanega de trigo y cebada de mediana calidad se «empanaban» respectivamente con alrededor de 15 y 18 celemines, se concluirá la práctica equivalencia de rendimientos existentes entre 7 fanegas de grano por fanega sembrada y una productividad de 10 fanegas por fanega de tierra. 258 Umbrales como éstos, que incluso en tierras de excepcional calidad como las de la Campiña cordobesa han de considerarse más bien elevados (23), motivaron que en la práctica fueran pocos los años en los que la renta de grano pagada se ajustase a la establecida en los contratos (24). No estamos en condiciones de concretar la difusión d^e los arrendamientos «a esterilidad» en el conjunto de la Campiña andaluza. Lo que no cabe duda es que con algunas peculiaridades fue también seguido en explotaciones del clero jiennense -las rentas a«veimiento» del convento de la Concepción, entre otros-; y que, por contra, su difusión parece menor en el latifundio de la alta nobleza de determinadas áreas de la Campiña cordobesa o sevillana estudiadas (25). Sea como fuere, lo cierto es que en aquellos casos en los que la renta a esterilidad constituyó el régimen de cesión adoptado, la cuantía de grano pagada resultó en bastantes campañas ostensiblemente inferior a la estipulada en contrato, hecho que, sin evitar la pesada carga que siempre supuso la renta del suelo para los arrendatarios andaluces, pudo contribuir en alguna medida a una mayor capacidad de acumulación en manos de los titulares de la explotación. Junto con el derecho a esterilidad, no generalizable como se ha dicho al conjunto campiñés, la práctica totalidad de los contratos de arrendamiento incluían también el derecho del arrendatario a cultivar y sembrar una determinada superficie de la rastrojera -variable según la superficie del cortijo- y del ruedo de la explotación, libre de renta alguna, con vistas (23) Los rendimientos del trigo y de la cebada en Córdoba según el C.M.E. para tierras de l.a, 2.a y 3.a calidad eran, respectivamente, de 12, 8 y 5 fanegas por fanega de tierra para el trigo, y de 15, 10 y 5 fanegas para la cebada. (24) P. Ponsot, op. cit., págs. 476-77. (25) No se menciona, por ejemplo, en los contratos de arrendamiento de la Casa de Medinaceli en la Alta Campiña de Córdoba a mediados del siglo xvIII. Archivo Ducal de Medinaceli, Priego, Leg.° 104: «Relaciones de las rentas de las mayordomías del Estado de Priego». 259 esencialmente a parte del autoabastecimiento de las familias residentes en el cortijo y al sustento de la cabaña de labor. La eaaluación de la renta Vistos los aspectos cualitativos de'lós contratos de arrendamienfo de grandes fincas, resta ciertamente por plantear un aspecto de gran interés; el conocimiento del montante de la renta, la evaluación de aquella parte del producto agrario, y más concretamente de la plusvalía agraria, que iba a parar a manos de la propiedad del suelo; no se trata aquí de entrar en análisis sobre dinámica de renta, aunque las series de contratos de los cortijos Encineño y Fontalba permiten algunas consideraciones al respecto, sino solamente de comentar lo que suponía el montante de aquélla en un numeroso grupo de cortijos cordobeses de eclesiásticos a mediados del siglo XVIII. De dicha información pueden concluirse los siguientes extremos (Véase Cuadro 18). 1) Un primer hecho evidente es la elevada participación que sobre el total del producto agrario corresponde a la renta de la tierra: prácticamente la tercera parte del valor medio de la producción de los cortijos cordobeses a precios de trigo y cebada en el quinqueño 1745-50, sumando grano y dádivas. Aun teniendo presente la posible y frecuente sujeción a esterilidad, la renta no dejó de ser nunca una pesada carga para los grandes arrendatarios campiñeses. 2) Es también detectable la correlación positiva y significativa existente entre renta y calidad de la tierra, es decir, que tal y como queda recogido en el Gráfico 27, las explotaciones que tributaban con rentas superiores a 3 fanegas de pan terciado por fanega de labor contaban con un terrazgo de indiscutible mejor calidad que el de aquéllas que lo hacían con rentas relativamente más bajas (iguales o inferiores a 2 fanegas por fanega de labor). 260 8c 0 o v o ó ó o^ ^ o^ ^ ó 5 0^ 00 0 0. ^ ú ^ ^ ^ V °d v o eg ó= « ó ó ó ó 0 :^ ^ ú ó ° a3 -o v 0 V O C O G O ^ 261 Algunos ejemplos de ^^renta contractual» y nrenta real» de cortijos sujetos a ^esterilidad». °Herrera de loe SendaJoe" del Cotwento de S. Pablo -Cortijo de Córdoba. ComDlña ds Córdobo. ----------------Boe• 100. Rsnta en eontroto ^ ^^^ ® ^ 1716 17 iB 21 28 41 54 37 "VillarrealeJó' del Convento de S. Pablo de Córdoba. -Cortijo CamD^^o de Córdoba. Baee 100. Renta en eontroto. ^ ^^ ^^^ ^^ 1717 18 19 20 21 24 2S 26 27 28 29 34 37 58 -Cortyo ° Torre Chantré' del Convsnto ds la ConceDelbn ds JoAn. CamDlña de Joín Figura 25 262 N n N Ñ ^ M N ^ ^ N u N ^ ^ ^ J W _ W a N O N < N I I u x 01 m ^ ^ ^^ h ^ C`l ^ ^ i^ ^ ^ .N W r^ \ ^^ ^O ^ 01 ^m F r F t0 ^n Fa N O m 1 Z i` ^ o Q ^ o N o h ^ a n N 263 3) Hay por último que señalar cuantitativamente un hecho ya constatado al de ^cribir los aspectos cualitativos de los contratos: la incidencia que el sistema de arrendamiento a esterilidad tuvo sobre el montante real de renta pagada por los cultivadores. Somos conscientes de que los ejemplos que se ofrecen son puntuales, tanto espacial como cronológicamente, pero suficientes al menos como para plantear los efectos del sistema, la dificultad de calificar como arrendamiento en sentido estricto una forma de cesión de tierras como ésta, y para defender la hipótesis de una mayor capacidad de acumulación en manos de los beneficiarios de este sistema. Los grandes arrendatarios y su residencia El conocimiento de los arrendatarios y de su procedencia a través del Catastro de Ensenada es sólo posible para cortijos y hazas de eclesiásticos. La información ha sido parcialmente completada con la procedente de algunos protocolos de arrendamiento de los últimos años del siglo XVIII y comienzos del XIX. La residencia de los casi cin •uenta labradores computados queda recogida en la Figura 28 y pone de manifiesto un fenómeno sobre el que tendremos ocasión de volver con documentación exhaustiva, para la segunda mitad del siglo XIX: se trata de la «distribución» de la extensa Campiña cordobesa en áreas de influencia según la residencia de los grandes arrendatarios. Si bien Córdoba tiende a comportarse como uno de los polos indiscutibles de la oligarquía propietaria regional, su protagonismo se reduce ostensiblemente cuando se toma en consideración a la clase de los «capitalistas agrarios»; éstos, en la mayor parte de los casos de extracción y condición labradora, tienen «casa abierta» en los pueblos limítrofes de la Campiña, controlando la explotación de los cortijos más próximos a sus núcleos de residencia. La separación de propiedad y explotación, o si se quiere, de renta de la tierra y de capital adquiere 264 u ^ m w V m é u c 0 V ^$ ^t̀^. !d O ^ u u »^ ^ N u m .D C u ^ ` t a. .^ ^ u p 9 ^ m ^d ^ y ^ ^ Ñ ^ U a u b ^o M n p C u c 0 u ó p ^ ^ ó -' u u m^ ^ ^ C m u ^ m^ t ^ '^. á u p ^^ o, m u •` ^ u ^ G U á 265 266 también gráfica representación espacial en esta especie de oposición entre Córdoba, núcleo de propietarios por excelencia, y los pueblos de la periferia campiñesa, asentamiento preferente de grandes colonos y labradores. Sobre la personalidad de los arrendatarios, la información catastral no permite llegar a demasiadas conclusiones; un hecho, sin embargo, parece insinuarse: la presencia ya entre los labradores pueblerinos de una serie de individuos vinculados a familias que habrían de dar decenios más tarde importante juego en la desamortización eclesiástica y en el proceso general de renovación de la oligarquía propietaria cordobesa; me refiero, por ejemplo, a Diego Serrano, de Fernán Núñez, arrendatario del cortijo Los Libros; a Juan Natera, de El Carpio; a los hermanos Lora de Bujalance; a los Zamorano, de Villafranca, etc. B) Los anendamientos de «ruedo» Junto con los arrendamientos cortos de grandes cortijos que identifican durante siglos la tenencia de la tierra en la Campiña andaluza, coexisten las formas de cesión de las tierras próximas a los pueblos y ciudades -las fincas de ruedo-, que, como ya vimos, constituían una parte no despreciable en el conjunto de la gran propiedad, y muy especialmente de la gran propiedad eclesiástica. Parece oportuno poner de manifiesto los rasgos peculiares de la tenencia de estas tierras, tanto para contraponerlas en cierta medida a las superficies cortijeras, como, sobre todo, para comprender la funcionalidad social de las unidades de explotación a través de las cuales se organiza la cesión del uso del suelo. Dichas peculiaridades pueden concretarse en las siguientes: 1) Un alto grado de minifundio de explotación, que en bastantes casos, como en el de las tierras de la Mesa Capitular, no se corresponde con un minifundio real de propiedad. Quiere ello decir que en función de la notable• 267 presión existente para la labranza de estas tierras inmediatas a la ciudad y fácilmente cultivables al estar ubicadas sobre los arenales y graveras de las terrazas bajas del Guadalquivir, la propiedad pmcedía al troceamiento de las fincas en unidades de explotación muy reducidas. Obsérvese en los Cuadros 19 y 20 que la mayor parte de los arrendatarios contaba con menos de diez fanegas de tierra y que ello se veía acompañado, además, por un elevado grado de dispersión parcelaria. 2) La existencia de dos formas de cesión de tierras, una el contrato a corto plazo, sobre los que tendremos ocasión de volver (26), y otra el arrendamiento de por vida. Ambos, sin embargo, hacían efectiva su renta en numerario y no en especie, fenómeno que tiene indudable trascendencia para comprender el funcionamiento de la agricultura campiñesa y, en general, el nivel de evolución de la economía regional. C abría pensar que la materialización de la renta en dinero, especialmente la procedente de pequeñas unidades de producción como los arrendamientos dé ruedo, implica «un desarrollo ya bastante considerable del comercio y de la industria urbanas y de la producción de mercancías» (27). Sin negar esta posibilidad, sobre todo en las inmediaciones de un núcleo de población importante como Córdoba, hay en el caso concreto de la Campiña andaluza otro factor que ha de ser tenido en cuenta en la explicación del carácter monetario de estos pequeños arrendamientos: Es el hecho de que muchos de los arrendatarios de las parcelas de ruedo y sus familiares eran fundamentalmente jornaleros, es decir, individuos el grueso de cuyos ingresos no pro(26) Véase más adelante el estudio de la tenencia y de la renta de la tierra del <^multifundio» altocampiñés, que enriquece en buena medida lo aquí expuesto. (27) K. Marx, El Capital. Csítica de la Economía Política, Méjico, F.C.E., 'trad. de Wenceslao Roces, 9.a reimp., 1974, 3 tomos, Tomo III, pág. 738. 268 ^ ^ ^ N .p ^ ^ ^ ^ ^ N M ` ., ^ CO ^ ^ ^ ^ ^ ^ .^ ^^ . ^ . h ñ ^ ^ S c^v ^p ^ N ^ ^ .^ p ~ ^ ~ ^ •^ ^ ^ tl ^ P q ^ ^•i ó ^ ^ Ú N ^D ^ w^ ^ ,O ^ N ^e'^ tl ^ a ^ ^ h ^ ^ ^^ ^o^ ^ ^ M Q ^ v ? `C,o v^ ^^ Ú ^ _ M ,y N ^ ^ n 4 Ó t0 ^ s ^o ^ ó ú i^ ^ ^^ .^ .^ ^ ^ ^ ^ ^^ . ^ : ^ • ñ ^0 y M ^ ^ d a; y : b ^ d^ ^ ^ Q^ v á o ^ mz^ ^v^ c ^^ ^ ^ Ú '^ ^ O ^ ^ V Y ly ty • ^ (Y ;D ^ L ^ ^ ^^ ^ ^^^^ v °^ w ú.^j Zj ` N e^. ^ ^ ^ tl n b C'. ^ _ ^ 4^ b ^ w • °' o . 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N Q . ^ ^ ^ •^ . ^ : ^ . a . .o ^ ^ Fzl o--' C.• H ^ ^ o^ y ^ Ea-^ Á z^ ^ S ^ ^^^^ .^ ^ ^e ^ + R ^l, W ^ 1^ ~ ^; y 00 w ^ ^ ^ ^o .^- ^ O t^ ^o ^i p0 O M^ F W ^ Á^ ^.., tl ,ó ^ ^ y ^ ^ ^ ta v ^ ^ ^ N O^ N ^ N • ^ Q: O V ^ l: ^a^ ^,, ^ z^ cedía de la explotación de unos cuantos celemines o unas pocas fanegas de tierra, sino de la venta de su trabajo en determinados meses del año; sus jornales garantizaban, sin prejuzgar la orientación que se diera a lo producido, el pago de la renta de unos palmos de tierra que no alcanzaban a reproducir, en la mayor parte de los casos, lá fuerza de trabajo familiar (28). Ello no quita que existiese también un grupo de auténticos campesinos, en el sentido más ortodoxo del término, cuya dedicación prácticamente absoluta estaba orientada a la explotación de las tierras arrendadas, especialmente en Córdoba donde la abundancia de agua en el ruedo posibilitaba aprovechamientos muy exigentes en mano de obra. Pero, en cualquier caso, ese grupo campesino no fue nunca numeroso ni representativo en la estructura social agraria campiñesa, como vamos a demostrar a continuación con el análisis de la tenencia de la tierra del «multifundio» altocampiñés. 3) En cuanto al montanté de la renta, las diferencias son ostensibles entre los arrendamientos cortos y los de por vida (29). Estos últimos, aunque en el momento de formalizarse establecen rentas elevadas, escapan al incremento impuesto por el proceso inflacionista, de ahí que a mediados del siglo XVIII aquélla no suponga más allá del 17% del valor del producto agrario. Por el contrario, en los arrendamientos cortos, actualizados con cierta frecuencia, la renta alcanza cotas mucho más elevadas, en torno a134%, valor claramente superior al de la renta de cortijos, pues en el caso de las tierras de ruedo además no era frecuente la posibilidad de sujeción a esterilidad. En esta o^asión la proximidad al lugar de resi(28) Sobre la condición social de los pequeños arrendatarios se incluyen más referencias concretas en el epígrafe 2.5 de este capítulo, <•Minifundio de explotación y renta de la tierra en la gran propiedad de la Alta Campiña». (29) Los arrendamientos de por vida podían afectar exclusivamente a la duracibn de la vida del contratante o a la de éste y a la de su inmediato sucesor. 271 dencia, la calidad del terrazgo y la consiguiente presión de potenciales arrendatarios genera una renta diferencial como excedente sobre la «ganancia media» de las tierras comarcales, del mismo modo que en el caso de los cortijos era, fundamentalmente, la diversidad de calidades de tierra la que contribuía a explicar las diferencias de renta entre unas fincas y otras. 1.3. El latifundio de Marchena El Archivo Municipal de Marchena no cuenta, lamentablemente, con fondos del Catastro de Ensenada; obra en él, sin embargo, el Repartimiento de la Unica Contribución de 1770, conforme a lo prevenido «por S.M. en el Real Decreto de 4 de julio» del mismo año. La información del «Repartimiento» tiene ventajas y limitaciones con respecto a la del Catastro de Ensenada, aunque en conjunto su riqueza geohistórica y fiabilidad son sensiblemente inferiores. Contiene, por ejemplo, en la declaración de cada «contribuyente» su profesión y el conjunto y procedencia de sus rentas, lo que libera del prolijo tratamiento comparado de los Libros de Familia y de Hacienda de Ensenada cuando quiere conocerse la condición sociolaboral de cada vecino en relación con su patrimonio. Pero por el contrario el detalle de los aspectos territoriales de la propiedad agraria se reduce en extremo, constando tan sólo el total de la superficie por aprovechamientos, y su correspondiente producto, sin detallar nada o cási nada sobre denominación, parcelario o localización de las fincas. Igualmente falta una información tan preciosa como la de formas de tenencia, cuantía de rentas e identidad de los arrendatarios, que el Catastro de Ensenada recoge al menos para la propiedad eclesiástica. Así las cosas, el vaciado del «Repartimiento de la Unica Contribución» de 1770 permite sólo un corte esquemático de la distribución de la tierra y de los aprovechamientos, en con- 272 creto entre los grandes propietarios marcheneros -de más de 5.000 reales de «riqueza»-, que ha de servir como punto de arranque en el seguimiento del latifundio marchenero hasta la actualidad. No podrá entrarse, sin embargo, en consideraciones sobre la parcelación, tenencia y renta de la tierra como se ha hecho para tierras de Córdoba. De la información recogida en el Cuadro 21 y Gráiico 29 conviene. destacar y retener los siguientes aspectos, con vistas a comprender la ulterior evolución del latifundio marchenero: - En primer término, el evidente peso de la gran propiedad en el contexto municipal. Los patrimonios con más de 5.000 reales de «riqueza» acaparaban casi el 75% de la S.A.U., lo que suponía una situación similar a la de Carmona en la misma época (30). - En el marco de ese latifundismo dominante, sin embargo, la sociedad marchenera presentaba rasgos peculiares derivados de su carácter de término de señorío y, aunque paradójicamente en principio, del notable poderío territorial de sus Propios. Efectivamente, la Casa de Arcos, que contaba con el señorío del extenso término desde el siglo XIV, había acumulado una ping^ e propiedad al amparo de aquél, aunque no estuvieron ausentes determinadas compras para redondeo del patrimonio (31). En 1770 las tierras ducales totalizaban más de 14.000 fanegas y casi 100 aranzadas, es decir, algo más de la cuarta parte del municipio y alrededor de los dos quintos de la gran propiedad. No cabé duda, pues, que del funcionamiento de la explotación, de la renta de la tierra y, en último extremo, de la evolución del patrimonio dependía, en buena medida, la estructura social y de propiedad del término sevillano. (30) J. Cruz Villalón, op. cit., págs. 89-90. (31) R. Mata Olmo, «Participación de la alta nobleza andaluza en el mercado de tierras: la Casa de Arcos (siglos xv-XVII)u. 273 ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Q^i t^0 ^ . d^ Ó O^i O^0 ^ a^O d^ ^ Ó N N M d^ M N l0 00 OD D7 O^ M N M N N 0^ ^O ^^ 00 t0 M M M N N N ^ w ^ tl ^ ^II°NMI^^I^I N .-. .-. ^ ^I I I^I I^^I^^ ^ 1^ M M l^ c0 d^ 01 00 l_O d^ d' 01 tD aO O^ N d^ Q^ O .--^ d^ ^ O^O M M•-, tD O^ t0 t0 l^ u 'f N N .-^ .-^ .r ^ ° ^ ó ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ Ó I ^I I I I ( I ^ ó ^ ^ ^ ^ ^ ^ I I I I ^ tl ^ I I ^ N^' ^ I I.N-^ I ^ '^^ " I I°°° I I"^°^ I I I ^ Ú tl ^` .p ^ á ^ CL d^ M M^ l0 e^ ^ CO t0 d^ N^ t0 t0 c0 N d^ O^ O••r .^r d^ t^ O t0 M^1 r+ t0 Ol l0 t0 l^ ^tf N .-^ N .--^ ..r b V ^ ^ ^ N ^ ^ ^ ^ c0 ^., ^. ^ `^ ^ ^ NI I N I I I I I INI d w L. y . ^j . • fr ^ t^i • a' ^ ^ ^r ^ ^ t^ ^ V] . C. . (vl ^O^ ^ ^ . O ^p uE ^ ^ . .C ^G o ^U a^ ^.^o. ^ ^ ^ b ~ A C^ ^ Ó ,^ ^ ^ ^ ^ 6i ^ O t^. . ^ • ^ ^ ^. 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I ó Z w_ e^ ^ t0 CO 01 n O1 d' [^ 1^ N O M M d^ d^ N N M N M M M ^ ^ -/^ ^ ^ ᢠa w ^ a b Ú ^ „^ `^ ^ ^ ^ N ^ ^ ^ ^ ^'. ^ ^ II^INIII^^ I w W z ^ ^ Fs7 ^ 4 if-1 l^ ^ U ^ ^U ; 7 C ^ •^ ^ e°o 276 y . ^^ ^ 4 . . . {0 ^+ A^^ y ^ 4 f.^. i.i •^ ...^ •^ ^o ^a ^a ^ ^^ ^ ^ ; t-^ O ^ ^ y. ^ N C ^ ^ ^ Q ^ ^ 'i.^ (^ ,C .^ ^ v(^ td ^^ ^ z F a1 v y..^V. ^ tC T? ^ ^j ó'% ^ ^ ^ ^ á.^ `a . ^ ^yticA^•ql^l r° b ó .ó á ^^^¢^^á^^;i^ á N M Pero tras la propiedad ducal, y aunque a bastante distancia, se situaban las tierras de Propios, que sumaban más de 4.500 fanegas y una «riqueza» de casi 63.000 reales; más adelante nos ocuparemos del interesante proceso de constitución de este patrimonio, en el que las compras del Concejo fueron la vía fundamental de acopio. En este momento interesa sólo retener este dato, poi" cuanto las tierras concejiles marcheneras habrían de dar importante juego en repartos posteriores entre jornaleros, y en su enajenación definitiva durante el siglo xlx. En el grupo de latifundistas laicos, y a muy notable distancia del duque de Arcos, se integraban otros quince propietarios, unos pocos nobles titulados, de origen y residencia en la región -marqués de Gelo y marqués de Cortes Graena-, y otros pertenecientes a la oligarquía propietaria no titulada -en ocasiones también labradora-, implantada igualmente en municipios próximos como Carmona, Morón o Ecija: Ignacio Lasso de la Vega, A. Tortolero, D. Villalón, E. Guerra, etc. Habría que incluir también en este grupo a un reducido número de individuos con escasa o nula propiedad, pero con abundante cabaña ganadera de labor y renta, de lo que se deriva su condición de grandes labradores arrendatarios; son los casos, por ejemplo, de Gaspar de la Concha (28 cabezas de vacuno labor), Francisco Sarmiento (53 bueyes), José Benjumea (59 bueyes), Pedro López Barrera (93 bueyes); algunos, como Diego Villalón, incluido en el Cuadro 21 y con propiedad de 200 fanegas de labor y 24 aranzadas de olivar, asumían también la labranza de tierras arrendadas, como se desprende del caso citado, que contaba con la propiedad de una cabaña de vacuno-labor de nada menos que 98 reses, más de 797 ovejas y carneros, 52 yeguas y caballos y 140 cerdas de vientre. - Pese al carácter de señorío laico del término y de la extraordinaria propiedad de la Casa Ducal, la Iglesia no estaba en absoluto ausente del altifundio local. Un total de quince instituciones, entre conventos, colegios, hos277 8.s ^^ e .u .s ^ m ^ v ^ O b ^ ^ V ^9 •c .^ .$ ca ^ á w ó t ^ ú w 'S ^=m^. Á 2^8 +++++++++++++++++ +++++++++++++++++ +++++++++++++++++ +++++++++++++++++ ++++++++++++++++ ++++++++++++++++ +++++++++++++++ +++++++++++++++ +++++++++++++ ++++++++ ^ á ++++++++++++++++ C .Q W +++?+++++++++ti+ ® pitales y alguna fábrica parroquial acaparaban casi 12.000 fanegas de labor y ruedo, y 800 aranzadas de olivar y viña, es decir la cuarta parte del municipio. El señorío de los Ponce de León no había supuesto, pues, impedimento alguno para la acumulación eclesiástica. La orientación productiva dominante en la gran propiedad era la tierra calma, con casi e190% de la S.A.U., parte de ella ubicada en el ruedo marchenero, lo que confirma, como en Córdoba, el control ejercido por la gran propiedad sobre el minifundio de explotación de las tierras inmediatas a la ciudad. El olivar aparece a continuación, pero con una superficie mínima -apenas el 3% de la tierra- que contrastará con la de etapas posteriores, especialmente con la situación actual, fruto sin duda de lo más reducido por entonces del mercado de aceite, pero fundamentalmente del predominio del arrendamiento en estas grandes fincas, que alejaba a los labradores de la inversión que suponía la plantación. 2. Pequeños propietarios: jornaleros con tierra a mediados del siglo XVIII 2.1.Notas generales sobre la distribución de la tierra en la Alta Campiña a mediados del siglo XVIII La existencia de grupos numerosos de pequeños y medianos propietarios controlando porcentajes elevados de tierra, tal y como hoy ocurre en áreas de la Campiña de Jaén y en la Alta Campiña de Córdoba (32), era a mediados del siglo XVIII un hecho menos extendido. (32) Véase lo expuesto en este sentido en el Capítulo II. 279