1. LOS INICIOS DEL REINADO. EL CARLISMO Y LOS LIBERALES

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Historia de España. 2º de Bachillerato
UNIDAD 3.
LA REVOLUCIÓN LIBERAL
EN EL REINADO DE ISABEL II
1. LOS INICIOS DEL REINADO. EL CARLISMO Y LOS LIBERALES.
La guerra carlista.
Con la muerte de Fernando VII se plantea un conflicto sucesorio que no es sino el
reflejo de dos concepciones diferentes de la monarquía y de España: la absolutista y la
liberal. La alternativa entre don Carlos, hermano del rey fallecido, o Isabel, única hija y
menor de edad (sólo tiene dos años a la muerte de su padre) sólo es un episodio más
de la lucha entre el Antiguo y el Nuevo Régimen.
El carlismo es un movimiento político formado por los defensores de los derechos
sucesorios de Carlos Mª Isidro, hermano de Fernando VII. Son partidarios de las formas
de vida del Antiguo Régimen, resumidas en el lema Dios, Patria y Rey (catolicismo y
monarquía absoluta, el trono y el altar...). Defienden también los fueros de los
antiguos reinos, especialmente los aún vigentes en el País Vasco y Navarra,
amenazados por el centralismo liberal encarnado por los isabelinos.
Las bases del carlismo están en el mundo rural y en algunos núcleos urbanos de
Castilla. Tienen el apoyo de la pequeña nobleza y campesinado que se ven
amenazados por el liberalismo y las formas de propiedad privada que sustituyen al
señorío feudal. El ejército carlista se nutre del campesinado del norte de España y
tiene sus bases en las provincias forales (Vascongadas y Navarra) y núcleos de apoyo
en Cataluña, Aragón, Valencia, Galicia y Castilla la Vieja. Pero el grueso del ejército se
mantiene con la reina.
Fases del conflicto.
1ª fase. 1833-35. El general Zumalacárregui y su ejército vasconavarro consigue el
dominio del campo vasco pero fracasa en el sitio de Bilbao, que se convierte en un
símbolo para los liberales. La guerra, sin embargo, se extiende al nordeste, a Cataluña
y Valencia, especialmente a la zona del Maestrazgo y los Pirineos.
2ª fase.1835-37. El carlismo intenta salir de su asilamiento mediante las llamadas
“expediciones”. Sigue sin contar con apoyo en la mayoría de las ciudades del país. La
primera expedición es la de Miguel Gómez en 1836 que llega hasta Andalucía. Allí no
encuentra apoyo y marcha a Extremadura, pero fracasa en su intento de recabar más
simpatizantes a la causa de don Carlos. El mismo don Carlos se pone al frente de la
siguiente, la “Expedición Real” que parte del Maeestrazgo hacia Madrid. La ciudad se
encuentra casi indefensa, y en ese momento, el candidato al trono comete un error
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estratégico, ya que intenta pactar la entrega pacífica de la ciudad, dando tiempo a
organizar su defensa. Don Carlos, finalmente, se retira.
3ª fase. 1837-39. El carlismo se divide entre los partidarios de la paz y los que
prefieren continuar la guerra. Por su parte Espartero levanta el sitio de Bilbao. La
guerra se convierte en una guerra de desgaste, de guerrillas, muy similar a la Guerra de
Independencia en algunos aspectos. Maroto el nuevo jefe del ejército carlista, firma
finalmente la paz, el llamado Convenio de Vergara que reconoce los fueros vascos,
asegura la integración de los carlistas en el ejército y la ausencia de represalias contra
éstos.
4ª fase.1840. Parte del ejército carlista, reacio a cualquier acuerdo, resiste en el
Maestrazgo. La guerra se termina en mayo de este año cuando los isabelinos toman
Morella, que se había convertido en la capital de los carlistas.
Los liberales: moderados, progresistas y demócratas.
Frente al carlismo, la regente María Cristina se va a apoyar en los liberales, al
igual que hará la reina Isabel, una vez sea declarada mayor de edad. El reinado de
Isabel II (incluyendo la regencia de su madre María Cristina) será la etapa de
consolidación del régimen liberal.
Los liberales, por otro lado ya habían tenido la oportunidad de acceder al poder
durante el Trienio Liberal, donde aparecen ya sus divisiones internas: moderados y
exaltados. Durante la época de Isabel II, los partidos políticos liberales surgidos de esa
división van a ser los protagonistas de los diversos acontecimientos y los que van a
dirigir el país hasta la revolución de 1868, otro episodio de la revolución liberal del
siglo XIX. Los principales partidos políticos serán los moderados y los progresistas. De
éstos últimos se escindirá el partido demócrata. Surgirá un cuarto partido, que intenta
la reunificación de los dos grandes partidos, la Unión Liberal. La escisión de los
liberales será definitiva desde 1835.
Los moderados son partidarios de aunar la revolución liberal con la tradición
española. Intenta preservar el orden social, defienden la monarquía constitucional, la
soberanía compartida, el sufragio censitario restringido, el estado confesional y son
partidarios de un estado muy centralizado. Su base social la componen la aristocracia,
militares y la alta burguesía industrial y terrateniente.
Los progresistas defienden la monarquía constitucional, la soberanía nacional,
amplias libertades individuales, el sufragio censitario ampliado, la tolerancia religiosa y
la descentralización del estado, a través de los ayuntamientos. Su base social la
componen la burguesía media, los artesanos, intelectuales, y profesionales liberales.
Los demócratas, surgidos de una escisión de los progresistas en 1849
defienden la monarquía democrática, la soberanía nacional popular, amplios derechos
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y libertades, el sufragio universal, la aconfesionalidad, la descentralización del Estado a
través de ayuntamientos democráticos, la total separación de la Iglesia y el Estado. De
este grupo saldrán los republicanos en años posteriores.
Aunque éstos son los tres grupos ideológicos, surgirá la Unión Liberal, liderada
por O’Donnell como un intento de recomponer la unidad liberal. Su origen está en los
más progresistas de los moderados (conocidos como los puritanos) y en progresistas
más cercanos a los moderados. Gobernará durante algunos años con su líder
O’Donnell.
La Corona y los militares.
El sistema político es una monarquía constitucional que asegura un papel
relevante a la Corona. Y tanto la regente como la reina Isabel II ejercerán sus poderes.
Tanto la Constitución de 1837 como la de 1845 le reservan funciones ejecutivas e
incluso legislativas. Nombra y destituye los primeros ministros, y normalmente lo hace
según la confianza personal que le inspira a la reina Isabel. La forma de reinar de Isabel
II acentuó la crisis del sistema liberal y llevó a su propia caída en 1868.
Los militares son los actores principales de la vida política del país durante este
período. Lideran los partidos y presiden los gobiernos (Narváez, O’Donnell,
Espartero...). Apenas hay civiles en el poder. El militarismo continúa durante el siglo
XIX y se prolonga al siglo XX, demostrando la incapacidad de la sociedad española de
gobernarse pacíficamente.
2.MINORÍA DE EDAD DE ISABEL II. CAMBIOS POLÍTICOS Y ECONÓMICOS
(1833-1843).
La regencia de María Cristina. Los primeros años de transición.
Los primeros años de la regencia de María Cristina, madre de la reina titular,
Isabel II, marcan la transición al liberalismo. Sus protagonistas, los ministros Cea
Bermúdez o Javier de Burgos, no son liberales decididos, sino que tienen más que ver
con los ilustrados del siglo XVIII.
Es don Carlos quien lanza a la regente María Cristina, y, por tanto, a la reina
Isabel, en brazos del liberalismo. Puesto que el carlismo se identifica con el
absolutismo monárquico, los partidarios de Isabel II se confunden y se funden con el
liberalismo, lo que le ocurre por ejemplo a Javier de Burgos, un antiguo afrancesado.
Estos años son, además, de intento de reforma sin cambiar el absolutismo,
protagonizados por Cea Bermúdez. El otro ministro relevante de la regente, Javier de
Burgos, lleva a cabo reformas de más calado, como la división de España en 49
provincias con un jefe político al frente, o las Juntas para el Fomento de la Riqueza del
País (que tienen muchas similitudes con las Sociedades Económicas de Amigos del País
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que se crean en el siglo XVIII). La idea principal es la centralización, que el Estado
llegue a todos los rincones.
Aunque las reformas son insuficientes, llegan del exilio numerosos liberales,
que van a nutrir las filas del partido isabelino y que le van a ir dando un sesgo cada vez
más liberal.
La presión de Francia e Inglaterra, por lo demás, obliga a dar un paso más en el
reformismo gradual: la concesión del Estatuto Real.
El Estatuto Real de 1834 y la Revolución de 1835.
La regente nombra en 1834 a Martínez de la Rosa como jefe del gobierno. Es
un antiguo exaltado en las Cortes de Cádiz, ahora mucho más moderado. Sus dos
preocupaciones más importantes son la guerra carlista y la convocatoria de nuevas
Cortes.
Se buscaba reformar la monarquía, renovarla, pero sin excesos. Eso es
exactamente el Estatuto Real, una carta otorgada, una concesión hecha por la Corona
a la nación. No es una Constitución, sino una ley sobre las Cortes y sus atribuciones.
Dispone la existencia de dos cámaras legislativas, la de Próceres, integrada por grandes
de España, arzobispos, altos funcionarios y grandes propietarios; y la de Procuradores,
que está integrada por miembros elegidos por sufragio censitario muy restringido,
donde sólo podían ser elegidos varones con rentas muy altas. Las cámaras no elaboran
leyes, sólo votan las leyes que propone la Corona o piden al rey la aprobación de una
ley.
Reunidas las Cortes, pronto aparece la división en la Cámara: los liberales
moderados aceptan el Estatuto, pero los progresistas quieren una nueva Constitución,
teniendo como referencia la de 1812.
En el verano de 1835 se va a producir un movimiento revolucionario que da al
traste con el Estatuto. En las ciudades, lo burgueses, con la ayuda de la Milicia
Nacional, crean las Juntas Revolucionarias, locales y provinciales. Los más radicales
asaltan y queman conventos e iglesias. Comienza un capítulo negro en la historia del
liberalismo español: el anticlericalismo, que se explica en sus comienzos por la
identificación de la Iglesia con la causa carlista. Se da algún episodio curioso, como el
de la quema de fábricas (caso de la de Bonaplata, en Barcelona, donde funcionan las
primeras máquinas de vapor), ejemplo de la expansión del movimiento ludita en
España. Los revolucionarios piden nuevas Cortes, supresión de órdenes religiosas y
una nueva ley electoral. La reina llama a Mendizábal, del partido progresista.
Comienza así el pleno liberalismo.
Mendizábal y la desamortización eclesiástica.
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Tras los sucesos revolucionarios de 1835 el jefe de gobierno, el conde de
Toreno, es sustituido por Mendizábal, líder del partido progresista, que va a llevar a
cabo su ideario, empezando por asumir las ideas de las Juntas Revolucionarias.
Sus dos objetivos principales son liquidar el Antiguo Régimen (los señoríos, los
bienes de manos muertas en manos de la Iglesia...) y reunir recursos para el ejército y
acabar con la guerra carlista.
Toma enseguida tres medidas financieras:
-
reorganización de la Hacienda,
mayor presión fiscal,
y desamortización de los bienes de monasterios, conventos y clero secular.
La desamortización es una medida más dentro del proceso más amplio de
implantación del liberalismo económico. Otras medidas en esa misma línea fueron la
libertad de explotación agraria, la libertad de industria y comercio, y la abolición
definitiva de los privilegios de la Mesta.
La Constitución de 1837.
Tras un breve periodo de gobierno moderado, un pronunciamiento, conocido
como la “Sargentada de la Granja”, devuelve a los progresistas al poder. El gobierno
progresista convoca cortes que están dividas entre reinstaurar la Constitución de 1812
o promulgar una nueva.
En junio de 1837 se promulga la nueva constitución. Sus rasgos básicos son los
siguientes:
-
es breve, directa y práctica,
otorga un papel moderador a la Corona,
afirma la soberanía nacional,
establece la división de poderes,
no declara la confesionalidad católica (aconfesional),
el poder legislativo es bicameral (Congreso de Diputados y Senado),
los poderes de la Corona más destacados son el veto de leyes, la disolución del
parlamento o el nombramiento de ministros,
la ley electoral se hará posteriormente, ampliando el sufragio al 4% (con el
Estatuto Real no llegaba al 1%) de la población.
Aunque la constitución de 1837 no tuvo una vigencia muy larga, su influencia
posterior es enorme, ya que prácticamente todas las constituciones que la siguen
tomarán sus aspectos fundamentales.
Los gobiernos moderados (1837-40).
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Durante estos años, la regente María Cristina abusará del poder de la Corona a
favor de los moderados, llamándolos al poder arbitrariamente. Paralelamente, el
general Espartero, jefe del ejército isabelino en la guerra carlista y protagonista del
Abrazo de Vergara se convierte en uno de los personajes públicos más populares. El
partido progresista se acerca a él.
Por otro lado, los últimos gobiernos moderados en 1840 critican la
Constitución, intentan reducir las libertades y la descentralización. La ley de
Ayuntamientos de 1840 desencadenó un nuevo movimiento revolucionario
progresista. La Milicia Nacional, dominada por los ayuntamientos, apoya la revolución.
Espartero consigue que la regente se exilie a Francia, tras asegurarse el trono de su
hija Isabel. Espartero es el nuevo regente.
La regencia de Espartero.
Las Cortes deciden, de esta forma, nombrar regente a Espartero. Va a ser una
regencia problemática: se apoya en un partido al cual no pertenece y no cuenta con él.
Se comunica directamente con el pueblo, lo que le confiere cierto carácter mesiánico.
Por otra parte, sus colaboradores son amigos y familiares, lo que le trae acusaciones
de nepotismo.
En 1841 se produce un primer intento de pronunciamiento moderado (intentan
raptar a Isabel II), y Espartero da una dura respuesta.
En política económica Espartero es librecambista (como Mendizábal, que le
apoya), bajo la influencia de Inglaterra y se llega al desarme arancelario. El dilema
proteccionismo/librecambismo será largo y ocupará todo el siglo XIX.
El declive de Espartero comienza con la insurrección obrera de Barcelona en
1842. El motivo de la protesta es la oposición al librecambismo. Aparece un incipiente
asociacionismo obrero que en estos momentos se decanta por el republicanismo. La
reacción de Espartero es bombardear Barcelona.
En 1843 todos están contra Espartero, tanto moderados como progresistas, la
Milicia Nacional... Narváez, un general moderado, derrota a Espartero tras un a
sublevación y éste se exilia a Londres.
3. MAYORÍA DE EDAD DE ISABEL II. LA DÉCADA MODERADA (1843-1854).
Tras el exilio de Espartero se declara la mayoría de edad de Isabel II (con 13
años). No se podía ser más el regente de los moderados (María Cristina) ni de los
progresistas (Espartero). Narváez es nombrado jefe de gobierno, y es el personaje que
dirigirá la vida pública española durante los siguientes años. Él y su partido van a
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gobernar durante 10 años, con una política centralista que contribuirá a la
consolidación del Estado liberal español.
Los moderados tienen el apoyo de las Cortes, donde tienen mayoría y de una
base social, la burguesía terrateniente y la aristocracia.
Este período supone la consolidación del nuevo orden social basado en la
propiedad y el orden, con participación política restringida a los grandes propietarios.
Para consolidar esta situación era necesario redactar una nueva Constitución que
asegure estos principios.
La Constitución de 1845.
Es la pieza clave de este período, de mayor duración y que recoge las ideas básicas de
los moderados. Sus rasgos fundamentales son los siguientes:
-
soberanía compartida entre rey y Cortes
ampliación de los poderes del ejecutivo (rey)
disminución de los poderes de las Cortes (Legislativo)
confesionalidad católica y mantenimiento del culto por parte del Estado
sometimiento de los Ayuntamientos y las Diputaciones al gobierno central
supresión de la Milicia Nacional
restricción del sufragio (censitario, se remite a una ley posterior)
legislativo bicameral, con un Senado de designación real
Se mantiene el articulado de 1837 en el resto de los aspectos. Otorga enormes
poderes para la Corona (nombra ministros, disuelve Cortes, nombra senadores…)
Esta Constitución da estabilidad a todo el período e intenta contentar a la Iglesia y a las
clases altas, pero no da solución a los nuevos problemas que van surgiendo.
La centralización administrativa.
El Estado liberal español se construye en estos años bajo dos principios: el
centralismo y la uniformidad, tanto legal como administrativa. Comienza a reavivarse
el conflicto entre la España diversa o plural, y la España centralista y homogénea.
Una de las medidas unificadoras más importantes es el Código Penal de 1851
que reorganiza y modifica toda la legislación anterior. Se proyecta también un Código
Civil. La administración se reestructura a partir de la división de 1833 (Javier de
Burgos). Se fortalecen los gobiernos Civiles y Militares en las provincias, así como las
Diputaciones.
Un punto de fricción importante será el poder municipal. La Ley de
Administración Local de 1845 otorga a la corona y al gobernador civil la facultad de
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nombrar alcaldes. La estructura del Estado queda así organizada de manera jerárquica
y piramidal: gobierno, provincias, municipios.
También se centralizan las competencias educativas. Se crea un sistema de
instrucción pública, con niveles de enseñanza y planes de estudios para todo el país.
En el aspecto del orden y la seguridad, se disuelve la Milicia Nacional, al tiempo
que se crea la Guardia Civil en 1844, con fines civiles y estructura militar. Su objetivo
es asegurar el orden público y la vigilancia de la propiedad, especialmente en el ámbito
rural.
Finalmente los moderados se proponen estrechar lazos con la Iglesia a través del
Concordato de 1851, que suspende la desamortización de bienes eclesiásticos,
devuelve los no vendidos, y asegura la financiación pública del culto y el clero. Es la
reconciliación de los liberales moderados con la Iglesia Católica, que en su mayoría
respaldará desde entonces al gobierno de Isabel II.
Reformas económicas.
La centralización y la unificación también presidieron el aspecto económico de
la política de los moderados.
En 1845 se llevó a cabo una reforma fiscal y de Hacienda (a cargo del ministro
Alejandro Mon) que pretendía racionalizar el sistema impositivo y recaudatorio,
centralizando los impuestos en manos del Estado y favoreciendo los impuestos
directos. Sólo quedaron cuatro tipos de impuestos.
Se adoptó, además, un solo sistema de pesos y medidas, el sistema métrico
decimal.
La oposición a los moderados.
El sistema de elección tan restringido llevó la vida política fuera de las Cortes.
Las elecciones eran controladas por los moderados, que se aseguraban la mayoría. El
poder quedaba en manos de las “camarillas” o grupos de presión en la Corte, que
influían sobre las decisiones de la reina, muy joven aún.
Todo esto llevó a que resurgiera la oposición a los moderados, dentro y fuera
de los liberales. Los carlistas volvieron a las armas, iniciándose así la 2ª Guerra Carlista
(1848-49). Por la izquierda liberal, aparece el partido demócrata, crítico con los
moderados y con Isabel II, cuya ideología se basa en la soberanía nacional y el sufragio
universal, y que derivará hacia ideas republicanas.
4. EL BIENIO PROGRESISTA.
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La revolución de 1854 y las nuevas Cortes.
En 1854, el intento de reforma de la Constitución por parte de los moderados
provocó el alzamiento de los progresistas y parte de los moderados con O’Donnell al
frente. Esta situación desembocó en el pronunciamiento de Vicálvaro (la famosa
“Vicalvarada”, donde se produciría un absurdo enfrentamiento entre artillería y
caballería, con el resultado de tablas). Los sectores críticos con el gobierno redactaron
el Manifiesto de Manzanares que recogía algunas ideas básicas, entre ellas el
cumplimiento de la Constitución, la reforma electoral, la reducción de los impuestos y
la vuelta de la Milicia Nacional.
La reina Isabel decide ante esta situación llamar a un viejo progresista conocido
por todos, Espartero, a quien O’Donnell acompañará como jefe de gobierno.
Las nuevas elecciones dieron como resultado una mayoría de la Unión Liberal,
el partido de O’Donnell, amalgama de moderados críticos y progresistas, y
representantes de progresistas y demócratas. Pero el programa que se llevó a cabo fue
el de los progresistas, mucho más decididos.
Pronto las Cortes se dedicaron a elaborar una nueva Constitución. Pero las
discusiones se prolongarían tanto que dio tiempo un nuevo cambio de gobierno, de ahí
que sea conocida como la Constitución “nonnata” de 1856, que fue aprobada pero no
promulgada ni llevada a la práctica.
La desamortización civil de Madoz. Reformas económicas.
Sin duda, la reforma fundamental acometida durante estos dos años es la
llamada desamortización civil, llevada a cabo por el ministro Madoz.
La situación de la Hacienda había vuelto a empeorar y Madoz inició una serie de
reformas racionalizadoras del sistema monetario, haciendo desaparecer unidades
monetarias arcaicas y dejando como único referente el real, dividido en céntimos. Pero
la reforma fundamental fue la vuelta de la desamortización. Volvieron las ventas de
bienes eclesiásticos, que en 1855 alcanzaron un punto álgido.
Pero la gran novedad fue que la desamortización afectó a los bienes
municipales. El Estado se apropió de los llamados bienes de “propios”, que servían
para que los ayuntamientos se financiaran autónomamente. El decreto de
desamortización declaraba estos bienes propiedad privada, y, tras una subasta, los
beneficios iban a parar a la Hacienda del Estado. Algunos bienes comunales, de uso de
todos los vecinos, también fueron subastados.
A partir de esta desamortización, los ayuntamientos dejaron de tener
financiación propia, cerrando escuelas municipales, médicos, a cargo de los
municipios. El municipio quedaba supeditado al gobierno central. Y las consecuencias
sociales serán negativas para los vecinos con menos recursos.
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El efecto positivo será para la Hacienda que allegará recursos para reducir la
Deuda, y para el nuevo reto de la construcción de ferrocarriles, que tomará gran
impulso tras 1855.
En esa línea de reforma económica, se redactarán dos leyes fundamentales:
-
la Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias, que regula la estructura
financiera del país;
la Ley General de Ferrocarriles, cuyo objetivo será acelerar la construcción
del tendido ferroviario.
Crisis final.
Las consecuencias de la política económica de los progresistas, con la vuelta al
librecambismo y los efectos nefastos de la desamortización sobre los campesinos,
condujeron a una nueva etapa de conflictividad social. Las protestas se generalizaron
en el campo. La reina destituyó al general Espartero, nombrando a O’Donnell. Las
masas se echaron a la calle. El general Serrano reprimirá duramente la revuelta. El
bienio de los progresistas había terminado. Empezaba también el final del reinado de
Isabel II.
5. LA UNIÓN LIBERAL Y LOS ÚLTIMOS AÑOS DE LOS MODERADOS.
El periodo final del reinado, de 1856 a 1868, supone la vuelta de las ideas
moderadas, bien a través del propio partido moderado, bien a través del gobierno de
la Unión Liberal. El período más estable será el llamado “gobierno largo” de la Unión
Liberal de 1858 a 1863. Lo más notorio es la descomposición política, la división
interna de los propios partidos liberales y la incapacidad del sistema para dar
alternativas políticas nuevas.
Gobierno moderado ( 1856-58).
Se caracterizó por la vuelta de las instituciones de la década moderada. La
Milicia Nacional fue nuevamente suprimida. Se volvió a la Constitución de 1845. Las
disensiones entre moderados y Unión Liberal acabarían con este primer gobierno.
El gobierno de la Unión Liberal (1858-63).
O’Donnell y la Unión Liberal llegan de nuevo al poder con el deseo de
reconstrucción de la unidad liberal y de ampliar la base social del régimen. Fue una
etapa de relativa estabilidad política y social, a lo que se unió el desarrollo económico.
Lo más característico de este gobierno fue su política exterior enfocada a
devolver cierto prestigio a España, y a desviar la atención de los problemas internos.
Fue una política muy agresiva e intervencionista, en la línea del imperialismo europeo
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del siglo XIX, a veces sin mucho sentido. Ejemplos de esta política son la intervención
en Indochina, México y sobre todo Marruecos.
Los últimos años de los moderados (1863-68).
En 1863, el gobierno unionista fue incapaz de enfrentarse a toda la oposición
política y a la crisis que se agravaba. Signo de esta crisis fue la sublevación campesina
de Loja en 1861 contra los grandes propietarios y las consecuencias de la
desamortización. Los republicanos estaban detrás de dicha revuelta.
O’Donnell reconoció su incapacidad de seguir adelante y presentó su dimisión a
la reina, que entregó el poder a los moderados.
Los moderados gobernaron de forma autoritaria, de espaldas a las cortes y a la
opinión pública, y ejerciendo una fuerte represión de la oposición. La crisis económica
internacional agravaba día a día la situación. Prácticamente toda la sociedad española
se daba cuenta de que no se podía continuar prolongando la situación. Varios
pronunciamientos se suceden sin éxito.
El pacto de Ostende. El fin del reinado isabelino.
En agosto de 1866, algunos unionistas, progresistas y demócratas acordaron
en la ciudad belga de Ostende acabar con el régimen y con la monarquía de Isabel II,
sin definir la forma política del régimen posterior. La muerte de O’Donnell favoreció
que la mayoría de los unionistas se adhirieran al Pacto. Se preparaba la revolución de
1868 que daría al traste con el reinado de Isabel II.
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