La Venezuela de Caldera: ¿Se puede todo?

Anuncio
Este País
Febrero 1994
La Venezuela de Caldera: ¿Se puede todo?
VÍCTOR E. CALDERÓN
Dicen en Francia que no es lo mismo los tres mosqueteros, que veinte años después. Pero
en Argentina, una canción dice que 20 años no es nada...¿A quién creerle?
Evidentemente, muchos venezolanos creen más en el adagio pampero que en la sabiduría
popular francesa, pues 20 años después de la presidencia de Rafael Caldera volvieron a
elegirlo para dirigir los destinos de su país a partir de este mes de febrero y por un periodo
de cinco años.
Entre observadores hay consenso en el sentido de que Caldera resultó electo principalmente
por una cuestión de credibilidad personal, sumada a una memoria colectiva engañosa sobre
su primer mandato.
Ambos factores encontraron una gran caja de resonancia en la grave crisis por la que
atraviesa Venezuela, y que tuvo sus signos más estridentes en la defenestración del
presidente Carlos Andrés Pérez, acusado de corrupción, los intentos de golpe de estado, la
extensión acelerada de la pobreza y los estallidos sociales recurrentes.
Pero si bien la segunda elección de Caldera es entendible y explicable, las perspectivas de
su nuevo mandato se mantienen en el terreno de la incógnita, en un país donde ya no hay
tiempo para que las preguntas queden sin respuesta.
La oferta de campaña
Rafael Caldera ofreció a su pueblo mitigar el enorme costo social de los programas de
ajuste aplicados por su antecesor. Así, amplios sectores votaron por él, con la esperanza de
volver a la Venezuela de su primer mandato, que era un país estable, o a la Venezuela de
fines de los setentas, la del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, cuando el petróleo
permitió subsidiar al país entero, con todo y la corrupción masiva. Dicen que, entonces, los
ricos venezolanos daban la vuelta al mundo, los clasemedieros iban seguido a Miami, y los
pobres comían diario y caliente.
1
Este País
Febrero 1994
Pero volver al pasado es imposible. De entrada, porque el petróleo que llegó a venderse en
más de 30 dólares por barril se cotiza hoy en menos de trece. Las posibilidades de restaurar
al Estado populista y subsidiador son mínimas.
¿Qué ofrece Rafael Caldera? Pues el flamante mandatario por segunda vez, aseguró en su
campaña que el ajuste estructural de la economía, impulsado por Carlos Andrés Pérez aun
cuando también lo eligieron por segunda vez con la expectativa de que siguiera el festín
populista, debe ser "bien aplicado".
Caldera dice que si se acaba con la corrupción, que en Venezuela tiene proporciones
dantescas, y que si se matizan algunos de los recortes a los gastos sociales, el ajuste será
vivible para las mayorías. En su campaña dijo también que el Impuesto al Valor Agregado
del 10% y de reciente creación, debe derogarse. (Días antes de la toma de posesión, un juez
falló a favor de un ciudadano que se amparó ante el pago del IVA y el impuesto, común en
gran número de países, fue suspendido temporalmente, para dar curso legal al asunto. Ello
no significa que ya haya una solución política, de Estado, al asunto).
Ahora bien, a la par con la oferta de mitigar el costo social, Caldera fue claro en su
campaña al afirmar que el ajuste es inevitable. Y arguyó que la deuda externa del país es de
35 mil millones de dólares, la inflación cercana al 40% anual y los déficits consumen un
porcentaje cada vez mayor del PIB.
Por estas promesas y argumentos, la oferta de Caldera resulta aún un misterio. Ante
críticas, el estadista aseguró estar rodeado de jóvenes, brillantes y actualizados tecnócratas
educados en Estados Unidos y Europa (se infiere que en la más pura escuela del "neoliberalismo" en boga), a quienes dirigirá por el camino de la modernización ineludible, pero
con criterios de preocupación social.
Quizá una buena manera de encarar la promesa calderista sea una frase de la publicidad de
un banco mexicano cuyos clientes potenciales, enfrentados a la oferta de la institución, se
preguntan entre esperanzados y escépticos: ¿Se puede todo?
2
Este País
Febrero 1994
Lo político
Caldera dice que sí, que se puede ajustar la economía y al mismo tiempo proteger a la
población. Y en su discurso hay un ángulo tan crucial como interesante: dice que el camino
más difícil podrá ser transitado si se hace no volviendo al populismo ni con millonarios
programas gubernamentales de apoyo -como el de Solidaridad en este país-, sino con
justicia.
Así, la noche del triunfo electoral, el 5 de diciembre pasado, Caldera afirmaba ante sus
seguidores que los sacrificios seguirán, pero que serán más grandes para quienes más
ventajas y privilegios tienen, y sobre todo para los gobernantes, las instituciones y las
personas de gobierno. (El que esto escribe escuchó esa noche a miembros de la burguesía
local burlarse de dicho planteamiento y bromear entre ellos afirmando que si "el viejito" Caldera tiene 73 años- se pasa en sus pretensiones, pagará caro las consecuencias.
El mandatario venezolano insistió en su campaña en que además de un manejo distinto de
la economía, la crisis de Venezuela requiere de cambios políticos importantes. Prometió
reformar la Constitución para acotar el enorme poder del ejecutivo y de los grandes partidos
en el parlamento, así como para reformar profundamente al impugnado sistema judicial.
Y la realidad ha demostrado la urgencia de por lo menos algunos de esos cambios.
Recuérdese que en enero, cientos de presos murieron en por lo menos dos motines
carcelarios que tenían como denominador común la corrupción y so-brecupo masivo en las
cárceles. Los reclusos llevaban en muchos casos meses o años encerrados sin que el sistema
judicial cumpliera sus propios lincamientos y les siguiera juicio o los dejara en libertad.
Rafael Caldera ofreció, como signo de su voluntad de cambiar la política de su país, incluir
en su gobierno a personas de partidos ajenos a la coalición que lo postuló o incluso a gente
sin partido.
Una oferta interesante y novedosa para Venezuela, pero de pronóstico incierto. La vida
política venezolana ha estado dominada en los últimos decenios por dos partidos: el
democratacristiano CO-PEI, fundado entre otros por Caldera, al cual renunció cuando vio
en peligro obtener la candidatura presidencial, y el socialdemócrata Acción Democrática,
3
Este País
Febrero 1994
de los impugnados y enjuiciados ex presidentes Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi,
entre otros. Y el candado que han sostenido entre ambos partidos es suficientemente fuerte
como para evitar que su gran desprestigio los margine.
De hecho, y para sorpresa de muchos, AD y COPEI resultaron quienes más votos
obtuvieron en las elecciones legislativas, realizadas junto con las presidenciales. El
congreso venezolano estará dominado por los dos partidos tradicionales, mientras que la
coalición de 17 grupos muy disímbolos que postularon al presidente (el "Chiripero" o nido
de cucarachas), será una minoría.
Habrá que observar con cuidado a Causa Radical, un movimiento de izquierda, "no
marxista, no tradicional", que de ser irrelevante se convirtió en 1993 en la tercera fuerza
política del país, y cuyo candidato presidencial, Andrés Velásquez, ha recibido apoyo
general por su gestión como gobernador del estado Bolívar. Hay quien estima que Causa
Radical será la pieza clave para que Caldera logre impulsaren el congreso sus proyectos de
reforma, sobre todo las políticas.
Y más allá de la aritmética parlamentaria, debe recordarse que a pesar de lo inobjetable de
su triunfo, Rafael Caldera sólo obtuvo el 30% de los votos emitidos, en un proceso donde el
abstencionismo subió a casi el 50%. Estos datos, dicen analistas, confirman que la crisis
política es muy profunda, y que la fuerza de Caldera como presidente es real, pero limitada.
Así, los retos para la nueva administración venezolana se muestran en su enorme
complejidad. Y hay quien dice que la experiencia de ese país debe ser observada con sumo
cuidado por otras naciones del área, puesto que Venezuela es la primera que se enfrenta a
los límites e insuficiencias de la receta regional de neoliberalismo y democracia formal
limitada.
¿De verdad Caldera tiene las respuestas? ¿Su edad no será un obstáculo? ¿Podrá ser tan
buen presidente hoy como fue percibido hace 20 años, o será el suyo otro fracaso de la
nostalgia como lo fue la segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez? Ya se verá.
4
Descargar