De Isis a María - J.BAGOT Arqueología

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MUNDO ANTIGUO
De Isis a María
La imagen de la diosa madre de los antiguos egipcios, Isis, fue asimilada por los primeros cristianos.
La iconografía de la Virgen María conecta con la de la ‘señora de las pirámides’.
Oriol Carreras
G
ran maga”, “Gran
diosa madre”, “Reina
de los dioses”, “Fuerza
fecundadora de la
naturaleza”, “Diosa de la maternidad
y del nacimiento”, “Señora del Cielo,
de la Tierra y del Inframundo”,
“Señora de las pirámides”, “La divina,
la única, la más grande de entre los
dioses y diosas”, son algunos de los
apelativos con los que los antiguos
egipcios se referían a su diosa
predilecta, Isis. En egipcio su nombre
era Ast, que se traduce por “trono”, y
se representaba como una mujer con
un vestido ajustado y el jeroglífico
del trono sobre su cabeza. Puede
verse igualmente con alas de milano,
abriendo sus brazos para bendecir a
sus hijos y devotos o simbolizando su
maternidad, con forma de diosa árbol,
amamantando al faraón. Ésta última
imagen, junto con su historia, es la que
asumieron las culturas que invadieron
y dominaron el país del Nilo, y la que
fue extendiéndose por el Mediterráneo
y evolucionando hasta los albores del
cristianismo.
Isis no surge de la nada; en la
cosmogonía de Heliópolis, era hija de
Geb, la tierra y Nut, el cielo. Esposa
y hermana de Osiris y madre de
Horus. Fue venerada como la esposa
y la madre arquetípica. El historiador
griego Plutarco narró su insólita
historia: mientras Osiris reinaba
en Egipto, había paz y sabiduría,
el Nilo fertilizaba los campos y las
cosechas florecían. El pueblo era feliz.
Durante un viaje para conocer otras
civilizaciones Osiris dejó al mando a
su esposa-hermana Isis. Envidioso,
el hermano de ambos, Seth, se sintió
humillado pues creía que él debía
gobernar y preparó una treta para
deshacerse de Osiris cuando éste
regresara de su periplo. Con la excusa
de que regalaría un cofre a quien fuera
capaz de introducirse en él, consiguió
que su hermano se metiera dentro y
una vez encerrado, arrojó el arca al
Nilo. Isis empezó su larga y penosa
travesía para recuperar el cuerpo
de su esposo. Encontró el cofre con
los restos de Osiris, pero el drama
continuó cuando Seth, en su maldad
sin fin, robó el cadáver y lo troceó en
catorce pedazos que, nuevamente,
esparció por todo el reino. Isis no se
rindió y, con ayuda de su hermana
gemela Neftis, recorrió todos los
lugares del reino. Lograron dar con
todos los trozos salvo el del pene. Sin
embargo, Isis reconstruyó a Osiris –
esta fue la primera “momificación”-,
e impregnada de él concibió
a Horus niño “Harpócrates”, quien
posteriormente vengaría a su padre
luchando contra Seth. Osiris pasó a
ser el Señor en el Más Allá y Horus el
faraón en la Tierra.
La civilización egipcia ha sido una
de las más longevas, sin embargo,
sus creencias, mitos, arte y modo
de vida, apenas variaron durante el
tiempo en que se desarrolló. El culto
a Isis, que perduró durante siglos, se
cree que pudo iniciarse en el delta
del río, en las primeras Dinastías, con
las primeras inscripciones literarias.
Pero fue más adelante, en el declive
de la historia egipcia, lo que se conoce
como Baja Época, cuando alcanzó
su punto álgido. De esta etapa son
la mayoría de imágenes de Isis
entronizada o amamantando a Horus,
mayoritariamente realizadas en bronce.
El templo más importante dedicado
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a Isis estaba en la isla de Philae. Fue
construido en varias fases desde el 380
a.C., hasta su clausura en el 550 por
Justiniano I. En Dendera, una imagen
suya se exhibía anualmente en el
quiosco de Hathor, para ser regenerada
por los rayos del sol, y en Guiza fue
venerada y llamada “Señora de las
pirámides”. Pero donde realmente
triunfó fue fuera de las fronteras de
Egipto, propagándose por los pueblos
del Mediterráneo. Incluso resistió la
expansión del cristianismo durante
el Imperio Romano. Se encuentran
templos consagrados a esta divinidad
en Libia, Túnez, Sudán, Jordania,
Turquía, Líbano, Grecia, Italia, Francia,
Alemania e incluso España.
En la Hispania antigua, las
evidencias vienen dadas por los tratos
comerciales de la época, militares o
por ciudadanos anónimos griegos y
romanos. La de Isis fue una veneración
que sedujo a todos los estratos de
la sociedad. En Baelo Claudia, por
ejemplo, quedan restos de un templo
del siglo II d.C.
De la mano de Alejandro
Magno Egipto se abrió al mundo
grecorromano. Roma demostró gran
capacidad de asimilación, puesto que
tomó como ejemplo el helenismo,
adaptando las identificaciones de los
dioses orientales que traslada a las
divinidades latinas. La gran extensión
del Imperio, así como su actividad,
sobre todo comercial, facilitaba el
conocimiento de religiones ajenas.
Aún así no permitían a los extranjeros
la practica de sus doctrinas propias,
aunque sí incorporaron sus cultos y
creencias.
Roma sufrió una crisis a partir
del siglo II a.C.; los desastres de
Isis y Harpócrates, asimilada por los romanos con un estilo clásico (izquierda) y siguiendo modelos del
antiguo Egipto (derecha).
En el mercado no es raro encontrar figuras en bronce de la diosa Isis realizadas por los
antiguos egipcios. Generalmente la diosa está sentada sobre un trono dando el pecho a
su hijo Harpócrates. Son piezas usuales en galerías especializadas y subastas, y sus precios
varían en función del tamaño, calidad y estado de conservación. Por ejemplo, una figura
de diez centímetros de altura con una calidad media ronda los 3.000 euros. Y como
en cualquier pieza de arte antiguo, es un tipo de escultura cuyo valor se acrecienta con
el tiempo, siempre que sea de buena calidad. Isis es una diosa buscada por cualquier
coleccionista y al existir una oferta amplia, no es raro que en las subastas los interesados
se las disputen con fervor. En 2008, en Christie’s Nueva York, se licitó un lote compuesto
por una figura en bronce, de 20 cm, de ambos dioses en la misma tipología pero esta vez,
estaban de pie; esta rareza hizo que se rematara en 40.000 dólares. En lo que se refiere
a esculturas en piedra, siguiendo la clase anterior, el récord lo ostenta Christie’s, que en
octubre de 2012, adjudicó por 3,7 millones de libras una preciosa Isis de 73 cm finamente
esculpida en grauvaca. Obras sincréticas entre culturas, una tipología común es una figura
de Isis – Afrodita – Venus, representada como una mujer desnuda de pie, similar a la
típica Venus romana, pero con atributos en las manos y corona que la identifican como
tal. En 2013, en Sotheby’s Nueva York, una figura de esta tipología, de 37 cm, triplicó su
estimación previa de 12.000 dólares. La tipología más rara es la de esculturas producidas
en época romana en piedra, normalmente mármol, de la diosa o de sus sacerdotisas,
con el “nudo” en el centro del pecho. En la pasada edición de Feriarte pudo verse una
en mármol veteado gris, de casi un metro de altura, por la que unos coleccionistas
madrileños pagaron una importante suma. Además de su rareza son esculturas que
destacan por su elegancia, saliéndose de las típicas togadas romanas más corrientes en el
mercado.
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Trasimento y Cannas, el acoso de
Aníbal y las guerras civiles propiciaron
que la plebe se inclinase hacia opciones
que ofrecían mayor sostén espiritual.
Las primeras divinidades foráneas
fueron Mario, que tenía una sacerdotisa
siria, y Sila, que se asimilaría con
Bellona. También entonces aparece el
primer colegio de sacerdotes isiacos.
Las viejas fórmulas de religiosidad
romanas eran inoperantes para los
habitantes del imperio. Durante la
época augustea la reina Cleopatra se
había autodefinido como “la joven
Isis” o “la nueva Isis”. La identificación
de las reinas ptolemaicas, llamadas
así en época griega, con Isis era una
tradición iniciada por la esposa de
Ptolomeo II. Los cultos orientales,
como el de Isis, ofrecían emotividad y
exotismo, además de brindar un orden
cósmico que daba sentido a la vida.
Las creencias grecolatinas presentaban
una importante carencia: la vida tras la
muerte. La visión del “Más Allá” de los
egipcios era mucho más apetecible.
Con este cambio de mentalidad,
el culto isiaco se instaló en Roma. El
ejemplo más palmario es el templo
a Isis construido en la ciudad de
Pompeya, así como las pinturas
murales, los llamados frescos
pompeyanos, con escenas de adoración
a la momia de Osiris, relacionando la
muerte con la resurrección. Las escenas
de celebración de ceremoniales isiacos
son recurrentes. En estas ceremonias
se constata una notable participación
de las mujeres al culto de la diosa,
que podían acceder al sacerdocio.
Estas sacerdotisas romanas aparecen
portando los símbolos isiacos, el sistro
(instrumento musical) y la sítula. En la
época ptolemaica el sistro simbolizaba
la generación que la naturaleza
produce en su agitación, alejando al
principio corruptor, espantando a Tifón
–quien Plutarco identifica son Seth-.
Los ciudadanos adoraban a Isis, y
esta devoción se manifestaba en sus
ropas y amuletos. Asimilaban a la
diosa con personajes míticos griegos,
identificándola con Deméter, Afrodita,
Artemis y Perséfone. Los romanos
tenían pequeños altares en sus hogares,
llamados “lararios”, donde exhibían
Escultura de la diosa Isis, en mármol,
realizada durante el Imperio Romano.
pequeñas imágenes escultóricas de
los dioses (lares), a los que dirigían
sus plegarias y rezos. En este contexto
Isis pasa a denominarse “reina de los
Manes”, los guardianes del hogar.
Se la identifica con Fortuna y se la
representa con atributos de otras
deidades, el casco de Atenea, el carcaj
de Artemis, el cuerno de la abundancia
de la propia Fortuna, las alas de Niké y
los cuernos de la Luna.
El llamado nudo isiaco fue un
importante distintivo iconográfico.
Las seguidoras y sacerdotisas vestían
ropajes característicos de las mujeres
griegas y romanas, relacionados con
el himatión, pero se diferenciaban
por tener un nudo entre los pechos.
Esta vestimenta se relaciona con
el amuleto egipcio que representa
el Nudo de Isis, y este elemento
permite la identificación de estas
representaciones en la estatuaria de la
época. Isis también adoptaba el aspecto
de Diosa Madre, y su atributo esencial,
la fecundidad. Su culto en el siglo II
era permitido debido al politeísmo.
La suya, una imagen heredada
de las representaciones egipcias y
ptolemaicas, era la de una matrona
romana dedicada a amamantar a
Harpócrates, aunque en ocasiones hay
referencias al origen egipcio de la diosa
en la utilización del tocado isíaco.
Esta imagen tuvo una influencia
considerable sobre la de la Virgen
María. Todas las reinas de Egipto,
asociadas a Isis, eran conocidas como
“hija de Dios”, “gran esposa del rey” y
el título más trascendental, “la madre de
Dios”. Los primeros cristianos surgidos
en Egipto heredaron esta concepción
dando origen a las representaciones
de Maria Lactans, María lactante.
Después de que el cristianismo se
popularizara y comenzara a dispersarse
por Europa y luego en Roma, los
cristianos convirtieron el santuario de
Isis en Egipto en una iglesia en honor
a María. En su origen el cristianismo
absorbe ideas e imágenes de religiones
anteriores y, en este caso, utilizaron
deliberadamente iconografías del
mundo pagano primitivo del arte
egipcio como resultado de la exposición
a esta cultura. La imagen de Isis con
Harpócrates era tan común en Egipto
que su influencia es innegable en la
iconografía cristiana de la Virgen y el
Niño.
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