Nueve novísimos menos dos

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NUEVE NOVÍSIMOS MENOS DOS
Mueren dos de los más grandes poetas de la antología
En 1970 José María Castellet publicó una antología con los poetas renovadores de la
poesía española. Seleccionó a nueve poetas y los llamó “novísimos”. Los nueve eran
jóvenes, atrevidos y se sabían revolucionarios en lo poético porque escribían con unos
principios totalmente alejados de lo que eran las modas poéticas del momento.
Evidentemente, era una selección personal del antólogo y de Pere Gimferrer, y la
polémica sobre los nombres y la tendencia de sus respectivas obras fue sonada.
Estaban incluidos poetas ya consagrados, Manuel Vázquez Montalbán, Antonio
Martínez Sarrión y José María Álvarez; pero incluía un grupo de poetas rompedores con
la poesía social del momento, eran Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina-Foix,
Guillermo Carnero, Ana María Moix y Leopoldo María Panero. Este segundo grupo irritó a
los críticos académicos por su planteamiento estético. ¿Qué criticaban los guardianes del
canon? ¿A qué vino esa cruzada contra un grupo de poetas nuevos? En primer lugar su
espíritu rompedor en la línea de la vanguardia posterior a la 2ª Guerra Mundial, para lo
cual renuncian casi por completo a la tradición lírica española (salvaban a Luis Cernuda,
Vicente Aleixandre y Jaime Gil de Biedma); en cambio, dirigen su mirada a poetas
foráneos como Eliot, Pound, Cavafis, Yeats, Rimbaud, Octavio Paz o Lezama Lima.
Por supuesto, ese quiebro cultural se reflejó en sus composiciones, llenas de
referencias a estos poetas mencionados y al mundo de la cultura del momento, al arte, al
cine, a la arquitectura, lo que se ha llamado “culturalismo”. Era una exibición de la amplia
cultura que cobijaban, hasta el punto de que algunos poemas se quedaron
exclusivamente en un lucimiento más o menos vano. No obstante, pretendían sacar a la
poesía española de su ensimismamiento, “viajarla”, poblarla con nombres, lugares y
sucesos ajenos al acervo cultural español. Vencia se convirtió en un referente de
decadencia, exquisited y estilismo, hasta el punto de que se les llamó peyorativamente
“los poetas vencianos”.
Leopoldo María Panero
En segundo lugar, introducen en los poemas temas y conceptos de la sociedad de
consumo, de la cultura popular del cine y la televisión, del deporte o de los tebeos. En el
fondo subsiste un empeño de crítica humorística de la sociedad consumista, un intento de
provocación. Entre estos temas nuevos incluyen noticias de la actualidad del momento y
la reflexión sobre la misma poesía, metapoemas programáticos en los que presentan la
poesía como un valor absoluto en sí misma y el poema como un texto autosuficiente. La
poesía vuelve a ser un arte minoritario carente de intensión social: la poesía no sirve para
nada. Es el lema romántico del arte por el arte.
Esto lleva consigo un uso específico del lenguaje, que se hace experimental, se vuelve
al surrealismo con técnicas como el collage y el verso libre extenso.
En esa antología no estaban todos, desde luego hubo excelentes poetas que no fueron
llamados al nuevo canon novísimo pero que escribían bajo las mismas premisas. Antonio
Colinas, Jenaro Talens o Lus Alberto de Cuenca fueron algunos de ellos. Aunque fue una
tendencia revolucionaria que duró muchos años, se fue suevizando poco a poco.
Dos de estos poetas novísimos han muerto en la última semana, Ana María Moix y
Leopoldo María Panero.
Ana María Moix
Ella era sabia, lúcida y comprometida. Había nacido en Barcelona en 1947 y escribió
poemas, cuentos y cientos de artículos periodísticos, además de ser editora y promotora
de mil empresas culturales. Fue La Nena de la Gauche Divine, buena amiga y confidente
de la mayoría de los poetas de su tiempo, además de ser la hermana de Terenci Moix.
Luchó siempre contra las desigualdades a las que estaban sometidos los trabajadores,
especialmente las mujeres.
De Juan Luis Panero se ha dicho mucho sobre su poesía vibrante y sobre su locura
lúcida. Era, quizá, el mejor poeta de una familia de poetas.
Sus poemas reflejan sus vivencias y sus obsesiones. Será recordado por su gran
poema La canción de croupier del Mississippi, que resume su excéntrica marca personal.
Panero pasó buena parte de su vida en los hospitales psiquiátricos de Mondragón y de
Las Palmas, lo que no le impidió proliferar su obra lírica, además de trabajar como
traductor, ensayista y narrador.
A los poetas se les recuerda leyendo sus obras, descubriendo sus mundos ocultos tras
los versos labrados a golpe de sentimiento, de recuerdos, de dolor y de pasión.
Que ustedes disfruten de estos poemas.
EL CIRCO (Leopoldo María Panero)
Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía. Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma. Mi
hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.
"Y un solo de trompeta en la calle oscura al final del día"
A. M. Moix
Balada del dulce JIM
(Ana María Moix)
Fragmentos
Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no podíamos hacer
otra cosa que vivir. Pero las ciudades estaban lejos y, como si una gran heladería hubiera
caído a mis espaldas y me fuera imposible regresar, no puedo decir cuántos días tardé en
averiguar que todas las calles desembocan en los muelles y qué triste es tener que
abandonar las casas para que las paredes y los libros no nos ven llorar.
*
Ay madre, ya soy como la España; ni chicha ni limoná, loquita del corazón y dura como la
caña.
*
Andando el tiempo se verán las caras, esos que gritan por las esquinas viva la revolución.
Degeneramos, compañeros. Preguntad al mozo de telégrafos si le gusta la historia de
Rossy Brown.
Rossy partió bajo la luna, una noche de fiesta en casa de Míster Brown. Un caballero la
envolvió en su capa y a sus sueños la llevó.
Regresó luego, triste y perdida, y a los pies de la mamá sollozó: Yo no sabía qué me
decía aquella noche, verbena de San Juan, cuando dije estoy cansada y tengo sueño,
mañana ya os veré. Tengo una herida y un hijo muerto. Sólo su capa Jim me dejó. Era mi
dueño, y aunque lo digan, Jim nunca fue salteador.
Lo saben Rossy y la cocinera que en el ajo estuvo en la ocasión: Jim vuelve siempre. De
madrugada su canción canta a las muchachas de negros ojos y dulce voz:
Un amor tiene cualquiera
pero Dulce Jim, no.
Y es que el mozo de telégrafos está enamorado, y no sabe qué hacer para que la hija de
la portera entienda que no es muchacho del montón.
Por Francisco Javier Jiménez Bautista
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