Cuandoladroga llevaallímite

Anuncio
LA VANGUARDIA 29
TENDENCIAS
LUNES, 14 MARZO 2011
Cómo afrontar las adicciones
Las sustancias devastadoras
Los pacientes de la
unidad de crisis suelen consumir más de
dos drogas a la vez,
especialmente cocaína y alcohol.
Un tercio de los atendidos en Alba estos últimos años tenía también
dependencia de opiáceos, y el 20%, de las
benzodiazepinas.
ANA MACPHERSON
Barcelona
C
uando están al borde
del abismo, cuando la
familia no aguanta
más, cuando la siguiente dosis puede ser la definitiva, se
puede llamar a la puerta de la unidad de crisis. Están en Terrassa,
céntricos. Es el único servicio de
este tipo en España. Tiene diez
camas distribuidas en apenas
tres habitaciones y diecisiete profesionales entre médicos, enfermeras, asistentes sociales y psicólogos, para que diez personas al
límite por su adicción a alguna o
varias drogas puedan parar. Y salir de allí con un plan.
Hombres y mujeres abatidos
por el alcohol, la angustia, la coca
o todo a la vez. “Si no detienen el
consumo, les echarán de casa,
donde ya no pueden aguantarles
más; o si están en la calle y están
intoxicándose a un ritmo vertiginoso, pueden morir de frío o de
sobredosis; o si acaban de salir
del hospital, alguien tiene que
ayudarles a contener el consumo
a la espera de ese tratamiento de
desintoxicación que aún puede
En población general
Copas y sedantes
La gran mayoría sufría
un grave deterioro
social y alimentario
(más del 70%), y un
tercio carecía de
ingresos.
El 89,4% de los hombres
y el 72,7% de las mujeres consumen alcohol. Se
calcula que el 0,4% se
hace dependiente.
Una unidad de crisis permite ayudar a parar el consumo y planificar
una salida a personas en plena caída física y familiar por las drogas
Cuando la droga
lleva al límite
UN PLAN DE SALIDA
El equipo de crisis
busca dónde seguir
un tratamiento
y un lugar para vivir
tardar en llegar”, cuenta Maruja
Rambla, directora de Alba, una
asociación de larga experiencia
en rehabilitación y reinserción
de drogadictos que puso en marcha este servicio hace unos años.
“Sin esta unidad, muchas de estas personas se perderían en el
proceso del tratamiento”, explica
Joan Colom, responsable de drogas del Departament de Salut e
impulsor de este servicio. “Se
puede hacer mucho en diez días.
No los reconoces”.
La mayoría está colocada al llegar. Alcohol y coca, aunque van
viendo más casos de heroína pinchada. El último, un joven de 22
años que empezó hace dos. Y
GEMMA MIRALDA
Clavo ardiendo. Las personas atendidas pasan diez días en la
unidad, donde se intenta frenar el hundimiento de sus vidas
Alcohol, compañero
del fracaso escolar
A. MACPHERSON Barcelona
S
i fumas un porro, eres un
drogadicto; si bebes, ni se
te ocurriría pensarlo”. advierte el director de la Fundación
de Ayuda a la Drogadicción, Ignacio Calderón. “Tenemos que saber de qué hablamos, porque si
todos los que consumen drogas
fueran adictos, no podríamos vivir. La drogodependencia es un
estado al límite, y no todo el que
consume, y cuyo consumo tiene
consecuencias para sí mismo y
los demás, está en ese estado”.
Esa distancia entre la realidad
y la ideaque se tiene sobre las
drogas proviene de la heroína.
En los ochenta era fácil identificar esa sustancia con dependencia, violencia, marginalidad, gente desestructurada, viciosa, con
la que hay que tener cuidado.
“Así que cuando la heroína casi
ha desaparecido del mapa, no se
sabe muy bien de qué se habla
cuando se habla de drogas”, expli-
ca Calderón. “Porque al alcohol
no hay manera de identificarlo
con eso. ¡Si lo tengo yo en casa!”.
Pero es una droga que se consume en grandes cantidades y que,
aunque para la mayoría no suponga la necesidad de un tratamiento, “es un riesgo, porque su consumo está asociado a accidentes, a
violencia, a fracaso escolar”, señalan en la FAD. Esta fundación
que se dedica a la prevención advierte sobre esas secuelas del alcohol y el modelo de ocio que potencia su consumo. “Porque cuando hablamos de fracaso escolar
hay que tener en cuenta que en
España el debut con el alcohol es
muy temprano, en plena adolescencia, en un momento de esfuerzo en el estudio, que requiere
más chicas cada vez, aunque siguen siendo minoría (20% a
80%). También madres de familia con alcoholismo escondido
que llegan a esta unidad de crisis
de la mano de una familia que ya
no puede más. Y casos de personas que llevan años sin consumir
y un día recaen, y la familia se
asusta y las echa a la calle.
Entre las mujeres hay dos grupos. Uno son jóvenes de 19 a 30
años que consumen alcohol y coca y padecen algún trastorno psiquiátrico. El segundo grupo, mayoritario, lo forman mujeres con
más edad, madres de familia, con
una larga historia de alcoholismo
con intervalos de abstinencia.
Van al médico y les receta ansiolíticos. Nadie les pregunta si beben
o, si lo hacen, lo niegan. Y los ansiolíticos disparan el efecto del alcohol y les crean una nueva adicción. Una recaída quizá puso la familia patas arriba: es un alcoholismo de botella escondida en el osito de peluche o bajo la cama, casi
siempre amas de casa solitarias.
Hasta que un día el hijo vuelve
del cole y se encuentra a mamá
dormida borracha en el sofá.
Una vez llegan a la unidad de
crisis el objetivo es parar el consumo, ayudarles a reponerse lo
más posible y poner en marcha
un plan para la salida. Se necesitan entre dos y tres días para parar. Y luego tres o cuatro más de
espera hasta asegurar una atención adecuada y un lugar donde
comer y dormir. Eso es esencial.
La labor de los profesionales
de la unidad de crisis incluye
hablar con esa familia asustada.
Si la hay. “Cuando se habla con
ellos y se les plantea el plan, a
JAIME REINA / ARCHIVO
Jóvenes con el botellón
El consumo de cocaína es
del 4,2% en hombres y del
1% en mujeres. En hipnosedantes, el 4,6% en hombres
y el 9,3 % en mujeres.
menudo vuelven a acogerle”.
Se trata de ganar tiempo para
recibir el tratamiento y no quedarse en el camino. Para entrar
en una unidad de desintoxicación hay que pasar dos entrevistas, y “ellos se impacientan, son
incapaces de organizarse y esperar”. A la vez, el sistema sanitario
tiene enormes prejuicios hacia
ellos. Dan miedo en ese estado.
La unidad está abierta y atendida 365 días al año, 24 horas. Es
cara, unos cien euros al día, pero
eso es bastante menos que un ingreso hospitalario.
Ellos y ellas duermen mucho.
Comen. Ven la tele. Les ven los
médicos y las enfermeras. Hablan con la asistente social. Con
el psicólogo y el psiquiatra. Están
tranquilos. No consumen. Muchas veces, no quieren irse. Pero
sólo pueden estar diez días.
El 50% ha intentado suicidarse
justo antes de ingresar.
“Tiene que haber un cambio, y
la familia no siempre está dispuesta a aguantar”, explican los
técnicos de Alba. “Lo más adecuado es apartarse de ese escenario,
si es posible, ir a una comunidad
terapéutica o al centro de atenMU JER ES ALCOHÓLI CAS
Al centro llega la
madre que el hijo
descubre borracha un
día al volver del cole
ción y seguimiento (CAS) más
próximo”. Pero bien protegidos,
porque el tratamiento puede tardar en llegar.
A veces sale muy bien. Cuentan la historia de un chico de Can
Tunis que vivía en la calle. Ingresó en la unidad de crisis caquéctico. “Le buscamos un piso de los
de sor Genoveva”. Cada tarde
acudía al centro de día. Y empezó un programa de alta exigencia
sin droga, cambiando hábitos radicalmente, con deporte, excursiones, formación laboral, grupo
de habilidades sociales. Y le salió
un trabajo de jardinero. “Ahora
vive en pareja, sigue trabajando y
paga el alquiler de un piso”.c
concentración, y la droga va absolutamente en contra”. Por eso,
cuando se habla de fracaso escolar, “tengamos en cuenta que tenemos el 31%, el doble de lo que
hay en Europa, echemos una mirada al consumo de drogas de estos muchachos y muchachas”,
propone Calderón.
¿Para prevenir? “Proporcionar
capacidad de análisis, medios de
autocontrol, porque si aquí se sale a una edad tan temprana, cuando aún no se está maduro para resistirse y no hacer lo que uno no
quiere hacer, habrá que enseñarles a actuar con madurez”. Sin la
educación adecuada, “les dejamos en pañales ante las drogas”.
La inmadurez “es hoy un riesgo enorme”.c
Descargar