de Chiquitos dos protagonistas

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C
Alcides Parejas
Moreno A
Schmid
dos protagonistas
evangelización en América es un proceso que
tiene dos grandes protagonistas: el indio (la
población indígena) y el misionero (el clero
tanto regular como secular). Para tener una
visión clara del resultado de este proceso hay
que enfocarlo con una visión binocular; es
decir, dar la misma importancia a ambos protagonistas dentro de las especiales circunstancias en que se produce.
En el caso concreto de la evangelización
en Chiquitos se hace necesario conocer la población indígena, tan diversa, así como a los
misioneros, en una buena parte procedentes
del centro de Europa. El propósito de este
trabajo es centrar la atención sobre éstos. Se
trata de un número muy reducido —tal vez
mucho menor que el de otras regiones americanas—, sin embargo los resultados son realmente sorprendentes.
El trabajo diario del misionero era realmente extenuante y no había momento para
el descanso. La jornada —"iniciada una hora
antes de salir el sol"— estaba preñada de actividad: celebración de la misa, catequesis, visita a los enfermos, recorrido por ios diferentes talleres, control del trabajo agrícola, admi-
Las Misiones Jesuíticas de
Chiquitos tuvieron, entre
otros, dos grandes
protagonistas: el padre
José de Arce, iniciador
del proceso -realizó la
primera fundación el 31
de diciembre de 1691-, y
el padre Martin Schmid,
uno de sus cimentadores,
quien permaneció en
Chiquitos hasta la
expulsión de los jesuítas
en 1767.
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literaria
d e Chiquitos
nistración de los sacramentos (bautismo, confesión, extremaunción, matrimonio) y las
prácticas de piedad propias del estado
sacerdotal. Su vida estaba sometida a una rígida disciplina. En caso de haber dos misioneros en cada reducción —lo que no era frecuente—•, éstos tenían la obligación de vigilar
el comportamiento del compañero y en caso
de existir alguna anomalía, ésta debería ser
puesta en conocimiento del superior. Por otra
parte, el superior realizaba visitas periódicas
a cada reducción para vigilar tanto el desarrollo de la vida misionera como el comportamiento de los misioneros.
Son dos las actividades que consumen la
mayor parte del tiempo del religioso: las visitas a los enfermos y la predicación de la doctrina. Si se tiene en cuenta que cada una de
las reducciones tenía una población que oscilaba entre 2.000 y 3.000 habitantes, la propensión de los indios a contraer enfermedades
infecciosas y que el misionero era el único
"médico", es fácil comprender que las visitas
a los enfermos consumiera una buena parte
de su jornada diaria (1). Por otra parte, el misionero debía estar continuamente perfeccio-
La Paz, Bolivia, domingo 6
nando la lengua chiquita, que es muy compleja, pues—como dice el P. Fernández— "el
sacerdote debe predicar y dictar sus clases de
doctrina cristiana tanto en lengua masculina
como femenina, de manera que si se refiere
en un sermón a una mujer y cita sus palabras
tiene que usar la lengua femenina, de otro
modo lo que dice resultará un disparate y la
gente lo tomaría por un ignorante en el conocimiento del idioma" (2).
A la vista de los resultados parecería que
los misioneros eran una especie de
superhombres. No hay tal: eran hombres de
su época que amaban profundamente a Cristo y por El a los hombres; por otra parte, habían recibido una formación adecuada para
hacer frente al proceso.
En las Instrucciones para los que tienen
deseo de ir a las misiones de Indias, San
Francisco Javier con su profunda experiencia,
insiste en que los candidatos al sacerdocio
"además de las virtudes cristianas deben tener conocimientos científicos bien fundados,
complementado con alguna práctica de artes
mecánicas, medicina y farmacia y realizar estudios con asiduidad. En las misiones —si-
gue diciendo— el padre complementaba su
educación por varios medios, por un lado la
biblioteca, el libro..." (3). Esta recomendación se ve claramente materializada en dos
de los principales protagonistas de la
evangelización de Chiquitos: el P. José de
Arce, el iniciador del proceso, y el P. Martin
Schmid, uno de los cimentadores de la cultura misionera chiquitana.
P. JOSE DE ARCE
Nacido en la isla de Palma de Canarias en
1651, veintidós años más tarde lo encontramos haciendo los trámites para trasladarse
como misionero al Paraguay. Formaba parte
de una numerosa expedición (30 universitarios y tres hermanos coadjutores), la reseña
del embarque decía: "José de Arce, filósofo,
de la isla de Palma de Canarias; 22 años,
blanco, pelo castaño, alto de cuerpo, un lunar
en el carrillo derecho" (4). Así, pues al salir
de España ha terminado los estudios de filosofía y artes; incluso algunos piensan que
cursó estudios en la universidad de
Salamanca.
De 1674 (año de su llegada al Río de la
Plata) a 1689 permaneció en Córdoba donde
cursó la teología que le faltaba y ejerció la
docencia, pero sobre todo se puso en contacto con las lenguas y culturas nativas. "Nos
encontramos por lo tanto —dice Leandro
Tormo Sanz— ante un profesor universitario
al que lógicamente podemos suponer docto
antes de iniciar su labor misionera, y por más
que no fuese la filosofía europea materia necesaria para la predicación a los indios sencillos, sí era una conveniente preparación
como actitud para comprender un mundo
nuevo, una nueva filosofía de la vida, un
modo distinto de pensar. Sus estudios filosóficos le serían útiles siempre que no hubiese
prendido en él la vanidad universitaria o la
presunción intelectual que incapacitan para
entender a los demás" (5). En estos años se
había dejado seducir por la idea de ir a
misionar entre los feroces indios
chiriguanos.
Desde Córdoba salió un grupo de jesuítas, entre ellos el P. José de Arce, hacia Tarija,
donde en 1690 fundaron un colegio. Desde
este nuevo colegio los misioneros iniciaron
literaria
los contactos con los chiriguanos: el P.
Arce cumplía su sueño. Mientras tanto, el
Gobernador de Santa Cruz, Agustín de
Arce y de la Concha, con el objeto de solucionar el problema de Chiquitos a través
de la evangelización, recurrió a la Compañía de Jesús. Pronto el P. Arce tomó conocimiento de este ofrecimiento. "Cuando el
Padre Provincial Gregorio Orozco visitó el
Colegio de Tanja, el P. Arce le habló sobre
el ofrecimiento del gobernador. A pesar
de la falta de misioneros que se registraba
en las misiones guaraníes, Orozco aceptó
el proyecto de los Arce, pero puso una
condición: como el territorio de los
chiquitanos era demasiado apartado del
resto de la provincia Paracuaria de la
Compañía, debía buscarse una vía de comunicación con las misiones guaraníes. El
provincial prometió enviar gente al Paraguay por vía fluvial y Arce recibió la orden de explorar el curso superior del río
Paraguay y de buscar un camino
transitable, al menos en la época seca, hacia el río" (6).
El P. Arce llegó a Santa Cruz de la Sierra a mediados de 1691. Su llegada causó
alarma, pues la entrada de los jesuítas de
Chiquitos pondría en grave peligro el negocio ilícito en que estaban embarcados
los cruceños. "Es increíble —dice
Dobrizhoffer— como se empeñaban en
perturbar las reducciones comenzadas por
el P. José de Arce y sus colegas para los
Chiquitos y otras naciones, o al menos en
impedir su proceso en el temor de que escasearían los indios que ellos pudieran
cautivar y vender" (7).
En el último tercio de 1691, tal como lo
había planificado el Provincial Orozco, se
preparaban para salir dos expediciones —
desde Asunción del Paraguay y Santa
Cruz de la Sierra— con el propósito de establecer comunicación fluvial entre Chiquitos y Paraguay. Fracasaron en su objetivo, sin embargo significó el inicio del establecimiento de los jesuítas en Chiquitos.
A pesar de la oposición de los
cruceños y las lluvia tempraneras, el 2 de
septiembre de 1691 salía el P. Arce de Santa Cruz de la Sierra acompañado del hermano Antonio de Rivas y dos guías indígenas. Se adentraron hacia el noreste hasta
ponerse en contacto con el primer pueblo
chiquitano, los piñoca. Su llegada fue por
demás oportuna: los indios padecían
el azote de una peste y encontraron
^gj
9
cierto alivio en la presencia del misionero, pues
le pidieron se quedara entre ellos. El P. Arce quiso
interpretar este pedido como la voluntad de Dios para hacer la primera fundación: era el 31 de diciembre de 1691.
El P. Arce no es sólo un pionero en el campo
fundacional sino también en el lingüístico. Tal vez a él se
debe atribuir la creación de Chiquitos de un "idioma general" ante la variedad de lenguas, pues se tiene noticia que
escribió un Vocabulario de la lengua Chiquita, que anduvo como manuscrito entre los compañeros de misión, y una
Doctrina cristiana en lengua Chiquita, también manuscrita, tal vez los dos primeros textos en lengua chiquita.
El celo apostólico el P. Arce se mostró constantemente
durante los años de su permanencia en Chiquitos. Salió victorioso de todas las duras pruebas a las que fue sometido:
bl oposición de los cruceños, primero; el desconocimiento
total del medio y sus habitantes; y los ataques de los mamelucos paulistas después. Pero, paradógicamente encontró la muerte a manos de uno de los grupos indígenas por
los que más trabajó, los payaguas.
P. MARTIN SCHMID
El 26 de septiembre de 1694 nació en Baar (Suiza). Sus
primeros años se desarrollaron en su ciudad natal, donde
recibió la primera instrucción musical, uno de los talentos
que más y mejor desarrolló en Chiquitos. En una de sus
cartas dice: "Tuve la suerte de ser enviado a esas misiones
/Chiquitos/ sobre todo porque entiendo algo de música.
Sólo ahora entiendo por qué la Divina Providencia quiso
que me perfeccionara musicalmente durante mi juventud"
(8).
Pronto su padre lo envió a Lucerna. Durante nueve
años fue un aventajado alumno de los jesuítas: recibió una
magnífica formación humanística, con especial énfasis en la
música. A los 23 años tuvo que tomar una decisión: por su
habilidad en casi todas las artes mecánicas y su talento
organizativo pareciera que se dedicaría con éxito a cualquier oficio, sin embargo se decidió por el sacerdocio. De
1717 a 1721 hizo sus estudios en Baviera, hasta recibir las
órdenes menores. En 1722 fue a la universidad de
Ingolstadt para terminar sus estudios: el 15 de junio de
1726 recibió las órdenes mayores.
Gracias a una interesante colección epistolar que se conserva se puede tener una idea no sólo de la excelente formación humanística de Martin Schmid o de su especial habilidad mecánica, sino también de su intensa vida interior.
Sabemos, por ejemplo, que uno de sus libros favoritos era
la Imitación de Cristo de Kempis. En una carta de 1727, ya
siendo sacerdote, da un panorama de su vida interior que
se muestra muy intensa. Dice que hay que controlarse constantemente desde la meditación matutina hasta el examen
de conciencia nocturno. Para poder ejercer este "control"
Schmid da una "receta": el uso constante de lo que llama
"una flecha tirada al cielo", que no es otra cosa que una
oración jaculatoria que se debe repetir constantemente (9).
Así, pues el P. Schmid tiene una sólida formación
humanística y espiritual.
Poco antes de su ordenación sacerdotal hizo la solicitud
para ser destinado a las misiones americanas. En abril de
1729 llegaba a Buenos Aires para luego dirigirse a Córdoba
donde permaneció dos meses. Después de un largo y penoso recorrido, en julio de 1730 llegó a San Javier de Chiquitos. Catorce años más tarde el P. Martín escribe una carta
en la que muestra el trabajo que desarrollan los misioneros
en Chiquitos. "Si queréis saber lo que yo y todos los padres
misioneros tienen que hacer aquí, os recomiendo pensar en
las obligaciones que un párroco celoso tiene en Europa...
Todo esto y mucho más hacen los padres misioneros, y mu-
10
chas veces uno solo, en cada una de nuestras reducciones;
todos los días visita a los enfermos en sus casas, les prescribe la dieta y los alimentos y se los entrega; les administra
los santos sacramentos; de día y de noche asiste a los moribundos y les ayuda a morir en gracia de Dios. Todos los
días pide cuenta a los feligreses de su pueblo, examina su
conducta y ve lo que hay que corregir o castigar. Todos los
domingos y feriados predica a su gente, en la Cuaresma
dos veces a la semana oye confesión y administra la Eucaristía. Pasemos en silencio los bautismos, casamientos y entierros y las horas de devoción de cada día, cuando reza el
rosario a la noche en la iglesia con todo el pueblo...; también son responsables por la vida y la salud de sus parro-
í t
- sáWr-
quianos y deben procurar todo lo que necesite para su pueblo, pues el alma no se puede salvar si el cuerpo perece. Por
lo tanto, los misioneros son concejales y jueces, médicos,
sangradores, albañiles, carpinteros, herreros, cerrajeros, zapateros, sastres, molineros, panaderos, cocineros, pastores,
jardineros, pintores, escultores, torneros, carroceros,
ladrilleros, alfareros, tejedores, curtidores, fabricantes de
cera y de velas, estañeros y muchas cosas más, en vista de
que pueden reemplazar a todos los artesanos que hay comúnmente en un pueblo europeo" (10)
No hay que ver en esta larga enumeración un intento
por parte de Schmid de mostrarse como un hombre excepcional que está haciendo algo espectacular. Nada más ajeno
al espíritu del misionero. En la siguiente cita, de una carta
también de 1744, nos muestra el verdadero espíritu cristiano de Schmid: "Vivo y gozo de una salud muy buena y estable —dice—; llevo una vida alegre y hasta alborozada,
pues canto —a veces a la tirolesa—, toco los instrumentos
que me gustan y bailo también en rueda, por ejemplo la
danza de las espadas. ¿Pero qué dicen los superiores de
esta moda? preguntará Vuestra Reverencia. Yo le respondo:
Si yo soy misionero es porque canto, bailo y toco música. Sé
que la promulgación del evangelio es una obra apostólica y
la Sagrada Escritura dice: 'Las palabras de los que predican
el evangelio repercutirán hasta los confines del mundo'.
Vuestra Reverencia también conoce el siguiente pasaje de la
Sagrada Escritura que se encuentra en el mismo lugar: 'In
omnem terram exiit sonus eorum', que confirma lo que
digo, pues me tomo la libertad de traducir sonus por canto.
Y yo canto, toco órgano, la cítara, la flauta, la trompeta, el
salterio y la lira, tanto en tono mayor como menor. Todas
las artes musicales que antes desconocía en parte, ahora las
practico y las enseño a los hijos de los indígenas... Acabo
de decir que no sólo canto y toco mis intrumentos sino que
literaria
también bailo. No sé si Vuestra Reverencia sabe que los españoles festejan sus altas fiestas religiosas no sólo con canciones sino con danzas, dando así mayor solemnidad al oficio divino, imitando así el ejemplo de David" (11).
"A fines del año 1767 —dice el P. Schmid— llegaron
unos oficiales con varios destacamentos de soldados a
nuestras misiones para comunicarnos la orden de expulsión decretada por el rey, y para conducirnos afuera del territorio de misiones" (12). Aquí se inicia un nuevo
peregrinaje en sentido inverso: con más de 70 años y con el
dolor de dejar atrás lo que más amaba. Quince meses permaneció prisionero en España en un monasterio andaluz;
pasó luego a Italia y finalmente a su nativa Suiza, donde
murió el 1772, a los 78 años de edad.
Si el fin último de las reducciones era la evangelización de los indígenas, los misioneros pusieron lo
mejor de sí para su materialización.
En la mayor parte de los casos —sobre todo en los dos ejemplos que
hoy se presentan— estos misioneros
estaban provistos de una excelente
formación humanística: además de
los estudios recibidos en los seminarios de la Compañía la mayoría completaba su formación en universidades europeas y americanas, y con las
buenas bibliotecas que se fueron
creando en cada una de las reducciones. Esta formación se verá refle.
— j a d a tanto en los libros que dejaron
—sobre todo vocabularios y gramáticas de lenguas nativas— como en
la especial sensibilidad para enfrentar las culturas americanas. Sin embargo, esto no es suficiente para comprender la entrega de
estos hombres. Todos estos esfuerzos —muchos de ellos
verdaderamente heroicos— hubieran fracasado si no hubieran estado acompañados de amor cristiano y una intensa
vida interior. Uno de los protagonistas del proceso lo dice
en palabras muy sencillas, sin darle demasiada importancia: "Es necesario —dice el P. Patricio Fernández— estar en
continuo ejercicio de todas las virtudes, en especial de la
paciencia, del celo y de aquella que todo lo obra, la caridad,
sufriéndoles impertinencias y necedades, acomodándose a
su modo y transformándose en cada uno de ellos para ganarlos y conducirlos a Dios" (13). +
NOTAS
(1) En: HOFFMANN, Wemer, Vida y obra del P. Martin Schmid
S.J. (1694-1772). Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Buenos Aires, 1981. pp. 96-97.
(2) FERNANDEZ S.J., Juan Patricio: Relación historial de Us misiones de Chiquitos que en el Paraguay tiene la Compañía de Jesús. Madrid, 1895. Tomo I, p. 175.
(3) En: HOFFMANN, Werner: Las misiones jesuíticas entre los
chiquitanos. Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Buenos Aires, 1979. pp. 155-156.
(4) En: TORMO SANZ, Leandro: El canario José de Arce y los orígenes de las misiones de Chiquitos. Ediciones del Excmo. Cabildo
Insular de Gran Canaria. 1982.p. 369.
(5) Ibid. p. 376.
(6) HOFFMANN, Werner: Op.cit. 1979. p. 169.
(7) DOBRIZHOFFER, Pedro: Historia de los abipones. Resistencia.
Tomo III, p. 373.
(8) En: HOFFMANN, Werner Op. cit., 1981. p. 9
(9) Ibid. p. 12.
(10) Ibid. pp. 146-147.
(11) Ibid. p. 142.
(12) Ibid. p. 155.
(13) FERNANDEZ, Juan Patricio: Op. cit. Tomo I, p. 139.
Alcides Parejas Moreno, historiador. Santa Cruz.
La Paz, Bolivia,
domingo 8 de diciembre
de 1996
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