Sobre juego, perspectiva y acomodo: desarrollos psicoanalíticos

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Revista Encuentros. N.2. 2010. Págs. 69-80.
Sobre juego, perspectiva y acomodo:
desarrollos psicoanalíticos respecto a la cuestión del jugar 1
Lucio Gutiérrez Herane2
Pontifica Universidad Católica de Chile – Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA
Se realiza un desarrollo conceptual en torno a la noción del jugar desde una
mirada permeada por el pensar psicoanalítico. Se plantea la tesis de que el jugar
consiste en una experiencia transformadora fruto de dos actividades
fundamentales, simultáneas y entrelazadas: la perspectiva anticipatoria, de
estructura paradojal, que supone el ejercicio de tomas de posición del yo en
respuesta al otro anticipado, definiendo el lugar desde donde el otro y el sí mismo
son considerados y susceptibles a la transformación. Y el trabajo de acomodo
psicosomático, que refiere a la variante de exigencia de trabajo que supone la
incorporación de aquello novedoso-otro. Se examinan estas ideas a la luz de la
tesis de D.W.Winnicott respecto a la psicoterapia como una superposición del
jugar del paciente y analista.
Palabras claves: Juego; psicoanálisis.
Introducción
Jugar es una noción que refiere a una actividad reconocible por todos, bajo la forma de lo que
Bertrand Russell (1929) llama un conocimiento por familiaridad. Decimos ¿qué es juego? E indicamos
apuntando al mundo “eso”, “eso que está ocurriendo ahí es un juego”, sin poder decir mucho más. En
términos cotidianos, en todo caso, no necesitamos mucho más, y estaríamos en problemas si se nos
pidiese otra cosa. Si pedimos definiciones de lo que es jugar, por ejemplo, el asunto se complejiza y allí
contestamos con ejemplos. O bien recurriendo a la enumeración de las reglas involucradas en un juego,
que nada dicen de lo que es jugar3.
Esta es una cuestión que no transita sin dificultades y ha dado lugar a numerosas posiciones
teóricas, clasificaciones (e.g., Bell, 1960; Caillois, 1958; Groos, 1899; Sutton-Smith, 1997) y definiciones
de la función o roles del juego en el advenimiento y desarrollo de lo sociosimbólico (e.g. Bühler, 1928;
1
Texto basado en el trabajo no publicado Juego, perspectiva y acomodo en la clínica psicoanalítica, presentado en
el XIX Encuentro Latinoamericano sobre el Pensamiento de Winnicott, 06 de Noviembre de 2010, Hotel Sheraton,
Santiago de Chile. Quisiera agradecer al Dr. Andres Haye por sus valiosas observaciones en la revisión de este
manuscrito y a Álvaro Carrasco por su generosa invitación a publicar en esta edición del journal Encuentros.
2
Psicólogo (M.Sc., Ph.D.-c-), Psicoanalista, miembro asociado Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA. Envío de
correspondencia a: Guardia Vieja 255 oficina 1211, Providencia, Santiago – CHILE. Correo electrónico:
[email protected]
3
Este asunto excede por cierto a la noción de juego y su inmensa complejidad ha sido dibujada por Wittgenstein
(1953)
69
Sobre juego, perspectiva y acomodo: desarrollos psicoanalíticos respecto a la cuestión del jugar
Groos, 1899; Piaget, 1946; Vygotsky, 1934) y sociocultural (e.g. Huizinga, 1958; Mead, 1934) en el
individuo.
El psicoanálisis no se ha quedado afuera de estos esfuerzos. Luego de algunas formulaciones
previas (Freud, 1905, 1920; Hug-Hellmut, 1921), fue con Melanie Klein donde el juego adquirió
relevancia como noción directamente involucrada en el desarrollo emocional y simbólico del niño (Klein,
1921, 1923a, 1923b, 1926, 1929) y como objeto de estudio técnico del psicoanálisis (Klein, 1923b, 1929,
1955). Esta segunda vertiente, en su momento ligada al incipiente psicoanálisis con niños, parece haber
concentrado la mayor parte de la atención en desmedro de la primera4.
Y no fue entonces hasta los desarrollos del psicoanalista Donald Winnicott que el jugar obtuvo su
plena fertilidad en su compromiso con el corpus psicoanalítico al interior de una metapsicología
consistente. En su conocido Realidad y Juego, Winnicott (1971a) enuncia una serie de postulados que
ligan al jugar al desarrollo del sentido de individualidad a partir de condiciones primarias de dependencia
emocional.
Winnicott incluye también una tesis respecto al jugar que compromete a la práctica del
psicoanálisis. Refiere que la psicoterapia se realiza en la superposición de dos áreas de juego, aquella del
paciente y del terapeuta5 (Winnicott, 1971b). Esta es una tesis que resulta tremendamente interesante,
en la medida que podamos dar cuenta de aquello que llamamos jugar. Si bien Winnicott desarrolla
algunas de las características asociadas al jugar, de lo que es jugar dice sólo una sentencia. Es una
experiencia. Y no cualquiera, sino una experiencia creativa reconocida como una forma básica del vivir.
Los humanos desde niños juegan. El juego es lo universal y la psicoterapia no es más que una
sofisticación moderna del juego (Winnicott, 1971c).
Y entonces, hablar de la superposición del jugar de analista y paciente parece decir mucho, y a la
vez nos dice muy poco. En similar situación nos deja Winnicott al decir que muchas veces la idea en un
tratamiento es que el paciente logre jugar (Winnicott, 1971c). Podemos intuitivamente aceptarlo, pero
eso nada nos resuelve el problema si se le quiere asumir como tal.
Quisiera intentar describir algo de esta forma básica del vivir desde un lugar que transita entre
teoría y práctica clínica. Presentaré aquí un par de ideas relacionadas con la formalización de a qué
llamamos jugar y a ciertos modos en que se expresa en la práctica psicoanalítica. Por supuesto, esto es
de relevancia sobretodo cuando el jugar no funciona, cuando debemos preguntarnos qué pasa que el
paciente no juega, en el sentido específico en que decimos que el psicoanálisis es una forma de juego.
Me centraré en todo caso en lo positivo, es decir, en la pregunta de qué es jugar desde una perspectiva
permeada por el pensar psicoanalítico.
4
Curiosamente, Melanie Klein pareció esforzarse más por su vertiente conceptual que por los aportes técnicos, que
no consideraba sino la prolongación natural de su técnica de trabajo con adultos adecuada a la mente infantil
(véase Klein, 1955).
5
Traducción libre del autor. Original: “psychotherapy is done in the overlap of the two play areas, that of the
patient and that of the therapist” (Winnicott, 1971b, p.54)
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Lucio Gutiérrez Herane
Jugar entre la palabra, la actividad y el sentimiento
Un campo de acercamiento que quisiera utilizar para explorar esta cuestión refiere a los estudios
de Freud sobre el chiste, la gracia, lo cómico y el humor. Todas estas ideas se encuentran ligadas directa
o indirectamente al jugar y son citadas por el mismo Freud las fórmulas de filósofos clásicos que definen
al chiste como un “mero juego con ideas” o como “un juicio que juega” 6 (Freud, 1905, p.12).
El estudio del chiste trata de descubrir cual es el mecanismo de desprendimiento de placer que
se encuentra a la base del efecto chistoso y su manifestación en la risa. Para ello se acerca a través del
análisis del alma del chiste, que es la doble acepción de la palabra. En la doble acepción confluyen dos
mociones unidas de modos poco ordinarios, que el pensar serio desestima. Se entrelazan proceso
primario y secundario en la formación del chiste, que permite que mociones que de otro modo hubiesen
tenido que ser inhibidas en su expresión, encuentren curso en la relación con el otro. Se logra decir lo
censurable (Freud, 1905). El chiste, por supuesto, requiere de otro para ser contado y lograr este
cometido. Es una suerte de alianza cómplice con el otro para que, al menos momentáneamente, se
dejen entre paréntesis las restricciones a las que nos sometemos en la censura social.
La conclusión a la que llega Freud es que el efecto placentero del chiste se debe a un ahorro.
Muy de Freud esto del ahorro. Es un ahorro de energía, que luego es descargada por vía somático-motriz
en el reír. Ahora, ¿de donde surge este ahorro? Del esfuerzo que el aparato se ahorró pues no tuvo que
inhibir mociones de pensamiento prohibidas. Y ese ahorro de gasto de inhibición se tradujo en la
descarga placentera.
Similar caso ocurrirá con lo cómico, ya no en el registro de la palabra sino en el registro de la
actividad, al modo de la comicidad de los movimientos que hacen los mimos, exagerados, mostrando
torpeza, excesivamente marcados o estereotipados. Aquí también hay un ahorro, pero de
representación-investidura. Freud plantea que se realiza una suerte de mímesis de la representación:
esto es, nos representamos los movimientos de un mimo como superfluos, excesivos. Y por vía de la
comparación con lo que yo haría7, se genera una diferencia. Esta diferencia es representacional pero ello
no debe suponerse principalmente en el sentido de figurarse la imagen del mimo (Freud, 1905)
En el representar se movilizan investiduras, y entonces podemos decir que el representar los
movimientos, en el sentido de la motilidad voluntaria, no realiza los movimientos. Pero en el sentido de
la investidura, sí. El aparato se moviliza aunque no llegue necesariamente a la descarga motriz (Freud,
1905). A veces descarga, a veces no. Pero siempre el aparato se moviliza en respuesta al otro. Esto es un
asunto fundamental.
Por último, en el caso del humor, tenemos un ahorro de sentimiento. Aquello que un individuo
pudiese vivenciar como un sentimiento displacentero por doloroso o triste, por ejemplo, es trasmudado
en una vivencia que hace un cambio en el modo de ver las cosas, produciendo el efecto de buen humor.
El llamado buen humor es el efecto de un ahorro de sentimiento (Freud, 1905).
Tengo la impresión que el jugar transita entre las tres formas dadas por el chiste, lo cómico y el
humor, es decir, entre la palabra, la actividad y el sentimiento.
6
Jean Paul Richter en su Vorschule der Asthetik (Preparatoria de Estética) y Kuno Fischer en su Uber den Witz
(Acerca de la Broma) respectivamente.
7
Sería más justo con esta idea decir: con lo que el Yo hace de otro modo al advenir Yo en el acto de representarse.
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Vemos con claridad la función de la palabra en la faceta del jugar que más se asocia a los juegos
narrativos o de personificación, al modo del jugar a los policías y bandidos. La actividad la reconocemos
en los juegos físicos, de competición o de vértigo. El sentimiento lo vemos involucrado en la totalidad
expectante del individuo, tan clara en los juegos donde el azar cobra relevancia fundamental, como en la
ruleta (Caillois, 1958). Pero en realidad no accedemos a tipos puros al respecto, todos los aspectos se
encuentran entrelazados, aunque sea rudimentariamente, en el jugar.
Explorando sintéticamente las formas del jugar descubrimos ciertos elementos comunes:
tenemos la presencia entre dos enunciados, dos posiciones o sentimientos. Tenemos también que estas
posiciones se mantienen en una suerte de vinculación entre sí, que se cumple sólo bajo una condición
particular: debe generarse un órden provisional en el que, por una parte, ambos enunciados, posiciones
o sentimientos se actualicen, cobren vida. Y a la vez, que el yo sea resguardado de tener que elegir o
discernir entre ambas partes, se va de mano de una de ellas y a su vez se va de mano de la otra,
transformándose a partir de ese movimiento. El yo es en su propia quietud y a la vez en los movimientos
del mimo. Representar-se yo y yo-otro a la vez8. Esta es una experiencia donde el yo se transforma.
A esto es pues a lo que quisiera circunscribir el jugar: una experiencia que brota del movimiento
de transformación del yo a partir de dos actividades fundamentales. Llamaré a estas actividades, a falta
de mejores términos, perspectiva anticipatoria y acomodo. Permítanme un breve desarrollo.
Sobre la perspectiva anticipatoria
Para jugar se hacen necesarias tomas de posición del yo. Sea al modo de un decir o de un hacer,
se dice o se hace desde un cierto modo de ver las cosas, desde cierta perspectiva. Esto adquiere formas
de mayor elaboración en los juegos de tablero, donde la ‘movida’ es el representante concreto de una
toma de posición del yo. Notemos en la imagen de la movida que una movida nunca lo es en función
únicamente del propio juego, sino que involucra consideraciones a otros concretos, al azar o al sí mismo
en el futuro9.
Análoga situación se nos plantea en el chiste. Para que el chiste cumpla su compromiso liberador
de placer, se requiere de un individuo que cuente el chiste a otro, y no de cualquier modo. Se hace
necesaria cierta disposición particular en un campo que permita que se reconozca como un chiste y no
como una historia cualquiera. Este campo incluye de modo fundamental consideraciones a quien se
supone que es ese otro al que se le cuenta el chiste. Es una disposición, diremos, que excede la palabra y
sin embargo pasa a ser parte del enunicado chistoso. Sin una toma de posición particular el chiste no
surte efecto y así también, diremos, sin tomas de posición en el jugar no acontece juego.
En esas tomas de posición del yo se determinan ciertas perspectivas o modos de ver las cosas. Es
un hecho que los clínicos conocemos bien: se quiera o no todo lo dicho se dice desde un lugar o lugares
determinados, hacia una serie de destinatarios determinados. Podríamos agregar, todo lo dicho fija una
8
Refiero aquí que el sujeto se deviene yo en su representación-otra y en su quietud. No refiero, como podría
entenderse, que el yo representa desde la quietud o que se representa “como” otro. En otros términos diré: no me
refiero a un yo como un lugar tercero y exterior a las tomas de posición, sino a que lo que llamamos yo es el
resultado de sus tomas de posición.
9
La movida es una acción así como la perspectiva es una forma de actividad.
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serie de destinatarios y con ello se anticipa a sí mismo a partir de esas respuestas (Bakhtin, 2006/1981,
2007/1986; Shotter, 2008; Volosinov, 1986/1973).
En el jugar se pone de relieve el carácter anticipatorio de toda perspectiva. Se abre un espacio
entre la perspectiva presente y lo incierto anticipado. Al jugar, quien juega siempre lo hace en la
expectativa de una respuesta del otro, sea que ese otro esté puesto de parte del mundo exterior, de
parte del sí mismo desconocido, de parte de diversas formaciones intermedias o incluso de parte de
aquel otro escasamente definido como tal10 .
Al modo como describe Freud el juego de carretel en Más Allá del Principio de Placer (Freud,
1920). Se va el carretel y vuelve, aunque las más de las veces el nene juega a que el carretel se va. Un
nene manda de paseo el carretel, pero esto es lo interesante, no podemos decir con certeza que la
actividad ha terminado allí. A veces lo hace, encerrado sobre sí mismo, y allí no hay juego, sólo repulsa
de un carretel, un juguete o cualquier cosa que se le ponga por delante. Pero en ocasiones en el mandar
de paseo el carretel surge una expectativa de su regreso, sea de parte de sí mismo, o de los cuidadores
que pacientemente se lo devuelven a sabiendas que lo enviará de nuevo al suelo (¡y con la esperanza de
que no lo haga!). A veces la expectativa puede atribuirse al objeto mismo, que cobra vida por así decirlo
en el acto de retornar, y los nenes allí pueden encontrar por un tiempo acotado la novedad de parte de
los juguetes energizados o en los juguetes que parece que respondieran por efecto de su intercambio
con las leyes de la naturaleza, como en los juegos de tipo mecano, torres que se arman, canales de agua,
etc.
El asumir una expectativa de respuesta del otro es constitutiva del jugar, y es algo que los nenes
reciben con gran gozo cuando se encuentran aprendiendo a jugar, que coincide en muchos sentidos con
el introducirse en el registro de la realidad social dada en el uso la palabra.
Sin embargo, nos encontramos aquí con la siguiente situación: ¿Cómo podemos pensar a un yo
que anticipa respuestas y a la vez mantiene una perspectiva presente, que adviene en quietud y en
actividad? Esto es un problema si lo insertamos en una serie temporal, pues son actividades simultáneas
y no una seguidilla de interacciones. Es un problema también si nos fijamos en el yo pues, en su
anticipación de respuesta de otros, el yo también se modifica.
El modo cómo se ha intentado resolver esto típicamente es decir que en el juego se hace un
“como sí” (Fein, 1981). La nena simula, hace “como sí” fuera una profesora con sus muñecas. Pero eso
aún queda en un estatuto pobre ya que, para la observación de niños, es claro que las actividades
representacionales en el jugar no mantienen ningún tipo de carácter secundario, de simulación o falsa
conciencia, menos intenso afectivamente o menos real que la figuración de pensamientos e imágenes
fuera de la actividad de juego. Que un niño se represente a sí mismo en tal o cual rol nos hace pensar
que, en los términos planteados, su yo está tan involucrado en el juego como en la realidad extrajuego.
Se tiene perspectiva en juego y del juego.
Aquí un aporte de Winnicott con el que estamos familiarizados se nos hace fundamental.
Enfrentados a esta cuestión, debemos decir que el diferimiento del yo guarda en su núcleo una
A esto refiere Winnicott al decir que el jugar siempre corre riesgo de volverse atemorizante (Winnicott,
1971c)
10
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Sobre juego, perspectiva y acomodo: desarrollos psicoanalíticos respecto a la cuestión del jugar
naturaleza paradojal (Winnicott, 1987). El yo adviene hacia un lugar otro y sin embargo no involucra la
pérdida de perspectiva respecto del mundo cotidiano.
En la clínica psicoanalítica sabemos muy bien esta cuestión: que se le suponga saber a un analista
es una condición tan necesaria como riesgosa. Que se le suponga desconocimiento, lo mismo. Yo tenía
un paciente que se afanaba en decirme, un poco sometido y un poco socarronamente, “salvador”. En
ocasiones, en lugar de interpretar clásicamente, le contestaba que verme así era un problema porque los
salvadores en la historia de la humanidad han tendido a salir irremediablemente trasquilados. El se reía
y, medio que comprendía y medio que no, lo que yo tenía que decirle. Suponerse en el lugar de saber lo
asumimos de lado de la investidura narcisistica y obtura el trabajo analítico. Suponerse en el lugar de
desconocimiento absoluto también. La cosa es “como sí” supieramos cuando en realidad no, o al menos
no respecto de lo que se le supone al analista de parte del paciente.
Concebir el “como sí” dentro de una concepción paradojal de la vida anímica le otorga un
sentido totalmente diverso al de simulación. El “como sí” pasa a ser la condición paradojal de lo creadoencontrado, sin corresponderse a la producción psíquica aislada o a la realidad exterior al individuo.
Esto es desarrollado por Winnicott desde varias aristas11, incluyendo la del espacio potencial
(Winnicott, 1971c). Winnicott refiere que el juego toma lugar en un espacio potencial, en un “entre”. Lo
potencial es un “entre” que se genera al modo de un espacio entre un modo de ver las cosas que va a
pérdida, y la anticipación de una nueva perspectiva que aún no deviene. Si el juego supusiera sólo la
pérdida de perspectiva y no la anticipación del reencuentro, el aumento de excitación provocaria la
disolución del juego, como tantas veces podemos observar al interpretar prematuramente o en
cuestiones relacionadas con la dificultad para instalar una transferencia de trabajo.
Lo mismo si se quedase atrapado en la perspectiva de lo que se representa sin perspectiva de
que se trata de un juego. Esto elevaría la excitación al punto de disolver el juego (Winnicott, 1971b) o
bien derivarlo a formas compulsivas o alucinatorias de pseudojuego (Liberman, Podetti, Miravent &
Waserman, 1981), entre otros desenlaces.
El “como sí” es también lo creado-encontrado en otro sentido. El yo sólo deviene en juego en el
registro de lo que Winnicott llama el orden del vivir y del soñar como un todo12 (Winnicott, 1971e). A
partir del orden del vivir y del soñar como un todo respondemos a los movimientos progredientes y
regredientes de la transferencia. Es lo que muchas veces describimos clínica e informalmente como una
relación viva con el otro, donde “algo pasa o está pasando”, en el sentido de que en la transferencia lo
que ocurre se encuentra atravesado por los avatares de la pulsión. En la psicoterapia le observamos en
los relatos de los pacientes al referir, por ejemplo, “ví a esa persona en la calle y me acordé de la sesión”.
O en sesión, “me acorde cuando chica, que me metía a las tiendas a curiosear, cuando me dijiste esa
palabra”. Hay, en ese sentido, fantasía. Imagos la presencia de una imaginación creadora que no puede
reconocerse con claridad como aquello acorde al mundo real, pero tampoco desprendida de la función
de la conciencia reflexiva al modo de los sueños propiamente dichos. La fantasía en ese sentido es un
11
Dentro de las más conocidas su tesis sobre los objetos y fenómenos transicionales (Winnicott, 1971d), sobre el
uso del objeto (Winnicott, 1971f) y su tesis sobre el establecimiento de un estatus de unidad en el desarrollo
emocional (Winnicott, 1988).
12
También referido como el orden de la fantasía (creativa) versus el orden del fantaseo y el replegamiento
narcisístico.
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“entre” que articula en forma indisoluble el vivir y el soñar, que permite tanto el desarrollo emocional
como la acción en el mundo.
Diremos que el jugar es producir fantasía en torno al ser, aunque sea en formas muy primitivas.
El jugar opera en el vivir y el soñar como un todo pues, en dicho modo de articular lo que acontece,
producir fantasía anticipándose en el futuro es, al mismo tiempo, crearse a sí mismo en el futuro.
Sobre el trabajo de acomodo
Un segundo elemento que quisiera mencionar refiere al trabajo de transformación asociado al
jugar. El yo se ha anticipado a sí mismo en el futuro y, decíamos, en la anticipación de quién será
encuentra el espacio necesario para su transformación. Pero ello no basta a la transformación, se hace
necesario un acomodo psicosomático. Si lo que emerge retorna sin acomodo puede adoptar formas
frustras de juego, al modo de un paciente que da lúcidas ideas sobre sí mismo sin que ellas ejerzan
efecto alguno sobre su modo de ver las cosas, o bien desconocer las ideas que pueda proponer su
analista como un modo de proteger su modo habitual de ver las cosas13. El acomodo es tan necesario
como la perspectiva, pues es la variante de exigencia de trabajo que se requiere en el jugar. El jugar,
además de excitante, es cansador. Ello es principalmente por la medida de exigencia de trabajo
necesaria para sostener las condiciones para que se siga produciendo juego.
Sin acomodo psicosomático la formación de perspectivas pierde su carácter vivo y éstas pasan a
ser ideas fijas, muertas. Que haya acomodo es condición necesaria al dinamismo del jugar y es lo que
permite que digamos que un jugador se encuentra comprometido en el juego, incluso más allá de si el
juego en determinado momento le resulta relativamente placentero o displacentero. Sin acomodo el
jugar muere, se desmembra. Como lo ha dicho Huizinga (1954), el peor enemigo del juego no es el
tramposo sino el escéptico, el que cuestiona el sentido del juego. El escéptico no se acomoda o lo hace
con mucha pobreza y desánimo, que no es acomodo al fin y al cabo. El acomodo hace posible que el
juego sea considerado una experiencia creativa, en el sentido de que el individuo trabaja para producirse
a sí mismo en juego, incluyendo allí el esfuerzo de integrar aquello que surge desde la alteridad14. Allí
yace la condición para que emerja una experiencia emocional.
Acomodarse es parte de jugar en tanto hace familiar aquello que de otro modo emerje sólo
como disrupción externa. Aunque vale la pena precisar que no es un elemento posterior a la anticipación
y sólo lo mencionamos así con fines analíticos. Decir que hay juego, desde esta tesis, es decir que se
produce perspectiva anticipatoria y trabajo de acomodo en una misma actividad. Sin perspectiva o sin
acomodo no puede hablarse de juego, lo mismo que si uno antecede o sucede al otro secuencialmente.
13
Bion (1963) desarrolló una variante de esta cuestión como el uso de la perspectiva reversible en análisis.
Esta idea tiene importantes ecos en la noción de “apropiación” propuesta por la sociolingüística de Bakhtin. Para
el círculo de Bakhtin, la palabra en el lenguaje se vuelve propia sólo en la medida que el hablante la habite con sus
intenciones, acentos y formas. Esta apropiación ha sido descrita como un movimiento de transformación del habla
que involucra la toma de posición hacia el otro y en respuesta al otro anticipado (Larraín y Haye, en revisión). Que
el jugar esté a la base de la apropiación del lenguaje no es una tesis que debiera sorprendernos al interior del
corpus psicoanalítico. Pero tomada en serio nos llevará a futuros derroteros fértiles en su ligazón con los aportes de
teorías del discurso como éstas, que a diferencia de perspectivas estructuralistas o funcionalistas, no comprometen
los fundamentos epistémicos del sujeto psicoanalítico.
14
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Sobre juego, perspectiva y acomodo: desarrollos psicoanalíticos respecto a la cuestión del jugar
En su conjunto, perspectiva anticipatoria y acomodo configuran órdenes provisionales de
experiencia, órdenes que no son sistemáticos pero parecieran tener sus propias leyes de
funcionamiento. Esto, dice Winnicott, es la naturaleza precaria del juego y que dota al juego de su
cualidad excitada (Winnicott, 1971c). Es también lo que dota del carácter misterioso a todo buen juego,
de la vivencia de haber participado de algo más allá de la propia existencia (Huzinga, 1954).
Juego en la praxis analítica
Quisiera llevar brevemente esta cuestión a asuntos propios a la práxis clínica. Uno de ellos es la
noción que tenemos de proceso analítico.
Un paciente acude durante cierto tiempo a sesiones con su analista. En determinados
momentos, se forma sobre el analista la noción de que hay algo así como proceso analítico. No un
proceso, sino proceso psicoanalítico. Ambos, paciente y analista, se encuentran posicionados el uno
respecto del otro desde un lugar diverso a aquel en el que se encontraban cuando recién se conocieron.
Algo pasó. Y la relativa regularidad de sus encuentros tuvo algo que ver con eso. Se ha producido una
transformación mutua respecto de quienes eran el uno para el otro y también respecto al modo de
disponerse en el mundo, al modo de ver las cosas tras su encuentro el uno con el otro.
¿Qué decimos cuando decimos que hay proceso? Algo análogo a la cuestión del jugar. Hablar de
proceso no remite únicamente a un seguimiento de reglas: aunque las reglas puedan ser importantes
para que emerja proceso analítico, que analista y paciente se ciñan al encuadre y cumplan con las reglas
de asociación libre y abstinencia respectivamente no dice nada respecto del proceso, ni mucho menos lo
asegura. Decimos que hay proceso cuando un paciente se dispone de un modo particular hacia las
comunicaciones en análisis. Es un modo donde pierde importancia si las comunicaciones adquieren
fuerza de argumento lógico, si provienen de los sueños del paciente, de las viscistudes cotidianas o de la
imaginación del analista. Donde el interés en las comunicaciones se desplaza desde su adecuación a los
hechos de la realidad hacia su poder transformador de realidad. Se ha formado un “entre” paciente y
analista, que no va de parte de ninguno de ellos ni puede sostenerse de forma exclusiva por ninguno de
ellos. Un entre donde se da juego, movimientos de trabajo entre quienes son el uno para el otro y
quienes podrían llegar a ser.
Por supuesto, cuando paciente o analista no juegan, este “entre” se rompe. Se pierde la fuerza
enigmática del análisis, su carácter misterioso de juego. Variadas son las maneras en que ello acontece.
Sólo por mencionar algunas, tenemos las intelectualizaciones y formas pseudo-análisis, donde la
perspectiva se presenta sin trabajo de acomodo. Conocemos el uso del análisis como inodoro, es decir,
sin anticipar respuesta del analista. Observamos en ocasiones la urgencia de pacientes por delimitar que
es “mundo interno” vs “realidad”, o separar las ideas “tuyas” y “mías”, rompiendo la organización
provisional de la experiencia analítica. O bien las reticencias del propio analista a permitir que el paciente
haga suyas ideas que han surgido del trabajo conjunto, en un empuje a mostrar astucia o capacidad.
Podríamos seguir incluyendo numerosas vivencias clínicas que apuntan en estas y otras direcciones.
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Notas finales (atmósfera y actitud lúdica)
Aquí finalizaba la ponencia oral, con restricciones dadas por el tiempo de exposición. Quisiera
agregar brevemente algunos aspectos sobre el juego en la praxis clínica que quedaban escasamente
desarrollados.
El jugar en la praxis psicoanalítica en muchos aspectos determina lo que se llama una
“atmósfera” de trabajo analítico (Meltzer, 1971). Esta refiere al uso que se da a las comunicaciones que
emergen en análisis, al servicio de la transformación y el crecimiento en el mejor de los casos, al servicio
de la detención del crecimiento y de la destructividad en el peor de los escenarios.
Que se de juego es condición de un análisis en el sentido que permite la exploración en un
contexto de contención, que permite el desarrollo de la función de la mente reflexiva al servicio de la
tolerancia de las frustraciones del medio ambiente.
Jugar en la praxis psicoanalítica es la forma en que se entrelaza el contexto especializado que es
el setting con las vivencias dadas por la coloquialidad de la experiencia. Por supuesto no me refiero aquí
al uso de una técnica de juego, sino principalmente a la emergencia de una actitud lúdica respecto a lo
que acontece en sesión. A la posibilidad de usar diversas variantes de ésta actitud (dadas por la
estructura misma de la interpretación, pero también en el humor, la ironía, los juegos de palabra y doble
acepción, la comicidad y la dramatización gesticulada, la puntuación “ilógica” del discurso, el uso de
refranes, de analogías, y tantas otras) en la disposición a alivianar la experiencia de falta de dominio
sobre su destino que perturba con fuerza al neurótico, y permitir su elaboración en el contexto de una
historicidad.
Debo cuidar de no confundir al lector al hablar de una actitud lúdica. No me refiero a una actitud
maníaca de negación de las dificultades del mundo. Una actitud lúdica en los términos que refiero
supone no la negación de los conflictos sino su reconocimiento y, además (no en lugar de), la apertura a
un espacio para pensarles de otros modos, desde otras aristas o perspectivas. Esta es la perspectiva
anticipatoria. Y a asumir dichas perspectivas en la realidad dada por el compromiso emocional que yace
en su núcleo, que refiere al trabajo de acomodo. Como ha sido mencionado por Meltzer (1986), la
disposición es la de un analista con características parentales con un énfasis en la gentileza, la paciencia y
la no intrusividad. La de un analista que desde la disposición dada al trabajo analítico se esfuerza en el
sentido de la sexualidad adulta, es decir, en el horizonte del registro de la pasión y no de la excitación,
fanatismo o éxtasis (Meltzer, 1973).
Allí surge el espacio dado a las relaciones íntimas, las únicas capaces de desencadenar el
pensamiento en el sentido de la consideración de la otredad en el modo de hacer perspectiva del
mundo. El jugar es la expresión de lo social en su vitalidad15 y es condición de posibilidad a la emergencia
de una experiencia emocional en el sentido descrito por Meltzer (1990): “Una experiencia emocional es
un encuentro con la belleza y el misterio del mundo… en tanto que el sentido inmediato es
15 Sólo puede jugar aquel que está vivo y sólo podrá jugar con éste otro que está vivo (aunque juegue al
ocupar el lugar del muerto).
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Sobre juego, perspectiva y acomodo: desarrollos psicoanalíticos respecto a la cuestión del jugar
experimentado como emociones quizás tan diversas como los objetos capaces de evocarlas en esa forma
inmediata, su significación siempre se refiere, en última instancia, a las relaciones humanas íntimas”
(p.22).
78
Lucio Gutiérrez Herane
Referencias
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