LA OTRA SIRENITA- Natalia Calceteiro Ballesta

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La Otra Sirenita
NATALIA CALCETEIRO BALLESTA
LA OTRA SIRENITA- Natalia Calceteiro Ballesta
Melena está emocionada. Es el cumpleaños de su hermana pequeña y por primera vez
va a subir a la superficie. Es una sirena, o por lo menos es lo que ella recuerda. Mientras
espera a su hermana reflexiona sobre la fugacidad de la vida. Las sirenas siempre se les
ha creído inmortales, pero lo cierto es no lo son.
También piensa que no entiende para qué sirve la eternidad si no tienen alma. Cuando
se muere el cuerpo desaparece. Por fin su hermana, Marina aparece. Se siente muy
orgullosa de ella, su carácter juvenil y alegre le hace sentir júbilo por la vida, y por eso
decide que ella es la acompañante idónea en ese día especial.
Al poco rato, las dos sirenas nadan dirección ascendente y llegan a la superficie. Es una
hermosa noche de verano. El cielo está plagado de brillantes estrellas y la luna llena
corona la belleza del firmamento. Melena piensa que su hermana no es afortunada pues
la noche es ideal para celebrar el cumplir la mayoría de edad. Poco intuye Melena lo
que se les vendrá encima.
Mientras las sirenas nadan, se oye un ruido a lo lejos. Es música, música humana.
Melena quiere alejarse pero su hermana dice que quiere verlo de cerca. Es un barco
humano y, efectivamente, hay una gran fiesta en él. La pequeña sirena se aproxima de
manera cautelosa bajo la atenta mirada de su hermana, que se esconde tras unas rocas.
Hay muchos hombres en ese barco, todos borrachos. Gritan, beben y ríen a carcajadas.
Hablan de una conquista y no sé qué; términos que Melena no entiende bien, solo le
preocupa irse de ahí con su hermana sin ser vistas. Ella sabe de muchas historias de
marineros que cazan a las sirenas y las exhiben como trofeos. No quiere ser ningún
adorno en el salón de uno de esos marineros asquerosos.
Llama a su hermana pero ésta no responde. Está embelesada y asombrada. Finalmente,
Melena se aproxima para tirar de ella y descubre el objeto de su distracción. Hay un
joven príncipe, muy apuesto en ésa fiesta.
-Basta ya. Nos volvemos al palacio ahora mismo- su voz sonó clara y firme
-Sólo un poco más, es mi cumpleaños…
-Los hombres son peligrosos, no debemos estar cerca de ellos.
Y poco después de decir eso, Melena levanta la vista en señal de alerta. El viento ha
cambiado y hace rato que el cielo está cubierto de nubes.
-Vámonos- el tono en el que ordena a su hermana la retirada, denota su preocupación.
-¿Qué sucede?
-Nada bueno, Marina. Una gran tormenta se aproxima, y nosotras no podemos estar
aquí. Tenemos que irnos ya.
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-No es la primera vez que vemos una tormenta – intenta zafarse de su hermana pero no
lo logra.
-He dicho que no. Esta tormenta es muy violenta y podemos ser arrastradas por la
corriente, o incluso morir por los restos del barco. Volvemos al palacio ya.- Melena tira
con fuerza de su hermana obligándola a seguirle.
Bajo el agua ya escucha los truenos y se vislumbran los reflejos de los relámpagos. En
poco rato llegan al palacio dónde sus otras hermanas mayores las reciben con
preocupación.
-No pasa nada, nos retiramos de la superficie antes de que pasase nada- Mientras
recobra el aliento, trata de tranquilizar a todos los presentes.
-¿Y dónde está Marina? – Le pregunta el Rey con tono preocupado. Melena mira a su
alrededor para descubrir que no está. Asustada y segura de lo dónde está su hermana,
sale del palacio a toda prisa, dirección a aquel navío.
A medida que se acerca a la superficie, los cadáveres de los marinos y los trozos del
barco aumentan. Está claro que el barco ha zozobrado. Asciende y llama a su hermana
en numerosas ocasiones, pero no obtiene respuesta.
Recorre toda la zona una y otra vez, esquivando obstáculos y nadando con fuerza para
que la fuerte corriente de la tormenta no le arrastre.
Buscó a Marina toda la noche sin descanso, hasta que finalmente, una corriente la
arrastra hacia la orilla y pierde el conocimiento. Cuando Melena abre los ojos ya es de
día. Poco a poco se incorpora, y temerosa, mira a su alrededor por si alguien la hubiera
descubierto. Se disponía a huir de ahí cuando sus ojos le mostraron una escena tierna a
cualquier otro ser vivo, pero horrible para ella. Marina está a pocos metros de ella,
reclinada sobre el cuerpo de aquel príncipe del barco. La muy tonta ha arriesgado su
vida por salvar a ese humano. Le acaricia la cara con ternura y antes de partir, posa sus
labios contra los suyos, a modo despedida, y se sumerge en el mar.
Melena no puede creer lo que ha visto y furiosa vuelve al mar para dar alcance a su
hermana.
-Te he visto
-¿Qué has visto? – pone mirada de no saber de qué están hablándole.
-A ti y a ese humano. ¿Es que has perdido el juicio? Él es un humano y tú una sirena.
-Pero Melena, yo el amo…
-Las sirenas no sabemos amar, Marina. No tenemos alma. Somos seres del mar, y en el
mar debemos estar. No vuelvas a acercarte a un humano nunca. ¿Me oyes? Nunca. –
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consciente de que era muy dura con su hermana, Melena decide suavizar el tono- No le
diré nada a papá de tu humano. Pero prométeme que te mantendrás alejada.
-Lo prometo- pero a Melena hay algo que le dice que esa promesa no se cumplirá.
Tras ese día, Melena ve cómo su hermana se consume poco a poco. Cada día está más
triste, cada día más apagada. Solo nota la diferencia en ella al caer la noche, que de
pronto, parece como que recobra la energía, algo que hace que Melena se preocupe. Esa
noche no puede dormir. Piensa en si no es demasiado dura con Marina, quizá si era
posible el amor entre especies, pero sencillamente nunca se ha dado… Algo le saca de
sus pensamientos, un ruido. Sigilosamente se remueve en su concha para averiguar qué
es lo que sucede.
Para su sorpresa, ve que es Marina la que hace ese ruido mientras se escapa por la
ventana de la habitación, evitando despertar a la gente.
Le parece buena idea seguirla y ver a dónde se dirige, a lo mejor así es capaz de
descubrir algún remedio para animarla.
Se esconde en cada roca, coral y pez que encuentra para no ser descubierta, hasta que
por fin llega al lugar dónde su hermana huye cada noche. Es un palacio edificado en la
playa, con un enorme balcón que refleja en el mar. Marina esta subida en una roca justo
en frente. Melena se oculta unas cuantas más alejadas. De repente, Marina se esconde,
dejando sólo su cabeza al descubierto y queda con la mirada fija en el balcón. El
príncipe se asoma con aire pensativo y melancólico.
“Así que es por eso por lo que estás inquieta las noches. Vienes a ver a tu amado…”
Melena piensa que es un suplicio enorme por lo que Marina pasa y que no finalizará
salvo que se le ponga una solución. Vuelve a casa mientras reflexiona sobre qué hacer
con su dolor.
Largos días pasan sin que Melena encuentre una solución. Piensa y piensa y a nada
llega. Su hermana mientras, cada día está más apagada, más triste y moribunda.
Por más que Melena le diera vueltas a la cabeza no hay una solución posible al
problema, las sirenas y los humanos no están juntos porque no pueden. Son reinos
distintos y uno de los dos muere si se une al otro.
Intenta hablar con Marina en numerosas ocasiones para explicárselo, pero ella no entra
en razón. Sólo llora y se lamenta.
-Si no podemos estar juntos sin que uno de los dos muera, será que tengo que morir…
Los días pasan y la situación no mejora. Melena se teme que un día Marina
sencillamente se convierta en espuma y se una a la corriente del mar, pero algo mucho
peor pasará.
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Ajena a ella, Marina contactará con la bruja del mar y pasará por el mayor calvario del
mundo con tal de convertirse en una humana y poder esta al lado de su amado príncipe.
Melena se entera muy tarde de esto y cuando por fin encuentra a Marina tras estar dos
noches desaparecida, la ve en la orilla de la playa, desnuda pero ya no tiene cola de
sirena, sino dos hermosas piernas. Ve como su hermana pequeña ahoga una mueca de
dolor infernal cuando ve que el príncipe va a recogerla, prendado y embelesado por su
belleza.
Melena va en busca de la bruja del mar y exige una explicación.
-Tu hermana me entregó su lengua a cambio de un par de hermosas piernas.
-¿Su lengua? – el horror se apodera de su voz.
-Sí, me pareció un trato muy justo. – La risa de la bruja es tan desagradable como el
crujir de los cristales cuando se parten- Pero no sé qué tan rentable le ha sido, la verdad.
-¿Por qué dices eso? ¡Habla, bruja!
-Si la pequeña no logra enamorar al príncipe y éste se casa con otra, ella morirá a la
mañana siguiente y se convertirá en espuma de mar.
-¡No puede ser!
Melena huye de aquel lugar mientras la bruja ríe con crueldad. Vuelve a la superficie
para ver que hacer su hermana. Está ya vestida con un bonito vestido de seda mientras
dos doncellas peinan su cabello. Marina la ve y con un gesto pide que la dejen sola.
Avanza cojeando al balcón, y Melena se acerca.
-Marina… ¿Qué has hecho? – La única réplica es un gesto triste.- He visto a la bruja del
mar, me ha dicho que tienes que enamorar al príncipe si no… ¡Marina, estúpida! ¿Por
qué? ¿Por qué lo hiciste? – Marina se intenta aproximar más al balcón pero las piernas
le fallan y se cae. Se incorpora con gran dolor. - ¿Qué sucede Marina? ¿Te duele? – Ella
intenta sonreír, pero el dolor se ve en sus ojos- ¡Maldita bruja! No te preocupes, te juro
que buscaré la manera de solucionarlo. Tú intenta que el príncipe no se case con otra.
¡No te permito que mueras!
Melena recorrió todo el océano preguntando a ninfas, hechiceras y criaturas mágicas.
Incluso a su padre, el mismísimo Rey Tritón, pero no hay manera de romper el
encantamiento de la bruja. Si Marina acepta el trato y no se puede deshacer. Por lo
tanto, sólo le queda rezar para que Marina consiga su propósito y enamore al príncipe.
Todas las noches, Melena va a ver a su hermana. A través de los ventanales de palacio,
veía las grandes fiestas, en las que su hermana es la protagonista y baila sin parar pese al
dolor que siente. A veces habla con Marina a través del balcón y le cuenta cómo van las
cosas en palacio. Le dice que su familia la extraña y que ojalá consiga lo que desea.
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Una noche, su hermana no se asoma al balcón, ni a la mañana siguiente. Esto inquieta a
Melena. Decide nadar alrededor del pueblo para ver qué sucede. Oye hablar a las
señoras del pueblo.
-¡Por fin se nos casa el príncipe!
-¿Si?
-Sí, con una hermosa muchacha. Dicen que le salvó cuando su barco naufragó hace unas
semanas.
Melena no cabe en sí de gozo. Su hermana lo había logrado, se iba a casar con su
príncipe. Vuelve al palacio y esta vez si ve a su hermana, pero lejos de ser feliz, lloraba
amargamente.
-Hermana ¡Enhorabuena! ¡Ya sé que el príncipe y tú os casáis! – Marina le devuelve
una mirada turbia por las lágrimas y niega con la cabeza. Ante el estupefacto rostro de
Melena, Marina le señala la ventana del salón de baile. Melena se desplaza hasta allí y
ve como la sala, una vez repleta de gente que miraba a su hermana danzar, esta
rebosante, pero el príncipe está acompañado de otra dama de su brazo, a la que besa con
amor. ¡No es su hermana con quién se casa, sino con otra! ¡Eso significa que Marina va
a morir!
-Marina, no te preocupes. Buscaré una solución. ¡Te lo prometo! ¡No dejaré que
mueras!- Y dicho esto, Melena se sumerge en busca de la bruja del mar. Ella es quien ha
empezado esto, y ella es quien lo va a terminar.
Ya es noche cerrada. Las nupcias del príncipe finalizaron y el barco de la boda está en
alta mar. Marina, como invitada, va con ellos a bordo. Llora sin consuelo asomada por
la borda. Melena aparece. Su cabellera es ahora corta, desprovista del lujo de su largura
y belleza a cambio de un cuchillo que puede salvar a su hermana.
-¡Marina! ¡Marina! – llama a su hermana hasta que capta su atención. Ésta se sorprende
y escandaliza cuando se da cuenta de que su hermana ha vendido sus cabellos.- Le
entregué mi pelo a la bruja del mar a cambio de esto- Le lanza a Marina el cuchillo- Es
el cuchillo de la bruja. Clávaselo en el corazón al príncipe y deja que su sangre manche
tus piernas, sólo entonces recobrarás tu cola de sirena, no morirás y podrás volver con
nosotros. ¡No mueras, Marina! ¡Mata al príncipe! – Y dicho esto, se retira a una roca no
muy alejada de allí a ver cómo su hermana vuelve con ellos.
Pasan las horas y su hermana no aparece. Empieza a temerse lo peor. Finalmente,
cuando el sol empieza a salir por el horizonte, visualiza a su hermana en la borda. Tira
el cuchillo al mar, y acto seguido, se lanza ella.
Melena no supo reaccionar. Ve precipitarse el a su hermana, cuyo amor es tan grande
que prefiere morir a matar a su príncipe. Nada de lo que ha hecho sirve frente a ello.
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Su hermana no toca el mar. Ni tan si quiera su cuerpo se convierte en espuma,
sencillamente se desvanece antes de tocar el agua.
La tristeza de Melena es tal que se dejó morir, aspirando a encontrarse con su hermana
en algún momento o en alguna corriente. Pero nunca lo hará, pues lo que Melena no
sabrá nunca es que su hermana es una hija del aire, y que tiene un alma gracias al amor
tan generoso que sintió, siente y sentirá por el príncipe.
Puede que algún día si se encuentren. Eso no lo sabemos.
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