ÁGORA: una propuesta educativa para fomentar la participación

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ÁGORA:
una propuesta educativa para fomentar
la participación infantil en espacios
de educación no formal
Montserrat Ginés Rufí
José Antonio Ruiz Montes *
Ivonne del Pozo **
Presentación
E
ste artículo surge con el objetivo de aportar
más reflexión sobre nuestro material educativo, publicado en 2011 por Fundación Esplai,
llamado Ágora: propuesta educativa para la participación, el cual puede consultarse en: http://issuu.
com/conectaahora/docs/propuesta_educativa_agora.
Fundamentación de la participación infantil
El concepto de participación
En el diccionario, participación significa tomar parte en algo, compartir, construir
ideas entre todos y todas; informar y comunicar. Se centra en tres puntos: tomar parLicenciada en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Master en Dirección y
Gestión de ervicios socio-sanitarios. Participa como experta consultora en la Administración
Pública y en entidades del Tercer Sector. Profesora colaboradora de la Universidad de Barcelona
en diferentes facultades relacionadas con la gestión de organizaciones y la atención a colectivos
vulnerables. Directora de Fundación Esplai (2005–2012). Contacto: [email protected].
* Licenciado en Psicopedagogía por la Universidad de Barcelona. Referente de infancia
de la Fundación Esplai desde 2009. Ha dedicado su experiencia profesional a la mejora de los
procesos educativos en el campo de la educación no formal. Contacto: [email protected].
** Licenciada en Sociología por la Universidad de Barcelona. Master en Gestión de Proyectos de tiempo libre y sociocultural por la Universidad de Barcelona. Actualmente desarrolla su
profesión como referente de cooperación internacional al desarrollo y de educación para el
desarrollo en Fundación Esplai. Contacto: [email protected].
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te de algo, compartir y recibir. Una de las definiciones más amplia, completa y aceptada por la comunidad internacional es la elaborada por Roger Hart (1993), quien
afirma que (...) la participación es la capacidad para expresar decisiones que sean reconocidas
por el entorno social y que afectan la vida propia y/o la vida de la comunidad en la que uno vive.
La participación infantil supone colaborar, aportar y cooperar para el progreso común,
así como generar en los niños, niñas y jóvenes confianza en sí mismos y un principio
de iniciativa. Además, la participación infantil sitúa a los niños y niñas como sujetos
de derecho con la capacidad de expresar sus opiniones y decisiones en los asuntos
que les competen ya sea en la familia, la escuela o la sociedad en general. La participación es uno de los componentes más importantes de construcción de la democracia y, a través de ella, se contribuye a asegurar el cumplimiento de otros derechos.
La participación y la Convención sobre los Derechos del Niño
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La Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), aprobada en 1989, es un tratado
internacional de derechos humanos que reconoce como sujetos de derechos a los
menores de 18 años, es decir, a todos los niños y niñas sin distinción.
La CDN se compone de un preámbulo y un total de 54 artículos, en los que se recogen los derechos fundamentales de la infancia. Estos derechos se agrupan en cuatro
categorías básicas: 1. Derecho a la supervivencia; 2. Derecho al desarrollo; 3. Derecho
a la protección; y 4. Derecho a la participación. Este último apartado es uno de los elementos más relevantes para asegurar el respeto de las opiniones de los niños y niñas,
pues plantea que la infancia tiene derecho a ocupar un papel activo en su entorno.
La CDN ha servido como marco legal para promocionar y desarrollar la participación infantil, así como para alentar un proceso que incluya el diálogo y el intercambio
de puntos de vista en el que los niños y niñas asuman y disfruten de cada vez más responsabilidades. Los artículos de la CDN que hacen referencia al derecho a participar
son: artículos 12, 13, 14,15 y17.
A pesar del reconocimiento de estos derechos, los países necesitan tiempo, ya que
las personas adultas, en general, no están ni dispuestos, ni acostumbrados a escuchar y valorar a los niños y niñas; a menudo se piensa que éstos no son capaces de formarse una opinión o
que no están preparados para participar. También existe una resistencia social –en mayor
o menor grado– para aceptar a los niños y niñas como personas activas socialmente;
pues el hecho de escuchar y tener en cuenta a los niños y niñas implica hacer devoluciones de lo que dicen; tener en cuenta que sus críticas pueden ser constructivas y
además implica que las personas adultas las deben asumir y respetar.
¿Qué aporta la participación en los niños y las niñas?
La participación de los niños y niñas supone los siguientes aspectos positivos para
ellas y ellos mismos: I) Adquieren mayor capacidad de decisión sobre sus vidas; fortalece su autoestima, se incrementan su confianza y autonomía. II) Se potencia el sentimiento de pertenencia y responsabilidad, para que se comprometan e involucren en
los procesos de toma de decisiones. III) Se dan cuenta de que sus ideas y opiniones
son importantes, sienten el respeto y reconocimiento de las personas adultas, lo cual
es motivador y contribuye a que sigan haciendo aportaciones. IV) Se desarrolla el
espíritu crítico y la creatividad y, en consecuencia, también su capacidad para promover cambios. V) Se fomenta una cultura democrática, dado que a través de los procesos participativos se ejercita el juego democrático: aprender a dialogar, intercambiar
Derecho al juego
puntos de vista, consensuar acuerdos, respetar las normas que se han creado entre
todos y todas, compartir responsabilidades individuales y colectivas, etc. VI) Las competencias y habilidades que se adquieren desde la infancia conformarán la manera
de relacionarse con el entorno y la sociedad en general durante toda su vida.
¿Cómo se aprende a participar?
Planteamos seis cuestiones para acompañar a los niños y niñas en el proceso de
aprendizaje de la participación:
1. Ante todo debemos creer que los niños y niñas pueden participar. La primera premisa es tener claro que la participación de ellos y ellas es imprescindible y que
la infancia tiene mucho que aportar.
2. Se aprende participando, día tras día, sólo se puede aprender a participar
participando y nadie nace sabiendo.
3. Se aprende a través de la vida en grupo, de asumir responsabilidades y ejercer
la autonomía. La asunción gradual de responsabilidades se convierte en el
mecanismo más importante para ganar autonomía personal y para favorecer
la autogestión de los grupos.
4. Se aprende en un ambiente cálido y positivo. Un clima agradable y acogedor es
clave para que las cosas fluyan y también para que exista participación.
5. Se aprende cuando la participación sirve para algo. La participación debe ser útil,
debemos dotarla de sentido y debe servir para cambiar algo, debemos huir de
modelos de falsa participación o del llamado “escaparatismo participativo”.
6. Se aprende de la mano de la persona adulta. En el aprendizaje de la participación, los niños y niñas necesitan contar con una intensa ayuda de los educadores y educadoras (y también de la familia). La persona adulta que debe
guiarles lo debe hacer sin ahogarles, sin fatigarles, dejando que el niño o niña
sea el protagonista de la acción, del propio proceso.
Niveles de participación: la escala de Roger Hart
Roger Hart, profesor de psicología de la Universidad de New York
(EEUU) y especialista en participación infantil, ha desarrollado la escala de la participación
infantil, que está dirigida a presentar cómo las personas adultas
pueden apoyar la implicación de
los niños y las niñas, en el proceso
de participación infantil, cómo
evitar la manipulación, conseguir
modelos de participación genuina y estructurar alternativas para
la participación.
Hart divide la escala de participación de los niños y niñas en
ocho niveles (ver imagen).
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No es sino hasta el nivel cuatro que podemos hablar de modelos de participación
genuina. Los niveles del uno al tres no son modelos que potencien la participación
infantil y por lo tanto nos deben servir de indicadores para que los proyectos donde
estemos implicados estén situados, como mínimo, en el modelo cuatro.
Enumeramos los niveles: niveles donde “no” se fomenta la participación de los niños y
niñas: 1. Manipulación o engaño; 2. Decoración; y 3. Política de forma sin contenido. Niveles donde “sí” se fomenta la participación de los niños y niñas: 4. Asignados, pero
informados; 5. Consultados e informados; 6. Iniciado por un adulto, con decisiones
compartidas con los niños; 7. Iniciado y dirigido por niños; y 8. Iniciado por niños,
con decisiones compartidas con los adultos.
El rol del educador o la educadora para fomentar la participación
de los niños y las niñas
En la educación en el tiempo libre (educación no formal) es muy importante el
contacto humano entre todos los agentes que intervienen en el proceso educativo:
educadores, niños, niñas, jóvenes, padres, madres y referentes. Cabe destacar que
la interrelación entre educadores y educandos es una de las mejores herramientas
para conseguir los objetivos marcados en la planificación educativa. Como afirma
el educador social español César Muñoz, en el documento Encuentros de intercambio sobre participación infantil (1998:11), los educadores deben pasar “a la etapa de
colaboración-complicidad”, para lo que es necesario “una buena relación”. Muñoz
señala algunas de las actitudes del educador/educadora que potencian la participación infantil (1998:11-14):
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1. Actitud del doble dedo: la persona adulta apunta al niño o niña pero además
se apunta a sí mismo. Se trata de intentar escucharse mutuamente porque
“generalmente se diluye el ‘tú’ y se habla desde el ‘yo’”.
2. Ponerse en situación de: se trata de averiguar las edades, intereses, procedencia, la experiencia que ya tienen, etc. Muñoz recomienda cuatro cosas para
ponerse en situación de “ A) tener claro que no somos el otro, que no somos
niños o niñas. B) que no estamos en el lugar del niño o niña. C) que el niño o
la niña es una persona que siente, que piensa, y tiene mucha información de
las cosas. Todo esto es parte de la niña o el niño no del adulto. D) si no existen preguntas inteligentes, es mejor no preguntar nada. Las preguntas deben
provocar que ella o él comunique por dónde quiere ir, qué quiere hacer, en
qué quiere participar, de qué manera, cuándo y a qué ritmo.”
3. Actitud de respeto: el niño y la niña es un ser con plenos derechos, capaz de
ejercerlos a cada momento. La niñez debe confiar en sí misma, un menor de
edad que se fía de sí mismo “empezará a decir cosas”.
4. Actitud de credibilidad: la niñez se da cuenta cuando el adulto cree en ella o no.
5. Actitud de escucha: la persona adulta debe escuchar con atención lo que los
niños y niñas dicen. Y con lo que expresan hay que poder construir ideas,
actividades, hay que motivar, porque al escucharles descubrimos sus intereses;
escuchar ayuda a acercarnos.
Derecho al juego
6. Actitud: que el otro tome como significativas las horas que yo, como educador, paso con ellos en un hogar, en un local, en una calle. Que los niños y niñas
entiendan que este tiempo sirven para algo en su vida, son realmente significativas.
7. Persona adulta de presencia ligera: es decir, un “adulto” que debe respetar el
ritmo del niño o la niña; “de presencia”, que implica, que se compromete,
convive, vive con y durante las horas que está desarrollando su tarea (voluntaria o remunerada); y “ligera”, que no está tan cerca del niño o niña, que no le
invade con todo lo que comunica, transmite, etc., ni tan lejos que le crea un
sentimiento de abandono.
Aspectos a tener en cuenta en los espacios de tiempo libre
(educación no formal) para fomentar la participación infantil
Las siguientes recomendaciones son fruto de la experiencia educativa de Fundación
Esplai. En este sentido, para fomentar la participación de los niños y niñas en un
espacio de tiempo libre educativo, inclusivo y de calidad, hay que:
1) Hacer valoraciones con los niños y niñas de las actividades diarias: dedicar cinco
minutos a preguntar verbalmente si les ha gustado la actividad realizada y qué
cambiarían, es un pequeño paso para ir acostumbrando a los niños y niñas a
opinar y expresarse.
2) Hacer cambios en la programación educativa realizada: en función de las valoraciones que los niños y niñas aportan de lo programado.
3) Disponer de un buzón de sugerencias: un espacio participativo puede contar
con un rincón destinado a que los niños y las niñas, de forma anónima, puedan dejarnos sus sugerencias.
4) Trabajar desde la metodología educativa de aprendizaje y servicio (APS): este tipo
de proyecto supone una utilidad real para la sociedad.
5) Dar responsabilidades en la organización del recreo.
6) Hacer asambleas: la asamblea es un espacio donde los niños y niñas junto
con sus educadores y educadoras deben hablar del funcionamiento de sus
tiempos, esto hace posible tomar acuerdos conjuntamente.
7) Realizar actividades que promuevan la expresión de los niños y niñas: hacen falta
actividades deportivas, de psicomotricidad, de juego, pero también se pueden introducir actividades creativas que tengan como objetivo que los niños y
las niñas expresen, por ejemplo, actividades relacionadas con el teatro o con
la expresión corporal.
Para concluir invitamos a la comunidad educativa a generar proyectos de participación infantil en espacios de educación no formal, que fomenten todas las habilidades descritas, trabajando con la niñez como ciudadanos activos del presente.
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Referencias
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