Dientes blancos, demasiado blancos La obsesión por conseguir una dentadura cada vez más luminosa y resplandeciente no está exenta de riesgos y ya tiene nombre: se llama blancorexia. (MUJER HOY – DEL 14 AL 20 DE FEBRERO DE 2009) El modelo a seguir está por todas partes: actrices, presentadoras de televisión, modelos... nos deslumbran con sus dentaduras e instalan en nuestras mentes la “urgente necesidad” de una sonrisa perfecta. ¿Cómo competir con ellas? Por supuesto, con agentes blanqueadores –peróxido de carbamida o peróxido de hidrógeno–, que buscan el mismo efecto que la lejía: conseguir el blanco más blanco posible en nuestros dientes. En esencia, hay dos tipos de blanqueamiento: el que podemos hacer en casa, bien con productos proporcionados por el dentista o adquiridos sin receta, y el que realiza el dentista en su consulta. Este último consiste en aplicar un producto blanqueador a los dientes, cuya acción se potencia con una lámpara. “Los estantes de farmacias y supermercados rebosan de productos que prometen la más deslumbrante de las sonrisas”, explica el dr. Juan Carlos Subirana, odontólogo y director de Odontología Global. “Si bien consiguen su objetivo en mayor o menor grado, no son inocuos y nunca deberían utilizarse indiscriminadamente y sin supervisión. El peróxido de hidrógeno (agua oxigenada) y el peróxido de carbamida (agua oxigenada y urea) penetran a través del esmalte y la dentina y, empleados de forma abusiva, pueden producir cambios irreversibles en los tejidos”, concluye. Según el especialista, hoy acuden a las consultas muchas chicas jóvenes con dentaduras estupendas y con fotos de modelos o actrices a las que quieren imitar. “Cuesta convencerles de que no necesitan el tratamiento y de que, en el 90% de los casos, los dientes blancos de las fotos son fundas o el resultado de los retoques fotográficos”, explica el dr. Subirana. “Vivo obsesionada por el color de mis dientes”, explica Sonia Manzano, de 27 años, empleada en una perfumería. Ella lleva más de un año aplicándose a diario un líquido blanqueador. “Una clienta me ha dicho que lo mío es una obsesión que se conoce como blancorexia –confirma–, que mis dientes son incluso demasiado blancos, pero a mí nunca me parecen lo bastante. Mi madre me dice que debería ir al psicólogo, pero yo no quiero ir. Temo que me convenza y que mis dientes se acaben oscureciendo”. El de Sonia no es un caso excepcional. Las estadísticas indican que la inmensa mayoría de la gente desearía tener “unos dientes más blancos” y que el 30% de la población estaría dispuesta a someterse a tratamientos para conseguirlo. Los datos lo confirman: en los últimos cinco años, los procedimientos de blanqueamiento en la Unión Europea han aumentado un 300%. “Creo que los dentistas no hemos explicado lo suficiente los riesgos del blanqueamiento – reconoce el dr. Subirana–. En nuestra consulta hemos tenido que realizar más de una endodoncia por tratamientos abusivos o no indicados. Son frecuentes los problemas de sensibilidad dental y hay casos en los que los dientes se vuelven translúcidos o adquieren un tono azulado”. Las estadísticas no mienten. Algunos estudios revelan que el 50% de las personas que se someten a blanqueamiento experimentan sensibilidad dental al menos temporal, con síntomas que pueden ir desde un leve hormigueo a sensación de quemazón en las encías, dolor intenso y hasta sensibilidad extrema. “No digo que los tratamientos de blanqueamiento no sean útiles en algunos casos – aclara el dr. Subirana–. Contra lo que la mayoría de los odontólogos nos manifestamos es contra la obsesión por una blancura irreal”. Elvira Mendoza, diseñadora gráfica de 23 años, se aplica un líquido cada vez que cree que necesita un retoque. Según el prospecto, los efectos del tratamiento inicial (de 14 días) deberían durar un año, pero ella empezó a “retocarse” al mes y casi todas las semanas se aplica el producto. “Mi mejor amiga y yo bromeamos diciendo que, como en 10 años nos habremos quedado sin dientes, tendremos que ponernos prótesis o fundas. Eso no me quita el sueño; quiero que mis dientes sean blancos hoy y ahora”, explica sonriendo. Con 50 años y dos hijos, Ana Balda también sabe de excesos. Como muchas mujeres de su edad, decidió “borrar” de su dentadura los años de tabaco, café y vino, pero optó por el tratamiento casero, “porque es más barato. El prospecto decía que había que aplicarse el producto una hora al día, pero yo me lo dejaba tres. Al cabo de varios meses, veía la luz a través de mis dientes. Pensaba que, si un poco es bueno, más debe de ser mejor. Ahora sé que no”, dice.