Imaginación, ética y ciudadanía José Fernando Arriaga Cervantes Departamento de Humanidades Tecnológico de Monterrey Campus Querétaro I. Visión humanística: ética y ciudadanía El relativismo moral, la injusticia y la violencia sociales, la corrupción, el narcotráfico, la inseguridad, la pobreza, la marginación, el deterioro del medio ambiente, así como la falta de ética en diferentes ámbitos del quehacer humano, entre otros problemas igual de importantes en el mundo globalizado contemporáneo, son señal inequívoca de una profunda deshumanización del hombre de nuestro tiempo, al que le urge recuperar, auténticamente, el sentido, la brújula ética que ha extraviado, y poder ser capaz, entonces, de fundar en un nuevo modo de entender la vida humana en todas sus esferas y dimensiones, la vida en este siglo XXI que apenas comienza. En la conferencia Nobel, Mario Vagas Llosa expresa algunos aspectos de la grave situación actual: Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. (Vargas Llosa, 2010: 3) La problemática es profunda y seguramente son muchos los actores sociales que deberán aportar a la solución de la misma. Uno de los ámbitos que mayor importancia reviste en este sentido es el de la educación, tanto pública como privada y a todos los niveles, desde la escuela elemental hasta la de formación de investigadores de alto nivel en el posgrado. Así, sin olvidar que hay otros ámbitos y actores, como el estado, la empresa privada y las organizaciones no gubernamentales, que también deben ser agentes protagónicos en la gestión del cambio, es imposible pensar en una mejora sustantiva del estado de cosas de la humanidad sin una educación que tenga como objetivo primordial la <<humanización>> de la humanidad. Como vemos son muchos los aspectos del mundo contemporáneo que reclaman atención de diferentes sectores de la sociedad en su conjunto y en particular, del ámbito de la educación. Se debe gestar un nuevo perfil del futuro profesional. Hoy no basta con saber cosas, incluso saberlas muy bien. Y no basta, tampoco, aplicarlas, incluso de manera atinada, pertinente y con gran calidad. La innovación y el desarrollo son necesarios para el desarrollo económico, y sabemos bien que la llamada responsabilidad social empresarial, así como la gestión de diversas organizaciones de la sociedad civil, acotan y orientan las acciones de emprendimiento y liderazgo empresarial, según parámetros éticos relativos a los diversos grupos de interés y que, a final de cuentas, conforman las sociedades locales y la sociedad global. La incorporación de la ética en la empresa es, sin duda, cosa positiva. Pero hoy es necesaria también una disposición y actuación en el nuevo profesional que reconozca la dimensión humana de su labor y del gran impacto que podría llegar a tener a través del ejercicio de su profesión en la humanización del entorno en el que vive y se desarrolla. Hablar de dimensión humana y de humanización nos sitúa inmediatamente en el entorno de la filosofía, de la ética y de la ciudadanía. Por ello los enfoques curriculares en el ámbito de la universidad incorporan la reflexión ética y ciudadana, necesaria para la gestión de una visión humanística tan necesaria en los albores de este siglo XXI. Así, es imprescindible una renovación de la educación que lleve a la convicción, en los nuevos egresados de las universidades, del papel que pueden llegar a jugar en la mejora de las condiciones de vida de la sociedad, y en particular y sobre todo en la dignificación de todos los seres humanos y la promoción de condiciones de vida más justas para todos. Para Edgar Morin, en un mundo complejo como en el que vivimos, la educación del futuro incluye siete saberes necesarios1. Estos saberes están profundamente interrelacionados, como es de esperar en una teoría de la complejidad como la suya. Uno de estos saberes es al que Morin se refiere como <<la ética del género humano>>, y con relación al cual afirma: La ética no se podría enseñar con lecciones de moral. Ella debe formarse en las mentes a partir de la conciencia de que el humano es al mismo tiempo individuo, parte de una sociedad, parte de una especie. Llevamos en cada uno de nosotros esta triple realidad. De igual manera, todo desarrollo verdaderamente humano debe comprender el desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y la conciencia de pertenecer a la especie humana. (Morin, 1999: 3) Otro de los saberes es el de <<enseñar la comprensión>>. Sobre este, Morin sostiene que: “La comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como extraños es en adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de incomprensión.” Y agrega: “De allí, la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus raíces, sus modalidades y sus efectos. Este estudio sería tanto más importante cuanto que se centraría, no sólo en los síntomas, sino en las causas de los racismos, las xenofobias y los desprecios. Constituiría, al mismo tiempo, una de las bases más seguras para la educación para la paz, a la cual estamos ligados por esencia y vocación.” (Morin, 1999: 3) Tenemos pues la imperiosa necesidad de una educación que enseñe la compresión y ética del género humano. Una educación que propicie el desarrollo 1 Estos saberes son: Las cegueras del conocimiento: el error y la ilusión; Los principios del conocimiento pertinente; Enseñar la condición humana; Enseñar la identidad terrenal; Enfrentar las incertidumbres; Enseñar la comprensión; y la ética del género humano. de la autonomía del individuo, de su participación como ciudadano en la comunidad y con una conciencia de ser parte de la humanidad, lo que nos remite evidentemente a las convicciones más caras de Kant: autonomía, dignidad, humanidad en uno y en los demás. ¿Cómo, pues, lograr todo esto en los educandos? ¿Qué pedagogía, qué didáctica son propicias a esta extraordinario proyecto? La respuesta podría incluir una base primaria de conocimiento de la que brotaría lo que podríamos llamar la <<visión humanística en el educando>> y sobre la cual se podría edificar una ética y una ciudadanía, críticas y bien fundamentadas. La labor es amplia, como la misma vida humana. No podría ser de otro modo. Se podría comenzar con la determinación de una formación orientada al desarrollo de la visión humanística. Esta visión podría entenderse como el reconocimiento de los legados que la humanidad nos ha entregado, pero también la conciencia de la posibilidad, siempre abierta a la creatividad humana a través de la imaginación y su puesta en práctica, de la creación de nuevas realidades fundadas en una ética y una ciudadanía de acuerdo a lo que reclama nuestro tiempo. La visión humanística es muestra patente y crítica de la imaginación política, artística, científica, moral, religiosa y filosófica, entre otros muchos aspectos de la expresión del hombre a lo largo de la historia y que ha dado lugar a lo que hoy son realidades únicas e irrepetibles. Ideas y sistemas políticos, infinidad de obras de arte, conceptos y teorías científicas, costumbres diversas y diversas formas de entender lo correcto y lo incorrecto y las diversas maneras de asumir la trascendencia a través de diferentes religiones, así como la vasta riqueza de los planteamientos filosóficos. La educación debería procurar resaltar este hecho profundo y significativo que es expresión de la libertad y sostiene la realidad humana en todas sus dimensiones. Y debe procurar no solo la creación de legados, debe atender también los que ya han sido para nosotros cimiento y semilla de futuro. Y lo debe hacer de manera crítica y profunda, inteligente e imaginativa. La visión humanística es consciencia de la libertad humana y de su expresión, así como también es la reflexión crítica de las formas de vida humana, en el decir de Rom Harre, en tanto modo filosófico de abordar la realidad a la luz de criterios éticos, estéticos y epistémicos propios de cada una de esas formas. Y esa visión consciente y esa reflexión crítica han dado ya con el reconocimiento de la dignidad del hombre y de su puesta a punto en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y de todos los deberes a que la humanidad se obliga. En este orden de ideas, la ética es expresión de la acción congruente con esa dignidad humana, así como la ciudadanía expresa la acción del ciudadano en la polis y es congruente con la misma. En cuanto a la ética y a la ciudadanía, deben encontrar en este cimiento su razón de ser: ethos y polis dan cohesión y sentido al vivir humano fundado en esta realidad del hombre que ya ha sido y que será. En suma, la visión humanística funda la visión ética y propicia la conciencia ciudadana del egresado de la universidad. Y es formación en la razón, en la sensibilidad y en la imaginación. Saber y entender y comprender; sentir y prever. Proporciona el conocimiento que desarrolla la conciencia crítica del estudiante como miembro activo de la humanidad, a través del conocimiento de las tradiciones de las que es depositario, valorando y asumiendo lo que le debe a su pasado. La formación humanística es pensamiento reflexivo sobre los distintos modos de expresión del hombre, aunado al desarrollo de la sensibilidad a través del arte, la literatura, la música, el teatro, el cine, la ciencia, la tecnología y la historia. A través de esta formación el estudiante, relaciona, valora, pondera, y explica críticamente al ser humano en todas sus dimensiones. Recordando a Martha Nussbaum, diríamos que la formación humanística establece las condiciones para estimular el <<cultivo de la humanidad>>. La ética y la ciudadanía basan su sentido en esta visión que es pasado, presente y futuro de la humanidad. La ética, en el estudiante, debe asumirse como la reflexión crítica del entorno moral para la mejor comprensión de la necesidad y puesta en práctica de los derechos humanos y el respeto a los mismos, así como a uno mismo, a los otros y al entorno natural. Además debe ser asumida como una práctica deliberativa, dialogante y argumentativa, a través de la cual el estudiante adquiera las virtudes intelectuales necesarias en la identificación y análisis de las muchos problemas y dilemas éticos del mundo en el que vive y a las que se pueda llegar a enfrentar en sus espacios de vida personal, profesional o como ciudadano de su comunidad, con el propósito de ofrecer soluciones justificadas racionalmente y basadas en marcos éticos sólidos y humanos. Se trata, entonces de la promoción del respeto y de la inteligencia éticas. En cuanto a la ciudadanía, el estudiante debe aprender a ver el entorno en el que vive, reconocer las problemáticas que, sobre todo en el orden de la política y la justicia social, lo aquejan: asuntos de la democracia, de las políticas públicas, de la pobreza, de la mala educación y de la salud, entre otras. Y debe también aprender acciones de involucramiento solidario, basado, igualmente en la vocación de justicia social. II. Imaginación narrativa y poesía en la formación ética-ciudadana Con relación específicamente al desarrollo del respeto activo, como una de las competencias éticas que es deseable que adquieran los estudiantes de nivel profesional, es relevante el papel que puede llegar a jugar la literatura, expresión de lo que Nussbaum llama <<imaginación narrativa>>. La literatura, especialmente la novela y el teatro, es una de las expresiones del hombre que goza de cualidades que la hacen única: es medio que nos permite vivir más consciente de la vida de otros seres humanos, condición que puede favorecer el respeto por la diversidad, además de estimular la reflexión ética y el espíritu crítico. Expresión de la vida humana entendida como suma de elecciones en el campo de posibilidades que ofrece la libertad, fundamento de la vida moral, Vargas Llosa nos hace ver que: gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. …. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. (Vargas Llosa, 2010: 2) Además resalta el papel ético primordial que la literatura ha jugado y juega en el devenir del hombre cuando afirma que: …hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción… aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. .. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo… de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños” (Vargas Llosa, 2010:12) Esta formación humanística, ética y ciudadana busca el desarrollo del pensamiento crítico, de esas virtudes intelectuales que estimulan y propician la racionalidad y autonomía de los estudiantes en la elaboración de sus juicios y toma de decisiones morales, y que les permiten asumirse como personas dignas y conscientes de lo que significan los diversos saberes, manifestaciones culturales y sociales del hombre a través del tiempo, enriqueciendo el campo del conocimiento propio de su formación profesional. El mismo Vargas Llosa resalta la contribución que puede llegar a tener la literatura en el respeto de la diferencia: La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julián Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez. (Vargas Llosa, 2010: 3) De modo que es factible la lectura de obras literarias para propiciar, pedagógicamente el tender <<puentes entre las personas, entre las culturas>> y hacer conciencia plena, de lo que Octavio Paz nos recuerda en su poema Piedra de Sol: …la vida no es de nadie, todos somos la vida —pan de sol para los otros, los otros todos que nosotros somos—, soy otro cuando soy, los actos míos son más míos si son también de todos, para que pueda ser he de ser otro, salir de mí, buscarme entre los otros, los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia (Paz, 1993: 231) Nussbaum también nos advierte de esta contribución cuando afirma, con relación a la formación en ciudadanía transversal que, pero que también se podría aplicar a la formación en ética transversal, que: “Las artes cultivan las capacidades de juicio y sensibilidad que pueden y deben expresarse en las opciones de los ciudadanos. Hasta cierto punto, esto se puede aplicar a todas las artes. La música, la danza, la pintura, la escultura y la arquitectura, todas participan en la formación de nuestra capacidad de entender a la gente que nos rodea. Pero en un currículo dirigido a la formación de una ciudadanía transversal, la literatura, con su capacidad de representar las circunstancias y problemas específicos de las personas de distintas clases, hace una contribución especialmente valiosa.” (Nussbaum, 2001:122) La literatura es medio para la formación de ética y ciudadanía, a través de la llamada imaginación literaria o narrativa. Si consideramos que el respeto puede asumir la noble virtud de la compasión, por ejemplo, en situaciones de encuentro con el más necesitado, Nussbaum nos hace ver que: …la imaginación narrativa constituye una preparación esencial para la interacción moral. Si se han hecho hábito, la empatía y el hacer conjeturas conducen a un cierto tipo de ciudadanía y a una determinada forma de comunidad: la que cultiva una resonancia compasiva hacia las necesidades del otro y entiende el modo en que las circunstancias las condicionan, a la vez que respeta el carácter individual y la intimidad del otro. (Nussbaum, 2001: 127) De este modo, “Si la imaginación literaria desarrolla la compasión y, si ésta es esencial para la responsabilidad cívica, entonces tenemos buenas razones para enseñar las obras que promuevan la clase de entendimiento compasivo que queremos y que necesitamos alcanzar.” (Nussbaum, 2001:139) También la poesía ofrece la posibilidad de educar en la ética y en la ciudadanía. La imagen, la metáfora, el verso, el ritmo se conjugan en el poema Piedra de Sol, de Octavio Paz, donde de manera muy clara el poeta hacer referencia a la comunidad y al amor. La comunidad otorga al hombre su condición ontológica fundamental: ser con y a través de los otros. Y el amor es la expresión humana de la libertad, de palabra, de ser uno con los demás, uno con el ser amado. La lectura en voz alta de fragmentos de este poema mayor y la reflexión de su contenido poético-ético-político-filosófico son elementos didácticos extraordinarios que coadyuvan a la ética del respeto y de la solidaridad. III. Breves conclusiones La formación educativa orientada a fundar de manera crítica la visión humanística que sustente el desarrollo de la ética y ciudadanía más apropiadas para el siglo XXI, puede disponer de la imaginación narrativa a través de su expresión en la novela y la poesía como un recurso pedagógico para el logro de sus objetivos más relevantes. La tarea es, entonces, disponer, de manera apropiada, de los recursos literarios convenientes (llámese novela o poesía, principalmente), por una lado y de una metodología, por el otro, orientados al desarrollo de la sensibilidad e inteligencia indispensables para el aprecio y valoración de los contenidos humanos que revela la visión humanística y que son medio para el desarrollo de las competencias ya mencionadas: el respeto y la solidaridad. El respaldo a esta posibilidad educativa en la ética y la ciudadanía lo ofrecen, como vimos, principalmente, Martha Nussbaum y Mario Vargas Llosa. Referencias Morin, E. (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. Paris, Francia: UNESCO Nussbaum, M.C. (2001). El cultivo de la humanidad. Una reforma clásica de la reforma en la educación liberal. Barcelona, España: Andrés Bello. Paz, O. (1993). Obra Poética I (1935-1970). D.F., México: F.C.E. Vargas Llosa, M. (2010). Elogio de la lectura y la ficción. Discurso Nobel. 7 diciembre 2010. Recuperado el 30 de agosto de 2012, de http://www.nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2010/vargas_llosalecture_sp.pdf