pdf Don Benito Pérez Galdós y el cine. Tres mujeres, dos películas y

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DON BENITO PÉREZ GALBOS Y EL CINE
TRES MUJERES, DOS PELÍCULAS Y UN
CINCUENTENARIO
POR
JOSÉ MANUEL ALONSO IBAKROLA
...Segismundo
contó al buen Ponce todo lo que
sabía de la historia de Fortunata, que no era poco, sin
omitir lo último, que era, sin duda, lo mejor; a lo que
dijo el eximio sentenciador de obras literarias que
había allí elementos para un drama o novela, aunque,
a su parecer, el tejido artístico no resultaría vistoso
sino introduciendo ciertas urdidumbres de todo punto
necesarias para que la vulgaridad de la vida pudiese
convertirse en materia estética.
Ha querido, ciertamente, la casualidad que en el discurrir del presente año, cincuentenario de la muerte de don Benito Pérez Galdós
se hayan estrenado en las pantallas cinematográficas españolas dos películas basadas en dos famosas novelas del autor: Fortunata y Jacinta
por un lado y Tristana por otro.
Digo casualmente porque no creo que en el ánimo de los productores de las películas ni de los mismos realizadores estuviese la idea
de adherirse cinematográficamente a los escasos actos conmemorativos
celebrados hasta la fecha.
De todas maneras, bien venidas sean en principio, por lo que ya supone de por sí su elección y por la propaganda e influencia que las
obras cinematográficas realzan y ejercen sobre el gran público, que generalmente «descubre» a posteriori las obras literarias que originaron
las películas. No deja de ser triste en este sentido la situación de la
literatura, injustamente abandonada y degradada por un público incondicionalmente ganado por la causa de los medios audiovisuales
de comunicación... Pero se dice que «no hay mal que por bien no venga», y corroborando lo dicho, un conocido crítico cinematográfico madrileño afirmaba recientemente que gracias a la película «los españoles
han comenzado a enterarse de lo que es, de lo que vale y de lo que
significa Fortunata y Jacinta...y,.
La obra literaria de don Benito ha sido siempre presa codiciada
de las productoras cinematográficas. Y lo curioso del caso es que son
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más numerosas las intenciones que las realidades. De 1922 a 1932, en
la etapa muda, el realizador José Buchs llevó al celuloide El abuelo,
y Luis R. Alonso, La loca de la casa.
Dentro de la época del cine sonoro, parece ser que existe una versión mejicana de Realidad. En España se hizo m u y popular la versión
cinematográfica de Marianela, llevada a cabo por Benito Perojo el año
1940, que más tarde pensó realizar El abuelo sin llevarlo a cabo. También en Méjico llegan a interesarse por Lo prohibido, pero en 1958
caducó la opción. En esta relación no podía faltar el Nazarín, de Luis
Buñuel, el realizador que más veces ha acudido a la novela galdosiana
a la hora de crear sus películas. Ya el año 1947 firmó la opción por
Doña Perfecta. También Rafael Gil tuvo una opción sobre Fortunata
y Jacinta, que venció el año 1946, al igual que las opciones sobre Juan
Martín, el Empecinado; Gerona y Zaragoza. H a sido don Rafael Verde
Pérez-Galdós, nieto del escritor, quien me ha indicado los títulos de
las novelas que a lo largo de los años fueron comprometidas, en opción, para su posterior realización cinematográfica. Hoy día siguen
con opción, vigente: Marianela; Gloria; El ig de marzo y el Dos de
Mayo; Juan Martín, el Empecinado, y Ángel Guerra, aunque también
hay una productora interesada en Lo prohibido. Naturalmente^ el éxito
de crítica y también de taquilla que están obteniendo tanto Fortunata
y Jacinta como Tristona ha inducido a varios realizadores nuevamente
a fijar su atención, leer o releer las obras galdosianas, en un intento
de dar con un tema de interés para su posterior desarrollo en imágenes.
Creo que ello constituye un craso error, pero... E n general, y esto
se ha dicho, repetido y demostrado hasta la saciedad, todo filme basado
en una obra literaria propiamente dicha está abocado al fracaso. Se
trata de dos artes completamente diversos. Dos medios de expresión independientes. El escritor es un creador. El director cinematográfico
también. Pero el primero juega con las letras, y el segundo, con las
imágenes. Y éstas en muchos casos no pueden expresar, se ven impotentes por reflejar lo que una página puede decir.
Quizá a través de la simple novela narrativa, descriptiva, pueda
el cine acercarse a la literatura...; pero con la novela psicológica, con
la introspección narrativa, el cine está perdido. Si la esencia es literaria, si el creador de la obra de arte la concibió literariamente
desde
un principio, todo trasvase de esa concepción es vano intento. Precisamente la grandeza del creador cinematográfico estriba en concebir
su creación en imágenes forjadas in mente. Los guiones en este caso
son memorándums, hojas muertas, que esperan la transcripción en imágenes. Y será luego con la toma de las mismas y el montaje —momento crítico—, cuando la «obra cinematográfica» surgirá como ente ar651
tístico propio y autónomo. Son dos procesos, dos iniciativas de creación
artística totalmente diferentes.
Por eso el reclamo que el cine hace de las grandes obras literarias
no significa más que una crisis de imaginación creadora por parte de
los creadores cinematográficos. Quizá sea debido a que el arte cinematográfico es joven y que, por lo tanto, faltan las debidas vocaciones;
pero el hecho es innegable y contraproducente. Y mientras el cine siga
acudiendo a la literatura, ésta será traicionada siempre y el cine no se
realizará plenamente.
«FORTUNATA Y JACINTA»
Angelino Fons comenzó su quehacer cinematográfico con buenas
intenciones, llevando a la pantalla La busca, de Pío Baroja. Con todos
los clásicos defectos de un principiante, la obra era válida e interesante,
por encima de la trilla de producción cinematográfica española. Luego
se inclinó ante el cine comercial con Cantando a la vida; pero sus buenos propósitos de dar con un cine crítico y anticonformista, salieron
a relucir de nuevo con la elección de Fortunata y Jacinta para su trasplante al celuloide. Propósito ambicioso, desmesurado para su corta
experiencia tal vez, pero loable en principio. Porque si en alguna obra
de don Benito están todos de acuerdo a la hora de calificarla como
extraordinaria, es precisamente con Fortunata y Jacinta. Significativo
es el hecho de que Menéndez y Pelayo Ja reputara como una de las mejores novelas del siglo xix. Y «Clarín»... y tantos otros.
Fortunata y Jacinta es una novela de larga extensión —esto siempre
es relativo—, comparada, por ejemplo, con Tristana. He querido calcularlo y creo que es ocho veces más larga la primera. Don Benito la escribió en cuatro tomos, diríase que «por entregas». La obra es un retrato portentoso de la sociedad española radicada en la capital de España,
en una de las épocas más críticas de su historia política. Un Madrid
artesanal, gremial y de castas sociales que empezaba a transformarse.
Una sociedad burguesa víctima de sus prejuicios, de sus egoísmos...
En resumen, un tema interesante, por lo que podía suponer la
transposición mental a nuestros días... Así lo debió ver, y aquí la alabanza para Angelino Fons. Pero después los condicionamientos comerciales y políticos de la industria cinematográfica empezaron a corroer
el armatoste. El cine admite solamente noventa minutos para contar
una historia y por excepción dos horas. Ya de antemano era empresa
difícil y arriesgada verter la novela, con su ingente número de personajes y personajillos, en la obra cinematográfica. Se imponía la poda,
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y ésta no paró en mientes... Quien conozca la novela y la película
habrá comprobado que faltan «muchas cosas»... Podrá alegarse que
está «lo esencial», pero en Benito Pérez Galdós no hay cosas principales y secundarias. Sus novelas son magníficos retablos, donde todos
los actores son importantes, porque todos unidos expresan lo que el
autor quiso retratar. Por otra parte, la poda de las descripciones literarias, que sitúan el contexto en una época muy precisa y concreta de la
historia de España, ha eliminado toda problemática política, aunque
en este caso el soslayamiento se imponía desde un principio. De otra
manera quizá la película no se hubiese rodado.
Justificado el filme en esos dos condicionamientos, de gran importancia, el resto no se salva. Hay vacilaciones, falta de matización y algunos
personajes están mal interpretados. Quienquiera saber de verdad cómo
eran Fortunata, Jacinta y tantos otros personajes galdosianos, remítase
a la obra literaria que les dio vida. La remisión pudiera ser el único
y positivo mérito del filme.
«TRISTANA»
Luis Buñuel inició su ciclo galdosiano con Nazarin, aunque, como
ya he señalado, intentara antes con otro título abordar «el mundo» de
Pérez Galdós. Vino después Viridiana, que, como bien señala Ricardo
Muñoz Suay, «sin que figure como obra propia de Galdós, es precisamente la que más guarda todas las esencias del novelista». Por último,
Tristana cierra por ahora este nexo de Buñuel con la obra de don
Benito.
Es innegable que Tristana, a raíz de su estreno en España, ha suscitado numerosos artículos en pro y contra, la polémica... Para los
«galdosianos» el escritor ha sido traicionado... En este sentido, escribió
el 6 de mayo de 1970 un artículo en el diario madrileño ABC don
Francisco de Cossío, reconociendo el gran talento como cineasta de
Buñuel, pero achacándole el haber perdido el hilo interno del drama y
no haber meditado sobre su profundidad.
Los admiradores de Buñuel se han mostrado desilusionados en gran
parte porque en Tristana no han encontrado «su Buñuel» de otros inolvidables filmes...
Y quienes no confesándose «galdosianos» ni «buñuelistas» acérrimos, como Pedro Altares (1), que aborda el filme desde una problemática sociopolítica, confiesa que el filme es un «bello producto industrial, que responde perfectamente a las necesidades "culturales" y en
(1) Cuadernos para el diálogo número 79, abril 197(0, Madrid.
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parte a las frustraciones de la sociedad a la que se dirige, que va siendo
lo suficientemente inteligente para aceptar algo que en definitiva le es
ajeno. Y, por supuesto, no le compromete»...
Naturalmente, tanta polémica, tanta opinión controvertida habrán
inducido a muchos a leer o releer la novela de Galdós, que ya desde
su publicación suscitó polémica como obra literaria. En la actualidad,
algún crítico cinematográfico, como Miguel Rubio en Nuevo
Diario,
ha tildado a Tristana de ser «uno de los relatos más débiles de Galdós»,
y en 1892. cuando salió a la luz pública, doña Emilia Pardo Bazán
aseguraba que veía en Tristana no sabía qué esbozos de gran novela,
que no llegó a escribirse, y cuyo asunto sería la esclavitud moral de
la mujer. Esta opinión la refleja don Federico Carlos Sainz de Robles
en el prólogo de la edición de las Obras completas de Aguilar; pero
añade la réplica de «Clarín» «que vio más claro en la interpretación de
Tristana que doña Emilia Pardo Bazán...».
De todos modos sería labor inútil intentar desentrañar lo que verdaderamente don Benito Pérez Galdós quiso decir, exponer, retratar
y denunciar en su Tristana, si creemos que con ello vamos a dar con
la clave del filme. En este sentido la polémica, las reticencias y denuncias de los «galdosianos» resultan de más... Porque la Tristana de Buñuel es una cosa completamente diversa a la novela, y uno llega a
preguntarse por qué los realizadores cinematográficos se molestan en
adquirir opciones de obras literarias, cuando después tan pronto las
abandonan para seguir sus propios impulsos creacíonales.
Enfrentar y comparar la Tristana literaria y cinematográfica resultaría pura entelequia. Y n o me remito tan sólo a las localizaciones geográficas (Toledo por «el populoso barrio de Chamberí, más cerca del
Depósito de Aguas que de Cuatro Caminos...») ni al diverso final
(«¿Eran felices uno y otro?... Tal vez»), sino a los mismos personajes.
La Tristana de Pérez Galdós es una mujer totalmente diversa de la
Tristana personificada por la actriz francesa Catherine Deneuve...
Por eso, olvidándonos de la obra galdosiana y animando a todos
los realizadores cinematográficos a crearse ellos mismos los ingredientes
propios e independientes a la hora de afrontar el rodaje de sus filmes
—que en esto estriba la grandeza auténtica del cine como auténtico
medio de expresión—, es justo que fijemos nuestra atención en la
obra de Buñuel, porque se trata de una magnífica película, de una estupenda obra cinematográfica, que si ha desilusionado a algunos «buñuelistas», será quizá por la falta de esa carga de ironía, a veces atroz,
de que el autor de Calanda hace gala a veces y que muchas veces resultaba «pour épater...» y no precisamente al público español, ausente
casi siempre de las novedades «buñuelescas» y otras...
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A mi entender, Luis Buñuel constituye el auténtico «creador cinematográfico», que sabe imprimir a cada obra suya el «tempo», el ritmo
y el ajuste necesarios. Se ha hablado de «obra clásica» al estrenarse
Tristana. Quizá..., porque eligiendo de antemano Toledo, ya sabía Buñuel lo que pretendía. No es una localización caprichosa, aun a riesgo
—como h a ocurrido—de tergiversar la obra galdosiana. Luis Buñuel
quería mostrar en Tristana, según sus propias palabras, «la España tradicional, que pervive peligrosamente en la actualidad», y creo que lo
ha conseguido. La ironía soterrada del filme, su aparente frialdad, su
análisis implacable están al servicio, como señala muy bien Miguel
Bilbatua (2) de «la radiografía de un fracaso que a todos nos concierne».
J
M.
ALONSO IBARROLA
Duque de Sesto, 26, 6.° C
MADRID-9
(2) Cuadernos para el diálogo número 79, abril 1970, Madrid.
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